27 de septiembre de 2015

¿Dónde estaba Dios en el genocidio de Ruanda?

Hoy quiero comentar una película que vi el otro día en la televisión por casualidad, mientras zapeaba. El título, del que nunca había oído hablar era “disparando a perros”. Espero que me perdonéis que os destripe la película, pero quien no quiera que eso ocurra porque va a verla (cosa que recomiendo vivamente) que se salte lo que viene a continuación, hasta la letra negrita del final.

Es una historia real situada en 1994, en el genocidio de los tutsis de Ruanda por los hutus (no confundir con la famosísima “Hotel Ruanda”). La acción ocurría en un colegio católico regentado por un sacerdote católico, el P. Christopher. Un joven profesor inglés ha ido a dar clases a ese colegio un mucho por filantropía y otro mucho por aventura y otro mucho para sentirse bien consigo mismo. Al estallar la persecución de los hutus hacia los tutsis, los alumnos de esta etnia acuden a refugiarse, junto con sus familias, al colegio donde se ha acantonado una unidad de cascos azules de la ONU. Pronto los sublevados hutus sitian el colegio, pero la protección de los cascos azules parece brindarles cierta seguridad frente a lo que pasa en el exterior en donde los tutsis son brutalmente masacrados. También unas monjas que tienen un hospital cerca del colegio son violadas y asesinadas. Pero las fuerzas de la ONU reciben la orden de abandonar la posición para salir del país. Esto deja al P. Christopher al profesor y a todos los tutsis en una situación desesperada. En el momento en que se sabe que los cascos azules se van a ir, el joven profesor dice que no pueden hacer nada. El sacerdote afirma que sí puede hacer mucho: confesar y celebrar Misa para que todos mueran en Gracia. La respuesta no parece satisfacer mucho al joven que pregunta al sacerdote dónde está Dios. El P. Christopher no contesta, confiesa, celebra la Misa y, sale a pedir a los cascos azules que no se vayan o que, en todo caso, hagan varios viajes en sus vehículos para evacuar a los tutsis, a lo que los soldados de la ONU no acceden.

El joven profesor se va con los soldados con la bendición del sacerdote que le dice que Dios tiene para él otro destino. Y, entonces responde al joven diciéndole algo así como. “He visto dónde está Dios. Está aquí, es cada uno de ellos y me ha elegido a mí para que sea una muestra de su amor. Tengo una inmensa paz”.

Tras partir los cascos azules, el sacerdote, con la vieja camioneta del colegio, sale con unos veinte chicos de los más de cien tutsis que hay en el colegio. En el primer control se encuentra con uno de los alumnos mayores del colegio, un hutu, enloquecido con el furor de la sangre. Logra distraerle hasta que los chicos escapan por la selva. Pero su alumno hutu, tras un momento en el que parece dudar de su proceder, le mata.

Y, ¿este rollo de contarnos una película, de qué va? Pensaréis alguno con razón. Pues va de que ese mismo día, un amigo mío que había hecho unos días antes unos ejercicios con un sacerdote Jesuita al que había pedido un texto de Karl Rahner que les había leído en los ejercicios, lo recibió y me lo mandó a mí. Al acabar la película abrí el mail y lo leí. Ahí estaba la respuesta a la “inutilidad” de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Os lo copio a continuación.

“La resurrección de Jesucristo es como la primera erupción de un volcán, que muestra que en el interior del mundo ya arde el fuego de Dios, que lo llevará todo a la incandescencia. Ya se levantan desde el corazón mismo de la tierra, en el que penetró muriendo, las nuevas fuerzas de una tierra gloriosa. Ya están vencidos, en lo más profundo de toda realidad, el pecado, la esterilidad, la muerte, y no falta mucho tiempo para que toda la realidad, y no sólo el cuerpo de Jesucristo, refleje lo que realmente ha sucedido.

Porque no comenzó Jesucristo a salvar y glorificar el mundo por la superficie, sino por la raíz misma, creemos nosotros, seres superficiales, que no ha sucedido nada. Porque el agua del dolor y de la culpa todavía corre aquí donde estamos, nos imaginamos que sus fuentes en lo profundo, no están aún agotadas. Porque la maldad dibuja todavía ruinas en el rostro de la tierra, concluimos que en lo más profundo del corazón de la realidad ha muerto el amor.

Pero todo no es sino apariencia, apariencia que tenemos por realidad de la vida. No se da ya abismo alguno entre Dios y el mundo. Jesucristo está ya en medio de todas las cosas miserables de esta tierra. La desgracia se ha convertido en algo provisional y en mera prueba de nuestra fe en el más íntimo misterio que es el Resucitado. El más allá de todo pecado y de la muerte no está lejos, ha descendido y vive en lo más profundo de nuestra carne. Desde entonces, la madre tierra da a luz sólo a hijos que serán transformados. La resurrección de Jesucristo es el comienzo de la resurrección de toda carne”.

Karl Rahner, Escritos de Teología, vol. VII, Taurus Ediciones, Madrid 1969, p. 170.

Amén

Creo firmemente en eso. Espero anhelante en eso. Amo con toda mi alma eso. Del genocidio de Ruanda hace ahora más de veinte años. Pero sigue habiendo genocidios, sigue habiendo tántas guerras, tánta miseria, tánto dolor en el mundo que esperan la sanación de la resurrección de Cristo… Sé que mi oración acelera esta sanación. Que el fuego del interior de la tierra aflore y lleve todo a la incandescencia. Que la sequía del dolor y la culpa que ya se ha producido en lo profundo, alcance nuestro mundo. Que del corazón de la realidad surja el amor que edifique sobre las ruinas de la maldad que causa tánto dolor. ¡Ven Señor Jesús! ¡Ven!

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