Si nada lo
impide, esta tarde, bien con la abstención de la CUP, bien con sus votos
favorables, Quim Torra será elegido Presidente de la Generalidad de Cataluña. Y
no creo que haya nada que lo impida. Como tampoco creo que fuese bueno que algo
lo impidiese. Por supuesto, este títere de Puchi me parece lamentable. Me lo
pareció por el hecho de que Puchi lo nombrase a dedo. Me lo pareció más cuando
leí sus tuits insultantes hacia todo lo español. Y alcanzó cotas más altas de
lamentabilidad cuando pronunció su inaudito discurso de investidura,
posiblemente redactado por el propio Puchi. Creo que hará bueno a Puchi, como
Puchi hizo bueno a Mas. Pero, ¿serviría de algo que esta tarde no fuese
investido? Es posible que esto forzase a nuevas elecciones. O puede que no,
porque la lista de títeres de Puigdemont es interminable y debe haber Quimes
Torras como para dar y tomar. Pero, aún si se forzasen nuevas elecciones, ¿se
solucionaría algo? Me temo que no. Todo parece indicar que con unas nuevas
elecciones la situación sería similar, si no peor, con un ascenso de la CUP.
Entonces, ¿tiene arreglo el problema catalán?
Antes de
contestar a esta pregunta quiero tocar dos temas candentes que enfrentan a C’s
y PP. El primero, el asunto de los votos delegados de Puchi y Comín que, si la
CUP se abstiene son decisivos para la investidura (si la CUP vota
afirmativamente serían irrelevantes). El segundo, el mantenimiento de la
vigencia del 155 aún después de la investidura.
Los votos
delegados. Parece ser, aunque C’s lo duda, que los abogados del Estado han
informado al gobierno de que en el caso de pedir la nulidad de estos votos,
seguramente perdería el gobierno en las instancias jurídicas pertinentes. Y no
parece que perder batallas legales sea una cosa conveniente. C’s dice que el
gobierno no ha enseñado el informe de la abogacía del Estado, poniendo en duda
su existencia y acusando a éste de no presentar esa batalla para ganarse al PNV
para la causa de los PGE. Acusación tan grave como gratuita. ¿Debería el
gobierno hacer público este informe, si existe? Mi respuesta es que no. De
ninguna manera. Sería dar armas al enemigo. Más adelante volveré sobre esta
acusación.
El mantenimiento
del 155. Hasta ayer, todos los partidos constitucionalistas, C’s incluido,
decían que lo que tenían que hacer los independentistas era presentar un
candidato que no estuviese incurso en un proceso penal. Pues eso es lo que han
hecho. ¿Que han presentado a un penoso títere de Puchi? ¿Alguien esperaba que
presentasen a alguien cabal? ¿Que el discurso de investidura ha sido
incendiario y sigue en la vía independentista? Cierto. Pero en un Estado de
Derecho, cuyas normas hay que respetar escrupulosamente si se quiere que el
problema catalán tenga arreglo, como comentaré más adelante, las intenciones no
constituyen delito, sólo los hechos. Además, es más que dudoso que la
autorización concedida por el Senado al gobierno para la aplicación del 155
admita esa prorroga. Copio textualmente parte del texto que el gobierno mandó
al Senado para pedir su autorización y las puntualizaciones que el Senado
introdujo al mismo.
Petición del
Gobierno:
E.9 Duración y revisión de las medidas.
Las medidas contenidas en este Acuerdo se mantendrán vigentes y serán
de aplicación hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno de la Generalitat,
resultante de la celebración de las correspondientes elecciones al Parlamento
de Cataluña.
Durante la vigencia de las presentes medidas, y en aquellos casos
extraordinarios en que resulte imprescindible o inaplazable, el Gobierno de la Nación podrá plantear
ante el Senado modificaciones o actualizaciones de las medidas inicialmente
autorizadas, cuya procedencia será, en su caso, acordada por la autoridad u
órgano que se cree o designe a tal efecto.
El Gobierno de la Nación podrá anticipar el cese de estas medidas si
cesasen las causas que lo motivan, dando cuenta al Senado de esta decisión.
El Gobierno de la Nación dará cuenta al Senado del estado de
aplicación y ejecución de las medidas contenidas en este Acuerdo con una
periodicidad de dos meses.
Puntualizaciones del Senado:
h. Respecto del apartado E.9. Duración y revisión de las
medidas:
En este apartado se contemplan previsiones respecto de la
posibilidad de plantear modificaciones o actualizaciones de las medidas, así
como de anticipar su cese si cesasen las causas que lo motivan.
Además, el Gobierno, atendiendo a la evolución de los
acontecimientos y de la gravedad de la situación, llevará a cabo una utilización
proporcionada y responsable de las medidas aprobadas por el
Senado, modulando su aplicación si se produjeran cambios en la situación u otras circunstancias que así
lo aconsejen.
Las negritas son mías, y parece
que ni la petición del gobierno ni las puntualizaciones del Senado hablan de la
posibilidad de alargar el plazo, sino de modificar y modular las medidas. La
ley tiene sutilezas que a mí se me escapan, pero a la vista de los textos
anteriores, no me parece que la aplicación del 155 sea prorrogable. En
cualquier caso, prorrogarlo, podía llevar a una situación de riesgo jurídico
que la prudencia más elemental hace, a mi entender, desaconsejable. Y, por si
esto fuera poco, que es más que suficiente, tampoco para la necesaria batalla
en el ámbito de la UE sería buena la prolongación del 155.
Por supuesto, una cosa es no
prorrogar el 155 y otra muy distinta es no volver a aplicarlo si fuese
necesario. El Presidente del Gobierno ya ha dicho que “el 155 ya no es sólo un artículo de la Constitución, sino un
precedente y un proceso”. Y no sólo el 155. La aplicación de la ley, que
antes era una cosa impensable en Cataluña, es ya también algo que seguirá
sucediendo, no sólo en Cataluña sino, espero, en cualquier otra Comunidad
Autónoma que quiera seguir ese camino. Es un aviso a navegantes. Si Torra es
nombrado presidente y pasa de las incendiarias palabras de su discurso de
investidura a los hechos, caerá sobre él, personalmente, el peso de la ley,
Cataluña se encontrará de nuevo con el 155 y él haciendo compañía a su amo
Puchi o a sus colegas Turull y compañía. El Presidente del Parlamento catalán,
Roger Torrent, ha tomado buena nota de lo que le ha pasado a su antecesora
Carmen Forcadell y ha tenido buen cuidado de no traspasar ciertas líneas, como
la de intentar investir a Puigdemont. A amagado con pisarla, pero, al final, no
se ha atrevido. ¿Se inmolará Torra? ¿Por qué lo dudo?
Vistos estos dos temas, me meto a
intentar responder a la pregunta que da título a estas líneas: ¿Tiene arreglo
el problema catalán? Si la pregunta fuese si el problema catalán tiene
solución, mi respuesta sería un tajante NO. Entiendo como solución el hecho de
que un día ocurra que en Cataluña haya un porcentaje de personas que quieren la
independencia similar al que pueda haber en Comunidades como Andalucía o ambas
Castillas o la valenciana o, incluso, Galicia, con su BNG, por citar algunas.
Creo que nunca ocurrirá semejante cosa. Pero la pregunta no es si tiene
solución, sino si tiene arreglo. Y a esta pregunta respondo con un cauteloso; podría
tenerlo. Este “podría tenerlo” tiene un carácter afirmativo, si se dan ciertas
circunstancias. Pero antes de ver cuáles puedan ser estas circunstancias, debo
aclarar que, incluso de darse, este arreglo estaría en un futuro que podríamos
situar en treinta o cuarenta años. Más o menos lo que ha tardado en arreglarse,
aunque no totalmente, que no solucionarse, el problema del terrorismo de ETA.
Quiero que quede claro que, a pesar de la gravedad de los delitos cometidos por
los independentistas catalanes, no estoy comparando éstos con los del
terrorismo de ETA. Pero el arreglo del problema catalán tiene que seguir los
pasos que se han seguido para el arreglo, todavía sin concluir, del terrorismo
de ETA. A saber: la aplicación rigurosa y equilibrada de la ley, sin desmayo,
sin fisuras y con el consenso sin resquicios del bloque de los partidos
constitucionalistas. Y este proceso es un proceso largo y de desgaste a largo
plazo de la paciencia y capacidad de aguante de los independentistas. Un
proceso en el que se den cuenta de que NADA de lo que hagan fuera de la ley
sirve para NADA, de que NINGUNA ilegalidad les va a reportar NINGUNA ventaja y
sí una respuesta legal INMEDIATA. Es decir, NADA de las tan cacareadas
soluciones políticas. La independencia de Cataluña no está en cuestión de
ninguna de las maneras y la tolerancia con las trasgresiones de la ley tiene
que ser CERO. Es decir, a efectos prácticos, ni una sola competencia más
transferida a ninguna comunidad autónoma. Personalmente, soy partidario de la
recuperación de algunas de las competencias cedidas a algunas CCAA. Pero me
temo que no es posible intentar algo así sin crear graves fisuras en el bloque
constitucionalista –muy en particular por el lado PSOE/PSC–, así que tendré que
tomar la misma medicina que dentro de unas líneas prescribiré a los
independentistas.
Otra cuestión es el tema
económico. Las medidas de asfixia económica que algunas voces piden, de forma
irresponsable, ahogarían a toda la población de Cataluña y nunca hay que
olvidar que casi un 50% de ella es, y se siente, española hasta las cachas. No
sería de ninguna forma razonable que sufriesen esas consecuencias.
Todo esfuerzo inútil produce
melancolía. Así, la lucha por objetivos ilegales inalcanzables, frenados
sistemáticamente por la paciente, serena y metódica aplicación de la ley por un
sólido bloque constitucionalista, con independencia de qué partido esté en el
gobierno, producirá melancolía y desánimo en los independentistas. Y por ahí,
sólo por ahí, puede venir el arreglo. Ese desánimo es el que ha llevado a ETA a
darse cuenta de que la lucha armada no tiene el más mínimo sentido. Y será ese
desánimo, el que lleve a los independentistas a darse cuenta de la total
inutilidad de su empeño. En la lucha contra el terrorismo de ETA, el terrorismo
del GAL no ayudó nada –es más, la perjudicó. El Estado de Derecho tiene sus
propias armas, que son las únicas que tiene que usar. Y sus armas no están
hechas para atajos, impaciencias y gestos grandilocuentes e inútiles. En la
lucha contra el independentismo no puede haber atajos ni impaciencias. La
melancolía y el desánimo del desgaste acaban con el pensamiento ideológico. Y
cuando éste desaparece, se abre un hueco, aunque sea estrecho, para la luz de
la razón. No creo que ésta lleve a los independentistas a darse cuenta de que
no hay ni una sola razón objetiva para desear la independencia, pero al menos
hará que guarden el sentimiento independentista, que por otro lado tienen
derecho a tener, en el cajón de las cosas deseadas pero imposibles. Todos
tenemos cosas de esas, deseadas e imposibles, en nuestros cajones personales. Y
si, teniendo estas cosas, las tenemos con inteligencia y equilibrio, no nos
hacen infelices. Antes al contrario, si sabemos convivir con ellas nos dan
madurez y sabiduría. La felicidad no consiste en la ausencia de deseos
inalcanzables sino en la sabiduría para saber coexistir con ellos serenamente. Así
el independentismo, sin desaparecer, se puede volver sabio y maduro y encontrar
su felicidad en esa sabiduría. Pues esa es la sabiduría que tendrán que
alcanzar los independentistas catalanes, como parece que, de momento –toquemos
madera– están alcanzando los vascos. Lo contrario es caer en un infantilismo
estúpido que no lleva más que a darse golpes contra todo y lleva a la más
triste infelicidad. Pero ojo con hacer la carga demasiado pesada. Ya he hablado
antes de la diferencia que creo que hay que establecer entre las ausencia total
de negociación política sobre la independencia y las medidas económicas que
puedan ser negativas para Cataluña. Seguro que los deseos imposibles producirán
alguna que otra rebelión esporádica y darán algún que otro susto, pero la
constatación de su imposibilidad cada vez que haya una crisis de rebeldía,
proporciona un poso más de sabiduría. Lo que ha impedido históricamente a esa
sabiduría es el movimiento romántico, que ha demostrado en todas partes que no
conduce más que a tragedias inútiles y, en definitiva, a la desgracia y el
sufrimiento sin fruto alguno. De hecho, el nefasto movimiento romántico de la
historia es el punto de arranque de todos los dolorosos y a menudo sangrientos
nacionalismos e independentismos. Y como Europa no se ande con ojo con este
romanticismo, se va a enterar de lo que vale un peine.
Una última reflexión. A la vista
de lo anterior, me parece que todo intento oportunista de conseguir votos a
costa de romper, con políticas de gestos, ese imprescindible sólido frente
constitucionalista, aunque pueda tener éxito a corto plazo, es de una
irresponsabilidad extraordinaria. Quien tenga oídos para oír, que escuche.
Así pues, paciencia y esperanza.
El problema catalán puede tener arreglo, aunque no solución. Pero no mañana ni
pasado. La paciencia es la virtud de los fuertes. Los gestos aparatosos son el
recurso de los impacientes. Habrá que ejercitar la paciencia. Si no, el
condicional expresado más arriba de que podría tener arreglo, recibirá una
respuesta negativa.
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