Éramos pocos y
parió abuela. Por si no fuese suficiente con los terroristas yihadistas, se les
ha unido ahora una cohorte de locos de distintas tipologías que deciden que si
no quieren continuar con una vida que se les antoja inútil y sin sentido, lo
mejor es suicidarse llevándose por delante a cuantas más personas mejor. No es
fácil trazar la frontera entre los yihadistas y los simples pirados. Desde
luego, los yihadistas también están pirados, pero tienen otro tipo de pire. Es
un pire organizado que les encuadra en ciertos grupos y es esta organización y
este encuadre lo que hace que sea posible detectarlos preventivamente con unos
sistemas de inteligencia eficaces. Pero no debe confundirse a los lobos
solitarios con los simples pirados. Porque, por muy lobos solitarios que sean, tienen
relaciones con la organización central del IS y, aunque sea más difícil que con
las células, se puede trazar su actividad tirando del hilo de esas vinculaciones
con el IS u otras organizaciones terroristas. Pero, ¿cómo se detecta al pirado
no encuadrado, al pirado que mata para conseguir con su muerte una celebridad
aunque sea tan efímera como macabra? ¿Era un lobo solitario el terrorista de
Niza? Más bien creo, por lo que se ha sabido de él a través de su familia que
era un pirado en estado puro. ¿Lo era el del centro comercial en Baviera? ¿Lo
era el que se hizo estallar causando “sólo” heridos, por mucho que se hiciese
un vídeo casero para escenificar la liturgia de su suicidio? Desde luego al IS
le da igual que sean lobos solitarios hibernados que simples pirados, ellos se
apuntan en tanto de una u otra forma y, también de una u otra forma, sirve para
sus intereses.
¿Y cómo podemos
encarar esto los ciudadanos? Lo peor de todo es hacerlo visceralmente. La
visceralidad es la base de los populismos. De todos los populismos de cualquier
signo. Estamos en guerra, no puedo estar más de acuerdo. Cuando todavía daba
pudor decirlo, el 14, 29 de Noviembre y el 6 de Diciembre de 2015 colgué tres posts
con los títulos “Pray for Paris”, “Ha empezado la “Tercera Guerra Mundial” y
“Avatares de la verdadera Primera Guerra Mundial, que empezó en 629 y no ha
terminado todavía”. Alguno se rasgó las vestiduras por estos artículos. Suscribo
punto por punto lo que dije entonces. Y parece que ahora algún que otro Jefe de
Estado europeo piensa lo mismo también. Pero hoy quiero subrayar un punto. Esta
guerra no va a tener nunca un armisticio. Y, si estamos en guerra, tenemos que
admitir que habrá bajas y que cualquiera de nosotros puede ser una de ellas. Y
que, por supuesto, no podemos desertar de ella. Desde luego, no se puede decir
“que paren el mundo que me apeo”. Pero hay otras maneras de desertar.
Una manera de
desertar es el miedo. Los perros peligrosos huelen el miedo y les excita a
atacar. Los perros yihadistas también. Tienen que entender que no tenemos
miedo. Que sabemos que las bajas son consecuencia de cualquier guerra, pero no
nos vamos a batir en retirada. Esto incluye seguir golpeando los bastiones del
IS, su infraestructura de reclutamiento y de generación y distribución de fondos,
detectar y destruir sus células y a los lobos solitarios y soportar a los locos
indetectables. Y, al mismo tiempo, despreciarles cómo lo que son, como locos
despreciables y perros rabiosos. Nunca se conseguirá una
eficacia del 100%, es imposible. Que se enteren: NO TENEMOS MIEDO, NO VAMOS A
DESERTAR Y, AL FINAL, AUNQUE NO HAYA ARMISTICIO, OS VAMOS A REDUCIR A LA
MARGINALIDAD Y A LA IMPOTENCIA. El yihadista, o lo que sea, que se hizo
explotar en un festival en Alemania decía amenazante a los alemanes. “Nunca
tendréis paz”. La respuesta alta y clara tiene que ser: Y TÚ Y LOS DE TU RALEA,
TAMPOCO LA TENDRÉIS. ADEMÁS DE MORIR SIN IR A ESE PARAÍSO EN EL QUE CREÉIS, NO
CONSEGUIRÉIS NADA. NUNCA. JAMÁS. Cada noticia que se de sobre este tema,
noticias que hay que dar porque para eso está la libertad de expresión,
deberían ir impregnadas, empapadas, de
estas ideas.
La segunda
manera de desertar es la división. Y los principales agentes de división son
los partidos que explotan la visceralidad para revolver el río esperando sacar
ganancia de pescadores políticos de ello. No podemos ceder a sus expresiones de
venganza política y social inmediata e indiscriminada. Estas posturas de atizar
la visceralidad no deberían darles votos. Esto no quiere decir, desde luego,
que no haya que tomar medidas drásticas de defensa preventiva y ataque
selectivo, pero no medidas que atenten contra las libertades que han hecho que
Occidente sea lo que es. Tampoco caer en el extremo opuesto del buenismo,
definiendo una línea de libertades nunca han sido las de Occidente y que impiden
una defensa eficaz, como la acogida indiscriminada y masiva de todos los
refugiados, por mucha pena que nos den la inmensa mayoría de ellos. No sé dónde
está esa frontera, pero ahí se juega la batalla. Sí sé, que esa frontera se
encuentra con la cabeza fría, sin aspavientos ni críticas oportunistas que
nacen del interés político más que de la búsqueda de la victoria final y sin un
buenismo que cierra los ojos a la realidad o se inventa una que no existe.
El último –¿lo
será todavía cuando termine estas líneas?– ataque terrorista a un sacerdote,
tres religiosas y un feligrés, no sé si es el fruto de dos locos o es realmente
yihadista. El armamento y el escaso éxito apunta a la simple locura, el hecho
de que sean dos y un cómplice, al yihadismo. Zona gris. Pero me importa muy
poco su signo. Quiero decir de él dos cosas.
La primera que
acciones como esa, de ataques a iglesias, se han producido de forma mucho más
masiva en los últimos años. Pero como no han sido en Europa… (hubo hace cosa de
un año una en Madrid de un loco que no era yihadista ni nada que se le
parezca).
La segunda es
que, si este atentado es la exportación a Europa de las prácticas de asesinato
a católicos en iglesias o de degüello masivo de cristianos, tal vez eso sí que
nos brinde a los católicos una oportunidad de ser testigos afianzados en
nuestra fe y, si nos toca, mártires. Hace poco me indignaba contra un sacerdote
que decía que si en España vencía la izquierda radical por votar lo que él
consideraba voto en conciencia, mejor porque así seríamos mártires, como
ocurrió en España en el 36. Eso no es martirio, es insensatez. Pero si llegase
la situación, que no creo que llegue, en que ir a Misa sea una actividad de riesgo,
habrá que ser testigos –eso quiere decir mártir; testigo– y seguir yendo a
Misa. Ese martirio, ese testimonio, aunque no llegue a convertirse en muerte,
sí puede ser, como lo fue en los primeros siglos, semilla de cristianos. Sería
una manera inmensamente útil y extraordinariamente visible de resistencia.
No puedo
terminar estas líneas sin comentar unas palabras del Papa Francisco en la JMJ.
Dijo:
“El mundo está
en guerra porque ha perdido la paz (…) hablo en serio de guerra, una guerra de intereses, por
dinero, por los recursos de la naturaleza, por el dominio de los pueblos. Pero
no es una guerra de religiones porque todas las religiones quieren la paz”.
Amo a este Papa que habla de misericordia y del hospital de campaña y
facilitadora de la gracia en la que debe convertirse la Iglesia, olvidando
ciertos hábitos de anatemizadora y aduanera de la gracia. Por eso me duele
tener que decir que en esta frase se equivoca de medio a medio. No, no es una guerra de intereses, por dinero, por los recursos de
la naturaleza. Es una guerra en la que unos locos, por una religión
de locos, quiere imponer a sangre y fuego esa religión. Es una guerra en la que
hay un agresor y esto la convierte, en una guerra justa para el bando agredido.
Punto. Ciertamente no es una guerra de religiones –en plural– porque el
cristianismo, a pesar de que los cristianos hayamos podido hacer guerras y
otras barbaridades por la religión a lo largo de la historia, sí es una
religión de paz. Lo es porque su fundador predicó la paz con sus enseñanzas y
con su ejemplo. Es decir, cuando los cristianos hacemos la guerra en nombre de
la religión caemos en uno de los pecados más graves que hay: el del segundo
mandamiento: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Por supuesto que hay otras
religiones de paz. Pero entre ellas no está el Islam. Y no lo está porque su
fundador, Mahoma , a diferencia de Cristo, predico, de palabra y con el
ejemplo, la guerra, el asesinato y otros vicios. No sé cómo se las arreglan los
millones de musulmanes pacíficos para serlo y ser al mismo tiempo personas de
buena voluntad. Pero los yihadistas son los que siguen los mandatos y el
ejemplo del fundador de su religión. No, alto y claro, el Islam NO ES UNA
RELIGIÓN DE PAZ. Por tanto, esta guerra no es no de intereses, no es por dinero
ni por recursos naturales. Es una guerra de religión, en singular. De una
religión podrida en su raíz. Y siento que el Papa no lo vea así, como es y, en
cambio, retorne, por otro camino, a su cantinela, ya expresada en distintos
documentos: “El sistema económico –se refiere al capitalismo – mata”. No, el
capitalismo no mata. Es la única esperanza de mitigar drásticamente la pobreza
en el mundo.
Por último, quiero recordar a los catastrofistas que hace un siglo el
mundo estaba en la Primera Guerra Mundial y tenía por delante la Segunda.
Guerras que produjeron unos 60 millones de muertos. Pero muchos de los que
murieron, soldados y civiles, sabían que lo hacían defendiendo la libertad
contra la barbarie y estaban dispuestos a soportar sangre, sudor y lágrimas con
determinación, con la V de la victoria en los dedos y aparcando los intereses
partidistas ante esto. ¿Sabrá hacer esto nuestra sociedad occidental del siglo
XXI?
Acabo refiriéndome al título. La guerra tiene nuevos combatientes: Los
pirados que se suman de forma disparatada a la guerra y los ciudadanos de
occidente que tenemos que saber resistir a la barbarie con la V en nuestros
dedos y con unidad en los asuntos de esta guerra. ¿Desertaremos?
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