En primer lugar, debo decir que
me equivoqué en lo de que Puigdemont llevase a cabo la DUI el día 6 de Octubre,
emulando a Companys. Pero, esta tarde se espera su comparecencia en el
Parlament de Cataluña para… ¿DUI, o retirada, o… qué? He ahí la cuestión. Dbería
no hacer ninguna apuesta, pero soy un ludópata compulsivo que le gusta jugar al
póker y perder. Preveo, con grandes probabilidades de equivocarme, que va a ser
“qué”. Para llevar a cabo la DUI, creo que le faltará valor y apoyo y,
retirarse, no puede.
Creo que le faltará valor porque
sabe que, o logra realmente la independencia, cosa harto dudosa, o le esperan
unos cuantos años de cárcel por flagrante delito de rebelión, establecido en el
artículo 472, punto 5º del código penal: “Declarar
la independencia de una parte del territorio nacional”. Delito con una pena
de 15 a 25 años de prisión e inhabilitación por este mismo periodo. Podría, en
su disparatada y ciega chifladura, declararse en rebeldía y escudarse detrás de
sus sediciosos mossos o sus enfervorecidas turbas, durante un tiempo. Pero más
pronto que tarde daría con sus huesos en la cárcel para una temporadita. Si no
es por chifladura, necesitaría tener las narices que tuvo un ya olvidado por
muchos, o no conocido por los más jóvenes, Marcelino Camacho, que se pasó casi
20 años en las cárceles de Franco. Y no le veo yo suficientemente bragado para
esperar vanamente en el trullo una irrealizable temprana independencia que le
libere.
Creo que, tal vez, le pueda
faltar apoyo. Para llegar a la DUI necesitaría mayoría absoluta en el
Parlament. Y la tiene. Cuenta con los 61 diputados de JxS, los 10 de la CUP y,
especulativamente, con los 11 de la sucursal de Podemos, porque ayer por la
tarde se vio al lamentable Echenique, y a la impresentable Colau dicendo que
los de Podemos no son partidarios de la DUI, aunque no esté nada claro de qué
son partidarios. Mal augurio, Puchi. Con todos, serían 82 en total. Muy por encima
de los 68 que hacen falta para la mayoría absoluta. Pero eso si le quitamos 11,
quedarían 71. Pero, eso de la locura, o de los huevos si es que es cuestión de
huevos, no es generalizable. A la vista de lo que se ha podido traslucir esta
semana pasada. Hay, dentro de las filas del PDeCAT, hasta Mas dixit, gente que pueda
tener un poco más de lucidez, o un poco menos de huevos o una mezcla de las dos
cosas. A la vista de esta situación, podría haber, dentro del PDeCAT, quien
rompiese la disciplina de voto y se abstuviese. Por supuesto, sin avisar o,
incluso, sin asistir, como en el tamayazo[1]. Con
4 de estos, y si Podemos se abstiene, la DUI no saldría. Y eso sí sería una
cagada espectacular, Puchi. Claro, en estas cosas, nadie se retrata demasiado y
Puigdemont puede no saber con qué fuerzas cuenta realmente. Así que…
Pero, tampoco tiene fácil
retroceder. Si después de todo el tinglado que ha montado, ahora se achanta,
sus bases callejeras le van a crucificar políticamente. De hecho, parece que
pretenden tomar los alrededores del parlament para “ayudarle” a tomar la decisión.
Así que está entre la espada y la pared. O entre las tablas y el descabello. Y
es aquí donde viene el símil taurino.
Los que entienden de toros saben
que no hay toro más peligroso que el toro manso. A un toro bravo se le torea y
el torero puede lucirse y hasta salir por la puerta grande. Pero con un toro
manso eso es imposible. El toro manso, se acula a las tablas y parece decir al
torero: “ven tú a por mí. Entra en mi
terreno. Y, antes que te des cuenta, lanzaré un arreón, no una embestida, y te
ensartaré hasta la cepa del pitón. Pero si esperas que yo vaya a tu terreno,
puedes esperar sentado”. Cualquier torero sabe perfectamente que intentar
lucirse con un toro manso es peligrosísimo. Pero la presión del público puede
inducir a error al más pintado. Manolete y Joselito intentaron lucirse,
presionados por su ego y el público, con dos mansos, Islero y Bailaor, y
acabaron empitonados y muertos. El buen aficionado a los toros sabe, cuando
aparece un manso, que el matador debe hacer una faena de aliño, llevar al toro
al caballo, aunque no entre, que se le pongan banderillas reglamentarias,
aunque sea a una mano y de paso, hacerle una faena de aliño y despacharlo de la
manera más apañada posible. Pinchazo y descabello. Luego, el toro será silbado
en el arrastre y, a esperar una mejor tarde con mejor ganado. Y el taurino sabe
encontrarle la grandeza escondida a esta lidia sucia y, a menudo, larga. El
turista, o el espectador que no sabe de toros, en cambio, le pedirá al torero
que se luzca, que para eso ha pagado. Y si el torero le hace caso, ¡ay!, puede
acabar como Manolete o Joselito. En este caso, el toro manso, aculado en las
tablas de su callerío que no le deja retroceder, se llama Puigdemont. Pero el matador
no es ni Rajoy ni el gobierno. Es España. Rajoy no es sino la inteligencia y
voluntad del matador. Y, si no quiere que corneen a España, deberá andarse con
ojo ante el toro manso, por nombre Puigdemont. Creo que éste no embestirá. Se
aculará a tablas con un sí es no es, a ver si el torero se mete en sus terrenos
y da el arreón. Una declaración de independencia simbólica, le soplan al oído
alguno de sus compañeros de partido. DUI en diferido se lee en los periódicos.
¿Mandé? ¿Qué demonios serán esas cosas? Por haber, hay un tipo llamado Tramosa,
eurodiputado él, que le dice que hay que “declarar la independencia y suspender
sus efectos durante un tiempo a la espera de poder sentarse en una mesa, sin
condiciones previas, con el Gobierno español para negociar un referéndum
acordado”. Y dice
haberlo copiado de la independencia Eslovena, como si España y la antigua
Yugoeslavia tuviesen algo que ver. ¡Vaya caos! Pero creo que Puigdemont,
basándose en tanta confusión, intentará decir sin decir, manteniéndose en la ambigüedad
esperando que se le acuse de traición. Y lo hará con la esperanza, es lo que
tiene el Estado de Derecho, de que, si se juzga mal la situación, presionados
por el vocerío de las gradas, un juez, aplicando la ley, diga que no ha habido
delito. Y entonces, la cogida para España sería mayúscula. Por eso yo, taurino
harta la médula, le pido a la inteligencia y la voluntad del matador que mida
bien los terrenos y los tiempos, que España es el muslo, en dónde viene a
clavarse siempre el pitón, interesando a menudo también el escroto, o sea, los
cojones, lo que es especialmente doloroso. Y continua, inmisericorde, la fuga
de empresas. Hasta la del independentista Víctor Grifols amenaza con irse con
su empresa si hay una DUI. Pero, mejor no envistas Puchi que, si te saben
lidiar, acabarás con pinchazo y descabello, sin pena ni gloria, arrastrado
entre pitos, sin haber podido empitonar a España. Y yo, taurino, ¡disfrutaré
con la lidia!
[1] Para
quien no lo sepa, el día 10 de Junio de 2003, iba a tener lugar mediante el
voto de 47 diputados del PSOE y 9 de IU frente a los 55 del PP, la investidura
del socialista Rafael Simancas como Presidente de la comunidad de Madrid. Sin
previo aviso, los diputados del PSOE Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sáez, no se
presentaron a la votación, con lo que Simancas no pudo ser investido y se
convocaron nuevas elecciones. Las especulaciones son muchas pero la hipótesis
más plausible parece ser la de que estos dos diputados lo hicieron porque se
vieron excluidos de posibles cargos para lograr el pacto del PSOE con IU.
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