28 de marzo de 2015

Frases 28-III-2015

Al segundo Adán, igual que al primero, también le intriga el cosmos. La curiosidad intelectual los impulsa a ambos a afrontar con coraje el mysterium magnum del ser. No obstante, mientras el cosmos provoca en el primer Adán lla búsqueda del poder y el control y suscita por tanto en él la pregunta funcional acerca del ‘cómo’, el segundo Adán responde a la llamada del cosmos con una dedicación a un tipo diferente de gesto cognitivo. No formula una única pregunta funcional, sino que, en cambio, su investigación es de una naturaleza metafísica y con tres aspectos. Desea saber: ‘¿por qué existe?’, ‘¿qué es?’, ‘¿quién es’?’ (1). Se pregunta: ‘¿Por qué el mundo en su totalidad vino a existir? ¿Por qué el hombre se haya frente a ese orden –estupendo e indiferente– de las cosas y de los acontecimientos?’ (2). Pregunta: ‘¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Qué mensaje encierra la materia orgánica e inorgánica y qué significado tiene esa gran empresa que llega hasta mí tanto desde más allá de los confines del universo como desde las profundidades de mi alma atormentada?’ (3). El segundo Adán continua haciéndose preguntas: ‘¿Quién es Aquél que me sigue de manera constante, sin haber sido invitado ni deseado, como una sombra eterna, y que se desvanece en los recovecos de la trascendencia en el preciso instante en que me giro para enfrentarme a ese numinoso, increíble y misterioso Él? ¿Quién es Aquél que llena a Adán de sobrecogimiento y gozo y, de forma concurrente, de humildad y de una sensación de grandeza? ¿Quién es Aquél a quien Adán se aferra en un amor apasionado, que le devora, y de quien huye en un temor mortal, aterrorizado? ¿Quién es Aquél que tiene fascinado a Adán de un modo irresistible y quien, al mismo tiempo, hace que éste le rechace de manera irrevocable? ¿Quién es Aquél a quien Adán siente a la vez como el mysterium tremendum y como la verdad más elemental, más obvia y más comprensible? ¿Quién es Aquél que es Deus revelatus y Deus absconditus de manera simultánea? ¿Quién es Aquél cuyo aliento vital y reconfortante siente Adán de forma continua y quien al tiempo se mantiene distante y remotamente apartado de todo?’

Joseph B. Soloveitchik. La soledad del hombre de fe.


Creo que quien sólo piensa como el primer Adán y se niega a buscar respuesta a estas preguntas porque no están al alcance de éste personaje rechazando la búsqueda metafísica, se amputa la mitad de su ser.

25 de marzo de 2015

Frases 25-III-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Situado en este istmo del estado medio,
un ser oscuramente sabio y torpemente grande...
Atrapado en el medio; en la duda de actuar o descansar;
en la duda de verse dios o bestia...
Creado para ascender, también para caer;
gran señor de toda cosa, a todas reza;
único juez de la verdad, sin descanso lanzado hacia el error;
¡del mundo gloria, broma, arruga!

Alexander Pope

Comentario mío: Si el hombre considera que no es un ser creado, sin duda, es una broma o arruga del universo, un istmo al que le falta el continente, un cabo en el mar del sinsentido. Tendrá que concluir, como Macbeth en la tragedia de Shakespeare cuando ve que todo se le hunde, que “la vida es un cuento sin sentido contado con gran aparato por un idiota”.


22 de marzo de 2015

Frases 22-III-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

...Señor –dije–, en la rama de aquel árbol hay un cuervo; comprendo que tu majestad no puede rebajarse hasta mí. Pero yo necesito un signo. Cuando termine mi oración, ordena a ese cuervo que emprenda el vuelo. Esto será una indicación de que no estoy completamente solo en el mundo... Y observé al pájaro. Pero siguió inmóvil sobre la rama. Entonces me incliné de nuevo sobre la piedra. Señor –dije–, tienes razón. Tu majestad no puede ponerse a mis órdenes. Si el cuervo hubiera emprendido el vuelo, yo ahora me sentiría más triste aún. Porque este signo lo hubiera recibido de alguien igual a mí, es decir, de mí mismo; sería el reflejo de mis deseos. Y de nuevo no hubiera encontrado sino mi propia soledad. Me prosterné y me volví. Pero en aquel preciso instante mi desesperación se transformó en una inesperada alegría...

Antoine de Saint-Exupery


15 de marzo de 2015

¿Es reformable el Islam?

Leo en el diario El País el siguiente artículo:

EL PAÍS 9 de Marzo del 2015

Debemos limpiar nuestras estanterías

Adnan Ibrahim es profesor de Filosofía en la Universidad de Viena e imán en la mezquita de al Shurah.

Felix Marquardt es cofundador del Global Forum for Islamic Reform.

Mohamed Bajrafil, doctor en Lingüística, es imán en la mezquita de Ivry-sur-Seine.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Como musulmanes, nuestra primera y lógica reacción ante las atrocidades cometidas en nombre de nuestra región es de incredulidad, indignación y un impulso natural de distanciarnos de sus autores. “Estos actos salvajes”, “ese John el yihadista” —el tristemente famoso verdugo de los rehenes del Estado Islámico (EI), identificado recientemente como el londinense Mohamed Emwazi— “no tienen nada que ver con el islam”, exclamamos. Aunque esta actitud es comprensible, resulta sospechosa desde el punto de vista intelectual y es completamente irresponsable. ¿Estaría alguien de acuerdo si se dijera que las Cruzadas no tuvieron “nada que ver” con el cristianismo? La verdad, hay demasiados entre nosotros que parecen indignarse más por unas caricaturas de un periódico que, en definitiva, carecen de importancia, que por la abominable caricatura que pintan de nuestra religión grupos como el EI y Boko Haram. Y, si bien es posible que los problemas sociales y económicos o las humillaciones a manos de los cuerpos de seguridad sean factores que contribuyen a la radicalización de nuestros jóvenes —como parece haber sucedido en el caso de Emwazi—, no sirven para explicarla en toda su dimensión.

Por suerte, cada vez son más los musulmanes que dicen: “Medina, El Cairo, tenemos un problema”. Cada vez son más los que exigen reformas. ¿Pero qué quiere decir esa palabra? Por supuesto, son absolutamente necesarios la renovación del pensamiento islámico y un nuevo impulso a la relectura de los textos (ijtihâd). Hasta que no se emprenda un esfuerzo serio en este sentido, los musulmanes continuarán en manos de las interpretaciones literales y obsoletas de nuestras escrituras sagradas.

La libertad, la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, el Estado de derecho, el sufragio universal, la responsabilidad y la separación de poderes (entre Estado y religión) son nuestros principios como musulmanes del siglo XXI. Con ellos en mente, recordemos las palabras del estudioso paquistaní, reconocido mundialmente, Muhammad Khalid Masud: “En el pasado, los juristas musulmanes eran muy conscientes de la necesidad constante de resolver las contradicciones entre las normas sociales y las normas legales. Adaptaban sin cesar las leyes a las costumbres y los criterios de la gente. La base normativa de las instituciones y conceptos como familia, propiedad, derechos, responsabilidad, criminalidad, obediencia civil, orden social, religiosidad, relaciones internacionales, guerra, paz y ciudadanía han cambiado de manera considerable durante los dos últimos siglos”. Así que pongámonos manos a la obra.

Pero no basta con la interpretación. Debemos examinar con detalle, espíritu crítico y honestidad los textos que constituyen el núcleo de las enseñanzas en los centros educativos más prestigiosos de nuestra fe.

En lugar de prestar atención a los ideales nos hemos aficionado al victimismo, debemos contraponer la frase mencionada más arriba de que los actos violentos de terrorismo no tienen “nada que ver con el islam” con la veneración que algunos de nuestros más distinguidos y respetados eruditos muestran por libros como Min Haj el Talibin, del prestigioso jurista Araf el dine el Nawawi, que recomienda lapidar a los adúlteros, o Es sarim el maslul ala chatim el rasul, de Ibn Taymiyya, o la obra de Taqi al-Din al-Subki’s Es seyf el maslul ala men sabba al rasul, dos títulos que pueden traducirse más o menos como “Desenvainamos la espada contra aquel que habla mal del profeta”. Las detalladas recetas que contienen sobre cómo castigar la blasfemia, la apostasía y el adulterio sirven de base no solo para que el EI y Boko Haram puedan asegurar que su corriente del islam es absolutamente rigurosa, sino para muchos Estados musulmanes conservadores.

No cabe duda de que, durante siglos, se persiguió, esclavizó o asesinó a muchos pueblos en nombre de Cristo. Bartolomé de las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, narraba las atrocidades cometidas por los españoles contra la población indígena en los primeros decenios de colonización de las Indias occidentales, y protestaba alegando que los nativos eran humanos y, por consiguiente, no había que matarlos ni esclavizarlos... al contrario que los africanos. Ahora bien, con posterioridad, sin prisa pero sin pausa, la reforma religiosa y los valores de la Ilustración permitieron que los cristianos se deshicieran de esas prácticas.

A comienzos del siglo XX, muchos conservadores europeos pensaban que la obra del “intelectual” francés Joseph de Gobineau Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas era un libro de “ciencia”. Desde entonces ha pasado a las secciones de “historia” o “antropología” en las bibliotecas. Ya es hora de que varios elementos importantes de las enseñanzas clásicas del islamismo sigan el mismo camino.

Más en general, ¿no ha llegado el momento de que los musulmanes, que pensamos —con razón— que nuestro profeta era un hombre de vanguardia, reivindiquemos nuestro papel como modernizadores de las normas culturales y sociales?

Tenemos que estudiar cómo es posible que algunos sectores de nuestras comunidades, como la organización británica de defensa de los musulmanes CAGE, que tuvo muchos tratos con Emwazi, estén alentando a nuestros jóvenes a considerarse víctimas y diciéndoles que la brutalidad policial, los judíos, Estados Unidos, Israel, la pobreza o incluso la “sociedad” tradicional son los culpables de que el joven se transformara en John el yihadista.

Gran parte del conservadurismo se remonta a costumbres preislámicas beduinas en lugar de prestar atención a los ideales originales y universales de nuestra religión —la misericordia, la libertad y la justicia—, nos hemos aficionado al victimismo y las teorías de la conspiración y nos hemos enfrascado en discusiones sobre los medios (y el atuendo) apropiados para alcanzar esos ideales. Nuestra decadencia se debe precisamente a esta confusión que muchos de nosotros tienen entre los fines y los medios del islam, a nuestra incapacidad colectiva de mantener la convergencia inicial entre la fe y la moral, que constituye la base genuina de una conciencia saludable: la espiritualidad. La religión, sin ese espíritu ético y moral, no significa nada. Y si no significa nada, no tiene sentido.

¿No ha llegado el momento de que entablemos un debate sincero sobre dónde está el límite entre religión y cultura? Las dos están entrelazadas, desde luego, pero, si un musulmán marroquí no es inferior a otro saudí, ni superior a un belga, ¿no debemos suponer que la religión consiste en los elementos que tienen en común entre ellos en su interpretación y práctica del islam, mientras que todo el resto (vestimenta, relación con sus respectivos reyes, etcétera) es cultura? Gran parte del conservadurismo que hoy se asocia con el islam se remonta en realidad a las costumbres preislámicas de los beduinos, que nuestro profeta, un auténtico innovador, se esforzó en abolir. Muchos tópicos y muchas teorías de la conspiración populares entre nuestros jóvenes proceden directamente de la concepción del mundo, tergiversada y antioccidental, de numerosos Gobiernos en el mundo árabe. Vivimos en una época en la que tres de cada cuatro musulmanes no son árabes; solo dos de los 22 países pertenecientes a la Liga Árabe pueden presumir de ser verdaderas democracias; se traducen cuatro veces más libros al griego (alrededor de 10 millones de hablantes) que al árabe (aproximadamente 350 millones de hablantes). ¿No deberíamos reconocer que el arabocentrismo histórico de nuestra religión se ha convertido en un lastre y que los musulmanes que no son árabes son tan legítimos y respetables como los que lo son? Aquellos de entre nosotros que desean convencer al mundo de que ciertas costumbres falocráticas como el sistema de tutela masculina, la prohibición de que las mujeres conduzcan o la imposición del niqab son ontológicamente “islámicas” necesitan que otros musulmanes les digamos, antes que nadie: no es así.


Y hago a continuación mis comentarios

Debo decir, desde el principio, que los autores del artículo al que estoy respondiendo me producen un inmenso respeto por su valentía y honestidad intelectual. Entiendo que son musulmanes religiosos que rechazan frontalmente las brutalidades que se hacen en nombre de su religión y buscan con honestidad intelectual una manera de conciliar los valores occidentales en los que viven (uno es profesor en la Universidad de Viena e imán en la mezquita de Al Shurah, otro es cofundador del Global Forum for Islamic Reform y el tercero es, doctor en Lingüística, es imán en la mezquita de Ivry-sur-Seine). Pero me temo que ese intento de conciliación tiene mucho de quimérico. Nada me gustaría más que ser corregido si en mi razonamiento hay errores fundamentales que lo invaliden. Porque sería para mí una fuente de esperanza estar equivocado.

Los autores hablan de las interpretaciones literales y obsoletas de nuestras escrituras sagradas”. Hasta donde yo sé, el Corán es un libro increado, que estaba en la mente de Alá desde la eternidad y que fue dictado literalmente al Profeta a los largo de su vida a partir del 610. Por tanto, es difícil sostener que sus textos sean interpretables de otra forma que literalmente. Las escrituras judías y cristianas no fueron dictadas literalmente por Dios a los autores sagrados. Muchos autores fueron “inspirados” por Dios a lo largo de muchos siglos. Un término, “inspirado” que indica que sobre esa inspiración divina ellos tejieron un relato en el que había cosas propias de su mentalidad y de la cultura en la que estaban inmersos. Además, se admite una progresividad de la didáctica divina al “inspirar” a estos autores. Por tanto, las cosas que se dicen en las escrituras judías, adoptadas por los cristianos, en las que hay atrocidades que en nada son inferiores a las que aparecen en el Corán, así como sus contradicciones evidentes, pueden –y deben– ser interpretadas a la luz de principios superiores. Para los judíos esos principios superiores están en los libros proféticos –desde Isaías hasta Malaquías. El código moral alcanzado por estos profetas es, sin lugar a dudas, el más elevado que haya habido en la historia de la humanidad en las fechas en que vivieron. Para los cristianos, los principios superiores bajo cuya luz hay que juzgar las Escrituras, están en el Evangelio y el Nuevo Testamento en general, en el que no se puede encontrar una sola incitación a la violencia y sí muchas al perdón, a la misericordia y al amor a los enemigos. Y, por supuesto, esos principios están en la vida y obras de su Maestro y fundador, Jesús. Pero este recurso a principios superiores no existe ni en el texto del Corán, ni en el de los Hadices ni en la vida del Profeta.

Es cierto que hay pasajes del Corán que hablan de misericordia y de paz. Como cuando la Sura 2, 257 dice: Nada de violencia en religión. El camino verdadero se distingue bastante del error. Pero, ¿qué se puede decir cuando el mismo Corán, en la Sura 9, 5 (por elegir uno de los pasajes de parecido tenor) dice: “... matad a los idólatras dondequiera que los halléis, hacedles prisioneros, sitiadles y asechadles; pero si se convierten, [...], dejadles tranquilos”? Veamos lo que dice el Corán por boca del Profeta cuando, llamado la atención acerca de las contradicciones en el texto afirma en la Sura 2, 100: “Nosotros no abrogaremos ningún versículo de este libro ni haremos borrar uno sólo de tu memoria, sin reemplazarlo por otro mejor o igual. ¿No sabes que Alá es Omnipotente?”. Es decir, que Alá es Omnipotente hasta para decir hoy una cosa y mañana la contraria y la última anula a la primera. Esta respuesta coránica ha dado pie a graves y, a mi entender, insolubles problemas para el Islam. En su vilipendiado discurso de Ratisbona, el Papa Benedicto XVI decía que “Ibh Hazn llega a decir que Dios no estaría condicionado ni siquiera por su misma palabra y que nada lo obligaría a revelarnos la verdad. Si fuese su voluntad, el hombre debería practicar incluso la idolatría”. Esta Omnipotencia de Alá para contradecirse (que ni cristianos ni judíos atribuyen a Dios) mete al Islam en un callejón sin salida. Porque como al ponerse el Corán por escrito no se situaron las suras ni las aleyas en orden cronológico, no sé sabe que versículo es anterior y posterior, lo que ha dado lugar al problema llamado del abrogado y el abrogante. Pero, peor aún. Un Dios capaz de contradecirse a sí mismo es un Dios que desecha la lógica. Por eso el Islam, tras un breve escarceo con Aristóteles, incluso traducido de forma sesgada, tuvo que rechazarlo y, con él, el uso de la razón, porque la primera premisa de la lógica es el principio de no contradicción. El Islam no pudo llevar a cabo la impresionante síntesis tomista entre fe y razón natural. Y no pudo porque le es imposible en su esencia de la concepción de Alá.

Pero dejemos de lado el Corán momentáneamente y vayamos a la enseñanza del Profeta con su vida, reflejada o no en ese libro. El artículo al que me refiero dice: Más en general, ¿no ha llegado el momento de que los musulmanes, que pensamos —con razón— que nuestro profeta era un hombre de vanguardia, reivindiquemos nuestro papel como modernizadores de las normas culturales y sociales?” Pero lo que ocurre es que en el Corán se afirma, y el profeta lo ratifica con su vida, la inferioridad de la mujer frente al hombre y su dominio sexual sobre ella, el uso del burka por aquellas, la licitud del saqueo de caravanas en las que el Profeta participaba y se llevaba un quinto del botín, el permiso para tener más mujeres que el resto de los musulmanes, la bendición para casarse con su nuera, mujer de su hijo adoptivo Zaid, haciendo que éste la repudiase, etc. Véase la muestra:

“Los hombres son superiores a las mujeres a causa de las cualidades por medio de las cualidades por medio de las cuales Alá ha elegido a éstos por encima de aquéllas. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas […] Reprenderéis a aquéllas cuya desobediencia temáis; las relegaréis a lechos aparte, las azotaréis. Pero tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis camorra”. Sura 4, 38

Vuestras mujeres son vuestro campo. Id a vuestro campo como y cuando queráis. Sura 2, 223

¡Oh profeta! Prescribe a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que dejen caer su velo hasta abajo; así será más fácil obtener que no sean conocidas ni calumniadas. Sura 33, 59

Te interrogarán sobre el botín. Respóndeles: El botín pertenece a Alá y a su enviado. Sura 8, 1

“Si teméis no ser equitativos respecto a los huérfanos, no os caséis, entre las mujeres que os gusten, más que con dos, tres o cuatro. Si teméis aún ser injustos, no os caséis más que con una sola o con una esclava”. Sura 4,3

“¡Oh profeta! Te está permitido casarte con las mujeres que hayas dotado y con las cautivas que Alá haya hecho caer en tus manos; con las hijas de tus tíos y de tus tías, paternos y maternos, que hayan emprendido la huida  contigo, y con toda mujer fiel que haya dado su alma al profeta, si el profeta quiere casarse con ella. Es una prerrogativa que te otorgamos sobre los otros creyentes”. Sura 33, 49 y 51.

Alá no ha hecho que vuestros hijos adoptivos sean como vuestros propios hijos. Sura 33, 4

¡Oh Mahoma! Tú has dicho un día a este hombre: Guarda a tu mujer y teme a Alá; y tú ocultabas en tu corazón lo que Alá iba a exponer pronto a la luz del día. Tú has temido a los hombres y, sin embargo era más justo temer a Alá. Pero cuando Zaid resolvió repudiar a su mujer, nosotros la unimos a ti en matrimonio, a fin de que no sea para los creyentes un crimen casarse con las mujeres de sus hijos adoptivos después de su repudiación. Y la sentencia de Alá se cumplió. Sura 33, 37

Pero la historia nos cuenta otras cosas que, aún no estando en el Corán, forman parte de la vida del Profeta. Mientras que Jesús rechazó expresamente dejarse proclamar rey, Mahoma se hizo con el poder político en Medina nada más llegar allí. No mucho más tarde mandó pasar a cuchillo a una de las tres tribus judías que vivían allí (a las otras dos las había expulsado de Medina). Poco después de la muerte de su primera esposa Khadija, con la que estuvo casado 25 años de forma monógama, tomo por mujer a Aisha con la que consumó el matrimonio cuando ella tenía 9 años y él 52. En el año 629 ordena una expedición militar a Muta para conquistarla e implantar en ella el Islam. Aunque fracasa, señala el camino para que unos años más tarde Omar, el 2º Califa inicie las guerras de conquista por Siria (Antioquía es conquistada en el año 642) y el norte de África (Cartago en el 644). La marea conquistadora musulmana no empezará a bajar hasta la derrota en Poitiers por Carlos Martel en occidente (732) y el primer fracaso en la toma de Viena por los turcos otomanos (1529).

Francamente, decir, como se dice en el artículo al que replico, que el “profeta era un hombre de vanguardia” y que eso permita a los musulmanes moderados reivindicar el “papel como modernizadores de las normas culturales y sociales”, o que la cruel y terrible práctica de la ley Islámica se remonta a costumbres preislámicas beduinas en lugar de prestar atención a los ideales originales y universales de nuestra religión —la misericordia, la libertad y la justicia”, me parece un poco ingenuo o tergiversador. Me temo que los musulmanes radicales pueden justificar su conducta basándose en el Corán y en la vida de Mahoma con muchos más motivos que los moderados, por mucho que esto me duela. Por tanto, me parece que los autores no podrían mantener su postura ante los musulmanes radicales y violentos cuando dicen que “aquellos de entre nosotros que desean convencer al mundo de que ciertas costumbres falocráticas como el sistema de tutela masculina, la prohibición de que las mujeres conduzcan o la imposición del niqab son ontológicamente ‘islámicas’ necesitan que otros musulmanes les digamos, antes que nadie: no es así”. No podrían hacerlo usando el texto coránico ni, mucho menos los Hadices o la vida del Profeta.

Dicen los autores del artículo al que puntualizo:No cabe duda de que, durante siglos, se persiguió, esclavizó o asesinó a muchos pueblos en nombre de Cristo”. No cabe duda. Los cristianos hemos hecho muchas cosas deleznables a lo largo de la historia en nombre de Cristo. También hemos hecho –y seguimos haciendo– muchísimas buenas y, aunque en esto de la bondad y la maldad no existe la ley de la compensación, hemos hecho inmensamente más cosas buenas que malas. Pero hay una cosa indiscutible. Cuando hemos hecho cosas malas en nombre de Cristo, lo hemos hecho tomando el nombre de Cristo en vano. Porque, aunque sea un Papa quien las pueda haber promovido, no ha podido hacerlo invocando una sola línea del Evangelio ni del Nuevo Testamento. Y las que hemos hecho buenas en nombre de Cristo, ha sido siguiendo el ejemplo de su vida y de sus mandatos de devolver bien por mal. No pueden decir lo mismo los musulmanes. Su balance es extraordinariamente negativo y los que hacen el mal en nombre de Alá y su Profeta pueden apoyarse en muchos pasajes del Corán y en el ejemplo del Profeta.

Dicen los autores: “La libertad, la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, el Estado de derecho, el sufragio universal, la responsabilidad y la separación de poderes (entre Estado y religión) son nuestros principios como musulmanes del siglo XXI”. Me temo que esto no es así. Me parece magnífico que los autores veneren todos esos principios. Pero, lo siento, no son principios musulmanes. Son principios que encuentran sus raíces en el auténtico mensaje cristiano, y que sólo existen en los países de cultura cristiana o en los que los han importado de ellos. Ciertamente, la Iglesia, formada por hombres, no siempre ha estado a la altura de esos ideales, aunque haya sido, a pesar de todo, la institución que ha preservado los valores cristianos que están en la base de esos ideales.

Por otro lado, es muy sorprendente, para un libro increado y eterno que siempre haya suras que Alá le dicta a Mahoma las cosas que a él le convienen, en el momento justo en el que le convienen. Por tanto, todo esto me lleva a pensar que el Islam es una religión que, a pesar de la extraordinaria buena voluntad de musulmanes como los autores, no admite reformas. Me temo que es irreformable en su esencia. Para reformarlo hasta el límite de que en esa religión cupiesen esos ideales, habría que cambiarla desde sus cimientos. Y, entonces, dejaría de ser el Islam.

Pero admitamos que esa reforma fuese posible. Desde luego, no sería desde la Cátedra de Filosofía en la Universidad de Viena o desde el Global Forum for Islamic Reform (organismo que no he sido capaz de encontrar) o desde la mezquita de Ivry-sur-Seine, desde donde se podría llevar a cabo esa reforma. Tendrían que ser los musulmanes que viven en países musulmanes conviviendo con la cultura musulmana más o menos radical los que la llevasen a cabo. Y tengo muy pocas dudas de que esa reforma, si fuese posible, no podría realizarse sin inmenso derramamiento de sangre de los propios musulmanes reformadores mártires. Y, sinceramente, tampoco veo que entre los millones de musulmanes bondadosos que viven inmersos en el radicalismo haya ninguna vocación de martirio. Aunque reconozco el valor de los autores para escribir este artículo, hasta ahora, los únicos que están siendo llevados como ovejas al matadero son los cristianos de esos países.

Por eso creo que el mejor signo de buena voluntad de los autores sería pedir a los gobiernos de los países musulmanes que promoviesen el camino hacia la reciprocidad. Es decir, que la implantación de templos cristianos y su libertad de acción en esos países fuese la misma que ellos gozan en sus mezquitas de Al Shurah (que no he sido capaz de encontrar, pero que imagino que estará cerca de Viena donde el imán de esta mezquita es profesor de Filosofía) y de Ivry-sur-Seine, cerca de París, donde otro de los autores es profesor de lingüística. Creo que sería un primer paso. Tampoco estaría mal que pidiesen que en las Universidades de esos países se impartiesen cursos de filosofía griega y occidental, desde Platón y Aristóteles, hasta Husserl y Bergson. Sin embargo, me temo que esto sería visto como una provocación y hasta es posible que si los autores de este artículo pidieran esto estuviesen poniendo en peligro sus vidas.


Por tanto, y con gran dolor de mi corazón, no soy capaz de apoyar la visión positiva y optimista de los autores. Reconozco que están cargados de una buena voluntad digna de elogio, pero no puedo compartir su punto de vista. Ojalá me equivoque o mi juicio parta de ideas erróneas que me puedan ser rebatidas. Nada me gustaría más.

12 de marzo de 2015

Frases 12-III-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Solo. Si hubiera un Dios, me parece que visitaría mi soledad y me hablaría familiarmente en medio de la noche. No me sentiría incómodo ante él ni avergonzado –tan sólo me asombraría de sentir lo que tengo de más universal, ser un efecto particular… Dios no tendría necesidad de mis remilgos, de mis temores, de mis sacrificios, de mis arrebatos forzados. Y no se trataría de bien ni de mal, de amor, de compasión, de pecado, de contrición, de salvación ni de recompensa, sino tan sólo de ternura y de resplandores entre nosotros. Habría una confianza inmensa, no sólo de mí en Él, sino también de Él en mí, y yo me sentiría tan infinitamente comprendido y concebido por el absoluto, y, en suma, tan verdaderamente creado por esa Persona, que todo sería aceptable, aceptado.

Paul Valéry. Cuadernos


8 de marzo de 2015

Homenaje a la Mujer

Este Domingo que está a punto de terminar ha sido el día internacional de la mujer. Por eso quiero celebrarlo con un homenaje, no al feminismo, sino a la Mujer. Para ello he elegido unas frases que me parecen procedentes. Algunas, sorprendentes, viniendo de quien vienen. Ya os sorprenderán. Por último, os adjunto un link a la carta apostólica sobre la dignidad de la mujer de Juan Pablo II publicada el 15 de Agosto de 1988.

                                                                 ***

La mujer encarna más fácilmente esta vocación “femenina”, el estar junto a las cosas, con las cosas y los seres, para resucitarlos, en cierto modo, del sueño, de la esclerosis, de la petrificación y del orgullo.

Charles Moeller: Literatura del siglo XX y cristianismo, tomo VI, capítulo dedicado a Gertrud von Le Fort.


Eva es también anima, el alma, desposada con el señor cuerpo. El señor cuerpo, animus, se hace el astuto, cree en las grandezas temporales, lleva a su esposa de calle en calle, de ciudad en ciudad, a fin de presentarla a su “buena familia y a la gente importante”, a los nobles y a los ministros, a los tíos heredables. La joven mujer, la esposa, Eva, es el alma, que se deja llevar. Deja que hable el señor cuerpo. Deja que la lleve por los caminos. Pero, entre tanto, ella sueña con “la primera mañana”. [...] el sueño de Eva exiliada es también el ensueño de nuestra alma, que se acuerda de la “primera mañana”, en que descendió hacia este “primer atardecer”, de la “reciente primavera” en que descendió hacia este “sol de invierno”. Eva simboliza la parte “femenina” de todo ser humano, que espera ser visitada, ser devuelta al paraíso, a la infancia del mundo. Es, en la humanidad, la parte mística, la que “se acuerda” de la “heredad perdida”, y busca el camino a lo largo de los viejos callejones. La humanidad hija de Eva es la de todos los hombres [...].

Charles Moeller, Tomo IV, La esperanza en Dios nuestro Padre, capítulo dedicado a Charles Péguy.


La auténtica mujer viene de la noche de los tiempos. Ocupa todo el horizonte de la creación. Conoce el secreto de las profundidades, de las piedras, de los moluscos, de los peces, de las flores y del sueño. Como los de los gatos y los de las esfinges, sus ojos atraviesan las tinieblas. Posee bajo su lengua la llave de las músicas viscerales, la nostálgica melodía de las sirenas, la sintaxis de los pájaros y el inmaculado solfeo de la tranquilidad postrera. Es la maga blanca que rehace para nosotros una infancia de cada pequeña muerte. Es el hada de largos cabellos rizados, de las pupilas doradas, que espera al hombre para revivir con él el paraíso terrenal. Desear esta mujer disipa todos los demonios. Porque sumergirse en ella enseña al hombre que el regocijo es casto.

Louis Pawels, Las últimas cadenas.


El acto humano más conforme a la motricidad de la mujer es el de cuidar; nos da el sentido de su existencia y el del mundo en que vive… El ser en el mundo como cuidado (como cuidar) determina la relación de la mujer con su cuerpo y… el acto de cuidar alcanza su plenitud en la posibilidad maternal.

Frederik J. J. Buytendijk. “La mujer”. Madrid 1955.


La función femenina consiste en conservar la forma humana, en protegerla. Lo humano es, pues, la provincia femenina, y lo inhumano, la masculina.

No sé de quien es.


La mujer no es repetición inútil del hombre, sino el lugar encantado donde se cumple la alianza viva del hombre con la naturaleza. Que desaparezca la mujer, y los hombres serán solitarios, extranjeros sin pasaporte en un mundo glacial. La mujer es la tierra misma, elevada al vértice de la vida, la tierra hecha sensible y gozosa y, sin ella, para el hombre, la tierra se vuelve muda y muerta.

Michel Carrouges


Es en el seno del mundo dado donde le corresponde al hombre hacer triunfar el reino de la libertad. Para conseguir esta suprema victoria, es necesario, entre otras cosas, que, más allá de sus diferencias naturales, hombres y mujeres afirmen sin equívoco su fraternidad.

Simone de Beauvoir. Final de su obra “El segundo sexo”.


Tan pronto como hay en el hombre y en la mujer un poco de modestia y alguna generosidad, las ideas de victoria y de derrota quedan abolidas; el acto de amor se torna libre intercambio… El problema para la mujer consiste en encontrar uno al que pueda considerar como su igual.

Simone de Beauvoir. “El segundo sexo”.


Este pleno desarrollo supone que… la mujer logre… establecer con su pareja una relación de reciprocidad. La asimetría del erotismo masculino y femenino crea problemas insolubles, hasta el punto de que hay lucha de sexos: pueden resolverse fácilmente cuando la mujer siente en el hombre, a la vez, deseo y respeto… Las palabras recibir y dar intercambian su sentido; el gozo es gratitud; el placer, ternura… Es tanto más conmovedor por cuanto, los dos seres que simultáneamente niegan y afirman apasionadamente sus límites son semejantes y, sin embargo, diferentes. Esta diferencia que, no pocas veces, los aísla, llega a ser, cuando se unen, la fuente de su maravilla.

Simone de Beauvoir. “El segundo sexo”.


Amarse es mirar juntos en una dirección. Pero es también mirarse a veces mutuamente. Es la “juntura” del hombre y de la mujer. Articulación a la vez tan frágil y tan indestructible, del “hombre sin ribera junto a la mujer ribereña”.

Charles Moeller. Literatura del siglo XX y cristianismo. Tomo V, Amores humanos. Capítulo dedicado a Simone de Beauvoir.


La mujer o, para mayor exactitud, la mujer en el matrimonio, es el representante de la vida, con el cual debes explicarte.

Franz Kafka, Hochzestzsvorbereitungen auf dem Lande (Preparativos de una boda en el campo) p. 118.


Una pareja que cree en la resurrección de la carne conoce goces que el libertino no imagina.

Fabrice Hadjajd. Tenga usted éxito en su muerte.


No se ama a una mujer porque sea bella. Es bella porque se la ama.

No sé de quien es


Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio, o se compran bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín de chino.

Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estas triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran solo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento.
 
Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuantas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz.

Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio ilusionadas con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso.

Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos.

Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que amamos. Solo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigo de la forma y enemigo del alma. Vértigo de divas, y llanto de princesas.
                                                     
La verdadera belleza esta en las arrugas de la felicidad...

Mario Vargas LLosa


Creo que en el último día, las cenizas, levantadas por el Espíritu, obedecerán a las órdenes de reencontrarse por sí mismas. Y volverás a ver a tu hija cogiendo cerezas y capuchinas [...] y a tu joven mujer, cuya mejilla está dulce como la mañana.

Francis Jammes. Hojas en el viento.




5 de marzo de 2015

Frases 5-III-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Me siento afortunado, lleno de felicidad en el bosque: cada árbol habla a través de Ti, ¡oh! Dios... Tengo la sensación de que cada árbol me conoce y me deja oír su voz diciendo: Santo, Santo, Santo... Dios mío, en el bosque soy feliz. ¡Qué serenidad, qué paz! En el bosque me es más fácil elevar mi alma a Ti.

Ludwig van Beethoven


3 de marzo de 2015

Cumplir años una vez más

Hoy cumplo, Señor 64 años. 64 años en los que siempre has estado a mi lado, aunque durante bastantes de ellos yo no haya estado a tu lado. Porque como decía san Agustín “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba conmigo” sino que vagaba por una noche sin Ti. Pero Tú no has parado de llamarme y de atraerme a Ti, como un pescador que va recogiendo muy lentamente el sedal para que no se rompa la boca del pez. 64 años en los que me has colmado con tus favores, cuando te los pedía y cuando no te los pedía. Me has regalado una espléndida familia, la mayor riqueza que podías darme. Pero, además, ¡me has dado tanto bien! Canto con el salmista: “¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho?” y me contesto: No podré. Ni en millones de vidas podría pagarte ni la infinitésima parte del bien que me has hecho. No siquiera para contarlo me bastarían todas esas vidas. Por eso mi alma canta su agradecimeiento, porque eso sí puedo hacerlo. Agradecer. Desde mi pequeñez y mi pobreza, agradecer con toda mi alma. Y, siguiendo con el salmista, “alzaré la copa de la salvación invocando tu nombre”. Sí, Señor, la alzaré para que Tú la llenes con lo que quieras. Yo brindaré por Ti con ella, dándote gracias.

No sé lo que me espera en lo que me quede de vida. No sé cuánto más viviré, ni cómo moriré. No sé las alegrías, las penas o las tragedias que me esperan. No lo sé, pero no me quita el sueño el futuro. Porque lo que sí SÉ es que tú estarás a mi lado en todos esos años que me queden, me pase lo que me pase. SÉ que Tú tienes un plan para mí y SÉ que si yo me dejo llevar por ese plan, y no tengo más que querer dejarme llevar para que Tú me lleves, lo mejor de mi vida está todavía en ese futuro que me espera. Como el vino bueno de Caná. Puede que no sea lo que más me apetezca. Puede que haya dificultades y dolores, pero es lo mejor. Lo mejor para tu Reino, lo mejor para mi salvación y la de mi familia, lo mejor para la salvación de este mundo tan revuelto y difícil. Y SÉ que, después de todo, Tú me estarás esperando, con tu misericordia, para abrirme las puertas de tu paraíso.


Gracias Señor.

2 de marzo de 2015

Frases 2-III-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Miré por la ventana abierta, detrás de la cual se alcanza a ver una gran parte de Amsterdam; se ve, por encima de los tejados, hasta la línea del horizonte, de un azul tan limpio que ya no se marcaba bien. Me dije: “Mientras esto exista y yo pueda ser sensible a ello –este sol radiante, este cielo sin nubes–, no puedo estar triste. Para el que tiene miedo, para el que se siente sólo y desgraciado, el mejor remedio es salir al aire libre, encontrar un sitio aislado donde pueda estar en comunión con el cielo, con la naturaleza y con Dios. Sólo entonces se siente que todo está bien así, y que Dios quiere ver a los hombres felices en la naturaleza, sencilla, pero cargada de belleza. Mientras esto exista, y sin duda será siempre así, estoy segura de que toda pena encontrará alivio, en cualquier circunstancia. Cuando miraba fuera y contemplaba directa y profundamente a Dios y la naturaleza, era feliz, completamente feliz... Se puede perder todo, las riquezas, el prestigio, pero esta dicha dentro de tu corazón sólo puede, a lo sumo, oscurecerse, y siempre volverá a ti, mientras vivas. Mientras levantes los ojos al cielo sin temor, tendrás la seguridad de ser puro, y volverás a ser feliz, pase lo que pase.

Diario de Ana Frank. Escrito en 1944, tras dos años de vivir confinada en un cuartucho escondiéndose de los nazis. Al final Ana y su familia fueron descubiertos y murieron en los campos de exterminio nazis. Afortunadamente, el diario que escribió en los dos años que estuvo escondida, sobrevivió, para contarnos muchas cosas.

Comparar con esta frase del Evangelio en la última cena (Juan 16, 22): “De momento estáis tristes; pero volveré a veros de nuevo y de nuevo os alegraréis con una alegría que nada ni nadie podrá arrebataros.”