Hoy debería publicar la tercera y última entrada de la serie que empecé en semanas anteriores. Pero dada la situación por la que atraviesa España con el desafío secesionista de Cataluña, he creído oportuno hablar de esto y dejar para la semana que viene la conclusión de la serie.
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Tras
los últimos acontecimientos, parece casi seguro que el “referéndum” del 1-O no
va a tener lugar. Al menos no de una manera significativa. Por supuesto, será
difícil, casi imposible, evitar que haya algunas mesas más o menos improvisadas
y camufladas en urinarios o sitios por el estilo donde unas cuantas decenas de
miles de personas vayan a votar con un papel que traigan de su casa en el
bolsillo. Importará poco. Los resultados de este “““referéndum””” serán
aireados como la voluntad democráticamente expresada del pueblo catalán y hará
que los inefables Puigdemont y compañía, proclamen el 2 de Octubre (o el mismo
1, antes del recuento, porque para qué tomarse la molestia) la independencia de
la República Independiente de Cataluña, con movimientos de masas. Preparémonos
porque el baile no va a acabar el 1-O. Más bien va a empezar. Y se verán muchas
caras al descubierto. Podemos e IU no presentan dudas. Estarán al lado de la
“democracia popular” sin leyes molestas, que les impidan atropellar a quien les
dé la gana. Nunca han sido amigos de que nadie esté por encima de la ley. Ellos
se reservan ese papel. La cuestión es qué hará el PSOE cuando las cosas se
pongan duras, como se van a poner y haya que tomar medidas verdaderamente
drásticas. En dos pasajes bíblicos (2 Reyes 18, 21 e Isaías 36,3) el rey de
Asiria, Senaquerib, avisa expresivamente al rey de Judá, Ezequías que no se fie
de Egipto como aliado si quiere oponerse a él. Le dice “¿Te fías de ese bastón de caña cascada que
es Egipto? ¡Al que se apoya en él se le clava en la mano y se la atraviesa! Así
es Faraón rey de Egipto para los que confían en él”. Creo que esto es perfectamente aplicable en esta
situación al PSOE reactivo de Pedro Sánchez. Ya empiezan a verse
fraccionamientos que dicen que hay que apoyar al gobierno en la batalla contra
la secesión, pero sin pasarse. Cuando la tempestad arrecie y el principio de
prudente proporcionalidad pida medidas de mayor dureza, la caña se cascará. Me
temo.
Pero, todavía me preocupan más las voces que dicen –ministro
Guindos incluido– que si se depone la actitud secesionista se harán concesiones
como, por ejemplo, una mejor financiación para Cataluña. Hay dos cosas que me
alarman de este tipo de declaraciones. La primera es económica y la segunda
política.
La económica: Mientras no se demuestre lo contrario, esto de la
financiación autonómica es un juego suma 0. Esto quiere decir que si se dan
mejores condiciones financieras a Cataluña, será a costa de empeorar las de
otras CA. ¿Las de cuáles? Esto dará lugar a una batalla totus revolutum interCA
de imprevisibles consecuencias. Claro, la historia de la financiación
autonómica podría no ser un juego suma 0. ¿Cómo? Muy fácil, subiendo los
impuestos. Pero esto me parece todavía más preocupante.
La política: Dicen que el hombre es el único animal que tropieza
dos veces en la misma piedra. ¿Sólo dos? No hay límite para la estupidez.
Parece que no nos hemos dado cuenta, o se nos ha olvidado, que el problema
catalán viene, precisamente de dar concesiones a esa CA. Lo hicieron Suárez,
Felipe, Aznar y, muy especialmente, el inefable Zapatero. ¿Aplacó esto el
hambre de los nacionalistas? ¡De ninguna manera! La fiera, todavía cachorro,
del nacionalismo, alimentada por estas concesiones, se convirtió en
independentista. El propio Felipe González que, a pesar de su clarividencia,
entró en el juego de alimentar a la bestia, lo expresó con un ejemplo. Hablaba
de un salchichón. Los nacionalistas lo miraban con fuerte segregación de saliva
y exigían la mitad del mismo. Cuando se lo dabas, se lo guardaban en la buchaca
y seguían mirando la mitad que no era suya, exigiendo la mitad de esa mitad. Si
se caía en la debilidad de darle este cuarto, se lo guardaban otra vez en la
buchaca y pedían la mitad de la cuarta parte que todavía no era suya… y cuanto
más salchichón tenían en la buchaca, con más ansia –y con más fuerza, por estar
mejor alimentados– miraban lo que no tenían. Aleccionador. ¿Hay alguien que
piense que dando más se va a aplacar el hambre de los nacionalistas convertidos
en independentistas? Yo desde luego no.
En particular hay una concesión que me parecería graciosa si no
fuese terrible. Se trata del engendro que nadie, Pedro Sánchez el que menos,
sabe qué demonios es, de la federación asimétrica. Federación viene de fe, de
fe en un Estado que aglutina a ciertas regiones que se sienten orgullosas de
ese Estado, para tener un sistema de gobierno más eficiente que haga que sus
ciudadanos se sientan más unidos y mejor administrados. En España nada de eso
ocurre con el Estado de las Autonomías. Es, al menos en un par de ellas, una
fuerza centrífuga, no centrípeta. Y es, desde luego, catastróficamente
ineficiente en su conjunto. Si alguna reforma habría que hacer, sería la de ir
hacia un mayor control y recuperación de competencias de las autonomías por el
Estado. Cosa que me temo que no es posible de hacer y que, desde luego, no se
hará.
Pero no quiero acabar sin apuntar lo que creo que pasaría en
Cataluña si realmente se independizase. Lo primero, la caída del 30% del PIB.
Esto se escribe en unas palabras, pero detrás de ello hay un paro inmenso
acompañado de auténtica miseria. Miseria que son expertos en explotar los
partidos de extrema izquierda como la CUP o la subsidiaria catalana de Podemos
y que sería secundada por sus compañeros de viaje de Esquerra. No sería una
historia nuevs Además, Cataluña quedaría aislada de la UE y de cualquier otra
unión económica o comercial. Los partidos que creyesen en una economía libre,
serían barridos. El refundado PDCat, está muerto y, por supuesto, cualquier
partido que tuviese algún vestigio de PP o C’s estaría proscrito. Cataluña y su
miseria quedarían a merced de la CUP, Podemos y Esquerra y sus disparatadas
ideas económicas. Y este cocktail terrible de miseria, aislamiento
internacional y demagogia económica barata dejaría a Cataluña dos opciones. La
venezuelización o la albanización. Triste alternativa.
Parafraseando lo que dice siempre Arcadi Espada al final de sus
“cartas a una liberada” de “El Mundo”: Tú, Cataluña, sigue ciega tu camino.
Acabo con un link a un magnífico artículo de mi amigo Javier
Fernández Aguado:
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