21 de febrero de 2018

Frases 21-II-2018


Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Lo que hace de la ternura un acto propiamente humano es la intención que, a través del gesto tierno, de la mirada tierna, de las palabras tiernas, tiende a hacerse presente como persona y a cuidar del otro como persona, por medio del calor y de la dulzura maternales, por la protección y por el don de sí… La dulzura del gesto, de la voz, de la mirada acariciadora nos torna presente el objeto en su propia dulzura, nos entrega la amabilidad en la amabilidad que lo acoge, su precariedad en la precaución que lo rodea… Esa potencia dispensadora de calor, de alimento, de caricias… por doquiera y siempre hace germinar en la naturaleza y en la civilización lo oculto, lo débil, lo frágil, lo sutil. Así sucede en la amistad y en el amor, en la educación y en cualquier trabajo que no sea egoísta. Y también en el arte y en el conocimiento, siempre que nazca del asombro y de la admiración y tenga su fuente en el amor al ser. Finalmente, sucede así en el desarrollo pleno de la personalidad, en la afinación del pensamiento, en el despertar de una sensibilidad matizada, en la sutileza de las distinciones; y así también en el progreso de la fe, en el restablecimiento de la imagen divina en el hombre –en vista de lo cual debemos apelar a la maternidad más dulce, la más liberada y, por tanto, la más virginal, la de la mujer que representa ante Dios a la humanidad sufriente.

Frederik J. J. Buytendijk. “La mujer”. Madrid 1955.


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