Sí, para mí, este año, san Fermín es el día 9 de Julio, en vez del 7. Porque este lunes, 9 de
Julio, voy a correr en el encierro de Pamplona. Bueno, correr, lo que se dice
correr, no. Pero sí que voy a estar en la calle a merced de los toros. Eso sí,
muy pegadito a la pared y metiendo tripa para presentar menor superficie
vulnerable y rezando para que pasen de largo. Así que os sugiero que el lunes,
a las 8h, esteis delante de la televisión para ver los sanfermines. Estaré en
la pare de arriba de la cuesta de Santo Domingo, en donde los mozos, y este
viejo, le rezan al santo para que los proteja con su capote. Se canta tres
veces un canto que dice:
A san Fermín pedimos, por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro,
dándonos su bendición.
¡Viva san Fermín! ¡Viva!
junto con su traducción al vasco, que no me sé.
Allí estaré y, luego, cuando suene el primer cohete, como he
dicho, pegado a la pared, metiendo tripa. Claro, muchos de los que leáis esto no me conoceréis físicamente. Bueno, si veis a uno de unos 180 Kg, calvo y vestido de verde, ese soy yo. ¡¡¡¡Noooooo!!!! Tenéis que buscar a un tío delgado, de 1,90 metros de alto, con melena, vestido de blanco con pañuelo y fajín rojos. ¡¡¡¡¡¡Noooo, tampoco es eso!!!! Un tipo normal, con el pelo tirando a blanco y un poco de tripita, no mucha. Eso sí, vestido correctamente para el encierro. Es decir, uno más, indistinguible. Pero, da igual, aunque los que no me conozcáis no podréis distinguirme, el encierro es un espectáculo que merece verse.
El plan es apetecible.
El domingo 8 salgo de Madrid en coche con tres hijos y un
yerno (plan de hombres para indignación de las mujeres de la familia) Por la
noche, a las 10h, a ver el encierrillo, en el que los toros que se van a correr
al día siguiente por la mañana, se llevan desde el corral del gas, más a las
afueras de Pamplona, hasta el sitio de donde arranca el encierro al día
siguiente. Y después, al hotel y a la cama. Al menos yo.
El lunes 9, a las 6 de la mañana, ¡en pie!, para, sin
desayunar, por si las moscas, estar a las 7 en la cuesta de Santo Domingo para
coger sitio y esperar hasta que el encierro empiece a las 8. A mis hijos y
yerno no les dejo correr porque ellos están en pleno tirón de la vida con
mujeres e hijos. Yo, en cambio, aunque también tengo mujer e hijos, ya estoy amortizado.
Soy una máquina que funciona francamente bien y todavía puede seguir cumpliendo su función,
pero ya amortizada. Si me pasa algo, ¡que pena!, pero la vida sigue. Llevo
desde los 18 años soñando con correr el encierro. A esa edad, todos mis amigos corrieron muchos años, mientras yo, en Julio, estaba en Inglaterra aprendiendo el
poco inglés que sé. Luego vinieron las milicias universitarias, el noviazgo y…
Desde hace 50 años veo por televisión casi todos los encierros. El año pasado,
tras el último, tomé la decisión. El lunes, día en el que hay menos gente, 9 de
Julio de 2018 estaría allí. Y empecé a organizar el plan. Pero no estoy
chiflado. Como buen banquero, he hecho mi análisis de riesgos. La estadística
dice que en cada encierro se producen 0,9 heridos por asta de toro. Como corren
unas 2.000 personas en cada encierro, la probabilidad de que me hiera con su
asta un toro es de 0,45 por mil. O sea, despreciable. Además, el sitio menos
peligroso para quedarse pegado a la pared es precisamente donde yo voy a estar,
sitio por el que los toros, que acaban de ser soltados y espantados por el
cohete, van ciegos, a toda leche y todos juntos. Por si fuera poco, la calle tiene el bordillo de la acera que los torps evitan y a mí me sirve de protección. Los Cebada Gago, que es la
ganadería que se lidia ese día, tienen fama de ser los más peligrosos, pero eso
no ocurre en la cuesta de Santo Domingo, sino en Estafeta, donde se separan, se
paran, se vuelven y se convierten en bichos que miran y atacan. Pero en Santo
Domingo, todos juntos como locos y ciegos. Lo he visto así durante 50 años. Es
cierto que en los encierros hay también heridos por golpes, contusiones,
caídas, etc. Pero eso les pasa los que corren. Los que nos quedamos
pegados a la pared metiendo tripa, no tenemos esos riesgos. Así que, tranquilo.
Tras el encierro, un buen desayuno, con hambre de lobo.
Después, a las 12, a ver en la plaza en apartado de los toros en sus chiqueros
para la corrida de la tarde.
Tras el apartado, una opípara comida en el Hotel Europa.
Luego, ¡a los toros!
Y, después de los toros, coche y a casa en Madrid.
¿A que os doy envidia? Pues el año que viene, vosotros, que
para mí esto es algo de una sola vez en la vida (como para el 45% de los que
corren el encierro). Una y no más, santo Tomás.
En fin, os quiero a las 8h del lunes 9 delante de la tele, aunque no me conozcáis.
Si Dios quiere, la semana que viene contaré mis experiencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario