Al segundo Adán, igual que al primero, también le intriga el cosmos. La
curiosidad intelectual los impulsa a ambos a afrontar con coraje el mysterium magnum del ser. No obstante,
mientras el cosmos provoca en el primer Adán lla búsqueda del poder y el
control y suscita por tanto en él la pregunta funcional acerca del ‘cómo’, el
segundo Adán responde a la llamada del cosmos con una dedicación a un tipo
diferente de gesto cognitivo. No formula una única pregunta funcional, sino
que, en cambio, su investigación es de una naturaleza metafísica y con tres
aspectos. Desea saber: ‘¿por qué existe?’, ‘¿qué es?’, ‘¿quién es’?’ (1). Se
pregunta: ‘¿Por qué el mundo en su totalidad vino a existir? ¿Por qué el hombre
se haya frente a ese orden –estupendo e indiferente– de las cosas y de los
acontecimientos?’ (2). Pregunta: ‘¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Qué
mensaje encierra la materia orgánica e inorgánica y qué significado tiene esa
gran empresa que llega hasta mí tanto desde más allá de los confines del
universo como desde las profundidades de mi alma atormentada?’ (3). El segundo
Adán continua haciéndose preguntas: ‘¿Quién es Aquél que me sigue de manera
constante, sin haber sido invitado ni deseado, como una sombra eterna, y que se
desvanece en los recovecos de la trascendencia en el preciso instante en que me
giro para enfrentarme a ese numinoso, increíble y misterioso Él? ¿Quién es Aquél que llena a Adán de
sobrecogimiento y gozo y, de forma concurrente, de humildad y de una sensación
de grandeza? ¿Quién es Aquél a quien Adán se aferra en un amor apasionado, que
le devora, y de quien huye en un temor mortal, aterrorizado? ¿Quién es Aquél
que tiene fascinado a Adán de un modo irresistible y quien, al mismo tiempo, hace
que éste le rechace de manera irrevocable? ¿Quién es Aquél a quien Adán siente
a la vez como el mysterium tremendum y
como la verdad más elemental, más obvia y más comprensible? ¿Quién es Aquél que
es Deus revelatus y Deus absconditus de manera simultánea?
¿Quién es Aquél cuyo aliento vital y reconfortante siente Adán de forma continua
y quien al tiempo se mantiene distante y remotamente apartado de todo?’
Joseph B. Soloveitchik. La soledad del hombre de fe.
Creo que quien sólo piensa como
el primer Adán y se niega a buscar respuesta a estas preguntas porque no están
al alcance de éste personaje rechazando la búsqueda metafísica, se amputa la
mitad de su ser.
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