28 de abril de 2013

Sobre los escraches y D. Gonzalo Moliner, Presidente del Tribunal Supremo


Tomás Alfaro Drake

No tengo más conocimientos de derecho que los que se me han ido pegando a lo largo de los años por experiencia y los que me dicta mi sentido común. Por tanto, debo saber mucho menos que D. Gonzalo Moliner, Presidente del Tribunal Supremo. Sin embargo, tras leer sus declaraciones sobre los escraches llevados a cabo contra políticos del PP y sus familias para presionarles físicamente en su actuación legislativa, me parece como si supiera más que él. Y no creo que sea así. Más bien creo que su ideología le ciega. Hay mucha gente que sabe mucho de muchas cosas y que hace las mayores barbaridades cuando actúa según su ideología en vez de según su razón.

D. Gonzalo Moliner, Presidente del Tribunal Supremo, se ha descolgado con unas declaraciones públicas, que nadie le ha pedido, en las que dice que los escraches son un ejemplo del ejercicio de la libertad de manifestación, eso sí, siempre que no sean violentos, afirmando, a renglón seguido que no lo son.

Lo primero que debería aclarar el señor Moliner es que entiende él por violencia. Tal vez opine que para que una manifestación sea violenta, es necesario que se produzca una agresión física con lesiones. Pero mi sentido común me dice que el hecho de que se reúnan en tu portal varias decenas de personas –que son las mismas a las que se ve rompiendo salvajemente mobiliario en otras manifestaciones ilegales– para insultarte a ti y a tu familia, sí es violencia. Y creo que si un día, esos mismos manifestantes se reuniesen en el portal del señor Moliner para presionarle con insultos, sí pensaría que es un ejercicio de violencia.

Por supuesto, creo en el derecho de manifestación. Creo que los ciudadanos tienen derecho a reunirse para expresar su opinión en contra o a favor de cualquier ley existente o que se vaya a hacer o ante cualquier medida del gobierno. Tal vez eso pueda hacer que los legisladores o gobernantes recapaciten al ver en los medios de comunicación la envergadura de la manifestación y decidan rectificar o no sus actitudes. Pero este derecho, como todos, debe estar regulado, porque el ejercicio de un derecho por parte de unos puede ir en detrimento de los derechos de otros y, en consecuencia, debe regularse qué derecho es más importante. Por tanto, antes de hacer una manifestación debe pedirse autorización, decir dónde se va a hacer, que recorrido va a tener y cuánto va a durar. Un matiz que puede parecer trivial, pero no lo es, es que el derecho de manifestación puede –y generalmente lo hace– atentar contra el derecho de utilización normal de la vía pública por el resto de los ciudadanos para sus obligaciones cotidianas. Por eso creo que no deberían permitirse grandes manifestaciones en la vía pública. Estas deberían hacerse en “manifestódromos”, eso sí, con la máxima cobertura mediática. Menos aún creo que deba permitirse la ocupación permanente de plazas o calles.

Pero al margen de los formalismos de convocatoria, los escraches son una burla contra la democracia. Es utilizarla contra su propia esencia. Todo muy gramsciano y muy instrumentalizado (los que hayan leído mis post anteriores saben a qué me refiero). En todas las legislaciones existe una figura que se llama “fraude de ley”. Consiste en utilizar la letra de la ley para vulnerar su espíritu. Y un buen juez debe estar atento a evitar el fraude de ley. Pues bien, aunque todos los requisitos formales para los escraches se cumpliesen, estos serían un flagrante fraude de ley. Porque la intimidación por la fuerza y la violencia –y diga lo que diga el señor Moliner, los escraches sí son violentos– es y será siempre contraria al más elemental espíritu de la democracia. Es decir, no cumplen ni con la letra de la ley ni con su espíritu.

Esta actitud “progre” a favor de los escraches contrasta con la que se tiene con las personas, voluntarios de movimientos pro vida, que van a las clínicas abortistas a hacer lo que llaman “rescates”. Varios voluntarios se colocan enfrente de esas clínicas en una actitud absolutamente silenciosa y pacífica. Toda su violencia consiste en poner en el suelo varios cirios. A veces cantan canciones  o baladas suaves. Conozco que es así porque un hijo mío, que es violonchelista, va a menudo a tocar el violonchelo en esas “agresivas” manifestaciones. No se cantan canciones insultantes con un violonchelo. Uno no va a agredir a nadie con un violonchelo. Cuando una mujer, sola o acompañada, va a entrar en la clínica, uno de los voluntarios, sólo uno, se acerca a ella, armada con unos patucos, y trata de decirle, simplemente, que hay alternativas. Únicamente si la mujer que va a la clínica quiere, se le informa de cuáles son esas alternativas y de cuáles los riesgos físicos psicológicos de abortar. Jamás insultan, jamás violentan, no cortan el tráfico, no gritan consignas, pero a menudo son insultadas por alguno de los acompañantes de la mujer que está pensando abortar, o por algunas personas que trabajan en la clínica. Lo más suave que se les llama es fascistas –insulto acuñado por la izquierda para descalificar a todo aquél que no piense como ella en lo que sea. Si el personal de la clínica llama a la policía, ésta llega y les invita a irse, a pesar de su actitud totalmente pacífica. Muy a menudo los policías expresa su malestar por tener que actuar así, pues conocen la actitud de los voluntarios. Pero tienen que hacerlo así, pues así se les ordena. Muy a menudo son denunciados por la clínica –muy rara vez por sus pacientes– y sufren juicios de faltas en los que, en base a testimonios falsos, se les condena a multas. Creo que hay una injusta asimetría entre la actitud pacífica de estos voluntarios y sus condenas por un lado, y la actitud violenta y agresiva de los escrachadores y su inmediata puesta en libertad cuando llegan a los juzgados, aunque hayan sido denunciados, por otra.

Ignoro la actitud del señor Moliner ante estas situaciones. Pero sí sé –porque él se ha encargado de hacerla pública de forma gratuita– la que tiene frente a los escraches. Y sé que esta actitud pasará factura a la sociedad. De momento, los escrachadores, crecidos, han decidido, en reunión restringida  mantenida en un conocido centro okupa de Madrid, no sólo seguir escrachando a los políticos, sino ampliar esta actividad a jueces –para dejarles clarito cuál es su obligación– y banqueros. Según el diario “El Mundo”, los que fueron a esa reunión, eran de una “‘comisión de organización de los escraches’, un grupo que no estaría integrado en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca PAH. Entre los asistentes no estaba ninguno de los representantes de esta plataforma, ninguna de las figuras públicas conocidas. Algunos procedían de movimientos sociales vinculados al 15-M. Pero estas fuentes aclaran que en muchas ocasiones estos asistentes militan en varios movimientos, que son ‘multimilitantes’” (“El Mundo” edición papel, jueves 25 de Abril del 2013, pags. 4 y 5). Es decir, la más pura estrategia gramsciana.

Yo confío en que otros jueces actúen con más sentido común y valor que el de Torrelavega, que ha sobreseído la causa de escrache contra el Alcalde y su familia. Que mantengan los cargos contra los autores de estas tropelías. Confío en que los fiscales actúen de oficio contra estas agresiones de los escrachadores. Confío también en que si algunas de ellas llegan hasta el Tribunal Supremo, el resto de sus miembros muestren más sentido común y menos carga ideológica que su Presidente, D. Gonzalo Moliner. Menos confío, prácticamente nada, en que el Presidente del Tribunal Supremo reflexione sobre sus palabras y rectifique. Si no es así, España se convertirá en un lugar de experimentos gramscianos. Ya lo somos en bastante medida debido a la falsa “progresía” que nos devora. No me imagino un movimiento radical inglés ocupando Piccadilly Circus durante meses. Cosas veredes amigo Sancho. Pero todavía me queda un rescoldo de confianza en el poder judicial. El tiempo lo dirá.

24 de abril de 2013

Frases 25-IV-2013


Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Cristo no quita nada, lo da todo.

Benedicto XVI en su primera homilía como Papa.

19 de abril de 2013

Mi trayectoria personal en lo político y religioso (Continuación de la entrada de la semana pasada)


En el último post, hablando de Gramsci, hice referencia a mi pasado comunista que me hacía conocer la estrategia marxista, y dije que en un próximo post hablaría de ello. Pues aquí estoy.

Yo estudié el Bachillerato en el Colegio del Pilar. Pero al acabar 6º de Bachillerato, el último año antes del Preuniversitario, me “recomendaron” que dejase el colegio. Era un buen estudiante pero de un comportamiento disciplinar insoportable. Fui a hacer el “Preu” a la academia Dobao-Díaz Guerra. Corría el año 1968. Allí tuve como profesor de filosofía a Luis Gómez Llorente, que llegó a ser Vicepresidente primero del Congreso de los Diputados en la primera legislatura del postfranquismo. Gómez  Llorente era uno de los principales ideólogos del PSOE, escorado a la izquierda de este partido, que, por supuesto, no se privaba de transmitir su ideología a sus alumnos de la academia, a mí entre ellos. Yo era por aquel entonces, y gracias a Dios sigo siéndolo, un idealista que buscaba un mundo mejor. Creí ver, en la ideología de extrema izquierda algo que podría ayudar a traer ese mundo mejor. Y abracé esa ideología con ardor, como todo lo que hago en la vida.

Hice en cinco años la carrera de ingeniería del ICAI, dónde tenía poco ambiente y menos tiempo aún para dar salida a mis ideales políticos. Al acabar la carrera, en 1973 me casé y empecé a trabajar en una empresa de nombre Dimetal SA, situada en uno de los polígonos industriales de Torrejón de Ardoz. Y allí sí que empecé a llevar la práctica mis ideas. Me afilié a CCOO y, junto con otros compañeros, instauramos en Dimetal el primer Comité de Empresa al margen del Sindicato Vertical para el que nos negamos a celebrar elecciones. Yo era el camarada ingeniero, una de las cabezas más visibles del movimiento sindical de la empresa. Fui suspendido de empleo y sueldo durante 21 días y coloqué una corona de flores del Comité de Empresa de Dimetal en la pared del colegio de abogados en la manifestación por las víctimas del atentado del despacho de abogados laboralistas de Atocha en el año 1977. También fui detenido y pasé una noche en los sótanos de la DGS el 1º de mayo de 1976.

Paralelamente a este proceso, mi cristianismo, que fue ardiente en mi niñez y mi primera juventud, se fue apagando, sin desaparecer del todo, pero convertido en un casi extinto rescoldo. Sólo creía en el mito de un Jesús revolucionario que, según pensaba, de haber vivido en el siglo XX hubiese sido un activista marxista.

Fue en este periodo revolucionario donde empezaron a brotar mis dudas sobre la ideología marxista. Y lo hicieron en dos frentes. El primero en el de la praxis revolucionaria y el segundo en el aspecto intelectual. Empiezo por este segundo.

En la carrera de ingeniería, en los tiempos en que yo la hice, sólo se estudiaban voltios, amperios, estructuras y máquinas eléctricas. Nada de economía o gestión de empresas. Por eso, años después de acabar la carrera, llevado por mi inquietud intelectual, decidí saber algo de economía de forma autodidacta. Me compré “el Samuelson” y me lo empollé de principio a fin. A medida que lo leía, se iba formando, vagamente al principio, pero con más nitidez cada vez, la idea de que el comunismo no podía generar otra cosa que miseria. Al principio intentaba negarme a mí mismo mis conclusiones pero, poco a poco, se iban haciendo más y más evidentes y mi inteligencia no podía dejar de convencerse de ello. Me di cuenta de que el comunismo era un absoluto fracaso económico años antes de que se hiciese notorio y patente.

Por otro lado, había algunas cosas de la praxis que me molestaban crecientemente. El Partido Comunista era, por aquellas fechas, la única fuerza política que se enfrentaba, activamente y de forma real, a la Dictadura. Cierto que el PSOE también tenía sus gestos, pero nada realmente activo y eficaz. Y yo creía –y creo– en la democracia. Por aquel entonces surgió el llamado Eurocomunismo, movimiento que decía aceptar –y aceptaba– el juego democrático. Su principal exponente internacional era Enrico Berlinguer, en Italia (compatriota de Antonio Gramsci). Santiago Carrillo en España se unió con entusiasmo a este movimiento mientras el francés Georges Marchais lo aceptaba con reticencias. En Portugal, dónde parecía que la Revolución de los Claveles había creado un caldo de cultivo para las tesis, tradicionales, no gramscianas de implantación marxista, el líder comunista Álvaro Cunhal rechazaba de plano el eurocomunismo. Esas eran las posturas oficiales. Pero era habitual oír cosas como: “¡Cuidado!, no sea que a fuerza de decirlo nos acabemos por creer las tesis eurocomunistas de Beeeeeerlinguer” –y al pronunciar este nombre se imitaba el balido de un cordero. A mí esto no me gustaba nada, porque yo sí creía de verdad en la democracia. Por supuesto, estaba terminantemente prohibido leer nada del reaccionario sicario del imperialismo capitalista Alexander Solzhenitsyn, que no hacía sino propalar –según afirmaba la dirección del Partido– mentiras y falsedades sobre el paraíso comunista soviético.

Pero lo que causó mi definitiva ruptura fue un incidente muy concreto. La empresa había despedido a dos trabajadores por cuestiones que ya no recuerdo. Amenazamos con una huelga y ambos trabajadores fueron readmitidos. Cuando expresé mi satisfacción por esta readmisión, otro de los cabecillas sindicales se me quedó mirando con perplejidad y me dijo:

-Tomás, no has entendido nada.
-¿Qué es lo que no he entendido? –le pregunté extrañado.
-Lo que nos hubiese gustado es que no les hubiesen readmitido y que en la huelga que hiciésemos como protesta por ello, hubiesen echado a cuatro o cinco más. Que esto hubiese dado lugar a otra huelga mayor en la que echasen a diez o doce y pudiésemos llevar la huelga a los camaradas de otras empresas del polígono. Que en esta huelga hubiese habido más despidos y se hubiese sumado todo Torrejón. Que también aquí hubiese habido nuevos despidos y el movimiento se extendiese a todo Madrid y, luego, a toda España, para acabar en la huelga general revolucionaria. Ya sé que esto es el cuento de la lechera, pero ese es nuestro objetivo y no la readmisión de estos dos. No te olvides de esto.

No lo olvidé. Unos meses más tarde me fui de Dimetal. Ya estaba totalmente convencido de que sólo el libre mercado podía crear riqueza y de que el marxismo no buscaba el bien de los trabajadores sino, como ellos decían, “crear las condiciones objetivas para la huelga general revolucionaria” e instaurar la dictadura del proletariado, aunque la situación hiciese necesaria la pantomima beeeeerlingueriana del eurocomunismo. Naturalmente, el objetivo era la instauración del paraíso comunista, pero para ello no quedaba más remedio que pasar por la dictadura del proletariado, para acabar con las fuerzas reaccionarias. En donde esas dictaduras han existido, las fuerzas reaccionarias han acabado siendo todas, menos el propio Partido. E incluso en él había que hacer purgas para extirpar las malas hierbas. A pesar de mi ya casi absoluto desencanto, en Junio de 1977, casi como un acto de reconocimiento a la lucha por la democracia del PC, voté a este partido en las primeras elecciones democráticas. Nunca más he votado a un partido de izquierdas. Ese mismo año, en Septiembre, empecé el MBA del IESE y, al acabar, inicié una nueva carrera profesional. Mi época de tonto útil había terminado. Además, como he sido cocinero antes que fraile, no hay marxismo que me la de con queso, aunque se disfrace de lo que quiera y quiera hacer creer que eso es agua pasada. Jamás será agua pasada. Habrá momentos históricos en que estén mimetizados, aparentemente inexistentes, pero su estrategia será siempre la misma, sea cual sea la táctica.

¿Y de mi idealismo? Intacto. Sigo queriendo, más que antes, contribuir a un mundo mejor. Pero partiendo del ser humano. De cada ser humano, con cara y ojos, no de ideas abstractas sobre la humanidad. La engañifa del marxismo es que dice querer a la humanidad, pero cada ser humano particular le importa tres pitos. Si hay que sacrificar a millones para avanzar hacia ese supuesto paraíso, hágase, sin importar los medios. Y así se ha hecho en la historia. Yo quiero cambiar, en primer lugar, mi propio corazón. Y, sin esperar a que este cambio se produzca, porque entonces no empezaría nunca, quiero hacer la vida de los que me rodean un poco mejor. Quiero transmitir en las empresas en las que trabajo y a los jóvenes y directivos a los que formo, que una de las formas de hacer el mundo mejor es que, en las empresas donde estén o lleguen a estar, creen mucha riqueza para accionistas, empleados, clientes, proveedores, sociedad en general, etc. y actúen de una manera justa. Que se puede hacer ganar mucho dinero a la empresa y ganarlo uno mismo y, al mismo tiempo, hacer el bien. Que no es sólo que se pueda, sino que existe lo que llamo una espiral virtuosa en la que si todos los componentes de la empresa encuentran satisfacción en trabajar en ella, se atrae talento y la empresa gana más. Pero que cuando uno gana mucho dinero personalmente, aunque sea de una manera honesta y benéfica, sigue estando obligado a ayudar a los más necesitados. Los marxistas desprecian esta manera de entender lo de “hacer el mundo un poco mejor”. En su jerga dicen que eso es ser un despreciable “pequeñoburgués”. Pero a mí esto me llena la vida y creo que siembro buen rollo a mi alrededor y que esto acelera, en una realimentación positiva, mi cambio interior.

Pero también me he ido dando cuenta de que ni mi cambio interior ni su reflejo en el mundo que me rodea son posibles con mis propias fuerzas. En paralelo he ido encontrando al verdadero Cristo. No al supuesto Cristo revolucionario, sino al Cristo que me ama –a mí y a todos los hombres– gratis y sin límites. Por lo que soy, no por lo que hago. Al Cristo que perdona sin límites. Al Cristo que llama a cada ser humano diciendo, “venid a mí los que estéis fatigados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Al Cristo que alaba a Dios y le da gracias porque ha revelado estas cosas a los sencillos y se las ha ocultado a los soberbios. Y he encontrado a ese Cristo a través de la Iglesia. De una Iglesia imperfecta y pecadora, formada por seres humanos imperfectos y pecadores, pero que refleja el rostro de ese Cristo y se lo da a sus hijos, uno de los cuales soy yo. Y no puedo dejar de darle gracias a Dios por haber obrado en mí la maravilla de esta transformación.

17 de abril de 2013

Frases 17-IV-2013

Tomás Alfaro Drake

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.



Si tuviésemos una centésima parte del amor a Cristo que Él ha tenido y tiene por nosotros, no lograrían separarnos de Él todos los dolores de la persecución de este Turco. Y existen hoy día tantos mártires aquí en Hungría como anteriormente hubo desde tiempos lejanos en otros lugares.

Santo Tomás Moro. Diálogo de la fortaleza con la tribulación. Este libro fue escrito por Tomás Moro cuando estaba en la Torre de Londres esperando ser ejecutado. El libro está escrito como un diálogo entre un noble húngaro y su sobrino ante la invasión de Hungría por los turcos, que culminó con el primer sitio de Viena por éstos. Confrontar con el texto de san Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo¿ ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? […] Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de estas pruebas. Y estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Imagino a santo Tomás Moro leyendo esta frase de la carta de san Pablo a los Romanos (8, 35-39) mientras escribía el Diálogo, esperando su ejecución en la Torre de Londres.

15 de abril de 2013

Invitación para esta tarde o mañana

Hola a todos:

Esto de internet hace que se contacte con gente que está muy lejos. Pero para aquellos que estéis en Madrid, ahí va esta invitación. Esta tarde y mañana doy una charla sobre: "El Concilio Vaticano II en la historia, ¿punto de inflexión o salto al vacío?

Será:

Hoy, Universidad Francisco de Vitoria, Pozuelo de Alarcón, Sala de Grados, edificio central, módulo 2.

Mañana, c/ Almagro 21, 3º, Madrid.

Un abrazo.

Tomás

14 de abril de 2013

Si Gramsci levantase la cabeza...


Creo que debo empezar estas líneas diciendo algo sobre quién era Gramsci. Antonio Gramsci fue Secretario General del Partido Comunista italiano desde 1926. En ese mismo año, es detenido por el régimen fascista de Mussolini y se pasa en la cárcel sus restantes once años de vida. Efectivamente, es liberado en 1937 y muere al poco tiempo en un hospital regentado por religiosas. El diario “El Mundo”, en su número del 25 de Noviembre del 2008, publica un artículo en el que se hace eco de las declaraciones de un sacerdote de 82 años, Luigi de Magistris, que afirma que Antonio Gramsci recibió los sacramentos antes de morir (No se dice en el artículo cómo lo sabe este sacerdote, que, salvo error de la cita de su edad en “El Mundo”, en 1937 tendría 11 años). Naturalmente, el partido comunista italiano lo niega rotundamente diciendo, simplemente, que no hay documentos que lo prueben. Incorporo el link que lleva al artículo de “El Mundo”.


Pero no es de esto de lo que quiero hablar, que cada uno crea lo que quiera al respecto. Tras tres años en prisión, Gramsci obtiene permiso para escribir. Escribe una larga obra, de más de 2000 páginas, prácticamente imposible de encontrar (dudo hasta de que esté publicada, pero si alguien la conoce, le agradecería la referencia) en la que, entre otras cosas, describe su estrategia política. Hombre de aguda inteligencia, se da cuenta de que las tesis marxistas tradicionales para implantar el comunismo, a saber, la lucha armada y la dictadura del proletariado, no tienen ningún futuro en la civilización occidental. Diseña entonces una estrategia que persigue la destrucción de las bases de la cultura occidental y de la democracia. Se trataría de tomar las riendas, mediante infiltración cultural, no abiertamente, de los medios de comunicación, para desde ahí, minar las raíces y los valores de occidente, en los que radica el capitalismo. Para lograr esta infiltración cultural había que llegar a controlar la educación. Se dio cuenta que para minar esos valores y para hacerse con el control de la educación, tenía delante un obstáculo formidable: la Iglesia católica. Por tanto, la Iglesia se convirtió en uno de sus principales objetivos, en el enemigo número 1, explícitamente reconocido como tal. Se trataba de infiltrarla para, en última instancia, destruirla. Si para lograr esa infiltración en la educación, la Iglesia, los medios, etc., era necesario el uso sistemático de la mentira y el engaño, estos se convertían en medios no sólo lícitos, sino muy recomendables. También era importante, para obtener sus fines, infiltrar cualquier movimiento ciudadano que aspirase a logros que, en principio, pareciesen justos o humanitarios y fuesen vistos con buenos ojos por la ciudadanía, hasta convertir ese movimiento en un instrumento para la estrategia planteada.

Al escribir estas líneas pienso la increíble precisión con la que está ejecutándose la estrategia diseñada por Antonio Gramsci. El comunismo, que en el plano económico ha sido total y absolutamente aplastado por la realidad –y me atrevería decir que en el plano consciente también ha sido barrido de la mente de una gran mayoría de las personas del mundo desarrollado y en vías de estarlo–, sigue vivo en el subconsciente de mucha gente, gracias a esa estrategia. La educación, en su gran parte, abierta o solapadamente, está en manos de la izquierda, la mayoría de los medios de comunicación respiran esas ideas de forma más o menos explícita o consciente, la Iglesia ha sufrido, tras el Concilio Vaticano II un clarísimo intento de infiltración que, afortunadamente, ha fracasado. Pero se ha cambiado la táctica. Sin cambiar la estrategia, se  ha pasado de la táctica de la infiltración a la del desprestigio de la Iglesia. Hace años, cada vez que había una cumbre económica internacional, los profesionales de la agitación se daban cita en la ciudad donde tenía lugar y actuaban con un vandalismo difícilmente exagerable. También aquí ha cambiado de táctica de unos años a esta parte. Ahora se buscan foros menos internacionales y más locales. El movimiento 15M, que al principio podía considerarse como un movimiento de una ciudadanía indignada con la actuación de muchos políticos, se convirtió inmediatamente en un movimiento antisistema. Ciertamente, no con una cara tan violenta como la que se mostraba en las cumbres internacionales, pero sí con una progresión desde una actitud pacífica hacia otra más beligerante, con ocupación sistemática de lugares públicos (ver en este blog mi entrada “Democracias real, ¡ya! del 5 de Junio del 2011). El movimiento antideshaucios o el asunto de las acciones preferentes que, aunque de una forma desenfocada, podrían tener una base humanitaria de protesta, se han visto infiltrados por personas que nunca han sido deshauciadas ni han invertido un solo euro en esas acciones, sino que buscan única y exclusivamente crear un estado de opinión de crispación y de alarma social con fines totalmente antisistema o partidistas. Los escraches a políticos para presionarles por el miedo, en vez de por el método democrático de los votos,  para que legislen según sus intereses, son otro ejemplo. Las asociaciones de víctimas del terrorismo han sufrido cismas por personas que, más que ir contra el terrorismo, parecen perseguir fines políticos o partidistas. Creo que la lista sería interminable, tanto en España como en cualquier país.

Por supuesto, la estrategia gramsciana, para ser inteligente, necesita un punto de apoyo verdadero. Una burda mentira sin el más mínimo apoyo real es difícil que tenga éxito. Cuando se protesta contra el sistema financiero o se vitupera el capitalismo o se vierten juicios nocivos sobre la Iglesia, no cabe duda de que algo hay de cierto en esas protestas y juicios. Indudablemente, el sistema financiero, el capitalismo y la Iglesia, por poner algunos casos, como cualquier otra forma de organización compuesta por hombres, tienen fallos. El sistema financiero ha cometido abusos (en España, por cierto, la inmensa mayoría de ellos han sido cometidos por las cajas de ahorros, de titularidad pública). En el capitalismo se producen comportamientos abusivos que van contra la dignidad humana. Cierta y desgraciadamente en la Iglesia hay intrigas renacentistas y sacerdotes pederastas. El éxito de la estrategia gramsciana estriba en que, usando como punto de apoyo algunos casos reales de abusos del sistema financiero, de comportamientos perversos de algunas empresas o del bochorno de algunas luchas de poder o la vergüenza de algunos sacerdotes pederastas en la Iglesia, se generaliza que todos los bancos son unos ladrones sin escrúpulos, el capitalismo es una doctrina económica salvaje y la Iglesia está formada fundamentalmente por prelados ávidos de poder y pederastas. Y se oculta sistemáticamente la enorme cantidad de personas y empresas que se benefician de obtener y pagar créditos sensatos, el inmenso bienestar económico creado por el capitalismo o el bien causado por cientos de miles de sacerdotes buenos y santos que presentan cada día a Cristo. Y con este punto de apoyo se construye una palanca que, jaleada por los medios, enseñada en colegios y universidades y repetida como papagayos por ciudadanos sin sentido crítico, crea un mundo ficticio, odioso y lamentable que hay de destruir en nombre de no se sabe qué y sin saber para qué. La fuerza que mueve la palanca es la repetición incesante, en forma de eslóganes, de las mentiras y burdas exageraciones sobre todo. Y a esos periodistas que jurarían no ser comunistas –y que no lo son–, a esos profesores universitarios que explican –creyendo en ella– la economía de libre mercado, a esos  millones de ciudadanos que si se les preguntase dirían que el comunismo ha fracasado pero despotrican contra la banca en general, desacreditan el libre mercado y el capitalismo y se avergüenzan de decir que son católicos, el lenguaje gramsciano les llama tontos útiles o compañeros de viaje.

Alguien puede pensar que exagero. Pero no. Y lo sé por propia experiencia. Porque he sido cocinero antes que fraile. He sido tonto útil –muy tonto y muy útil– y compañero de viaje del marxismo. Pero, afortunadamente, perdí parte de mi estupidez y me baje a tiempo del tren que llevaba a ninguna parte. No me avergüenzo ni un ápice de mi pasado. Al contrario, creo que mi estupidez era una forma equivocada de buena voluntad y me siento orgulloso de haberme dado cuenta de mi error a tiempo y de haberme bajado del tren. Por eso es difícil que me engañen y que me oculten la estrategia. Porque la he vivido. En un próximo post contaré este proceso.

Cuando empecé a escribir este artículo pensaba que la conclusión sería: “Si Gramsci levantase la cabeza… se sentiría orgulloso de la que ha montado”. Pero al empezar a escribirlo, buscando algunas fechas concretas de algunas efemérides de la vida de Antonio Gramsci, di con la noticia de “El Mundo” de la que he hablado al principio. Entonces mi idea dio un vuelco. Si, como asegura el título del artículo (y yo ni afirmo ni niego), Gramsci encontró la fe, entonces estará pensando en el disparate que puso en marcha y rezará al Padre eterno para que nos ayude, dándonos fortaleza e inteligencia, a los que estamos todavía en el mundo, para desfacer el entuerto en la medida que podamos. Más aún, aunque las cosas no fueran como dice el P. Luigi de Magistris y Gramsci no hubiese encontrado la fe, estoy seguro de que la fe, en forma de Misericordia Divina, le encontró a él. Por tanto creo que está rezando por nosotros para lo que he dicho hace un momento. Y yo, tal vez ayudado por sus oraciones, me di cuenta del engaño, me tiré del tren y ahora lo cuento –en este blog y donde puedo–, que es todo lo que puedo hacer.

Descanse en paz Antonio Gramsci.

10 de abril de 2013

Frases 10-IV-2013

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.


Cristo es un abismo lleno de luz ante el cual es necesario cerrar los ojos para no precipitarse en él... Yo me esfuerzo en ser uno que, verdaderamente, espera la gracia. Espero y miro. Quizá venga, quizá no. Quizá esta espera tranquila y a veces inquieta sea ya la mensajera de la gracia o la gracia misma. No lo sé. Pero esto no me atormenta.

Gustav Janouche. Puesto en boca de Kafka en “Conversaciones con Kafka”.

7 de abril de 2013

Brevísimo programa para el nuevo papado dado por el Cardenal Bergoglio antes de ser el Papa Francisco


En la reunión plenaria de los cardenales previa al cónclave, el cardenal Bergoglio pronunció unas breves palabras. El cardenal arzobispo de La Habana, Jaime Ortega Alamino le pidió sus palabras por escrito, porque coincidían plenamente con su visión de la Iglesia. El C. Bergoglio le dijo que no las tenía por escrito, pero al día siguiente, le dio un breve texto escrito en una hoja de papel. Cuando el C. Bergoglio fue elegido Papa, el cubano le pidió autorización para hacer públicas esas palabras. Autorización que le fue concedida. Hay quien piensa que estas palabras impresionaron tanto a los cardenales que fueron decisivas para la elección del C. Bergoglio como Papa. Yo así lo creo. Es evidente que, aunque breve, es el programa del pontificado de Francisco, porque en el cuarto punto dice como piensa él que debería ser el próximo Papa, sin sospechar que iba a ser él. No nos dejemos engañar por la brevedad de estas líneas. Tienen un mensaje muy profundo que puede hacer que la Iglesia se transforme de una manera impresionante. Transcribo a continuación este programa para la Iglesia con el Papa Francisco al timón. Los textos subrayados lo son por el propio C. Bergoglio. Yo me he permitido poner en negrita las cosas que más me han llamado la atención.

- Se hizo referencia a la evangelización. Es la razón de ser de la Iglesia.
- "La dulce y confortadora alegría de evangelizar" (Pablo VI).
- Es el mismo Jesucristo quien, desde dentro, nos impulsa.

1.- Evangelizar supone celo apostólico. Evangelizar supone en la Iglesia la parresía[1] de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia[2] religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.
2.- Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar... Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.
3.- La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual (Según De Lubac, el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia). Ese vivir para darse gloria los unos a otros. Simplificando; hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans (“La que escucha religiosamente la Palabra de Dios y la proclama con confianza”. Traducción del transcriptor, probablemente deficiente), o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí. Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas.
4.- Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de "la dulce y confortadora alegría de la evangelizar".




[1] La palabra “Parresía” también proviene del griego, y significa libertad para hablar, valentía, sinceridad, alegría, confianza. Es una palabra muy significativa en los Hechos de los apóstoles y en las Cartas de San Pablo, haciendo referencia a la valentía de San Pablo y de los primeros cristianos para anunciar el Evangelio que habían recibido.
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[2] Acción y efecto de prescindir.