Creo
que el título de estas líneas ya da pistas acerca de lo que voy a tratar en
ellas.
Ayer
sentí una mezcla de dolor, repugnancia, consternación y rabia cuando me enteré
de la noticia de la deleznable representación del carnaval de Las Palmas y de
la lamentable votación que hizo que esa representación ganase el concurso.
Nunca he ocultado, ni voy a hacerlo ahora, mi condición de católico. De esta
condición nace el primero de mis sentimientos. Dolor. Dolor al ver
injustificada, procaz y soezmente insultadas las dos personas a las que más
quiero: Jesucristo y la Virgen María. Pero los otros sentimientos, repugnancia,
consternación y rabia, no nacen de mi condición de católico sino de la de ser
humano con una mínima sensibilidad estética, social y de la justicia. En primer
lugar porque el espectáculo era estéticamente repugnante. Y no lo era porque
fuese un espectáculo gay –aunque sé que decir esto no me librará de que me
llamen homófobo– sino porque su escenificación impudorosa y esperpéntica iba
contra las más elementales bases del buen gusto. Y esto lo aplico a todo
espectáculo del orgullo gay. Me atrevo a decir, porque lo sé, porque me lo han
dicho amigos míos homosexuales, que muchos de ellos comparten conmigo este
sentimiento. Porque los homosexuales educados en la sensibilidad estética ni
quieren ni les gusta que su condición de tales se exprese de esa forma. Pero
si, además de antiestético y esperpéntico, es insultante para las creencias de
otros, sean quien sean, entonces ya no es la frontera del mal gusto la que se
ha saltado, sino la del más elemental respeto, base de la convivencia. Por
supuesto que admito que haya gente que no le gusten las creencias católicas y
que tenga juicios negativos sobre el comportamiento de los cristianos en
ciertos campos y momentos históricos. Y hablo a menudo con personas que me
expresan estos juicios. Y, además, con puntualizaciones, estoy de acuerdo con
ellos en bastantes cosas. A mí, no me gustan ni las creencias ni el
comportamiento histórico de muchos musulmanes y lo critico. Quien lea estas
líneas, habrá podido leer estas críticas en otros escritos míos publicados en este blog. No lo oculto. Pero
jamás me he burlado de ningún musulmán ni he escenificado esperpénticamente
esas burlas ni he insultado nunca a ninguno. Discrepar es un derecho amparado
por la libertad de conciencia y de expresión. Insultar no lo es.
Pensar
que un espectáculo como ese puede gustar a una masa vociferante de personas que
se precipitan a votarlo como el ganador del concurso, me produce el sentimiento
de consternación. Son mis compatriotas, españoles como yo. Son los que conmigo
deben intentar hacer una España y un mundo mejor. Y por supuesto, así no se
construye un mundo mejor. En un mundo mejor debe haber tolerancia y respeto y
eso es algo de lo que ese lamentable espectáculo carecía por completo, así como
los que lo votaban. Ejercer el insulto y votar por él, hace un mundo peor, no
mejor. Y eso –tal vez sea un ingenuo por intentar mejorar el mundo– me produce
una honda consternación.
Por
último rabia. Me da rabia la cobardía. Los que insultan a las creencias
católicas lo hacen desde el convencimiento de que no van a sufrir ningún tipo
de violencia como respuesta. Ni siquiera van a verse expuestos a ningún riesgo
legal importante. La profanadora de la capilla del campus de Somosaguas de la
Complutense, sale todos los días en televisión como portavoz de Podemos. No
pasa nada. Los católicos pueden ser usados impunemente como felpudos. Al
parecer, el creador de ese espectáculo es profesor. Seguro que mañana seguirá
dando clases como si nada hubiera pasado. Ayer oí decir, me niego a creerlo,
¡que quería ser profesor de religión! Y si se empeña, lo acabará siendo. Y si
la Conferencia Episcopal le veta, la tacharán de sectaria, retrógrada e
inquisitorial. Pero dudo que el creador de ese espectáculo se atreviese a hacer
lo mismo con el Islam. ¡Ni por asomo! Es más que posible –me arriesgo a hacer
un juicio temerario y si no es así, pido disculpas– que vea a esta religión con
ojos de buen progre[1].
Sé
que un sentimiento católico que debería brotar de mí, es el del perdón. Y
brota, con dolores de parto, en un sentido, y de ninguna manera en otro.
¿Perdono en conciencia al creador de este espectáculo? No lo sé. Si perdonarle
es pensar que pudiera ser amigo suyo, desde luego, no le perdono. No tengo el
menor deseo de cruzar con él ni una sola palabra. Pero eso no tiene nada que
ver con el perdón. Si perdonarle es rezar de corazón por él, sí le perdono,
aunque debo reconocer que me cuesta un huevo y la yema del otro[2]. Pero el perdón así visto,
es una cuestión personal. La justicia, en cambio, es una cuestión de la
sociedad. Y la sociedad tiene la obligación de defenderse de conductas nocivas.
Y, dígase lo que se diga, el insulto, como otras muchas, es una conducta nociva
que debe ser sometida a las normas de la justicia. Y el hecho de que yo, o la
mayoría de los católicos, podamos o no perdonarle en conciencia, no quita un
ápice a la obligación de la sociedad de penar conductas nocivas.
No
puedo dejar de copiar aquí la magnánima carta del Obispo de Las Palmas. A
menudo digo a mis hijos: “Contra mezquindad, grandeza”. También a menudo recito
un verso del poeta inglés Hugh Auden que dice: “Tenemos que aprender a amar a
nuestro mezquino prójimo con nuestro mezquino corazón”. Pero, ¡qué difíciles
son de seguir ambos consejos! Sin embargo, la carta del Obispo de Las Palmas,
respira grandeza:
28
de febrero de 2017
A
QUIEN QUIERA LEERME
Queridos
hijos y hermanos:
En
conversaciones con periodistas o con grupos distintos he tenido que responder
alguna vez a las preguntas: ¿Qué día ha
sido el más feliz de su estancia en Canarias? y he respondido con muchas
fechas. Y ¿qué día ha sido el más triste? Hasta ahora respondía: el día del
accidente en Barajas del avión que partía hacia Gran Canaria. A partir de hoy
diré que estoy viviendo ahora el día más triste de mi estancia en Canarias. Ha
triunfado la frivolidad blasfema en la gala Drag del Carnaval de Las Palmas de
Gran Canaria. Triunfado en los votos, y triunfado en los aplausos de una
muchedumbre enardecida.
Hace
un tiempo, sobre el talud que se encuentra encima de la entrada norte del túnel
Luengo alguien escribió con letras enormes: NADA ES VERDAD. TODO VALE. Pocos
días después, otra persona, o quizás el mismo, añadió encima de lo escrito, y
con letras del mismo enorme tamaño: SIN DIOS. Parecía indicar el principio de
la convivencia ciudadana de nuestra Capital, pues ese túnel con su forma de
arco es realmente el acceso a la ciudad desde el norte de la isla. Creo que
precisamente por eso, pocos meses después todo fue borrado, quedando todavía la
señal de la pintura superpuesta. SIN DIOS, NADA ES VERDAD. TODO VALE.
Lo
he recordado con profunda tristeza y con sentido dolor a ver esta mañana la
grabación que me han hecho llegar de la gala. Mi pueblo, miles de personas,
coreaban, aplaudían y votaban con los teléfonos. He recordado como en
superpuesto los miles y miles de personas que acompañaron la imagen de nuestra
Patrona la Virgen del Pino en su bajada y estancia en la Ciudad y en la subida
a su Santuario. Y las procesiones del Santo Cristo de Telde en las que he
participado acompañando la imagen del Crucificado y a muchísimos fieles. Y han
seguido pasando por mi memoria las procesiones de la Virgen del Carmen y de la
Virgen de la Luz de la Isleta, de la Virgen de los Dolores de Schaman, todas
ellas proclamadas Fiestas de la Ciudad en Plenos solemnes del Ayuntamiento. Y
la imagen del Cristo de la Vera Cruz de San Agustín, Patrono de la Ciudad,
procesionando en la Magna el Viernes Santo. Y se me han llenado los ojos de
lágrimas.
Lo
primero que ha brotado de mi corazón ha sido pedir perdón, a nuestro Salvador y
a su bendita Madre, también nuestra. Perdona a mi pueblo, Señor. Perdona a tus
hijos, Madre. Perdóname a mí, que debo responder por ellos ante ti. Perdona a
tantos como formando parte de la comunidad cristiana no damos el debido
testimonio.
También
me he preguntado si no hay límites para la libertad de expresión, si todo vale
en las manifestaciones festivas porque nada es verdad, si no hay recursos para
cortar la frivolidad blasfema que ofende a muchos ciudadanos. Tenemos mucho que
pensar.
Deseo
invitar a cuantos lo deseen a participar en la Eucaristía que celebraremos para
dar gracias a Dios por nuestro Salvador y por nuestra Madre; pedir perdón
porque el testimonio de nuestras vidas creyentes no es lo suficientemente
vigoroso y coherente en la convivencia social; y para pedir fuerza para que la
Misericordia que Padre Dios nos manifestó y nos dio con su Hijo Jesús sea
siempre la señal de nuestro actuar privado y público.
Celebraremos
esta Eucaristía en la Santa Iglesia Catedral el próximo día 3 de marzo,
viernes, primero de Cuaresma, a las 7.30 de la tarde. Os esperamos.
Francisco,
Obispo de Canarias
Sombrero.
Pero no tenemos que ir a Las Palmas para ir a una Eucaristía de desagravio a
Jesús y a María y de petición de perdón, para nosotros los católicos, por lo
que podamos haber hecho mal y para este personaje. Lo podemos hacer hoy mismo
en cualquier iglesia.
Y
ahora vamos a lo de los penes y las vulvas. Si utilizo estas palabras no es
originalidad o mal gusto míos. Son las que utilizó un profesor de niños –niños,
no jóvenes– para decirles que había niños con vulva y niñas con pene. ¡Todo un
ejemplo de pedagogía infantil para que los niños se vayan dando cuenta de lo
que es verdad y lo que son sólo apariencias! Un niño, con pene claro, puede ser
una niña aunque las apariencias parezcan indicar lo contrario. Y una niña con
vulva puede igualmente ser un niño aunque no lo parezca. El sexo es algo que
está en el interior de cada uno. Cada uno es lo que quiera ser. Una cosa es
comprender y respetar a una persona de sexo masculino tenga una atracción por
otra persona del mismo sexo y que, tal vez, le gustaría ser del sexo
contrario y otra realmente distinta
decirle que lo es. Lo primero es de una sociedad civilizada. Lo segundo es de
una sociedad decadente. Hace un par de meses me llegó un video grabado en el
campus de una universidad americana en el que los alumnos eran incapaces de
negar que el tío que les entrevistaba fuese, como les decía él, una mujer china
de 1,95m. La respuesta de los alumnos del campus era: “Si tú crees que lo eres, lo serás, no me molesta que lo seas”.
Copio el link a ese vídeo.
Pero
lo que de verdad importa es la conclusión que extrae el autor del vídeo: “No tendría que ser difícil decirle a un
hombre blanco que mide 1,75 que no es una mujer china de 1,95. Pero para ellos,
notoriamente, lo es. ¿Por qué? ¿Qué nos dice esto sobre nuestra cultura y sobre
nuestra capacidad de responder a cuestiones realmente difíciles? Si no te
levantas por nada, caerás ante cualquier cosa”. Bueno, pues hace unos días
una organización llamada Hazte Oír, sacó a la calle un autobús en el que se
limitaba a decir: “Los niños tienen pene y las niñas tienen vulva. Que nadie te
engañe. Si naces hombre, eres hombre. Si naces mujer, seguirás siéndolo”. Simplemente.
Sin insultar a nadie. Sin emitir ni un solo juicio de valor. Simplemente
constatando un hecho básico y elemental. La reacción ha sido de sainete. Todos
los partidos han echado carreras para ver cuál condenaba antes y más
contundentemente semejante “horror”, calificándolo con un vocablo que no había
oído nunca: “Tránsfobo”. La fiscalía de Madrid ha abierto una investigación
urgente por si su mensaje fuese constitutivo de un delito de odio, añadiendo
que existe riesgo de perpetuación de la comisión de delito y de alteración de
la paz pública y creación de un sentimiento de inseguridad o temor ante las
personas por razón de su identidad u orientación sexual y, concretamente, de
los menores que puedan verse afectados por el mensaje. Nada menos que el fiscal superior de la Comunidad de Madrid, Jesús Caballero
Klink, ha ordenado la apertura
de diligencias de investigación y su remisión urgente a la sección de Delitos
de Odio de la Fiscalía Provincial de Madrid. También ha cursado el mandato de
apertura e instrucción de las correspondientes diligencias de investigación y,
en su caso, que "se insten las medidas legales oportunas para la cesación
de la conducción presuntamente delictiva". Y yo, un poco ingenuamente, me
pregunto. ¿Es que el señor fiscal superior de la Comunidad de Madrid, señor
Jesús Caballero Klink no tiene delitos auténticos y graves que perseguir? ¿Es
que el sistema judicial que está más bien atascado, debe dedicar su insuficiente
tiempo a esta astracanada? La Policía Municipal de
Madrid, más pragmática, procedió este martes a inmovilizar el vehículo por
"incumplir la ordenanza de publicidad en los autobuses", que sólo permite que vaya en la de
los vehículos de la EMT.
Por
supuesto, HO ha sido calificada como una organización ultra e, incluso,
fascista. En fin, una ridiculez que pone de manifiesto que, como sociedad, nos
estamos volviendo locos. Que un profesor haga un espectáculo a todas luces
ofensivo para millones de personas y que se retransmita por la televisión
pública, que un profesor diga a sus alumnos que aunque tengan vulva, si se
sienten niños, lo son, eso es considerado no sólo como normal, sino como sano y
digno de difusión. Pero que un autobús circule con un cartel que simplemente
constata un hecho, es un acto fascista, de odio, de alteración de la paz
pública y de amenaza contra la misma infancia a la que se le está aleccionando
en lo contrario. Afortunadamente, estoy seguro de que la mayoría de las
personas, si pueden elegir entre mandar a sus hijos a un colegio donde les
digan que los niños son niños y las niñas, niñas, sin por ello fomentar ningún
tipo de odio ni incomprensión ni exclusión, o a un cole en el que les digan que
sus hijos, aunque tengan pene, pueden ser niñas si lo prefieren, elegirían el
primero. Pero nadie dice nada. Sólo HO tiene la osadía de decir que el rey va
desnudo. Y le apalean. Y, claro. Lo que he citado antes: “Si no te levantas por nada, caerás ante cualquier cosa”. Yo firmo
muy a menudo las peticiones suyas que me parecen razonables. Hago, además una
modestísima aportación mensual a HO para que pueda hacer su labor, que
considero un servicio a la sociedad civil. Con frecuencia me mandaban mails
pidiéndome que la aumentase y yo no lo hacía. Hoy lo he hecho.
Pero
la posverdad se impone. Seguramente estas líneas me cuesten algún insulto. A lo
peor el fiscal superior de la Comunidad de Madrid, señor Jesús Caballero Klink,
tiene a bien imputarme por un delito de odio para salvar a la sociedad de una
persona peligrosa como yo. Respondo como respondió el semanario satírico “La
codorniz” en épocas dictatoriales cuando le amenazaron con cerrarle la edición.
Sacó en portada una regla de tres con un corolario. Decía: “Bombín es a bombón como cojín es a X. Me importa tres X que me cierren
la edición”. Pues eso, para eso está el forro de los X.
Como decía Arcadi Espada a su querida liberada en
su artículo de El Mundo del Domingo 15 de Enero pasado que ya he citado en un
envío pasado: “Pero
ya advierto tu mohín escéptico. No solo la verdad. La objetividad, los hechos,
la termodinámica, el sentido común, el futuro, la biología, la inteligencia...
Todo de derechas”. Más aún, fascista.
[1] El otro día empleé esta palabra
–progre– en una cosa que mandé. Alguien me dijo que le parecía una palabra
insultante. No la uso con ese intento, sino por carencia de otra. Los progres
se llaman a sí mismos impulsores del progreso y de la cultura y, por lo tanto,
progresistas. Por supuesto me niego a admitir que la mayoría de las cosas que
apoyan, tanto en economía como en el gusto por estos espectáculos sea ni
impulsar el progreso ni aumentar la cultura del pueblo español. Por tanto, no
puedo llamarles progresistas. ¿Cómo puedo llamarles? Seguro que se podría
encontrar una larga frase que definiese cómo les veo y en la que sólo usase
palabras políticamente correctas. Pero una larga frase no es algo que encaje en
ningún texto. ¿Cómo les llamo? Pues usando un apócope de la forma en que ellos
se llaman, que no aprueba su sentido, sino que lo matiza. ¿Insulto por ello? Yo
no me siento insultado si me llaman neocon, término con el que se llama a los
conservadores del siglo XXI, ni cató, término que a veces se usa para llamar a
los católicos convencidos. Ni siquiera me afecta el término meapilas. ¿Es
insultante progre? Lo será para el que tiene una piel infinitamente más
sensible que la mía.
[2] Este perdón de rezar por él es otra
cosa que me consta que le molesta a la gente como el creador de este
espectáculo. Una vez que le dije eso a una persona, sí que me insultó: “¿Para
qué coño quiero yo tu mierda de oración?”, me dijo, más o menos. Desde luego,
cuando lo digo, lo digo sin la menor condescendencia ni, mucho menos, prepotencia
y, por supuesto, no para molestar ni para herir sino, simplemente porque, según
mis creencias es lo único, y lo mejor, que podía hacer por una persona. Pero,
alguien lo toma como insulto, ¿le he insultado realmente? Si es así. entonces,
todos los días insulto a mis hijos, a mi mujer y a todas las personas a las que
quiero, porque todos los días rezo por ellos.
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