27 de junio de 2010

Sobre el capitalismo, la economía de mercado y la empresa

Tomás Alfaro Drake


Sé que la entrada de hoy es excesivamente larga para lo que la mayoría de los lectores de un blog están dispuestos a soportar. Pero yo escribo mi blog, no sólo para compartir mis pensamientos de urraca, sino para aliviar la presión que tienen sobre mí si no los pongo a disposición de otros. Que esos otros lo lean o no es importante, pero aún si no los leen, la válvula de escape ha aliviado la presión. Por esto publico estas (para un blog) larguísimas reflexiones. Son fruto de darle muchas vueltas en la cabeza sobre el sistema capitalista, otras posibles vías, la libre empresa. Los tiempos de crisis que estamos viviendo han agudizado mi necesidad d entender y han provocado un aluvión de ideas que he intentado ordenar como he podido. Además, percibo un déficit de temas sobre empresas en relación con el conjunto de temas que enuncio en el encabezaiento de mi blog. Dicho esto, estaría encantado de recibir feed back, sobre todo de personas con experiencia en el mundo de la dirección de emprsas. Si alguien de éstos lee estas líneas y tiene a bien darme su feed back, anónimo, por supuesto, si quiere, le pediría que me dijese cual es su experiencia en empresas y su puesto directivo, sin citar la empresa, pero especificando, si lo tiene a bien el tamaño y sector de la misma. Tras esta explicación, ahí van mis reflexione.

Introducción

La cuestión de la posibilidad de un sistema económico que suponga una tercera vía entre el socialismo de Estado y la economía de libre mercado está abierta desde hace bastantes años. Pero, a raíz de la crisis en que estamos inmersos, cuya causa hay que buscarla, entre otras, en un abuso de los mecanismos del mercado, este tema se ha puesto de nuevo sobre la mesa. Muchas voces se alzan diciendo que el libre mercado es un modelo a extinguir para ser sustituido por otro, no definido, con un rostro más humano.

Es indudable que, desde el punto de vista de la eficiencia, ningún sistema económico ha superado, ni siquiera se ha acercado, a la capacidad de generación de riqueza de la economía de libre mercado y de la empresa capitalista dentro de ella. Sin embargo, también es cierto que determinadas conductas dentro de la economía de mercado y de las empresas han dado lugar a crisis que han conducido a situaciones de injusticia que no son de ninguna manera deseables ni tolerables. En estas crisis, por la avaricia de algunos y la ausencia o deficiente regulación de los organismos reguladores, muchos inocentes se han visto abocados al paro. No es excusa para ello el decir que, incluso con esas crisis, sin ninguna duda, la riqueza total mundial ha sido muchísimo mayor de la que pudiese haber logrado con cualquier otro sistema, desde el comunismo de Estado hasta el llamado modelo sueco de economía, pasando por modelos de autogestión de países como Yugoeslavia en los años 70 del siglo XX. Pero no es justo confundir el bien común con el bien total y, aunque éste ha sido maximizado, es lícito poner en cuestión que las injusticias reseñadas hayan maximizado el bien común o, al menos, lo hayan deteriorado menos de lo que otros sistemas podrían haberlo hecho.

La doctrina social de la Iglesia ha condenado explícita y claramente el sistema de socialismo de Estado, tanto en su versión radical como en la suavizada por razones intrínsecas al propio sistema. Nunca ha hecho lo mismo con el sistema de libre mercado y libre empresa, aunque haya en muchas encíclicas sociales duros reproches por los abusos que se producen en su seno, así como llamadas a una mejor, más eficaz y más justa regulación. Las siguientes palabras de Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in veritate”, la última encíclica social, creo que son un reflejo de lo que acabo de decir:

“Es verdad que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una cierta ideología que lo guía en ese sentido. No se debe olvidar que el mercado no existe en estado puro, se adapta a las configuraciones culturales que lo concretan y condicionan. En efecto, la economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizadas cuando quien las gestiona tiene sólo referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por sí buenos en perniciosos. Lo que produce estas consecuencias es la razón oscurecida del hombre, no el medio en cuanto a tal. Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento, sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social ”.

Creo que la ideología a la que se refiere Benedicto XVI en el párrafo anterior y que guía al sistema en sentido negativo es la visión antropológica del llamado “Homo economicus”, que es una burda caricatura de la esencia del hombre real de carne y hueso que habita este mundo y que toma decisiones económicas en él. Esta caricatura lleva a un sistema taylorista que de ninguna manera es una consecuencia ineludible del sistema de libre mercado y de libre empresa. Es contra esa caricatura ideologizada y contra su subproducto taylorista contra lo que hay que luchar en vez de gastar las fuerzas luchando contra el sistema de libre mercado y libre empresa.

Es sistema de libre mercado y de libre empresa no es un experimento social nacido de teorizaciones abstractas que más tarde se hayan intentado llevar a la práctica. Creo poder decir sin miedo a equivocarme, aunque no tengo una certeza absoluta, que todos los modelos conceptuales que se han intentado llevar a la práctica, no sólo no han producido un mayor bien total, sino que tampoco han producido un mayor bien común y, en la mayoría de los casos han terminado en un horror social. El sistema de libre mercado ha ido evolucionando con el hombre, su inteligencia y su libertad, desde que es hombre. En los siglos XVI y XVII, este sistema experimentó un sólido desarrollo de conceptual de raíz católica, impulsado por la Escuela de Salamanca y, más ampliamente, por la escolástica tardía española, como explícitamente admite la escuela austriaca, defensora de la economía de libre mercado. Posteriormente, en el siglo XVIII y más bien dentro de una cultura protestante, se ha llevado a cabo el desarrollo conceptual llamado neoclásico en el que se ha producido la caricatura del “homo economicus” y su subproducto taylorista. Podría considerarse a Adam Smith como el fundador de esta corriente de pensamiento.

Por otro lado, aún las personas que, a raíz de la presente crisis, claman por la sustitución del sistema de libre mercado y libre empresa, no proponen modelos que puedan sustituirlo creando mayor bien total y bien común. Ciertamente hay modelos que nunca se han llevado a la práctica, como el distributismo apoyado entre otros por Chesterton a principios del siglo XX. Pero es más que dudoso que estos sistemas fuesen capaces de sustituir al sistema actual pasando el test de los dos bienes, común y total. Esto no quiere decir que, desde la libertad de iniciativa no se puedan poner en práctica modelos de empresa distintos al de la empresa capitalista, como, por ejemplo, el sistema de cooperativas. Pero estos sistemas no pueden ni deben ser impuestos como únicos y deben, en cualquier caso, ser capaces de competir en igualdad de condiciones con la empresa capitalista. De hecho, hay innumerables casos en los que lo hacen y en los que se abren su hueco en el mercado. Hay, por otra parte y afortunadamente, una multitud de organizaciones sin ánimo de lucro, no gubernamentales que encuentran su hueco perfectamente en el sistema de libre empresa, siendo incluso en muchos casos promovidas y financiadas por empresas capitalistas, y que suponen un gran impulso al bien común.

Por tanto, creo que esta reflexión debe partir de la realidad existente. No aceptándola desde el conformismo y la complacencia con el sistema, sino centrando su foco en la mejora de la supervisión del mismo pero, sobre todo en la lucha contra la ideologización del “homo económicus”, y su subproducto taylorista, proponiendo un modelo antropológico más acorde con el hombre real. Más aún, intentando inculcar en este hombre real unos valores y virtudes que cambien su corazón, esclareciendo la razón oscurecida y disminuyendo de este modo los efectos negativos a los que alude Benedicto XVI. Se trata de influir en las configuraciones culturales dominantes que condicionan el sistema en esa dirección negativa.

Creo que conviene aclarar, ya en esta introducción, aunque más adelante se hará con mayor precisión, que regulación de los mercados e intervención en los mismos, son cosas totalmente diferentes, positiva la primera, si se encuentran los sistemas regulatorios apropiados y, en la inmensa mayoría de las veces, muy negativa la segunda.

1º ¿Qué es una empresa?

En esta reflexión debo empezar por definir que entiendo por empresa.

La empresa es una comunidad de personas de diversos tipos –empresario, accionistas, empleados y dirección–, con una finalidad: Servir al bien, en primer lugar de las personas que la forman y, en segundo lugar de toda la sociedad, a través de la creación de riqueza, no sólo económica sino humana, profesional, social, afectiva, ética, etc, es decir, maximizar el bien común de la forma que es propia a su naturaleza.

2º ¿Qué debiera ser el hombre para la economía y la empresa?

La economía y la empresa, como toda la sociedad, están al servicio del hombre. De todos y cada uno de los hombres. En el terreno político y social, ya se han visto las consecuencias de las ideologías que han puesto al hombre al servicio de la sociedad. Y lo que se ha demostrado como atroz para la sociedad en general, no lo es menos si se aplica al terreno de la economía y la empresa. Pero estos motivos utilitaristas para decir que la empresa tiene que estar al servicio del hombre no son ni los únicos ni, menos aún, los más importantes. La razón fundamental, que hay que buscarla en una sana antropología cristiana, reside en la dignidad inherente a cada ser humano. Detrás de cada institución humana, sea del tipo que sea, hay una concepción del hombre –una antropología– explícita o implícita. Si no se tiene una clara consciencia de cuál es la antropología subyacente, está acabará siendo la del pensamiento dominante, sea éste el que sea. No sólo la empresa, la economía y la sociedad en general están al servicio del hombre, sino que toda la naturaleza está a su servicio. Esto no excluye, sino que hace necesario, que el hombre deba cuidar la naturaleza y, por lo tanto respetarla, tanto por sí misma como en por el hecho que está obligado a hacer que pueda estar al servicio de las siguientes generaciones. La economía tiene, por tanto, que establecer las condiciones para que la empresa pueda crear de forma sostenible –respetando el medio ambiente –, riqueza, no sólo económica sino, como se ha dicho anteriormente, humana, profesional, social, afectiva, ética, para todos los que la forman y, en segundo lugar, como veremos más adelante, para un entorno más amplio.

Gran parte de los males, en un sentido general, provienen de confundir, en la vida práctica los fines con los medios y vivir para los segundos a costa de los primeros. Indudablemente, maximizar el beneficio o, mejor, maximizar el valor de la empresa a largo plazo para sus accionistas, es un medio absolutamente necesario para que la empresa subsista con su identidad y su misión. Como se verá más adelante, si este medio se utiliza de una determinada manera, no sólo no es incompatible con el fin enunciado más arriba, sino que medio y fin colaboran en lo que llamaremos más adelante espiral virtuosa.

3º Diferentes tipos de personas que forman o pueden formar la empresa.

- El empresario. Es el fundador de la empresa. Aquél que por su propia iniciativa decide
emprender un negocio. La existencia de empresarios es una de las fuentes de riqueza de un país. El Estado debe incentivar la creación de empresas y debe velar por crear una imagen del empresario como un agente del bien social. Lo que caracteriza al empresario es que está dispuesto a asumir riesgos y a renunciar a corto plazo a un estatus profesional que tal vez podría tener si trabajase por cuenta ajena. Sabe que juega con su dinero y puede, por tanto, actuar con mayor autonomía. Generalmente, el empresario es también el gestor más importante de la empresa. En empresas que han crecido mucho o que han pasado de
generación en generación, la figura del empresario puede desaparecer o quedar relegada a la de
un accionista de referencia con o sin participación en la gestión.

- Directivos. Siendo ellos mismos empleados, son el gozne que conecta a los accionistas con los
empleados, el punto de apoyo de la palanca para satisfacer los intereses en apariencia
contradictorios entre empleados y accionistas. Tienen el deber ético de convertir la empresa, que vista con miopía parece un juego suma cero, en lo que más adelante llamaré la espiral virtuosa. El perfil personal del directivo difiere notablemente del del empresario. Son administradores que toman decisiones con dinero de otros y, por eso, deben estar sometidos a una concienzuda supervisión, según algún tipo de código de buen gobierno corporativo, externo o interno, para evitar que, por “tirar con pólvora del rey”, no hagan una sana utilización de los fondos que administran o los utilicen en su provecho personal, contra los intereses de los accionistas y del resto de los empleados.

- Accionistas. Son los titulares de la propiedad de la empresa. Es normal que, si no son expresamente gestores, no participen directamente en la gestión de la misma. Los gestores de las empresas cotizadas en bolsa tienen que ganar cada año la confianza de sus accionistas si quieren seguir al frente de la gestión. En estas empresas cotizadas, los intereses de los accionistas, que no tienen, en su mayoría, ninguna relación con la vida de la empresa, se orientan casi exclusivamente a la rentabilidad de su inversión, rentabilidad a la que tienen derecho. Si esta no les satisface, dada la liquidez que proporciona la bolsa, venden sus acciones a otro inversor. Si la gestión de una empresa cotizada es ineficiente, otro equipo gestor puede comprar suficientes acciones para destituir al equipo ineficiente. En las empresas no cotizadas puede darse una mayor cercanía de los accionistas a la vida de la empresa por lo que la rentabilidad que esta obtiene, siendo también su interés principal, puede verse matizado por otros aspectos de esa vida. Por otro lado, en una empresa no cotizada, es más normal que en una cotizada que el equipo directivo tenga una vinculación accionarial importante con la empresa por lo que su destitución puede no ser posible o ser mucho más difícil que en una cotizada. La posibilidad para los ahorradores individuales de participar a través de la bolsa en el capital de empresas cotizadas es una evidente democratización de la propiedad. Por eso es imprescindible, dada su escasa vinculación a la empresa y su falta de conocimientos empresariales, que se garantice, en la mayor medida posible, que no sean engañados.

- Empleados. Son quienes más viven, padecen o disfrutan las condiciones en las que trabajan. Para ellos su sueldo es, en general, la única fuente de ingresos. Por esto la empresa tiene que hacer todo lo humanamente posible para:

• Pagarles un salario digno y acorde con su aportación a la empresa.
• Mantener su puesto de trabajo y crear nuevos puestos de trabajo si es posible.
• Hacer que la parte de su vida que dedican a la empresa sea un elemento de enriquecimiento profesional, humano, emocional, ético, etc.

El ser capaces de lograr esto debe ser la más importante de las preocupaciones del equipo directivo, más aún, un imperativo ético en lo que tendrá que volcar toda su capacidad, trabajo e ingenio
.

Además se deberán respetar con los empleados los principios de igualdad de oportunidades y no discriminación.

4º Tipos de empresas.

Sería muy largo enumerar exhaustivamente las distintas tipologías de empresas. Sin ese ánimo exhaustivo vamos a ver varios tipos clasificativos de ellas

- Atendiendo al papel de sus beneficios:

• Sin ánimo de lucro
• Con ánimo de lucro.

Una empresa sin ánimo de lucro no tiene accionistas y, por tanto, no reparte dividendos entre ellos, pero tiene igualmente que ser eficiente y generar beneficios, ya que sin estos no puede crecer y ampliar el horizonte de su finalidad social. En una economía de mercado que respete la libre iniciativa tiene que haber cabida para todo tipo de organizaciones sin ánimo de lucro promovidas libremente por los agentes de la sociedad civil en vista al bien común. Es también posible y deseable que estas organizaciones sin ánimo de lucro sean promovidas por las empresas con ánimo de lucro como una parte de su responsabilidad social corporativa.

- Atendiendo a la composición de su accionariado.

• Cotizada
• No cotizada

Las empresas cotizadas tienen como parte de su accionariado a inversores que ponen en ella sus ahorros a los que quieren sacar una rentabilidad. Pueden ser pequeños inversores que invierten en la empresa el fruto de su trabajo y que no tienen ni vinculación con la empresa ni conocimientos de gestión. Por eso estas empresas tienen que estar especialmente reguladas para garantizar en la mayor medida que no sean engañados. Para ello debe exigirse, básicamente, a estas empresas:

a) Transparencia y veracidad de su información contable y otra información relevante como, por ejemplo, contratos de la alta dirección, etc.
b) Garantía de que la empresa no tendrá prácticas que deriven en beneficio de sus gestores mediante la utilización para su uso personal de los bienes de la empresa o mediante privilegios de información o actividades paralelas como contratos especiales con empresas a las que están vinculados, etc.
c) Garantía de que la empresa no tendrá prácticas que hagan que los grandes accionistas se vean beneficiados a costa de los intereses de los pequeños accionistas.

Todo esto forma el núcleo de lo que se llama código de buen gobierno corporativo.

Por supuesto, un directivo bien formado de una empresa cotizada debe actuar así por convencimiento moral, antes que por regulación. En caso contrario, cualquier regulación acabaría por ser papel mojado y sería necesaria una acumulación de regulaciones redundantes que harían inviable la gestión eficiente de las empresas. Por supuesto, lo dicho es válido, aunque con matizaciones a empresas no cotizadas y a organizaciones sin ánimo de lucro.

- Atendiendo a la titularidad de las acciones

• Pública
• Privada
(En la terminología anglosajona Public and Private tienen en este ámbito el sentido de cotizada y no cotizada, respectivamente. Uso esta clasificación en su acepción europea)

En atención al principio de subsidiariedad, del que se hablará más adelante, el Estado debe abstenerse de tener empresas, con ánimo o sin ánimo de lucro, allí en donde la iniciativa privada pueda hacerlo. Cuando las tenga, es imprescindible que se evite que la titularidad pública suponga una ventaja competitiva sobre la titularidad privada. Es un error históricamente probado pensar que las empresas públicas sean más justas y/o eficientes que las privadas.

5º El juego suma cero y la espiral virtuosa.

Hay una manera miope y otra perspicaz de ver la empresa. La primera es verla como un juego suma cero. Con esta visión si uno de los grupos que forman la empresa gana más, será a costa de que otro gane menos. Esta visión desemboca necesariamente en el enfrentamiento dentro de la empresa y, a nivel social, en la lucha de clases. Pero esta visión es falsa o al menos sólo es cierta con una dirección incompetente o inmoral. Lo cierto, aunque no sea algo automático, es que se puede hacer que funcione una espiral virtuosa en la que cuanto más gane uno de los colectivos, más ganarán los demás. Si la empresa crea riqueza de todo tipo para los empleados, será capaz de atraer los mejores talentos en todos los niveles de la empresa y con esos talentos, ganar más dinero, es decir, más rentabilidad para los accionistas. Esto permitirá invertir más, crear nuevos puestos de trabajo y mejores condiciones para todos, lo que se transformará en la creación de más riqueza de todo tipo para los empleados, realimentándose así la espiral virtuosa. Evidentemente, esto no es algo que ocurra automáticamente. Requiere que todas las personas que forman la empresa, pero en especial el equipo directivo, pongan lo mejor de su inteligencia, sus esfuerzos, sus conocimientos, sus habilidades y todo su empeño en ello. El principal deber ético y la responsabilidad social de la dirección de la empresa es diseñar y hacer funcionar esos mecanismos que se traducen en la espiral virtuosa. Y este deber ético no puede derivarse del puro utilitarismo, sino del concepto antropológico de persona que se ha señalado anteriormente. El funcionamiento de esta espiral virtuosa suele llevar aparejado la necesidad de crecimiento de la empresa.

6º Entorno inmediato de la empresa. Clientes y proveedores. Acreedores y deudores. Consumidores y usuarios.

La empresa es esa comunidad de empresario, accionistas, empleados y dirección de la que se ha hablado antes. Pero en un entorno próximo se sitúan aquellos grupos que, sin formar esa comunidad, comparten de forma directa intereses con la empresa. Son los clientes y proveedores; acreedores y deudores; y consumidores o usuarios. La dirección tiene también el deber ético de hacer a estos colectivos partícipes en el funcionamiento de la espiral virtuosa. Estos colectivos forman parte de una especie de ecosistema empresarial, y el deber ético de integrarlos en la espiral virtuosa repercute en el bien común del ecosistema y, también, en el de la empresa y de la sociedad. Dentro de este deber ético conviene destacar dos aspectos. Primero, el de entregar a la sociedad, representada por los consumidores y usuarios, productos que satisfagan sus necesidades de forma adecuada. El segundo la honestidad hacia los proveedores y acreedores en general, cumpliendo con ellos, en la medida de lo posible, los compromisos de pago en cantidad y plazo.

7º Entorno mediato. La sociedad en general.

Más allá de este entorno inmediato, la empresa tiene una responsabilidad con la sociedad en la que vive y de la que se nutre a la que debe “reintegrar” de diferentes maneras lo que de ella recibe de forma intangible. Responsabilidad tanto más directa cuanto más cercana sea esta sociedad. No es, ni mucho menos el menor de esos beneficios intangibles que la empresa recibe de la sociedad, el conocimiento ubicuo y tácito que las personas reciben de la sociedad del conocimiento en la que vivimos. Muy especialmente, las empresas globales que operan en países en vías de desarrollo, deberán fomentar especialmente la creación de empleo en ellos y cuidar de facilitar el acceso y la promoción a puestos directivos de personas de esos países. También entra de lleno en su responsabilidad para con la sociedad de esos países el procurar con su acción en ellos los medios para su desarrollo. Este reintegro a la sociedad de lo que ha recibido de ella de forma intangible, será tanto más eficiente cuanto las acciones que se lleven a cabo estén más relacionadas con el objeto de la actividad de la empresa. Una forma apropiada de hacerlo es mediante la creación de fundaciones u otras organizaciones sin ánimo de lucro que promuevan actividades beneficiosas para esa sociedad en ámbitos relacionados con la actividad normal de la empresa. Es normal etiquetar los fines de estas fundaciones bajo el paraguas de la ética. Conviene decir que no todas las éticas que circulan hoy como moneda corriente son amigas del hombre. No todo lo que se etiqueta de ético lo es. Conviene por tanto que el directivo tenga una sólida formación acerca de qué es la ética y sepa que toda ética debe enraizarse en el bien del hombre en el marco de una sana antropología cristiana. Además, y ya en un plano general, tiene una responsabilidad, no menos importante por ser más genérica, de preservar el medio ambiente y los recursos naturales y ello, no por una moda políticamente correcta, ni por el hecho de que así nuestra empresa sea mejor vista por nuestros usuarios, consumidores y hasta inversores, sino por una responsabilidad hacia las futuras generaciones, para que pueda estar al servicio de todos los hombres de todos los tiempos. También es deber ético de la dirección integrar todo este entorno mediato en la espiral virtuosa.

8º El cuadrilátero de la empresa.

Por tanto, el cuadrilátero en el que se tiene que mover la dirección está representado por estos cuatro elementos.

- Empleados.
- Accionistas
- Entorno inmediato.
- Entorno mediato

9º El terreno de juego de la empresa; la economía. El papel del Estado y la empresa en ella.

La historia y la teoría económica han probado que la mayor creación de riqueza se obtiene a través de la economía de mercado. Ahora bien, la mayor creación de riqueza, que podríamos llamar bien total, no coincide necesariamente con el mayor bien común. Puede que el mayor bien para la mayoría de las personas vulnere los derechos o la dignidad de determinadas minorías. En este caso, el mayor bien total no coincidiría con el mayor bien común, que incluye la justicia y la dignidad humanas. Es por esto por lo que también esta economía debe tener sus límites, para evitar abusos que llevan a vulnerar el bien común o a situaciones de crisis que se traducen en graves injusticias sociales.

- Economía de mercado. El mercado, su función y sus limitaciones.

El mercado no es más que un instrumento ubicuo y muy segmentado, en el que se pone precio al valor que las personas dan a las cosas. No es un instrumento perfecto. Sin embargo... en la inmensa mayoría de los casos, cualquier intervención en él, por muy bienintencionada que sea, suele crear más injusticias de las que resuelve. Lo que ocurre es que en este balance de injusticias resueltas con el intervencionismo frente a injusticias creadas por él, se produce una asimetría. Las resueltas suelen ser visibles, mediáticas, ostentosas y políticas, mientas que las creadas suelen ser ocultas y anónimas. Pero las injusticias anónimas no lo son menos que las mediáticas y no ver esto es un grave error social que puede acarrear empobrecimiento de todo tipo, con el consiguiente deterioro del bien total y del bien común. La economía es una ciencia en la que, muy a menudo, los resultados obtenidos con una actuación bienintencionada sobre ella son los contrarios a los que se esperaba. Resolver un problema interviniendo directamente el él suele ser el peor de los remedios desde un punto de vista económico, de creación de riqueza y del bien común, con perjuicios a veces irreparables. ¿Por qué ocurre esto? Aparte de las razones de índole de ciencia económica que no es objeto de esta reflexión describir, hay otras razones en parte ya enunciadas.

1º Las intervenciones en el mercado por parte del Estado rara vez son desinteresadas. Suelen responder a intereses políticos, electorales, etc.
2º Suelen estar condicionadas por presiones mediáticas.
3º La previsión de lo que se va a desarreglar al intentar arreglar algo suele ser muy deficiente. La ecología de la naturaleza nos da múltiples ejemplos de cómo cuando se altera un ecosistema, incluso con buena intención, se crean una multiplicidad de desequilibrios que hacen la situación posterior peor que la anterior con daños ecológicos irreparables. La economía de mercado y el tejido empresarial forman un sistema tan complicado como cualquier ecosistema y en el que ocurre el mismo fenómeno. Por eso sería bueno tener una conciencia ecológico-económica.
4º El intervencionismo crea hábito y lo que en un momento se presentaba como una intervención puntual, acaba creando –una intervención llama a otra– un hábito, que rápidamente se convierte en vicio, hasta crear una tupida tela de araña que atrapa a la economía, destruyendo riqueza y deteriorando el bien común, y de la que es muy difícil salir. Un primer principio general en lo que respecta a la actuación del Estado en la economía es el principio de subsidiariedad. Es decir, el Estado no debe hacer aquello que pueda hacer por sí sola la iniciativa privada. Y cuando lo haga, lo debe hacer con una estricta conciencia de excepcionalidad. Otra cosa sería empezar a tejer la tupida tela de araña antes mencionada.

Por tanto es necesaria una precaución extraordinaria antes de que el Estado intervenga directamente en la economía.

- Si en la empresa se ha mencionado el concepto del cuadrilátero, en una economía al servicio del hombre, podríamos hablar del triángulo de los tres principios.

a) Principio del bien común. La economía fijarse como objetivo el bien común, por encima del bien total. Para que esto se logre, el Estado debe contar con mecanismos no intervencionistas, que casi con absoluta seguridad irían tanto contra el bien total como contra el bien común, sino legales y de supervisión. Generalmente el bien común se logra mejor con la libertad de mercado.
b) Principio de solidaridad. La economía debe analizar cuáles son los mejores mecanismos para proteger a los más débiles, hasta donde es razonable y atentando contra las reglas del mercado sólo lo explícitamente aceptado por la sociedad según la justicia distributiva. Es decir, determinar hasta qué punto es sacrificable el bien total para no vulnerar el bien común.
c) Principio de subsidiariedad: Este es un principio de ordenación ética de los estamentos sociales. En términos generales viene a decir que un estamento superior se debe abstener de hacer lo que pueda hacer un estamento inferior. Individuo, familia, municipio, comunidad autónoma, Estado, etc. En estas reflexiones se aplica, más concretamente, al Estado y la iniciativa privada. Que el Estado no haga lo que puede hacer por sí misma la iniciativa privada. Este principio se basa en la premisa, observable y razonable de que las iniciativas públicas son casi siempre menos eficientes y más injustas que las privadas, por lo que atentan contra el primer principio.

- Un mercado especial: el mercado de trabajo. Es un mercado especial porque trata con personas y no con mercancías. Por tanto es un mercado especialmente sensible a la generación o destrucción de bien común. Pero los principios son los mismos. Si se interviene se corre el riesgo de crear paro anónimo a costa de trabajadores activos privilegiados. Sin embargo, es imprescindible garantizar un salario mínimo de dignidad y, en estos casos, puede ser más aceptable la intervención del Estado, siempre con la debida prudencia porque una intervención indebida puede ser causa de paro. Nuevamente, esta intervención deberá alterar en la menor medida posible el funcionamiento del mercado, para no atentar contra el bien común y total. En todas las intervenciones posibles en los mercados deberá evitarse, por motivos de justicia y bien común, trasladar a un desequilibrio de la justicia conmutativa lo que es asunto de la justicia distributiva. Una sociedad puede, sin embargo, decidir establecer un compromiso para reforzar el principio de solidaridad, aunque pueda parecer en una primera instancia que esto pudiera ir contra el bien total. En efecto, también aquí la intuición puede llevarnos a apreciaciones erróneas. Una mayor solidaridad en busca del bien común, que, aparentemente y a corto plazo, puede parecer ir en contra del bien total, puede que a largo plazo tenga el efecto contrario y sea beneficiosa para éste. Creo, aunque no podría demostrarlo, que es válida la ley de que, a largo plazo, todo lo que beneficia el bien común, beneficia, directa o indirectamente el bien total, en tanto que la recíproca no es cierta. Y esto, que es válido, creo, para la justa solidaridad entre personas dentro de un país, lo es también, en el ámbito de una economía globalizada, para la solidaridad en el desarrollo de los países. Pero aparte de consideraciones utilitaristas, es la dignidad de la persona la que exige un mínimo grado de solidaridad, tanto interna como globalizadamente, para ser preservada.

- Es función del Estado crear las condiciones para el pleno empleo. Como esto es un desideratum, es necesario un justo subsidio de desempleo para que las personas que, por la razón que sea estén en el paro, puedan vivir dignamente. Pero cuando el Estado, por negligencia o por regulaciones e intervenciones indebidas, no crea las condiciones de pleno empleo y se ve obligado a mantener subsidios de desempleo largos o indefinidos de forma sistemática a las mismas personas, está corrompiendo el sentido de su función y creando una cultura de falta de esfuerzo y de desprecio del mérito. Y esto también sería perjudicial para el bien común. Pero, en definitiva, es la empresa la que debe crear empleo que genere riqueza. No empleo ineficaz. Si una empresa puede hacer una cosa con 100 personas no tiene por qué hacerlo con 120. Por mantener el empleo de estas 20, se crea más paro anónimo. Sí está obligada a intentar con todos sus medios buscar nuevas actividades que permitan emplear, o solo a esos 20, sino a muchos más, de forma eficiente. Esa es su obligación técnica y moral.

- El Estado como regulador de la economía y de la actividad empresarial.

El estado debe abstenerse, como se ha dicho anteriormente, de intervenir directamente en la economía salvo en situaciones muy puntuales, con una prudencia extrema y, siempre, con un carácter coyuntural. Pero una cosa es intervenir y otra muy distinta supervisar, regular y sancionar. Muy a menudo, los propios agentes económicos desarrollan comportamientos (opacidad informativa, información privilegiada, prácticas oligopolísticas, creación artificial de escasez, etc.) que atentan contra los principios más esenciales del buen funcionamiento de los mercados. Definir estos comportamientos indeseables, regular con normas sensatas los medios que el Estado debe poner en juego para evitarlas, supervisar el cumplimiento de estas normas y sancionar con justicia su incumplimiento, eso sí es y debe ser atribución del Estado, siempre aplicando el principio de subsidiariedad. Porque incluso en esto, es mejor la autorregulación, si se produce, que la regulación estatal. Sin embargo, y lamentablemente, la autorregulación suele no existir o ser muy deficiente. Además, en un mundo globalizado como el que vivimos, para que esta regulación y supervisión sean eficaces, y para que puedan llevarse a efecto las medidas de solidaridad global, es cada vez más necesario organismos supraestatales que tengan también capacidad sancionadora. Sin embargo, también una regulación indebida puede llevar a frenar la creación de riqueza o incluso a destruirla, atentando contra el bien total y, muy probablemente, contra el bien común.

- El Estado como agente de la redistribución de la riqueza.

Es y debe ser función del Estado el facilitar una justa redistribución de la riqueza entre sus ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, en vista a promover el bien común. Esto lo puede hacer con tres mecanismos.

a) Un sistema impositivo sanamente progresivo –que las rentas más altas paguen mayor porcentaje de la misma. Una progresividad excesiva puede ir en contra de la justicia, vulnerando el principio de igualdad proporcional. Si se llegase a eso, además, podría bloquearse el proceso de creación de riqueza y transformarse el sistema de redistribución de la riqueza en redistribución de pobreza, atentándose contra el bien total y común.
b) Un sistema de servicios públicos, financiados con la recaudación de impuestos, que haga que todos los ciudadanos tengan acceso a los bienes básicos que sean, además, fuente de riqueza futura, tales como la educación, la salud o la seguridad. Es importante evitar que la asignación del gasto en servicios públicos se haga con criterios ideológicos. Para ello, sería conveniente que una parte de la aplicación de los impuestos fuese de libre elección de quien los paga, dentro de un marco de actividades consideradas como de bien público. Es lo que se llama la subsidiariedad fiscal. Que el Estado financie estos servicios públicos no tiene por qué significar que los preste él mismo. Allí donde los pueda prestar mejor la iniciativa privada, deberá aplicarse el principio de subsidiariedad. Deberá tratarse, además, que el ciudadano tenga la mayor libertad posible de elección del proveedor de los servicios financiados pero no prestados por el Estado. En el acceso a la prestación de estos servicios al ciudadano, deberá evitarse, en la medida de lo posible, la doble progresividad, es decir, progresividad por el lado de los impuestos y progresividad por el lado de la utilización de los servicios –que las rentas más altas tengan menor acceso a los mismos. Una de las mejores cosas en las que el Estado puede aplicar sus gastos es en facilitar la creación de nuevas empresas y prestigiando la figura del empresario emprendedor.

- El Estado como garante de la seguridad jurídica.

Es, desde luego, una función importantísima del Estado crear las condiciones de seguridad jurídica. Sin ella, el emprendimiento, la inversión y la creación de riqueza, son prácticamente imposibles.

Una sociedad próspera, en todos los sentidos de la palabra, es una sociedad con un tejido empresarial, tupido, sano y generador de empleo, riqueza y bienestar. No es función del Estado, sino de la iniciativa privada, crear ese tejido, pero sí es, en última instancia, la función económica más importante del Estado, crear las condiciones y el ambiente para que ese tejido pueda desarrollarse armónicamente. Y la mejor forma de ello es garantizar el libre juego de las reglas del mercado, protegiéndolo incluso de sí mismo.

10º La misión de la empresa.

La misión de la Empresa es la expresión de su forma particular de servir a los cuatro vértices del cuadrilátero. Es decir la esencia de esos mecanismos para lograr cumplir con el deber ético y la responsabilidad social de hacer funcionar la espiral virtuosa alrededor de los cuatro vértices. Es el alma de la empresa.

11º El papel del beneficio más allá de la forma de retribución de los accionistas.

Es desde esta óptica de la espiral virtuosa, en la que se ven los intereses de los cuatro vértices del cuadrilátero como armónicos –no desde la del juego suma cero– como debe entenderse la obligación de maximizar el beneficio a largo plazo y, consecuentemente, el valor de la empresa para sus accionistas como un medio para que la empresa cumpla con su fin. Un beneficio creciente permite mayor satisfacción de las necesidades de los otros vértices del cuadrilátero y, al mismo tiempo, la satisfacción inteligente de las necesidades de esos vértices, incide en el crecimiento del beneficio. Maximizar el beneficio no significa obtener el mayor beneficio a costa de lo que sea en una visión de juego suma cero. Significa hacer funcionar al máximo la espiral virtuosa alrededor de los cuatro vértices. Hacer esto es maximizar el bien total creado por la empresa y, si no se confunden fines y medios, maximizar el bien común de la forma y manera propia de una organización como la empresa. Por otro lado, si la dirección no es capaz de obtener para sus accionistas más beneficio de lo que otros equipos directivos puedan hacerles creer que pueden conseguir, puede verse desbancada y, con ella, la misión, es decir, su alma.

Además, el beneficio es fuente de dos grandes factores de servicio a la sociedad.

• Una parte sustancial del beneficio se dedica, a través del Impuesto de Sociedades, a financiar al Estado. Si éste emplea con justicia su recaudación, tendrá una repercusión importante en el bien común.
• Pero, más importante aún, en la medida en que no todo el beneficio se distribuya en forma de dividendo, esos beneficios se quedan en la empresa y son fondos que sirven para invertir en mayor creación de riqueza y empleo. Como dice Pío XI en la encíclica “Cuadragesimo anno”: “... los ricos están obligados por el precepto gravísimo de practicar la limosna, la beneficencia y la liberalidad. Ahora bien [...]colegimos que el empleo de grades capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de virtud de la liberalidad y sumamente apropiada a las necesidades de los tiempos”.

12º La ética en la empresa.

Las cuestiones más vitales en la empresa son de carácter ético, sin dejar de lado las cuestiones antropológicas y de la dignidad de la persona, que son la base de la ética. El número de facetas del comportamiento ético en la empresa es enorme, por lo que una enumeración exhaustiva sería imposible. A título no exhaustivo diría:

- Ética hacia los empleados. Orientación a la creación de empleo. Sueldos justos. Enriquecimiento del trabajo en sus otras facetas, profesional, personal, ética, etc. Conciliación vida empresa vida familiar. No discriminación, etc.
- Ética hacia los accionistas: Transparencia y veracidad informativa y contable. Evitar conflictos de intereses (Accionistas-dirección; minoritarios-significativos; Largoplacistas-cortoplacistas, etc). Decisiones sobre el límite de endeudamiento basadas en elementales criterios de prudencia y sensatez buscando la rentabilidad a largo plazo y no la rentabilidad especulativa cortoplacista. El desprecio sistemático a esta norma ética de sentido común es una de las causas más importantes de la crisis en la que estamos sumidos.
- Ética hacia el entorno inmediato: Productos que añadan valor en su uso. Información comercial veraz. Justicia en el trato con clientes y proveedores. Cumplimiento de compromisos con acreedores.
- Ética hacia el entorno mediato: Reintegrar a la sociedad los beneficios intangibles recibidos de ella. Promover el desarrollo en los países emergentes en los que opere la empresa. Cuidar el medio ambiente.

Estos criterios éticos deben estar incorporados en la misión y en el código de buen gobierno corporativo.

13º El papel de los directivos en la empresa.

El deber primero de los directivos de una empresa, y aunque sea obvio conviene decirlo, es la supervivencia de la empresa. Pero dando esto por cumplido, de todo lo dicho más arriba se desprende que el deber fundamental del equipo directivo de una empresa y su responsabilidad social es diseñar y hacer funcionar esos mecanismos que se traducen en la espiral virtuosa, para los cuatro vértices del cuadrilátero. Es evidente que ningún directivo aislado, sea presidente o consejero delegado o director general, puede lograr cumplir con estos deberes. Es absolutamente necesario que los máximos directivos creen en todos los empleados de la empresa, desde su equipo más cercano hasta el último de los empleados, en círculos concéntricos, un espíritu de comunidad y un sentido de pertenencia, basados en la ética y en la creación de todos los tipos de riqueza para todos. Crear estos círculos imbuidos de la idea de la espiral virtuosa, requiere tener, transmitir e infundir un espíritu de equipo y un liderazgo transformador y tener el propósito, consciente y firme, de que este logro, no sólo merece la pena, sino que engrandece el trabajo de cada uno. El directivo tiene que ser un gran comunicador para transmitir esto, a los empleados en primer lugar, pero también a inversores y sociedad en general. Este proceso crea un conocimiento colectivo, una cultura empresarial y podríamos decir, en un sentido muy amplio, que una espiritualidad, que es el alma de la empresa. Naturalmente, esto no es algo que ocurra de forma espontánea sino que debe ser cultivado mediante sistemas de gestión del conocimiento.

14º ¿Cual debería ser el perfil del directivo/empresario?

A la vista de todo lo anterior parece evidente que el directivo/empresario que necesita una economía basada en una empresa más humana, debería:

Entender que la ética basada en una sana antropología es la base de la economía y de la empresa. No debiera tener una visión empobrecida y reduccionista de la economía y de la empresa en la que la búsqueda egoísta de la máxima riqueza económica personal, conducida por una “mano invisible”, acaba llevando a la justicia y al bien común. Al contrario, debiera tener claro que la “mano invisible” es él. Debiera estar imbuido del principio de subsidiariedad.
2º Tener claro que el fin de la empresa es servir a la sociedad, aunque para ello sea un medio necesario maximizar el valor de la empresa para sus accionistas a largo plazo. Por tanto, debiera tener claro que en caso de conflicto entre el fin y el medio, es el segundo el que debe supeditarse al primero.
3º No caer en la miopía de ver la empresa como un juego suma cero en la que más beneficio para el accionista equivale a menos para los empleados y los entornos mediatos e inmediatos y no caer por, tanto, en la esquizofrenia, sino que debiera ser capaz de crear y hacer funcionar la espiral virtuosa para los cuatro vértices.
4º Concebir como una responsabilidad ética la dedicación de todos sus talentos, inquietudes y esfuerzos, incluso en grado heroico, para buscar la manera más inteligente de hacer que su empresa sea un juego de suma lo más positiva posible y tenga claro de que si alguna vez se encuentra en el dilema del punto 2º será porque no ha hecho bien sus deberes de buen directivo
. 5º Ser capaz de comunicar sus ideas de forma eficaz a su entorno próximo y lejano y de crear y liderar equipos orientados en las líneas de actuación anteriores, creando una cultura organizativa acorde con los valores expresados en estas reflexiones.

Para esto es necesario que tenga:

- Una formación excelente en las técnicas de gestión empresarial.
- Una formación antropológica excelente que le sirva de base para el comportamiento ético.
- Una formación cultural fundamental que le permita ver las cosas con amplia perspectiva histórica y de diversidad de culturas, alejada de toda miopía.
- Una sólida formación en liderazgo y técnicas de comunicación.
- Una clara conciencia de la condición de necesidad, no de suficiencia de la excelente formación técnica para poder desarrollar ese comportamiento ético.
- Un compromiso personal, vital y vocacional con ese comportamiento ético.
- Una perspectiva de su trabajo profesional como una misión que se llevará a cabo a través de la misión de la empresa que dirija. Una sana ambición de poder, entendido como potencia para poder llevar a cabo esta misión, sin sombra de miedo social a esa sana ambición.
- Una conciencia de que sólo el trabajo en equipo puede hacer realidad esa misión.
- Una capacidad de liderazgo positivo como forma de impulsar a otras personas hacia la misión.

23 de junio de 2010

Frases 23-VI-2010

Tomás Alfaro Drake

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Los nazis se irán. No estarán aquí para siempre porque el mal se devora a sí mismo. Pero si no somos capaces de hacer reinar el amor, los nazis volverán con otro nombre.

Frase oída en la película “Karol, el hombre que llegó a Papa” que narra la vida de Karol Wojtyla antes de convertirse en Juan Pablo II. Se la dice un sastre sabio de Cracovia, a Karol, cuando éste era un joven seminarista y podía haber sido vencido por el odio ante el horror nazi. Karol Wojtyla aprendió la lección, pero la humanidad no. Los nazis se fueron pero el odio hizo que se reencarnasen con el nombre de comunismo y Hitler fue sustituido por Stalin. Karol Wojtyla, ya convertido en Juan Pablo II, con la lección bien aprendida, derrotó al comunismo con el amor. Cuando, al final de la 2ª guerra mundial, en la preparación de la conferencia de Yalta, alguien preguntó si se debería invitar a participar al Vaticano, Stalin preguntó con ironía: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?” Poco podría pensar que las divisiones del amor, la verdad y el bien de Juan Pablo II, derrotarían a sus sucesores en menos de cincuenta años.

19 de junio de 2010

La vida de un misionero católico

Tomás Alfaro Drake

El 27 de Mayo pasado, dentro del conjunto de entradas bajo el título “la Iglesia y la pederastia”, publique una carta enviada por el misionero uruguayo Martín Lasarte al New York Times, quejándose del tratamiento que los medios daban a ese tema. Ignoro si en el New York Times le habrán publicado el artículo o no. Pero el País digital del domingo pasado, recoge una entrevista con él, en la que, más allá del tema de la pederastia, se ve cómo es la vida de un sacerdote misionero católico. Y hay miles como el, a los que hay que añadir a las religiosas y voluntarios. Recojo hoy esta entrevista en esta entrada.

El PAÍS digital, Domingo, 13 de Junio del 2010

Veinte años de misión en África

El sacerdote uruguayo Martín Lasarte lleva casi la mitad de su vida en Angola, donde ha convivido con la guerra, la pobreza y otras condiciones extremas. El salesiano destaca la labor de múltiples ONG y agencias de ayuda humanitaria en el país, que deben lidiar con niños desnutridos y lo peor de dos regímenes.

GABRIELA VAZ

“Che, gordo, ¿nos vamos para Angola?”. Martín Lasarte tenía 17 años cuando le formuló esa pregunta a su compañero de banco en el colegio Juan XXIII. Era 1981 y los salesianos habían asumido el "Proyecto África", lo que significaba colocar como prioridad de su misión al continente negro. Así, cada nación donde ya estaba la congregación apadrinó un país africano para enviar personal y recursos. A Uruguay, Argentina, Paraguay y Brasil les tocó Angola. El primer misionero uruguayo, un sacerdote llamado Milán Zednicek, fue quien se acercó al Juan XXIII a brindar una charla a los alumnos. Y fue después de esa presentación que comenzó la pasión angoleña para el estudiante de 6º de Ingeniería Martín Lasarte.

Pero pasó casi una década antes de que ese deseo se concretara. Entrar a Angola –un país que por entonces se encontraba en plena guerra civil, que bajo un régimen comunista se había vuelto otra pieza en el ajedrez de la guerra fría y que tenía en la pobreza (aún la tiene) una característica insoslayable– era, como poco, difícil. Lasarte lo logró en 1990, como parte de la misión salesiana, y al año siguiente se ordenó sacerdote.

Desde entonces, el cura uruguayo ha vivido las experiencias más removedoras: desde transportar a niños desnutridos hasta enterrar a fallecidos, ser un canal de salvación a través de la distribución de alimentos y educar a pequeños y jóvenes. Todo en un país castigado por la guerra, la corrupción y una marginalidad fulminante.

Angola tiene un territorio de 1.246.700 km cuadrados, en el cual viven 18,5 millones de habitantes. El 70% subsiste con 1,7 dólares por día. Paradoja I: la nación es rica en petróleo (lo que hace a su economía extremadamente dependiente del oro negro). Paradoja II: Luanda, la capital angoleña, es la ciudad más cara del mundo para los extranjeros, según un informe de 2009 de la revista Forbes. Por otro lado, esta ciudad literalmente se "hinchó" en tiempo de guerra, pasando de 200.000 a cinco millones de habitantes. "Las infraestructuras son insuficientes para tal población. Hay áreas hermosas reconstruidas y nuevos barrios para personas con posibilidades económicas. Pero la mayoría de la periferia es extremadamente pobre y degradada", explica desde allí Lasarte.

La guerra civil es otro capítulo. El conflicto, que se dio entre 1975 y 2002, enfrentó al partido MPLA, que tenía a Cuba como aliado, contra la agrupación política Unita, entre otros opositores. Los primeros recibieron apoyo soviético y los segundos colaboración de Estados Unidos y China. El respaldo internacional perpetuó la contienda, que tuvo treguas e impasses, pero que sólo culminó en 2002 con la muerte de Jonas Malheiro Savimbi, el líder de la Unita, quien nunca había aceptado que el MPLA ganara las elecciones en 1992. Este partido es el que gobierna hasta hoy.

-¿Qué cosas cambian desde el fin de la guerra?
-Comienza una nueva era. Poder salir de noche, visitar una ciudad vecina, que las familias se reúnan, que muchísimos jóvenes y adultos empiecen a estudiar… ¡La guerra acabó! Muchas naciones invierten, sobre todo se da el casamiento Angola-China. Miles y miles de chinos desembarcan para trabajar en todos los niveles. Ahora el gran desafío es construir una sociedad equitativa. Hay muchas luces y muchas sombras. Hay apertura, colaboración, mayor libertad, más educación, más conciencia de los propios derechos, pero también mucha corrupción. Una mezcla extraña con lo peor de dos sistemas: un control y centralización de un esquema mono-partidario y un liberalismo económico despiadado.

- ¿Cómo fue su recorrido?
- Cuando llegué en Angola en 1990, mi destino fue Lwena (capital de la provincia de Moxico). Ahí, como diácono, era coordinador de "Caritas", organizaba la distribución de alimentos y otros bienes de subsistencia, y fomentaba pequeñas cooperativas agrícolas. Esos años fueron duros: hambre, aislamiento completo, ataques a la ciudad. Como Lwena era una ciudad sitiada en el extremo este del país, enviaban muchos militares revoltosos y castigados. Era como la "Siberia" de Angola. Meses después, cuando salí de allí hacia Roma, para realizar una especialización, la guerrilla hizo una ofensiva en la cual murieron más de 500 civiles. En los diarios sólo salía que un francotirador había disparado a una persona en Sarajevo… Regresando a Angola me quedé en la capital, Luanda, como profesor y formador de nuestros jóvenes salesianos. Al final de 2001 fui destinado nuevamente para mi querida Lwena, como párroco y director de la misión en uno de los períodos más delicados de la historia de Moxico: postguerra y reconstrucción. En ese período debimos empeñarnos como nunca en la emergencia humanitaria. En nuestra parroquia de 90.000 kilómetros cuadrados animábamos actividades pastorales, distribución de alimentos y herramientas agrícolas; organizábamos cooperativas agrícolas, escuelas rurales; trabajábamos en alfabetización, perforación de pozos de agua, puestos sanitarios, hasta construcción de puentes.
-¿Qué hace ahora?
-Desde 2008 estoy otra vez en Luanda coordinando actividades de la congregación. Educación, alfabetización, niños y adolescentes en riesgo, universitarios, catequesis, asociacionismo juvenil, formación profesional, comunicación social, voluntariado. Colaboro para que las diversas áreas de la misión salesiana en el país funcionen.
-¿Cómo lleva adelante el objetivo de educación?
-Es el tema neurálgico. La riqueza de un pueblo no consiste en las materias primas, sino en su gente, su cultura. El gobierno invierte muchísimo en la educación. En los últimos años entraron más de 50.000 funcionarios públicos a esta área, pero la calidad es pésima. Los profesores, directores, administradores, en su gran mayoría no están bien preparados para este servicio. Muchos entraron por nepotismo, clientelismo político o pagando buenas sumas de dinero. No tenemos personal vocacional para la educación, sino funcionarios públicos con un salario asegurado. Otro fenómeno que afecta es el sistema de corrupción instaurado en la sociedad angoleña (según International Transparency, Angola ocupa el lugar 162). Esto exigirá un enorme camino de educación cívica, control social, cambio de estructuras. Si bien existen estos problemas, Angola tomó una iniciativa inteligente. Aprovechó las fuerzas sociales presentes en la educación, y así ha hecho protocolos de colaboración con la Iglesia Católica y otras iglesias. De esta forma nuestras escuelas son gratuitas y podemos llegar a los más pobres. Por año cursan en nuestras escuelas más de 11.500 alumnos y 4.000 en los centros de formación profesional.
-¿En qué medida lo han afectado las experiencias más duras que vivió en Angola?
-La presencia de la Iglesia en los lugares de enfrentamientos fue por muchos años casi la única presencia "humanitaria". A mí me tocó dirigir la misión de Moxico entre 2002 y 2007. Los portugueses llamaban a este lugar "el fin del mundo". Sobre todo en el período final de la guerra se creó una situación humanitaria de extrema emergencia. Quien coordinaba con inmensa creatividad y celo estas actividades en nuestra comunidad era el padre Santiago Christophersen, también uruguayo. Los desplazados internos, los ex guerrilleros y los retornados padecían enormes necesidades. Muchos manifestaban señales de desnutrición. Cuando se rindió la guerrilla, un gran grupo comenzó a concentrarse en Cangumbe, a 80 km de nuestra misión. Fuimos en dos jeeps a traer los niños para el centro nutricional. El camino hasta allí estaba minado. Seguimos en cuanto se podía e invocando a María Auxiladora. Hicimos diversos viajes. Uno de los jeeps activó un ingenio explosivo para tanques. Gracias a Dios reventó sólo el detonador. El cable conductor estaba cortado. La Auxiliadora, se portó bien. Cada tanto aparecía alguna mina. Los militares llamaban a los misioneros "revienta-minas". Después que pasábamos nosotros, comenzaban a pasar otros vehículos. El mapa de seguridad de la ONU indicaba la mayor parte de nuestra parroquia como área roja. Esta experiencia me ha dejado tantas cosas. Luego de dos décadas de trabajo con ONG y agencias humanitarias, puedo constatar la fuerza de la fe y caridad cristiana. No en vano muchísimas nacieron de matriz cristiana. En 1998 hubo un avanzada de la guerrilla contra Lwena. Las ONG abandonaron la ciudad. Los misioneros quedaron y nos preguntaban: "¿Vuestra ONG no se va?". A lo que respondía mi predecesor y director de la misión, el padre Edmundo Valenzuela, ahora obispo en Paraguay: "La nuestra es una ONG un poco original, por eso nos quedamos".

El dato

Algo más sobre el padre Martín Lasarte

Tiene 47 años y hace 20 que vive en Angola. Su primer destino fue Lwena, capital de Moxico, al sureste del país. Allí fue coordinador de Caritas y organizaba la distribución de alimentos. Al tiempo voló a Roma para realizar una especialización y a la vuelta quedó asignado en Luanda, la capital angoleña, como profesor de jóvenes salesianos. En 2001, regresó a Lwena, a cargo de una parroquia que tiene un predio de 90.000 km cuadrados. Desde 2008 y hasta hoy se está en Luanda, coordinando actividades de la congregación, como las pastorales y el voluntariado. Continúa brindando clases de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor y acompaña de cerca a un internado para chicos de la calle en las afueras de la capital.

Las cifras

27 Son los años de guerra civil que vivió Angola, entre 1975 y 2002. Fue el conflicto más largo de África.

20% Fue su tasa de crecimiento entre 2004 y 2007, la más alta del planeta. El 70% de la población vive en la pobreza.

La Iglesia, los medios y las noticias escandalosas

En una carta publicada en el semanario Búsqueda, el padre Martín Lasarte opina sobre el relato que los medios de comunicación realizan de la pedofilia de algunos sacerdotes católicos y critica la "ampliación del tema en forma morbosa". Para él, de esa manera se desconoce y se opaca la obra positiva de la Iglesia.

-¿Cómo entiende que los medios deberían cubrir este tipo de noticias?
-En mi opinión, gran parte de la comunicación social, lo que en cierta manera tiene su lógica de supervivencia, está movida por criterios económicos y no éticos. Por lo tanto, el sensacionalismo y el escándalo venden. Esto se aplica en todos los campos, frente a todas las instituciones y a cualquier persona pública. Sumado a esto, hay medios, con una línea editorial claramente anticatólica –si no anticristiana–, y eso ha favorecido la amplificación, el morbo, las generalizaciones y en casos la falta de verdad sobre estos escabrosos hechos. Es en ese contexto en el que, a mi modo de ver, el problema de la pedofilia –que es real, vergonzoso y también presente en las familias, escuelas públicas y diversas instituciones civiles y religiosas– ha dado una gran oportunidad para atacar a la "Iglesia pedófila" y no a la "pedofilia en la Iglesia". Muchos ilustres intelectuales y periodistas protestantes, judíos y agnósticos han denunciado este "linchamiento mediático".
-¿Cuál sería el criterio ético para tratar el tema?
-El mismo que para cualquier otra noticia: la verdad, esto es la objetividad, la ponderación de las informaciones; una recta motivación: el bien. Realmente buscar el bien de la sociedad, la dignidad de los niños, la justicia. Y, si no fuera porque es pedir mucho, también la caridad, que es expresión de la belleza. Es hermoso cuando se dicen grandes verdades, que hasta llegan a doler, pero en la caridad. No hay verdad plena si no es en el amor; y no hay amor auténtico que no se viva en la verdad. A todo eso lo podemos llamar "respeto" por el otro.

Aún así, y "pese los pesares", Lasarte entiende que los medios de comunicación "han ayudado a la Iglesia a crecer en su identidad, humildad y a continuar su purificación interna de modo que pueda ser más auténtica y mejor servir a la humanidad. Hay una lindísima frase en la carta a los Romanos que dice: `Para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien".

Varios compatriotas trabajando por Angola

El día a día de Martín Lasarte transcurre en contacto continuo con "la juventud" angoleña, explica él, que incluye tanto a religiosos como a laicos –"oratorianos, universitarios, escolares, grupos parroquiales, animadores, profesores, instructores, catequistas", enumera– y también muchísimos extranjeros, llegados de todos los puntos del globo, desde latinoamericanos hasta hindúes, vietnamitas, franceses, eslovacos o austríacos.

Y por supuesto, no faltan los compatriotas. "He conocido algunos que han venido por negocios, en el área agropecuaria y de comunicaciones. Estuvo, como director del Plan Alimentar Mundial (PAM) en Angola, Oscar Sarroca, que fue quien llevó adelante esta importantísima agencia de las Naciones Unidas con gran profesionalidad en momentos muy delicados, al final de la guerra. Como estábamos los dos con la misma causa humanitaria, hicimos una gran amistad".

En este momento, hay también en Angola otros salesianos uruguayos. "Milan Zednicek fue el primero a venir. Fue entrenador de un equipo de fútbol de la primera división. Ahora está como vicario episcopal en la región que en estos momentos es la más tensa de Angola: Cabinda. El padre Santiago Christophersen ahora es director de una enorme obra en Benguela, donde hay una gran parroquia, escuela y centro de formación profesional. Santiago Boix, un joven sacerdote que acompaña una de las escuelas más grandes de Angola en la ciudad de Luanda, en el barrio Lixeira ("Basurero" en portugués), anima la pastoral juvenil de esa parroquia con más de 2.000 jóvenes y la catequesis con cerca de 6.000 catecúmenos (niños, adolescentes, jóvenes y adultos). En Roma, haciendo una especialización está Andrés Algorta, y dando clases, Ramón Uría".

***

Tengo varios sacerdotes amigos que son misioneros en el noroeste de Kenia, junto al lado Turkana, uno de los sitios más pobres del planeta. Mi mujer conoce a varias monjas del colegio en el que estudió en su infancia que han estado en Ruanda en los 90, en plena época de la guerra civil y la masacre de Hutus y Tutsies, en las que varias monjas de su comunidad murieron asesinadas. Cuando les preguntamos asombrados de donde sacan fuerza para dedicar TODA su vida a la misión, nos miran con sorpresa, como si les estuviésemos preguntando una estupidez. Sin un titubeo, en ambos casos por separado, nos dijeron. “De Cristo, a través de la Eucaristía que nos da la Iglesia, por supuesto”. Para ellos no hay dos Iglesias, la de misiones y la del mundo civilizado, la jerárquica y la de a pie. Para ellos sólo hay una Iglesia, la que desde hace 2000 años ha hecho presente a Cristo en la Eucaristía cada día. Saben que el mundo de la miseria necesita al mundo opulento, siempre que éste haya sido transformado por Cristo. Saben que para esto tiene que haber misioneros en este mundo opulento. Saben que la jerarquía es necesaria para que la Iglesia pueda seguir existiendo los próximos 10.000 años. Saben que en la única Iglesia que hace presente a Cristo en la Euceristía tiene que haber muchos papeles.

Estoy leyendo “Ébano” el magnífico libro de Ryszard Kapuscinski, que recomiendo con toda mi alma, en el que cuenta sus muchas experiencias en África como corresponsal. La sensación que deja el libro es de desolación y de desesperanza. No se ve qué salida puede haber para África ante las secuelas de las innumerables guerras y genocidios que la han asolado y que la asolan, ante la corrupción que impera en cada rincón del continente, ante el hambre, la desnutrición y sus secuelas, ante la falta generalizada de formación de sus habitantes, etc. Parece que toda puerta estuviese cerrada y toda luz de esperanza apagada. Kapuscinski no habla más que de pasada, en algún párrafo de su libro, de los misioneros y misioneras católicos. Sin embargo, si hay un resquicio en esa puerta, si una tenue luz puede alumbrar una brizna de esperanza, sólo puede venir de los misioneros católicos, de esa “ONG un poco original”, cuyos miembros no son cooperantes durante unos años, sino toda la vida, que se quedan cuando todos los demás se van, que llevan ayuda material, humana y espiritual a ese mundo, pero que, sobre todo, están dando allí la primera capa de esa imprimación penetrante y transformante, que ha hecho diferente a occidente sin que nos demos cuenta de hasta qué punto, que es lo único que puede cambiar radicalmente África y todo el mundo, verdaderamente revolucionaria, y que se llama cristianismo. Esa ONG es su Iglesia, es su madre. Y también la mía.

16 de junio de 2010

Frases 16-VI-2010

Tomás Alfaro Drake


Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Ningún hombre puede jamás saber lo que está acaeciendo sub specie aeternitatis (en el plano de la eternidad) [1]. Todo lo que sabemos, y en gran medida por experiencia directa, es que el mal se afana con amplio poder y perpetuo éxito... en vano: siempre preparando tan sólo el terreno para que el bien brote de él. Así es en general y así es también en nuestras propias vidas... Pero aún hay alguna esperanza de que las cosas mejoren para nosotros, incluso en el plano temporal, por la clemencia de Dios. Y aunque necesitamos todo nuestro coraje y nuestras agallas (...) y toda nuestra fe religiosa para enfrentar el mal que pueda acontecernos (...), aún podemos rezar y tener esperanza. Yo lo hago. Y tú fuiste para mí un don muy especial en un momento de dolor y sufrimiento mental; y tu amor, que floreció casi en el momento en que naciste, me fue predicho casi como si las palabras hubiesen sido pronunciadas, al punto que me siento consolado, aunque esta situación fuera por siempre así. Probablemente nos volvamos a encontrar bajo la mirada de Dios “en entereza y unidad” antes de no mucho, mi muy querido hijo, y es seguro que tenemos un vínculo que perdurará más allá de nuestra vida, [...]
J.R.R. Tolkien. Carta a su hijo Christopher, movilizado en Sudáfrica, el 30 de Abril de 1944. Es una respuesta a una carta de su hijo en la que le cuenta su desánimo.

[1] La traducción es mía y más o menos aproximada. Desde luego, no aparece en el original. Tanto Tolkien como su hijo Christopher tenían la cultura clásica necesaria como para entenderlo con naturalidad, sin traducción.

13 de junio de 2010

La razón y el misterio

Tomás Alfaro Drake

En el inicio de su encíclica “Fides et ratio” (Fe y razón) Juan Pablo II afirma que “la fe y la razón son las dos alas por las que el ser humano puede llegar a la contemplación de la verdad”. Pero entre esas dos alas, como el esternón del ave en el que se insertan los poderosos músculos para moverlas, está el misterio. Muchas veces, al hablar de la fe sobrenatural decimos: eso no lo podemos entender, es un misterio. Si esta afirmación, que es rigurosamente cierta, no se aclara debidamente, se puede pensar que el misterio es algo irracional, que va contra la razón. Y no es verdad. Pero ese mal entendimiento del misterio ha sido causa de que muchos hombres que, con razón, no quieren caer en la irracionalidad, se nieguen a realizar el acto libre y racional de la voluntad que supone abrazar la fe. No les culpo por ello. No es humano ir contra la razón que, al fin y al cabo, es un don de Dios, como la fe. Tal vez aclarando un poco qué es el misterio sea capaz de remover un obstáculo para ese acto de la voluntad.

El misterio no va contra la razón. Simplemente, está más allá de la razón. Si no es humano aceptar la irracionalidad, tampoco lo es, por irracional, pensar que nuestro pobre cerebro pueda abarcar y comprender toda la realidad. Tenemos un pequeño cerebro, de unos cuantos kilos y limitado a sólo una pequeña porción de tres dimensiones y una todavía menor porción de una cuarta. Es una maravilla y es el soporte físico de una mente maravillosa, única en éste mundo. Pero, ¿alguien en su sano juicio puede creer que esa pequeña masa esponjosa puede albergar la idea de toda realidad. ¡Qué ridiculez! Una buena parte de la realidad está, y estará siempre, más allá del alcance de todo cerebro humano y de la suma de todos ellos. Creer que nuestra mente puede abarcar toda la realidad es un acto de estúpida soberbia que se llama racionalismo. Pero no es lo mismo racionalidad que racionalismo. Racionalmente sabemos que no podemos saber todo y, por eso, no es racional ser racionalista. Karl Popper decía: “Nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita”. Nada más racional.

Pero el misterio no es algo impenetrable. No podemos nunca conocerlo totalmente, pero podemos siempre conocerlo un poco mejor en su insondable profundidad. Y podemos contemplarlo desde su orilla, adentrándonos en él como en una playa en la que nunca dejásemos de dar pie, pero que tuviese ante sí un océano infinito.

Aquí es donde entra la fe. En una entrada anterior de este blog (los tres niveles de la fe, 24 de Enero de 2010) dije que el primer nivel de fe era el conocimiento por testimonio. Casi todo lo que conocemos lo conocemos por un testimonio creíble de otros que nos merecían confianza. Pues bien, Dios da testimonio de sí mismo. Se revela a través de su Palabra. Nos cuenta cómo es en su misma esencia, por qué y para qué ha credo el mundo, quienes somos nosotros, para qué estamos aquí, cuál es el sentido de nuestra vida, qué va a ser de nosotros. Precisamente las cosas que están más allá del alcance de nuestra razón.

Pero si eso que nos cuenta la revelación está más allá de nuestra razón, no va, sin embargo, contra la razón. Si la premisa mayor, que es, a su vez razonable, es que hay un Dios Todopoderoso y Bueno, toda la revelación se presenta como un edificio de una lógica impresionante. La creación, la Trinidad de Dios, razón de ser del mundo y de nuestra existencia y destino, la encarnación de Dios como ser humano. Todo cobra sentido y el mundo, a pesar de todas las penas, dolores, tragedias y lágrimas que hay en él, puede ser un lugar sonriente. Hemos sido creados por amor por un Dios que es una relación amorosa. El mundo ha sido creado para nosotros, para que le descubramos en él. Nos espera el abrazo de ese Dios amor que nos ha creado por amor. Nuestra desviación de su plan amoroso ha sido redimida en Cristo. Dios se ha hecho hombre para ello. Todo encaja con una precisión tan asombrosa como misteriosa. Y podemos contemplar el misterio en su belleza. Y conocer su inagotable profundidad un poco más cada día de nuestra vida. Sin monotonía. Sin repetición. Con asombro. Saborearlo sin llegar nunca a saciarnos y sin ser capaces de apurarlo. Decía Pierre Charles: “Hay siempre un peligro latente que acecha al creyente cuando se pone a reflexionar: el de considerar el misterio como un problema y el objeto de la fe como una doctrina. Porque el objeto de la fe es más que una doctrina: es una realidad, y el misterio es más que un problema: es un hechizo. Una doctrina sólo pide ser bien comprendida; un problema sólo necesita una solución. Después de lo cual todo se ha acabado y podemos pasar a otro ejercicio. Pero una realidad, una cosa, no ha dicho nunca su última palabra; y un misterio es estrictamente inagotable; una fuente de perpetua inspiración. Y para que el misterio no degenere en simple problema; para que Dios sea otra cosa que una esfinge que propone enigmas, es necesario que la inmensidad (el misterio) de la revelación no sea nunca enteramente prisionera de nuestras fórmulas indigentes”.

La alternativa al misterio es el absurdo. La náusea de Sartre y de tantos sartres engañados. De los que creen que lo saben todo y les aburre y asquea lo que creen saber de tanto rumiar la misma bola. Círculos en círculos que siempre acaban en el vacío. Un cuento sin sentido contado con gran aparato por un idiota [1], contado una y otra vez hasta el vahído. Una serpiente que se devora incesante y eternamente a sí misma. Estos sartres se parecen a aquellos que han estropeado su coche de gasolina echándole gas-oil porque era más barato. Están parados en todas las carreteras, creando un caos increíble e intentando convencernos de que nosotros también le echemos gas-oil. Algunos hasta se enfadan porque no queremos y porque nuestros coches siguen andando. Podrían arreglar los suyos, pero no quieren, porque desprecian al ingeniero que los diseñó. Hasta se han convencido de que son héroes, moral e intelectualmente superiores al resto de los mortales, porque aceptan el hecho –incuestionable, según ellos– de que la gasolina no existe y de que los coches no se han hecho para moverse sino para estar parados desordenadamente. Pobrecillos. Ellos no ven, y quieren decirnos que no hay nada que ver. Pero no es así. Mi admirado Arnold J. Toynbee, un agnósico abierto a la trascendencia, decía con añoranza del misterio:

“Pensar constituye un intento de aprehender la realidad en una red conceptual: y una red suele servir para su fin en virtud de estar hecha de manera tal que deja espacios abiertos entre las mallas. Es ese tejido abierto el que da a una red su elasticidad, su libertad de acción. Si la red estuviera hecha, no de una trama abierta, sino de un género tupidamente tejido, el material sería demasiado compacto para permitir que la red hecha con él fuera efectivamente extensible. Pero el precio de estar hecha con un tejido que hace posible atrapar algo entre las mallas de la red es el hecho inevitable de que otras cosas se escapen a través de los espacios abiertos.
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Y Dios sabe lo que puede o no puede escaparse a través de las aberturas que presentan las mallas de la inteligibilidad. En suma, “que hay más cosas en el cielo y en la tierra que las que sueña la filosofía[2]” del racionalista, y el racionalista no puede estar seguro de que la ráfaga que pasa a través de las aberturas de su sistema no sea el viento importuno que sopla de donde quiere y que, aunque pueda ser invisible a los ojos del racionalista, produce para los oídos del creyente un son que llena el mundo. [...] La búsqueda del hombre es realmente un intento de llegar al corazón del misterio del universo y no creo que los seres humanos puedan alcanzar esa meta en esta vida. Si un puerto, en este lado de la vida, es inaccesible, será mejor mantenerse en los mares”
.

La fe es los oídos para esa música y yo, desde luego, espero mantenerme en los mares toda mi vida, hasta que Dios me muestre su rostro y mi inteligencia, asimilada a la suya, pueda abarcar el misterio.

[1] William Shakespeare: Macbeth
[2] William Shakespeare: Hamlet

9 de junio de 2010

Frases 9-VI-2010

Tomás Alfaro Drake


Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

... la miseria del mundo entero se me presenta como un diluvio del Mal. Es una inundación. [...]... se han abierto las esclusas del Mal. Los puntales que sostenían la existencia humana se derrumban. El devenir histórico ya no se apoya en el individuo, sino únicamente en las masas. Se nos atropella, se nos estruja, se nos barre. Sufrimos la historia... El movimiento nos quita la posibilidad de ver. Nuestra conciencia se encoge. Y ni siquiera nos damos cuenta. Perdemos el conocimiento sin perder la vida.

Gustav Janouch, puesto en boca de Kafka en “Conversaciones con Kafka”.

No niego que Kafka tenga razón en lo que dice Janouch que dijo (aunque hay que recordad que Kafka era bastante Kafkiano), pero los cristianos, por encima de todas estas verdades terrenales, sabemos que la historia tiene un sentido, pasando a ser Historia con mayúscula, que Cristo es el Señor de la historia y que gracias a Él el mal, que se escribe con minúscula por muy fuerte que sea, será vencido en el Bien, que se escribe con mayúscula.

6 de junio de 2010

Kant y el deber

Tomás Alfaro Drake


Una de las cosas que más me sorprende de este mundo es la enorme influencia de Kant en el pensamiento “moderno”. Por algún motivo, Kant decidió que el espacio y el tiempo no tenían una existencia real. Eran simplemente unas categorías –como una especie de moldes– que sólo estaban en nuestra mente, y que nos permitían clasificar –o moldear– las cosas de una realidad que sería caótica e indescifrable sin ellas. El los llamó “a prioris”. El espacio era el “molde” de nuestra mente con el que dábamos forma a lo que nos decían nuestros sentidos externos sobre la ininteligible realidad, mientras que el tiempo era la “molde” mental con el que dábamos forma a lo que nos decían nuestros sentidos internos sobre ese caos. Gracias a esos artilugios, que sólo estaban en nuestra mente, podíamos entender una realidad exterior ininteligible. Para Kant, esos “moldes”, los “a prioris” del espacio y el tiempo, eran los mismos para todos los hombres. Naturalmente, sus seguidores extendieron el estatus de idea mental –de “a priori”– a toda la realidad. ¿Por qué iban a ser únicamente el espacio y el tiempo esas categorías que sólo existían en nuestra mente? Toda la realidad existía sólo en nuestra mente, era una mera idea. De ahí se derivó el nombre de idealismo para esa corriente filosófica. Algunos llegaron más allá todavía, diciendo que los “a prioris” eran distintos para cada ser humano. A fin de cuentas, si los “a prioris” no tenían una realidad externa, ¿por qué tenían que ser iguales para todos? Esto dio lugar a un tipo de idealismo más radical, el llamado idealismo psicológico. Pero volvamos a Kant. Por supuesto, si la realidad en sí misma no era cognoscible, todo el proceso metafísico que conduce, como una escalera de la lógica, desde el conocimiento, aún parcial, de esa realidad, al conocimiento de Dios, se esfumaba. Por consiguiente, Kant creía que no se podía llegar a conocer nada de Dios. Parece que no importa en absoluto que la moderna física haya descubierto que el espacio-tiempo sí que tiene una realidad física exterior a nosotros. Esto debería haber conducido a la humanidad racional a considerar a Kant como una figura de museo, considerando su pensamiento como irrelevante al hundirse su premisa mayor. Pero no, Kant sigue gozando de buena salud y sigue siendo un referente del pensamiento “moderno”.

Pero no es de la metafísica –o, por hablar con propiedad, de la no-metafísica– kantiana de lo que quiero hablar, aunque era necesaria esa aclaración para pasar a lo que me importa. Kant, que era un hombre de orden, se daba perfectamente cuenta de que al quitar la escalera metafísica, quitaba también todo soporte racional a la ética y, naturalmente, esto le sobrecogía. Por tanto, algo tenía que hacer. Efectivamente, tras escribir su “Crítica de la razón pura” y llegar a las conclusiones antedichas, tenía que encontrar cómo cuadrar el círculo y encontrar, fuera de la metafísica, una justificación racional a la moral, tarea ímproba que abordó en su obra “Crítica de la razón práctica”. Se maravillaba Kant de dos cosas, según muestra una frase suya que dice: “Dos cosas llenan de admiración mi espíritu; el cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en mi corazón”. Kant dio por sentado que ese código moral interno que a él le maravillaba era –al igual que los “a prioris” del espacio y el tiempo– universal para todos los hombres. Y lo es, pero esa universalidad, para ser aceptada racionalmente necesita –como la universalidad de los “a prioris” de espacio y tiempo– de una argumentación metafísica que él negaba. Partiendo de esa universalidad del código moral, dedujo el famoso “imperativo categórico”, que era como la regla de oro de su edificio ético. Dice así: “Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”, es decir, deforma que, si todo el mundo obrase como tú, el mundo funcionase mejor. Evidentemente, nada tengo que objetar a esta formulación. La respaldo con toda mi alma. Pero el problema estriba, no en la formulación del imperativo categórico, sino en su base y en las consecuencias de que esa base no esté debidamente justificada.

Kant pretendía basar toda su ética en la racionalidad y no en ninguna autoridad divina. Pero eso ya lo habían hecho Aristóteles y santo Tomás de Aquino, 23 y 4 siglos antes, respectivamente. La metafísica del primero y la teología natural del segundo, basaban la ética de forma racional, con una pulcritud intelectual impresionante, partiendo de la realidad natural y pasando por Dios. De ninguna manera esto era una forma irracional de fundamentar la ética. Al contrario, era un edificio lógico basado en los sólidos cimientos de la realidad natural. La premisa de Kant era, en cambio, no la realidad natural, en la que no se podía apoyar, ya que la consideraba ininteligible, sino precisamente en la universalidad del código moral interior que él sentía en sí mismo. Pero la universalidad de esa ley, tenía la misma validez racional que la universalidad de las categorías del espacio y del tiempo de las que hablé antes, ninguna, eran simplemente eso, “a prioris”. El espacio y el tiempo no son falsos, es falso que sean categorías internas y es indemostrable que sean universales. Exactamente igual pasa con el código moral. Ese código existe, pero no es una categoría interna y es indemostrable, fuera de la metafísica, que sea universal. Así pues, tanto el cielo estrellado como el código moral que le maravillaban, se sustentaban, en la filosofía kantiana, en el aire y no en la realidad. El cielo podía, como temían los galos de Asterix y Obelix, caer sobre su cabeza. Por el contrario, la moral natural tomista, partía de la realidad, llegaba desde ella a Dios, y de Él a un orden natural, reflejo suyo, impregnado de su amor y de ahí a una ley moral universal. Y por eso, en esa ética, en esa ley natural, tenía cabida el amor. Este cielo estrellado, a diferencia del de Kant, tenía sólidos cimientos en la realidad.

San Agustín, diez siglos antes que santo Tomás, ya había hablado del “ordo amoris”, el “orden del amor”, y había acuñado una frase de una gran belleza que decía: “Mi amor es mi peso”, indicando que en el “orden del amor”, había una especie de ley de la gravedad tal, que quien amaba, se encontraba en su sitio según ese orden. Y todo esto, no desde un vago sentimentalismo o una ley divina irracionalmente aceptada, sino desde una ley natural, obtenida razonadamente a partir de la realidad exterior y, valga la redundancia, real. Desde luego que el código moral que asombraba a Kant está en cada hombre, pero ni es evidente, ni el razonamiento para llegar a él es fácil. Pero, fácil o difícil, ese razonamiento existe y está basado en la premisa mayor de que hay una realidad ahí fuera, completa, con espacio y tiempo reales, cognoscible e inteligible porque está dotada de una lógica o, si se prefiere utilizar el término griego o latino, de un “logos” o “verbo”. Sólo a partir de ahí, arduamente, se puede justificar un código moral universal, con un componente de amor racionalmente justificable.

No era así en el método kantiano. Esa ley moral, impresa en cada hombre, era algo frío y árido. Había que cumplirla por ella misma. Era el deber por el deber. Kant decía que era necesario cumplirla porque quien no actuaba según una ley universalizable, no actuaba racionalmente y no era, por lo tanto, libre. De hecho, Kant excluía categóricamente el amor como razón para cumplir la ley universal. Pensaba que hacer el bien por amor era dejarse llevar por la pasión y esto, según él quitaba todo valor moral al bien hecho.

Así, por una supuesta racionalidad que partía de una premisa mayor no justificada racionalmente, se llegaba al árido deber por el deber. Barrunto que los vericuetos por los que la moral cristiana se impregnó de este rigorismo kantiano en vez de beber en sus fuentes racionales que llevan al amor como razón para cumplir con la ley natural, pasaron por el contagio de Kant a la ética protestante. Y por ello, se ha dado en pensar que el cristianismo es el padre de algo tan desagradable como el deber por el deber. No es de extrañar que mucha gente rechace una ley tan desagradable. Los cristianos, sin duda alguna, tenemos parte de la culpa de que ese deber por el deber se haya identificado con nuestra moral. Demasiada gente ha rechazado el cristianismo por ello. Por eso debemos volver al “ordo amoris”, a cumplir el imperativo categórico, pero por la verdadera razón, por el amor. Tal vez esto pudiera atraer a mucha más gente a la calidez del cristianismo. A la calidez de sentirse amado hasta la muerte (la suya) por un Dios que es capaz de regalar un universo bueno a sus criaturas y de hacerse hombre para enseñarles a vivir en ese universo estropeado por ellas. A la calidez del amor que se entrega para reabrir el cauce de la salvación, cerrado por el desorden introducido por el pecado en el “ordo amoris”. Cierto es, sin embargo, que los frutos dulces del seguimiento de la moral natural cristiana, no son inmediatos. Muy a menudo hay que actuar sin ellos, en la confianza racional de que vendrán.

El filósofo francés Jean Guitton cuenta en su libro “Un siécle, une vie”, “Un siglo, una vida” (creo que este libro no está editado en español), escrito al final de su secular vida, los problemas que tuvo en la universidad de la Sorbona por una historia que contaba en clase. Decía que, en una casita que tenía en el campo, tenía un burro que respondía al nombre de Kant. Cuando le preguntaban por qué había puesto ese nombre al burro, explicaba cómo un día le había preparado al animal un cesto de tréboles escogidos de entre los más tiernos, mezclados con los más verdes brotes de hierba. El burro –decía– se lo comió por obligación. Tuvo serios problemas en la Sorbona y estuvo a punto de perder su cátedra, pero no está mal traída la historia, porque así es la moral kantiana. Dios nos ha preparado un exquisito manjar para alcanzar la felicidad, hecho de amor y de razón, y nosotros nos lo comemos con repugnancia porque echamos encima un mejunje de ketchup y mayonesa.

Pero lo que está en juego es mucho más que eso. Porque el rechazo de esa aridez del deber por el deber, junto con el idealismo psicológico que arranca de Kant, ha dado pie a un nihilismo militante que niega toda moral. Y lo malo es que desde el punto de vista racional, la moral kantiana se puede negar. Efectivamente, alguien puede decir que es una afirmación gratuita que ese código moral esté inscrito indeleblemente en todo hombre. Y quien eso dijese, tendría razón y, desde la lógica kantiana, podría racionalmente negar que él tuviese que seguir ningún código moral, ya que ese código no está en él. Hitler podría afirmar que él no tiene ese código moral en sí mismo y que, por tanto, no está obligado por el imperativo categórico y que él fue más libre y racional haciendo lo que hizo, porque obrando como lo hizo, el mundo fue mejor para él. Así es como el cielo ha caído una vez sobre nuestras cabezas y puede volver a caer, con un nuevo disfraz. No podría, Hitler, decir lo mismo, ciertamente, desde la moral natural cristiana. Podría decirlo, obviamente, pero de forma irracional.

No voy a caer en la ingenuidad de pensar que porque un código moral sea racionalmente sostenible vaya a ser cumplido. No creo que Hitler se hubiese convertido en una paloma si alguien le hubiese hecho entender las bases racionales de la moral natural cristiana. ¿O tal vez sí? ¿No hay miles de ejemplos de conversiones en personas que, de una manera u otra –racional o inmediata– han sabido encontrar el logos del amor? Pero no deja de ser un consuelo pensar que quien no es ético es, en cambio, irracional, lo sepa o no, y se pierde un plato delicioso y tiene que acabar comiéndose uno terriblemente amargo. Sin embargo, la gente no es ética por lógica, es ética por virtud. Y la virtud es hábito. Pero la virtud es más fácil de cultivar desde la calidez del amor que desde el gélido deber por el deber.

Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios y a Kant lo que es de Kant. Quédese él con su desierto y bendito sea el amor de Dios mostrado en Jesucristo, Logos, Verbo, Palabra que da sentido a la ética para el hombre completo, razón y sentimiento, mente y corazón, inteligencia y amor.

2 de junio de 2010

Frases 2-VI-2010

Tomás Alfaro Drake

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

¿Leerá esta frase algún judío? Lo deseo con toda mi alma.


La verdadera palabra conduce; la falsa palabra induce a error. No es casualidad que la Biblia sea llamada Escritura. Es la voz del pueblo judío, que no es una cosa histórica, perteneciente al pasado, sino algo que pertenece totalmente al presente. Ahora bien, en su drama, usted usa la Biblia como si fuese un hecho histórico y momificado, lo cual es falso. Si no me equivoco, usted quiere llevar a la escena las masas de hoy. Estas masas no tienen nada en común con la Biblia. Este es, incluso, el nudo de su drama. El pueblo de la Biblia es una unión de individuos a través de una ley. Pero las masas de hoy se oponen a toda unión: tienden a la separación porque no tienen comunidad interior. De aquí proviene la fuerza que mueve su infatigable agitación. Las masas se apresuran, corren, cruzan la época a galope. ¿A dónde se dirigen? ¿De dónde vienen? Nadie lo sabe: gastan sus fuerzas sin la menor utilidad. Creen que caminan y, sin embargo, se precipitan, caminando si avanzar, hacia el fin. Eso es todo. El hombre ha perdido su patria.


Gustav Janouch, puesto en boca de Kafka en “Conversaciones con Kafka”.

Añado: El pueblo de la Biblia, es, desde luego, Israel. Pero el pueblo de la Nueva Alianza es el pueblo de Cristo que tiene a Israel como hermano mayor, pero es el heredero porque ha querido aceptar la herencia. Añado una cita de san Pablo:


"Y pregunto todavía: ¿Habrán tropezado los israelitas de manera que sucumban definitivamente? ¡De ninguna manera! Por el contrario, con su caída ha llegado la salvación a los paganos, quienes a su vez han provocado la emulación de Israel. Y si su caída y su fracaso se han convertido en riqueza para el mundo y para los paganos, ¿qué no sucederá cuando alcancen la plenitud? [...] Porque si su fracaso ha servido para reconciliar al mundo, ¿no será su readmisión como un volver de los muertos a la vida? Y es que si las primicias están consagradas a Dios, lo está toda la masa; si está consagrada la raíz, lo están también las ramas. Cierto que algunas ramas han sido desgajadas y que tú, olivo silvestre, has sido injertado entre las restantes y compartes con ella la raíz y la savia del olivo.

Pero no presumas a costa de aquellas ramas; y por si presumes, recuerda que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz la que te sostiene a ti. [...] En cuanto a ellos, los israelitas, si no persisten en la incredulidad volverán a ser injertados. Y Dios puede muy bien injertarlos de nuevo. Porque si tú has sido cortado de un olivo silvestre, al que por naturaleza pertenecías y has sido injertado contra tu naturaleza en el olivo fértil, ¡con cuánta mayor facilidad podrán ser injertadas las ramas originales en el propio olivo!

No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio para que no andéis presumiendo por ahí. El endurecimiento de una parte de Israel no es definitivo; durará hasta que se convierta el conjunto de los paganos. Entonces todo Israel se salvará, como dice la escritura:

“Vendrá de Sión el libertador,
Alejará de Jacob la impiedad
y mi alianza con ellos será restablecida
cuando yo les perdone sus pecados”[1].

En lo que respecta a la acogida del Evangelio, los israelitas aparecen como enemigos de Dios para provecho nuestro; sin embargo, si atendemos a la elección, siguen siendo muy amados por Dios a causa de sus antepasados, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.

También vosotros erais en otro tiempo rebeldes a Dios, pero ahora, por la desobediencia de los israelitas, habéis alcanzado la misericordia. De igual modo, ellos son ahora rebeldes debido a la misericordia que Dios os ha concedido, para que también ellos alcancen misericordia. Porque Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener misericordia de todos".


[1] Isaías, cap. 59, vers.20 y 21 de donde san Pablo saca esta cita, dice textualmente: “Pero a Sión vendrá el libertador/ y rescatará en medio de Jacob/ a los que se conviertan de su rebeldía./ Oráculo del Señor./ Esta es la alianza que yo haré con ellos, dice el Señor: El Espíritu que te he infundido y las palabras que te he confiado, estarán siempre en tus labios y en los de tus descendientes, desde ahora y por siempre – dice el Señor.