Ya sabéis por el nombre de mi
blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su
nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda
idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el
espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de
Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las
brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que
merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un
paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la
consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del
olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este
efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a
partir del 13 de Enero del 2010.
Conozco a un cristiano
que hace catorce años –si fue en cuerpo o sin cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe–
fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede
expresar.
2ª carta de san
Pablo a los corintios, 12, 2-5; carta de san Pablo a los filipenses 1, 21-24.
Todo es basura,
Señor, si no Te tengo.
Todo se vuelve
insípido en mi boca.
Los más dulces
manjares que me otorgas,
apenas
saboreados, no son nada.
Como un Midas
transformado, lo que toco
se convierte en
vacío, en estúpido oro improductivo.
Fugazmente Te he
probado, he conocido tu sabor,
me he emborrachado aspirando tu perfume,
he entrevisto,
entre velos, tu Rostro y ya estoy muerto.
Porque todo es
pálido a su lado.
Tu Luz, sólo en
un aromático instante paladeada,
ha cegado mis
sentidos para siempre.
Me has hecho
verte y luego Te has tapado,
me has dejado
huérfano, perdido,
has llenado mis
ojos de lágrimas sublimes
al tiempo que tu
emoción anudaba mi garganta,
para luego
dejarme la espina clavada en el costado.
Como un mendigo
Te imploro una limosna,
una pequeña
dádiva de Luz y de Esperanza.
Me has robado,
Señor, olores, colores y sabores,
dejándome sólo un
recuerdo borroso y exigente.
Me has dejado
pobre, vagabundo, errante.
Señor, si no me
dejas que Te vea,
devuélveme al
menos los sabores.
No sé de quién es
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