Me
voy a atrever a entrar en el avispero del caso TFM de Cristina Cifuentes. Y lo
hago con una pregunta escéptica que no refleja para nada mi pensamiento, pero
sí el atolladero de mentiras en que universidades y políticos se han metido,
nos han metido, y del que, me temo, va a ser imposible salir. O al menos salir
antes de 3 o 4 años lo que, a efectos prácticos, es como no salir.
Cuando
este tema salió a la luz, les faltó tiempo, tanto al Rector como al director
del master de marras, para decir que todo se había desarrollado ajustándose a
las normas del master y de la Universidad. Naturalmente, no sirvió para nada.
Porque la sentencia mediática y política fue aún más rápida que la aparición de
los dirigentes de la URJC. Cristina
Cifuentes es culpable. Ni afirmo ni niego que lo sea, pero lo que sí digo
es que el camino hacia el esclarecimiento de la verdad ya se ha llenado con
tanta mierda resbaladiza que me temo que jamás la sabremos y, que si la
sabemos, nadie se la creerá, sea cual sea. La URJC, tras su precipitación
inicial, hizo lo que debería haber hecho desde el principio. Iniciar una
investigación llevada a cabo por personas ajenas a la universidad, y
conocedoras del sector, pero sin judicializar el asunto. Tarde, pero pidió a la
CRUE (Conferencia de Rectores de Universidades Españolas) que designase
expertos de universidades ajenas a la URJC para esclarecer el asunto. La CRUE,
con gran diligencia, nombró a dos personas: Jose ángel Contreras, director del
servicio de inspección de la universidad de Burgos y Carmen Ruiz, jefa del área
de inspección de servicios de la universidad de Murcia. Es decir, personas de
gran experiencia en el área de control de la gestión universitaria, ajena a la
URJC y fuera de toda sospecha. Lo sensato, lo prudente, sería esperar a ver que
dicen estos dos expertos, que ya han empezado a trabajar la semana pasad y que
afirman que tendrán una respuesta la próxima semana. Por supuesto, es mucho
pedir.
Sin
poder esperar ni un par de días, ha empezado la explotación política del asunto
y su judicialización. Por un lado, el PSOE, ansioso de buscar artillería con
mierda, ha anunciado, sin esperar a saber cuál es la verdad, con reflejos más
que sospechosos, una moción de censura. Y, ¡ay!, inmediatamente después empezó
la ceremonia de la confusión. Empezando por el Rector, las personas de la URJC
que al principio dijeron digo, ahora dicen Diego y se enzarzan en demandas
judiciales mutuas que, con suerte, tardarán varios años en esclarecerse, si es
que se esclarecen alguna vez.
Pero
cuando estos dos técnicos universitarios tengan su dictamen, éste ya no le
importará una mierda a nadie. De hecho, a nadie le ha importado una mierda
desde el principio. Y a mí, no me gustaría estar en su pellejo. Es muy difícil
que hagan bien su trabajo en medio de las presiones mediáticas que van a tener
que soportar. Evidentemente, si estos dos técnicos certifican que sí hubo
fraude, la señora Cifuentes debería dimitir inmediatamente, sin esperar al
final del largo proceso judicial que se avecina. Porque es verdad que las
responsabilidades políticas deben ser más ágiles que las penales. Pero eso de
ninguna manera puede llevar a la indefensión y el juicio mediático sin base
suficiente. La diferencia entre las responsabilidades políticas y las penales
no es que las primeras no necesiten la garantía de la presunción de inocencia. Este
es un derecho que en ninguna sociedad civilizada se puede negar a nadie bajo
ninguna circunstancia, ni penal ni política. Lo que cambia entre uno y otro
tipo de responsabilidades es un matiz. Eso sí, un matiz muy importante. En las
responsabilidades penales, si hay una razonable probabilidad de que el acusado no
sea culpable, hay que aceptarle como inocente. En las políticas, si hay una
razonable probabilidad de que sea culpable, debe dimitir o ser cesado. Es un
estrecho margen de diferencia, pero la clave está, en ambos casos en la palabra
razonable. Y eso es lo que escasea en esta sociedad, manejada por las redes
sociales. Porque en las responsabilidades políticas, para que sea razonable la
posibilidad de culpabilidad también es necesaria una seria y sosegada investigación
previa. El hecho de que las responsabilidades sean políticas no justifica, de
ninguna manera, que sea lícito exigirlas llevados por intereses electoralistas,
con juicios mediáticos y jugando con el visceralismo de las masas. Eso no es
propio de un país democrático.
¿Comisiones
parlamentarias? Vade retro. Si hay un ambiente tóxico para la verdad, ese es el
de las comisiones parlamentarias. En ellas el juego de los intereses políticos
y electoralistas se encuentra elevado a la enésima potencia. Servirán para
cualquier cosa menos para esclarecer la verdad.
Por
otro lado, el levantamiento de posibles actuaciones inmorales y corruptas es
bueno y deseable para la salud democrática, se produzca como se produzca,
siempre que se usen métodos legales. Por supuesto, la verdad es la verdad y si
se demuestra que esas actuaciones inmorales o corruptas se han producido, poco
importa cómo se haya levantado la liebre. Pero, con todo, hay formas más nobles
y otras más abyectas. El resentimiento y la venganza son de las más mezquinas.
Y es ante este móvil ante el que nos encontramos en este caso. El Mundo del
Domingo pasado publica un artículo sobre una conversación con un garganta
profunda de la URJC. Hay que leerlo con los guantes puestos y una pinza en la
nariz. Para el que quiera, ahí va el link al artículo:
Garganta
profunda es, en este caso, un profesor que le dice a El Mundo que su nombre es P.
Pero si el nombre del garganta profunda de Watergate se mantuvo en secreto
durante unos 30 años, el de este garganta profunda no ha quedado oculto ni
siquiera 48 horas. Y ha durado tan poco por el narcisismo de P. Se llama
Salvador Perelló. Ya en la entrevista a El Mundo se declara militante del PSOE.
Al más puro estilo Taxi Driver dice tener su casa llena de árboles de decisión
sobre la manera de llevar el asunto. El mismo día que eldiario.es publicaba la
noticia, él se pavoneaba ante de sus alumnos de periodismo diciendo que detrás
de esa noticia, que él les mostró casi antes de que saliera, estaba él. Unas
semanas antes, en papel de gran profeta apocalíptico, había escrito en un foro
on line universitario: “Se avecina una
hecatombe de proporciones bíblicas”. Y según él mismo dice, ha levantado el
asunto para vengarse de Lucía Figar. Ésta, en su etapa de Consejera de
Educación de la Comunidad de Madrid, quitó de la URJC la carrera de Sociología
de la que él era profesor. Asegura que el entonces Rector, Fernando Suárez,
falseó los datos de número de alumnos para que la eliminasen. Todo un complot
contra él. También sobre Suárez cayó el rayo de la venganza de P. A pesar de
este perfil más parecido al de un psicópata que al de un buen profesor
universitario, bienvenido sea el levantamiento de la información, si ésta es
cierta y se ha obtenido de forma legal. Pero a la vista del personajillo, saber
eso merecería una investigación. Porque, si alguien con esas ruines intenciones
tiene acceso a la información, ¿no tendría también la posibilidad de
manipularla? La voluntad, desde luego, sí. ¿Están por ahí el espíritu y los
métodos de Putin? Él mismo dice haber hablado con dirigentes del PSOE. ¿Con
quién habló, de qué y cuándo? ¿Por qué da la sensación de que en el árbol de
decisiones que empapelaba su habitación estaban también dirigentes del PSOE, de
que todo escenificado a priori? En cualquier caso, mi desprecio más absoluto
por el mezquino y vengativo profesor P, que resultó ser Perelló.
Por
último, a raíz de este asunto, las redes sociales se han incendiado señalando
que otros muchos políticos, muchos de ellos de izquierdas, cuyo nombre no
citaré para no contribuir al marujeo. Se han inventado titulaciones, tesis doctorales,
etc. Me importa tres caracoles si estas conductas se dan en políticos de
izquierdas o de derechas. Son igualmente lamentables. Pero hay que reconocer
que la izquierda es mucho más hábil para encender el ventilador de mierda y
proyectar ésta mejor. No es de extrañar. El uso extenso e intenso de la mentira
como arma política contra el adversario está en el manual gramsciano, que es el
de cabecera de una gran parte de la izquierda. Están muy entrenados en esta
metodología en la que los partidos de derechas son meros aprendices novatos.
Porque el complejo de superioridad de la izquierda de que ellos están
instalados en la justicia y en la superioridad moral, les hace creer que el uso
de cualquier medio, mentira incluida, es lícito y deseable. Y la derecha,
todavía poco entrenada y un poco acomplejada por esa supuesta superioridad
moral de la izquierda, tiene un reflejo condicionado de cierto pudor por una
mentira excesiva. Desgraciadamente, está entrenándose en ello y, poco a poco
acabará siendo una alumna aventajada.
Pero
la ceremonia de la confusión sigue su marcha. Al entrar la fiscalía en el
asunto el proceso de información reservada se ha interrumpido, según dice El
Mundo, sin que hayan podido declarar varias de las personas que debían hacerlo.
Eso sí, los rectores han corroborado, siempre según El Mundo, “la corrección
del proceso seguido”. El miércoles 11, sin que el trabajo estuviese terminado,
el presidente de la CRUE dio una rueda de prensa, acompañado de los dos
inspectores. “Si ese conjunto de hipótesis se confirmara, estamos ante una muy
grave irregularidad universitaria”, ha dicho. Las hipótesis son eso, hipótesis.
También nos cuenta El Mundo que uno de los inspectores , “Cifuentes ha leído una síntesis del informe realizado por ellos mismos
[aunque no completo (El corchete es mío)], que no ha despejado ninguna
duda (La negrita es del artículo de El Mundo) sobre el master de Cifuentes. En él se han limitado a decir que el
procedimiento seguido por la Rey Juna Carlos se llevó a cabo de forma adecuada.
Fuentes de la Crue han asegurado que no podían ir más allá, porque su única
misión era ‘velar por que el procedimiento se desarrollara correctamente’”.
Más adelante continúa: “Por eso los
observadores han constatado que en el expediente ‘no obra parte de los
documentos solicitados’, al interrumpirse el proceso de información reservada”.
Si uno lee El País en vez de El Mundo, tampoco se aclara demasiado. Viene a
decir más o menos lo mismo, con alguna variación, como cuando dice: “Los rectores apoyan también a la URJC en su
decisión de enviar a la Fiscalía el caso después de que este centro de
enseñanza superior asegurara haber encontrado ‘indicios de racionales de
delito’. Ramos (El rector de la URJC) cuenta con todo el apoyo de la
conferencia ‘para llegar hasta las últimas consecuencias una vez finalizada la
tarea de la justicia’, lo que supone además un aval para que posterguen una
investigación interna en la que faltan muchas claves por resolver”. A mí me
suena a que esta intervención de la CRUE busca, sobre todo, salvar el culo de
la URJC, en un ejercicio de corporativismo. Pero no conviene hacerme caso,
porque para entrar en todo el asunto del master de Cifuentes, hay que hacer un
master en el master de Cifuentes. Reconozco que yo no lo tengo y me he perdido.
Pero creo que la verdad también se ha perdido. Al menos hasta que dentro de
unos años los tribunales desembrollen el asunto. ¡Cuán largo me lo fiais! Por
supuesto, mucho antes que eso, a la vuelta de la esquina, a Cifuentes le
cortarán la cabeza. Y posiblemente se lo merezca. Pero también tiene derecho a
un juicio justo. Incluso para sus responsabilidades políticas. Y no lo está
teniendo.
En
fin, que la verdad es una cosa que no le importa a nadie. ¿Quién quiere
estropear una buena noticia con la verdad? ¿Quién quiere desaprovechar la
ocasión de ganar no se sabe qué bazas políticas por esperar pausadamente a que
se esclarezca la verdad? ¿Quién puede poner freno a la sed de sangre política
del pueblo soberano? Respuesta a las tres preguntas: Nadie. Nadie. Y nadie. Vienen
aquí como anillo al dedo las palabras que Shakespeare pone en boca de Marco
Antonio cuando tras azuzar al pueblo a vengar violentamente la muerte de César,
dice: “¡Ahora, prosiga la obra! ¡Maldad,
ya estás en pie! ¡Toma el curso que quieras!” Es cierto que últimamente se
ha puesto de moda la idea de posverdad, para describir este fenómeno. Pero por
desgracia, las voces que hablan de la posverdad no pasan de ser el coro de los
grillos que cantan a la luna. Porque al mismo tiempo que la desprecian, adoran
a la vaca sagrada de la ilustración, que es su punto de arranque. Pero eso es
otra cuestión en la que tal vez entre algún día.
Lo más triste es el daño que este caso está haciendo a miles de alumnos y a cientos de profesores de la URJC y a sus familias, que ven afectado el prestigio de sus títulos y el nombre de su alma mater por el abuso, la frivolidad y la corrupción.Daño a personas concretss de carne y hueso... y alma. Esta es la mayor responsabilidad de la Presidenta,- como presidenta, como alumna y como profesora de esa universidad - y obviamente de la dirección de ese Máster. Creo que toda la comunidad universitaria acabará exigiendo cuentas por tanto desafuero.
ResponderEliminarHola Carlos, soy Tomás: Muy cierto. Pero me parece que este es un problema mucho más generalizado y que la CRUE quiere salir del asunto sin entrar a fondo. Por otra parte, sigo creyendo que, aunque creo que Cifuentes es culpable, tiene derecho a un juicio político justo que no ha tenido por las prisas de los partidos de sacar rédito político al asunto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tomás