Las
políticas económicas de Trump son una de cal y otra de arena y, por tanto,
representan serios peligros y creo que también posibles grandes oportunidades.
Para comentar sus efectos y sus causas es necesario hablar un poco del efecto
de la globalización sobre la economía mundial. El 30 de Septiembre pasado hablé
sobre esto, pero quiero hoy refrescar algunas ideas al respecto. Hablé de la
llamada curva elefante, que tenía la forma que puede verse en el link:
Según
el estudio que dio lugar a esta curva
el
punto bajo que aparece en la gráfica, el que parece que no ha experimentado
ningún incremento en sus ingresos en los últimos 25 años, corresponde a las
clases medias y medias bajas de los países desarrollados como Alemania,
Francia, Reino Unido, España y, por supuesto, EEUU. Esto ha cuajado en un mito:
los países en desarrollo se han beneficiado de la globalización (lomo del elefante)
a costa de las clases medias y medias bajas de los países desarrollados. Este
mito es, por supuesto falso. Al menos tan falso como el que dice que la
globalización ha empobrecido a los países en desarrollo. No hay que ser un
lince para ver que las clases bajas españolas han aumentado notablemente sus
ingresos en los últimos 25 años y estoy seguro de que puede decirse lo mismo de
las clases bajas del resto de los países desarrollados. Esta apreciación
subjetiva se refleja también en los datos empíricos cuando se quita del estudio
el efecto producido por los países del antiguo bloque comunista, cuyas elites,
que evidentemente se han empobrecido, coinciden con las clases bajas de los
países desarrollados. Cuando se hace esta corrección, la curva elefante queda
como indica la curva roja del gráfico que puede verse en el link:
Es
decir, ese supuesto estancamiento de las clases bajas de los países
desarrollados, desaparece. Pero no hay nada más tozudo que una mentira repetida
millones de veces, que excita el victimismo de una parte de la población y que
responde a una mentira simple que parece “razonable”, a saber: Si uno ve el
mundo como un juego suma 0 de riqueza, ese enriquecimiento de los países en
desarrollo tiene que venir de algún sitio. ¿De dónde? La respuesta falsa y
simplista repetida hasta la saciedad es: Ha sido a costa de las clases
trabajadoras de los países industrializados. ¡Claro, dicen las “víctimas”! El
hecho de que muchos productos ya no se hagan en nuestros países nos ha
empobrecido. Y no se dan cuenta de varias cuestiones más complejas que hacen
que esto no sea así. Primero: Cómo esos productos que se hacen más baratos en
otros países son luego comprados por ellos también más baratos, beneficiándose
de esa rebaja. Segundo: Que el enriquecimiento de los países en desarrollo crea
nuevos mercados para los productos y servicios generados en los países
desarrollados. Es decir que hay un efecto de realimentación positiva que hace
que la globalización también redunde en beneficio de las clases trabajadoras de
los países desarrollados. Y, tercero, y tal vez el más importante, que el juego
suma 0 es totalmente falso. Que, si se deja libertad y se apoya la creación de
riqueza por las empresas, siempre habrá nuevas cosas útiles que hacer en los
países desarrollados que compensarán, con creces, cualquier déficit que
pudieran no cubrirse con las realimentaciones positivas anteriormente
descritas.
Pero
el victimismo fomentado por esta mentira ha creado un caldo de cultivo para que
aparezcan populismos de uno u otro signo que, naturalmente, también realimentan
esa mentira con su propaganda engañosa. Y es la explotación de ese victimismo
de las clases medias y medias bajas americanas, entre otras cosas, lo que ha
dado la victoria a Trump. Ignoro si él se cree o no la falacia de ese
victimismo, pero lo ha cabalgado planteando la respuesta falsa y simple al
problema falso y simple. A saber: “Evitemos la deslocalización poniéndole
barreras legales y aumentemos los aranceles para que no puedan entrar productos
procedentes de los países en desarrollo”. Y este es el aspecto gravemente
peligroso de las políticas anunciadas por Trump. Porque si algo ha demostrado
la segunda mitad del siglo XX es que el comercio internacional enriquece a
todos los países. Para seguir con el tema me voy a permitir recurrir a un símil
que, lo sé, es también un poco simplista, pero cuyo simplismo intentaré dejar
patente en qué consiste. Voy a llamar a este símil el de “las dos piscinas”.
Imaginemos
que los países desarrollados forman una piscina cuyo nivel de llenado significa
su riqueza. Más abajo hay otra piscina, la de los países en desarrollo, cuyo
nivel representa también su riqueza. Hay un grifo que conecta la piscina alta
con la baja, de forma que el agua puede pasar de la primera a la segunda. La
primera simplificación es, evidentemente, reducir el número de piscinas a dos.
Pero, reconociéndola, me parece una simplificación aceptable. Otra
simplificación es que he omitido otros grifos que van de la piscina baja a la
alta (son las realimentaciones positivas de las que hablé anteriormente). El
simplismo de suprimir esos grifos de realimentación hace la imagen más dura que
la realidad, lo cual no es malo metodológicamente para mi planteamiento, así
que, señalándolos, acepto la simplificación.
Pero
hay, además de los anteriores, otros grifos importantísimos. Son los grifos de
la creación de riqueza. Tanto la piscina alta como la baja tienen sendos grifos
que crean riqueza. Son los que hacen falso el juego suma 0 y de ninguna manera
los obvio en mi modelo. El grifo de creación de riqueza de la piscina baja es
un grifo que, desgraciadamente, funciona mal. Y lo hace mal porque para hacerlo
bien requiere liberad, ausencia de cleptocracia y seguridad jurídica que
garantice la propiedad. Si se diesen esas circunstancias, el grifo empezaría a
funcionar asombrosa y magníficamente bien. El grifo de la creación de riqueza
de la piscina alta ha funcionado de forma impresionante, podría decirse que
casi milagrosa, los últimos 200 años. No me resisto a insertar el link a un
vídeo que ya he mandado en otros envíos, que ilustra de forma impresionante es
milagro:
Sin
embargo, desde hace años, en los países desarrollados hemos empezado un proceso
que acabará logrando que nuestro grifo de creación de riqueza funcione muy mal.
Este proceso empezó en los años 30 del siglo pasado con el New Deal de F. D.
Rooseverlt y continuó con la nefasta interpretación que se ha hecho en los
últimos cincuenta o sesenta años de las teorías keynesianas sobre el papel del
Estado en la economía[1]. Esto ha llevado a un
Estado del Bienestar sacralizado y elefanteásico para el que se ha puesto el
carro antes que los bueyes, es decir, el gasto público antes de la suficiente
creación de riqueza. De aquí se ha pasado a la creación de una carga fiscal
asfixiante para las empresas generadoras de riqueza y de ahí a unas políticas
de deuda pública inaceptables para el más elemental sentido común que han desembocado
en una política monetaria disparatada. Todo esto sazonado con una
hiper-regulación para las empresas y para ámbitos cada vez más amplios de la
conducta humana. Hiper-regulación alimentada, naturalmente, por el afán
protagonista que el Estado se ha creado al verse con más recursos de los que
nunca debió tener. Si le das a alguien poder y dinero para que regule la
actividad de otro, podemos dar por seguro que el pequeño gendarme que todos
tenemos dentro, se crecerá. Eso es lo que ha pasado con la megalomanía del
Estado. Y con todo eso, el grifo de la creación de riqueza de los países
desarrollados funciona cada vez peor. Quizá la frase que mejor resume esto es
una que dijo Ronald Reagan irónicamente refiriéndose a la actuación del Estado
en la economía: “Si la economía funciona
bien, cárgale un impuesto. Si sigue funcionando, regúlala, y si se para,
subsídiala”. Y esto lo han hecho divinamente casi todos los gobiernos de
casi todos los países desarrollados durante casi todo el tiempo de los últimos
50 o 60 años. Y, así, el grifo de la creación de riqueza está dejando de
funcionar. Digamos que en sus paredes interiores se van depositando
incrustaciones, como se depositan las placas de ateroesclerosis en las
arterias, hasta que un día se produce el infarto. Todavía es, a pesar de todo,
bastante productivo, pero ya presenta síntomas de que la vaca creadora de
riqueza está siendo sobreordeñada y puede llegar a colapsar. Y aquí es donde
aparecen algunos signos de la política de Trump que pueden ser una oportunidad
de revertir esta tendencia. Pocos políticos tradicionales, si hay alguno, se
atreven a hacer pasar a sus ciudadanos por el síndrome de abstinencia que
supone curarse de esta obstrucción del grifo de la creación de riqueza. Pero
tal vez un outsider como Trump se atreva. A fin de cuentas, la política no es
lo suyo. No vive de ella. Y puede que en esto encuentre apoyo en el partido
republicano.
Permítaseme,
antes de seguir adelante, comentar un grifo inútil de la piscina alta y una
terrible vía de agua de la piscina de abajo. El grifo inútil de la piscina de
arriba son los subsidios. Es un grifo que saca agua de la piscina, tira una
parte por la alcantarilla, y mete otra vez en la piscina menos agua de la que
sacó. Un desastre. La terrible vía de agua de la piscina de abajo es la guerra.
La guerra es un auténtico boquete en la piscina de riqueza de los países pobres
y en desarrollo por el que se va una inmensa e irrecuperable cantidad de
riqueza. Es, sin duda, la culpable de que la cola del elefante señale hacia
abajo en vez de erguirse.
Uno
de los aspectos de la política económica anunciada por Trump es precisamente
ese, acabar con la hiper-regulación y disminuir drásticamente los impuestos. No
me cabe duda de que esto producirá, a medio plazo, un efecto desatascador del
grifo de la creación de riqueza en EEUU. Pero la drástica reducción de
impuestos que anuncia, junto con el aumento del gasto en infraestructuras,
generaría un déficit a corto plazo que sería difícil de soportar. No obstante,
como cambio filosófico de perspectiva económica me parece esperanzador. Desde
luego, no soy en absoluto partidario del gasto público en infraestructuras.
Pero albergo una esperanza de la que no tengo ningún atisbo (o sí) pero que, de
ser cierta, supondría otro cambio drástico en la filosofía del gasto estatal en
infraestructuras. Sería la aplicación del principio liberal de que las
infraestructuras las construya libremente la iniciativa privada y page por su
uso quien las utiliza. Es decir, la iniciativa privada hace una vía férrea,
pagan por ella los trenes que la transitan y, en última instancia, los que
viajan en esos trenes. Si esa vía férrea es realmente necesaria, será rentable.
Si no, el que la ha hecho, tendrá que vender a la baja el negocio a otro que,
con esa inversión menor, la podrá explotar rentablemente. Y si éste tampoco la
rentabiliza, la volverá a vender a la baja. Y así, sucesivamente, hasta que su
explotación sea rentable. Quien dice eso de vías férreas lo puede decir de
carreteras, etc. No es descabellado. Ya se hace con antenas de telefonía móvil,
con oleoductos y gaseoductos y con otras muchas infraestructuras. La separación
de RENFE y Adif en España no es sino un intento de arreglar un nefasto
monopolio del Estado. Es un apaño. Veremos si funciona. Pero si se hubiese
empezado así desde el principio… Si la decisión de invertir, el sitio en el que
invertir y el precio de salida si se fracasa son libres, sin que el Estado meta
las narices, la cosa no tiene por qué no funcionar. ¿Está pensando Trump en eso?
No lo sé, pero en algún momento de su campaña le he oído decir que él es muy
bueno construyendo. Evidentemente, si esas infraestructuras se hacen con
concesiones estatales, lo primero, el sistema no funcionará por exceso de gasto
público y, lo segundo, habrá serios conflictos de intereses entre Trump,
Presidente de los EEUU y Trump, empresario. Pero si es la iniciativa privada
pura y dura, la cosa es distinta.
En
fin, cosas veredes, amigo Sancho. Pero creo que ha llegado a la política
americana alguien a quien no le importa una higa si lo que va a hacer gusta o
no. Y creo también que los republicanos sensatos, que no le dejarán hacer la
bajada de impuestos tan brutal ni poner las trabas que dice que va a poner al
comercio internacional sí verá con buenos ojos que otro de fuera se queme con
medidas liberalizadoras que ellos no se atreverían a hacer. Si es así, tal vez el
grifo de la creación de riqueza de la piscina alta mejore drásticamente su
funcionamiento y el nivel de agua de la misma aumente. ¿Defraudará Trump a
aquellos que le han aupado a la presidencia? Probablemente sí, porque dudo que
esas mejoras, si llegan a producirse, lo hagan antes de cuatro años. Y sí los
que le han votado se sienten decepcionados, ¿saldrá Trump reelegido? Vaya usted
a saber. Estoy tentado a decir que ni lo sé ni me importa. Ciertamente, no lo
sé, pero sí me importa. Y me importa de una forma condicional. Si la cosa fuese
por buen camino, me daría pena que Trump no fuese reelegido. Sobre todo si
vuelve alguien que se empeñe en volver a atascar el grifo de la creación de
riqueza. Pero si la cosa vira al desastre, será un alivio que fracase. En
cualquier caso, creo que, en los próximos cuatro años, Trump se atreverá a
hacer de desatascador del grifo de la creación de riqueza y que otros
republicanos sensatos le dejarán hacerlo, con ciertos límites, mientras le
impiden el aislacionismo comercial. Veremos. Por lo menos, me queda la
esperanza que no tendría con el “más de los mismo” de Clinton.
[1] En realidad, como nada hay nuevo
bajo el sol, estas políticas empezaron en la Alemania de Bismarck. Y estoy
seguro de que alguien con una amplia visión de la historia económica
encontraría antecedentes más remotos. Pero su generalización y extensión
mundial comienza con el New Deal de Roosevelt.
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