Leo en el
Investigación y Ciencia de Abril de 2016 dos artículos que reavivan en mí el
recuerdo del reiterado fracaso de las apocalípticas previsiones maltusianas,
siempre frustradas por la tecnología.
El primero lleva
por largo título y subtítulo: “Seis mil
millones de africanos. ¿Cómo hacer frente al alarmante futuro demográfico de
África?: dotar a las mujeres de mayor autonomía”. Su autor es Robert
Engelman.Lo primero que debo decir es que comparto con el autor la preocupación
por el crecimiento demográfico de África. Lo segundo que, con más énfasis aún,
comparto la solución que apunta en el título y muchas de las que da en el texto.
Efectivamente, el crecimiento demográfico es algo ante lo que debemos estar
concienciados. No es nada nuevo. Los católicos lo estamos. Ya en su encíclica“Humanae
Vitae”, Pablo VI afirmó que los católicos deberían practicar la paternidad
responsable. De una manera más coloquial y controvertida lo dijo Francisco al
afirmar en el viaje a Filipinas que “las
mujeres católicas no están obligadas a tener hijos como conejas”. Es decir,
los matrimonios cristianos están autorizados a llevar a cabo, según su
conciencia, un control de la natalidad responsable. Pero hay que distinguir
entre control de la natalidad y anticoncepción. El primero ve la vida como un
bien que, sin embargo, hay que controlar. La segunda, parte de la visión de la
vida como un mal que hay que restringir como sea. Y, precisamente en ese como
sea, radica la diferencia entre uno y otro planteamiento. En el control de
natalidad se parte de la libertad de las familias de decidir libremente los hijos
que quieran tener, sin imposiciones exteriores y usando medios que no traten el
hecho de que aparezca una nueva vida como un mal a evitar a toda costa. En la
anticoncepción se parte de ver la generación de una nueva vida como una
enfermedad, lo que da derecho a los Estados a intervenir y al uso
indiscriminado de cualquier método, como si se tratase de evitar una pandemia.
Entre esos métodos no se hacen reparos, por ejemplo, al aborto o a la
esterilización. Naturalmente, esta visión, para ganar la batalla ideológica
plantea de forma manipulada dos principios falsos. A) estamos ante una
situación de apocalipsis mundial y B) los sistemas llamados “naturales” son totalmente
ineficaces.
Ambos son falsos.
Empecemos por el B) En Calcuta y en otros sitios las Misioneras de la Caridad y
otras organizaciones cristianas han obtenido logros en la paternidad
responsable enormemente mayores que los obtenidos con campañas masivas de
reparto de anticonceptivos. Y la diferencia estribaba en la formación y el
acompañamiento de las primeras, frente al reparto indiscriminado de los
segundos. El tema A) del apocalipsis mundial lo dejaré para más adelante.
El artículo al que
me estoy refiriendo tiene elementos muy positivos. Resalto algunas frases del
mismo que no tienen desperdicio:
“…
las mejores medidas son aquellas que ofrecen ventajas adicionales de capital
importancia: educar a las mujeres jóvenes y adultas y equiparar su condición
social y legal a la de los hombres. […] La población nunca podrá ser
‘controlada’, ya que hacerlo implicaría vulnerar derechos humanos fundamentales
y probablemente sería fútil. Pero sí es posible influir en ella de un modo
indirecto, aunque no por ello menos eficaz. Una serie de estrategias bien
planificadas permitiría […] hacer la vida mucho más plena para niñas y niños y
mujeres y hombres por igual”.
[…]
“La
keniata MusimbiKanyoro, Presidenta del Fondo Global de la Mujer, ha
reivindicado recientemente ‘medios adecuados a la cultura propia y basados en
el derecho, para frenar el crecimiento demográfico, al tiempo que refuercen la
dignidad humana y el progreso sostenible’”.
[…]
“Los
ejemplos de Mauricio y Túnez demuestran que la clave para recortar el tamaño de
la familia reside en mejorar la calidad de vida de las mujeres equiparando sus
posibilidades económicas y sus derechos legales a los de los hombres […].
¿Cómo
puede el resto de África hacerse eco de este éxito? El primer paso consiste en
reconocer que es la mujer y su pareja, y no el gobierno, quienes tienen el
derecho de decidir el número de hijos. La mujer que es vista como igual al
hombre por su gobierno y por la gente que la rodea tiene más probabilidades de
concluir que es ella quien debe decidir ser madre y en qué momento, un poder de
decisión que deriva en una familia menos numerosa.
La
educación, sobre todo la secundaria, cataliza la adquisición de una mayor
autonomía. Gracias a ella, las niñas y las jóvenes adquieren conocimientos de
nutrición, medicina y vacunas. Pero también abre las puertas a un mundo de
oportunidades económicas, sociales, cívicas, políticas y artísticas. […].
También
es fundamental mejorar la educación de los jóvenes varones. Los adolescentes de
ambos sexos que asisten a cursos de educación sexual tienden a retrasar las
relaciones sexuales, lo que reduce el número de embarazos precoces e
indeseados”.
[…]
“En
Malawi, un programa experimental de transferencia de dinero a niñas en edad
escolar y a sus padres o tutores ha promovido la asistencia a la escuela. Con
ello, no sólo se consigue mejorar el nivel educativo; también se retrasa la
actividad sexual y el matrimonio, al tiempo que se reducen los embarazos en la
adolescencia”.
[…]
“Tanzania,
por ejemplo, contempla un proyecto de constitución que otorgaría a la mujer el
mismo estatus de que goza el hombre en materia de propiedad de bienes, sucesión
y otros derechos legales”.
[…]
“El
problema exige adoptar un enfoque zen, esto es, hallar un medio de moderar el
crecimiento creando las condiciones propicias para que el bien perseguido se
alcance de forma natural, sin buscar el enfrentamiento directo”.
[…]
“Conceder
autonomía a la mujer no necesita una justificación demográfica. Pero sucede que
la mujer que puede aspirar alto y decidir sobre su vida también decide tener
menos hijos y concebirlos más tarde, y lo logra”.
Ni que decir tiene
que suscribo con enorme entusiasmo todas estas ideas, pero no puedo dejar de
reseñar que el artículo exhala un fuerte olor a apocalipsis malthusiana y un
silencio total sobre los medios naturales de control de la natalidad. Y no
entiendo bien ese silencio porque, al margen de otras cuestiones éticas
mencionadas más arriba, en la inmensa mayoría de los países de África los
métodos naturales de control de natalidad son mucho más eficaces que los
métodos de contracepción, por el sencillo y evidente hecho de que aquellos
están a disposición de toda la población, mientras éstos deben ser a) comprados
por los países y b) distribuidos sin que se deterioren.
Paso ahora al
segundo de los artículos citados al principio que tiene que ver con una posible
revolución tecnológica en ciernes. Lleva por título, también muy largo: “Fuentes naturales de hidrógeno. Se han
descubierto abundantes emisiones de hidrógeno en diversos puntos continentales.
¿Se avecina una revolución energética?” y sus autores son Alain Prinzhofer
y ÉricDeville. La llamada economía del hidrógeno es una utópica solución a los
problemas que presenta la obtención de energía a través de combustibles fósiles
como petróleo, gas o carbón.Supone el uso del hidrógeno como material de
combustión para obtener energía[1]. Es
una solución porque el hidrógeno no genera CO2 como producto de su
combustión, sino agua (lo que, como veremos más adelante es también una ventaja
importante). Esto quiere decir que la combustión del hidrógeno no emite ni un
solo gramo de gases de efecto invernadero. Es utópica –o lo era hasta
ahora–porque se creía que no existía hidrógeno natural en la tierra. Sólo podía
obtenerse mediante métodos que consumen más energía de la que luego daría el
hidrógeno al quemarse. Es decir, sería como hacer un pan con unas tortas.
Pero he aquí que
parece, según dicen los autores del artículo, que sí hay hidrógeno natural en
la Tierra. Ya se han encontrado algunos puntos donde se puede obtener. Parece,
además, que existen procesos tectónicos en la corteza terrestre que lo están
generando continuamente, de forma que no es un combustible del que haya unas
reservas acumuladas, como pasa con el petróleo, el carbón o el gas, sino que la
Tierra lo está produciendo ahora mismo de forma espontánea. Es decir, es una
fuente sostenible. Por si fuera poco, los autores estiman que su distribución
por el planeta está bastante repartida por los cinco continentes y que, además,
para obtenerlo, no hay que hacer perforaciones profundas, sino que bastaría con
perforaciones, allí donde se encuentre, semejantes a las de los pozos de agua.
Es decir, la panacea.
Conviene, no
obstante enfriar un poco las expectativas. Los autores han determinado, en base
a las fuentes que han encontrado, qué características geológicas deberían
reunir los puntos donde se puedan hallar “manantiales” de hidrógeno natural. Es
decir, da pistas certeras sobre dónde buscarlo. Pero será necesaria mucha
inversión en prospección antes de poder estimar cuánto hidrógeno natural podría
obtenerse. Sin embargo, no me cabe la menor duda de que estas inversiones se
harán. Y si la cantidad es significativa será una aportación importante a la
solución de tres problemas vitales de la humanidad. Primero la disponibilidad
de fuentes de energía, segundo el calentamiento global y, tercero, la escasez
mundial de agua. No faltan voces que afirman que el agua será un recurso
enormemente escaso en el futuro, ya que hay la que hay y no se puede aumentar
su cantidad. Por supuesto, esto no es ningún problema si se llegan a
desarrollar sistemas de desalinización eficiente y adecuada del agua marina
para utilizarla en el riego[2]. Sin
embargo parece que el gasto energético para desalinizar el agua marina para el
riego es increíblemente alto, porque a poca salinidad residual que quede, las
tierras de cultivo se arruinarían. Si logran paliarse estos tres problemas, el
problema de la superpoblación del mundo también se hará menos acuciante[3].Para
el que quiera saber más de esto, aparte de leer el artículo del que hablo, ahí
van algunas referencias:
Natural molecular hydrogen seepage associated with surficial,
rounded depressions on the European Craton in Russia. N. Larin et al. en Natural
RsourcesResearch, vol, 24, nº 3,págs. 369-383, publicado on line en
noviembre 2014.
L’hydrogène
natural: Une source potencielle d’énergie prope et renouvelable. É. Deville y
A. Prinzhofer en Géologues, nº 185,
págs.. 105-110, junio de 2015.
Hydrogène
naturel: La prochaine révolution énergetique? A. Prinzhofer y
É. Deville. Berlín, 2015
Lo que viene a
continuación no forma parte del contenido del artículo comentado, pero es un
corolario que se deriva de él (En el texto principal de estas páginas me voy a
centrar en las conclusiones finales. He llegado a ellas en base a algunas
operaciones aritméticas sobre datos que cualquiera puede encontrar en internet,
como yo lo he hecho. Si alguno con mentalidad más ingenieril quiere ver estos
cálculos y datos, lo puede hacer en el anexo que va al final). Pues bien, el
uso del hidrógeno como combustible también ayuda a paliar la falta de agua, ya
que ésta se genera como un subproducto de dicha combustión. Efectivamente, dos moléculas de hidrógeno,
combinadas con una de oxígeno (esto es la combustión) producen dos moléculas de
agua. Es decir, por cada gramo de hidrógeno quemado, se producirían 18 gramos
de agua. Me he planteado la situación hipotética de que el hidrógeno generado
fuese suficiente como para sustituir toda la energía producida por combustibles
fósiles, petróleo, carbón y gas. Ciertamente no es probable que la
disponibilidad de hidrógeno sea tan ingente, pero tampoco es descartable. En
todo caso para saber qué pasaría si la sustitución sólo se produjese en un 50%
no hay más que dividir por dos las cifras que doy aquí.
La obtención
mediante hidrógeno de la energía que ahora se produce mediante combustibles
fósiles produciría143.000 millones de litros de agua al día. Teniendo en cuenta
que sólo el 20% de la misma se usa para uso personal, destinándose el 80% a la
agricultura, esta cantidad de agua daría para que 228 millones de personas
pudiesen tener el agua que la OMS estima suficiente para la salubridad. El
número de personas sin un acceso aceptable al agua asciende a 700 millones. Es
decir, se podría evitar el problema de una tercera parte de ellas. Y con el 80%
del agua producida podría regarse el 2,4% de la superficie cultivable de la
tierra. Lo cual, teniendo en cuenta que en EEUU tan sólo el 2,2% de la tierra
es de regadío, no está nada mal. Todo esto está hecho sobre la hipótesis de que
se desperdicia un 60% del agua producida.
Es decir, parece que
es cierto lo que dice el título del artículo. Sí, se avecina una revolución
energética. Más que energética. Y, a decir verdad, no una, varias, a cuál más
revolucionaria, si se me permite la redundancia. A saber: Las energías
renovables –eólica y solar– de alta eficiencia, la fusión nuclear o el coche
eléctrico. No se sabe muy bien en qué medida, pero estamos ante una revolución
tecnológica, en el campo energético y en muchos otros frentes, que, una vez más,
contribuirá a dejar en ridículo las visiones apocalípticas malthusianas. Uno
puede pensar que todos estos cambios tecnológicos llevan tiempo. Y es cierto.
Pero la visión apocalíptica del autor del primer artículo apunta al 2100, (fecha
en la que los 6.000 millones de habitantes de África de los que habla, son el
extremo superior de la horquilla de la evolución previsible de la población), es
decir a dentro de 84 años. Hagamos el experimento mental de situarnos en el año
1932, hace 84 años. Yo no vivía entonces, pero estoy seguro de que si a
cualquier persona de ese año le hiciesen ver el cambio tecnológico que se iba a
producir en los siguientes 84 años, se caería de espaldas. Pues en los próximos
84 años, con la aceleración vertiginosa que está sufriendo la innovación
tecnológica, estos cambios que apunto aquí serán irrisorios comparados con los
que se realmente se produzcan de aquí al 2100. Todas las previsiones
apocalípticas maltusianas se hacen sobre una base radicalmente falsa. A saber: que
la tecnología va a ser estable. Por eso fracasan todas.
Pero, bueno, en
definitiva, ¿cuántos seres humanos puede sostener el planeta Tierra? No lo sé,
pero voy a aventurar unas cifras y unas razones. Empiezo planteando algo que
puede parecer un disparate pero que espero mostrar que no tiene por qué serlo.
Holanda tiene una densidad de población de 500 habitantes por Km2 y
no creo que podamos decir que tienen mala calidad de vida por vivir hacinados.
Pues bien, si en todo el mundo existiese la misma densidad de población, la
Tierra podría albergar a 85.000 millones de habitantes. “¡Qué disparate! – podrá decirse–. El problema no es que quepan, el
problema es cómo alimentarlos, cómo suministrarles agua y energía, como
eliminar sus residuos, como transportarlos de un lugar a otro y un larguísimo
etc. de problemas que acarrearía el que hubiese más de 10 veces el número de
habitantes que hay hoy”. Veamos: al ritmo de crecimiento actual la
población se duplica cada 60 años, más o menos. Por tanto, a ese ritmo, para
llegar a esos 85.000 millones harían falta unos 216 años. No quiero ser
repetitivo pero, ¿dónde estará la tecnología dentro de 200 años? Seguramente se
podrá obtener energía limpia casi gratis, la producción de alimentos, tanto
vegetales como cárnicos[4], será
casi ilimitada y en espacios reducidísimos, se podrán obtener del mar toda el
agua limpia que se quiera y todas las sustancias químicas necesarias, el
reciclaje será una cosa tan cotidiana como lo es hoy el tirar las cosas al cubo
de la basura, todo residuo humano (sí, todo. ¿Habéis visto la película
“TheMartian? Todo lo que se plantea en ella es factible ya) será aprovechable, podremos
movernos en transportes individuales a muchas veces la velocidad del sonido,
etc., etc., etc. ¿Disparate? Seguro. No tengo ni la más remota idea de cuáles
serán las tecnologías que tendremos dentro de 200 años, lo mismo que un hombre
de 1816 sería incapaz de imaginar las que tenemos ahora. Pero sí que apostaría
a que tendremos las tecnologías que necesitemos. Hasta el punto de que me
atrevo a añadir la superficie de los océanos para albergar a los seres humanos,
lo que elevaría la población que “cabría” en el planeta a 250.000 millones y
retrasaría ese momento hasta dentro de 310 años. Eso si efectivamente se siguiese
duplicando la población cada 60 años, cosa muy improbable. No obstante, 300, o
500 años o los que sean, pasan antes de lo que se piensa. 20 años no es nada,
dice el tango, y 500 sólo un poco más.Y luego, ¿qué? Por eso creo que es
imprescindible un cierto control de la natalidad. Pero control de la natalidad,
no anticoncepción y sin visiones malthusianas apocalípticas. Prudencia,
sensatez y precaución, pero no alarma. Y nada de que ese alarmismo lleve a
justificar atrocidades como el aborto y la esterilización masivas ni medidas
como la entrega de anticonceptivos desde el helicóptero. La vida es un bien que
puede ser conveniente controlar, pero no una enfermedad contra la que hay que
luchar a través de no importa qué medios.
Pero, no nos
engañemos, todas estas tecnologías son y serán posibles gracias al capitalismo.
Y yo creo que la tecnología es el medio por el que el don de la inteligencia
dado por Dios a los hombres le permitirá cumplir con los dos primeros
mandamientos que le dio al principio: “Creced y multiplicaos” y “pastoread[5] la
Tierra”. Por tanto, si el regalo de Dios al ser humano es la inteligencia, si
la inteligencia da lugar a la tecnología y si la tecnología sólo la produce el
capitalismo, deduzco que el capitalismo es el medio que Dios ha querido para
que el ser humano pueda cumplir sus dos primeros mandamientos. Me atrevo a
decir que la Iglesia es el medio para que salve el alma y el capitalismo el que
sirve para darle de comer. “Si un hermano
o una hermana están desnudos y faltos del alimento cotidiano y uno de vosotros
les dice: ‘Id en paz, calentaos y saciaos’, pero no le da lo necesario para su
cuerpo, ¿de qué sirve?”, nos dice Santiago en su epístola. Falta mucha
pobreza por erradicar del mundo, pero sólo el capitalismo lo podrá lograr. Como
falta mucha gente que tenga a Cristo, pero sólo la Iglesia lo podrá lograr.
Ninguno de los dos lo han logrado todavía. Estamos en el principio de la
historia. Hay muchos empresarios sinvergüenzas, pero también los hay en la
Iglesia, dentro y fuera de la jerarquía. Ni se me ocurre descalificar a ninguna
de las dos instituciones porque todavía estén a mitad de camino ni porque haya
corruptos en ambas.
Debo ahora decir
con gran pena algo que ya dije cuando comenté la Encíclica del Papa Francisco,
“Laudato si”. Me temo que el Papa, y con él una parte de la Iglesia se
manifiestan a favor de una versión peculiar del malthusianismo. Evidentemente,
no pueden ni deben hacerlo apoyando la contracepción, aunque sí el control de
natalidad, tal y como he dicho en las primeras líneas de este escrito. Pero la
variante malthusiana de algunos católicos se dirige contra el progreso. Si el
desarrollo económico crea problemas ecológicos, paremos el desarrollo económico,
“razonan”. Pero, a la vez, como es necesario que los países pobres se
desarrollen, claman para que ese desarrollo de los países pobres se haga a
costa del desarrollo de los países ricos. Ciertamente, esto es entrar en un
círculo esquizofrénicamente vicioso. Es, sin embargo, un círculo esquizofrénicamente
vicioso que se puede convertir en profecía autocumplida si no se rompe. Y se
puede, no sólo romper, sino convertir en una espiral virtuosa gracias a la
tecnología. Sin embargo, apoyar a la tecnología es apoyar al capitalismo, ya
que no ha habido en la historia otra fuente de creación de tecnología, de
riqueza y de bienestar que el capitalismo. Y apoyar al capitalismo es algo de
lo que son visceralmente incapaces muchos católicos, en buena medida
desorientados por ciertos miembros de la más alta jerarquía eclesial. ¡Qué
pena! ¡Qué dolor! Pero, también, ¡qué indignación me produce! ¿Cuándo llegará
la Iglesia católica a liberarse de esa visión mezquina de lo que es la creación
de riqueza a través de la empresa, que reina entre tantos católicos alentada
por miembros de la jerarquía?
Apéndice
Cálculos que
llevan a las conclusiones anteriores
La cantidad de
energía consumida en el mundo (2005 +/-10%) es de 5*1020julios o lo
que es equivalente 140 mil millones de Mw-h.
De esta energía el
82%, es decir 4,1*1020julios se produce con combustibles fósiles
(Petróleo, carbón y gas).
La combustión de
un gramo de hidrógeno produce una energía de 143 kjulios. Por lo tanto, si se
quisieran producir con hidrógeno los 4,1*1020 julios que hoy se
producen con combustibles sólidos, serían necesarios casi 6.000 millones de Tm
de este gas. Como referencia, hoy en día se necesitan unos 4.000 millones de Tm
de petróleo, más unos 3,4 billones de m3 de gas (2.400 millones de
Tm) y unos 5.000 millones de Tm de carbón.Es decir que la producción necesaria
de hidrógeno sería aproximadamente la mitad de la que actualmente se produce de
los tres combustibles fósiles. ¿Habrá en el mundo esa capacidad de producción?
No se sabrá hasta que no se investigue lo suficiente, pero si no la hay, cualquier
fracción de ella que sustituya parte del consumo de combustibles fósiles, será
muy bienvenida.
Esos 6.000
millones de Tm de Hidrógeno producirían al quemarse unos 143.000 millones de
litros de agua al día. Si supusiésemos que el 60% de esa agua se pierde, aún
quedaría una producción neta de 57.000 millones de litros al día.
Si suponemos, un
poco a dedo, que una hectárea de regadío necesitase 1000 litros de agua al día[6],
veremos que si se dedicase el 80% de esa agua (45.600 millones de litros al
día) para regadío, se podrían regar con ella 45 millones de Ha. Dado que hoy en
día hay en el mundo 1.900 millones de Ha cultivadas, esta agua daría para poner
en regadío el 2,4% de la tierra cultivada. A título de comparación, en EEUU el
regadío supone el 2,2% de su territorio.
La producción de
agua que no se utiliza para regar, es decir 11.400 millones de litros al día
(57.000 millones menos 45.600 millones), se puede utilizar para usos
domésticos. La OMS afirma que para poder tener una salubridad aceptable son
necesarios 50 litros por persona y día. Por tanto, con estos 11.400 millones de
litros al día podríamos solucionar las necesidades de agua de 228 millones de
personas. Se estima que hay en el mundo 700 millones de personas sin un acceso
suficiente al agua. Por tanto, con este 20% del agua producida con la
combustión del hidrógeno se podría subsanar las necesidades del la tercera
parte de esos 700 millones de personas.
[1] No se trata de la energía de
fusión nuclear del hidrógeno, de la que ya hablé en una ocasión anterior, sino
de la energía de combustión del hidrógeno al combinarse con el oxígeno.
[2] El riego consume alrededor del 80%
del agua que se utiliza en el mundo.
[3]Otro recurso escaso en el mundo es
la superficie cultivable, pero también para esto está desarrollándose una
tecnología –la llamada agricultura vertical– que podría multiplicar por 20 o
más la superficie cultivable de la tierra y por más de 5 la productividad por
superficie cultivada. Básicamente consiste en la construcción de
edificios-invernaderos de muchas plantas con cultivo hidropónico (supongo que
ahora aeropónico) que apenas consume agua y que permite hasta 6 cosechas al
año. Estos edificios-invernaderos se podrán situar al lado de los puntos de
consumo, con lo que el transporte se vería prácticamente eliminado.
[4] Hoy en día ya hay un buen número
de empresas que fabrican carne a partir del petróleo (lo que es un uso mucho
más noble de ese material que el hecho de quemarlo). Desgraciadamente hoy por
hoy es muy cara y puede que no muy sabrosa, pero, ¿qué pasará de aquí a 200
años?
[5] Cierto que las traducciones de la
Biblia dicen “someted la tierra” o “dominad la tierra”, pero el original hebreo
parece que podría también traducirse por “pastoreadla”, lo que, además, encaja
mejor culturalmente con una sociedad nómpuedeada.
[6] Ciertamente, este dato de 1.000litros
de agua al día del regadío, es una aproximación sin demasiado fundamento.
Aunque depende enormemente de los cultivos, de la zona geográfica, de las
condiciones meteorológicas y de un largo etc., en el riego por aspersión parece
que en los meses de mayor sequía 10.000 litros de agua al día puede ser una
cantidad razonable. Esto podría dar un promedio anual de menos de 5.000 litros
al día. Ahora bien, el riego por aspersión es, de lejos, el sistema de regadío
que más consume. El riego por goteo ahorra mucha agua y los cultivos
hidropónicos apenas consumen, puesto que el agua es reciclada. Pero aún consume
menos el cultivo aeropónico, una nueva tecnología de cultivo en el que las
raíces están al aire y son pulverizadas con aguas con nutrientes que luego son
recicladas. Esta tecnología hace que el consumo de agua sea despreciable. Por
tanto, una estimación de 1.000 litros al día podría ser incluso alta si se
desarrollasen más esos cultivos más ahorrativos, cosa que sin duda se hará en
los próximos 84 años.
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