Es la felicitación de Navidad
más maravillosa que me hayan mandado nunca y quiero compartirla con todos
vosotros. ¡Feliz Navidad!
Estamos en familia, como cualquier mañana de sábado o
domingo. Las niñas juegan haciendo casitas entre los sillones. El sol entra por
la ventana y calienta la mesa del desayuno. Es la fría mañana del día de
nochebuena. La sombra del desayuno deja ver cómo el calor del café se eleva
como una columna de incienso invisible. Eso me recuerda a la solemnidad de un
templo en las grandes celebraciones, pero esta vez es mi casa, con su
cotidianidad, la que se convierte en templo.
Todo esto me llena de agradecimiento, porque sé que algo
grande y sagrado se esconde detrás de los juegos de mis hijas, detrás de ese
sencillo desayuno. Un llanto, una discusión sobre el gorro mágico de novia, la
colchoneta que vuela, la cumpleañera, el niño imaginario etc..., todo eso se
convierte en una melodía mágica y sagrada.
Para mí, este es el regalo, porque nada de esto lo he
comprado o ganado con mi esfuerzo. Simplemente es un regalo, o en término más
espiritual, un gran don.
Al mismo tiempo, no puedo dejar de ser consciente de la
tristeza que sufren tantas personas. Basta dar un paseo esta mañana por la
calle para ver que existe soledad, desamparo y sufrimiento en demasiadas
personas. Existe también un clamor, un por qué con dolor, que se eleva también
como el incienso, de corazones rotos. Esta también es la realidad de la
Navidad. Un mundo lleno de contrastes. Pero así es la oración silenciosa que
sube, la de agradecimiento, la de dolor y soledad. Todo gesto del corazón llega
a un lugar dónde no se pierden ni las sonrisas ni las lágrimas.
Unos lo creerán, otros no. Pero la verdadera felicidad no es
más que saberse amado y amar en este mundo imperfecto. Y la misericordia no es
más que esa respuesta de amor, humilde, torcida, pero profundamente verdadera.
Alguien ha puesto su mirada sobre mi y me mira con infinito cariño, tal como me
gustaría poder mirar siempre a mis hijos. Ese mismo es el que se hace niño y
será capaz de dar la vida y todo lo que tiene por mi.
Dios mío, gracias por la Navidad.
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