23 de marzo de 2013

El P. Bergoglio (hoy Papa Francisco) y la dictadura argentina


Tras la elección del Cardenal Bergoglio como Papa Francisco han aparecido noticias sobre su supuesta colaboración con el golpe militar argentino y, más en concreto, sobre su torticera actuación en la detención de dos jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics. Estas acusaciones tienen su principal portavoz en el periodista argentino Horacio Verbitsky, que se ha convertido, de la noche a la mañana, en una celebridad.

Mi inclinación natural inmediata ha sido la de dar infinitamente más crédito moral, sin conocer nada del asunto, a la persona del Papa Francisco que a su acusador. Pero, hasta cierto punto puede aplicárseme el refrán de “gato escaldado del agua fría huye”. Efectivamente, no hace muchos años he defendido, basándome en su supuesto crédito moral, pública y vehementemente, a una persona que era absolutamente culpable de todas las acusaciones que se le hacían. Pero si bien estoy escaldado, he puesto mi voluntad en no hacer cierta en mí la segunda parte del refrán. Porque si huyes del agua fría, te mueres de sed. Si, escaldado, te dejas llevar por el “piensa mal y acertarás”, estás muerto a la inocencia. Y no estoy dispuesto a que me ocurra semejante cosa. Así que, sin esperar que la lo que descubriese fuese una demostración matemática de nada, sí me he tomado la molestia de acumular indicios y pistas que me ayuden a ser lo más objetivo posible a la hora de medir la temperatura del agua. Y para ello he hecho una pequeña “investigación” de lo que dicen los acusadores, de lo que dijo en su día el P. Bergoglio, de la talla moral de ambos y de lo que dicen terceras personas. Paso a exponer algunos puntos de esa “investigación”, así como de mis conclusiones. Espero que lo que expongo ayude a cada quien a extraer las suyas.

Asegura Verbitsky que, en Mayo de 1976, tan sólo dos meses después del golpe militar, Bergoglio dejó a los pies de los caballos a los dos jesuitas antes nombrados, Orlando Yorio y Francisco Jalics, desprotegiéndolos e incluso delatándolos, al parecer por considerarlos demasiado progresistas. También acusa a Bergoglio de tener amistad con Jorge Videla y de proponer a Emilio Massera, el otro principal instigador del golpe militar argentino, para un doctorado honoris causa en la Universidad del Salvador, en Buenos Aires (No confundir con la Universidad de El Salvador, en ese país), propiedad –dice Verbitsky– de los jesuitas.

Cuando, según se dice ahora, en el cónclave del 2005, el cardenal Bergoglio parecía que podía ser un serio candidato, alguien –parece ser que Verbitsky– se dedicó a enviar a los mails personales de todos los cardenales estas acusaciones sobre el cardenal Bergoglio.

Pero, como en todo proceso, antes de dictar una sentencia, conviene oír a las dos partes y a otros testigos. En el año 2010 se publicó un libro-entrevista al entonces cardenal Bergoglio, bajo el título de “El jesuita”. Este libro viene prologado por el rabino Abraham Skorka, gran amigo del cardenal Bergoglio. De este libro se pueden extraer la siguiente información, proveniente del propio cardenal.

En 1976, año del golpe, el P. Bergoglio era, desde tres años antes, Provincial de los jesuitas en Argentina. En los primeros años de la década de los 70, varios jesuitas, los mencionados Yorio y Jalics y Luis Dourrón, entre otros, vivían y desarrollaban su acción pastoral en una de las llamadas “villas” de Buenos Aires. Las “villas” son enormes barriadas de chabolas de gente que vive en la mayor de las pobrezas. Estos jesuitas estaban en la “villa” de Rivadavia en Bajo Flores.

Con más de un año de anterioridad al golpe militar, Yorio, Jalics y Dourrón habían presentado a tres obispos argentinos –monseñores Pironio, Zazpe y Serra– un borrador para la constitución de una nueva congregación religiosa. El General de los jesuitas, Pedro Arrupe, le había dicho al P. Bergoglio que sus sacerdotes debían elegir: si querían formar una congregación religiosa, debían dejar la Compañía de Jesús. Así se lo hizo saber el P. Bergoglio, instándoles a que eligiesen seguir en la Compañía. Ante su negativa, se inició un proceso canónico, que duró cerca de un año y que culminó cinco días antes del golpe. Yorio y Dourrón, que todavía no había hecho votos perpetuos, se separaron de la Compañía. No fue así con Jalics, ya que éste sí había profesado y su salida de la Compañía tenía que ser ratificada directamente por el Papa. De hecho, cuando ésta llegó, años más tarde, el P. Jalics decidió seguir en la Orden y hoy es todavía jesuita.

Tras el golpe militar, y después del proceso canónico, el P. Bergoglio avisó varias veces a Yorio, Jalics y Dourrón de lo peligroso que era estar en la “villa”, ya que los militares consideraban a todos los que vivían en ella y, más aún a los que estaban allí ayudando, sospechosos de actividades subversivas. Les ofreció irse a vivir al colegio Máximo de San Miguel, de los jesuitas, donde muchos testigos ratifican que tenía refugiadas a varias personas que, gracias a la ayuda del P. Bergoglio, lograron escapar de la detención. Pero los tres sacerdotes, valientemente –¿o temerariamente?– , no quisieron aceptar el asilo y prefirieron quedarse en la villa.

El 23 de Mayo, apenas dos meses después del golpe, el ejército hizo una redada en la villa de Rivadavia y detuvo, entre otras muchas personas, a Yorio y Jalics. Dourrón, que estaba haciendo un reparto en bicicleta por la villa, consiguió escapar. Durante su detención, el P. Bergoglio convenció a un sacerdote castrense que debía celebrar misa un Domingo en casa de Videla, de que le permitiese ir en su lugar para, tras la misa, interceder por la suerte de ambos sacerdotes. Aparentemente no consiguió nada. ¿O sí?

El 24 de octubre, justo siete meses después del golpe y cinco meses y un día después de su detención, los dos sacerdotes fueron liberados. Ambos habían sufrido tortura. Yorio se fue a Roma, donde estudió derecho canónico. Años más tarde volvió a Argentina donde llegó a ser párroco en Berazategui. En 1997 tuvo dejar la parroquia debido a las amenazas que recibía por sus denuncias de las mafias. Fue acogido por el obispo de Montevideo. Jalics, por su parte, se fue a Alemania, donde aún continúa. Unos años más tarde, todavía bajo la dictadura, tuvo que renovar su pasaporte, para lo que tenía que volver a Argentina. Ante su lógico temor a regresar, pidió al P. Bergoglio que le ayudase a intentar obtener su pasaporte sin necesidad de volver. Imagino que si el P. Jalics hubiese tenido el convencimiento de que el P. Bergoglio le había delatado, sería la última persona del mundo a la que le pediría la gestión. Bergoglio se presentó en la policía para solicitarlo. Cuando le preguntaron por qué no venía el propio Jalics a hacer la gestión en Argentina, adujo como razón el coste del viaje. Preguntado sobre las razones por las que Jalics había tenido que salir, Begoglio dijo que por haber sido acusado de guerrillero, aunque era inocente. El funcionario se limitó a escribir, como es lógico, sólo lo de la acusación, sin añadir la afirmación de inocencia hecha por Bergoglio. Este papel escrito por el policía de turno es la más sólida base documental que tiene Verbitsky acerca de la supuesta delación hecha por el P. Bergoglio.

Respecto al doctorado honoris causa para Massera por la universidad del Salvador, el pequeño detalle es que cuando esto fue propuesto, esta universidad ya no era de los jesuitas. Dejó de serlo en 1974. En el libro “El jesuita”, el cardenal Bergoglio puntualiza que no fue un doctorado honoris causa lo que le propuso la universidad, que no estaba bajo su jurisdicción, sino pertenecer honoríficamente al claustro de la misma. Afirma que fue invitado pero no asistió.

Hasta su muerte en el año 2000, el P. Yorio mantuvo su convicción de haber sido traicionado por su superior. Es muy comprensible que, tras sufrir un trauma tan terrible como el que sufrió, se quiera buscar a toda costa un culpable. No es el caso del P. Jalics, que hace años que está reconciliado con el P. Bergoglio, aunque los que le acusan dicen que tan sólo le ha perdonado. Pero lo que el P. Jalics dice es lo siguiente: “no fue sino años después (de su liberación) que tuvimos la oportunidad de hablar con el padre Bergoglio sobre lo sucedido. […] Después de eso celebramos juntos una misa y nos abrazamos solemnemente. Yo me he reconciliado con lo sucedido y considero, por lo menos por mi parte, el asunto cerrado” […] "Lo cierto es que Orlando Yorio y yo no fuimos denunciados por el padre Bergoglio. […] Es falso sostener que nuestro secuestro se produjo a iniciativa del padre Bergoglio. […] Antes creía que habíamos sido víctimas de una denuncia. A finales de los 90, tras varias conversaciones, llegué a la conclusión de que esas suposiciones eran infundadas".

Pero también hay otras voces:

En la primera mitad de los 70´s el P. Bergoglio conoció a Alicia Oliveira, juez de lo penal antes de la dictadura y activista por los derechos humanos. Su relación fue inicialmente por motivos jurídicos, pero pronto surgió entre ellos una sólida amistad. Poco antes del golpe militar, cuando éste era ya un secreto a voces, Bergoglio fue a ver a Alicia, que era un personaje significado y podía correr peligro de detención, invitándola a refugiarse en el colegio Máximo de San Miguel. Ella rechazó la invitación con una boutade que ella misma reconocía más tarde como inoportuna: “Prefiero que me agarren los militares a irme a vivir con los curas”. Tras el golpe, las reuniones de Oliveira con Bergoglio se hicieron más frecuentes. Dice Alicia Oliveira: “En esas conversaciones, pude comprobar que sus temores eran cada vez mayores, sobre todo por la suerte de los sacerdotes jesuitas del asentamiento. […] Hoy creo que Bergoglio y yo comenzamos a entender tempranamente cómo eran los militares de aquella época. Su inclinación a la lógica amigo-enemigo, su incapacidad para discernir entre la militancia política, social o religiosa y la lucha armada, tan peligrosas. Y teníamos muy claro el riesgo que corrían los que iban a las barriadas populares. No sólo ellos, sino la gente del lugar, que podía ‘ligarla de rebote’. […] Yo puedo dar fe de que él estuvo siempre a favor de los más necesitados, durante la dictadura no estaba a favor de todo eso, inclusive ayudó a mucha gente a salir del país, que se diga eso de él es una infamia. […] Yo me juntaba con Jorge dos veces por semana, en ese momento los militares me habían dejado cesante por ser jueza y él me contaba lo que hacía. Me acuerdo que los domingos íbamos a villa San Ignacio, donde él estaba. Hacíamos una comida, un pequeño acto religioso, él saludaba a la gente y ahí aprovechaba para hablar con gente para sacar del país. Una vez había un joven que no podía salir porque estaba muy marcado. Pero era parecido a él. Le dio su cédula y su clergyman para que pueda escapar”.

Por otra parte, el premio Nobel argentino de la paz, Adolfo Pérez Esquivel, rechazó tajantemente tales acusaciones diciendo que "hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura argentina, pero Bergoglio no". Los obispos argentinos hicieron en su momento una petición de perdón colegial por el comportamiento de esos obispos.

Pero, ¿quién es Verbitsky? Él dice de sí mismo: "He sido peronista desde los 13 años. He sido periodista desde los 18. He sido militante peronista desde los 19. He sido militante montonero. He dejado de ser peronista en 1973 y dejado de ser montonero en 1977. Sigo siendo periodista". Por si alguien no está familiarizado con la política argentina de esa época, los montoneros eran pistoleros peronistas de izquierdas. Tienen en su haber secuestros, asesinatos políticos, bombas y masacres como la ocurrida en la ciudad de Ezeiza para recibir a Juan Domingo Perón a su vuelta del exilio. No sé si Verbitsky habrá tenido participación directa en alguna muerte o secuestro en su época de montonero, pero seguro que sí más directa de la que él le imputa a Bergoglio. Pero como eran personas de otra ideología política no se siente obligado a pedir perdón, como han hecho los obispos argentinos.

Pero Verbitsky no ataca sólo a Bergoglio. En su libro “El silencio: de Paulo VI a Bergoglio: las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA” (La ESMA era la  EScuela de Mecánica de la Armada, que funcionó en los años duros como un centro de detención clandestino dedicado a la tortura y desaparición forzada de personas. Se ha transformado, por eso, en un icono de esos años), pretende involucrar también al entonces Papa Pablo VI. Verbinsky es el brazo periodístico del la pareja Néstor Kitchner-Cristina Fernández. La muerte del primero le llevó a las siguientes reflexiones: “Sentí mucha tristeza, una pérdida muy grande. Se va un líder excepcional que marcó un punto de inflexión importantísimo. Hasta su arribo era la historia de la decadencia Argentina y a partir de su llegada es la historia de la lucha de la Argentina por la recuperación de la autoestima, el futuro y la inclusión social. […] Me resultó muy conmocionante ver a la gente y a tantos jóvenes llorando. Evidentemente, Kirchner y Cristina le dieron a una generación nueva, que se asoma a la escena pública, la ilusión de que a través de la política es posible cambiar algunas cosas en la sociedad. […] Cuando Kirchner llegó al poder esto parecía imposible. La política era la actividad más desprestigiada, menos reconocida. Los políticos no podían salir a la calle porque la gente los corría. Esto que vivimos ahora es otro país”. Es de todos sabido que las relaciones entre Cristina Fernández de Kitcner y el cardanal Bergoglio han distado mucho de ser buenas. Evidentemente, a Verbitsky le ha tocado la lotería con la elección del cardenal Bergoglio como Papa Francisco.

A la vista de todo esto, mi opinión está clara. Me caben muy pocas dudas de que todo este asunto no sea sino fruto del odio inveterado de la izquierda radical por la Iglesia[1], de la propaganda kitchneriana y de la búsqueda de notoriedad y oportunismo. Enfrente encontramos a una persona que todo el mundo que la conoce afirma que su bondad, su cuidado por los más pobres y necesitados, su sencillez y su honestidad son ejemplares. ¿A quién creer más? Pero no es más que mi opinión. Que cada uno se forme la suya. En lo que a mí respecta, y a pesar de ser gato escaldado, creo, sin una certeza matemática absoluta, pero sí con una certeza moral inmensa, que el agua está fría y que puedo saciar mi sed en ella.


[1] Sugiero leer mi entrada con título “Sobre la máquina izquierdista de la manipulación”, publicada el 28 de febrero del 2008.

20 de marzo de 2013

Aviso sobre la entrada "Homenaje a Benedicto XVI"

Parece ser que el link que aparecía en esa entrada pedía una contraseñña para acceder a los documentos. Creo que el problema ya está subsanado. Si queréis intentarlo probad. Si seguís teniendo problemas decídmelo, por favor.

Tomás

Frases 20-III-2013

Tomás Alfaro Drake

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.




Odiarse es más fácil de lo que uno se cree. La gracia es olvidarse. Pero si todo el orgullo muriera en nosotros, la gracia de las gracias sería apenas amarse humildemente a sí mismo, como a cualquiera de los miembros dolientes de Jesucristo.

Georges Bernanos, Diario de un cura rural.

14 de marzo de 2013

¡Habemus Papam!

Tomás Alfaro Drake

¡¡¡¡¡Habemus Papam!!!!! La elección de Francisco ha sido, creo, una sorpresa para todo el mundo. No creo haber oído ninguna “quiniela” en la que estuviese él. Lo que nos recuerda la verdad de las palabras de Jesús a Nicodemo: “El viento sopla de donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con el que nace del Espíritu”. Por tanto, con nuestra pequeñez de hombres sólo nos queda agradecer al Espíritu que haya soplado sobre Francisco y seguir rezando para que éste sepa desplegar las velas de la barca de Pedro para que el viento del Espíritu la impulse.


Pero como, al fin y al cabo, somos humanos, no podemos sustraernos de emitir nuestro parecer, y ahí va el mío. Me parece excelente que sea jesuita y jesuita tradicional. Un jesuita tradicional es garantía de una solidez de roca y si esta roca es la Roca, pues, ¡qué más se puede pedir! Me parece excelente que venga de América. Es un paso más para reafirmar la universalidad de la Iglesia. Tercer Papa reciente que nos libera del “provincialismo” del Papa italiano. Si un día el Espíritu nos trae un Papa italiano, estupendo, pero no por ninguna razón consuetudinaria de que “deba” ser italiano. Tal vez la crítica más mordaz que he oído es que no actuó como esperaban los que lo critican contra la dictadura argentina. No sé cuál fue su comportamiento, pero quien espera que ante una dictadura los obispos declaren a la Iglesia en huelga para protestar, no saben lo que dicen. El primer deber de un obispo es garantizar a su pueblo el acceso a los sacramentos, con democracia o con dictadura. Lo demás es autoproyección política. Me hubiese gustado que hubiese sido más joven, para poder actuar con fuerza en la limpieza que la Iglesia necesita en ciertos aspectos, pero, ¿quién soy yo para enmendarle la plana al Espíritu?

Me ha parecido maravilloso su silencio para darnos la ocasión de rezar por él como ha pedido desde el primer minuto del pontificado. Su presentación básica como Obispo de Roma me da pie a pensar, no sé si precipitadamente, que va a ejercer su primado con un sentido de Colegialidad que, sin desmentir en absoluto que él es Padro, la cabeza de la Iglesia, la Roca, el vicario de Cristo en la tierra, puede ser un magnífico acercamiento al ecumenismo. Dios quiera que pueda avanzar en la unión con ortodoxos y protestantes.

Una última cosa. (esto es un soplo de alguien que sabe más que yo) Este Papa es Francisco, no Francisco I. El ordinal sirve para diferenciar al X del VI, pero cuando sólo hay uno, el ordinal sobra. Cuando en determinado momento de la Misa se reza por los primeros Papas, no se dice Lino I, Cleto I y Clemente I, sino, simplemente, Lino, Cleto Clemente. Y esto me gusta porque, aunque no tenga nada que ver, hay dos reyes Francisco I que no despiertan en mí más que rechazo uno y lástima el otro. El del rechazo es Francisco I de Francia, coetáneo de Carlos V y rey traidor donde los haya, capaz de dejar a sus hijos como rehenes de un pacto para incumplirlo inmediatamente y de pactar con el Turco que, allá por el siglo XVI, estaba sitiando Viena. El de la lástima es Francisco de Asís, marido de Isabel II y rey consorte de España, personaje patético donde los haya. Así que, para mí, Francisco y no Francisco I.



Recemos por el Papa Francisco, como él nos ha pedido que hagamos.

10 de marzo de 2013

Homenaje a Benedicto XVI

Tomás Alfaro Drake

Desde Marzo del 2006, Benedicto XVI ha venido dando, casi todos los miércoles, salvo viajes, efemérides especiales o vacaciones, en su audiencia, una serie de catequesis breves, de unas tres páginas cada una sobre historia de la Iglesia, san Pablo, la oración con la Biblia o el año de la fe. Son en total 210 catequesis de un valor incalculable para cualquier católico. No me cabe la menor duda de que pronto saldrá algún libro que las recopile. Pero yo llevo haciéndolo desde el principio, subrayando de cada una lo que me parece más  importante y añadiendo algunas notas al pie de página. Sería demasiado largo ponerlas todas en el blog, pero las he reunido en un sitio de la nube al que podéis acceder con el link de más abajo. Sirva esto como mi homenaje personal a este magnífico y extraordinario Papa.

http://documentos.ufv.es/adm/bxvi/a8.asp

7 de marzo de 2013

Frases 7-III-2013

Tomás Alfaro Drake

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.


¡Ah! Señor, sabemos que te agrada que continuemos rogándote que multipliques sobre nosotros tu misericordia; lo sabemos y continuaremos; pero no menos sabemos que, a pesar de nuestros innumerables pecados, ofensas y negligencias, tu misericordia, espontáneamente, no cesa de multiplicarse: de todos tus Nombres, conocemos aquél que es el Nombre de los Nombres: “Deus est caritas”, “Dios es amor”

Charles du Bos

3 de marzo de 2013

¡Ojito con el Estado!


Tomás Alfaro Drake

Vivimos en un mundo en el que mucha gente considera que la intervención del Estado en la economía es una cosa buena. Esta mentalidad, resto fósil del éxito ideológico –que no económico, ya que fue un estrepitoso fracaso– del marxismo parte de la premisa de que el Estado es omnisciente, bueno, benéfico, y de recursos ilimitados. Aunque la experiencia demuestra hasta la saciedad que estas premisas son falsas, mucha gente sigue creyéndolo, porque no hay nada más difícil de erradicar que las secuelas de una ideología, por muchas pruebas empíricas que haya de su falsedad. El objetivo de estas líneas es mostrar cómo la intervención del Estado es, casi en la totalidad de los casos, perjudicial para la economía.

El Estado, por sí mismo, no tiene nada. Todo lo que quiera gastarse lo tiene que obtener de los contribuyentes. (Ciertamente, puede también endeudarse, pero las consecuencias de esto son todavía peores, como luego veremos). Todavía recuerdo mi primera lectura de economía, el Samuelson, allá por los años 70’s del siglo pasado. Allí se decía que el dinero que tienen los ciudadanos de un país es como sus votos. Cada dólar (no en vano Paul Samuelson era americano) es un voto y los ciudadanos votan con su dinero qué quieren que se produzca. Esta idea de la votación es una imagen sencilla a la que, a buen seguro, se le podrían añadir muchas puntualizaciones, pero me sigue pareciendo una excelente imagen. De esta forma, el sistema productivo decide qué fabricar de acuerdo con las preferencias de los ciudadanos expresadas con sus votos monetarios. La riqueza, en un sentido amplio, es la satisfacción que éstos obtienen con lo que compran y consumen. Por tanto, este sistema de votación maximiza la riqueza, ya que los ciudadanos votan con su dinero por aquello que más apetecen. Conviene fijarse en varias cosas de esta visión de la riqueza. La primera, que en el componente de la satisfacción pueden entrar elementos no estrictamente monetarios, sino de muy diversa índole: culturales, emocionales y hasta espirituales, si bien, la gente, a la hora de comprar algo, siempre lo transforma al dinero que estaría dispuesto a pagar por ello y decide sobre esta base. La segunda, que la riqueza es mayor que lo que la gente paga por obtener un determinado producto o servicio. Hay muchas cosas que compramos en circunstancias normales y que seguiríamos comprando aunque fuesen más caras. De hecho, el precio se forma por lo que está dispuesto a pagar el comprador que menos apetencia tiene por el producto, dada la cantidad disponible de él. La tercera, corolario de la segunda, es que la diferencia entre el precio que cada persona paga por lo que compra y lo que estaría dispuesto a pagar, es una riqueza que no es contabilizable pero que no por ello es menos real y puede ser significativamente mayor que la contabilizable (ver gráfico más abajo).





Ahora bien, cuando el Estado decide gastar dinero en algo, lo decide con sus propios criterios, que, a buen seguro, no son los mismos que los de sus ciudadanos. Por tanto, el dinero que se gasta el Estado, produce en los ciudadanos menos satisfacción que la que produciría si se lo gastasen ellos en lo que quisieran. Pero, como hemos visto antes, el Estado tiene que obtener ese dinero, previamente, de sus ciudadanos y, por lo tanto, lo que él se gasta de más, se lo gastan éstos de menos. Esto, además de tener un efecto negativo en la generación de riqueza, lanza al mercado señales erróneas de qué producir y en qué invertir.

Ciertamente, en una sociedad se puede producir una gran desigualdad de rentas que haga que unos ciudadanos tengan muchísimos más votos monetarios que oros. Hay quien opina que es función del Estado velar porque no se produzcan desigualdades de rentas demasiado grandes. Ciertamente, en una sociedad avanzada suele ser voluntad de la mayoría de los ciudadanos que el Estado evite situaciones de necesidad límite para los ciudadanos más desfavorecidos. Pero es dudoso que esto sea una carta en blanco que le autorice a atribuirse el papel de definir cuál es la distribución de la renta óptima. Sin embargo, parece que, de una manera tácita e inconsciente, se da por hecho, o el Estado se ha tomado como un hecho, que es función suya definir cuál pueda ser la distribución de la renta adecuada y poner los medios para conseguirla. Esto lo hace a través de la creación de un impuesto progresivo sobre la renta. A los que más ganan se les grava con un porcentaje mayor sobre su renta que a los que menos ganan. Pero a ningún Estado se le ocurre que ese dinero con el que grava las rentas altas se utilice para dárselo a las rentas más bajas. Si se hiciese así, se distorsionaría el mercado original –el anterior a la redistribución– pero, a fin de cuentas, se produciría lo que los ciudadanos, tras la redistribución de la renta, decidiesen con su votación dineraria. Pero no, lo que hace el Estado es decidir por sí mismo qué servicios públicos, gratuitos o subvencionados, dar a sus ciudadanos, es decir, quitan votos a los ciudadanos –más a los de más renta, pero a todos en general– no para dárselos a los de menos renta, sino para dárselos a sí mismo. Esto distorsiona el mercado y las decisiones de producción y de inversión mucho más allá de lo que lo haría la mera redistribución de la renta en el sentido primero. Conviene decir que cuanto más igualitaria sea la distribución de la renta que pretenda lograr el Estado por su cuenta, menor será el incentivo que tengan los ciudadanos para esforzarse y crear riqueza. En un caso extremo, un Estado que se propusiese y lograse una distribución absolutamente igualitaria de la renta, sería un Estado de vagos en los que no se crearía ninguna riqueza y el resultado sería la igualdad en la miseria. Así que, tal vez lo mejor sea que el Estado se limite, como se ha dicho antes a evitar situaciones de necesidad límite para los ciudadanos más desfavorecidos, olvidándose de implantar políticas de redistribución de la renta.

No me cabe duda de que hay cosas que son buenas para un país a largo plazo –siempre que el gasto en estas cosas no sea abusivo y desproporcionado– pero a las que es poco probable que los ciudadanos diesen sus votos pecuniarios a corto plazo. Algunos ejemplos de estas cosas serían: el acceso de todos a la educación, a la sanidad, la creación de una red de infraestructuras, la policía que garantice el orden, el ejército que garantice la seguridad nacional  y, tal vez algunas cosas más. Un país sin estas cosas en un nivel razonable, probablemente perdiese oportunidades futuras de crecimiento. Y como no es probable que los ciudadanos votasen monetariamente por ellas, ya que son de uso público, parece que podría justificarse que el Estado detrajese rentas a los ciudadanos para gastarlas él en eso. Por tanto, si ese fuese el proceder del Estado, habría que convenir en que sería bueno. Pero no suele ser éste su comportamiento. En primer lugar porque aún un administrador que no cayese en esos excesos, a buen seguro se equivocará en la decisión de qué cosas son aquellas en las que resulta ventajosa la intervención del Estado. Porque los bienes que se producen según el mercado, se hacen en múltiples unidades productivas que pagan los errores con su desaparición. No es que el mercado no se equivoque sino que cuando se equivoca, las unidades productivas excedentarias, las que peor lo hacen, desaparecen, por lo que se produce una corrección del error. Pero no hay tal mecanismo para el error del probo administrador, por lo que los errores se perpetúan y la creación de riqueza se resiente notablemente.

Pero existe en los administradores, incluso dando por sentada su honestidad, una tendencia a sobredimensionar las cosas que puede ser conveniente que pague  el Estado. Que una ciudad pequeña tenga un aeropuerto, que la educación sea gratuita incluso para quien no la aprovecha, que se paguen operaciones costosísimas a ciudadanos de otros países que no residen ni trabajan en el propio, que haya una autopista entre Villabuena de arriba y Villabuena de abajo, etc., son excesos en los que cae casi siempre el Estado y que no crean ninguna riqueza adicional con los votos que restan al ciudadano. Y este sobredimensionamiento se produce, simplemente porque el que administra el dinero, aunque lo haga honradamente, se siente más importante cuanto más tiene para administrar y crea, perpetúa e hipertrofia los ámbitos de actuación del aparato estatal. Y esto tiene una añadida repercusión negativa en la creación de riqueza.

Los problemas para la creación de riqueza se acentúan si sobre lo anterior –es decir, la dificultad de decidir sobre lo que verdaderamente crea más riqueza a largo plazo que la que crearían los ciudadanos con sus votos monetarios, más la tendencia natural a inflar la cantidad de dinero administrada por el propio Estado–, se añade la corrupción en sus más diversos grados. Cuando el administrador de los bienes públicos decide gastar más en cosas que le benefician política o económicamente a él o a su partido, el efecto de esto en la creación de riqueza es devastador. Y parece evidente que este tipo de comportamientos abundan más de la cuenta.

Alguien podría pensar –y de hecho no sólo se ha pensado, sino que se ha hecho hasta límites increíbles– que el problema de tomar el dinero de los ciudadanos, quitándoles votos económicos, y gastarlo de otra forma a través del Estado, podría obviarse si en vez de tomar ese dinero de la renta de los ciudadanos, se toma de sus ahorros, a préstamo. El dinero que un ciudadano ahorra no es dinero que se emplee para votar, piensan. Por tanto, si lo invierte en algún tipo de deuda del Estado, no sale del circuito de decisión de cada ciudadano, no disminuye la riqueza y el Estado, al gastarlo, sí que la aumenta, aunque no sea de forma óptima. ¡Bingo! Este pensamiento no sólo es erróneo donde los haya, sino altamente peligroso y más injusto todavía que peligroso.

Peligroso porque lo que hoy se toma prestado, mañana hay que devolverlo. Pequeño detalle que se ha olvidado durante décadas en las que se pensaba que no, que para el Estado el dinero llovía del cielo. Injusto, porque esa deuda que se toma hoy y que, supuestamente, no quita votos monetarios de la circulación porque de todas maneras se iban a guardar en un cajón, tendrá que pagarla la siguiente generación. Pan para nosotros hoy y hambre para nuestros hijos mañana. Bastante injusto, ¿no? Por último, erróneo, porque el dinero que se ahorra hoy, salvo que se meta debajo de un colchón, no va a un cajón, sino que se convierte de votos en lubricante. Me explico. Si yo ahorro dinero, se lo prestaré a un banco, que a su vez se lo prestará a una empresa o a un particular, o lo invertiré en un fondo de inversión, que compra bonos o acciones de empresas o compraré directamente yo esos bonos o acciones. En definitiva, ese dinero sirve para que las empresas funcionen y produzcan aquello que se les pida con los votos monetarios. Además, el que decide a qué empresas va, es también el mercado, o sea cada inversor, que paga de su bolsillo los errores que comete y aprende de ellos, no el Estado que ni paga de su bolsillo los errores ni aprende de ellos.

Así pues, controlemos muy de cerca que el Estado sea lo más pequeño posible. Que haga estrictamente las pocas cosas que son necesarias para el desarrollo a largo plazo del país y que no se harían con los votos monetarios del ciudadano. Que no se embarque en experimentos sociales de redistribución de la renta que puedan acabar en miseriaY, en caso de duda, que se abstenga. ¿A qué compararé el Estado? A dos cosas.

Primera: Imaginémonos que vivimos en una casa con jardín en un país con una alta inseguridad ciudadana. No cabe duda de que es una buena cosa tener un perro guardián rondando. Pero debemos tener cuidado, porque si el perro se vuelve demasiado fiero, es posible que nos acorrale en casa sin dejarnos salir de ella ni siquiera al jardín, convirtiéndose en una auténtica pesadilla. Algo parecido puede pasar con el Estado.

Segunda: Las grandes fortunas suelen tener alguien que les administre su patrimonio, cobrándoles un cierto fee por ello. Pero si no tenemos cuidado con él y no le controlamos muy de cerca, puede ser que invierta nuestro dinero en actividades ruinosas para nosotros mientras él se lleva él un porcentaje muy importante del capital administrado. También algo así puede pasar con el Estado.

Así que… ojito con él.