¡Qué
gran novela “Madrid de corte a checa” de Agustín de Foxá! ¡Y cómo ha sido
condenada al ostracismo por la misma izquierda que preconiza la memoria
histórica tuerta del ojo derecho! Sin duda, sin el sectarismo izquierdista
podría ser considerada como una de las mejores novelas en lengua española del
siglo XX. Pero hay cosas que la izquierda sectaria no puede perdonar. Y una de
ellas es la verdad. Llevaba años intentando encontrarla sin lograrlo –la verdad
es que tampoco removía Roma con Santiago– cuando un amigo mío me la prestó. Y
la leí. Ahí estaba la verdad de las cosas que llevaron a la caída de la
monarquía de Alfonso XIII en 1931, los años de la II República de la que tantos
añoran una idealización torticera de lo que realmente fue y, sobre todo, los
primeros meses de la guerra en un Madrid sometido a un espantoso reino del terror
indiscriminado y salvaje. Tampoco coincido en todo, ni mucho menos, con lo que
leo en la novela. Entre las cosas con las que menos coincido es con la
idealización del nacimiento de la falange.
Pero
una novela no se lee para estar o no de acuerdo con la ideología que la
inspira, sino por la calidad de su prosa y el interés de lo que cuenta. Y ésta
es extraordinaria en ambos extremos. Si además la novela narra acontecimientos
históricos, es importante, dejando al margen la ideología, juzgar la veracidad
de los hechos que narra. A lo largo de mi vida he hablado con bastantes personas
que vivieron encerradas en embajadas que las acogían para evitar que las
matasen, he leído testimonios de los que fueron embajadores de esos países en
Madrid y de quienes se dedicaron, como hizo Sanz Briz con los judíos en
Budapest en la II Guerra Mundial, a procurarles pasaportes falsos de sus países
a muchos de los refugiados para que pudiesen salir de España, etc. Además,
recientemente, un alumno de la universidad del CEU ha realizado una tesis
doctoral en la que se documentan sin lugar a dudas los asesinatos, no ya de los
“sospechosos” de “fascistas”, sino de miembros del POUM, la CNT y la FAI por
los comunistas.
Dispongo
de un testimonio que considero valiosísimo: el de mi padre. Mi padre nació en
1893, por lo que cuando estalló la guerra civil tenía 43 años. Al entregar
Alfonso XIII el gobierno a la dictadura de Primo de Rivera[1], mi
padre, indignado, decidió hacerse republicano y militó en el partido de Azaña.
Participó en la política local de Vitoria, su ciudad natal y en la que vivió
hasta que se vino a vivir a Madrid al principio del franquismo. En el 36 era
primer Teniente Alcalde de Vitoria, en funciones de Alcalde por la enfermedad
del mismo. Tras la sublevación de Franco, fue detenido y pasó parte de la
guerra en distintas prisiones, empezando por la de Vitoria. En su libro “Una
ciudad desencantada”, continuación de otro suyo “Vida de la ciudad de Vitoria”,
deja claro su desencanto por la mezquindad y ramplonería de la política
republicana. Pero en sus memorias, no editadas pero guardadas celosamente por
mi familia, hay un testimonio mucho más explícito. Cuando se produjeron en
Madrid sacas masivas de presos políticos de la cárcel, la población civil de
Vitoria pretendió tomarse la justicia por su mano y hacer lo mismo en la cárcel
de esa ciudad. Se encontraron con la firme resistencia de las autoridades que
impidieron que esas sacas se produjesen. Es cierto, y también se lo he oído
contar a mi padre, que sí que hubo ejecuciones entre los presos de Vitoria,
compañeros de celda suyos algunos de ellos, especialmente cuando se inició la
campaña del norte en la guerra. Mientras mi padre estaba en la cárcel por
republicano, a todos los hombres de la familia de mi madre, su padre y varios
hermanos, los mataron en una finca que tenían en los montes de Toledo. Cuando
mi abuela materna, que había visto morir a su marido y a sus hijos, llegó, tras
muchas vicisitudes, a Vitoria, lo primero que hizo fue ir a dar un abrazo a mi
padre. A pesar de todo esto, JAMÁS he oído en mi casa una palabra de odio,
venganza o revancha, sino de perdón. Y, por tanto, tampoco lo hay en mi
corazón, porque he mamado perdón, no odio. En los años 60 mi madre escribió un
libro en cuyo desarrollo temporal entraba la guerra civil española. Despacha
todo lo que tiene que ver con ella con la siguiente frase: “no merece ser referido a la
posteridad lo que es indigno de ella”. Por eso indigna
la tuerta y cargada de odio memoria histórica de Zapatero que se sigue
queriendo resucitar. Pero ante la mentira hay que levantar, aún sin odio, el
baluarte de la verdad.
Por
todas estas cosas, me caben muy pocas dudas –diría que ninguna– de que lo que
cuenta Foxá es la pura y cruda verdad. Y eso que la novela está escrita antes
de que se supiera de las terribles matanzas de Paracuellos. Y esa verdad me ha
espeluznado. No tanto como lo han hecho las torturas y martirios a los que
fueron sometidos –y también hay pruebas fehacientes de ello– tantos y tantos
sacerdotes y religiosos en toda España, pero me ha espeluznado.
Conozco
también a personas contemporáneas de los hechos que viven con la obsesión de
que eso se pueda repetir. Sinceramente, no creo que semejante cosa pueda volver
a pasar, aunque la historia humana puede dar sorpresas muy desagradables. Lo
que voy a decir a continuación lo puedo decir ahora pero mis frenos internos me
hacían incapaz de decirlo hace tan solo algunos años. Si las posibilidades de
que esto se repita son remotas, se lo debemos a Franco. Jamás he sido
franquista y tampoco ahora lo soy. Pero la verdad es la verdad y, como dije
antes, debe estar por delante de la ideología sin dejarse deformar por ésta. En
los años 60 Franco logró, a base de dar seguridades a la inversión extranjera,
un milagro económico que hizo que apareciese una clase media. Ahora, la
propaganda izquierdista quiere hacernos creer que esa clase media está dejando
de existir. Pero, a pesar de la dureza de la crisis, es una mentira más, que
repetida hasta la saciedad por los tontos útiles parece convertirse en verdad.
Desde luego, ¡qué más quisiera esa izquierda radical que su mentira fuese
verdad! Pero no lo es. Y porque no lo es, creo que no llegaremos a lo que
cuenta Foxá en “Madrid de corte a checa”. Aunque, cosas veredes. Si no llegamos no será porque la ideología izquierdista no avive el fuego. Copio una carta de un sacerdote que ya vivía en el 36:
Carta de D. Rafael Carbonell, un sacerdote anciano a doña Rita
Maestre, actual concejal de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid:
"A la militante de Podemos Rita Mestre
La recuerdo bien. Vd. estuvo en el asalto a la capilla de
la Facultad de Psicología, gritando como una energúmena, 'arderéis como en el
36'. Fue detenida por la policía por el delito de asalto. Y Vd. ahora es de los ideólogos del nuevo partido
político.
'Arderéis como en el 36'.
Vd. no había nacido en el 36. Yo sí.
Y asistí a lo que habría hecho Vd. 'Arderéis como el 36'.
Mi congregación tenía una casa en Barcelona, en el Coll.
La parroquia era la casa de los pobres. Vinieron unos milicianos llenos de odio
(como Vd.) mataron a los sacerdotes, incendiaron la iglesia y los pobres se
quedaron en la calle.
Unas religiosas regentaban gratuitamente una escuela para
los hijos de los obreros. Fueron asesinadas, se cerraron las escuelas. Los
niños se quedaron sin escuela. Era el programa de los del 36, que Vd. quiere
implantar de nuevo con su Podemos.
Sus compañeros del 36 asesinaron miles de ciudadanos, por
ser sacerdotes, religiosos, religiosas, simples cristianos. Sin juicio. ¿Piensa
instaurar el terror 'como en 36'? Sus palabras, sus amenazas parecen decir que sí, que no
imperará la ley, el respeto, sino el odio 'arderéis como en el 36'. Si ése es su programa y el de su partido ¡Dios nos
ampare! Vd. no quiere democracia, solidaridad, respeto de le persona, diálogo,
colaboración. Vd. quiere odio, asaltar, quemar. ¿Cree Vd. que su partido, su
ideología, su actitud de asaltante, mejorará la sociedad española?
Soy un sacerdote, profesor. He recorrido medio mundo
sembrando amor, respeto, alegría. Ahora ya mayor vivo feliz. Mi mensaje: La
vida vale lo que vale el amor. Vivo sembrando felicidad, sonriendo, dando paz.
No parece que este mensaje mío, sea el suyo 'arderéis
como el 36'.
Piénselo bien militante de Podemos Rita Mestre.
Si no siembra felicidad, amor, respeto ¿cree que tiene
sentido su vida?
Con todo respeto
Rafael Carbonell"
Sin
embargo, hay cosas en las que sí hay un paralelismo muy estrecho entre lo que
cuenta Foxá y lo que está pasando ahora. Y una de éstas es la venta de la
integridad de España, que es posible que sea peor ahora que entonces. No me
puedo resistir a citar textualmente unas páginas de la novela. Me he saltado
algunos párrafos, que indico dónde. para no alargarlo y porque eran rodeos
innecesarios, pero cada letra que pongo está en el libro. No he podido evitar,
sin embargo, poner en negrita la frase final de la cita:
“Se discutía
aquella tarde el Estatuto de Cataluña. Se enajenaba un trozo de España, con sus
montañas, sus mares y sus fábricas, en aquella gran tertulia nacional, en aquel
ingenioso café de sobremesa.
[…]
-Va a hablar don
Manuel. Todos, aduladores o curiosos, entraron en el salón de sesiones.
Marcaba el reloj
las siete, sobre el montante de cristal y la cortina granate de la puerta de
entrada. A un lado y a otro, los mármoles con orlas de laurel de bronce y los
nombres en oro de los grandes parlamentarios fallecidos. Dato, Canalejas y, a
continuación, el laurel reciente, el oro nuevo, de los medallones con los
nombres de Galán y García Hernández.
Cortinas
granates, de un terciopelo cansado, del hemiciclo rojo con sus pasillos en
escalón. Los diputados abrían los pupitres. Un periódico sobre el terciopelo.
Los ujieres entraban con bandejas con vasos de agua y azucarillos tostados,
asturianos, para los oradores. Alborotaban los timbres y las conversaciones. Al
fondo, el enorme dosel, agarrado en lo alto por la muela de la coronal mural,
cayendo en hondos pliegues detrás de la mesa de la Presidencia, donde Besteiro
mostraba su sonrisa de dientes de caballo, entre las pantallas verdes de las
mesas de los taquígrafos.
En los nichos
polvorientos, a ambos lados del dosel, las estatuas en yeso de los Reyes
Católicos, junto a los cuadros de la Jura de un Rey de Castilla y el óleo
chillón de las Cortes de Cádiz, que limitaba con su marco de oro una algarabía
de manolas y chisperos con redecilla.
Asistía mucha
gente a la sesión. Rebosaban las tribunas, agarrándose alguno a las cortinas o
a las columnas de hierro, pintadas de blanco, para no caerse. Jolgorio en la
tribuna de los ‘chicos de la Prensa’, con los teléfonos en el cuarto de al
lado, encasilladas las estrechas cabinas con los nombres de los periódicos
‘ABC’, ‘Ahora’, ‘Liberal’, ‘Libertad’ y ‘El Debate’. Telefoneaban a la
Redacción:
-Va a hablar
Azaña. ¿Me oyes, García? -¿Habéis recibido ya las cuartillas con el discurso de
don Felipe?
[…]
Y levantóse a
hablar don Manuel Azaña en la cabecera del banco azul.
[…]
La gente de las tribunas
imponía silencio. Se veían desde arriba las calvas y las cabelleras de los
diputados de la oposición.
Azaña estaba
pálido. Tenía una cara ancha, exangüe, con tres verrugas en el carrillo, y
tunos lentes redondos, bajo las cejas alzadas. Vestía de oscuro. Hablaba frío,
despectivo, extenso. Construía la frase literariamente salpicándola de cinismo,
de ironía, de orgullo, porque quería ‘epatar’, desconcertar, herir. Era árido y
de metáforas apagadas. Se veía la carga enorme de rencor y desilusión, que era
su motor y su fuerza. Era un lírico del odio, un polemista de la venganza.
[…]
Encendieron las
luces, azulencas, sobre las rojas cortinas. Sonaba metálico el discurso, lleno
de aristas.
-‘La sal del
encono’. –‘Que se pacifiquen ellos’. –‘No creo en el poder judicial’. –‘No me
importa la opinión de su señoría.” –“¿Que vamos al
caos? ¿y qué es
el caos?’
Comparaba el
problema de Cataluña con una fruta que tiene su período de madurez, el período
ácido y después se pudre.
Le interrumpían
Gil Robles y Miguel Maura.
Contestaba frío,
despectivo, atribuyendo al adversario párrafos que no había dicho, esmaltando
los períodos de frases estudiadas.
-‘Ladran, luego
cabalgamos’.
-‘Las Cortes no
son el Sinaí’, ‘La Dictadura es una ofensa permanente al discernimiento’. -y al
final la amenaza-: ‘Veremos quién ríe el último’.
Le aplaudía
frenética la mayoría. Royo Villanova tomó la palabra. Usaba una franqueza y una
fraseología baturra. La Pilarica y el Estatuto. Anécdotas de Pi y Margall y el
traspaso de servicio. Aludía burlesco a los almogávares. Era patriota y bien
intencionado. Pero sólo le celebraban los dichos agudos.
Así, aquella
tarde, sólo unos chascarrillos de tertulia defendieron la integridad de España.
Azaña se retiró del salón de sesiones. Iba
satisfecho. Había entregado la Castilla desnuda y gloriosa de su niñez (montes
violetas de Alcalá de Henares, donde el Arcipreste sembrara avena loca, jardín
de boj de los agustinos del Escorial) a los horteras de Barcelona a cambio de
unos votos para completar el quórum”.
¿No
nos trae esto a la cabeza lo que ha pasado en España hace unos años con el
Estatuto de Cataluña? En este tema, ¿no es posible que veamos cosas peores? Me
temo que sí y, esta vez, creo que, muy probablemente, las veremos. A menos que
opongamos, para evitar esta y otras muchas catástrofes que nos pueden
sobrevenir –aunque no lleguen al Madrid convertido en checa– la que sabéis
considero la única posibilidad real. ¿Hace falta que la diga? No creo, pero
creo que ya la sabéis. Pero termino como hacía Catón en todos sus discursos: “Ceterum censeo Carthaginem esse delendam”; “También soy de la opinión que Cartago
debe ser destruida. Por tanto, digo: Y también soy de la opinión de que sólo el
voto al PP puede parar el desastre. A ver si tengo el mismo éxito que Catón. Lo
dudo, pero por mí que no quede.
P.D. Si alguno quiere que le envíe en documento
pdf la novela de Agustín de Foxá, no tiene más que pedírmela. Me manda un comentario con su mail y, sin publicar el comentario, se lo envío. No considero esto un atentado contra la propiedad intelectual porque el ostracismo a que ha sido sometida por el pensamiento imperante hace que, hasta donde yo sé, esté descatalogada en todas las editoriales. ¡Eso sí que es atentado contra la propiedad intelectual!
[1] Dictadura que, hay que decirlo,
fue aplaudida por prácticamente todos los partidos, sin excluir a la izquierda.
De hecho, el PSOE fue el único partido que siguió siendo legal al instaurarse
esta dictadura que, en seguida, recibió el nombre de “dictablanda”. Durante la
misma se hicieron muchas cosas que supusieron un notable progreso económico
para España.
Otro ejemplo de intelectual condenado al ostracismo es el de Mercedes Formica. Sus delitos parecen ser que era amiga de José Antonio Primo de Rivera y que de vez en cuando se ponía de mantilla y peineta...
ResponderEliminarEl que en España veamos las cosas o blancas o negras no ayuda, desde luego. Foxá no era precisamente republicano, pero criticó al régimen en más de una ocasión (ahí su artículo en ABC 'Los cráneos deformados', en el que reprueba la falta de libertades en España).
Respecto a lo que comenta de su familia durante la Guerra Civil: ¿fueron asesinados tu abuelo y tus tres tíos varones, o el tercero de tus tíos murió a causa de las condiciones en que fue encerrado? Creo haber leído algo de eso en alguna página web, pero en la esquela colectiva que publicó la Diputación de la Grandeza al acabar la Guerra Civil aparecen tanto tu abuelo como tus tres tíos en el grupo de asesinados, sin dar ningún dato más.
Hola Alejandro, soy Tomás:
ResponderEliminarSí, mi abuelo paterno, dos hijos suyos y uno de sus yernos (no mi padre), fueron detenidos en su finca de El Calderín y asesinados en Los Yébenes, junto con el capellán de la finca. Su crimen. Desde siempre en El Calderín había contratado a personas del pueblo de Urda, más cercano a la finca aunque situada en el término municipal de Los Yébenes. Cuando la república sacó la ley de términos municipales mi abuelo decidió seguir contratando a la gente de Urda, como siempre, en vez de despedirlos para contratar a los de Los Yébenes. Razón suficiente para que los de éste pueblo los asesinasen. Hay un libro, del que no dispongo pero que si quieres te puedo decir dónde consultarlo en una biblioteca pública. Según este libro, cuyas fuentes ignoro y que dedica dos páginas a mi familia, mis dos tíos fueron fusilados pero uno había contraído el tifus en los días en los que estuvo preso en la iglesia del pueblo. Según lo que yo he oído en mi casa al pequeño de mis tíos le mataron de un culatazo en el camino de El Calderín a Los Yébenes, por insultar a sus secuestradores. Mi abuela y una hija suya, mujer del asesinado, junto con dos niños de ésta, fueron dejadas, siempre según lo que yo he oído en mi casa, varios días en la iglesia, con la puerta abierta. No se escaparon por miedo a que les aplicasen la "ley de fugas". Al cabo de un cierto tiempo, les soltaron y empezaron una terrible odisea hacia Vitoria.
Otro tío mío, se sublevó en el Cuartel de la Montaña, fue detenido y llevado a la cárcel modelo de dónde fue sacado para morir en Paracuellos del Jarama.
Otro tío mío no fue encontrado y sobrevivió hasta los años 50 en que murió de tuberculosis.
Esto es todo lo que sé.
Un abrazo.
Tomás
Perdón, quise decir mi abuelo MATERNO.
ResponderEliminarTomás