Este año las elecciones presidenciales de
los EEUU son lo más tarde que puedan ser. Cierto, al ser el primer martes
después del primer lunes de Noviembre, y al caer el 1 de Noviembre en martes,
se celebrarán el día 8 de Noviembre. Y también son unas elecciones singulares
porque creo que nunca se ha dado tanta disparidad entre los programas de ambos
candidatos y las consecuencias que pueda tener para el mundo que en la primera
potencia del mundo gane uno u otro. Desde que Donald Trump fue nominado por el
partido republicano como su candidato he sido incapaz de tener una idea clara
de quien prefiero que gane. Tampoco parece que sea muy importante, ya que ni
puedo votar ni, aunque pudiese, mi voto sería significativo. Pero reconozco mi
culpa de no haber tenido la sensatez de saber lo que realmente dice Trump que
va a hacer. Creía saberlo, simplemente, a través de sus boutades, de sus
manifestaciones impresentables y de lo que la prensa dice que dice. Sobre estas
frágiles bases, y a pesar de mi profunda aversión por Hillary Clinton y por sus
planes, que conozco mejor que los de Trump, me decantaba, por eliminación
negativa, de ninguna manera por entusiasmo o la más mínima ilusión, y con una
convicción de algo así como el 10% frente a un 5% de Trump.
Pero un buen amigo mío, que seguramente
leerá estas líneas, si no ferviente sí convencido partidario de Trump, me ha
mandado con cierta frecuencia artículos y vídeos de Trump que, que me perdone
si lee estas líneas, ni leía. Sin embargo, hace unos días me mandó un vídeo con
la intervención de Trump ante el Economic Club de New York, donde están los
mayores empresarios de EEUU y los directores de las mayores, y probablemente
mejores, escuelas de negocios del mundo. Mentiría si dijese que decidí tomarme
la molestia de enterarme un poco más del programa económico de Trump que
seguramente expondría en este foro. El sábado pasado, 29 de Octubre, por la
mañana, vi el vídeo por la simple y prosaica razón de ejercitarme en el inglés.
Con este fin veo frecuentemente charlas TED sin importarme un rábano si estoy
de acuerdo o no con lo que dicen los charleros (lo de charlatanes quedaría
despectivo). Con el mismo espíritu vi el discurso de Trump. Pero según avanzaba
en su visionado me daba cuenta de dos cosas. La primera que cuando Trump dejaba
aparte su personaje histriónico se convertía en una persona que merecía ser
escuchado con atención. La segunda que con lo que decía me pasaban otras dos
cosas. Había algunos pasajes de la “música” que sonaban en mis oídos de liberal
económico como la música de Verdi. Pero, por otro lado, algunas partes de la
“letra” me producían una profunda aversión por ese mismo liberalismo. Me quedé
confuso y lo oí otra vez más. Pero mi confusión no disminuyó. Pasé en insomnio
la noche del sábado al Domingo, más todo el domingo, rumiando lo que había
oído. El lunes, día en el que me he tomado puente, seguía confundido. Y el
martes, continuaba confuso pero, no obstante, me puse a escribir mi confusión.
Y como consecuencia de ello sigo confuso, pero creo en un nivel más alto, con
una mejor perspectiva. Y es esta confusión en un nivel superior la que quiero
diseccionar en estas líneas. Voy a estructurar estas líneas en cinco rounds,
como si fuera un combate de boxeo, y algunos puntos extra. Para que aquél que
quiera vaya a las fuentes, os pongo un link al vídeo de la intervención de
Trump. Merece la pena oírlo y, al menos, mejoraréis un poco vuestro inglés los
que lo necesitéis.
El primer round de Trump se refiere a una
reforma fiscal radical en la que propone, de entrada, pasar de un impuesto de
sociedades del 35% a otro del 15% y un IRPF en la que haya tipos mucho menores
para las familias con menos ingresos, además de ayudas fiscales a las mismas,
sin alterar los tipos impositivos para las familias con mayores ingresos. No
necesito decir que estoy convencido de que todo lo que suene a menores impuestos
tiene un efecto de revulsivo en la inversión empresarial, en el consumo y, por
lo tanto, en la creación de riqueza.Y esto, a medio plazo, tiene, sin duda,
como explica Trump entusiásticamente, un efecto positivo en la recaudación
aunque se bajen los tipos. Pero a medio plazo. En el corto plazo, el conocido
efecto J de este tipo de medidas[1], sobre todo si son tan
drásticas, haría que la recaudación bajase también drásticamente y con una
deuda pública como la que tienen los EEUU, esto, probablemente, no sería
aceptable. La deuda pública de los EEUU ha sido en 2015 de un 105,15% del PIB
viniendo de un mínimo del 53,03% a finales del 2000, pasando por un 72,85% al
fin del 2008, al empezar la administración Obama. Es decir, subió un 36,7% en
los 8 años de administración Bush y
44,3% en los 7 años enteros de administración Obama. Ninguna de las cifras es
consoladora y la conclusión es que EEUU no se puede permitir un déficit
sustancial, aunque esté causado por un efecto J y se convierta en superávit a
medio plazo. Y es que mis convicciones liberales me dicen que para bajar los
impuestos cuando se ha llegado a una situación límite, hay que empezar por
poner a dieta a la bestia del Estado, al monstruo Jabba. Y esto es lo
verdaderamente difícil. Sin ello, la medida me suena a populismo, por mucho que
se diga que hay una página web en la que se puede ver que las math’s funcionan.
Las math’s sobre el papel lo aguantan todo, pero el sentido común… Las únicas medidas
directas (luego se verán otras indirectas) concretas propuestas por Trump son
dar carpetazo al Obama Care y el fin de la política de redistribución de la
riqueza. Es difícil para una mente europea (incluida la mía) pensar que un
sistema de seguridad social basado en que todas las personas tengan su seguro
médico, aunque haya que subsidiar algunos (eso es, en dos palabras tal vez
demasiado simplistas, el Obama Care), pueda verse con malos ojos. En cuanto a
las políticas de redistribución de la riqueza, me parece que son injustas y
contraproducentes, ya que el objetivo debe ser crear riqueza en vez de poner
las bases para distribuir la pobreza. Así pues, el primer round tiene notas de
música muy buenas pero alguna que otra cacofonía. Sigo con mi confusión por
este equilibrio entre corto y medio plazo, pero sin lugar a dudas, la economía
americana, como la europea, están necesitadas de espacio fiscal para respirar.
Es como estar metidos cada vez más gente en una habitación cada vez más pequeña.
Así no se puede respirar ni crear riqueza. Hace tiempo que hemos sobrepasado la
línea en la que la vaca de la creación de riqueza está siendo sobreordeñada.
El segundo round es terminar con la hiper
supervisión paralizante. Y aquí me entusiasma tanto música como letra. De
ninguna manera estoy a favor de una supervisión 0, pero tampoco me cabe la
menor duda de que el ambiente regulatorio actual en EEUU, en Europa, y me
atrevería a decir que en casi todo el mundo, es asfixiante hasta el punto de la
parálisis. Jabba no sólo ruge para ser alimentado, sino que quiere supervisar
y, si se le deja, controlar cada una de nuestras actividades, sean
empresariales, personales o mercantiles. En esto estoy, creo que casi
incondicionalmente, con Trump.
El tercer round de Trump se refiere a la
defensa. Afirma, y creo que con razón, que una buena parte de los gastos de
defensa de los EEUU son para servir de paraguas defensivo de otros países.
Europa, Japón, Corea del Sur, por citar algunos ejemplos, se han beneficiado y
se siguen beneficiando en gran medida de ese paraguas. Y muy a menudo se han
beneficiado de él permitiéndose, además ser hipercríticos con el dueño del paraguas.
Pero eso ha ahorrado a estos países, y les sigue ahorrando, un enorme gasto en
defensa. A menudo se critica la escasa protección social que los EEUU dan a sus
habitantes en comparación con la UE. Pero la verdad es que las diferencias no
son tan grandes. El gasto público per capita en educación en los EEUU alcanza
los 1.807€, mientras que en la UE llegan a 2.086€, un 15% más. Pero si
comparamos el gasto público en salud, EEUU gasta 3.370 € per capita frente a
3.383 € per capita de la UE, sensiblemente igual. Pero cuando se comparan las
medidas de protección social de Europa y de EEUU se suele obviar el “pequeño”
detalle de la inmensa diferencia de gasto en defensa provocado por ese paraguas.
El cuadro siguiente nos da una idea de la magnitud comparativa del gasto en
defensa de varios países:
País
|
Gasto defensa
|
G. Def per cap.
|
% PIB
|
% G. Publico
|
EEUU
|
540 MMM €
|
1.677 €
|
3,3%
|
9,5%
|
Unión
Europea
|
145 MMM €
|
428 €
|
1,4%
|
3,0%*
|
Japón
|
37 MMM €
|
291 €
|
1,0%
|
2,7%**
|
Corea
del Sur
|
33 MMM €
|
647 €
|
2,7%
|
12,6%
|
China
|
199 MMM €
|
145 €
|
2,0%
|
6,3%
|
Rusia
|
60 MMM €
|
420 €
|
5,0%
|
11,1%**
|
*Gasto defensa 2015 frente a gasto público
2013
**Gasto en defensa 2015 frente a gasto
público 2014
MMM es miles de millones.
No hay que olvidar que Europa tiene puntos
de fricción con Rusia y tanto Japón como Corea del Sur tienen un vecino llamado
China. Los datos de gasto en defensa de China y Rusia también aparecen en el
cuadro, aunque a saber su fiabilidad. Corea del Sur tiene, además, por vecina,
a la del Norte que a saber cuánto se gasta en defensa pero que supongo que
serán cifras escalofriantes y porcentajes más espeluznantes todavía. Con esto en
la cabeza, no parece falto de sentido que Trump pida a los países que están
bajo su paraguas que aumenten su gasto en defensa de forma que los EEUU puedan
disminuir el suyo, o que le paguen por sus servicios. Aunque eso supondría un
grave problema para Europa y para los demás, no puedo por menos que pensar que
es justo. Otra cosa es que sea factible para cualquiera de esos países. Pero la
línea me parececorrecta aunque, una vez más, me temo que no factible a corto
plazo.Sin embargo, ya se oyen algunas voces en la UE en la línea de poder
llegar a tener su propia política de defensa. Pero se me antoja harto difícil
que con las reglas del juego de la UE, los intereses particulares de cada
Estado miembro y la demagogia de buena parte de sus votantes, pueda pensarse en
llegar a ningún acuerdo en este sentido.
El cuarto round de Trump es en el que, a
mi parecer, la letra tiene mucho de inadmisible. Se trata del comercio
internacional. Y aquí creo que hay tres planteamientos que merecen ser
analizadas por separado.
El primero supone poner en su sitio a
determinados países –Trump menciona sólo a China– que hacen trampas en los
acuerdos comerciales, en la manipulación del valor de su divisa y que, además,
roban la propiedad intelectual. Afirma que va a poner fin a ese abuso que
supone billones (americanos) de dólares. Esta medida no puede parecerme mejor,
lo que no sé es en qué medida será posible de conseguir. Máxime cuando China
tiene una buena parte de la deuda de EEUU y es propietaria de muchas empresas en
este país. Pero alguien tiene que intentar avanzar en la buena dirección.
El segundo supone que esa rebaja de
impuestos enunciada anteriormente hará más competitivos a los productos
americanos e inclinará a su favor la balanza comercial. Esta medida también me
parece bien. La bajada de impuestos es algo legalmente aceptable y que no va en
contra del libre comercio. Cualquier país que se sienta perjudicado puede
bajarlos también. Lo que ocurre es que para bajarlos conviene haber puesto
primero a dieta la monstruo Jabba y eso es problemático. Lo que va contra el
libre comercio es querer tener los impuestos altos y tratar de hacer
competitivos los productos o atraer inversiones con trabas arancelarias o
reglamentarias. Si a base de bajar los impuestos Trump consiguiese que algunas
empresas americanas deslocalizadas en otros países volviesen a EEUU o que los
productos de este país sean más competitivos, “a quien Dios se la de, san Pedro
se la bendiga”. Se lo habrá ganado. Eso sí, a ver cómo se las apaña con la
balanza fiscal.
Pero me temo que el tercer planteamiento
va precisamente por la manipulación de las reglas del juego del libre comercio.
Trump afirma que va a renegociar todos los tratados de libre comercio suscritos
por los EEUU. NAFTA, acuerdo transpacífico, etc, amén de, por supuesto, no
firmar el TTPI. Aunque no lo dice, todo parece traslucir en su discurso que va
a cambiar las reglas para aplicar la ley del embudo a favor de los EEUU. Y
conseguir de esta forma una ventaja comercial es pan para hoy y hambre para
mañana. Si algo ha tenido de bueno el siglo XX ha sido el acabar con el
proteccionismo arancelario, precisamente mediante los tratados que Trump dice
que va a renegociar y que quiere evitar. Y esto ha impulsado el comercio
internacional creando riqueza para todo el mundo a través de la globalización.
Sobre una base de igualdad cada país consegue ventajas competitivas, basadas en
sus fortalezas, que hacen que cada país hiciese lo que podía hacer las cosas de
forma más eficiente que los demás. Y ha sido esto lo que ha deslocalizado
muchas empresas americanas y de otros países desarrollados hacia países en vías
de desarrollo, fomentando la disminución de la pobreza en ellos y en todo el
mundo. Dar marcha atrás a esto e iniciar la senda del proteccionismo hará que
otros países respondan con la misma moneda, lo que daría un golpe mortal al
comercio internacional y sería desastroso para el mundo. Por supuesto, Trump
vende esto sin enseñar la patita por debajo de la puerta. Se refiere a la
ineptitud negociadora de los funcionarios que desarrollan estos tratados y
habla de sustituirlos por negociadores que vengan del mundo de la empresa con
gran experiencia en ello. Nada que objetar a lograr una mayor capacidad
negociadora. Pero me temo que este aspecto del cuarto round de Trump lleva
implícito, excepto en el caso de China, negociar, como he dicho antes, la
ruptura de las reglas de equidad del comercio, es decir, la aplicación de la
ley del embudo. Y contra esto estoy rabiosamente en contra.
El quinto y último round es el más
espinoso. Se refiere al muro que dice Trump que va a construir a lo largo de la
frontera mexicana para frenar la inmigración ilegal, enfatizando que el coste
lo va a pagar ese país. Pero para hablar de esto me tengo que remontar a mis
puntos de vista sobre la inmigración. En un mundo que funcionase todo él en
base al liberalismo económico, la inmigración debería ser totalmente libre.
Pero el mundo no funciona de acuerdo con el libre mercado. Una inmensa mayoría
de los inmigrantes que llegan a cualquier país desarrollado de otro en vías de
desarrollo no está causado por la libertad de elección de los inmigrantes, sino
por dos motivos diferentes. A) Porque en sus países hay algún tipo de
cleptocracia[2].
B) Huyendo de la guerra, causada por la lucha entre cleptócratas o por
fanatismo religioso o racial. Estas dos causas producen migraciones masivas
ajenas a la libertad de elección y, por lo tanto, rompen la regla dicha antes
de que la inmigración debería ser libre. Por tanto, y con toda la inmensa
lástima que estos emigrantes me producen, esa avalancha no puede ser admitida
sin más, ya que colapsaría la economía de los países anfitriones y crearían un
problema inmensamente mayor. Esta es, en su inmensa mayoría, la inmigración que
llega a Europa del África subsahariana, del Oriente Medio y de algunos países
de Hispanoamérica. Y de ahí que entienda las vallas y los frenos que hay a la
inmigración en los países limítrofes de Europa. Pero dudo mucho que sea el caso
de la inmigración de México a EEUU. Con imperfecciones todo lo graves que se
quieran, México, sin ser un país perfecto, no es una cleptocracia. Y por ello su
emigración responde, en gran medida, a aspectos puramente económicos y debería
ser, por tanto y a mi juicio, libre. El problema de EEUU, y también de Europa,
es que debido a la rigidez de los salarios a la baja, se produce paro entre la
población autóctona y, al tiempo, esos salarios artificialmente altos (aunque a
los trabajadores de los países ricos ya les parezcan bajos) crean un enorme
efecto llamada artificial en los países en vías de desarrollo, incluso en
aquellos que no se pueden calificar de cleptocracia, como es el caso de México.
Es decir, el desprecio a la libertad del mercado laboral en los países
desarrollados es también parte del problema. Y en este mundo que da la espalda
a los principios liberales aparece el concepto de inmigración ilegal. Algunas
formas de inmigración justifican este calificativo, pero otras no. Y creo que
la inmigración de México a EEUU es de las que menos lo justifican, ya que la
que es puramente mexicana no tiene ninguna de las dos causas antes reseñadas y
debiera ser, por tanto, libre. Pero también es cierto que un porcentaje
importante de los que intentan cruzar la frontera de México con USA no son
mexicanos, sino centroamericanos de países como Guatemala, Honduras, El
Salvador o Nicaragua que sí pueden ser calificados, en mayor o menor grado, de
cleptocracias. Se estima que entre 400.000 y 500.000 centroamericanos intentan
cruzar México de sur a norte cada año en el macabro tren de la Muerte, la
Bestia, intentando alcanzar, en un viaje terrorífico, los EEUU. México, a su
vez, deportó a sus países de origen en 2015 a unos 175.000 ciudadanos de esos
países. Con todo eso, creo que las defensas contra la inmigración ilegal en
EEUU son más injustas que las de Europa. Pero si además se afirma que el muro
de la frontera mexicana lo va a pagar México, la cosa pasa de castaño oscuro.
Por supuesto, Trump no pretende que México vaya a pagar porque los EEUU le
vayan a pasar la factura. Sería demasiado burdo. Lo que pretende es más sutil y
más injusto. Afirma que lo va a pagar, precisamente por las protecciones de
EEUU al comercio con México. Es decir, por otro sistema contrario al libre
mercado. Por tanto, tampoco en este quinto round me gusta Trump ni una pizca.
Primer punto extra: Nada dice Trump de lo
que va a hacer con la ayuda internacional, pero imagino que va a recortarla
drásticamente. Sin embargo, esto no me importa demasiado. Primero porque no
tengo mucha fe, más bien ninguna, en el efecto positivo de este tipo de ayudas
que, a menudo, más bien crean incentivos negativos al desarrollo. Y, segundo,
porque me espeluzna la ayuda internacional ligada a propuestas anticonceptivas
que no sólo no rechazan, sino que incentivan en gran medida el aborto. Así ha
sido la política puesta en marcha por Obama e impulsada por Hillary Clinton
cuando era Secretaria de Estado. No hay duda, así lo ha dicho la candidata, que
profundizará en ella si llega a la presidencia. Y lo dicho sobre el aborto en
países en desarrollo vale también en la política interna de Clinton. Clinton es
una entusiasta valedora de PlannedParenthood que, bajo este nombre, oculta a la
mayor multinacional del aborto y del tráfico de órganos de fetos. Creo que
Trump no apoyará estas políticas. Creo que la mejor ayuda a los países en vías
de desarrollo es declarar la “guerra” legal a las cleptocracias, en vez de
darles más madera. Me caben pocas dudas de que, sin ellas, esos países
experimentarían una espectacular mejora económica. Así se ha visto
repetidamente en muchos países.
El segundo punto extra es un asunto que no
es económico. Alerta Trump del peligro de que si gana Hillary Clinton, se
cubran unas vacantes del Tribunal Supremo con jueces liberales –en el sentido
americano de la peor progresía abortista– creando un desequilibrio que será muy
difícil de superar en las próximas décadas. No estoy muy al día de estos
aspectos judiciales en los EEUU, pero si son así, y hasta donde conozco lo son,
me parece algo gravísimo.
El tercer y último punto extra es la
aversión que me causan las boutades de Trump y, sobre todo, sus hirientes e
intolerables comentarios sexistas.
Conclusión
¿Podría haber una posibilidad de un
programa con lo que tiene de bueno el de Trump, pero sin sus puntos de poner
los pelos de punta? No me cabe duda de que sí. No hay nada que diga que los
primeros tienen que llevar a los segundos. Pero Trump es Trump no es lo que a
mí me gustaría que fuera. Y espero que, si gana, la democracia americana, tan
sabiamente llena de checks and balances, no le permita llevar a cabo esos puntos espeluznantes. En conjunto,
viendo todo, estoy, como dije al principio, confuso, pero a un nivel más alto y
con una mejor perspectiva de la que tenía antes de este largo fin de semana de
oír el discurso de Trump y pensar mucho. Y lo veo con un símil así. El mundo
desarrollado, EEUU incluido, aunque en menor medida que Europa, se encuentran
en una habitación con un ambiente irrespirable de impuestos, regulación y
demagogia inéditos en la historia de la humanidad. Y la habitación se hace cada
vez más pequeña y su aire cada vez más irrespirable. Así, no me cabe duda de
que dejará de funcionar la increíble máquina de hacer pan que alimenta cada vez
mejor a la humanidad. Y las consecuencias de esto son incalculables. Ese es el
panorama que presenta Clinton. Más de lo mismo, más pequeñez, más humo, más
parálisis. En el otro lado está Trump. Propone abrir las ventanas y ensanchar
la habitación. Pero ese proceso produce toxinas que pueden ser muy
perjudiciales, aunque no sabemos en qué cantidad ni cuan tóxicas. En un lado
hay resignación. En el otro esperanza, aunque no exenta de graves riesgos. ¿Qué
preferimos? Yo, aunque con miedo por las toxinas y sin una gran convicción,
prefiero lo segundo. Me niego a aceptar el encierro incondicional. Nunca ha
avanzado la humanidad sin riesgos. Por tanto, si antes decía que prefería a
Clinton con un 10% frente a un 5% de Trump, y sin un atisbo de ilusión, hoy
digo que si fuese americano y tuviese alguna capacidad de influir, votaría y
recomendaría votar por Trump con un 11% de convicción frente al 10% de Hillary,
con una buena dosis de miedo, pero con otra dosis razonable de esperanza. Es
decir, por seguir con el símil pugilístico, he pasado de preferir vagamente una
ligerísima victoria a los puntos de Clinton a una ligera preferencia por Trump,
también a los puntos. Pero, dado que no soy americano ni tengo la menor
influencia, ¿a quién le importa lo que votaría o recomendaría? Me importa a mí
y eso me basta porque lo que pretendo es entender las cosas y ahora las
entiendo un poco mejor, aunque tal vez me equivoque. De hecho, parece que las
Bolsas mundiales no están de acuerdo conmigo. Perdonad lo que estas líneas
puedan tener de complicado. He procurado hacerlo lo más sencillo posible, pero
sin caer en el simplismo, dada la complejidad del tema. Pero espero con esto
haber sembrado confusión en vuestras cabezas, pero una confusión con una
perspectiva mayor. Y luego, los que votéis, votad lo que queráis. Pero, sobre
todo, podamos o no podamos votar, lo que sí podemos hacer es rezar para que el
Señor de la Historia ilumine el próximo martes a los ciudadanos de los EEUU,
para que voten con sabiduría lo que Él crea que deben votar. El mundo se juega
mucho. Recemos por ello esos días.
P.D. Como siempre que uno está entre Pinto
y Valdemoro sin acabar de verlo claro, aunque lo vea con más nivel, sus
conclusiones fluctúan. Así que parafraseando una frase cursi típica del día de
san Valentín diré que hoy jueves soy menos Trumpista que ayer pero más que hace
una semana. ¿Qué significa esto? No sé.
[1] Se entiende por efecto J de una
medida económica (por la forma de esta letra) el hecho de que aunque a medio
plazo tenga un efecto beneficioso es normal que a corto produzca el efecto
contrario.
[2] Gobierno de los ladrones que,
amparados en un poder absoluto y total, deciden quién puede ganar dinero en su
país y quien no y, naturalmente, los que
pueden son ellos, sus parientes y amigos y quien les pague por ello, excluyendo
al resto de la población, negándole la más mínima seguridad jurídica y sometiéndolos
así a la miseria sin esperanza.
solo me atrevere a opinar que Mexico esta mas cerca de ser cleptocracia de lo que pueda parecer. Echate un clavado a leer sobre Javier Duarte gobernador en licencia de Veracruz y la red que tenia en su estado. Y lo preocupante es tanto el nivel al que esta, una gubernatura, como la posobilidad de que otros a ese nivel o superiores esten implicados o tengan las suyas propias :-/
ResponderEliminarHola Javier:
ResponderEliminarPor supuesto que México tiene cosas típicas de la cleptocracia. No hay un sólo país del mundo que no las tenga. Pero creo que hay un abismo entre México y otros países del África Subsahariana o de Latinoamérica, que son cleptocracia en estado puro.
Un abrazo.
Tomás