Esta insistencia de Domingo está a mitad de camino entre la
puntualización y la rectificación de lo que dije ayer. Me reafirmo en la
lección aprendida en Irak acerca de la ecología geopolítica: Derrocar a un
tirano sanguinario suele traer problemas aún mayores. Pero, a medida que tengo
más información sobre el ataque de ayer, mi alarma y preocupación disminuyen e,
incluso, se convierten en aprobación. ¡Qué le vamos a hacer, me sale el halcón
que tengo dormido dentro de mí! Aunque pueda sonar a excusatio non petita, diré
que mi cambio de actitud no tiene nada que ver con el hecho de que Podemos y
PSOE se hayan apresurado a condenar el ataque. Responde a razones coherentes
con los principios.
Ayer, tras las primeras noticias, pensé que lo que se había
iniciado era un ataque como el de Irak, para acabar con el régimen de Assad. Y
esto iría contra la ecología geopolítica y me alarmaba porque, a buen seguro,
generaría una respuesta de Putin. Pero no fue así. Se atacaron únicamente tres
instalaciones de producción de armas químicas. Y fueron destruidas sin causar
un solo muerto entre la población. Se avisó previamente a Asad, Putin y
Jameini. La medida está en el justo punto medio de la prudencia. Es un aviso a
Asad, no da pie a que Rusia pueda responder militarmente –¿cómo lo haría?– y
destruye la capacidad siria de producción de armas químicas.
Ayer, alguien me dijo que no estaba probado que el ataque
con armas químicas se hubiese realizado ni que hubiese sido Asad su autor.
Copio una frase de un magnífico artículo de Felipe Sahagún, en El Mundo de hoy.
Felipe Sahagún es un analista internacional que merece mi respeto total por su
información y seriedad. Su punto de vista discrepa del mío, pero lo que me
importa es la frase en cuestión. Dice: “’Nuestros socios sanitarios en la
zona aseguran que recibieron en las clínicas a más de 500 personas con síntomas
propios de víctimas de gases tóxicos’ dijo el portavoz de la Organización
Mundial de la Salud, Tarik Jasarevic. ‘Según estas fuentes, más de 70 personas
murieron en el bombardeo del 7 de abril y unas 40 de ellas presentaban esos
síntomas’”. Por si alguien quiere contrastar mi opinión con la de Felipe
Sahagún, pego más abajo un link a su artículo de hoy de El Mundo. Entonces, si
ha habido un ataque con armas químicas contra los rebeldes sirios, ¿quién lo
puede haber llevado a cabo? Pregunta nada difícil de contestar. A mi entender
de halcón, eso no puede ni debe quedar sin respuesta. Mi lado de paloma y mi
conciencia ecológica me dicen que eso no debería desencadenar un ataque masivo.
Y mi lado pragmático me dice que se ha dañado muy seriamente la capacidad
productiva de gases tóxicos de Siria. O sea, que la respuesta está en el centro
de gravedad del triángulo de mis tres tendencias.
A Pablo Iglesias, todo lo que sea ir contra lo que le parece
mal a su amado Irán, le parece también mal a él. A Pedro Sánchez le parece muy
mal que se haya hecho esto sin permiso de la ONU. Pero la ONU, con su sistema
de vetos, es casi, casi, un organismo inoperante. Si hubiese que esperar una
resolución suya, podríamos esperar sentados. Y, como cuando se educa a un
perro, el correctivo debe venir inmediatamente después de la falta. Si no es así,
no sirve para nada.
Y a mí, la verdad, la credibilidad que me ofrecen EEUU,
Reino Unido y Francia, supera ad infinitum la que concedo a Siria, Rusia e
Irán.
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