Érase
que se era una vez un zorro que se dedicaba a robar gallinas del gallinero de
una cooperativa que cuidaba las gallinas de la comunidad de un pueblo vecino.
El animal había descubierto un sitio por el que entrar a robar impunemente las
desprevenidas aves. Durante años los granjeros se habían limitado a lamentar la
pérdida de gallinas sin dedicarse a cerrar el lugar por el que el zorro entraba
a robarlas. La verdad es que a los empleados de la granja les venía bien,
porque por cada 10 gallinas que robaba el zorro, ellos se llevaban una para el
puchero de su casa y así, zorro y granjeros coexistían tan contentos. Pero las
fechorías del zorro aumentaban con la impunidad y la connivencia, hasta que la
situación se hizo insostenible. Un día, cuando las fechorías del zorro
alcanzaron niveles intolerables, le tocó estar al frente de la cooperativa a un
granjero astuto y paciente, cuyos amigos y enemigos habían transigido con la
situación cuando les había tocado dirigir la cooperativa, pero que ya había
puesto incómodos obstáculos al zorro para que no le fuese todavía más fácil
entrar en el gallinero. Reunió a todos los cooperativistas y les dijo que había
que preparar una trampa sólida y segura para capturar al zorro cuando fuese a
robar gallinas. Los cooperativistas no estaban todos de acuerdo en la manera de
proceder. Unos querían poner una trampa de la manera más rápida posible, sin
preocuparse demasiado sobre su eficacia. Otros querían, antes de poner la
trampa, esperar a que el zorro alcanzase el record de 2.000 gallinas robadas.
Otros no se decidían a apoyar al granjero director, debido a sus desavenencias
con él en otros asuntos, y arrastraban los pies. Otros se preocupaban por el
pobre zorro. ¿De qué iba a vivir el pobre animal si le quitaban su sustento?
–se preguntaban con preocupación. Algunos de estos, avisaron a la Sociedad
Protectora de Animales, no sea que se fuese a hacer daño al zorro si caía en la
trampa. La SPA se personó para supervisar que no se torturase al zorro. El director
tuvo que templar muchas gaitas y hacer muchos equilibrios para llegar a un
punto en el que una amplia mayoría de los granjeros estuvieran de acuerdo en
que había que poner una trampa y se diseñase una trampa que cumpliese con el
difícil equilibrio de la eficiencia y el visto bueno de la SPA. Esto llevó
tiempo y, durante ese tiempo el zorro se siguió aprovechando para robar cada
vez más gallinas, ante el descontento general de la gente del pueblo, que veía
cómo la rapiña llegaba a cotas escandalosas.
Pero,
por fin, la trampa estuvo lista, con un acuerdo bastante sólido entre una gran
mayoría de los granjeros. Pero no faltaban los que veían el asunto con tibieza
o, incluso, animadversión y pretendían poner solapadamente trabas a la
utilización de la trampa o usar para sus intereses a la SPA para que prohibiese
su uso. Por su parte, el zorro, se maliciaba la trampa y husmeaba por aquí y
allá, sin decidirse a entrar y pretendiendo, a su vez, reclamar con todo tipo
de argumentos falaces, protección a la SPA. Tuvo, por fin, que ser un zorro
envidioso el que le empujase para que entrase en ella y, parece que, por fin
entró. Pero la comunidad zorruna quería seguir encontrando huecos por donde
poder seguir robando gallinas. Se trata ahora, por tanto, de poner algún tipo
de medidas disuasorias para que los zorros no puedan siquiera acercarse a los
gallineros. Pero esto parece que volverá a sembrar las diferencias entre los
cooperativistas. Algunos creen que la mejor manera de que los zorros renuncien
a robar gallinas en dárselas antes de que las roben. Otros siguen defendiendo
de forma más o menos solapada a los zorros. Otros, por fin, creen que hay que
poner una valla electrificada, no de alta tensión, pero sí que sacuda un
notable calambre a los zorros que se acerquen. Y que los zorros se busquen la
vida para cazar conejos o lo que sepan y puedan hacer, en vez de robar
gallinas. Estiman que cada calambre educará a los zorros para que no sigan
intentando acercarse al gallinero y, de esta manera, los reflejos condicionados
les educarán. Es dudoso que se pueda llegar a un acuerdo sobre estas medidas
preventivas, pero si alguien puede hacerlo es el astuto granjero. Veremos.
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