Este es mi modesto
homenaje a la mujer, basado en cosas escritas por otros sobre ella. No a lo que
se quiere hacer de ella: una enemiga del hombre con el que, sin embargo, quiere
quiere mimetizarse. Dios nos libre de que semejante engendro tenga éxito. Si
esto es machismo, que baje Dios y lo vea. A mí me parece feminismo del bueno.
Eva
es también anima, el alma, desposada con el señor cuerpo. El señor
cuerpo, animus, se hace el astuto, cree en las grandezas temporales,
lleva a su esposa de calle en calle, de ciudad en ciudad, a fin de presentarla
a su “buena familia y a la gente importante”, a los nobles y a los ministros, a
los tíos heredables. La joven mujer, la esposa, Eva, es el alma, que se deja
llevar. Deja que hable el señor cuerpo. Deja que la lleve por los caminos.
Pero, entre tanto, ella sueña con “la primera mañana”. [...] el sueño de Eva
exiliada es también el ensueño de nuestra alma, que se acuerda de la
“primera mañana”, en que descendió hacia este “primer atardecer”, de la
“reciente primavera” en que descendió hacia este “sol de invierno”. Eva
simboliza la parte “femenina” de todo ser humano, que espera ser visitada, ser
devuelta al paraíso, a la infancia del mundo. Es, en la humanidad, la parte
mística, la que “se acuerda” de la “heredad perdida”, y busca el camino a lo
largo de los viejos callejones. La humanidad hija de Eva es la de todos los
hombres, y también la del Jesús-hombre, que es también el Jesús-Dios que nos redime.
Charles
Moeller, Tomo IV, La esperanza en Dios nuestro Padre, capítulo dedicado a
Charles Péguy.
Louis Pawels, Las
últimas cadenas.
El
proverbio persa dijo: “no hieras a la mujer ni c el pétalo de una rosa”. Yo te
digo: “no la hieras ni con el pensamiento”. Joven o vieja, fea o bella, frívola
o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre el secreto de Dios.
Si
el Universo tiene un fin claro, evidente, innegable, que está al margen de las
filosofías, ese fin es la Vida, la Vida: única doctora que explicará el
Misterio; y la perpetuación de la Vida, fue confiada por el Ser de los seres a
la mujer.
La
mujer es la sola colaboradora efectiva de Dios. Su carne no es como nuestra
carne.
En
la más vil de las mujeres hay algo divino. Dios mismo ha encendido las
estrellas de sus ojos irresistibles.
El
Destino se encarna en su voluntad, y si el Amor de Dios se parece a algo en
este mundo, es, sin duda, semejante al amor de las madres.
Amado
Nervo
Frederik J. J.
Buytendijk. “La mujer”. Madrid 1955.
…
El mundo de la
solicitud es el mundo de los valores reales y posibles, suscitado por el
compromiso de la persona que cuida. La existencia se torna sumisa, atenta,
obediente, desinteresada. El desinterés… no teniendo en cuenta lo real…
renuncia a conseguir fines prácticos remotos y ligados a una iniciativa
personal. La existencia no consiste aquí en el “poder”, ni en el “deber”, ni en
el “querer”, sino en la “coexistencia” y en el “respeto”: es sumisa, obediente
y dulce… El que cuida, si su cuidado es auténtico, tiene fe y confianza en que
el cuidado y la coexistencia pondrán de manifiesto valores que de otro modo
permanecerían ocultos.
Frederik J. J.
Buytendijk. “La mujer”. Madrid 1955.
Frederik J. J.
Buytendijk. “La mujer”. Madrid 1955.
Michel Carrouges
Es
en el seno del mundo dado donde le corresponde al hombre hacer triunfar el
reino de la libertad. Para conseguir esta suprema victoria, es necesario, entre
otras cosas, que, más allá de sus diferencias naturales, hombres y mujeres
afirmen sin equívoco su fraternidad.
Simone
de Beauvoir. Final de su obra “El segundo sexo”.
Tan
pronto como hay en el hombre y en la mujer un poco de modestia y alguna
generosidad, las ideas de victoria y de derrota quedan abolidas; el acto de
amor se torna libre intercambio… El problema para la mujer consiste en
encontrar uno al que pueda considerar como su igual.
Simone
de Beauvoir. “El segundo sexo”.
Este
pleno desarrollo supone que… la mujer logre establecer con su pareja una
relación de reciprocidad. La asimetría del erotismo masculino y femenino crea problemas
insolubles, hasta el punto de que hay lucha de sexos: pueden resolverse
fácilmente cuando la mujer siente en el hombre, a la vez, deseo y respeto… Las palabras recibir y dar intercambian su
sentido; el gozo es gratitud; el placer, ternura… Es tanto más conmovedor por
cuanto, los dos seres que simultáneamente niegan y afirman apasionadamente sus
límites son semejantes y, sin embargo, diferentes. Esta diferencia que, no
pocas veces, los aísla, llega a ser, cuando se unen, la fuente de su maravilla.
Simone
de Beauvoir. “El segundo sexo”.
Amarse
es mirar juntos en una dirección. Pero es también mirarse a veces mutuamente.
Es la “juntura” del hombre y de la mujer. Articulación a la vez tan frágil y
tan indestructible, del “hombre sin ribera junto a la mujer ribereña”.
Charles
Moeller. Literatura del siglo XX y cristianismo. Tomo V, Amores humanos.
Capítulo dedicado a Simone de Beauvoir.
Si pudiese elegir ser una parte de ti, elegiría ser tus lágrimas.
Porque tus lágrimas son concebidas en tu corazón, nacen en tus ojos, viven en
tus mejillas y van a morir a tus labios.
No
sé de quien es
No se ama a una mujer porque sea bella. Es bella porque se la ama.
No
sé de quién es
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