6 de octubre de 2017

Tres historias de astucia e impulsividad aplicables a lo que está pasando en Cataluña

Dicen que la historia es maestra de vida y yo estoy totalmente convencido de ello. Por eso traigo aquí tres historias de astucia e impulsividad que pueden ser maestras de lo que está pasando en España y e ilustrar posibles formas de actuar. Cualquiera de las tres, si hubiesen tenido otro desenlace, habrían cambiado dramáticamente el curso de la historia. Al final de las historias me haré unas preguntas, relativas a las propias historias, no a la situación actual, que no contestaré.

Grecia y Persia

En el año 500 A. de C., las ciudades dependientes de Atenas situadas en las costas de Asia Menor, se rebelaron contra los persas. La rebelión fue ahogada en sangre. En venganza, en el 498 A. de C., un pequeño comando ateniense, en una operación relámpago, se internó en Anatolia, hasta llegar a la cabeza de satrapía persa de Sarde, entró en la ciudad, la incendió, destruyó el templo de la diosa Cibeles y regresó a Atenas. Los persas decidieron marchar sobre Grecia para dar un escarmiento, pero determinados acontecimientos en el otro lado de su imperio les impidió dar la respuesta adecuada. No obstante, en el 490  A. de C., mandaron unas cuantas naves, con un destacamento importante, pero no un gran ejército, para desembarcar en la playa de Maratón y, desde esa cabeza de playa, atacar y destruir Atenas. Su precipitación les hizo medir mal sus fuerzas y, los atenienses infligieron una severa derrota a los persas que tuvieron que reembarcar con el rabo entre piernas y cubiertos de vergüenza.

No obstante, Atenas dio por seguro que, cuando los persas resolviesen sus problemas en su frontera Este, no dejarían sin venganza esa afrenta. Consultaron al Oráculo de Delfos, que les dio una respuesta ambigua: “Cuando todo se haya perdido, las murallas de madera resistirán”. Los atenienses discutieron sobre el sentido del oráculo. Arístides el Justo quería construir unas murallas de madera alrededor de Atenas, mientras que Temístocles, interpretó simbólicamente el oráculo y decía que las murallas de madera eran una flota que debían construir. Votaron, ganó Temístocles, Arístides fue condenado al ostracismo y se construyó la flota. Pero, además, Atenas constituyó una liga panhelénica para presentar un frente unido a los persas cuando viniesen.

Efectivamente, el 480 A. de C., el rey persa Jerjes, cruzó el Helesponto mediante un puente de barcas con un ejército de más de 200.000 hombres, y se hizo dueño del mar Egeo con una flota de más de 1.000 barcos.

Los griegos intentaron frenar sin éxito a los persas, con 300 espartanos, 700 tespios y 400 tebanos al mando de Leónidas, rey de Esparta, en el paso de las Termópilas. Retuvieron al inmenso ejército persa durante tres días antes de morir hasta el último de ellos. Sin duda, fue una gesta heroica que despertó y despierta el respeto y la admiración. Pero después, los persas invadieron Grecia de la misma manera que lo hubiesen hecho si no hubiesen perdido esos tres días. Llegaron sin resistencia a Atenas, que había sido abandonada por los atenienses, la incendiaron y se encontraron dueños de todo el territorio exactamente igual que si los persas hubiesen pasado por las Termópilas sin resistencia. Los atenienses no se habían retirado por cobardía. Practicaron una guerra de guerrillas y aplicaron la política de tierra quemada. No infligieron apenas daño alguno a los persas, pero tenían una estrategia. El inmenso ejército no podría abastecerse más que por mar. Si conseguían derrotar a la flota persa, el inmenso contingente no podría ser abastecido, pasaría hambre, se desmotivaría y podría ser derrotado por el mucho menor ejército griego. Pero, claro, faltaba el “pequeño detalle” de vencer a la armada persa.

Los griegos contaban con 200 barcos de Atenas y 70 de Esparta. La flota estaba al mando del espartano Euribíades. Éste, con el aguerrido espíritu espartano quería atacar directamente a la armada persa. Pero Temístocles, que era el representante ateniense en el mando de la flota, se opuso. Prefería una estrategia que llevase a los persas, seguros de su victoria, a presentar la batalla en donde los griegos eligiesen. La discusión fue terrible. En un momento dado, Euribíades, amenazó con golpear a Temístocles con su bastón de mando. Éste, presentó su cabeza y dijo: “Pega, pero escucha”. Al final, el espartano aceptó la estrategia del ateniense y la flota griega atrajo con señuelos a la persa al golfo de Salamina en Septiembre del mismo año de 480 A. de C. Allí tenía desplegada su flota en un orden de batalla. Los persas, al pasar por el estrecho que daba entrada al golfo, desorganizaron su flota y, en medio del caos, ésta fue casi totalmente destruida por la armada griega.

Tras esa victoria, ocurrió lo que Atenas había previsto en su estrategia. El ejército persa se quedó desvalido y desmoralizado y empezó su repliegue, completamente desmoralizado y hambriento. Los griegos les acosaron en su retirada y, con un ejército mucho menor, derrotaron estrepitosamente a los persas en las batallas, magníficamente planificadas de Pletea y Micala, en 479 A. de C. Este ¡fue el final de los intentos persas de dominar Grecia.

Roma y Cartago

En el otoño del año 218 A. de C., Aníbal Barca cruza los Alpes con un poderoso ejército para invadir Italia y acabar con su enemiga, a la que había jurado odio eterno, Roma. La República Romana, en esos años ocupaba poco más que el territorio de Lacio, la región central de Italia, donde está la ciudad de Roma y Sicilia. Gracias a sus normas de obligado cumplimiento para ellos y sus aliados –la maravilla del derecho romano, que, con las debidas distancias, podía ser como el estado de Derecho de hoy día– , había establecido sólidas alianzas con los otros pueblos de la península. Cuando Aníbal penetró en Italia, los romanos, acostumbrados a ganar todas las guerras –en especial a los Cartagineses les habían vencido en Sicilia, echándoles de la isla– decidieron platarle cara en batallas abiertas. Antes de que se dieran cuenta ya habían sido derrotados tres veces en las batallas de Ticino –realmente más una escaramuza que una batalla–, Trebia y Tasimeno, todas en el mismo año 217 A. de C. Ante estas humillantes derrotas y ante el peligro de que Anibal atacase Roma, el Senado nombro dictador a Fabio Máximo. Éste, ante la indignación del SPQR (Senatus Populusque Romanus), decidió no presentar ni una batalla más a Aníbal. Se dedicó, en cambio, a hacer una guerra de guerrillas al ejército cartaginés, sin ningún propósito de infligirle una derrota definitiva. Su postura fue tachada de cobardía por el SPQR que le dio el nombre de Cunctator, ralentizador. Entonces se nombró dictador a Minucio que intentó una nueva batalla, que perdió, y que hubiese supuesto la destrucción total del ejército romano si Fabio no le hubiese socorrido.

Acabada esta segunda dictadura se volvió al sistema de dos cónsules y se eligió para esos cargos a Emilio Paulo y Terencio Varrón. Éstos decidieron que había que salvar el honor de Roma derrotando inmediatamente a Anibal. Reclutaron un ejército de 80.000 infantes y 6.000 jinetes, frente a los 40.000 infantes, 10.000 jinetes y 3 elefantes del ejército cartagines, y le presentaron batalla en Cannas. La derrota fue brutal y tampoco el honor quedó muy bien parado, pues Varrón huyó con los escasos restos del ejército, si bien, Emilio Paulo murió honrosamente. Pero eso no sirvió para nada. El pánico cundió en Roma en donde no había familia que no hubiese perdido algún miembro en Cannas y, además, era consciente que Roma estaba a merced de Aníbal, ya que en su orgullo, los romanos no habían fortificado la ciudad por considerarse invencibles. Se hizo una leva de todos los hombres mayores de 17 años, además de 8.000 esclavos comprados a toda prisa por el Estado, con lo que se formaron dos legiones que, si Aníbal hubiese decidido marchar sobre Roma, no hubiesen resistido el primer asalto. Es un misterio histórico el porqué de que Aníbal no atacase Roma. Pero no lo hizo.

Mientras tanto, el Senado se dio cuenta que la táctica de Fabio, el Cunctator, el ralentizador, a fin de cuentas, no estaba tan mal. Le eligieron dictador los dos siguientes años, 2015 y 2014 A. de C. Aníbal consiguió quebrar la alianza de Capua, Siracusa y Tarento, pero el resto de los aliados de Roma prefirieron el “Estado de Derecho” romano antes que unirse al triunfador Aníbal. Éste intentaba por todos los medios incitar a Fabio a una nueva batalla campal, pero el astuto Fabio nunca entró en ese juego. Se dedicaba a distribuir  su ejército en pequeñas fuerzas situadas en localizaciones vitales, llevando a cabo una paciente guerra de desgaste y evitando las provocaciones de los cartagineses para atraerlas a una nueva batalla. Mientras tanto, el espíritu y la moral del ejército cartaginés y del propio Aníbal se iban deteriorando. También llevó la guerra a Hispania, donde en 209 A. de C, el brillante general Publo Cornelio Escipión, que más tarde recibiría el nombre de “El Africano”, derrotó a Asdrúbal Barca, el hermano de Aníbal, no tan buen general como él. Asdrúbal se fue también a Italia, atravesando de nuevo los Alpes, para unir sus fuerzas a las de su hermano. Pero fue derrotado y muerto en la batalla de Metauro y su cabeza arrojada con una catapulta en el campamento de Aníbal. Aníbal intentó entonces atacar Roma, pero la ciudad se había fortificado y el ejército se había agrupado y recuperado la moral.

Así las cosas, en 205 A. de C, Escipión decidió llevar la guerra a Cartago. La ciudad llamó a Aníbal en su auxilio y este regresó a Cartago. Pero lo que quedaba de su ejército fue aplastado por Escipión en la batalla de Zama. Fue entonces cuando se le dio el epíteto de “El Africano”.

Los generales Samuel Houston y Antonio López de Santa Anna

En 1835 los colonos americanos del territorio de Texas se sublevaron contra el gobierno Mexicano. Inmediatamente México reaccionó mandanso allí a su mejor general, ex presidente de la república mexicana y presidente en funciones, Antonio López de Santa Anna. Para tener tiempo para preparar su defensa, el general San Houston, pidió voluntarios para una misión destinada a la muerte. Se trataba de resistir a Santa Ana en un viejo fuerte cerca de la ciudad de San Antonio llamado “El Álamo” durante el mayor tiempo posible. 185 héroes se encerraron en El Álamo para esperar le llegada del general mexicano. Éste llegó alló con un ejército de 15.000 hombres bajo su mando personal. Tenía prisa por seguir adelante. Los primeros choques se registraron el 23 de Febrero de 1836. El Álamo resistió heroicamente durante 13 días (1836 era año bisiesto), hasta el 6 de Marzo.

Superado el obstáculo, Santa Anna se lanzó hacia delante para aplastar al ejército texano, formado sobre todo por milicias voluntarias. Houston ordenó una y otra vez la retirada, mietras perdía pequeñas escaramuzas de algunos guerrilleros contra el ejército regular mexicano. Sus hombres le increpaban por su aparente cobardía, llamándole traidor a los caídos de El Álamo y le instaban con vehemencia a hacer frente a Santa Anna, a lo que Houston se negaba una y otra vez. Houston sabía de la impaciencia de su enemigo y trazó un plan que no compartió con ninguno de sus oficiales. Como el ejército mexicano era muy lento por su número y Santa Anna quería acabar cuanto antes para ganar fama imperecedera, especuló con que, en su soberbia, despreciaría al ejército menos numeroso y compuesto por aficionados y su impaciencia le haría dejar atrás al grueso de su ejército para terminar de una vez por todas. Y así fue. El 19 de Abril, cuando creyó que había logrado alcanzar al enemigo, acampó en la confluencia de los ríos San Jacinto y Buffalo Bayou, cerca de donde hoy se encuentra la ciudad que lleva el nombre del general Houston. Estaba convencido de que los texanos seguirían huyendo de él y que los podría alcanzar cuando quisiera con sus relativamente escasas tropas que eran, sin embargo muy superiores a los 700 hombres con que contaba Houston. Así es que concedió un descanso a sus soldados sin tomar muchas precauciones. Éstos, agotados por las marchas forzadas a las que se habían visto sometidos se despojaron de sus pertrechos y se decidieron a descansar. Santa Anna decidió esperar unos días para recibir unos refuerzos de 500 hombres a pesar de que su pequeño ejército era ya bastante superior al de Houston que, a si vez recibió un pequeño refuerzo de poco más de 200 hombres. El día 21 de Abril seguía el relajo en las tropas mexicanas. Los espías de Houston le avisaron de la total inactividad en el campamento mexicano. Éstos no se dieron cuenta de la cercanía de los soldados texanos hasta que estuvieron a menos de unas docenas de metros. A las 16,30h se produjo la primera andanada de fusilería de los texanos. Antes, un pequeño destacamento había cortado la posible retirada de las tropas de Santa Anna, destriyendo un puente sobre el río San Jacinto. Los soldados mexicanos estaban durmiendo la siesta. Fue una masacre. En 18 minutos, todo había terminado. 630 soldados mexicanos muertos, muchos de ellos ahogados en su huida, 730 prisioneros y el resto lograron escapar dejando todo su armamento a merced del ejército texano, lo que hacía imposible un contraataque. El propio Santa Anna fue capturado, junto con dos de sus generales. El tercer general mexicano murió en el combate, sin combatir. Por el lado texano, 9 muertos y 30 heridos, entre ellos, Sam Houston, con un balazo en la pierna.

Las preguntas

A la vista de las tres historias anteriores, ahí van las preguntas que prometí al principio.

1ª ¿Sirvió de algo, aparte de para escribir una gesta heroica, el sacrificio el sacrificio de los 300 espartanos en el paso de las Termópilas? ¿No hubiesen sido Leónidas y sus hombres más útiles en las batallas de Platea o Micala?
2ª ¿Qué hubiese pasado si los griegos hubiesen planteado la batalla en Atenas, poco después, en vez de iniciar una guerra de guerrillas?
3ª ¿Cuál habría sido el resultado de la batalla naval entre griegos y persas si, en vez de aplicar la astuta estrategia de Temístocles se hubiese seguido el impulso de Euribíades?
4ª ¿Fue cobarde y ralentizador Fabio cuando se negó a plantar batalla a Aníbal y, en cambio, practicó una estrategia de acoso?
5ª ¿Qué hubiese pasado si después de la batalla de Cannas, Aníbal hubiese atacado Roma?
6ª ¿Qué valor tuvo en la victoria final de Roma el derecho romano, paralelo histórico del Estado de Derecho?
7ª ¿Debió tal vez Sam Houston dejarse llevar por el impulso de sus voluntarios de luchar heroicamente con el espíritu de El Álamo, o hizo mejor en retroceder, resistiendo la presión de sus hombres, hasta encontrar la ocasión oportuna?
8ª ¿Qué efecto tuvieron la soberbia, el afán de lucimiento o las prisas de Santa Anna en la estrategia de México?

La paciencia es la virtud de los fuertes y éstos no se dejan influenciar por presiones de ningún tipo. El gallego dijo ayer: Haré lo que crea que deba de hacer, lo que crea que sea mejor para España y en el momento que me parezca más oportuno. Para eso soy el Presidente del Gobierno.

Sé que las preguntas suenan un poco a libro de Bachillerato en el que se pretende ver el aprovechamiento de los alumnos y, de verdad, lo siento. Pero cada uno es libre para responder o no como mejor le parezca y de trazar, si quiere, algún paralelismo con la situación actual. Incluso es libre para mandarme a hacer puñetas. Pero, por favor, una cosa sí os pido: no me escribáis contándome vuestras respuestas, yo no soy el profe.

Sin responder a las preguntas saco mi moraleja: La paciencia es la virtud de los fuertes y éstos no se dejan influenciar por presiones de ningún tipo. El gallego dijo ayer: “ahora, porque es mi obligación y porque para eso soy el presidente del Gobierno de España, haré lo que crea que deba de hacer, lo que crea que sea mejor para España y en el momento que me parezca más oportuno”.


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