17 de junio de 2017

El irresistible ascenso de la mediocridad

Antes de pasar al núcleo de estas páginas, quiero hacer una aclaración. Cuando hablo de mediocridad no hablo de las personas con una inteligencia mediana o baja, no. Me refiero a las personas que desprecian cualquier esfuerzo para mejorar y para sacar a sus capacidades, sean las que sean, el mayor fruto posible. Eso es la mediocridad. Y el propósito de estas páginas es dejar patente cómo, desde hace años, se está fomentando de forma alarmante el ascenso de la mediocridad.

El viernes 2 de Junio se aprobó por decreto ley la posibilidad de pasar de ESO a BUP con dos suspensos. Eso sí, siempre que no sean lengua o matemáticas. Esto se encuadra en el proceso de retirada de la LOMCE, ley que pretendía elevar el nivel de exigencia para los estudiantes. Pero, claro, semejante cosa es considerada como “fascista” por las “fuerzas del progreso y de la cultura”. Y, en consecuencia, el gobierno, sin capacidad para forzar semejante medida “fascistoide”, está reculando por mor del venerado “consenso” y, claro, también porque sabe, o cree, que mantenerse firme le llevará a perder votos. Y, mientras tanto, todos los informes PISA, uno tras otro, dicen que los españoles tenemos un sistema educativo pésimo. No pasa nada. Todo sea por el “progreso y la cultura”. Sin embargo, esto no es nuevo. Es un proceso que empezó hace años. No sabría decir cuantos, pero bastantes.

Un día, en el ejercicio del más puro e insensato buenismo, se decidió que los niños no podían fracasar en primaria y, como consecuencia, se dio vía libre al paso a secundaria. ¿Y el que no esté preparado? ¡Pobrecito, no vamos a frustrarle! Bueno, pues no le frustremos. Y, claro, el niño que pasó de primaria a secundaria sin estar preparado, más algunos más que no llegaban al nivel exigido en secundaria, fracasaron en este nivel. Pero, naturalmente, cualquier cosa menos que se disparasen las cifras de fracaso escolar. Las estadísticas mandan. Por tanto, esto había que remediarlo. ¿Cómo? Muy fácil, hagamos que tampoco se pueda fracasar en secundaria dando paso franco de secundaria a la ESO. Que no fracasen en secundaria, que sigan, que fracasen en la ESO, patada a seguir al problema. Todo menos aumentar el nivel de exigencia que, ya se sabe, es “fascista”. Y los padres, tan contentos. ¿A mí que me importa que mi hijo se esté convirtiendo en un asno? Yo lo que quiero es que no me venga del colegio con problemas. ¡Qué siga! Sería monótono y repetitivo volver a contar cómo esto pasa en el paso de la ESO al BUP y del BUP a la Universidad. ¡Y hasta acaban por terminar sus estudios universitarios, aunque sea por agotamiento y, claro, subvencionados! Pero, ¡adelante! Este proceso ha sido, en general un proceso que no era excesivamente visible. No era oficial. Simplemente, las exigencias académicas para llegar al aprobado raspado, bajaban. Para un profesor, suspender demasiado era un estigma y, además, se puede ver acosado por los padres de los alumnos que, en un lamentable ejercicio de hiperprotección, se ocupan de que sus cachorros no tengan problemas con ese profesor. Lo que ocurre es que ahora, eso que ya pasaba de forma soterrada, ha tomado carácter oficial. Eso sí, como Mizifuz y Zapirón[1], se decide en conferencia –léase consejo de ministros– que lo de pasar con suspensos no vale para lengua y matemáticas. Porque claro, lo que dicen año tras años los informes PISA es que los jóvenes españoles no saben ni leer ni sumar[2]. O sea, que se ha hecho oficial a nivel BOE lo que ya era oficial a nivel calle.

Lo peor de todo esto es que con los años, se ha dinamitado por completo la cultura del esfuerzo. Dicen los psicólogos que en los años más jóvenes de nuestra vida (hay quien dice que antes de los 5 años) ya están puestos los cimentos de lo que serán nuestros hábitos y valores. Pues eso es lo que ocurre. Los jóvenes de hoy día consideran, en su gran mayoría, que los estudiantes que, a pesar de todo, se esfuerzan por aprender de verdad, son unos frikis. Y, a menudo, esta presión hace que éstos se pasen a las filas de los “listos” que saben manejarse en la aguja de marear de ir al tran tran, pasando. De curso y de la vida. Y esto hace que los que se crean el hábito de esforzarse por aprender sean una minoría. Por eso, ahí va mi más admirado homenaje a los que, a pesar de los pesares, contra viento y marea, resisten, llegan así al final de su carrera universitaria y abordan con esa mentalidad su vida profesional. En medio del caldo de tibio de la mediocridad, hay gente así, y esos son los que merecen la pena, tengan el nivel de inteligencia que tengan, para todos los que, como yo, nos dedicamos vocacionalmente a la docencia. Pero, lamentablemente, son pocos.

En la Universidad Francisco de Vitoria, donde soy profesor, tenemos un magnífico programa llamado Becas Europa. En él, seleccionamos a los alumnos con los expedientes más brillantes de una gran cantidad de colegios e institutos de España. Se hace un primer filtro a través de entrevistas personales hechas por personal y profesores de la UFV. Con este filtro se seleccionan los doscientos mejores. Éstos pasan en la UFV un fin de semana de intensa formación en muchos aspectos, en el que se seleccionan los 50 mejores, que realizan un viaje, financiado por el banco de Santander, por las mejores universidades de Europa. Allí reciben lecciones de los mejores profesores sobre temas de máxima actualidad. A los 200, y en especial a los 50 últimos se les ofrecen becas de excelencia para que estudien en la UFV y suban así el nivel. He tenido la oportunidad de participar en la formación de ese fin de semana en la UFV y es espectacular ver a 200 de estos chicos y chicas juntos. Son gente normalísima, divertida, chispeante que, además de llevar bien sus estudios tienen inquietudes por infinidad de temas y practican hobbies de distinto tipo, desde interpretación musical hasta el ajedrez de alto nivel o la escritura y declamación de poesía. Es un verdadero privilegio participar en su formación. Si se les da una charla, tiene uno que ir preparado para peguntas agudas que rara vez se le hacen, ni siquiera en foros profesionales. Lo que más les gusta de esa experiencia de fin de semana es encontrarse en un grupo de 200 como ellos en vez de sentirse perdidos en un mar de mediocridad que les intenta hacer ver que son bichos raros. Es para ellos una experiencia inolvidable. Después, durante años, estudien o no en la UFV, se lleva con ellos un seguimiento de formación especial a distancia y presencial a través de un proyecto llamado Escuela de Liderazgo. Es magnífico. Pero no deja de ser una gota de agua en el océano.

En la Universidad veo a menudo a alumnos decepcionados con la escalofriante cifra del paro juvenil que, en plena crisis, llegó a alcanzar el 50%. A esos alumnos decepcionados con el mundo, del que se sienten víctimas, les digo lo siguiente: “Estar en el 50% que trabajan o en el de los que no trabajan, no es como echar una moneda al aire para ver si sale cara o cruz. Cara, encuentro trabajo, cruz, al paro. No. Si desde el primer día de la carrera os esforzáis en sacarla brillantemente, aprendéis bien, de verdad, inglés, aprovecháis el tiempo libre (para empezar los tres meses de vacaciones) para hacer cosas que os enriquezcan cultural, experiencial o éticamente, compatibilizáis el estudio con alguna actividad económica que os permita ganar un dinero para el bolsillo en vez de depender de quien os mantenga, en los últimos años hacéis prácticas en empresas, además de las obligatorias del curriculum, y las hacéis bien, etc., podéis tener mala suerte y no encontrar trabajo, pero estaréis en un grupo en el que el 80% encuentran trabajo. Si simplemente pasáis, estaréis en un grupo en el que sólo encuentran trabajo el 10%. Y si luego, en vuestra vida profesional dais lo mejor de vosotros mismos y de vuestro esfuerzo, imaginación, iniciativa y conocimientos, tendréis éxito profesional”. Cierto que algunos siguen este consejo y perseveran hasta el final. Y, hasta donde yo sé, se cumple lo que les digo. Con alguna excepción, ciertamente. Pero muchos prefieren el victimismo y la queja acerca del mundo y su maldad. Ya tienen una excusa para tirar la toalla. Hasta hay películas españolas que dan alas a lo que no es verdad y pintan el fracaso de quien ha asumido el primero de los dos roles comentados.

Uno podría pensar que ese aplazar el fracaso para más adelante lo que hace es que al final del camino de la formación se enfrenten con el duro muro de la vida profesional. Porque, claro, como es lógico las empresas preferirán a los excepcionales. Y así ocurre. Paro como estos son una minoría y se necesita más gente, también una parte de los otros consigue trabajo. Al menos hasta el 50%. Ignoro a cuánto ascendería el paro juvenil, en particular el universitario, si los alumnos del primer tipo anterior fuesen mayoría. Apostaría a que sería mucho menor. Conozco directores de RRHH de empresas que se quejan amargamente de el bajísimo nivel de interés, compromiso y, por supuesto, de conocimientos, que encuentran en los jóvenes a los que entrevistan y, a pesar de ello, acaban por contratar a algunos. Pero dejan a muchos en el tintero porque no les merece la pena.

Sin embargo, los mediocres, ahormados por esta sociedad buenista en el mundo de la educación, han encontrado otra horma para la vida. Esta horma se llama salario mínimo vital garantizado. En España, si mi memoria no me falla, eso del salario mínimo vital garantizado lo inauguró Podemos, partido aparecido de los ninis que quieren elevar esta digna ocupación a nivel de forma de vida. Ninis que llenaron durante meses la Puerta del Sol en el tan cacareado movimiento 15M[3]. Pero resulta que cada vez hay más partidos políticos que apoyan, de mejor o peor grado, con variantes aquí y allá, esta descabellada idea. Sencillamente, porque es un caladero de votos en el que, si uno no pesca, es cada vez más difícil ganar unas elecciones y, claro… la política va de eso. Y, además, al término salario mínimo vital garantizado, se le pone el adjetivo “digno” que, en realidad quiere decir que sirva para vivir con “razonable” holgura. Pero, para que ese salario mínimo vital garantizado digno, sea más digno, se ha creado un nuevo héroe nacional. Se llama Juan Palomo, y ya se sabe lo que hacía Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como. Lo que significa aversión total a cualquier tipo de compromiso y, por supuesto, aversión a un proyecto de vida de a dos, estable y abierto a que sean 3, o 4, o… “¿Estamos locos? Eso es imposible, con el sueldo de mileurista que pagan las empresas…” Ya está, otra vez, la excusa para tirar la toalla. Por supuesto, siempre hay una relación sexual, de monogamia sucesiva de corto plazo, o de aquí te pillo aquí te mato, o una mezcla de las dos. Sin embargo, sí que es posible lo primero. Lo veo en bastantes casos que, por desgracia, son minoritarios, que tras unos años de trabajo, se casan y forman una familia, aunque sea anticuado. Así que ya tampoco puede fracasarse en la vida. Bueno, al menos si no se considera fracaso vivir paniaguado y sin perspectivas de ningún tipo de compromiso, con relaciones de pareja de usar y tirar. A mi modo de ver, esta actitud es la de la peor de las pobrezas, la pobreza antropológica. El ser humano no está hecho para eso. Está hecho para soñar, comprometerse con sus sueños, luchar y dejarse la piel por ellos y desarrollar un proyecto vital con trabajo y esfuerzo. Sólo así se puede uno sentir lleno y llegar a algo que se parezca a la felicidad. Por la otra vía, se crea gente desencantada, sin un motivo para tirar para adelante cada día con fuerza e ilusión y con un vacío vital y existencial que lleva a la depresión.

Pero esa cantidad de gente, que cada vez son más, saben perfectamente a quién votar, a los que les prometan el salario más “digno” con el menor esfuerzo posible. Y, por eso, en un deslizamiento de decenios, todos los partidos se resbalan hacia allí, bajar todos los listones habidos y por haber y premiar a los que pasan sin tener que haber pasado con premios que no se han ganado. Hacer la pelota a los jóvenes por el mero hecho de ser jóvenes, como si eso fuera un logro, etc. Y esos premios, ¿quién los paga? Los ricos, naturalmente. Y uno oye decir esto con el mayor desparpajo en tertulias de la radio y televisión a periodistas que acaban creando opinión. Los ricos son, por supuesto, los que cran riqueza, bienestar, progreso y prosperidad. Y en el capítulo de ricos no incluyo sólo a los Amancio Ortega o Juan Roig, sino también a los miles de empresarios que luchan día a día con sus empresas para sacarlas adelante, ganando dinero, claro está. Entre otros a los que tenían negocios a puerta de calle en la Puerta del Sol que se vieron arruinados por los ninis que la tomaron durante meses. Pero si a estos ricos se les carga cada vez con más impuestos, los habrá que decidan que no les compensa ser ricos y soportar tan pesada carga. Y si los que deciden eso son muchos, se acabó el chollo.

Y formulo ahora la pregunta del millón de dólares. Una pregunta durísima, pero real. Que cada uno se responda como le parezca. ¿Se puede hablar de igualdad de oportunidades cuando en el mundo desarrollado hay una mayoría de gente que toma libremente la opción vital de la mediocridad y del desinterés y la ausencia del más mínimo esfuerzo para su propia formación?

 Volvemos otra vez al problema que ya apuntó en uno de mis anteriores escritos con título, “El populismo triunfará”. Acabé esas páginas diciendo:

“El segundo camino sería la adaptación del sistema democrático a las circunstancias actuales. No sé cómo debería ser esta adaptación, pero es evidente, como he dicho antes, que el sistema democrático actual, que en su momento nació para hacer posibles las libertades individuales las puede llegar a matar. A pesar de no saber cómo pueda ser está evolución del sistema democrático, en un futuro escrito me atreveré a dar unos cuantos palos a ciegas y, por tanto, sin confiar demasiado en lo que pueda decir. Pero tal vez mis ideas puedan ayudar a otros a alumbrar unas mejores, de ahí mi atrevimiento”.

Así que, tras estas páginas, mi compromiso sigue en pie, y reforzado.




[1] A mí en el colegio, me hacían aprenderme poesías de memoria. ¡Atroz! Por culpa de esta mala costumbre me acuerdo todavía de muchas poesías de Machado, Juan Ramón Jiménez, y otros que me crearron la estúpida afición de leer poesía y saberme también de menoria o saber dónde encontrarlas porque sé que existen, poesías de muchísimos poetas. ¡Qué inutilidad! Y, así, se me ha venido a la mente una fábula de Samaniego (¿Cuántos alumnos de BUP sabrán quién era Samaniego? Prefiero no investigar) que dice: “Mizifuz y Zapirón/se comieron un capón/en un asador metido./Después de haberse lamido/trataron en conferencia/si obrarían con prudencia/en comerse el asador./¿Lo comieron? ¡No señor!//Era caso de conciencia”. No me lanzaré el farol de decir que me acordaba de memoria de toda la fábula, pero si de los tres o cuatro primeros versos y del nombre de su autor. Armado de estos conocimientos, lo encontré en internet. Pero si no hubiese oído hablar de Samaniego ni me hubiese aprendido de memoria alguna de sus fábulas, ¿cómo podría buscarlo? Sin embargo, debo reconocer que el poder buscar esto en internet es algo absolutamente inútil. Total, ¡¿pá qué sirve?!
[2] Ahora parece que PISA ha añadido una nueva categoría, la de educación financiera, en la que, por supuesto, suspendemos. ¡Viva la Pepa!
[3] Les llamo ninis porque es imposible llenar durante meses la Puerta del Sol a todas horas del día con gente que estudie o que trabaje. Los que estudian o trabajan, están en la Universidad o en su trabajo y no pueden estar todo el día en la Puerta del Sol.

2 comentarios:

  1. !Bravo, Tomás! Comparto completamente las ideas que ha expresado perfectamente. Magnífica entrada.

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