Ya sabéis por el nombre de mi
blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su
nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda
idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el
espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de
Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las
brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que
merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un
paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la
consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del
olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este
efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a
partir del 13 de Enero del 2010.
Y ahora, otra cosa sobre
los deseos. Un deseo puede llevar a
falsas creencias, te lo concedo... Pero ¿qué sugiere la existencia del deseo?
Una vez me impresionó una frase de Arnold: “Tener hambre no prueba que tengamos
pan”. Pero lo que es seguro, aunque no prueba que un hombre concreto no tenga
“comida”, sí prueba que existe la comida. P. ej. si fuéramos una especie que no
comiera normalmente, que no estuviera diseñada para comer, ¿sentiríamos hambre?
Dices que el mundo del materialismo es “feo”. Me pregunto cómo has descubierto
eso. Si tú realmente eres fruto de un mundo materialista, ¿cómo es que no te
encuentras a gusto en él? ¿Se quejan los peces del mar por estar mojados? Y si
lo hicieren, ¿no sugeriría fuertemente este mismo hecho que no hubieran sido
siempre criaturas acuáticas? Date cuenta de cómo continuamente nos sorprendemos
del paso del Tiempo. (“¡Cómo vuela el tiempo! ¡Parece mentira que fulanito ya
sea tan mayor y se case! ¡Casi no puedo creerlo!”). En nombre del cielo, ¿por
qué? A menos que, en realidad, haya algo en nosotros que no sea temporal...
C. S. Lewis en una carta a
Sheldon Vanauken.
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