Hoy leo una noticia en Expansión que no puedo dejar de
comentar. Podéis leerla en el link de más abajo (o, más completa, en el
Expansión de papel). España está en el puesto 28, sobre los 35 de la OCDE, en
el Índice de Competitividad Fiscal elaborado por la Tax Foundation, uno de los
think tanks más influyentes del mundo en el campo fiscal. Este índice, como su
nombre indica, pretende medir la capacidad de atracción de inversión a un país
por sus políticas fiscales. El índice mide 40 variables, es decir, no se centra
únicamente en la presión fiscal, sino en la equidad de su aplicación, su
simplicidad de aplicación, y un largo etc. de aspectosPor supuesto, hay otros
factores, además de los fiscales, que pueden hacer más o menos atractivo un
país para la inversión extranjera, pero el aspecto fiscal es, sin duda, de
enorme importancia. Ahí estamos, en la cola del pelotón, con 58,9 puntos que se
sitúan entre los 100 de Estonia y los 43,2 de Francia, pasando por los 82,1 de
Suecia, los 70,9 de Noruega, los 70 de Irlanda o los 67,4 de Dinamarca. Si bien
es cierto que desde el año pasado hemos mejorado cuatro puestos desde el año
pasado, todavía somos el 8º por la cola. El artículo en papel (no aparece en el
link), aclara algunas de las cosas que hacen que Estonia esté en el primer
puesto. Dice: “Primero, su Impuesto de Sociedades no se aplica sobre
beneficios, sino sobre el reparto de dividendos (aplausos míos). En
segundo lugar, el equivalente a su IRPF es muy sencillo, con un tipo general
del 20% que se aplica a partir de un mínimo exento (aplausos estrepitosos
acompañado de bravos). El tercer punto: si sistema de impuestos (sobre
bienes inmuebles) se aplica sobre el valor del suelo y, como critica el
informe en relación a España, No en función de las valoraciones arbitrarias
elaboradas por un catastro público (Pateo en el suelo con los pies, que es
lo único que me queda, en manifestación de entusiasmo) Por último, el
estudio destaca el modelo de fiscalidad territorial de la república báltica,
que exime al 100% el pago de impuestos por los beneficios obtenidos en el extranjero
(¡¡¡¡Uauuuuuuuu!!!! Ya no sé con qué aplaudir. ¿Con las orejas?)”. El PIB de
estonia ha tenido un crecimiento interanual al primer trimestre de 2017 del 4%
y viene experimentando una progresión impresionante. Claro, esto sólo se
puede conseguir teniendo un estado delgado, casi atlético y no uno que se
parezca al monstruo Hobba de la guerra de las galaxias, como el de Francia. Al
hilo de esto, me voy a permitir un breve comentario y una reflexión no tan
breve.
El breve comentario: ¿Os imagináis a qué puesto bajaríamos
con una coalición PSOE-Podemos en el gobierno? Cosas veredes amigo Sancho.
La reflexión no tan breve. En febrero del año pasado, el
fisco francés reclamó a Google 1.600 millones de € porque, supuestamente, había
evadido impuestos en Francia (último de la lista) para ponerlos en Irlanda
(puesto 14). Esto viene a cuento de una moda, impulsada por países como Francia
que ha dado en acusar a ciertas empresas multinacionales de algo
eufemísticamente llamado “Planificación fiscal agresiva”. Que significa que una
empresa, analizando la legislación fiscal vigente en los países en los que
opera y cumpliendo con ella el pie de la letra, planifica su fiscalidad de
forma que pague menos impuestos. Por supuesto, esto desata la furia de países
como Francia que quieren jugar a con dos barajas. Tener un absolutamente
incompetitivo sistema fiscal y que las multinacionales pongan, aunque la ley no
les obligue a ello, sus beneficios en su país, para colaborar con la Grandeur
de la France. Claro, Google reclamó esa reclamación y, mira tú por donde, la
Grandeur de la France se mostró por otro lado: en la independencia de su poder
judicial, que hace unos días ha dado la razón a Google. Podéis ver la noticia
en el segundo link.
Moraleja: Si Europa quiere ser de verdad Europa, lo primero
que tiene que hacer es armonizar sus políticas fiscales, tanto por los ingresos
como por los gastos, porque si no lo hace, le resultará imposible hacer una
legislación fiscal que acepten franceses y estonios. Pero, claro, esto es algo
que requiere una importante cesión de la soberanía nacional y Europa quiere ser
Europa, pero sin ser Europa, lo que resulta más complicado que la cuadratura
del círculo. Y por eso, entre otras cosas, está fracasando. Nunca debió
empezarse el proceso de muchos países jugando al soy, no soy, sino unos pocos
que VOLUNTARIAMENTE, quisiesen jugar, de verdad, al soy Europa, y a muerte.
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