Hoy dedicado la entrada íntegramente al Papa
Francisco en dos asuntos del máximo interés para los cristianos y para muchas
personas de buena voluntad. El primero, sobre el año jubilar de la Misericordia
y el aborto y el segundo sobre las modificaciones en el proceso de declaración
de nulidad del matrimonio. Es para mí una inmensa alegría tratar estos temas
porque en ellos veo al Papa que me parece maravilloso, el que pone el acento en
la Misericordia de Dios y en que los cristianos seamos, en frase suya,
“facilitadores de la gracia en vez de sus aduaneros”. Y es para mí una alegría
no tener que ser otra vez la mosca molesta que soy cuando el Papa habla de
economía.
Los dos temas –pero especialmente el primero–
han sido tratados por la prensa, en general, de forma lamentable, en una
mezcla, que varía según el medio, de ignorancia, mala intención para crear
confusión, sensacionalismo y estupidez. Pero vamos a ello.
1º Año de la Misericordia. Lo primero, para ir a
las fuentes, adjunto más adelante [1] el texto íntegro de lo que REALMENTE ha
dicho el Papa al respecto. En ningún momento el Papa quita gravedad al terrible
pecado del aborto. Lo que dice es que, excepcionalmente, y durante este año,
todo sacerdote podrá absolver de ese pecado y no sólo el Obispo, como es el
procedimiento normal para perdonar este pecado y al que siempre se ha podido
recurrir. (A este respecto, una persona a la que di a leer esto antes de colgar
la entrada me hizo un comentario que incluyo en [2]). Es decir, es facilitador
de la gracia, pero sin confundir los términos y llamando pecado al pecado. Se
apiada del dolor de tantas mujeres que, a menudo, son casi tan víctimas del
aborto como los niños que lo sufren, ya que se ven empujadas a ello por muchos
y terribles condicionamientos que el Papa conoce muy bien por sus años de
Pastor. También demuestra misericordia por aquellas otras mujeres que tal
vez hayan recurrido al aborto de manera menos condicionada pero que sientan la
herida de lo hecho y a aquellos que hayan colaborado de la forma que sea en el
aborto y estén arrepentidos. Pero, SIEMPRE, pasando por el sacramento de la
confesión donde se produce el encuentro con la Misericordia de Dios. Y pide a
los sacerdotes que sean testigos de esa Misericordia, pero les que pide también
que ayuden a comprender la gravedad del pecado cometido. Aunque está en lo que
adjunto, no quiero dejar de citar literalmente un párrafo de la carta.
“Uno de los graves problemas de nuestro tiempo
es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida. Una
mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida
sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida. Algunos
viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse
cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en
cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro
camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han
recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a
esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a
muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida
y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de
comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de
Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con
corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la
reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a
todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión
contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han
practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se
deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina
acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar
un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y
generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia”
Creo conveniente decir algo sobre el tan mal
conocido e interpretado tema de las indulgencias, que al fin y al cabo es uno
de los aspectos fundamentales del jubileo. Para ello, os adjunto una breve página
más adelante [3].
Y, para acabar con este tema del aborto, un
inciso: Todos nos hemos sentido sobrecogidos por la imagen del niño sirio
ahogado en la playa. La imagen ha dado la vuelta al mundo como la pólvora y ha
movido a muchos a volcarse con los refugiados. Creo que si se mostrasen en los
periódicos fotos de fetos -seres humanos más indefensos que niños-
descuartizados, la condescendencia con el aborto se terminaría en semanas.
Pero, conscientes de eso, todos los lobbies abortistas han creado el
sentimiento de que hacer semejante cosa es disgusting y,
cualquier periódico que lo hiciese sería boicoteado por sensacionalista y
retrógrado. Eso se llama hipocresía.
2º Trámites para la nulidad del matrimonio.
Tampoco aquí el Papa cambia ni un ápice el principio de la indisolubilidad del
matrimonio, ni de las causas por las que el matrimonio pueda ser nulo, ni
pretende “bajar el listón”. Ni por asomo. Lo que hace es facilitar trámites y
costes. Hasta donde yo sé (y si alguien que sepa más ve que me equivoco, le
pido que me corrija), hasta la entrada en vigor de las nuevas normas, era
necesaria la presencia de tres jueces canónicos para determinar si se dan las
condiciones de nulidad. Además, eran necesarias dos sentencias de dos
tribunales diferentes para que la resolución fuese positiva. Si no era así,
podía interponerse un recurso a un tribunal superior, lo que llevaba a tres
procesos. Ahora el Papa dice que sólo es necesario un juez y que sólo es
necesaria una sentencia en vez de dos (o dos si se recurre una decisión negativa).
En los casos clarísimos, ni siquiera es necesario un tribunal, sino que el
propio Obispo puede sancionar la nulidad. Esto quita una enorme cantidad de
trámites, acorta un proceso que siempre es doloroso y disminuye los costes. Hay
que decir sin embargo, que en el 70% de los casos, aduciendo escasez de
recursos económicos, el coste eclesiástico del proceso era cero. Es decir,
nadie veía la puerta cerrada por motivos económicos. En cualquier caso, las
tasas del proceso no eran una fuente de ingresos para la Iglesia, sino que se
destinaban a pagar a las personas que trabajan en ello, jueces, abogados,
procuradores, etc. El Papa quiere ir un paso más allá y hacer que sea gratis
para todo el mundo. No sé si esto es llevar las cosas demasiado lejos, porque
hay unos costes de personas que se dedican a ello y que tienen derecho a que su
necesario y valioso trabajo, sea recompensado. El Papa habla de un fondo para
ellos. Veremos.
Pero, en cualquier caso, esto son detalles. Lo
importante: De ninguna manera esto cuestiona el principio de indisolubilidad
del matrimonio ni las causas de nulidad, sino que únicamente, para que la
Iglesia no sea aduanera de la gracia, sino facilitadora, el Papa simplifica
trámites y procesos. Bienvenido sea este cambio.
Sin embargo, en última instancia, no se debe
perder de vista que la obtención de la nulidad es un asunto de conciencia. Como
toda institución humana, los tribunales que juzgan sobre este tema pueden ser
engañados si se es suficientemente astuto. Pero esta astucia me parece más bien
estupidez, porque si uno no cree en nada de esto, qué más le da la nulidad que
pueda o no pueda conceder el tribunal eclesiástico, pero si uno cree, sabe que
se puede engañar a los hombres, pero no a Dios. Y no es conveniente confundir la
Misericordia de Dios con una estupidez de la que carece. (Aunque si bien Dios
no es estúpido, su Misericordia tiene una segunda derivada (y una tercera, y
una cuarte y...) que alcanza también a los que le toman por tal, siempre que se
arrepientan sinceramente de ello, reconozcan su segunda derivada de pecado y
pasen por el sacramento del Perdón).
Por aquello de ir a las fuentes, me gustaría
adjuntaros el Motu Propio en el que se establece todo esto, pero en la página
web del Vaticano todavía no aparece traducido al español y, además, es muy
árido. Os adjunto, en cambio, una breve reseña de la rueda de prensa que tuvo
lugar tras la comunicación del Motu proprio [4].
[1] Al venerado
hermano Monseñor Rino Fisichella Presidente del Consejo Pontificio para la
Promoción de la Nueva Evangelización.
La cercanía del
Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en
algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que
la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la
misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el
Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese
tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y,
así, el testimonio sea cada vez más eficaz.
Mi pensamiento se
dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como
peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia
jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios,
la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona,
olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia
los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta
Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo
diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo
de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia
en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias
que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este
momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la
celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será
necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración
por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.
Pienso, además, en
quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta
Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo
en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir
la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el
misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar
sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento
de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los
diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la
indulgencia jubilar. Mi pensamiento se dirige también a los presos, que
experimentan la limitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la
ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas
que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la
injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad
dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la
misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su
perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez
que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al
Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la
misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de
convertir las rejas en experiencia de libertad.
He pedido que la
Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de
misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en
efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo
nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras
obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de
la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder
del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia
jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe,
esperanza y caridad.
La indulgencia
jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos
unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los
recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio
de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso
del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la
bienaventuranza que no tiene fin.
Uno de los graves
problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con
la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la
debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida.
Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin
darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros,
en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener
otro camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que
han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron
a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral.
He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa
elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo,
sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la
esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya
arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de
la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre. También por este
motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no
obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del
aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello
perdón. Los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar
palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado
cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger
el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.
Una última
consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan las
iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año
jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos
hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida,
sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil.
Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar
la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al
mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles,
por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la
Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para
celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la
absolución de sus pecados.
Confiando en la
intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la
preparación de este Jubileo extraordinario.
Vaticano, 1 de
septiembre de 2015.
[2] Respecto a la absolución del pecado del
aborto, XXX me explicó el otro día que lo que el Papa ha hecho para el
año de la Misericordia es la práctica habitual en su diócesis y en otras
muchas. Es decir, su obispo da permiso a todos sus sacerdotes para dar la
absolución del pecado y permitir la vuelta a los sacramentos de forma
inmediata. Tan solo les pide que informen de cada caso a la diócesis,
obviamente de forma anónima y asegurando que el sacerdote informa adecuadamente
de la gravedad del pecado. No sé hasta qué punto es una práctica generalizada,
pero desde luego es algo habitual.
En otras diócesis, si no le entendí mal, el
sacerdote escucha la confesión y emplaza a la mujer (o al hombre porque además
esto no es exclusivo del pecado del aborto) a volver al cabo de unos días para
recibir la absolución. Durante ese período informa al obispo de su diócesis,
siempre de forma anónima, del caso detallado, las circunstancias en las que se
produjo y la explicación que se le ha dado acerca de la gravedad del pecado,
tras lo cual se le da permiso para dar la absolución.
En consecuencia, la decisión del Papa generaliza
una práctica ya habitual en la Iglesia Católica (que muy posiblemente él ya
había adoptado siendo arzobispo de Buenos Aires). Esto es relevante de cara a
la pésima explicación que se ha dado del asunto, incluido en medios católicos,
en los que parece que antes no se daba la absolución o que la mujer tenía que
acudir nada menos que a un obispo para recibirla. Una de esas confusiones, ésta
más bien malintencionada en algún artículo que he leído, es confundir la
excomunión latae sententiae de pecados graves como el aborto,
que es automática al cometer el pecado, es anónima (dado que solo la persona
que ha cometido el pecado lo sabe) y se elimina en el mismo momento de la
absolución, con la excomunión ferendae sententiae, que es una
condena pública por la reiteración de un pecado público, notorio y plenamente
consciente, impuesta por un tribunal una vez agotadas otras alternativas. Es
obvio que a una mujer que ha abortado nunca se le impone el segundo tipo de
excomunión. Pero todo vale con tal de aprovecharse de la ignorancia de la
gente, un gran número de católicos incluidos (entre los que me encontraba antes
de hablar con del tema e informarme un poco por internet, no
te vayas a creer que hay que empollarse tratados de teología...).
[3] La Iglesia, como
administradora de los méritos infinitos de Cristo, concede gracias especiales
que permiten, con medios muy sencillos obtener para uno mismo o para un alma
del purgatorio una indulgencia plenaria. Estos medios no pueden ser más
sencillos: se puede obtener indulgencia plenaria con cosas tan sencillas como
leer media hora la Biblia o rezar el rosario en familia. Hay que rezar también
Padrenuestro, Ave María y Gloria por el Papa, un Credo en comunión con la fe de
la Iglesia, comulgar en el día y confesar en la semana anterior o posterior. A
estos requisitos les falta el más importante, sin el cual no hay indulgencia
que valga y cuyo olvido histórico es el que hace que tanta gente vea lo de las
indulgencias como una práctica vacía de contenido o incluso como simonía. Este
requisito es un acto de contrición. Este es el más importante, y el más
provechoso para el que gana la indulgencia aunque sea para otra persona. No es,
por tanto, una especie de concurso en el que si se da tres vueltas a la pata coja
hacia la derecha seguidas de una voltereta lateral, ¡hop! se obtiene la
indulgencia. Es necesario un acto de contrición, de dolor por las ofensas a un
Dios que sufre con nuestro pecado, porque va contra nuestra felicidad, y que nos
quiere hasta la muerte, y muerte de cruz.
Tampoco conviene
menospreciar el purgatorio. En él, las almas tienen que purificarse para ser
capaces de soportar la visión directa de la santidad de Dios, cuya
contemplación sería insoportable sin la mayor pureza. Lo mismo que no se puede
meter en un microondas un líquido lleno de virutas de hierro, así no se puede
entrar en la presencia de la santidad de Dios sin ser totalmente limpios de
corazón. Como hay que filtrar el líquido para poderlo meter en el microondas,
así debe el alma ser “filtrada” antes de subir hacia Dios. Y es esa espera, ese
ya, pero todavía no, ese ansia del alma que ya sabe qué es esa contemplación
pero que todavía no puede acceder a ella, la que hace que en el purgatorio se
sufra de impaciencia y de anhelo. Conseguir para un alma que está en ese vivir
sin vivir que pueda pasar de una forma inmediata a la presencia de Dios, es una
imponente obra de caridad si se ve con los ojos de la fe. Y que Dios haya
puesto en nuestras manos el conseguir esto es otra cosa inaudita.
A veces, la Iglesia, para
hacer más conscientes a los cristianos sobre la importancia de obtener
indulgencia plenaria, convoca acontecimientos extraordinarios que movilizan a
los cristianos y les hacen ver la importancia de las indulgencias como muestra
de la Misericordia de Dios. Son los Jubileos. Pero esos momentos
extraordinarios no son más válidos que los caminos corrientes.
¿No
es grandioso que por los méritos de Jesucristo y a través de la Iglesia podamos
lograr eso? ¿No es grandioso que, además, el acto de contrición nos acerque más
al Amor de Dios? ¿Es esto ñoñería, meapilez o simonía? Si se tiene fe, de
ninguna manera. Es caridad en estado puro. So no se tiene… es “locura para los
griegos y escándalo para los judíos”.
[4]
Reforma
sobre nulidad matrimonial: retroactividad, costos y tiempos
Tras la
presentación de los dos 'motu proprio' del papa Francisco sobre
la agilización de los procesos, los periodistas hicieron sus
preguntas
Respondiendo
a las preguntas de los periodistas presentes este martes en la Sala de
prensa de la Santa Sede, después de la presentación de los dos Motu Propio del Papa Franciasco que permitirán procesos sobre
nulidad matrimonial con tiempos más breves, fueron abordados varios temas
como la retroactividad de los procesos en curso.
Presentaron los motu proprio seis miembros de la Comisión
especial para la reforma del proceso matrimonial católico, instituida por
el Santo Padre para facilitar y eliminar burocracia, sin perder el rigor
necesario, tres de los cuales miembros de los principales tribunales de la
Santa Sede: de la Doctrina de la Fe, de la Signatura Apostólica, y de la Rota
Romana.
Uno los puntos principales, es que no se trata de estudiar
como anular un matrimonio, puesto que la Iglesia defiende
la indisolubilidad del vínculo conyugal, sino en juzgar los casos en los
que se considera que el matrimonio fue nulo por causas diversas, como la
coerción.
Sobre la retroactividad, los conferencistas indicaron
que las nuevas normas --las cuales prevén entre otros factores que la primera
sentencia sea definitiva si no hubiera apelo-- se aplicarán para las
sentencias posteriores al 8 de diciembre, fecha en que entran en vigor las
nuevas normas. O sea que las modificaciones promulgadas con los dos 'motu
proprio' del papa Francisco no serán retroactivas.
Al responder por qué no fue necesario esperar el próximo
sínodo de octubre sobre la familia para realizar esta reforma, el cardenal
Francesco Cocopalmerio, presidente del Pontificio Consejo de los Textos
Legislativos indicó que ya en el sínodo pasado quedó
absolutamente claro que la reforma en estos puntos ha sido solicitados por
los obispos.
Por lo que se refiere a la preparación de los obispos
para poder ser jueces en los procesos de nulidad, fue señalado que habrá una
formación permanente. Además la reforma comienza a entrar en vigor recién
en diciembre, lo que supone un tiempo de preparación. “”Es una inversión y
será necesario implementar y la formación hará el resto, indicó el secretario
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons.
Luis Ladaria Ferrer, S.J.
Por su parte el exarca apostólico de Atenas, Dimitros
Salachas, siempre respondiendo a las preguntas de la prensa, añadió que el
obispo pasa a ser juez pero no está solo, hay una sinodalidad diocesana. “Ay
del obispo que quiere hacer todo sólo” dijo, reconociendo que este problema se
presenta también en las Iglesias de oriente. Precisó que las personas
involucradas tendrán experiencia y aseveró que “más que jueces deberán ser
médicos”. Además hay otros temas que habrá que resolver, como los idiomas y las
traducciones por ejemplo en griego moderno.
Sobre los motivos evidentes que pueden acortar los
procesos, el cardenal Cocopalmeiro indicó por ejemplo circunstancias
fácilmente documentables, como la esterilidad conocida antes del matrimonio y
no indicada al cónyuge, o poseer una enfermedad transmisible no dada a
conocer antes de la boda.
El prelado auditor de la Rota Romana, Mons.
Alejandro W. Bunge, respondió que cambian 21 cánones, pero que
existen todos los demás. Partiendo de los hechos más evidentes y probándolos,
los procesos serán más breves, dijo. Indicó por ejemplo la falta evidente de la
fe, lo que puede llevar al error sobre el consenso.
En este tema, el decano de la Rota Romana, Mons. Pio
Vito Pinto, intervino para recordar que el papa emérito Benedicto XVI
había levantado el problema de la nulidad de un sacramento en el que falta la
fe, el cual difícilmente puede ser considerado verdadero.
Sobre los costos de las causas de nulidad añadió que
el santo padre Francisco ha sido muy claro: 'la gratuidad tiene que ser una
regla', porque es un deber de justicia. Si bien si bien reconoció que será
necesario un cierto tiempo para implementarla. Indicó por ejemplo que se
debería instituir un fondo destinado a los abogados de manera que el
proceso sea gratuito y ellos puedan ser pagados razonablemente. Precisó que hoy
en día entre el 70 y el 80 por ciento de las causas son gratuitas.
Por lo que se refiere a los tiempos actuales de los
procesos, se indicó que no deberían superar un año en primera instancia
y no más de seis e apelo, si bien en realidad suelen ser
dos y en apelo a veces llega a diez años. Ahora debería ser uno si no hay
apelo y no superar dos años si lo hubiera.
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