El 155 ya está en marcha con medidas
concretas, contundentes y decididas, tras agotar, con paciencia y prudencia
ejemplares, todos los caminos. No voy a desglosar esas medidas, cualquiera
puede ver la comparecencia del Presidente del Gobierno o leerlo en cuanto
aparezca por escrito. Pero sí quiero alertar sobre determinados peligros del futuro.
Estamos empezando un camino difícil, muy
difícil. Y largo, muy largo. Pero ante este camino ya sólo quedan dos posturas,
apoyar o poner obstáculos. Por supuesto, apoyar no quiere decir hacerlo
incondicionalmente, pero sí lealmente. Poner obstáculos sería lo que siempre ha
ocurrido en la historia de España, para nuestra desgracia. Demostrar una vez
más la incapacidad de unirnos en lo fundamental, dejando de lado lo accesorio. Por
supuesto, inmediatamente después han aparecido los Echenique y Rufianes de turno
echando espuma por la boca. Dentro de poco lo hará Puigdemont, la CUP y la
Colau. Ladran, luego cabalgamos, amigo Sancho. Los que no formemos parte del
coro de esos ladridos debemos apoyar, cada uno desde su sitio, de forma unánime
y clara.
Muchos se han opuesto hasta hoy a Rajoy
llamándole cobarde, pusilánime, incluso, traidor, malinterpretando su prudencia
y astucia. Creo que el tiempo de esto ha pasado. Es de sabios rectificar a
tiempo y, por lo tanto, pido a los que hayan estado en esta postura, que son
sabios, que lo hagan cuando todavía es tiempo y no se empecinen en su
postura. Por otro lado, está el PSOE
que, si bien ha apoyado la aplicación del 155, ya ayer en El Mundo, avisaba que
la aplicación del 155 debería ser “muy,
muy limitadas” –no limitadas, ni muy limitadas, sino muy, muy limitadas– y
ser “lo más breve posible”, además de
avisar que no quieren que “en ningún caso
se repitan escenas violentas como las del 1 de octubre e incluso se evite una
posible detención de Puigdemont en medio de un enfrentamiento civil para tratar
de impedirla” (Diario El Mundo, Viernes 20 de octubre de 2017, pag 4). Pero
la fiscalía ya ha dicho que está preparada para acusar de rebelión a Puigdemont
si declara la independencia, cosa que Puigdemont ha dicho, en la última
respuesta al Gobierno, que hará. Sí lo hace, por supuesto, hay que detenerle.
Pero, en cualquier caso, habrá “un enfrentamiento civil” y, parar la detención
de Puigdemont por miedo a esos enfrentamientos, aparte de no estar en las manos
del gobierno, sería un grave error. Y si se producen estos “enfrentamientos
civiles” –que se producirán aunque no se acuse y detenga a Puigdemont, con su
destitución ya anunciada en el 155–, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
estado tendrán que intervenir. Y si, ojalá no sea así, hay heridos, hay que
estar incondicionalmente con las FFCCSE en defensa de la legalidad. ¿Lo estará
el PSOE? ¿O se romperá la caña quebrada y herirá la mano de quien se apoya en
ella. Esperemos que no se rompa, pero… Por otro lado están, claro, los perros
que ladran. Entre estas Scylla y Caribdis tiene que pasar el astuto Ulises.
Intentemos ensanchar el paso y rememos con todas nuestras fuerzas para pasar lo
más rápido posible. Pero no dividamos el frente los que queremos la unidad de
España dentro de la más estricta legalidad. Hay dos citas del Evangelio que me
gustaría traer aquí:
“Los que no están contra mí, están
conmigo”. No estemos contra un Gobierno que apoya con la legalidad la unidad de
España.
“El que no recoge conmigo, desparrama”.
Recojamos con ese Gobierno las cosas que puedan servir para suturar la herida
tras la necesaria cirujía.
Hay que decidir si estamos con las cañas
quebradas, con los perros que ladran o con los jinetes que cabalgan. No hay
mucho término medio. No obstante, este apoyo, tampoco puede ser incondicional.
Por ejemplo, se ha dicho, sin ninguna base en las declaraciones de Puigdemont,
que va a ser él quien va a disolver el parlament y convocar elecciones antes de
que el Senado apruebe las medidas del 155. Pienso que si eso ocurre, no por
ello debe darse marcha atrás en el 155. Las elecciones que pueda convocar de
Puigdemont, que serían antes de Navidad, no son las elecciones que Cataluña y
España necesitan. Espero que si esta trampa de Puigdemont se produce, el
gobierno no retroceda, aunque algunos de sus aliados –la caña quebrada– le puedan
pedir que lo haga. Esperemos que Puigdemont no intente ese camino y que, si lo
hace, nadie trague ese cebo.
Recemos, cada uno con la fe que tenga y en
la que lo tenga, para que la mente del Gobierno, la oposición, el pueblo
español y, por qué no, los independentistas, sea iluminada por ese o eso en lo
que cada uno crea y a lo que rece. Yo se lo pido a Dios con toda mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario