“Una
de cal y una de arena”. Siempre que he oído este dicho me he preguntado cuál
era la parte buena del mismo, si la cal o la arena. Y aunque esto sea
irrelevante para lo que viene a continuación, para escribir esto busqué el
origen de este dicho. Para hacer argamasa es necesario mezclar a partes iguales
cal y arena. Los obreros que la hacían artesanalmente sabían que la cal era
peligrosa sólo con respirarla. Los que echaban cal lo pasaban fatal. Tenían que
ponerse una mascarilla porque si les entraba en los pulmones se los quemaba[1]. Por tanto, hacían turnos
para echar paletadas de uno u otro material. Una hora unos echaban paletadas de
cal y otros de arena y a la siguiente hora cambiaban los roles. Así es que la
mala es la cal.
Pues
bien, la semana pasada di la de cal a a Doctrina Social de la Iglesia y de
refilón, al Papa Francisco. Hoy le toca la de arena a este Papa. Si hay algo
que no hace Francisco es dejar indiferentes a los que le oyen, le leen o le
conocen. A mí mismo, me molesta bastante su populismo, aunque jamás le he
acusado, ni le acusaré de comunista, como hay quien lo hace. Y no lo haré,
sencillamente, porque no lo es. Simplemente está influido por el ambiente de
populismo que respira en su país, Argentina y, más en general, una buena parte
de América Latina. Pero no es comunista. En cualquier caso, el que sea o no
populista –distinto sería si fuese comunista[2]–, no forma parte del
núcleo duro de aquello en lo que, como Papa, debe ser guía.
Sin
embargo, desde el primer día, me gustó de este Papa su forma de anunciar el
amor de Cristo, su forma de instarnos a acercarnos a Él y a llevar esa buena
noticia a todos. Hubo una frase que le oí en los primeros días de su
pontificado que me entusiasmó. “La
Iglesia –decía– debe ser facilitadora
de la gracia, no su aduanera”. Otra palabra que aprendí de él fue “parresía”.
Significa “Hablar con atrevimiento y valentía”. Y, a fe que ha practicado la
parresía. Admito que a veces lo ha hecho de manera tal vez un poco irreflexiva,
pero creo que es necesario que el lenguaje de la Iglesia llegue a la gente
normal. A menudo, la erudición hace que los mensajes, por muy importantes que
sean, se pierdan y no lleguen a nadie. Así que creo que, en esto de la
parresía, siendo lo mejor, como en todo, el punto medio, es preferible pasarse
que quedarse corto. Y este Papa, ciertamente, se ha pasado un poco. Pero…
Además, la parresía la ha llevado, no sólo a sus expresiones coloquiales, sino
a alguno de sus documentos pontificios centrados en el núcleo duro de la
doctrina católica. No he leído nada en esos documentos que vaya en contra de
ningún dogma ni de ninguna norma ética del Magisterio de la Iglesia. Pero su
parresía, con el fin de hacer a la Iglesia facilitadora de la gracia, le ha
llevado a estar justo en el límite de esas normas éticas. Me refiero a su
postura, reflejada en los documentos de los dos sínodos de la familia y en la
Amoris Laetitia –concretamente en su capítulo VIII– sobre la posibilidad de
acceso a la comunión de las personas separadas y vueltas a casar. Pero, como he
dicho anteriormente, en ninguno de esos documentos se traspasa la línea
intraspasable que podría afectar a doctrinas sólidamente establecidas sobre la
indisolubilidad del matrimonio, los sacramentos y las condiciones necesarias
para recibir alguno de ellos. Quizá, otra vez, haya forzado formas y ritmos,
pero no ha traspasado ninguna línea roja. Sin embargo, esta cercanía al límite,
esas formas y esa velocidad, ha hecho que muchas personas, de la jerarquía, del
clero y de los fieles, se rasguen las vestiduras y se pongan en su contra en
estos temas del núcleo duro del Magisterio que, insisto, el Papa no ha
traspasado y que, eso sí, en uso de la gracia de ser Papa, ha llevado hasta el
límite. He escrito varias cosas argumentando sobre mi posición, firmemente al
lado del Papa, en estos temas, así que no abundaré ahora en estas razones.
Me
parece muy bien que haya personas que, desde la buena voluntad, no estén de
acuerdo con esa forma de acercarse a las líneas rojas. Debo reconocer que a mí
también me produce un cierto vértigo y una cierta inquietud esa cercanía y
velocidad de acercamiento a límites infranqueables. Pero lo que hago es rezar
por el Papa y pedir al Espíritu Santo que le ilumine y que haga que nunca
traspase esos límites ni que dé pie a que otros los traspasen. Y que, por otro
lado, esta cercanía pueda hacer que mucha gente vuelva a la Iglesia. Lo que no
me parece bien es que, por un lado, se presenten torticeramente los hechos como
si, de hecho, ya hubiese traspasado esos límites y, por otro, se utilicen argumentos,
que no me parecen lícitos, para atacarle. Y llego ahora al meollo de la
cuestión. Distingo dos frentes.
El primero. Recientemente determinados
cardenales han pedido, de una forma a mi entender conminatoria, aclaraciones
sobre lo que dice en la Amoris Laetitia. Aclaraciones a mi modo de ver
innecesarias porque la Amoris Laetitia es lo suficientemente clara como para
que cualquier persona que los lea perciba que esos límites no han sido
traspasados.
El
segundo, y mucho más grave, son las acusaciones que le hacen, desde muy altos cargos
de la jerarquía eclesial, de ser encubridor de la pederastia dentro de la
Iglesia. Sé, y me duele terriblemente en el alma que, no sólo ha habido muchos
casos de pederastia entre sacerdotes y obispos, sino que, en muchos casos ésta
ha sido encubierta de una manera consciente y durante muchos años. Lo encuentro
sencillamente repugnante y creo que los que han practicado la pederastia y los
que han encubierto esas conductas no merecen otra cosa que ser juzgados por la
justicia civil y, si son encontrados culpables, que paguen sus culpas como
cualquier ciudadano. Pero si miro la historia reciente de la Iglesia y me
pidiesen que dijera qué Papas han luchado con más fuerza y contundencia contra
esta lacra, éstos han sido, sin el más mínimo género de duda, Benedicto XVI y
Francisco. Exigir que se investigue en profundidad sobre estos delitos y que
caiga todo el peso de la ley sobre los culpables, es hacer un bien a la
Iglesia, es ayudar a limpiarla de esa porquería nauseabunda. Acusar
públicamente y sin pruebas, desde la alta jerarquía eclesiástica, a uno de los
dos Papas que más duramente ha flagelado a la pederastia, de encubridor de
pederastas, me parece una grave irresponsabilidad que hace un enorme daño a la
Iglesia. Y me pregunto si ambas cosas, el desacuerdo con el acercamiento a los límites
y las acusaciones de encubrimiento, no estarán relacionadas y si detrás de
estas posturas no habrá intenciones inconfesables.
Creo
que vivimos en un mundo de polarizaciones. O se acepta a una persona en bloque
o se la rechaza en bloque. Y me parece que esto no es bueno. Desgraciadamente,
esto está pasando con el Papa Francisco. Hay un conjunto heterogéneo de
personas que le rechazan en bloque. En él se encuentran unidos los que están en
desacuerdo en su visión de la economía y los que están en desacuerdo con su
aproximación a los límites. Y, todavía peor es que para expresar su descontento
se considere válido cualquier tipo de argumento. Incluso la acusación de
lenidad con la pederastia, aunque no haya pruebas de eso y aunque vaya en
contra de la evidencia de los hechos y actuaciones de Francisco.
No
me resisto a traer aquí un extracto de la entrevista que apareció ayer, sábado
8 de Septiembre, en el diario “El Mundo” a Gerard O’Connell, vaticanista con
más de treinta años de permanencia en Roma. Para el que quiera ir a las
fuentes, pongo más abajo el link a la entrevista completa.
P. Carlo Maria Viganò, ex embajador de la
Santa Sede en Washington (2011-2016), ha acusado públicamente a Francisco de
encubrir los abusos sexuales del cardenal estadounidense Theodore McCarrick.
¿Le cree?
R. No, absolutamente no. Viganò asegura
que Francisco encubrió a McCarrick y le levantó las sanciones privadas que
supuestamente Benedicto XVI le había impuesto. Pero la verdad es que no hay
ninguna evidencia de eso, y Viganò no ha aportado ninguna prueba. Lo que en
cambio sí se sabe es que cuando en 2018 tuvo lugar la primera acusación contra
McCarrick de abusos sexuales contra un menor -hasta entonces se trataba de
mayores de edad-, Francisco actuó con contundencia: le obligó a renunciar a su
dignidad cardenalicia, al público ministerio y a llevar una vida de
recogimiento y oración con limitaciones de movimientos. Y el proceso canónico
contra él está en marcha. Está claro que durante años la Iglesia no ha prestado
suficiente atención a los abusos sexuales. Pero tanto Benedicto XVI como sobre
todo Francisco han legislado y actuado con dureza al respecto. Pretender que
Francisco ha encubierto a McCarrick es absurdo.
P. ¿Y por qué le acusa entonces Viganò?
R. Viganò es alguien muy ambicioso que
ansiaba convertirse en cardenal, algo que no ha logrado. Ya estuvo implicado en
el Vatileaks contra Benedicto XVI (el escándalo por la filtración de documentos
reservados, en 2012). Ideológicamente está alineado con la derecha
ultraconservadora de Estados Unidos […] que rechaza enérgicamente la teología y
el tipo de Iglesia abierta que Francisco está promoviendo. Viganò está en la
primera línea de oposición al Papa, pero detrás de él hay otros. Muchos en Roma
consideran que Viganó está utilizando el caso de McCarrick, alguien a quien
Francisco ha impuesto sanciones y obligado a dimitir como cardenal, para un
ataque de mayor alcance contra el Papa con la pederastia como trasfondo.
El
hecho de que cite la entrevista de O’ Connell no quiere decir que esté de
acuerdo con todo lo que dice. Lo hago, sobre todo, para que haya una versión
distinta a lo que dice Viganó en un documento que me ha llegado por diferentes
sitios. De hecho, no me gusta que en esta entrevista a O’Connell también se
ahonde en la división de la opinión en dos bloques sin matices, pro y anti
Francisco. Pero, mientras no haya pruebas contundentes de que Francisco apoya
con su pasividad la pederastia en la Iglesia, no lanzaré esa piedra y le
concederé la presunción de inocencia, avalada por sus múltiples y enérgicas
actuaciones contra esta lacra. Si un día se presentan esas pruebas, por
supuesto, rectificaré. Me parece ejemplar que Francisco, ante las peticiones de
los periodistas de que se pronuncie contra las acusaciones de Viganó, en vez de
echar leña a la polémica, se haya limitado a decir a los periodistas que
analicen con el debido rigor periodístico las declaraciones de éste.
En
conclusión, yo, como he dicho más arriba, rezaré por el Papa Francisco y le
pediré al Espíritu Santo, que le ilumine y guíe en su facilitación de la gracia
y en la indudable lucha que está llevando a cabo contra la pederastia en la
Iglesia. Esta es mi paletada de arena a favor del Papa Francisco. Y si el otro
día di la de cal, creo que esta de arena es mucho más importante que la de cal,
porque se refiere al núcleo duro del Magisterio, y no a la periferia, como es
el caso de la DSI.
[1] Y ya que estoy en contar cosas
irrelevantes para lo que quiero escribir, recodaré que los inmigrantes que
intentan saltar la valla de Ceuta o Melilla, echan cal viva a los guardias
civiles que nos defienden.
[2] Los principios del comunismo
atentan contra la concepción del hombre en su libertad y dignidad, poniéndolo
como un mero engranaje al servicio de un dios estado todopoderoso.. Esto es
contrario a la idea cristiana del hombre y, por tanto, apoyar al comunismo sí
iría contra el núcleo del Magisterio de la Iglesia.
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