30 de enero de 2013

Frases 30-I-2013

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.



Los ángeles de misericordia son aqullas personas transparentes al amor de Dios por el mundo.

Leído en “Literatura del siglo XX y cristianismo”, de Charles Möeller, en el cpítulo dedicado a Graham Greene.

Comentario mío: Ser transparentes al amor de Dios por el mundo significa que, de la misma manera que pedimos a Dios una mirada de misericordia sobre nuestra pobre vida, hagamos que nuestra mirada sobre el pobre mundo transmita esa misericordia y reenviemos a Dios todo lo que nos disgusta, en vez de juzgarlo.

Tomás Alfaro

27 de enero de 2013

Estructura de la Biblia II


Esta es la segunda parte de la entrada que hice la semana pasada sobre los libros que forman la Biblia y la estructura interna de éstos.
 
-  Libros Sapienciales
  * Job
       El libro de Job pretende ilustrar sobre cómo deben aceptarse las desgracias y el sufrimiento. No es, como la mayoría de la gente cree, el libro de la resignación a priori. Job representa al hombre que padece el sufrimiento sin entenderlo y rebelándose contra Dios, mientras intenta infructuosamente entender su causa. Solo al final entiende que no hay nada que entender, sino aceptar el sufrimiento confiando en Dios. No narra hechos históricos situables en una época determinada. Tampoco se sabe a ciencia cierta cuándo fue escrito, pero se especula que debieron hacerlo los judíos que se quedaron en Babilonia después de que el rey persa Ciro les concediera la libertad, en algún momento hacia el siglo V a.de C. La religión persa de aquel entonces reconocía el principio del Bien y del Mal, representados respectivamente por las deidades Ormuz y Arimán. Ambos dioses tenían una fuerza y poder similares. Además, había innumerables pequeños dioses, buenos y malos, los devas y los asuras. Esta creencia se expresa también en el libro de Job, en el que aparece un demonio personalizado, con nombre propio, Satán, aunque aquí Satán está totalmente sujeto al poder de Dios. La solución del libro al problema del mal y del sufrimiento, no es definitiva. No puede serlo. Sólo a través de Cristo puede Dios dar la última respuesta que, si bien no es una píldorita contra el sufrimiento, si es lo que le da un sentido. Al misterio insoluble del mal y del sufrimiento, Dios responderá, siglos más tarde, con el mistyerio, no menos insondable, de la inmolación voluntaria del Hijo tras asumir la naturaleza humana. Sólo entonces se entiende que a través de esta entrega, el dolor no desaparece, pero adquiere un sentido y la carga se hace más suave y el yugo más ligero.
  * Proverbios
       Los Proverbios son un conjunto de sentencias y consejos atribuídos al rey Salomón, ya que el libro empieza con la frase: "Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel". Sin embargo, a partir del capitulo 25 de los 31 que consta el libro, se especifica: "También estos son proverbios de Salomón, el rey, transcritos por los hombres de Ezequías, rey de Judá". (Proverbios 25, 1). Ezequías reinó dos siglos  más tarde que Salomón. Sin embargo, el libro de los Proverbios, no adquirió su forma actual hasta el año 250 a.de C., unos 700 años después de la muerte del gran rey. Como en el caso de los salmos con David, o del propio Cantar de los Cantares con Salomón, muchos proverbios no son realmente de Salomón.
  * Eclesiastés o Cohélet
       El libro del Eclesiastés, o Cohélet, es el más desconcertante de toda la Biblia. El libro se autoatribuye a un hijo de David que fue rey en Jerusalén, parao, al no aparecer explícitamente el nombre de Salomón, su autoría es desconoida. Empieza diciendo: "Razonamientos del Cohélet, hijo de David, rey de Jerusalén". La palabra hebrea "cohélet" no tiene traducción cierta, pero parece que la más adecuada a este caso sería "predicador". ¿Quién era el Cohélet? Pudiera parecer que el Cohélet era otro hijo de David, distinto de Salomón. Pero además de no haber constancia de ningún hijo de David con ese nombre, más adelante dice: "Yo, el Cohélet, he sido rey de Israel en Jerusalén" (Eclesiastés 1,12). Esto nos acota el terreno a Salomón o a Absalón, otro hijo de David que, en vida de éste, usurpó el trono a su padre  y fue rey sedicioso durante un corto tiempo. Pero es dudoso que fuera él quien escribió este libro pues, aparte de no parecer muy reflexivo, no vivió para poder recordar sus tiempos de rey, pues fue muerto en batalla por Joab, general en jefe del ejército de David, en contra de las ordenes expresas de éste. Además no llegó a pisar Jerusalén siendo rey. Sin embargo es seguro que este predicador no era Salomón, ya que el libro parece estar escrito en el siglo III a. de C.
         Este libro, leído fragmentariamente, puede parecer un tanto cínico, pesimista y negativo. La frase; "vanidad de vanidades, todo es vanidad" está acuñada, por primera vez en la historia en este libro. Inmediatamente después de su presentación el Cohélet nos dice: "Vanidad de vanidades, dijo el Cohélet; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de todo cuanto se afana bajo el sol?" (Eclesiastés 1,2-3).
          En una lectura más detenida, se aprecia un afán de disfrutar de las cosas pequeñas que nos puede brindar esta vida, donde nada parece merecer la pena para el autor. Podría ser el equivalente judío del “carpe diem” latino. Porque es un carpe diem que, si bien le parece fútil el tema del más allá, sí está abierto a Dios como fuente del disfrute de las pequeñas cosas de la vida: “La única felicidad del hombre consiste en comer, beber y disfrutar del fruto de su trabajo, pues he comprendido que también esto es don de Dios. Porque, ¿quién come o goza sin que Dios se lo permita? Él da sabiduría, ciencia y alegría a quien le agrada; y al pecador le impone la carga de recoger y acumular para dejárselo luego a quien agrada a Dios”. (Eclesiastés, 2, 24-26). No es mala sabiduría humana. Sin embargo, el libro cita profusamente a Dios y se puede intuir que en Él está el último sentido de todo.
  * Sabiduría
       El libro de la Sabiduría está escrito en fecha tan tardía como el año 50 a. de C., directamente en griego, por un judío de Alejandría. Desde luego, no forma parte del canon judío. Es una descripción de la felicidad que reporta al hombre la posesión de la sabiduría que, naturalmente, es un don de Dios. Este libro es de los pocos del Antiguo Testamento donde de forma explícita se habla de la vida ultraterrena. Los otros son los Salmos y el segundo libro de los Macabeos. Dado que el Salterio fue completado en el año III a. de C., y tanto la Sabiduría como los Macabeos fueron escritos en el siglo I a. de C. parece que la redacción tardía es una condición "sine-qua-non" para que aparezcan referencias a la vida eterna. De hecho, entre los judíos había dos corrientes de pensamiento importantes, los saduceos, más ortodoxos, más apegados a la tradición de la Torá, que negaban la vida de ultratumba, y los fariseos, de una fe elaborada más tarde, que creían en ella. Es posible que entre los judíos, esta creencia fuese una elaboración tardía, aparecida hacia fines el siglo III a. de C. Sería el propio Cristo el que, aún criticando duramente a los fariseos por otros motivos, llevara a plenitud esta creencia, ya ampliamente aceptada en su época. Conocemos el nombre de, al menos, tres fariseos convertidos a la nueva doctrina, José de Arimatea, Nicodemo y San Pablo. No sabemos, sin embargo el nombre de ningún saduceo convertido. Esto no quiere decir, desde luego que no los hubiera, sino que, debido a su ortodoxia, su conversión a la nueva fe debía resultarles más difícil. En el diálogo en clave que Cristo tiene con el Sanedrín en la cruz, también se cruzan referencias a este libro. Cuando éstos le dicen: “Si eres hijo de Dios, baja de la cruz” (Mateo, 27, 40), le están citando el libro de la sabiduría: “Proclama dichosa la suerte de los justos y se precia de tener a Dios por padre. Veamos si es verdad lo que dice, comprobemos cómo le va al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá y lo liberará de las manos de sus adversarios. Probémoslo con ultrajes y tortura: así veremos hasta dónde llega su paciencia y comprobaremos su resistencia. Condenémoslo a muerte ignominiosa pues, según dice, Dios lo librará” (Sabiduría 2, 16-20). A esto, Jesús responde, como vimos al hablar de los salmos con el salmo 22 que empieza con: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y acaba en un canto de vistoria. Sabemos cómo acabó la historia.
  * Eclesiástico o Sirácida
       El libro del Eclesiastico, también llamado Sirácida, es otro elogio de la Sabiduría que proviene de Dios. También hay en él consejos prácticos sobre como aplicarla en la vida corriente. En este libro el autor se identifica sin equívocos y sin querer suplantar a ningún personaje celebre de la antigüedad: "Doctrina sabia y sensata consignó en este libro Jesús, Ben de Sirá (de ahí su nombre de sirácida), de Jerusalén, quien derramó como lluvia la sabiduría de su corazón". (Eclesiástico 50,29). El libro original hebreo se perdió y, durante siglos sólo se conoció una traducción al griego, hecha por el nieto del autor que emigró a Egipto. En un prólogo, el traductor expone sus motivos para traducirlo, y da referencias históricas que sitúan la traducción hacia el año 150 a.de C. Su abuelo debió escribirlo, por tanto, hacia el 200 a. de C.. Sin embargo, debió tener poca difusión en su época, y cuando se convirtió en un "best seller", una vez traducido al griego, ni la fecha, ni el idioma, hacían al admisible que fuese incluído en el canon judío, ni siquiera en el judeo-griego, aunque sí en el cristiano. En el año 1900, se descubrieron copias medievales del original hebreo en la “geniza” (almacen de manuscritos inservibles) de las excavaciones de la antigua sinagoga de El Cairo.

·  Nuevo Testamento.
  * Evangelios
      Decir que los cuatro Evangelios narran parte de la vida y hechos de Jesús, raya en la mayor de las obviedades.
       Los tres primeros, los de san Mateo, san Marcos, y san Lucas, son los llamados sinópticos. Cada uno con sus peculiaridades y objetivos particulares, tienen en común que son, en cierta medida, más bien narraciones de hechos que interpretaciones teológicas de su significado. El Evangelio de san Juan, por el contrario, sin desmerecer en el relato de los hechos, busca más el caracter de símbolos que tienen estos hechos, e intenta explicar la realidad teológica que simbolizan.
       Mucho se ha escrito sobre las fechas y formas en que llegaron a plasmarse los Evangelios en su estado actual. La versión más generalmente aceptada es que los tres Evangelios sinópticos fueron redactados a finales de la primera mitad del siglo I basándose en la tradición oral y en un primer texto escrito, llamado documento Q, del alemán "quelle", “fuente”, posteriormente perdido, del que bebieron los autores. Según este punto de vista, el Evangelio más antiguo sería el de San Marcos, que algunos identifican con el documento Q, escrito hacia el año 40-45. Parece que Marcos escribió este Evangelio siguiendo las orientaciones dadas por san Pedro, del que era ayudante directo. Los otros dos Evangelios sinópticos habrían tomado como base este Evangelio y le habrían añadido episodios basados en otras fuentes, tal vez el documento Q, o la vivencia personal como apóstol de Jesús en el caso de san Mateo. Este evangelista habría escrito su Evangelio hacia el año 45-50, mientras que san Lucas lo habría hecho hacia el año 50-55.
       La estimación de estas fechas se basa, entre otros indicios, en determinados hallazgos e investigaciones realizadas sobre los manuscritos encontrados en las cuevas de Qumrán, junto al mar Muerto. Entre la cantidad de material encontrado en dichas cuevas, hay un fragmento, el llamado P7Q5 (Papiro de la cueva 7 de Qumrán, fragmento 5), de sólo unos pocos centímetros cuadrados que, según opinión hoy aceptada por la mayoría de los investigadores, es del Evangelio de san Marcos, en concreto, Marcos 6, 52-53 que dice: “llegaron a tierra en Genesaret”. Ahora bien, los manuscritos de la cueva 7 de Qumrán, estaban en ánforas selladas que habían llegado de Roma en el año 50. En Qumrán vivían los esenios, una secta judía que buscaba indicios de la venida del Mesías en textos de la época que recolectaban de todo el mundo. Esto querría decir que en el año 50 ya circulaban en Roma copias del Evangelio de san Marcos con el suficiente “tirón” como para que los esenios pidiesen que se les enviase.
       La tradición atribuye el cuarto evangelio al apostol san Juan, aunque incluso la critica católica tiene serias dudas de que realmente fuese él el autor. Parece más bien que algún discípulo suyo lo escribió apoyándose en la autoridad de su nombre. Según esa tradición, san Juan escribió su Evangelio en Éfeso, al final de su vida, probablemente hacia el año 90, cuando el emperador Nerva le liberó del exilio en la isla de Patmos al que le condenó el emperador Domiciano. De ser cierta esta datación, sería el último libro escrito del Nuevo Testamento. Su autor lo habría escrito después de haber meditado en su corazón durante muchos años lo que sus ojos vieron y sus oídos oyeron, conocidos los tres Evangelios anteriores y después de haber tenido contacto con la filisofía helenística y, más concretamente con la idea del "Logos", "Verbo" o "Palabra", y haber realizado una cierta síntesis entre ambas experiencias. El concepto de "Logos" fue acuñado por Heráclito, filósofo griego del siglo VI a. de C. Conocemos su pensamiento por un centenar de fragmentos de su obra que han llegado hasta nosotros. El Logos es mencionado en siete de esos fragmentos. A través de ellos sabemos que Heráclito concebía el Logos como un principio de acuerdo con el que habían sido creadas todas las cosas, a las que da una unidad intrínseca. Los hombres estaban en contacto con el Logos, pero sólo los sabios llegaban a comprenderlo. Compárese esta idea con el principio del evangelio de san Juan:

              "Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios,
               y el Verbo era Dios.
               Él estaba al principio en Dios.
               Todas las cosas fueron hechas por Él,
               y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
               En él estaba la vida,
               y la vida era la luz de los hombres.
               La luz nace en las tinieblas,
               pero las tinieblas no la acogieron
               […]
               A cuantos la recibieron
               […]
               les dio poder para ser hijos de Dios".
               (Juan 1, 1-14)
       Pero, ¿quienes eran los evangelistas? San Mateo y san Juan eran dos de los doce Apóstoles de Jesús. Menos clara está la personalidad de san Marcos y san Lucas. Parece que el primero fué un colaborador de de san Pedro, que aparece citado por éste en su primera epístola (1 Pedro 5, 13). También trabajó junto a san Pablo, como veremos un poco más adelante. La tradición cristiana afirma que san Marcos es el joven que al ser prendido Jesús en el huerto de los Olivos, salió huyendo cuando intentaron apresarle: "Un cierto joven le seguía (a Jesús) envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo, y trataron de apoderarse de él; mas él, dejando la sábana, huyó desnudo". (Marcos 14, 51-52). El mismo san Marcos nos lo cuenta –es el único evangelista que narra este hecho– aunque sin citar su nombre.
       San Lucas era un compañero de san Pablo en sus viajes apostólicos, médico y amigo fiel en las dificultades, como dice el propio san Pablo en tres de sus epístolas: "Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas". (Colosenses 4, 14), o: "Te saluda Epafras, compañero de mi cautiverio en Cristo Jesús; Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores”. (Filemón 23-24), o: "Date prisa en venir a mí, porque Demas me ha abandonado por amor a este siglo y se ha marchado a Tesalónica; Crescente a Galacia y Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo. A Marcos tómale y tráele contigo, que me es muy útil en el ministerio". (2 Timoteo 4, 10-11). Patética petición de auxilio si se tiene en cuenta que esta epístola esta escrita por san Pablo muy poco antes de su ejecución.
  * Hechos de los apóstoles
       Al Evangelio de San Lucas siguen, como una  segunda parte, escrita algo más tarde que la primera, los Hechos de los Apóstoles. Este libro, como su nombre indica, narra los avatares de los Apóstoles a partir de la Ascensión de Jesús al cielo.
        Los hitos más importantes del libro son la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, hecho que se toma como punto de partida de la Iglesia, la conversión de san Pablo, su predicación posterior por todo el mundo griego, su prisión y juicio, y su viaje a Roma como prisionero. El libro acaba a los dos años de encontrarse san Pablo en Roma, en régimen que podríamos llamar de arresto domiciliario, mientras esperaba juicio. Nada nos dice de sus últimos días de cautividad ni de su final. Como es sabido, san Pablo fue decapitado, pues, como ciudadano romano que era, por haber nacido en Tarso, no podía ser ejecutado con los suplicios vejatorios con que lo fueron Jesucristo y el resto de los Apóstoles, a excepción de san Juan.
      Es en los Hechos de los Apostoles donde se cuentan las primeras discusiones en el seno de la Iglesia sobre la forma y manera en que los no judíos podían ser admitidos a la misma. San Pablo, abogado de los gentiles, con el apoyo de san Pedro, consiguió, hacer prevalecer el criterio de que no era necesario circuncidarse antes de hacerse cristiano.
  * Epístolas de san Pablo
       Por otra parte, de las numerosas cartas que sin duda san Pablo escribió a las primeras comunidades cristianas, y a muchos cristianos a título particular, catorce han llegado hasta nosotros y forman parte del Nuevo Testamento. En ellas, el Apóstol va desarrollando la doctrina que recibió en forma de iluminación personal el día de su conversión. También exhorta a los destinatarios de sus cartas a un comportamiento ético acorde con sus creencias, por lo que sus epístolas no son solo un compedio doctrinal, sino también un código de conducta moral. Por último, también pueden encontrarse en algunas epístolas instrucciones minuciosas sobre como  manejar los asuntos de las comunidades a las que se dirige.
       Las epístolas de san Pablo no aparecen en el Nuevo Testamento por orden cronológico. El orden cronológico es el que se establece a continuación:

                                     Epístola                        Año
                                     _______                      ___
                                   1 Tesalonicenses..........  50
                                   2 Tesalonicenses..........  50
                                   1 Corintios...................  56
                                    Romanos...................... 57
                                   2 Corintios....................  57
                                    Gálatas..........................  58   ¿47?
                                    Efesios.........................  62
                                    Filipenses....................   62
                                    Colosenses..................   62
                                    Filemón........................  62
                                    Hebreos  ¿*?................  64
                                   1 Timoteo.................   64-67
                                    Tito...........................   64-67
                                   2 Timoteo.....................   68
                *  Los escrituristas no consideran hoy esta epístola como
                    escrita por san Pablo. En el caso de que éste no haya sido
                    su autor, se ignora quién pueda haber sido.
La datación de estos escritos es mucho más fiable que la de los Evangelios. Por eso es importante también para la datación de los Evangelios. Concretamente, en la segunda carta a los cirintios, se podría interpretar que san Pablo habla de san Lucas y su Evangelio cuando dice: Con él enviamos al hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las iglesias” (2 Corintios 8, 18). Si esto fuese así, querría decir que el Evangelio de Lucas ya estaba ampliamente difundido entre los cristianos en el año 57 en que se escribió la 2ª Carta a los corintios.
  * Epístolas de otros apóstoles
       Otros apóstoles también escribieron cartas pastorales a los cristianos con los que se sentían más ligados, o a la totalidad de las ccomunidades entonces existentes. Algunas de estas epítolas, una de Santiago, dos de san Pedro, tres de san Juan y una de san Judas Tadeo (no confundirlo con Judas Iscariote), forman parte del Nuevo Testamento.
    * Apocalipsis
       El último libro, aunque no cronológicamente, del Nuevo Testamento y de la Biblia, es el del Apocalipsis. Fue escrito por san Juan en la isla de Patmos, donde estaba desterrado por el Emperador Domiciano. La tradición afirma que san Juan fue metido en aceite hirviendo en Roma durante la persecución de este emperador en el año 81. Sin embargo, el apóstol no murió. Asustado por tan insólito hecho, Domiciano lo desterró a la isla de Patmos. Apocalipsis quiere decir en griego, revelación, desvelación de un misterio. Después de los libros del género, su significado a pasado a ser destrucción.
       El Apocalipsis de san Juan no es el único escrito de este género de la Biblia. Los libros de Ezequiel y de Daniel, contienen también pasajes apocalípticos. De hecho, el de san Juan bebe en las fuentes de los otros dos. Es este un libro oscuro, dificil de entender y cargado de simbolismos. Esto ha despertado la imaginación, a menudo morbosa, de muchos para darle interpretaciones desbocadas, interesadas y, muchas veces, demenciales. La realidad es mucho más simple. Es un libro escrito para alentar la esperanza y fortalecer el coraje de los cristianos en tiempos especialmente difíciles. Fue escrito hacia el año 82, en el destierro de Patmos. La persecución de Domiciano contra los cristianos, de la que he hablado antes, fue especialmente sanguinaria. Muchos verían vacilar su fe ante la dureza de la prueba. Entonces san Juan, lleno ya de días y de sabiduría de Dios, habiendo sobrevivido al martirio en esa persecución, escribió este libro para alentarles. A los cristianos de aquella época y a los de cualquier época posterior. A pesar de todas las persecuciones, viene a ser el compendio del libro, de todas las dificultades, de todas las derrotas, de la dureza de la misión, el cristianismo, la religión del Amor, vencerá. Y lo hará gracias a la ayuda de Cristo, del Cordero, del Sievo Sufriente, que nunca abandonará la lucha en la que, no obstante, los hombres debemos ser los protagonistas. La Bestia, el Anticristo, la Peste, el Hambre, la Guerra, la Muerte, son plagas atemporales, que han existido y probablemente existirán durante toda la historia del hombre, hasta que llegue la Nueva Jerusalén, ataviada como una novia para desposarse con el Cordero. El mal será entonces definitivamente vencido y desterrado. Pero para los que perseveren en la lucha, para los que acerquen un poco más la Nueva Jerusalén a este mundo herido, les está reservado un premio inefable, que compensa con creces todo padecimiento. Y, al final, la Nueva Jerusalén será una realidad, y Dios, Cristo, enjugará toda lágrima y vencera al último enemigo, la Muerte.

23 de enero de 2013

Frases 24-I-2013

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.




Si se conociera la verdad, ¿no se vería uno obligado a compadecer a los planetas? Si se llegara al fondo de las cosas, ¿no tendríamos compasión incluso de las estrellas?

Graham Greene: “The heart of the matter”.

Añado yo: La verdad, el fondo de las cosas que, conocido, nos llevaría a tener compasión de estrellas y planetas es el amor de Dios. Como Cristo le dijo a la Samaritana: “Si conocoeras el don de Dios...”



21 de enero de 2013

Estructura de la Biblia I

La semana pasada publiqué una entrada sobre la relación entre el Antiguo y el nuevo Testamento de la Biblia. Publico ahora, con el fin de entender mejor el libro de libros, en dos entregas, una relación de los libros que la forman con una muy sucinta descripción de cada uno de ellos.


Estructura de la Biblia I

Para los que no conozcan a grandes rasgos cual es la estructura y los libros que componen la Biblia católica, creo que podría ser interesante que leyeran la breve descripción de la misma que hago a continuación. Podría ser como un mapa que nos ayude a orientarnos. Un mapa no es el territorio, pero si uno recorre un país coinociendo sus diversos paisajes y los va situando en el mapa, une orientación geográfica con peculiaridades paisajísticas y mejora su conocimiento. De la misma forma, si se lee la Biblia con este mapa, cada parte de ella, adquiere un significado contextual más completo. Espero que esto ayude.

Estructura de la Biblia
• Antiguo Testamento.
- Libros históricos.
   * Génesis.                                  }
   * Éxodo.                                    }
   * Levítico                                   } Pentateuco.
   * Números                                 } (Los cinco libros).
   * Deuteronomio (Segunda Ley). }
   * Josué.
   * Jueces.
   * 1 y 2 de Samuel.
   * 1 y 2 de los Reyes.
   * 1 y 2 de las Crónicas.
   * Esdras.
   * Nehemías.
   * 1 y 2 de los Macabeos.
- Varias historias
   * Rut.
   * Tobías.
   * Judit.
   * Ester.
- Libros Proféticos.
  + Profetas mayores
   * Isaías.
   * Jeremías.
   * Baruc (Discipulo de Jeremías).
   * Carta de Jeremías.
   * Ezequiel.
   * Daniel.
  + Profetas menores
   * Oseas.
   * Joel.
   * Amós.
   * Abdías.
   * Jonás.
   * Miqueas.
   * Nahúm.
   * Habacuc.
   * Sofonías.
   * Ageo.
   * Zacarías
   * Malaquías.
- Libros Poéticos
   * Salmos.
   * Cantar de los Cantares.
   * Lamentaciones
- Libros Sapienciales
   * Job
   * Proverbios.
   * Eclesiastés o Cohélet.
   * Sabiduría.
   * Eclesiástico o Sirácida.
• Nuevo Testamento.
- Evangelios.
   * San Mateo.  }
   * San Marcos.} Sinópticos
   * San Lucas.   }
   * San Juan.
- Hechos de los Apóstoles.
- Epístolas apostólicas.
   * 14 de san Pablo.
   * 1 de Santiago.
   * 2 de san Pedro.
   * 3 de san Juan.
   * 1 de san Judas Tadeo
- Apocalipsis.


Brevísima descripción de cada libro:

• Antiguo Testamento.
- Libros históricos.
   * Pentateuco

Los cinco primeros libros históricos de la Biblia forman el llamado Pentateuco.

Los cuatro primeros libros del Pentateuco narran la historia del pueblo judío, desde la Creación, hasta su entrada en Canaán, la Tierra Prometida al mando de Josué, hacia el año 1170 a. de C.

El quinto libro, último del Pentateuco, el Deuteronomio, es una arenga de Moisés a su pueblo antes de que éste entrase en la Tierra Prometida. En él, Moisés da una visión retrospectiva de todas las maravillas obradas por Dios con Israel y le insta a seguir fielmente la Ley, una vez hayan tomado posesión de dicha Tierra.

* Josue

El libro de Josué narra, precisamente, la conquista de la Tierra Prometida y su reparto entre las distintas tribus de Israel.

* Jueces

El libro de los Jueces cuenta el desarrollo de la historia de Israel una vez instalado en Canaán, en los tiempos anteriores a la monarquía, cuando Israel era regido por caudillos, los Jueces (que no eran jueces en el sentido actual del término), escogidos por Dios en momentos de crisis de su pueblo. Generalmente, la aparición de un juez respondía al arrepentimiento del pueblo tras un periodo de alejamiento de Dios, generalmente por causa de la idolatría de los dioses de la tierra de Canaán. Abandono de Dios que hacía que los pueblos vecinos les sometiesen a servidumbre. Abarca un período de tiempo que va desde 1150 a. de C., hasta 1020 a. de C. aproximadamente. Hay seis jueces mayores, de los que se conocen sus hazañas con cierto detalle: Otoniel, Ehud, Débora y Barac, Gedeón, Jefté y Sansón. Existen también otros seis menores de los que apenas se sabe más que el nombre. Un total de doce jueces para 30 años se antoja como demasiados. Tocarían a poco más de dos años por juez. Más bien parece que, dado que Israel era, por aquel entonces, una federación de tribus laxamente unidas, hubiese jueces distintos contemporáneos para cada tribu.

* Samuel

Los libros de Samuel describen la vida de este profeta y el proceso de instauración de la monarquía en Israel. Primero el intento fallido de Saúl. Después la persecución a que este somete a David, al que cree un rival usurpador, y, por fin, la instauración definitiva de la monarquía en la persona y el linaje de este último. Los hechos que relatan se sitúan entre el 1020 y el 980 a. de C.

* Reyes y Crónicas

Los libros de los Reyes y de las Crónicas, son en gran medida paralelos. Desarrollan, en primer lugar, la historia de la monarquía de David y Salomón sobre todas las tribus de Israel. Posteriormente, narran la escisión del reino en dos, el del norte, llamado reino de Israel y el del sur, llamado reino de Judá. Este último estaba compuesto por la tribu que le da nombre, más la de Benjamín. Además vivían en este reino una parte de los levitas y toda la clase sacerdotal, descendientes de Aarón, que estaban a cargo del el Templo en Jerusalén, la capital. Todos sus reyes fueron de la misma dinastía, descendientes por linea directa de David.

El reino de Israel, nace a partir de una secesión, parece ser que bastante justificada, del resto de las tribus de Israel contra la tribu de Judá. Su historia es una larga historia de reyes asesinados por oportunistas ambiciosos que fundan una nueva dinastía para, al cabo de una o dos generaciones, acabar como terminó la precedente. Es destruido por los asirios hacia el año 722 a. de C.

El segundo libro de los Reyes acaba con la destrucción del Templo de Salomón por Nabucodonosor, rey de los caldeos, y la dos deportación a Babilonia de los notables del reino de Judá hacia el año 587 a. de C. Las Crónicas, se prolongan algo más, y llegan hasta que Ciro, rey de Persia, conquistador de Babilonia, destruye el Imperio Caldeo y concede la libertad a los judíos que habían sido deportados hacia el 538 a. de C.

Todos los libros históricos hasta aquí reseñados son la base de la Torá o Ley judaica.

* Esdras y Nehemías

Los libros de Esdras y Nehemías narran la vuelta del resto de Judá a Jerusalén al mando de Zorobabel, la reconstrucción del Templo y el inicio de la era del llamado Segundo Templo, que subsistirá hasta el año 70 d. de C. en que fue definitivamente destruido por el entonces general romano y después emperador, Tito. También describen una segunda y tercera oleadas de vuelta de refugiados, al mando respectivo de Esdras y Nehemías. Este último trae el permiso de Artajerjes, entonces rey persa, para reconstruir las murallas de Jerusalén. Cronológicamente cubren el siglo que va desde el 538 hasta el 437 a. de C., en que quedaron terminadas dichas murallas.

* Macabeos

Los libros de los Macabeos son muy posteriores. Cuentan la rebelión de la familia de los Macabeos contra la profanación del Templo llevada a cabo por Antíoco IV Epifanes, a la sazón emperador seléucida. El imperio seléucida fue uno de los resultantes de la fragmentación del de de Alejandro Magno a su muerte en el 323 a. de C. Esta rebelión de los macabeos tuvo tanto éxito que consiguió instaurar un nuevo reino de Israel independiente. Estos hechos se sitúan entre el año 175 y el 134 a. de C. Sin embargo la redacción de los libros, realizada hacia el año 50 a. de C., es bastante posterior a los hechos narrados en ellos. Por ello no están incluidos en el canon judío, que cerró sus puertas a todo libro escrito o compilado después, más o menos, del año 150 a.de C.

- Varias historias

* Rut, Tobías, Judit y Ester

Los libros de Rut, Tobías, Judit y Ester, son historias edificantes o ejemplificadoras que exalzan virtudes como el amor filial, la fidelidad a Dios, la paciencia o la confianza en Él en momentos de dificultad. Los hechos que cuentan se sitúan en la época de los Jueces el de Rut, en la de la diáspora judía de la época helenística el de Tobías y en la del exilio babilónico el de Ester. Sin embargo, los libros fueron escritos en épocas posteriores. El de Rut en el siglo V a. de C. y el de Ester en el siglo II a. de C.. El de Tobías fue escrito en arameo en el siglo III a. de C. Fue traducido al griego y el original semítico se perdió pronto, por lo que la obra no pasó al canón judío, pero sí al griego de la diáspora. El texto del libro de Judit está tan plagada de inexactitudes históricas que es dificil situarla en el tiempo. Se estima que los hechos que narra debieron ocurrir en el sigloVIII a.de C. No obstante su forma escrita no apareció hasta después del ya citado año 150 a.de C., frontera entre lo aceptado y no aceptado por el canon judío, por lo que tampoco figura en él.

- Libros Proféticos.

Los profetas eran personas de acción que, impulsadas por Dios, indicaban al pueblo judío la manera en que debían actúar ante determinadas situaciones, o le recriminaban sus acciones contrarias a la Ley divina, o le comunicaban visiones de cosas que debían ocurrir, bien en un futuro histórico, bien en tiempos sólo definibles dentro de un marco escatológico. Muchas de estas visiones anuncian la llegada de un rey, un vástago de David, el Mesías, que restauraría la grandeza del reino de ese monarca. Son las profecías masiánicas. Es difícil no ver en Jesucristo el cumplimiento de estas profecías.

Muchos de los profetas, probablemente la mayoría, no dejaron ningún testimonio escrito, por lo que son desconocidos o sólo se les conoce indirectamente. Tal es el caso del que probablemente sea el más grande de todos los profetas de Israel, Elías, y de su continuador, Eliseo, de los que sabemos algo por lo que nos cuenta de ellos el libro de los Reyes. Tampoco hay ningún libro profético de Samuel, aunque existan los libros históricos que llevan su nombre. Otros profetas, diecisiete en total, han dejado un legado escrito que ha sido recogido en la Biblia bajo el epígrafe de los libros proféticos. Estos diecisiete se han clasificado, por la longitud e importancia de sus escritos, en profetas mayores y menores.

+ Profetas mayores

Los mayores son Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. El libro de Isaías parece que esta escrito, en su forma última, por tres autores del que sólo sabemos el nombre del primero, Isaías, conociendose los otros dos como Segundo y Tercer Isaías. Jeremías escribió dos libros, el de Jeremías propiamente dicho y la carta de Jeremías. Baruc, discípulo de Jeremías, que escribió un libro que lleva su nombre, no está considerado ni como profeta mayor ni como menor. Tal vez esto sea debido a que su libro no forma parte del canon judío, aunque sí del griego-judío, sencillamente porque no era suyo sino que estaba escrito por un autor posterior que, debido a la manía de dar lustre a su obra atribuyendosela a un personaje más antiguo, lo escribió como si fuera el mismo Baruc. La Iglesia Católica ve en este libro, como en los demás de su canon no incluidos en el judío, la inspiración divina.

+ Profetas menores

Los profetas menores son doce, a saber: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zaquarías y Malaquías.

De una u otra forma y bajo distintos aspectos, los profetas denuncian los pecados de Israel y pretenden impulsarles al arrepentimiento con amenazas de males venideros. Sus amenazas toman a menudo tintes terribles, pero frente a éstos, las reconciliaciones del pueblo con el Señor, tras su arrepentimiento, son de los pasajes más luminosos del Antiguo Testamento. También, la mayoría de los profetas anuncian la venida de un salvador, un Mesías, bajo diversas formas y, también casi todos, anuncian que esa salvación no es sólo para el pueblo judío, aunque éste sea el mediador de la misma, sino para toda la humanidad. Isaías es, por excelencia, el profeta de la universalidad de la salvación. Es en los profetas donde el códico ético del judaísmo alcanza unas cotas no logradas por ningún otro de la antigüedad, hasta la llegada del cristianismo.

Sería largo y tedioso comentar, siquiera brevemente, el contenido de todos los libros proféticos, dieciocho en total, por lo que me conformo, y hago gracia al lector del resto, con citar en el siguiente cuadro, las fechas en las que se sitúan los acontecimientos narrados, en este orden cronológico, y aquellas en que recibieron su redacción definitiva. A excepción del libro de Baruc, todos los demás están incluidos en el canón judío.

                   Hechos                         Redacción históricos definitiva

Jonás..... 780 a. de C. Entre la división de los dos reinos y la caída de Israel 300 a. de C.
Amós…. 750 a. de C. Próximo a la caída de Israel 750 a. de C.
Miqueas.. 730 a. de C. Próximo a la caída de Israel 730 a. de C.
Oseas.... 750-720 a. de C. Próximo a la caída de Israel 720 a. de C.
1er Isaías..740-690 a. de C. Poco antes y después la caída de Israel 690 a. de C.
Nahum… 620 a. de C. Inmediatamente después de la caída de Israel 620 a. de C.
Sofonías.. 620 a. de C. Inmediatamente después de la caída de Israel 620 a. de C.
Habacuc.. 600 a. de C. Poco antes de la 1ª deportación de Judá a Babilonia 600 a. de C.
Ezequiel... 592 a. de C. Entre la 1ª y 2ª deportación de Judá a Babilonia 592 a. de C.
Jeremías.626-586 a. de C. Caída de Israel - 1ª deportación de Judá a Babilonia 586 a. de C.
Carta de Jeremías. 586 a. de C. Entre la 1ª y 2ª deportación de Judá a Babilonia 150 a. de C.
Baruc....... 582 a. de C. Exilio Babilónico después de 150 a. de C.
Joel.......... 580 a. de C. Exilio Babilónico 400 a. de C.
2º Isaías… 540 a. de C. Cerca del fin del exilio Babilónico 540 a. de C.
Daniel.. 600-530 a. de C. Antes de la 1ª deportación - vuelta del exilio 165 a. de C.
Ageo........ 520 a. de C. Postexilio 520 a. de C.
Zacarías... 520 a. de C. Postexilio 520 a. de C.
Abdías..... 500 a. de C. Postexilio 500 a. de C.
Malaquías.. 460 a. de C. Postexilio 460 a. de C.
3er Isaías.. 450 a. de C. Postexilio 450 a. de C.

- Libros Poéticos

* Salmos

Los Salmos son una recopilación de ciento cincuenta oraciones/himnos de muy diversos tipos: Lamentación y súplica, confianza, acción de gracias, históricos, litúrgicos, proféticos o sapienciales. Pero es muy normal que cada salmo participe de varias de estas categorías. Setenta y uno están atribuidos al rey David, doce a los hijos de Coré y otros doce a los hijos de Asaf. Pero lo cierto es que el origen de los salmos se distribuye a lo largo de la historia de Israel. Algunos, incluso, son anteriores a la historia de Israel como pueblo. Han sido recopilados a lo largo de la historia en cinco colecciones que se han ido yuxtaponiendo. Muchos están escritos para ser cantados y se dan, incluso, instrucciones de para qué instrumentos están pensados y a qué melodías deben acompañar. Parece que la compilación del canon judío definitivo es del siglo III a. de C. Era el libro básico de oración de los judíos, que se los sabían de memoria. Sin lugar a dudas, Cristo rezaba con los salmos. Es también seguro que daba un sentido simbólico y misericordioso a las, a veces terribles, expresiones de venganza contra los enemigos que aparecen en algunos. “Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen”, dijo Cristo. Así debemos leerlos también los cristianos. El principio del salmo 22, “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, lo pronuncia Jesús en la cruz. Este salmo, en el que el salmista se lamenta amargamente ante Dios, por su silencio y abandono, termina, sin embargo en un triunfo del atribulado salmista. Sin duda, era un diálogo en clave que Cristo moribundo, junto con ciertos pasajes del libro de la sabiduría, mantenía con el Sanedrín, presente en su suplicio.

* Cantar de los cantares

El Cantar de los Cantares, es otro libro atribuido por su propio texto a Salomón. Es un diálogo entre el esposo, la amada y un coro. Éste es el principio del libro: "Cantar de los Cantares de Salomón. Que me béseme con besos de su boca". Y, en verdad, este comienzo refleja el contenido de todo el libro. Es, ni más ni menos que un atrevido diálogo poético, con una fuerte carga de sensualidad, incluso erotismo, entre el amado y la amada. Véase si no alguna muestra.

La amada “Mientras el rey se haya en el diván,
mi nardo exhala su fragancia.
Es mi amado para mí una bolsita de mirra
que descansa entre mis pechos".
(Cantar 1,12-13).

Coro “¿Quién es esta que surge como el alba
bella como la luna, esplendorosa como el sol,
imponente como ejército desplegado?”
(Cantar 6, 10)

El amado "Tu talle parece una palmera,
tus pechos, sus racimos.
Me dije: Subiré a la palmera
tomaré sus racimos
y serán sus pechos para mí
como racimos de uvas,
tu aliento, aroma de manzanas.
Tu boca es un vino exquisito
que corre suavemente para mí,
fluyendo entre mis labios y mis dientes”.
(Cantar 7,8-10).

En un primer nivel, el Cantar de los Cantares puede ser interpretado como una bellísima descripción del amor conyugal. Pero, además de esa lectura, la Iglesia Católica interpreta este poema como una atrevida metáfora que expresa el amor de Cristo por ella misma, la Nueva Jerusalen, que otro libro de la Biblia, el Apocalipsis, se compara con la esposa que se engalana para el esposo. También es un símbolo del amor de Dios por la humanidad. Parece que, en realidad, el libro está escrito hacia el año 300 a. de C. y que, también aquí, el autor emplea el nombre de Salomón para aumentar el prestigio de la obra, sacrificando el suyo propio.

* Lamentaciones

Las cinco lamentaciones que forman el libro de las Lamentaciones, son una amarga y dolorida queja,usando imágenes terribles, por la destrucción de la ciudad de Jerusalén. Desde el principio queda claro que toda la desgracia sobreiene porque Jerusalén se ha olvidado de Dios, engañada por los falsos profetas que no le hacían ver su conducta idolátrica. Sólo el final de la última lamentación deja un atisvo de posibilidad de vuelta al Señor. Está escrita durante la época del exilio en Babilonia, hacia la mitad del siglo VI a. de C. El canon judío no lo considera un libro profético, pero el canon de la dáspora griega se lo atribuye a Jeremías y lo incluye en los libros proféticos.

16 de enero de 2013

Frases 16-I-2013

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.


Así pues, el cristianismo no traduce su esperanza escatológica en una disminución de su compromiso concreto frente a la historia terrestre, sino en una renovación de su espíritu en este mismo compromiso: en vez de dejarse fascinar, agitar o crispar por su actividad social o económica, el cristiano se tranquiliza, se sosiega, torna ligera su mano, transparente su mirada, discreta su voz; entra tanto más fácilmente “en” el acontecimiento cuanto más se siente desligado de él por la esperanza sobrenatural. El que está dispuesto a morir en cualquier momento experimenta una presteza renovada; está como aligerado, transformado; una alegría ágil y fuerte le torna disponible para todo, impidiéndole calcular ansiosamente el “pro y el contra”. El deber de no anticipación es esencial a la esperanza, pues ésta no calcula, es cándida como el niño, que no mide los riesgos, que aguarda sin crispación, con el alma tersa como un pétalo en su ardiente esperanza humana y en su esperanza sobrenatural, completamente mezcladas aún, pero que constituyen su vida, constituyen LA vida.

Charles Moeller. Literatura del siglo XX y cristianismo, tomo IV, La esperanza en Dios, nuestro Padre, en el capítulo dedicado a Gabriel Marcel.

Añado yo: ¡Qué alegría, tener fe en un Dios que pretende transformarnos así, aunque la mayoría de los hombres no nos dejemos jamás del todo y, a veces ni siquiera mínimamente!



13 de enero de 2013

Sobre el Antiguo Testamento y la Biblia


El Antiguo Testamento es el gran desconocido de la inmensa mayoría de los católicos. Incluso hay muchos que lo consideran como algo ajeno y hasta contrario al mensaje evangélico, como si Yavé fuese un Dios distinto al Dios de Amor encarnado en Jesucristo. Nada más lejos de la realidad. La figura de Jesucristo no podría entenderse sin el Antiguo Testamento, así como es cierta la recíproca; que el Antiguo no puede leerse correctamente si no es desde el Nuevo. Como decía santo Tomás: “Nova in vetera latet, vetera in nova patet”, es decir, “las cosas nuevas están latentes en las antiguas, las antiguas se hacen patentes en las nuevas”. El Antiguo Testamento es como una pirámide truncada a la que le falta la cúspide.  De la plataforma superior sobresalen “vigas” que apuntan hacia un vértice. Cuando sobre esa plataforma superior se coloca la cúspide del Nuevo Testamento, encaja como un guante en una mano y, además, desde el vértice de esa cúspide, al que apuntan las vigas, surge una luz para interpretar lo de abajo. Hay, pues, una espléndida sinergia entre ambos Testamentos. Tal vez por eso sea recomendable, tras conocer el Nuevo, y en especial los Evangelios, hacer una lectura imbricada de ambos. Es sin duda por eso por lo que la Iglesia, en su liturgia de la misa, propone cada día varias lecturas, relacionadas entre sí, del Antiguo y Nuevo Testamentos, de forma que cada tres años se dé una vuelta completa al Nuevo y al núcleo más importante del Antiguo. Sería altamente recomendable hacer de esta manera la lectura completa de los tres ciclos litúrgicos. Pero, además de esta forma de leer la Biblia es bueno también leer de forma secuencial el Antiguo y nuevo Testamentos. La música polifónica barroca también admite estos dos tipos de atención al escucharla. Está compuesta por varias melodías que se entrelazan entre sí, formando como si fueran hebras de ADN, triples o cuádruples, entrelazadas. Uno puede concentrarse en oír cada melodía, intentando con la atención “separar” cada una de las demás. Pero también puede concentrarse en la armonía que existe en cada instante entre las notas simultáneas de cada melodía. No es fácil esto, pero cuando uno tiene entrenado el oído, es un proceso casi automático. Y el premio de este entrenamiento es un disfrute inmensamente mayor de la música. Por otro lado, ocurre con la Biblia lo que con esas figuras del altiplano peruano. Si uno lo ve a ras de suelo, no ve nada. Pero si uno se eleva sobre el terreno, las inmensas figuras empiezan a tomar forma y a asombrarnos con su perfección y grandiosidad. Esta elevación supone leer la Biblia como lo que es, como una oración. Naturalmente, se puede leer la Biblia sin esta actitud, pero entonces, muy probablemente, se pierda su último e íntimo sentido. También se puede pensar que ese esfuerzo no merece la pena. Bueno, cada uno es libre de decir lo que le merece la pena y lo que no, pero si uno no quiere hacer esto y no entiende la Biblia, el problema es suyo, no de la Biblia. Él se lo pierde. Pero creo que un cristiano que quiera conocer su fe con madurez, no puede permitirse esta actitud. Sin gran exhaustividad, intentaré en las próximas líneas arrojar alguna luz sobre el Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento no es un libro, es una colección de libros. Los cristianos creemos que todos ellos son inspirados por Dios, que responden a la intención de Dios de ir guiando a la humanidad hacia Él, al tiempo que le van descubriendo las cosas más importantes de su esencia y de su plan de salvación para con la humanidad. Pero la palabra “inspirado” requiere una puntualización. Inspirado no es, ni remotamente, equivalente a dictado. De una forma misteriosa, Dios ponía ideas en la mente de algunos hombres, que éstos escribían mezclándolas con las suyas propias y con su mentalidad y la de su época. Cada uno de los libros que lo forman fue escrito en distinta época histórica, con distinta finalidad y está dirigido, en primera instancia, a personas que vivían ese momento. Más aún, cada uno de ellos, internamente, no es de un solo autor, sino que es el resultado de un proceso de reescritura e interpolaciones continuas a lo largo de la historia. Sin embargo, y a pesar de esta heterogeneidad, todos esos libros forman un todo coherente y no un todo monolítico. Hay entre muchos pasajes del Antiguo Testamento profundas contradicciones aparentes. Como en una sinfonía, las aparentes disonancias, se resuelven en una armonía superior. Buscar esa armonía superior es lo que hace interpretable el contenido del Antiguo Testamento. Y eso es también lo que hace de la Biblia un libro de sabiduría válido para todos los seres humanos de todo tiempo, con independencia de quienes fueran los destinatarios originales. Los libros que contienen sabiduría admiten un  gran número de lecturas que se van descubriendo cada vez que se repasan. Tomarlos al pie de la letra es un peligro que hay que evitar. Pero igualmente peligroso es desbocarse en su lectura queriendo ver cualquier disparate. La Biblia hay que interpretarla en su conjunto, como un todo. No es lícito agarrarse por los pelos a un pasaje y retorcerlo hasta hacer que diga lo que nosotros queremos oír. Con esta visión global, se acaban detectando las armonías básicas profundas que subyacen como una pulsación continua por debajo de los relatos de cada pasaje bíblico. Y es a la luz de esas ideas básicas, destiladas de su lectura, como hay que interpretar el conjunto. Intentaré a continuación desgranar algunas insuficientes reflexiones sobre esto.

La Biblia nos dice, desde sus primeras líneas, que el mundo tiene su origen en Dios, pero que es distinto de Dios. Dios creó el mundo. No hay que hacer caso a los detalles de en cuanto tiempo lo creó ni qué creó antes y qué después. El hecho es que él es la causa del universo. Muchas mitologías cosmológicas anteriores o posteriores a la Biblia, hablan de que el mundo fue creado a partir de una materia preexistente, a menudo de los despojos de un dios malo vencido por otro bueno. Eso hacía, en esas mitologías, del mundo material así aparecido, algo malo. Otras hacían del mundo parte de Dios, consustancial con él. Por lo tanto, si ese Dios era bueno, el mundo tenía que ser bueno y, viceversa, si el mundo era malo, era porque ese Dios era malo. Todas estas mitologías  hacen fatídica e irresoluble la constatación empírica del problema del mal. Efectivamente, si el mal era consustancial a la materia, no tenía solución, era algo fatídico de lo que no había posibilidad de liberarse. Si el mundo era consustancial con Dios, ambos corrían la misma suerte y, por lo tanto, el bien y el mal eran las dos caras de la misma moneda y había que resignarse para siempre a la coexistencia con el mal.

Los primeros capítulos del libro del Génesis, al margen de las anécdotas de tiempos y métodos de creación, son algo totalmente novedoso. De una forma repetitiva, en el relato de la creación, tras cada acto de creación, el Génesis se encarga de decirnos que el producto de ese acto creador es bueno, como el Dios que lo había creado. También nos dice, en otras muchas partes de la Biblia, que la creación fue un acto de amor, que Dios creó al hombre por amor. Uno de los libros más deliciosos de la Biblia es “El Cantar de los Cantares” que no es otra cosa que un poema de amor, lleno de atrevidas imágenes, de Dios por la humanidad. Pero toda la Biblia está “mechada” de pasajes que declaran el amor eterno y fiel de Dios por el hombre. Sin embargo, también nos dice el Génesis que Dios, al crear al hombre dio entrada en el mundo a la libertad. El hombre era libre para poder amar o no amar a su creador, porque no hay amor sin libertad. Pero además, ese hombre, estaba dotado de unos poderes cósmicos extraordinarios. Esto viene expresado también en el Génesis, pero, además, el salmo 8 nos da una pista sobre ello: “Al ver el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado; ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te cuides? Lo hiciste poco inferior a un dios, coronándolo de gloria y esplendor; le diste el dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies”. Con estos mimbres, la Biblia teje la respuesta más esperanzadora al problema del mal. El Dios bueno creó al mundo bueno, lo creó por amor al hombre al que hizo libre para que pudiese amarle. Se tomó tan en serio esa necesaria libertad, que sacrificó parte de su omnipotencia para respetarla. Pero el hombre hizo mal uso de su libertad y destruyó ese equilibrio, perdió ese poder interno y externo, dando entrada al mal y al dolor en el mundo. Sin embargo, ese mal no es consustancial al mundo ni a Dios. Es un desequilibrio temporal, que puede ser resuelto con la ayuda de Dios. Es más, que Dios está empeñado en resolverlo poniendo en juego todo lo que haya que poner y que, por lo tanto, será resuelto. El pecado original se ha interpretado por mucha gente como algo negativo, pesimista, pero es exactamente lo contrario. Es un mensaje de optimismo. Es la única respuesta esperanzada al problema del mal y del dolor. El Génesis, justo después de la caída del hombre ya da la primera promesa de compromiso de Dios con esa restauración. Dice Dios a la serpiente, agente causante del mal: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza, pero tú sólo herirás la planta de su pie”. Este pasaje es el llamado protoevangelio, porque es ya, desde el principio, la buena noticia de la promesa de Dios de que el mal y el dolor serán vencidos.

A partir de ahí, toda la Biblia es un larguísimo relato de la forma que tendrá esa promesa de Dios. Y Dios eligió a un pueblo, Israel, para que fuese la imagen de toda la humanidad. La segunda parte del Génesis es una descripción simbólico-histórica de la formación de ese pueblo. Israel es la representación de todo el género humano. Cada vez que la Biblia dice algo de Israel, de Jerusalén o de Sión, lo dice de toda la humanidad, ya que Israel, Jerusalén o Sión son símbolos de la humanidad. Pero de ninguna manera y en ninguna parte la Biblia dice que la salvación sea sólo para Israel, sino para todos los hombres. La mayoría de las promesas mesiánicas de los profetas tienen un carácter universal. Toda la historia de Israel es un símbolo de la historia de la humanidad y de la de cada ser humano.

Y esa historia es, de una forma repetitiva y machacona, la historia de un amor constante, fiel y misericordioso de Dios a los hombres que, una y otra vez, de mil maneras, le dicen que les deje en paz, que no quieren nada con Él, que no quieren su plan de restauración, que les gusta más su pecado, aunque sea la causa del dolor y del mal. Y, tantas veces como la humanidad, representada por Israel, rechaza el plan de Dios, tantas veces el Señor sigue llamando a la puerta, también de mil maneras, hasta que el hombre le abre un resquicio para que entre con el perdón y la misericordia. Sería prácticamente imposible reflejar las innumerables formas que toma este ciclo de deserción-misericordia-perdón-retorno.

Otra lección de fondo de la Biblia es la fidelidad de Dios a sus promesas. Dios cumple siempre lo que promete. Pero este cumplimiento no suele ser cuando y como quiere el que las recibe. Y, además, el cumplimiento de las promesas suele ir acompañado de una prueba. Dios prometió a Abraham, poco después del nacimiento de Isaac, que a través, expresamente, de ese hijo le hará padre de un pueblo innumerable. Dieciseis años más tarde, le pide el sacrificio de su hijo Isaac. Abraham se fía de la antigua promesa y lleva el sacrificio hasta el último instante, en el que Dios, siempre fiel a su palabra, le detiene. También le promete que le dará en posesión, para él y su descendencia, la Tierra Prometida, pero él no posee más que un pequeño trozo de tierra que compra a sus vecinos cananeos, que la habitan. No será hasta siete siglos más tarde cuando Israel tome realmente posesión de ella. Pero, en la medida en que la historia de Israel es el símbolo de la vida de cada hombre, lo que nos dice es que las promesas de Dios se cumplen a lo largo del cumplimiento de la vida y de la historia, no cuando se le exigen a Dios.

A lo largo del Antiguo testamento va formándose el anhelo de un salvador definitivo. Ese anhelo se desarrolla en paralelo con la historia de Israel. Durante la esclavitud en Egipto –que representa la esclavitud del pecado–, se va formando un anhelo de liberación, que se materializa en Moisés, uno de tantos personajes que son prefiguración de Cristo. Moisés y Josué obtienen, por fin, el cumplimiento de la promesa de la Tierra Prometida. Pero la ansiada libertad no es del todo liberadora del pecado, y el pueblo de Israel cae, por su deserción, una y otra vez bajo la esclavitud de los pueblos circundantes. El rey David parece que va a poner fin a esa dependencia y llega a crear un mini imperio, pero el espejismo se disuelve y Judá no para de decaer, siempre bajo la dinastía davídica, hasta que el reino es destruido y el pueblo judío enviado a una nueva deportación, como la de Egipto, esta vez a Babilonia. Pero durante la decadencia del reino y tras su posterior deportación, la figura de un rey libertador, descendiente de David, ungido, como todos los reyes de la dinastía davídica, va tomando proporciones sobrehumanas. Ungido, en hebreo se dice Mesías y en griego, Cristo. Y, de esta forma, la esperanza mesiánica va acrecentándose y agigantándose en la mente del pueblo judío, hasta convertirse en un acuciante anhelo. Anhelo que toma diferentes formas.

a)      Como Rey descendiente de David.
b)      Como Juez supremo lleno de gloria y majestad.
c)      Como Siervo sufriente que toma sobre si el pecado de los hombres.
d)      Como Hijo de Dios.

Comento a continuación cada uno de estos aspectos.

a)   Jesucristo, Rey, Mesías.

Primero, como Rey, heredero de David, que liberará al pueblo de Judá de la opresión de otros pueblos y restaurará la dinastía davídica por los siglos de los siglos. Este Rey libertador, Ungido de Dios, se presenta unas veces como un guerrero conquistador[1], otras como un rey justo que deshará las injusticias de los hombres[2] y otras, como un rey humilde, mensajero de la paz[3].

b)   Jesucristo, Juez Supremo.

El anuncio del Redentor como Juez Supremo está patente en numerosos pasajes como el siguiente:

"Seguía yo mirando la visión nocturna y vi venir sobre las nubes del cielo a un como hijo de hombre que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado ante éste. Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron y su dominio es dominio eterno y no acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá".

"[...] hasta que vino el anciano de muchos días y se hizo justicia a los santos del Altísimo y llegó el tiempo en que los santos se apoderaron del reino". (Daniel 7,13-22).

Debido a este texto, este aspecto bajo el que se anuncia al Redentor, es conocido como el Hijo del Hombre. El propio Jesús, que nunca en los Evangelios se refiere en público a sí mismo como el Mesías, usa este título de Hijo del Hombre. Pero este Juez Supremo también sabrá ser manso y misericordioso en su juicio.

"He aquí a mi Siervo, a quien sostengo yo; mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él; él dará el derecho a las naciones. No gritará, no hablará fuerte ni hará oír su voz en las plazas. La caña quebrada no la romperá y el pábilo vacilante no lo apagará. Expondrá fielmente el derecho, sin cansarse ni desmayar, hasta que establezca el derecho en la tierra. Las islas están esperando su ley". Isaías(42,1-4).

c)   Jesucristo, siervo sufriente de Yavé.

El tercer aspecto bajo el que aparece anunciado el Salvador en el Antiguo Testamento es especialmente conmovedor. Se conoce con el nombre del Siervo Sufriente de Yavé que acapara sobre sí todos los pecados y males del pueblo, liberándole de ellos con su sufrimiento. Y todo ello sin un reproche ni una lamentación. Isaías, una vez más, es el profeta que nos presenta esta figura de una manera más patética y poética en los pasajes conocidos con el nombre de Poemas del Siervo de Yavé.

"He aquí que mi Siervo prosperará, será elevado, ensalzado y puesto muy alto. Como de él se pasmaron muchos, tan desfigurado estaba su aspecto que no parecía ser de hombre, así se admirarán muchos pueblos y los reyes cerrarán ante él su boca, porque vieron lo que no se les había contado y comprendieron lo que no habían oído."

"¿Quién creerá lo que hemos oído? ¿A quién fue revelado el brazo de Yavé? Sube ante él como un retoño, como raíz de tierra árida. No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos. Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento y, como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta".

"Pero fue él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido. Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y en sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros".

"Maltratado, mas él se sometió, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores. Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa, pues fue arrancado de la tierra de los vivientes y herido de muerte por el crimen de su pueblo. Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura, y fue en la muerte igualado a los malhechores, a pesar de no haber cometido maldad ni haber mentira en su boca".

"Quiso Yavé quebrantarle con padecimientos. Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, verá descendencia que prolongará sus días, y el deseo de Yavé prosperará en sus manos. Por la fatiga de su alma verá y se saciara de conocimiento. El Justo, mi Siervo, justificará a muchos y cargará con las iniquidades de ellos. Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres, y dividirá la presa con los poderosos por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores, llevando sobre sí los pecados de muchos, e intercediendo por los pecadores". (Isaías 52,13 hasta 53,12)[4].

Como el Antiguo Testamento está lleno, no solo de símbolos, sino de símbolos de símbolos, ya en libros más antiguos que el de Isaías aparece un anuncio de este Siervo Sufriente. Por ejemplo, cuando Yavé liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, fue la sangre de un cordero inmolado, la que, puesta como un signo en el dintel de la puerta, preservó los hogares de los israelitas de la plaga que exterminó a los primogénitos de todos los seres vivientes de Egipto. Desde entonces, el pueblo judío celebra la pascua, conmemorando esa liberación de Egipto mediante el ritual del sacrificio de un cordero. Jesucristo viene a morir, voluntariamente, el mismo día que los judíos estaban sacrificando el cordero de pascua.

d)   Jesucristo, Hijo de Dios.

El último aspecto bajo el que se anuncia al Salvador es como Hijo de Dios. Hoy día, después de veinte siglos de cristianismo, el que los hombres sean llamados hijos de Dios suena como algo normal y hasta monótono. Por desgracia, se ha perdido en gran medida el sentido de grandeza que representa ser hijo de Dios por adhesión de la humanidad con el Hijo como segunda persona de la Trinidad. Pero en los tiempos en que se escribieron los distintos libros de la Biblia, incluidos los Evangelios, decir que alguien pudiera ser hijo de Dios era algo impensable y sacrílego. De hecho, esta afirmación fue el motivo que alegó el Sanedrín y el Sumo Sacerdote de los judíos para condenar a Jesús a muerte por blasfemo. Por lo tanto, no cabe pensar que este anuncio como Hijo de Dios sea algo dicho, como pudiera decirse hoy, por la mera pertenencia del anunciado Salvador al género humano. Antes al contrario, el Antiguo Testamento presenta al Salvador como Hijo de Dios en un sentido neto, cuando dice:

"Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra". (Salmos 2, 8).

Por si pudiera quedar alguna duda, otra vez Isaías, inspirado por Dios, nos dice que el Salvador es Dios mismo hecho hombre.

"Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la soberanía, y que se llamará maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz, para dilatar el imperio y para una paz ilimitada sobre el trono de David y de su reino, para afirmarlo y consolidarlo en el derecho y en la justicia desde ahora para siempre jamás. El celo de Yavé de los ejércitos hará esto." Isaías (9,6-7).

Este conjunto de aspectos bajo los que se anuncia al salvador en el Antiguo Testamento es, como se ha podido apreciar, heterogéneo y un poco confuso. Entre el pasaje del Siervo Sufriente y el anuncio del rey guerrero y conquistador media un abismo. La esperanza de los judíos se centró en las profecías del segundo tipo. Los siglos de dominación extranjera no podían hacer que fuese de otra manera. Además, la naturaleza humana es maestra en cerrar los ojos a todo aquello que no le resulta agradable. Como consecuencia, el subconsciente colectivo del pueblo judío se formó una imagen del Mesías claramente sesgada hacia la faceta gloriosa. Nada más humano. Pero los planes de redención de Dios eran otros. El Mesías victorioso, el Juez majestuoso, se manifestará al final de los tiempos. En su primera venida sería el Rey montado en un pollino, el Juez que no apagará el pábilo vacilante, para acabar encarnando, con una precisión escalofriante el papel del Siervo Sufriente. Muchos judíos no pudieron, en tiempos de Jesús, aceptar esto. ¿Dios, el Altísimo, en Innombrable, esa piltrafa humana colgada de una cruz? El escándalo era excesivo. Y, sin embargo, así había sido anunciado. Pero esta es la forma en que Dios cumple sus promesas. ¿Según nuestros deseos? No, según nuestras auténticas necesidades. Un rey guerrero victorioso hubiese sido muy deseable para el Israel del momento histórico de Cristo, pero no hubiese pasado de ser un violento rey más para la historia de la humanidad. Cristo, no fue lo que los judíos de su época deseaban, pero es lo que la humanidad necesita.

Hasta aquí, el “Nova in vetere latet”, “las cosas nuevas están latentes en las antiguas”. Sin esta base de la pirámide, Jesucristo sería una persona aparecida en el vacío, que decía cosas de sí mismo, sin ningún fundamento. Con esta base, es alguien anunciado desde tiempos inmemoriales, esperado por el pueblo judío para la salvación de toda la humanidad. Vamos ahora a la otra parte de la frase de santo Tomás: “Vetera in nova patet”, “Las cosas antiguas se hacen patentes en las nuevas”. Al lado de pasajes bellísimos y luminosos, el Antiguo Testamento está también plagado de cosas monstruosas. Abraham vende a su mujer dos veces para salvar el pellejo, David hace matar a uno de sus más valientes capitanes para quedarse con su mujer. Yavé parece a veces ser un Dios nacionalista que ayuda a los judíos a aplastar a sus enemigos y decreta exterminios masivos de pueblos. Muchos salmos tienen partes en las que el salmista, junto a oraciones maravillosas, pide brutales castigos para sus enemigos. Los correctivos que Yavé aplica a su pueblo para que se vuelva a Él, son a veces espantosos. Y se podría citar innumerables cosas por el estilo. Pero el antídoto contra esto no está en no leer el Antiguo Testamento, como a veces se ha pretendido que hiciesen los católicos, sino en entenderlo correctamente. Por supuesto, con sólo el Antiguo Testamento, interpretándolo correctamente a la luz de principios superiores, los judíos desarrollaron un código ético muy superior a cualquier otro pueblo de la Antigüedad. El precepto de amarás al prójimo como a ti mismo es del libro del Levítico, aunque es cierto que el prójimo para el judío era el propio judío. Pero cuando el Antiguo Testamento se interpreta a la luz del nuevo, la luz de este último ilumina la interpretación de aquél.

Efectivamente, Uno de los primeros actos públicos de Jesús, fue el sermón de la montaña. Éste empieza con las bienaventuranzas, un código ético sin precedentes y continua con una serie de sentencias con la estructura: “Habéis oído decir: ….., pero yo os digo: …..”. En esos puntos suspensivos están: la prohibición de cualquier tipo de injuria y la reconciliación incondicional; la pureza de las relaciones entre hombre y mujer y la protección de los derechos de esta última; la importancia de la verdad como forma de relación entre los hombres; la renuncia a la venganza; el amor a los enemigos y la rectitud de intención ante toda obra buena. Y Cristo dice explícitamente que no ha venido a abolir ni una coma de la ley, sino a llevarla a la perfección de su cumplimiento hasta sus últimas consecuencias.

Por otra parte, quien busque en el Nuevo Testamento una sola línea o una sola actitud de Jesús de incitación a la violencia, buscará en vano. Y quien, en nombre del mensaje o la vida de Jesús, incite a la violencia de un ser humano sobre otro, toma el nombre de Dios en vano. Sin embargo, encontrará prácticamente en cada pasaje una declaración de amor incondicional de Dios al ser humano. A esa luz es a la que “las cosas antiguas se hacen patentes en las nuevas”. El siervo sufriente ya ha venido. El rey manso montado en un pollino, también. El reinado de Jesucristo será un reinado de amor, ejercido desde la cruz y desde la resurrección. Durante la historia, Cristo, antes de venir por segunda vez, proclamará el reinado de la paz y la justicia, sin gritar, sin vocear por las plazas, sin cascar la caña quebrada ni apagar el pábilo vacilante, sino vendando a las ovejas heridas y yendo a buscar a las perdidas. La segunda venida de Cristo como juez universal, que se producirá, será también la venida de un juez que ama, que juzgará con amor y que perdonará a todo aquél que quiera ser perdonado. Hará lo que ninguna justicia humana podrá jamás hacer, juzgará a la historia y hará unos cielos nuevos y una tierra nueva en la que, como ya anticipó Isaías, toda lágrima será enjugada y ya no habrá llanto, ni luto, ni dolor, ni memoria del dolor, porque Cristo las habrá asumido en las llagas de su muerte y transfigurado en la resurrección.

Acabo como empecé. Que nadie se conforme con estas simples reflexiones. Termino recomendando la lectura paralela de ambos Testamentos hecha oración, preferentemente, a través de la liturgia de la Iglesia que los presenta imbricados en el ciclo litúrgico de tres años, pero también de forma secuencial cada uno de ellos. Y no una, sino muchas veces, como una corriente que va abriéndose camino en la roca hasta que se forma un cañón. Para llegar al fondo del misterio que se esconde en la Biblia, no basta una vida, pero nos ayuda a saborearla mejor. En otro documento, haré un desglose de las partes que forman la Biblia para que, con estos planos, se pueda entender mejor el territorio.


[1] "Aquel día levantaré el tugurio caído de David, repararé sus brechas y alzaré sus ruinas y le reedificaré como en los días antiguos, para que conquisten los restos de Edom y los de todas las naciones sobre las que sea invocado mi nombre, dice Yavé, que cumplirá todo esto." (Amos 9,11-12).
[2] "He aquí que vienen días –oráculo de Yavé– en que yo suscitaré a David un vástago justo, que reinará como rey prudente, y hará derecho y justicia en la tierra. En sus días será salvado Judá, e Israel habitará confiadamente y el nombre con que le llamará será este: ‘Yavé es nuestra justicia’ (El nombre hebreo Jehoshua, más conocido en la Biblia como Josué, quiere decir precisamente "Yavé es nuestra justicia". Jehosua se transformó en Jeshua y con el contacto griego llegó a ser Jesús)". (Jeremías 23,5-6).
[3] "Alégrate sobremanera, hija de Sión. Grita exultante, hija de Jerusalén. He aquí que viene a tí tu rey, justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna. Extirpará los carros de Efraim y los caballos de Jerusalen, y será roto el arco de guerra, y promulgará a las gentes la paz, y será de mar a mar su señorío y desde el río hasta los confines de la tierra." (Zacarías 9,9-10).

[4] En la profecía de Isaías, hay cuatro poemas del siervo sufriente de Yavé. Esta cita es el 4º de ellos, el más conmovedor y, también, el más largo. Los otros tres pueden leerse en Isaías 42, 1-7, el primero, 42, 1-7, el segundo y 50, 4-9 el tercero.