28 de junio de 2015

Otra respuesta a musulmanes moderados

Digo que es otra respuesta porque el 9 de Marzo del 2015, en la entrada con título “¿Es reformable el Islam?” ya publiqué una respuesta a cuatro musulmanes moderados que escribieron un artículo en “El País”. Ahora leo otro, aparecido en “El Mundo” el sábado 27 de Junio, a raíz de los horribles atentados del viernes anterior, firmado por Haizim Amirah Fernández, que es investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano. Ignoro si el firmante es o no musulmán. Transcribo su artículo, que lleva el título de “¿Nos estamos enterando?”

Ayer fue un viernes negro asociado a la bandera negra de Daesh (la organización autoproclamada Estado Islámico). Hubo un ataque –con decapitación incluida– en Francia, una matanza en una mezquita chií de Kuwait, asaltos a dos hoteles en Túnez y las habituales salvajadas contra civiles en lo que queda de Siria, Irak, Yemen, Libia y Somalia.

Como resultado, decenas de muertos inocentes en tres continentes. Personas con orígenes muy distintos, pero con un rasgo común: quienes los asesinaron ya los habían deshumanizado siguiendo una interpretación extremista, intolerante y sectaria del islam. A los matones de ayer les dio igual que muchas víctimas fueran musulmanas e inocentes. Sus ideólogos de cabecera les repiten a través de pantallas y sermones que su obligación es eliminar a los infieles. Esos ideólogos difunden su doctrina macabra con impunidad y muchos cuentan con generosos recursos puestos a su disposición (dinero, espacios físicos y virtuales, cadenas de TV vía satélite, etc.).

Que nadie se lleve a engaños: el epicentro ideológico de quienes decapitan en Francia, bombardean una mezquita chií en Kuwait y matan turistas en Túnez está en la Península Arábiga. Aquellos que llevan décadas amparando y financiando una versión ultrapuritana, intolerante y misógina del islam han creado monstruos. A esos monstruos se les permite crecer y expandirse hasta que acaban fuera de control. Se tornan incluso en una amenaza para quienes los criaron. Por el camino sólo dejan destrucción, odio y polarización.

La victoria de los extremistas consiste en crear un mundo más caótico y menos seguro. Para ello necesitan realizar acciones con un alto impacto emocional, que provoquen gran repulsa moral y que tengan amplia difusión en los medios y redes sociales. El desconocimiento, las fobias y las reacciones viscerales se encargan de ahondar en la polarización y sembrar más odio. Éste es el terreno en el que los extremistas ven avanzar sus proyectos. Y no les está yendo mal.

Las sociedades libres deben entender que la amenaza a su seguridad no es “el islam”, sino una versión muy concreta de esa religión –proselitista y adinerada– con raíces en el Golfo y tolerada por Occidente. Mientras no se tenga conciencia se seguirá confundiendo islam con wahabismo, la incomprensión y las suspicacias aumentarán y los radicales se verán reforzados.

Tres breves observaciones en relación con el viernes negro: la primera es que muchos analistas llevamos cuatro años advirtiendo de que las bestialidades cometidas en Siria por el régimen de Asad y más tarde por Daesh y otros extremistas, no se iban a quedar limitadas a Siria. Las consecuencias cada vez llegan más lejos. ¿Cuánto tiempo más hará falta para asimilar que Siria se ha convertido en un cáncer y actuar en consecuencia?

La segunda está relacionada con Túnez, la única democracia que existe hoy entre los 22 países de la Liga Árabe. Quienes quieren hacer fracasar el experimento tunecino para que no sirva de precedente están golpeando donde más duele: hundiendo el turismo que es una fuente clave de ingresos y de empleos para el país. ¿Va a permitir la UE que se salgan con la suya en el vecindario? Y la tercera es sobre el tratamiento mediático en Occidente de las atrocidades de Daesh. La repetida difusión de imágenes de decapitaciones está teniendo un efecto imitación. En Arabia saudí llevan décadas decapitando en sitios públicos, pero los medios occidentales no lo mostraron y nadie lo imitó. ¿Habrá llegado el momento de dejar de hacerle publicidad a estos profesionales del sadismo?

Empiezo por aplaudir la condena por parte de un musulmán moderado de los incalificables actos terroristas del viernes pasado. También quiero mostrar mi acuerdo con él en que Occidente tiene mucha culpa en lo que está pasando por transigir con un régimen como el Saudí que, basado en la interpretación wahabista del Corán, apoya y financia los movimientos radicales. Pero a partir de ahí discrepo en casi todo. Es cierto que hay muchos musulmanes y escuelas coránicas que hacen una interpretación no violenta del islam. Pero eso no quiere decir que el islam, como religión sea una religión pacífica. Ni la doctrina escrita en su supuesto libro eterno, ni la conducta del profeta avalan esa pretensión.

Ciertamente, en toda religión hay fanáticos y violentos que en nombre de la misma pueden cometer atrocidades. Los ha habido entre los cristianos, entre los judíos y también entre los musulmanes. Pero el hecho de que los haya no descalifica a una religión. Es algo desgraciadamente inevitable, dada la naturaleza humana en su peor versión. Aunque la discusión no debe centrarse en argumentos cuantitativos, tampoco estos son despreciables. No existe la más mínima duda de que en términos cualitativos, los fanáticos islamistas ganan por goleada a los de cualquier otra religión a lo largo de la historia. Pero, como acabo de decir, ese argumento, sin ser despreciable, tiene escasa relevancia. Para ver la capacidad de producir fanáticos violentos de una religión hay que remontarse a las enseñanzas de su fundador, tanto en su palabra escrita como en el testimonio de su vida. Dejaré fuera de la polémica al judaísmo.

Aunque no se trata de comparar qué religión es más o menos sana, lo que resulta indudable es que el cristianismo, a la luz de las enseñanzas y modo de vida de su fundador, está “condenada” a mejorar y a aislar a los fanáticos. Ningún fanático cristiano, sea cual sea su grado de violencia, puede mantener que los orígenes fundacionales del cristianismo le autorizan a usar la violencia. No hay una sola línea en el Nuevo Testamento ni en la vida de Jesús que pueda justificarle. Y aunque el cristianismo hunde sus raíces en el Antiguo Testamento, en el que sí hay textos extremadamente violentos, las primeras palabras de Jesús al empezar su vida pública, en el sermón de la montaña, son para desmarcar su doctrina de lo que de violento haya en ese Antiguo Testamento: “Habéis oído decir… (y normalmente los puntos suspensivos incluían algún pasaje del AT que justificaba la violencia y el odio) … pero yo os digo… (y a continuación viene una doctrina de perdón, de amor y de paz). Así pues, el cristianismo, en su aspecto fundacional no puede ser germen de violencia, a pesar de que ésta anida en el corazón de muchos cristianos, como en el de cualquier hombre.

La situación es radicalmente opuesta con el islam. Tanto el texto del Corán como, sobre todo, la conducta del profeta, son una incitación a la violencia. En el Corán hay, ciertamente, páginas que hablan de paz, pero al mismo tiempo, y en cantidades y grados enormemente mayores, se encuentran numerosos textos cargados de violencia. Y el profeta sancionó con su vida comportamientos de extrema violencia e inmoralidad: pasó a cuchillo a una tribu judía de medina y expulsó a otras dos, usó el poder político para ello, salteó caravanas y se adueñó del botín, inició una guerra de conquista para implantar la fe por la fuerza en Muta, ciudad del imperio bizantino, amén de practicar el estupro con una niña de nueve años o de casarse con la esposa repudiada de su hijo adoptivo.

Por tanto, si he dicho que el cristianismo está “condenado” por la doctrina y el comportamiento de Jesús a aislar a los fanáticos violentos, el islam está condenado (y esta vez sin comillas) a hacer brotar en su seno de forma continuada, movimientos salafistas radicales y violentos. Conviene recordar que la palabra salafismo, que se identifica con grupos de extrema violencia fanática, viene de la palabra “salaf” que designa al profeta y a sus discípulos, en especial los cuatro primeros califas que siguieron al pie de la letra la conducta aprendida de su maestro, es decir, a la flor y nata del islam.

Sólo hay una forma de que los musulmanes moderados puedan decir que practican una religión de paz. Tendrían que denunciar y abominar de la conducta de Mahoma y desechar, declarándolas falsas y despreciables todas las páginas del Corán en las que se predica la violencia religiosa. Lo que ocurre es que si hiciesen esto, la religión que saldría del proceso, ya no sería el islam. Tal vez fuese una buena noticia el nacimiento de esta nueva religión para la que habría que buscar un nuevo nombre. Pero, por supuesto, esa nueva religión no nacería sin una inmensa cantidad de mártires. Algo de esto suena en el cristianismo.

Así que el día que eso ocurra diré que hay musulmanes moderados que, asqueados del islam, han fundado una religión de paz y concordia. Pero, lo siento, no veo posible nada parecido a esto en el futuro.

Comento ahora las tres breves observaciones en relación con el viernes negro con que acaba el artículo.

Es evidente que las bestialidades cometidas en Siria por el régimen de Asad y más tarde por Daesh y otros extremistas, no se iban a quedar limitadas a Siria. Pero es que esto ha ocurrido siempre, desde el inicio del islam. Y en el lapso de mi vida, podría citar sin esfuerzo bastantes ocasiones en las que esa extrema violencia y bestialidad (en el sentido etimológico de la palabra) se ha llevado a cabo a lo ancho y largo de todo el mundo. Que Siria en particular y el islam en general se ha convertido en un cáncer es algo más que evidente. Lo que me gustaría preguntar al autor es que entiende él por actuar en consecuencia.

También es evidente que quienes quieren hacer fracasar el experimento tunecino para que no sirva de precedente están golpeando donde más duele… ¿Va a permitir la UE que se salgan con la suya en el vecindario? Mucho me temo que la UE no va a hacer nada para impedirlo. Pero me gustaría saber qué medidas propone el autor para que sean tomadas por la UE.


El tratamiento mediático en Occidente de las atrocidades de Daesh. La repetida difusión de imágenes de decapitaciones está teniendo un efecto imitación. […] ¿Habrá llegado el momento de dejar de hacerle publicidad a estos profesionales del sadismo? Pues la verdad, no lo sé. Pero lo que ocurre es que en el conjunto de aspectos que dan forma a una sociedad libre, está la libertad de expresión. Creo que deberían evitarse las imágenes más descarnadamente sensacionalistas y truculentas, pero eso deberá hacerse desde la libertad y no desde la censura. Por otro lado, creo que los ciudadanos occidentales tenemos el derecho a estar puntualmente informados de lo que pasa. ¿Debería intentarse hacer que viviéramos en el limbo escondiendo la cabeza debajo del ala como los avestruces? Me niego en redondo a semejante cosa.

21 de junio de 2015

Frases 22-VI-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

El lujo entre los lujos consiste en el desarrollo y libre uso de una conciencia delicada.

François Mauriac. El cordero.


17 de junio de 2015

Un paso más hacia el abismo

Hoy, al hilo de los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas, quiero hablar del camino estratégico que sigue el comunismo para llevarnos al abismo. Es posible que haya quien al leer estas líneas piense que estoy un poco paranoico. No, no lo estoy en absoluto. Quien me conozca lo sabe. Simplemente estoy bien informado a este respecto. Y no porque haya leído mucho, que no es el caso, sino por lo que he vivido. Creo que en alguna otra entrada comenté que en mi juventud fui comunista. Y no sólo en mi época de estudiante, sino también en los primeros años de mi carrera profesional, trabajando en una empresa que se llamaba Dimetal S.A. Allí formé parte del primer comité de empresa de España que se constituyó de espaldas al, y en contra del, sindicato vertical. No es motivo de estas líneas explicar mi proceso de “conversión”, que tuvo lugar allá por el año 1977, del comunismo radical a la fe en el libre mercado y en el capitalismo. Quizá en otra entrada lo haga. Si digo lo anterior es para explicar que he sido cocinero antes que fraile y que a mí no es fácil que esta gente me la de con queso.

Y ahora voy a tener que escribir de un personaje del que ya he escrito en otras ocasiones. Se trata de Antonio Gramsci. Perdonadme si me repito, pero me remito a unas palabras de Marcel Proust que decía: “Todo está ya escrito, pero como nadie escucha, hay que repetirlo todo cada día”.

Antonio Gramsci fue Secretario General del Partido Comunista de Italia en la época de Mussolini. Estuvo diez años en las cárceles de la dictadura fascista y allí tuvo tiempo para pensar y escribir. Y a fe que lo hizo. Dejó plasmadas en unas cinco mil páginas, llamadas “Los cuadernos de la cárcel”, la estrategia que según él debería seguir el comunismo para implantarse en las sociedades avanzadas y democráticas. Adiós a la lucha armada y a cosas por el estilo. El nombre del juego era hacerse con los resortes de los medios de comunicación, de la cultura, de la universidad, de la judicatura, de los medios religiosos, etc., creando así un estado de opinión pública y de desarme intelectual y cultural que acabase con la cultura cristiana-occidental, que es la base de la democracia y del capitalismo. Sí, identificó muy claramente a la Iglesia católica como el principal baluarte de la cultura occidental y, por lo tanto, como el principal enemigo a batir. Pero, naturalmente, este juego no había que hacerlo frontal, sino subrepticiamente, muy poco a poco. Lentamente, pero con una estrategia a largo plazo implacable. Hacerlo frontalmente sería poco inteligente y si algo le sobraba a Antonio Gramsci era inteligencia. Se trataba de hacerlo mediante la infiltración suave, de forma que ninguno de esos infiltrados pudiese pensar que era víctima de semejante manejo, a no ser que fuese un “iniciado”. Se les llamaba “tontos útiles” o “compañeros de viaje”. Por supuesto, compañeros de viaje de los que había que librarse al llegar a la estación término. Seguramente que si miráis un poco al mundo de hoy, encontraréis algún (o muchos) ejemplo de este proceso de infiltración en distintos estamentos. Un fruto de este proceso de infiltración –no un “compañero de viaje”, sino un actor protagonista del proceso, un “iniciado”– se llama Pablo Iglesias. Tsipras es otro y, al otro lado del Atlántico, Nicolás Maduro o Evo Morales también lo son. Si la lucha de clases había quedado superada por la creación de riqueza del capitalismo y sonaba ridículo hablar de ella, se inventaron otras luchas revolucionarias más sutiles: La ideología de género, el orgullo gay, el feminismo extremista, el indigenismo en Latinoamérica, el ecologismo radical, etc. Cualquier causa de protesta, cualquier descontento, que tuviese un aroma, aunque fuese remoto, de justicia, debía ser infiltrado y utilizado inmediatamente. Se trataba también de crear mitos. Cosas con un fondo de verdad, exageradas hasta la caricatura y repetidas tantas veces, hasta la saciedad, por los estamentos infiltrados, que llegasen a ser dogmas de fe, de forma que el que los negara se pusiese en evidencia, en peligro del ridículo y de desprestigio intelectual. Por otro lado, era necesario que todo aquél que denunciase la manipulación fuese mirado como un paranoico. Había que crear “la ciudad alegre y confiada” en la que “esas cosas que pasan en sitios como Venezuela, no nos pueden pasar a nosotros”. Por supuesto que nos pueden pasar y, si nos pasan, la salida del túnel nunca tarda menos de 60 o 70 años y el paisaje que hay al salir es el de tierra quemada.

La socialdemocracia es un interesante caso de “compañeros de viaje”. Esta ideología siempre, históricamente, ha contado con el desprecio de la izquierda radical. Pero ha sido usada por ella como una punta de lanza. Un medio para abrir una brecha en el sistema de libre mercado. Una manera de crear desequilibrios por un exceso de gasto público y de la consiguiente deuda. Desequilibrios que sin duda crearán descontento cuando haya que arreglarlos. Descontento que sabrá aprovechar la izquierda radical. Siempre que la socialdemocracia, en cualquier momento de la historia, bajo cualquiera de sus múltiples formas, ha intentado colaborar con la izquierda radical, ha sido engullida por ésta. Esa es su especialidad. Los mencheviques fueron desplazados por los bolcheviques bajo la batuta de Lenin, las juventudes socialistas se hicieron pronto comunistas por los buenos oficios de Santiago Carrillo, etc. Los radicales siempre saben dar buena cuenta de los moderados ingenuos. Desde luego, la izquierda radical siempre ha tenido sus topos dentro de la socialdemocracia. Zapatero ha sido el último de ellos. Su “casual” acceso a la Secretaría General del PSOE, su desbocado gasto público y déficit, su carga de profundidad en la unidad de España con las concesiones incondicionales a los nacionalismos, culminando en el Estatuto de Cataluña, su ataque a las normas morales más básicas y a la Iglesia, etc. son una clara muestra de ello.

Confieso no haber leído “los cuadernos de la cárcel”. Pero puedo decir en mi descargo que es prácticamente imposible. Son cinco mil páginas difíciles de leer porque son bastante desorganizadas, en las que los temas se entrecruzan entre sí, se interrumpen con largos circunloquios yuxtapuestos, retomándose a menudo los temas, pero olvidándose algunos. Además, la izquierda no tiene ningún interés en que se publiquen. Supondría dar a conocer su estrategia a todo el mundo, lo que la haría inútil. Yo he podido encontrar únicamente fragmentos en internet. La publicación de un compendio comentado y temáticamente ordenado de “los cuadernos” sería un gran servicio a la cultura y a la humanidad. Ahí está lanzado el guante para los eruditos.

Pero, si bien no he leído “los cuadernos”, he tenido la ventaja de que lo he vivido. Cuando en mis años semimozos militaba en la izquierda radical, no sabía siquiera de la existencia de Gramsci, pero sabía que había que disfrazarse de eurocomunistas demócratas para iniciar el proceso. Pero, ¡por favor!, se decía, que nadie confunda la estrategia con la convicción. Sabríamos esperar. Teníamos un plan histórico. Por aquel entonces en el partido comunista de Italia estaba Enrico Berlinguer, en Francia Georges Marchais, en España, asomaba la peluca Santiago Carrillo, todos eurocomunistas. Pero en Portugal, tras la revolución de los claveles, en 1974, el líder comunista era Álvaro Cunhal. Como creía que en Portugal se daban “las condiciones objetivas” para quitarse la careta, se la quitó y hablaba abiertamente de la revolución proletaria y la dictadura del proletariado, etc. La consigna era abominar de Cunhal en público, pero internamente era la gran esperanza, el espejo en el que mirarse, la luz de lo que un día podría ocurrir en el resto de Europa. Recuerdo el regocijo que creaba la profunda crisis del petróleo de 1973 que, por fin, iba a demostrar que el capitalismo tenía los días contados víctima de sus propias contradicciones y que se procuraba agravar con huelgas políticas revolucionarias. Nos decíamos que para conseguir los fines propuestos no había ningún freno moral, puesto que todo se hacía para conseguir el paraíso comunista y eso lo justificaba todo. Sin leer una línea de Gramsci, estos ojos lo han visto esto y estos oídos lo han oído. De forma que, como he dicho antes, a mí es muy difícil que me la den con queso. Como son difíciles de engañar Federico Jiménez Losantos (aunque no sea santo de mi devoción) o Pío Moa, también cocineros antes que frailes. Cunhal fracasó, lo que llevó a reflexionar sobre la necesidad de ser más prudentes y tener más paciencia para no ver las “condiciones objetivas” antes de tiempo. También fracasó estrepitosamente el comunismo real (esto ocurrió después de mi “deserción” pero os aseguro que lo predije antes de que pasara). Pero el hecho de que el comunismo real hubiese costado la miseria y la muerte de millones de personas, no importaba en absoluto. La ideología izquierdista radical considera la miseria económica como la travesía del desierto que hay que pasar para llegar al paraíso comunista, y a los que la sufren, carne de cañón para la batalla. Por supuesto, sus líderes no pasan por ese desierto, o lo hacen por pasillos de vida lujosa y alfombras rojas únicamente para ellos. Y si al sistema capitalista occidental no se le puede vencer frontalmente con la economía comunista, el objetivo es arruinarlo para que se cumpla la profecía, siempre fallida, de que sus propias contradicciones acabarían con él. Una vez arruinado, quedaría allanado el camino al paraíso comunista. If you can’t beat it, destroy it, podríamos parafrasear el conocido aforismo americano. Así son las ideologías, un filtro que impide ver la realidad y sólo admite la representación ideológica de la misma. Aunque, por supuesto, los líderes se protegen muy bien de la tragedia que quieren crear. Por tanto, no hay que confundirse. Para la izquierda radical, el objetivo no es crear riqueza y repartirla, sino crear pobreza para demostrar la inviabilidad del capitalismo y tener una nueva oportunidad de traer su paraíso comunista. Esto hay que tenerlo muy en cuenta cuando se piensa en lo que hará o no hará si llega al poder. Hará exactamente lo contrario de lo que sería económicamente sensato, porque ese es su objetivo. No verlo así es no entender el problema.

Grecia, salvo que la UE se baje los pantalones, saldrá del Euro porque eso es lo que quieren forzar. Por supuesto, quieren hacerlo rasgándose las vestiduras, diciendo lo injusta que es la UE y criminalizándola. Y si Grecia sale del Euro, creo que la Unión Monetaria seguirá adelante sin problemas insalvables. España, si llega a gobernar la izquierda radical, también tendrá por objetivo salir del Euro, tras haber colgado a los órganos de gobierno europeos el cartel de malvados criminales, naturalmente. Pero la Unión Monetaria no podrá soportar la salida de España sin hundirse, con consecuencias nefastas para la economía mundial. Ese es, precisamente, el objetivo, no nos confundamos.

Y, ¿cuáles son los mitos que el gramscismo ha creado en España para llegar a esto? Sé que, como voy a ir contra esos mitos conseguiré lo que quieren que se crea los que los han creado. Que soy un ingenuo, un paranoico o un condescendiente con la corrupción. El epíteto de paranoico ya lo tengo ganado con lo que he dicho. Vamos con el de ingenuo.

El mito es: Mariano Rajoy es idiota y lo ha hecho todo mal. Por supuesto, los mitos de la izquierda radical, para ser explotables no pueden ser del todo falsos. Mariano Rajoy ha hecho bastantes cosas mal y sería capaz de enumerarlas como cualquier español con dos dedos de frente. ¿Una muestra? No abordar la racionalización de la administración pública, no atreverse a ir contra la ley Aído del aborto, seguir adelante con la instrumentalización del poder judicial, etc. Pero, a pesar de esto, creo que, viendo las cosas con objetividad lo ha hecho de suspenso en algunas cosas, de sobresaliente bajo en lo económico y de aprobado alto de promedio. Ya oigo los pitos, pero me da igual. No, no soy del PP. No, no le debo nada de nada al PP. No, no soy un ingenuo. Pero el hecho incontrovertible es que cogió un país abocado a la ruina, económica, ética y política, por la estrategia oportunista del topo Zapatero que dejó a España convertida en el hazmerreír del mundo occidental y respetada sólo por los países bolivarianos. Y es también un hecho evidente que en estos momentos la economía española está creciendo, según muchos expertos, al 4%, siendo el país que más crece de Europa y respetada por los inversores internacionales y los políticos de la UE. Claro, los necesarios recortes o la imprescindible reforma laboral han sido explotados hasta la saciedad por la demagogia barata izquierdista y coreada por el coro de los grillos que cantan a la luna. Por supuesto, aunque la economía crezca junto con el consumo y el paro baje, la mejora no ha llegado a la calle, grita la propaganda. Además, para eso coro de grillos, la economía tiene una importancia secundaria, casi no pondera en la nota (es más, les jode que lo haya hecho bien), mientras que las libertades populares de la calle, sean lo que sean, son infinitamente más importantes. Y no ha sido difícil indignar a la calle brindando lamentables espectáculos como el movimiento 15 M o la batalla campal con las fascistas fuerzas de orden público. Por si fuera poco, Rajoy es un mentiroso que ha subido los impuestos cuando prometió bajarlos antes de conocer el erial que heredaba. A mí me los ha subido y mucho pero, mira, me doy por bien engañado. Mientras Artur Mas clamaba por el referéndum, él ha demostrado que no tiene ninguna imaginación para buscar alguna rocambolesca “solución política” para las que le sobraba imaginación a Zapatero. Es un débil, porque no sacó a la policía a la calle para la charada del referéndum callejero. Etc., etc., etc. Y estas cosas repetidas de acuerdo con la estrategia gramsciana por todos los estamentos infiltrados, ha calado. Veredicto: Es uno de los peores Presidentes del Gobierno que ha tenido España. Casi tan malo como Zapatero, he oído decir a personas que se supone que deberían ser sus votantes pero le han castigado con una patada en mi culo, en el culo de toda la gente con dos dedos de frente. ¡Por favor!, un poco de sentido común.

Y ahora me lanzo a que se me diga que soy condescendiente con la corrupción. Vamos con el mito de la corrupción. Por supuesto, y por desgracia, que hay corrupción en España. Pero no más de la que, también por desgracia, ha habido en los últimos cincuenta años. Lo que ha pasado es que el filtro de la corrupción se ha estrechado hasta llegar a formar un tamiz tan fino que nada pasa por él. Esto, que es algo bueno en sí mismo y a largo plazo, ha creado una inmensa acumulación de mierda maloliente aguas arriba del filtro, que ha sido explotada por la izquierda radical, que se presenta como epítome de la limpieza y la transparencia. Pero este proceso de estrechamiento del filtro no ha sido espontáneo. Jueces ideologizados políticamente se han ocupado de ello. Por supuesto, el poder conservador ha reaccionado con el mismo sistema. Lo que ocurre es que cuando los conservadores entran en ese juego, le hacen el caldo gordo a la izquierda radical. Porque lo importante para la estrategia gramsciana es que se cree el clima de total y absoluta desconfianza hacia los políticos de “la casta”, sea esta conservadora o socialdemócrata, para que la “impoluta” izquierda radical se presente como mesiánica. Pero, además, la izquierda, en este caso socialdemócrata, ha sabido hacer que su corrupción tenga una vertiente de maná, de lluvia fina, también corruptora, sobre el electorado. “Bueno, mientras junto a los ERE’s esté el PER y otras corruptelas populares similares, miremos para otro lado”, dicen muchos votantes de izquierdas de Andalucía, mientras los de otras partes anhelan que ese maná les llegue también a ellos. Y lo que sufre con esta instrumentalización del poder judicial son el Estado de Derecho y la seguridad jurídica que son la base de la estabilidad política y de una economía sana. Pero ni una ni otra le importan tres caracoles a la izquierda radical. Es más, detestan ambas cosas. Como no podía ser de otra manera, estoy radicalmente en contra de la corrupción y aplaudo el estrechamiento del filtro, pero no sus causas, la forma de hacerlo y los fines que persigue la izquierda radical, que no son la regeneración, sino acabar con la gobernabilidad y conseguir de esta manera hacerse con el poder. Ese estrechamiento del filtro debe conseguirse con el ejercicio de los principios y las reglas democráticas. Y no conviene olvidar que, como dijo Lord Acton ya en 1887, “el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Pero bueno, ya lo hemos conseguido en parte: ¡Viva el cambio! ¡Viva el fin del bipartidismo! ¡Viva la política de la calle! ¡Viva el populismo! Ya hemos conseguido un país casi ingobernable. Pero, ojo, no perdamos de vista que detrás de todas estas cosas viene la ruina económica buscada activamente por la izquierda radical. Y que el camino, una vez sobrepasado ciertos límites, es un camino sin retorno. Todavía tenemos por delante las elecciones generales. Aunque se produjese un claro triunfo conservador, España ya sería un país difícilmente gobernable por el delirante sistema de autonomías que nos hemos dado. Pero si no se produce… el diluvio. Creo que estamos todavía a tiempo. Pero creo que tras los siete años del topo Zapatero, en el momento en el que estamos recuperándonos tras varios años de sangre, sudor y lágrimas, cuatro nuevos años de gobierno de una socialdemocracia minada por una izquierda populista y radical, o de un gobierno radical apoyado por la compañera de viaje de la socialdemocracia, nos llevaría más allá del punto de no retorno.


Me siento un poco víctima de la maldición de Casandra. El dios Apolo se enamoró de la bella Casandra, hija del rey Príamo de Troya y, para conquistarla, le regaló el don de la profecía. Pero ella le rechazó. Como ya no podía quitarle el don, hizo caer sobre ella la maldición de que nadie la creyese. Cuando los griegos regalaron a los troyanos el famoso caballo, Casandra sabía que era una trampa terrible y se desesperó diciendo a los troyanos que no lo metiesen en la ciudad, sino que lo quemasen. Pero éstos no le hicieron caso. El final de la historia ya lo sabemos. Fue Troya la que ardió. Pero Casandra, al menos, pudo hacer llegar su voz de alarma a todos los troyanos, aunque no la creyesen. Me temo que yo no seré capaz de hacer llegar mi grito de alarma más que a un pequeñísimo porcentaje de “la ciudad alegre y confiada”, que no quiere oír cantos agoreros que le quiten la modorra. De los que me oigan, muchos no me harán caso, otros me tomarán por paranoico, idiota, ingenuo o contemporizador con la corrupción, como prevé la estrategia gramsciana. Pero si alguno me oye, y no me considera ni paranoico, ni idiota, ni ingenuo, ni contemporizador con la corrupción, entonces, le pido que divulgue estas páginas. Gracias.

14 de junio de 2015

Frases 14-VI-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Yo no podía actuar mientras no tuviera un impulso interior. Las decisiones que yo he tomado siempre procedían de una hondura que yo misma desconocía. Una vez que algo subía a la clara luz de la conciencia y tomaba firme forma racional, nada podía detenerme. Ciertamente, experimentaba una especie de placer deportivo en emprender lo aparentemente imposible.

Edith Stein, santa Benedicta de la Cruz. “Estrellas amarillas”.


10 de junio de 2015

Frases 10-VI-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Hay un estado de descanso en Dios, de total suspensión de toda actividad del espíritu, en el que no se pueden concebir planes, ni tomar decisiones, ni aún llevar nada a cabo, sino que, haciendo del porvenir asunto de la voluntad divina, se abandona uno enteramente a su destino. He experimentado este estado hace poco, como consecuencia de una experiencia que, sobrepasando todas mis fuerzas, consumió totalmente mis energías espirituales y me sustrajo a toda posibilidad de acción. No es la detención de la actividad, consecuente con la falta de impulso vital. El descanso en Dios es algo completamente nuevo e irreductible. Antes era el silencio de la muerte. Ahora es un sentimiento de íntima seguridad, de liberación de todo lo que la acción entraña de doloroso, de obligación y de responsabilidad. Cuando me abandono a este sentimiento, me invade una vida nueva que, poco a poco, comienza a colmarme y –sin ninguna presión por parte de mi voluntad– a impulsarme hacia nuevas realizaciones. Este flujo vital me parece ascender de una Actividad y de una Fuerza que no me pertenecen pero que llegan a hacerse activas en mí. La única suposición previa necesaria para un tal renacimiento espiritual parece ser esta capacidad pasiva de recepción que etá en el fondo de la estructura de la persona.

Edith Stein, santa Benedicta de la Cruz. “Causalidad psicológica”.