Otra vez me llega, por diversos sitios, un
artículo “macuto”. El periodista Luis del Pino, tiene una teoría conspiratoria.
Tras analizar los acontecimientos ocurridos en los últimos días, toma unos
hechos, silencia otros y tira unos hilos que los hilvanan de acuerdo con esa
teoría previamente esbozada. No aporta ni una sola prueba. Pero eso carece de
importancia. Ese hilvanado, que podría haberse hecho de muchas otras maneras
nace con carta de naturaleza de verdadero. Punto. No es necesario considerar otras
maneras de hilvanar esos hechos que, no por llevar a conclusiones más prosaicas
que venden menos, pueden ser menos cercanas a la realidad.
Permítaseme otro hilvanado. No pretendo
que sea cierto. Tiene la misma validez que el hilvanado por el Sr. del Pino. O
sea, ninguna. Carece, como la suya, del peso de la prueba. O sea, ambas son
puntadas sin hilo. Sólo que yo no lo escribo con pretensión de estar desvelando
un morboso secreto celosamente guardado que pueda dar lugar, eventualmente, a
escribir un libro. Ahí van mis puntadas sin hilo.
Prácticamente desde que se cumplió el
plazo del requerimiento, Margarita Robles y otros portavoces del PSOE y PSC afirmaban
que si Puigdemont convocaba elecciones el PSOE no estaría a favor del 155. Ni
una sola declaración de ningún portavoz del PP dio pie para creer que ellos
seguirían esa misma ruta. De una u otra forma todos los portavoces del PP decían que para parar el 155
era necesaria la vuelta a la legalidad, lo que implícitamente –y explícitamente
en palabras de algunos– significaba revocar la ley de Referendum y la ley de
Transitoriedad. Así pasaron los días hasta el jueves. Es bastante posible que
hubiese algo parecido a pacto –o tal vez un pacto real– entre el PSOE/PSC y
Puigdemont. Toda la semana me ha parecido sospechosa la solicitud de Mikel Iceta hacia Puigdemont. Hubo un mediador
que intentaba eso, el Lendakari Urkullu, pero, ¿hay algo que pruebe que éste
actuaba por mandato del gobierno? No, nada. Por lo tanto, si existía ese pacto –que
este Domingo ha dicho también Borrell que existía– lo plausible, a la vista de
los hechos, es que fuese entre el PSOE y Puigdemont, sin el beneplácito del PP.
La espera a la comparecencia el jueves de Puigdemnot es perfectamente
explicable ante la altamente improbable –más bien imposible– posibilidad de que
Puigdemont decidiese volver a la legalidad. Por supuesto, ni yo, ni creo que el
gobierno, dábamos ninguna probabilidad, ni siquiera remota –incluso mi
ingenuidad tiene límites– a que Puigdemont hiciese semejante cosa. Pero la
política de gestos es importante en casos como éste. Máxime si se quiere
mantener la posibilidad de pacto con un PSOE que afirma públicamente estar sin
fisuras al lado del gobierno, pero en realidad está sumido en una mezcla de
esquizofrenias colectivas y dudas existenciales, pero que tiene un peso muy importante
en la política española. Una vez realizado el gesto, la intervención de la
Vicepresidenta el jueves y del Presidente el viernes, no tenían tintes de un
pacto que hubiese llevado a una aplicación tibia del 155 pactada.
Aunque uno jamás puede fiarse de un
mentiroso --y menos aún si ese mentiroso se llama Puigdemont-- cuando éste rechazó
la convocatoria de elecciones afirmó que lo hacía porque no tenía garantías de
que, tras su convocatoria, se retirase el 155. Por supuesto, no niego que las
presiones de la CUP, de ERP y del ala más radical del PDeCAT tuvieran un enorme
peso en que Puigdemont se hiciera caquita y rechazase las elecciones. Pero
hasta en el discurso del mentiroso más compulsivo se cuela de cuando en cuando
una verdad. Y en este caso fue así.
Parece que el hecho de que las elecciones se
convocasen en una fecha parecida a la que propuso Puigdemont despierta el recelo
del Sr. del Pino y le hace dar una puntada sin hilo. Es muy cierto que Rajoy
había dicho en declaraciones anteriores que prefería esperar unos meses. Y es
cierto que eso sería muy bueno para poder reconducir la situación antes de las elecciones. Pero ocurre
que, por mucho que se aplique el 155, hay un plazo entre la disolución del parlament
y la convocatoria de elecciones. Entonces, había dos alternativas. La primera
celebrar elecciones en Mayo, por ejemplo, y mantener ese parlament durante unos
meses o, segunda, cerrarlo inmediatamente y convocar elecciones en el plazo establecido.
No sé que hubiera hecho yo en una situación así. Lo que sí sé es que la
decisión no es evidente y, por tanto, al enfrentarte con ella, es razonable reevaluar
lo dicho anteriormente. Me parece al menos tan plausible –o seguramente más–
como tirar una puntada de un supuesto acuerdo previo. Pero decir que es exactamente
el mismo el resultado el que las elecciones se celebren más o menos el mismo
día con Puigdemont como president en funciones, con todo su gobierno, o con él y
su gobierno cesados, me parece cerrar los aojos ante la realidad. ¡No, D. Luis,
no es exactamente lo mismo!
¿Que la declaración de independencia del
viernes pasada fue casi tan ambigua como la de principios de Octubre? ¡Claro!
Puigdemont sigue teniendo el mismo miedo ahora que hace un mes de ir a la
cárcel. Y eso es lo que genera esa ambigüedad. Y cuando uno se tiene que mover
en el filo de una navaja, no tiene mucho espacio, y las declaraciones ambiguas no pueden ser muy
diferentes. Pero eso es normal y no es necesario buscarle tres pies al gato
para explicar esa similitud. Y ese miedo es el que explica, al menos tan bien como la
teoría conspirativa de D. Luis, que la bandera española y la señera, que no la
estelada, siguiesen ondeando en el palacio de la generalitat. Lo que sí parece
irrefutable de la teoría urdida por el sr. del Pino 😉 (perdóneme quien
lea estas líneas y se sienta insultado en su inteligencia con un emoticón que aclare que
hablo irónicamente, pero hay gente que no capta las ironías) es que el hecho de
que el señor Trapero, ya procesado y con un pie en la cárcel, y viendo las
barbas de los Jordis pelar, se despida sin ruido, denote un enjuague previo.
¡Por favor!
No sé si he agotado el análisis de las
puntadas de D. Luis del Pino y he sido exhaustivo con las mías. Seguro que no.
Pero no era ese mi propósito. Mi propósito es hacer ver, que no demostrar, que
la teoría conspirativa de D. Luis tiene las mismas probabilidades que un reloj parado
de dar la hora correcta. Puede ocurrir que la de, pero sería por casualidad.
Como la mía. No pretendo ser mejor que él. No, al contrario, la mía es bastante
peor. ¿Por qué? Porque no es escandalosa y no responde a lo que quieren oír los
que buscan las sensaciones fuertes de desenmascarar a un "traidor". A menudo una verdad prosaica no vende. Y por otro lado, las teorías conspiratorias son
imposibles de falsar. ¿Por qué? Porque es imposible probar un "no hecho". Si
Rajoy hubiese llevado a cabo un pacto secreto con Puigdemont, podría,
eventualmente, llegar a probarse. Pero probar que no lo hizo es metafísicamente
imposible. Es imposible probar que en el asesinato de JFK no hubo más que un
tirador. No importa cuantos papeles se desclasifiquen, no se puede probar un
hecho negativo y por eso, unido al morbo, las teorías conspiratorias tienen una
vida larga. No obstante, me parece que no es una actitud responsable urdirlas
sin pruebas ante una situación tan delicada como la que tenemos entre manos,
donde se juega el futuro de España. Más bien creo que debiéramos estar unidos en lo que se
hace y no estar continuamente discrepando sobre lo que, según los que gobiernan
desde el sillón, se debería haber hecho, o sobre lo que se susurra al oído de
las cosas perversas que supuestamente se han hecho. Torear de salón es muy
fácil. Pero cuando se está en el ruedo y se tiene delante un morlaco manso de
600 Kg, la cosa cambia. Yo pretendo, modestamente, ayudar, gratis et amore, al matador a ventilarse al
toro. Dice el Evangelio: “¿A quién se parece esta generación? Se parece a esos muchachos que se
sientan en la plaza y cantan esta copla: ‘Os hemos tocado la flauta y no habéis
bailado; os hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado’. […] Pero la
sabiduría ha quedado acreditada por los sabios”.
Para el que no lo conozca y tenga
curiosidad, copio debajo el artículo de D. Luis del Pino.
(Debo
aclarar, por si hay alguna inexactitud, que lo he copiado directamente de uno
de los WA que me han mandado con el artículo).
Con
un poco de azúcar ese pacto que nos dan
¿Me
permiten Vds empezar mi editorial recordando una canción de Mary Poppins? Me
refiero a aquella que decía “Con un poco de azúcar esa píldora que os dan”.
Retrocedamos
al jueves.
Como
recordarán Vds., se anunció que se había llegado a un pacto por el cual
Puigdemont convocaba elecciones autonómicas (es decir, dentro de la legalidad
española) para el 20 de diciembre y, a cambio, el gobierno paralizaba la
aplicación del artículo 155. Se suponía que Puigdemont debía anunciar la
convocatoria de elecciones a las 13:30, pero después de algunos aplazamientos,
el anuncio se terminó cancelando.
El
simple anuncio de que se iban a convocar esas elecciones provocó una reacción
de rechazo entre los separatistas más convencidos, que acusaban a Puigdemont de
traidor.
Pero
tampoco las bases del PP recibieron esa posibilidad de pacto con satisfacción,
sino todo lo contrario, porque paralizar el 155 significaba renunciar a
intervenir la autonomía catalana y a normalizar la situación en Cataluña.
¿No
había dicho el propio Rajoy el miércoles que las elecciones debían celebrarse
cuando la situación se hubiera normalizado?
Pasamos
al viernes.
El
parlamento catalán se reúne y vota una declaración en términos similares al
papel que ya firmaron hace tres semanas, proclamando aparentemente la República
catalana. Y recalco lo de ‘aparentemente’. Luego explicaré por qué.
El
Senado español aprueba entonces una aplicación ligeramente recortada del
artículo 155, eliminando la toma de control de TV3, y Rajoy comparece, horas
después, para anunciar varias medidas básicas: destitución del gobierno
catalán, disolución de las embajadas, cese del director general de los mozos, …
Pero
inmediatamente a continuación, Rajoy nos sorprende a todos convocando
elecciones para el 21 de diciembre. Es decir, Rajoy interviene ‘aparentemente’
la autonomía (y recalco lo de ‘aparentemente’), pero convoca elecciones
inmediatas.
Si
se fijan ustedes, el resultado de lo anunciado por Rajoy es exactamente el
mismo que el de lo que se supone que iba a anunciar Puigdemont un día antes:
elecciones dentro de 54 días.
Pero
con una diferencia importantísima. La aparente proclamación de la República
catalana calma a los separatistas más convencidos, mientras que la aparente
intervención de la autonomía calma a los constitucionalistas más
preocupados.
Lo
anunciado el viernes es el mismo pacto que se iba a anunciar el jueves, pero
presentado de una manera infinitamente más digerible.
Por
qué digo que la proclamación de la República catalana es solo aparente?
Pues
porque a lo que se limitaron los parlamentarios separatistas es a aprobar una
resolución en la que se hacían dos cosas: recordar el texto que ya se había
firmado hace tres semanas y, en la parte resolutiva, INSTAR al gobierno catalán
a poner en marcha las leyes de transitoriedad.
Es
decir, el parlamento catalán no votó en ningún momento nada que dijera
"Proclamamos la República catalana".
Fíjense
también en que en ningún momento salió nadie a ningún balcón, ni a ningún
sitio, a decir esa cosa tan simple: "Queda proclamada la República
catalana".
Ni
siquiera en Twitter han "proclamado la República catalana" Puigdemont
ni Junqueras.
Cuando
se presente la querella por rebelión, habrá argumentos a los que la defensa
pueda agarrarse para decir que, en realidad, no ha habido ninguna rebelión,
porque no ha habido declaración de independencia como tal.
¿Y
por qué digo que la aplicación del 155 es solo aparente? Pues porque en 54 días
no da tiempo a tomar el control de nada.
Por
no dar, no va a dar tiempo casi ni a cambiar a los segundos y terceros niveles
de la administración. Con TV3 ni siquiera se hace nada por simular que se toma
el control.
El
objetivo de lo anunciado ayer por Rajoy es simplemente convocar elecciones
inmediatas.
¿Quieren
Vds más indicios de que estamos ante una escenificación?
Entre
las medidas anunciadas ayer por Rajoy estaba la destitución del director
general de los mozos, es decir, del jefe de Trapero.
Pues
bien, ayer mismo por la noche el destituido envió una carta a los mozos
despidiéndose educadamente de ellos.
¿Acaban
de declarar la independencia hace menos de 12 horas y el destituido, que es un
separatista convencido, acata disciplinadamente su destitución? ¿Ni siquiera un
poquito de teatrillo para fingir resistencia y guardar las apariencias?
Lo
dicho, la manera en que se presenten las cosas influye mucho en cómo recibirá
la opinión pública tus decisiones.
Y
hay que reconocer que la jugada de ayer por parte de Rajoy y Puigdemont es muy
buena: ponen en marcha lo acordado el jueves, pero logran que sus bases se
calmen, simulando un poco de firmeza por uno y otro lado. Está todo inventado.
Nunca hay nada nuevo bajo el Sol.
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