31 de marzo de 2011

Frases 31-III-2011

Tomás Alfaro Drake Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010. El drama de la modernidad está en la ausencia de la inteligencia contemplativa. Marko I. Rupnik

25 de marzo de 2011

La Encarnación de Dios en María

Hoy, 25 de Marzo es la fiesta de la Anunciación a María o, mejor dicho, de la Encarnación de Dios en María. Digo lo de mejor dicho porque recuerdo las palabras de un guía que, estando en Tierra Santa, en Nazaret, nos enseñó la basílica de la Encarnación. Verbum caro factum est, El Verbo se hizo carne, reza la inscripción en el frontispicio de la basílica. Este guía nos dijo cómo en la Biblia hay varias anunciaciones de ángeles, o profetas, que dicen a una mujer estéril, o a su marido, que va a tener un hijo de forma extraordinaria. Está la anunciación a Sara, la mujer de Abraham. Son tres ángeles los que se la anuncian. También un ángel anuncia el nacimiento de un hijo a Sorá, la madre de Sansón. A Ana, madre de Samuel, no es un ángel el que le anuncia que tendrá un hijo, sino el profeta Elí. El nacimiento del Bautista sí lo anuncia un ángel, aunque la anunciación no se le haga a Isabel, sino a su marido, Zacarías. Y todos esos hijos nacieron de forma extraordinaria de mujeres estériles, pero fueron concebidos en ellas por sus maridos. Sin embargo, encarnaciones de Dios sólo ha habido y habrá una. La de Jesús en el seno virginal de María. Sin intervención humana, por pura voluntad divina. Quiero hoy, pues, celebrar este día con tres textos. El primero es mío y está sacado de mi libro “El Señor del azar”. El segundo es nada menos de de Jean Paul Sartre extraído de su obra de teatro “Barioná”. Y, como dice Sartre más abajo, el día de la Encarnación “es la fiesta de los hombres porque es el momento en el que el hombre va a ser sacralizado”. Efectivamente, de ahí arranca nuestra salvación. El tercero es el que da sentido a los dos anteriores. Sin él, ni los dos primeros textos existirían, ni el mundo sería un lugar habitable. Gracias a él podría ser un paraíso. Efectivamente, hoy es nuestra fiesta. Hoy vamos a ser sacralizados. En nuestras manos, sacralizadas por el Dios encarnado está que sea lo uno o lo otro. Bendito sea Dios.

“Así pues, llegado el momento adecuado de la historia, fue concebida una niña en un pequeño rincón del mundo y le fue asignada una de las dos almas libres de pecado original. La niña creció, se hizo mujer, y llegó el momento de plantearle la gran cuestión. ¿Querría participar en el Plan de Dios y concebir milagrosamente al Salvador anunciado por el Antiguo Testamento? Desde luego, María, como buena judía que era, debía conocer de memoria, por imperativos de su propia religión, todos los libros de la Ley judía, que son, salvo algunas excepciones, que los que forman lo que llamamos el Antiguo Testamento. Por lo tanto, cuando le fue planteada la cuestión, ella sabía lo que se le estaba proponiendo. El Evangelio de san Lucas nos dice que fue el Arcángel Gabriel el que se la planteó. Veinte siglos de repetición de la historia, de arte y de sensiblería, nos ocultan la crudeza del tema. Imagínese el lector a una pobre jovencita aldeana, que ha decidido llevar una vida sencilla dedicada a la contemplación y a la oración, desposada, pero todavía no casada, con un hombre con el que había llegado al acuerdo de no tener ninguna relación sexual. En un instante, una aparición que no debía tener nada de tranquilizadora le pregunta, de un solo golpe, si quiere ser madre del Rey Mesías, del Hijo del Hombre, del Siervo Sufriente y del mismo Dios. Todos los profetas del Antiguo Testamento, Moisés, Jeremías o Jonás, por poner algunos ejemplos, aceptan su elección como una pesada carga de la que en repetidas ocasiones se lamentan amargamente. Y debían ser hombres curtidos. Qué losa debió caer sobre esa pobre muchacha. Y sin embargo, a ella solo se le ocurre una pregunta. "¿Cómo ha de ser eso si no conozco varón?" A lo que se le responde que no es necesario, que su desposado, y cualquier otro hombre, será ajeno a todo. Supongo que por mucha que fuese la ingenuidad de esa pobre chica, no se le ocultarían los enormes problemas que podría tener. Aunque la lapidación de las adúlteras era una ley que había caído en desuso hacía tiempo, el panorama no debía ser nada tranquilizador. Y sin embargo, sin preguntar más, con una sencillez que causa más asombro cuanto más se reflexiona, ella no responde nada más ni nada menos que: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí segun tu palabra". Compárese esta sencilla respuesta con la opinión que le merece a Jeremías la responsabilidad de haber sido elegido por Yavé como su heraldo. "Maldito el día enque nací; el día en que mi madre me parió no sea bendito. Maldito el hombre que alegre anunció a mi padre: te ha nacido un hijo varón, llenandole de gozo. Sea ese hombre como las ciudades que Yavé destruyó sin compasión, donde por la mañana se oyen gritos, y al mediodía alaridos. ¿Por qué no me mató en el seno materno, y hubiera sido mi madre mi sepulcro, y yo preñez eterna de sus entrañas? ¿Por qué salí del seno materno para no ver sino trabajo y dolor y acabar mis días en la afrenta?" Jeremías(20, 14-18).

¿Pudo haberse negado María? A mí no me cabe la menor duda. Dios necesita de nuestra libertad para nuestra salvación. Imagino a todos los seres conscientes de la Creación, que conocían el Plan de Dios y deseaban la restauración de Humanidad, con la respiración contenida, esperando la respuesta. Imagino a la propia Humanidad, si fuese consciente de su suerte, esperando, como un reo sometido a juicio, la lectura de su veredicto de condena a muerte o de amnistía. Puedo oír el suspiro de alivio y hasta el sollozo de alegría, después de la tensión contenida, de todos los seres creados. "Hagase en mí según tu palabra". Luz verde, vía libre, adelante. Una pequeña mujer ha abierto el camino de la Salvación. "¡Bendita tú entre las mujeres!" le dirá inspirada por Dios su prima Isabel. "Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" le dirá, también inspirado por Dios, el anciano Simeón anticipando la visión del Siervo Sufriente. Por su parte, Jesús sancionó todas estas alabanzas cuando en medio de la muchedumbre, alguien gritó: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron", a lo que Él respondió: "Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan", frase que, lejos de disminuir el mérito de María, lo traslada de una razón biológica a otra espiritual”.

Tomás Alfaro, El Señor del azar.



“Mis buenos señores, soy ciego por accidente, pero antes de perder la vista he mirado más de mil veces las imágenes que vais a contemplar y las conozco de memoria porque mi padre era pregonero de imágenes como yo y me ha dejado estas en herencia. Esta que veis detrás de mí y que señalo con el bastón, sé que representa a María de Nazaret. Un ángel acaba de anunciarle que tendrá un hijo y que ese hijo será Jesús, Nuestro Señor.

El ángel es inmenso, con dos alas como dos arcos iris. Ustedes pueden verlo, yo no, pero lo veo aún en mi cabeza. Ha penetrado como una inundación en la humilde casa de María llenándola con su cuerpo fluido y sagrado y con su gran vestido flotante. Si miráis atentamente el cuadro, os daréis cuenta que se pueden ver los muebles de la habitación a través del cuerpo del ángel. Se ha querido remarcar así su transparencia angélica. Está delante de María, que apenas le mira. María reflexiona. El ángel no tiene necesidad de hacer oír su voz, similar a la del huracán. No ha hablado; ella le presentía ya en su carne. En este momento el ángel está delante de María y María es innombrable y misteriosa como un bosque por la noche y la buena noticia se ha adentrado en ella como un viajero se pierde en los bosques. Y María está llena de pájaros y de largos murmullos de hojas. Y mil pensamientos sin palabras se despiertan en ella, pesados pensamientos de madres que sienten dolor. Y mirad, el ángel parece no poder penetrar en esos pensamientos demasiado humanos: siente ser ángel, porque los ángeles no pueden nacer ni sufrir. Y esta mañana de Anunciación, ante de los ojos sorprendidos de un ángel, es la fiesta de los hombres porque es el momento en el que el hombre va a ser sacralizado. Mirad bien la imagen, mis buenos señores, y suene la música”.

Jean Paul Sartre, Barioná.


Del Evangelio según san Lucas:

En aquellos días, envió Dios al ángel Gabriel a una aldea de Galilea llamada Nazaret, a una joven prometida a un hombre llamado José, de la estirpe de David. El nombre de la joven era María. El ángel entró donde estaba María y le dijo:
- Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo.
Al oír estas palabras ella se turbó y se preguntaba qué significaba tal saludo. El ángel dijo:
- No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin.
María dijo al ángel:
- ¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?
El ángel le contestó:
- El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con sus sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará hijo de Dios. Mira, tu pariente Isabel también ha concebido un hijo en su vejez y ya está de seis meses la que llamaban estéril; porque para Dios nada es imposible.
María dijo:
- Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Y el ángel la dejó.

Y el Verbo, se hizo carne y habitó entre nosotros.

23 de marzo de 2011

Frases 23-III-2011

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

La reflexión moderna tiene poco que ver con la emoción estética. Es más imprecadora que jubilosa. Y sin embargo, las obras maestras son siempre, en definitiva, himnos de agradecimiento. ¿Tiene la belleza un sentido? No podemos prescindir de ella, pero ese sentido sobrepasa nuestro entendimiento.
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Hemos erigido lo útil en valor supremo. Pero, la utilidad suprema, esa que toca el alma, ¿no es precisamente la belleza?

Louis Pawels, Las últimas cadenas.

20 de marzo de 2011

¿Por qué, Dios mío, permites esto?

Tomás Alfaro Drake

Hace poco más de siete años el sudeste asiático se vio asolado por un tsumani mucho más atroz que el de Japón. Ahora, como entonces, se oyen exactamente los mismos argumentos contra Dios. Por tanto, vuelvo a publicar exactamente el mismo artículo que publiqué entonces. Soy tan poco original como esos argumentos.

***

A tu mejor amigo, con tres hijos pequeños, le han diagnosticado un cáncer fulminante y le quedan unos meses de vida. Un maremoto arrasa las costas del Índico y causa casi 200.000 muertos. Y la pregunta nos asalta. ¿Por qué Dios permite esto? ¿No es un Dios de amor y de bondad? ¿Dónde están ese amor y esa bondad? ¿No será que es un Dios perverso? ¿O es que no hay Dios y el mundo está regido por el ciego azar y no tiene ningún sentido? ¿Será el mundo, como dice Macbeth en la tragedia de Shakespeare, “un cuento sin sentido contado con gran aparato por un idiota”?

¿Quién no se ha hecho estas preguntas cuando la vida le ha golpeado a él, a alguien querido o a millones de personas? Ni siquiera queda el consuelo de atribuirlo al mal uso de la libertad humana. Si alguien mata a otra persona para robarle o si Hitler mató a 6 millones de judíos, les podemos echar la culpa a los asesinos. Y si Dios se lo permitió, podemos atribuírselo al misterio de la libertad humana. Pero estas cosas que no dependen de la voluntad de ningún ser humano, el cáncer o los maremotos, ¿por qué? ¿Es que no rige Dios el mundo físico? ¿Por qué lo permite entonces? Son preguntas muy humanas y quien no se las haga, no es humano, es una piedra. Pero son preguntas que tienen respuesta, y hay que hacérselas buscando esta respuesta, no cerrándose a ella antes de planteársela. Pero esa respuesta viene sólo de la mano de la fe y nada más que de ella. Si nos cerramos a la fe, concluyendo que Dios no existe o que es un Dios perverso, sólo nos queda el cuento del idiota. La respuesta “no hay Dios” no es respuesta y no es este el momento de filosofar diciendo que un Dios malo es como decir un fuego frío o un agua seca.

Entonces, si hay respuesta desde la fe, ¿cual es esta respuesta? Para buscarla hay que quitarse las orejeras de nuestra mente y eso siempre es difícil, pero sobre todo en momentos de intenso sufrimiento. Pero la alternativa a hacerlo vuelve a ser el sinsentido. Y, ¿cuáles son esas orejeras? No son otras que ver en la vida terrena un bien absoluto. Porque la vida, que es el mayor bien que nosotros podemos administrar, no es un bien absoluto para el hombre. El bien absoluto es la contemplación de ese Dios Bondad, Amor, Misericordia, Belleza y Verdad en el que creemos. Para eso existimos, para eso nos ha creado ese Dios y, también, para eso somos libres. Porque el misterio de la libertad del hombre, al que antes he aludido, no se puede entender si la libertad no es un bien necesario, aunque a veces los hombres lo usemos muy mal, para alcanzar el Bien supremo. Sin la libertad, seríamos unos seres incapaces de gozar en la contemplación de Dios. Y Dios, sin nuestra libertad, sería un dictador. Un dictador del bien, pero un dictador. Y Dios no quiere ser un dictador, ni siquiera del bien.

Sé, escribiendo estas líneas, y lo sé porque lo he vivido, que es muy fácil hablar de esto cuando los dedos del sufrimiento no le están atenazando a uno el corazón. Perdí a mi padre con 14 años, a mi suegro, al que quería como a un padre a los 26, a mi madre con 27, debería tener unos 30 cuando un accidente de coche segó la vida de una hermana de mi mujer y su marido, que eran como hermanos míos, otro hermano de mi mujer, también muy querido por mí, perdió la vida unos años más tarde también en accidente de coche, otro cuñado mío murió de infarto, mi hermana, esta de sangre, murió de cáncer cuando yo tenía 48. Hace dos años murió mi suegra, a la que, en contra del tópico habitual, quería casi como a una madre. Un largo rosario de pérdidas. Sé, por tanto, lo que es la tristeza de perder seres queridos. Me ha dolido el alma con cada pérdida pero siempre, en cada de una de ellas, he tenido el profundo convencimiento, la certidumbre reconfortante, de que no era más que un tiempo de separación, de que volvería a encontrarlos en la casa del Padre común. Y no siempre he tenido la fe que tengo ahora. Pero ésta es la única respuesta con sentido. Dios nos espera con los brazos abiertos y en esos brazos nos encontraremos con los seres que en un momento dado de nuestra vida terrena nos abandonan o a los que tendremos que abandonar un día. Y el momento y la forma de nuestra muerte son el momento y la forma que más pueden ayudar a nuestra libertad a aspirar al Bien supremo por encima del bien de la vida terrena. El buen Dios elige ese momento con misericordia y con ansia de que lleguemos a sus brazos, para cada uno de nosotros y para cada uno de los hombres para los que nuestra muerte puede ser una señal. Ningún hombre lo puede elegir con bondad y justicia ni para sí ni para otros. Primero, porque le falta la omnisciencia de Dios y, segundo, porque ningún hombre se ha dado a sí mismo ni a otros el don de la vida. Y si alguien cree que tampoco Dios le ha dado el don de la vida y la existencia, sino el azar ciego de la ruleta de la existencia, volvemos al sinsentido. Si cuando los dedos del sufrimiento no nos atenazan creemos que esto son sólo palabras, cuando el sufrimiento nos oprima, no habrá tabla a la que agarrarse. Si lo creemos con madurez y firmeza en los momentos de bonanza, el sufrimiento puede ponernos orejeras, incluso una venda delante de los ojos, pero nunca nos cegará del todo y para siempre. Las lágrimas podrán impedirnos ver las estrellas durante algún tiempo, pero las volveremos a contemplar. Y ese dolor nos hará entendernos mejor como seres humanos y entender mejor a los que sufren a nuestro lado.

Lo anterior no es teoría. Es lo más real que puede haber. Porque Dios no ha querido que le tachemos de alguien que habla desde su empíreo sin saber nada del sufrimiento humano. Lo ha querido experimentar en su propia carne haciéndose un hombre igual a nosotros en todo, menos en el pecado, pero al que cuando le pinchaban le dolía y sangraba. Dios, el propio Dios, el creador del Universo, es un hombre que se cansa, que sufre, que es incomprendido, que pierde a su padre y a sus amigos, aunque a Lázaro luego le resucite, que le duele el sufrimiento de las viudas y de los huérfanos y que, al final, es torturado de la manera más horrible en que un hombre pueda serlo. Por eso, al misterio insondable del sufrimiento humano, Dios responde con otro misterio más insondable aún, el de su propia inmolación voluntaria en Cristo. “Porque era conveniente que Dios, [...] que quiere conducir a la Gloria a muchos hijos, elevara por los sufrimientos [...] al cabeza de fila que los iba a llevar a la salvación” . Pero después de la muerte de Cristo, Dios nos ha querido mostrar la esperanza de la vida eterna en su resurrección. La muerte, no es para siempre. Cristo murió “para poder destruir con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo, y librar a aquellos a quienes el temor a la muerte tenía esclavizados de por vida” . Tomo la palabra de un existencialista ateo, como es Sartre, para expresar esto con más elocuencia de la que yo nunca pueda hacerlo:

“El Cristo sufrirá en su carne, porque es hombre, pero también es Dios, y toda su divinidad está más allá del sufrimiento. Y nosotros, los hombres, hechos a su imagen, también estamos más allá de nuestro sufrimiento en la medida en que nos parecemos a él. [...] El Cristo ha nacido para todos los niños del mundo y cada vez que un niño va a nacer, el Cristo nacerá en él y por él, eternamente, para ser golpeado con él por todos los dolores y para que escape, en él y por él, eternamente, de todos los dolores” .

Por eso, cuando alguien pregunta: ¿Dónde estaba Dios mientras una ola segaba cientos de miles de vidas humanas?, la respuesta es inmediata: Era ese niño que salía en la televisión llorando porque en cinco minutos había perdido a todos los que quería en este mundo. O estaba en ese adolescente que lloraba lágrimas amargas porque había perdido a su padre.

Sin embargo, todas estas certidumbres se tambalean cuando entran en juego los grandes números. ¿Es que para los casi 200.000 muertos causados por el tsunami del océano Índico, a lo largo de un arco de muchos miles de kilómetros, algunos venidos desde muchos miles de kilómetros de distancia, ese, precisamente ese, era el día más adecuado? La única respuesta es que sí. Esos son los métodos del Señor del azar. Los científicos saben, desde fines del siglo XX que el universo que nos cobija es un conjunto de casualidades tan improbables que hacen palidecer a las probabilidades de que cientos de miles de personas que tienen que morir hoy por su bien absoluto se reúnan por motivos tan dispares como el hambre o el turismo en un arco de miles de kilómetros alrededor del Índico. Pero por si esto puede parecer improbable cuento algo que, sin ser más que una anécdota, tiene que ver con los métodos del Señor del azar. ¿O no es sólo azar? Ayer, justo cuando estaba escribiendo este párrafo, me vino a ver un amigo, profesor de la Universidad Francisco de Vitoria. Está escribiendo un libro sobre complejidad que se llama “Sobre hormigas y personas”. Muy empresarial y científico. En él habla de unos conocidos suyos, los Pelayos, dos hermanos, de apellido Pelayo, con una extraña pero lucrativa profesión. Se dedican a ganar dinero en los casinos. No es que hayan inventado ningún sistema infalible con el que muchos sueñan. Saben que semejante método no existe. Pero también saben que no hay ruleta perfecta. Van a un casino, eligen una mesa, anotan los números que salen en mil tiradas, analizan estadísticamente las series y después juegan y ganan. Ellos lo consideran un trabajo como otro cualquiera. Desde luego no es ilegal, pero tienen prohibida la entrada en muchos casinos. Pues bien, los hermanos Pelayo, cada uno con su familia tenían esta Navidad planificado un viaje a Sri Lanka. Cada hermano iba con su familia por su lado pero se habían dado cita el día 26 de Diciembre en una playa de la costa oriental de Sri Lanka. Uno de ellos llegó el día anterior y tenía que coger un autobús para ir de Colombo a la playa. El autobús se estropeo y no pudieron ir. El otro tenía que viajar ese día desde la India. La familia perdió el avión. La playa a la que pensaban ir quedó arrasada. ¿Azar? Anatole France dijo que el azar era el pseudónimo de Dios cuando no quiere firmar. San Agustín, más ortodoxamente, dijo: “Nosotros no negamos la existencia de las causas llamadas fortuitas (de donde ha tomado el nombre la fortuna). Las llamamos ocultas y las atribuimos a la voluntad de Dios o de cualquier otro espíritu ”.

Sin embargo, cabe una muy razonable duda. ¿Es qué la existencia tiene que tener sentido? Es evidente que es más bonito un mundo en el que lo que se acaba de decir sea verdad que uno en el que no lo sea. Pero que sea más bonito no quiere decir que sea cierto. Puede que el sentido del mundo sea el sinsentido. Puede que efectivamente, “el mundo sea un cuento sin sentido, contado con gran aparato por un idiota”. Entonces habría tres posturas. La primera sería huída, la distracción, pensar en otra cosa mientras podamos, subir la radio cuando nos asalten las preguntas. La resignación a vivir en un mundo sin respuestas sería la segunda. Y, por último, el suicidio. Albert Camus decía que la decisión más seria del hombre era si suicidarse o no y si el mundo es un sinsentido total, tenía razón. A nosotros, occidentales del siglo XXI, nos resulta fácil imaginar la segunda, la paciente y estoica resignación. Pero no lo es en absoluto. La imaginamos, y hasta la consideramos una postura de valerosos románticos, porque en el fondo, muy en el fondo de su alma, hasta el más ateo de los hombres occidentales está impregnado de la respuesta cristiana. Es, en cierta manera, un parásito del cristianismo. Y uso la palabra parásito sin ningún carácter peyorativo. Estoy encantado, como cristiano creyente que soy, de servir de huésped para ateos que esperan que yo crea y espere por ellos. Pero que esta segunda respuesta no es tan fácil de vivir como de imaginar nos lo transmite también Sartre en su obra “El muro”, en la conversación de dos personas que van a ser fusiladas al amanecer:

– Es como en las pesadillas, decía Tom. Queremos pensar en algo, tenemos todo el tiempo la impresión de que ya esta, que vamos a comprender y después, la sensación resbala, se escapa, y recaemos. Me digo: Después no habrá nada. Pero no comprendo lo que eso quiere decir. Hay momentos en los que casi llego... y después recaigo, empiezo a pensar otra vez en el dolor, en las balas, en las detonaciones. Soy materialista, te lo juro; no me estoy volviendo loco. Pero hay algo que no funciona. Veo mi cadáver: eso no es difícil, pero soy yo el que lo veo, con mis ojos . Tendría que ser capaz de pensar... de pensar que no veré nada más, que no oiré nada más y que el mundo continuará para los demás. No estamos hechos para pensar eso, Pablo. Puedes creerme: ya me he pasado en vela más de una noche entera esperando algo. Pero eso no se parece a nada: eso nos cogerá por detrás, Pablo, y no habremos podido prepararnos.
– El montaje, le dije, ¿quieres que llame a un confesor?

También cabe otra solución, otra forma de huída, inventarnos un mundo bonito, con sentido. El montaje, como le dice irónicamente Pablo a Tom. ¿Es todo lo anterior un montaje para huir cobardemente de la realidad en otro sentido más creativo que subir la radio?

Sería muy largo entrar ahora en un análisis pormenorizado de este asunto. Además sería intelectualizarlo, y yo quiero moverme en este escrito en un plano vivencial. Pero aquél que quiera un poquito de materia prima para pensar que me lea mis dos libros: “Más allá de la ciencia” y “¿Existió realmente Jesucristo?” (Estos dos libros están íntegramente en este blog en dos largas series de entradas, pero si alguien está interesado en leerlos con comodidad, están editados por Ediciones Palabra en su colección dBolsillo). Después de un análisis de la razón, sin llegar a demostrar que Dios existe y que Jesucristo es hijo de Dios, se llega, sin lugar a dudas a que es más plausible eso que lo contrario y, es por lo tanto, más razonable creerlo que no creerlo. Además, la teoría del invento sería llamar locos a personas tan cuerdas en su vida cotidiana como Teresa de Jesús, Francisco de Asís, Teresa de Calcuta y una larguísima lista de personas que, sin ser santos, creen maduramente en la respuesta de Dios. Y los frutos de la locura son completamente distintos de la caridad que marca a las personas citadas a título de ejemplo.

Pero hay otra razón para descartar la hipótesis del invento como huída creativa de la realidad. Es un argumento que le da C. S. Lewis a su amigo Sheldon Vanauken que le plantea precisamente esa cuestión. Dice Lewis:

“Y ahora, otra cosa sobre los deseos. El deseo de creer algo puede llevar a falsas creencias, te lo concedo... Pero, ¿Qué sugiere la existencia del deseo? Una vez me impresionó una frase de Arnold: “Tener hambre no prueba que tengamos pan”. Pero lo que es seguro, aunque no prueba que un hombre concreto tenga comida, si prueba que existe la comida. P. Ej; si fuéramos una especie que no comiera, normalmente, que no estuviera diseñada para comer, ¿sentiríamos hambre? Dices que el mundo del materialismo es “feo”. Me pregunto cómo has descubierto eso. Si tú realmente eres fruto de un mundo materialista, ¿cómo es que no te encuentras a gusto en él? ¿Se quejan los peces del mar por estar mojados? Y si lo hiciesen, ¿no sugeriría fuertemente ese mismo hecho que no habían sido siempre criaturas acuáticas? Date cuenta de cómo continuamente nos sorprendemos el paso del tiempo. (¡Cómo vuela el tiempo! ¡Parece mentira que fulanito ya sea mayor y se case! ¡Casi no puedo creerlo!”) En nombre del cielo, ¿por qué? A menos que, en realidad, haya algo en nosotros que no sea temporal...”.

Que el mundo de la materia sin alma y condenada a la muerte es feo, no cabe duda. Comparemos la visión de san Pablo con la de Bertrand Russell, la de un mundo con sufrimiento pero con esperanza con la de un mundo sin sentido ni posibilidad de tenerlo.

San Pablo:

“La creación entera está en anhelante espera de la manifestación de los hijos de Dios. Ya que fue sometida al fracaso, no por su propia voluntad, sino por el que la sometió, con la esperanza de que será liberada de la esclavitud de la destrucción para ser admitida a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. [...] La creación entera gime y siente dolores de parto [...] y nosotros mismos gemimos, suspirando por que Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo”.

Bertrand Russell:

“El hombre es el producto de unas causas que no habían previsto los fines que están logrando; es decir, que su crecimiento, sus esperanzas y temores, sus amores y sus creencias no son otra cosa que el resultado de la colocación accidental de los átomos; que no hay fuego ni heroísmo, ni intensidad de pensamiento o sentimiento, que puedan conservar la vida individual más allá de la tumba; que todos los esfuerzos de todas las edades, toda la devoción, toda la inspiración y el brillo meridiano del genio humano, están destinados a la extinción en las grandes profundidades del sistema solar, y que todo el templo del logro de los hombres terminará inevitablemente enterrado bajo los restos del universo en ruinas. Todo esto, si no está más allá de cualquier discusión, está sin embargo tan cerca de ser cierto que ninguna filosofía que lo rechace podrá sobrevivir. Sólo con los andamios de estas verdades, sólo con los cimientos firmes del desespero inconmovible, podrá construirse de manera segura el habitáculo del alma”.

Todas las comparaciones son odiosas, pero unas más que otras. Pero la cuestión está en por qué la segunda visión nos parece espantosa y la primera llena de luz y esperanza en medio del dolor. Si fuésemos fruto de ese mundo materialista condenado a morir, no tendría por qué pasar eso. Y es rigurosamente contradictoria y gratuitamente falaz la conclusión de Bertrand Russell:

“Todo esto, si no está más allá de cualquier discusión, está sin embargo tan cerca de ser cierto que ninguna filosofía que lo rechace podrá sobrevivir. Sólo con los andamios de estas verdades, sólo con los cimientos firmes del desespero inconmovible, podrá construirse de manera segura el habitáculo del alma”.

Todo eso, no sólo no está más allá de cualquier discusión, sino que discutido con seriedad tiene inmensamente más probabilidades de ser falso que la visión de san Pablo. Pero si, incluso para Bertrand Russell, no está más allá de cualquier discusión, ¿por qué habla de “los andamios de estas verdades”? Y, ¿que construcción segura del habitáculo de qué alma se puede construir con esas supuestas verdades? No quisiera que mi casa estuviese hecha con paredes como esas. “Verdades” como esas han llevado al suicidio a un número de personas comparable a las muertas en el tsunami del Índico.

Así pues, si hay dos maneras de entender el sufrimiento en el mundo y en nuestra vida, una de ellas espantosa y la otra llena de esperanza, si no parece que la visión bella sea inventada, sino, al contrario, analizada parece enormemente más plausible que la otra, ¿por qué, en nombre del cielo, tanta gente se empeña en elegir gratuitamente la nada, el Dios no existe, el nada tiene sentido?

En el fondo, la única razón para esta elección es no querer aceptar la existencia de un ser superior al hombre, no querer aceptar nuestra condición de criaturas limitadas, preferir el vacío a la adoración. Desde luego, no siempre que se elige la nada se hace conscientemente, más bien es una especie de corriente de pensamiento al que arrastra lo políticamente correcto. Aún a costa de negar el consuelo de la bondad de Dios para con sus criaturas.

El otro día, en el diario “El Mundo” apareció un chiste cruel. Aparecía Dios, con imágenes del maremoto al fondo. Parecía consternado, con la cara entre las manos. El texto decía algo así como: “Dios está sufriendo; Se va a aprobar la ley del matrimonio entre homosexuales”. Inmediatamente se me vino a la cabeza una cita del Evangelio: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden quitar la vida; temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno” . Realmente, el relativismo moral en el que se ha atrincherado esta sociedad , en el que el bien y el mal se confunden según las conveniencias o las modas, es capaz de privar del Bien supremo a muchas más personas a las que el maremoto del Índico o el cáncer ha privado del bien de la vida. Y este mismo relativismo moral priva de ese mismo bien de la vida a millones de seres humanos. Fetos y embriones son ya sus víctimas. Es posible que pronto lo sean ancianos y enfermos. El proceso está en marcha, lenta pero inexorablemente. Sin embargo, en la otra cara de la moneda, en la cruz, están los que creen en un Dios de bondad y en Jesucristo, y sus frutos son de entrega, caridad y beneficencia en los más inhóspitos y abandonados rincones del mundo. Son los ojos y las manos de ese Dios bueno.

Pero, al final de tanta disquisición, debemos ser capaces de aceptar el misterio. Dios es bueno, misericordioso y tierno, pero sus caminos no son nuestros caminos. Dios es Dios y el hombre no. El hombre debe usar su razón para intentar entender pero, al final, el misterio no se puede comprender, no porque sea irracional, sino porque supera a la razón. Y sin poder entenderlo, debemos contemplarlo. Confiar en Dios, en su poderosa palabra de salvación y dejar a Dios ser Dios, siendo nosotros criaturas suyas en la confianza de que, como dice san Pablo, “en los que aman a Dios todo coopera para el bien”.

16 de marzo de 2011

Frases 16-III-2011

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

El arte auténtico debe hacer del hombre algo diferente del “habitante colmado de un universo absurdo”.

Literatura del siglo XX y cristianismo. Charles Moeller. La cita entre comillas es de Malraux.

Malraux establece como contrario a este “arte auténtico” lo que él llama “arte de saciedad”.

13 de marzo de 2011

Esperanza cristiana,juicio final y juicio personal

Tomás Alfaro Drake

Leo, ya cerca del final de la encíclica “Spe salvi” de Benedicto XVI unas reflexiones sobre el juicio final, como lugar de aprendizaje de la esperanza. Nunca se me había ocurrido unir la esperanza y el juicio final. Me sorprende, que para reflexionar sobre el juicio, el Papa no utiliza el texto evangélico de san Mateo, el de “venid a mí, benditos de mi Padre porque tuve hambre y me distéis de comer tuve sed y me disteis de beber, etc... alejaos de mí malditos de mi Padre, porque tive hambre y no me disteis de comer tuve sed y no me distéis de beber, etc.”, sino otro de la carta de san Pablo a los corintios:

«Encima de este cimiento (Cristo) edificamos con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno o paja. Lo que hemos hecho cada uno saldrá a la luz; el día del juicio lo manifestará, porque ese día despuntará con fuego y el fuego pondrá a prueba la calidad de cada construcción. Aquél cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa, mientras que aquél cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. No obstante, él quedará a salvo, pero como quien a duras penas escapa de un incendio» (1 Corintios 3,12-15) (La negrita es mía).

Me llama la atención que, si el cimiento de nuestra vida es Cristo, aunque hayamos construido con madera, heno o paja y el día del juicio, nuestra obra quede arrasada por el fuego, quedaremos salvos. El Papa reflexiona que el fuego purificador será la mirada de Cristo, llena de verdad y de misericordia.

Si nuestro cimiento es Cristo, nos dejaremos mirar por esa mirada. Pero si no, huiremos de ella. Si nos dejamos mirar por la mirada misericordiosa de Cristo, su verdad nos hará ver qué era lo que Él quería que llegásemos a ser, qué había pensado para nosotros desde toda la eternidad. Una construcción resplandeciente en oro, plata y piedras preciosas. Y compararemos esa imagen con lo que realmente hemos llegado a ser, madera, heno y paja. Porque, por muy buena que haya sido nuestra vida, nuestras obras de criaturas imperfectas no son otra cosa que madera, heno y paja. Sólo si el hombre no hubiera frustrado con el pecado original el plan de Dios, podríamos haber llegado a ser lo que Él quería para nosotros. Y esa comparación nos causará un dolor de contrición casi infinito, pero lleno de consuelo y de esperanza. Y, ya libres de las ataduras y limitaciones de este mundo, podremos transformarnos, por ese dolor redentor en lo que Él había querido para nosotros. Rescribiremos así, en nuestra carne resucitada, nuestra historia personal, una historia nueva, nuestra verdadera historia de oro y piedras preciosas. Eso será nuestro purgatorio.

Pero si no tenemos nuestro cimiento en Cristo, no nos dejaremos mirar por Él y nunca seremos lo que debemos ser, seremos sólo, eternamente, polvo y ceniza calcinados.

Pero el Papa, habla en su encíclica de otro juicio y de otra redención más allá de la personal, la redención de la historia. Dice:

“[...] la pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz de hacer (el Papa se refiere a realizar la justicia humana total en el mundo, construyendo un paraíso terrenal sin Dios), es presuntuosa e intrínsecamente falsa. Si de esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia, no es fruto de la casualidad, sino que se funda en la falsedad intrínseca de esta pretensión. Un mundo que tiene que crear su justicia por sí mismo es un mundo sin esperanza. Nadie ni nada responde del sufrimiento de los siglos. Nadie ni nada garantiza que el cinismo del poder –bajo cualquier seductor revestimiento ideológico que se presente– no siga mangoneando en el mundo. [...] una verdadera justicia, requeriría un mundo «en el cual no sólo fuera suprimido el sufrimiento presente, sino también revocado lo que es irrevocablemente pasado». Pero esto significaría [...] que no puede haber justicia sin resurrección de los muertos. Pero una tal perspectiva comportaría «la resurrección de la carne [...]». Dios existe, y Dios sabe crear la justicia de un modo que nosotros no somos capaces de concebir y que, sin embargo, podemos intuir en la fe. Sí, existe la resurrección de la carne, existe una justicia. Existe la «revocación» del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho. Por eso la fe en el Juicio final es ante todo y sobre todo esperanza, esa esperanza cuya necesidad se ha hecho evidente precisamente en las convulsiones de los últimos siglos”.

Si la historia tiene sentido, toda esa masa de dolor, de sufrimiento, de vejaciones, de atropellos, causados por la maldad humana desde el pecado original, tiene y debe ser subsanada por la justicia y la misericordia de Dios, ¿Cómo? Si en nuestro juicio personal rescribimos nuestro pasado, nuestra historia personal, el juicio final será el juicio de la historia en el que también la paja, la madera y el heno de esa historia serán cambiados por piedras preciosas, oro y plata. Y así tendrá sentido la historia, una historia que tal y como la vemos ahora se nos antoja llena de crueldad y de ignominia, aunque también haya en ella, destellos de santidad y de belleza. Ese es el juicio como lugar de aprendizaje de la esperanza.

Pero, en espera de que ese día llegue, Cristo ya nos ha dado dos prendas reales de ese momento. Una Getsemaní. El momento histórico, dentro de esta historia que ahora vivimos, de Getsemaní. Ahí, el espanto de Cristo, el inmenso dolor de Cristo no fue sólo por lo que veía que Él mismo tendría que pasar. Ahí experimentó, en un momento en que el espacio y el tiempo se plegaron sobre Él, todo el dolor, todo el sufrimiento, todas las injusticias y atropellos, todos los dolores y angustias sufridos por todos los hombres de todos los tiempos, de forma que nunca podamos decir que estamos solos en nuestro sufrimiento. Dos en la Eucaristía. Cuando contemplamos la Eucaristía no sólo contemplamos, con los ojos de la fe, ciertamente, a Cristo resucitado, sino a Cristo triunfador recapitulando en sí mismo toda la creación redimida. El anterior Papa, Juan Pablo II decía que al celebrar la Eucaristía, “el Cielo se une a la tierra y la creación entera, redimida por la sangre y la resurrección de nuestro Salvador, es presentada, nueva, al Creador”. No es eso distinto de lo que decía el salmista cuando afirmaba: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”. Así pues, la segunda venida de Cristo como Rey es la única esperanza de redención y de sentido de la historia. En ella estaremos todos los que, tras el juicio personal, cimentados en Cristo, aunque hayamos construido con madera, heno o paja, hayamos dejado que su mirada ardiente de amor y misericordia redima nuestra historia personal. En ella, todo será ya pura gracia. Ojalá que seamos toda la humanidad.

9 de marzo de 2011

Frases 9-III-2011

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

El peligro para el artista estriba en que, dominando las formas, olvide que es pobre y se crea el dueño de la invisible realidad que sus pálidos trazos representan.

Leído en Father Elijah de Michael D. O´Brien

6 de marzo de 2011

Cumplir 60 años

Tomás Alfaro Drake

Hace tres días, el 3 de Marzo, cumplí 60 años. ¡Sesenta años! ¡Cómo pasa la vida! Pero no es verdad, la vida no pasa, se cumple. Por eso se cumplen años. No se queman años, ni pasan, ni se tiran. Se cumplen. O, por lo menos, debieran cumplirse. La vida no es como un tren que pasa en la noche por un apeadero de pueblo, con las luces de los vagones encendidas, mientras nosotros, anclados en la tierra, miramos. Cuando acaba de pasar, la fría noche y el tedio vuelven a cercarnos y nos quedamos solos y desorientados. No. La vida no es así. O no debiera ser así. La vida debiera ser, más bien, como un depósito que va llenándose de agua vivificante. Está lleno de agujeros por los que el agua rebosa y riega los campos que le rodean, haciendo que brote más vida. ¿Es así mi vida? Creo sinceramente que sí. Pero no es así gracias a mí. Yo no puedo echar ni una gota de agua en mi depósito, ni puedo aumentar su capacidad en un litro, ni puedo hacerle un solo agujero. Es Dios el que le da su forma y su tamaño, el que lo llena de agua, el que le hace los agujeros en el sitio exacto. Yo sólo puedo dejarle construirme, abrirme para que su agua caiga dentro de mí y permitirle que me perfore, aunque a veces duela. Y eso, con fallos, con resistencias muchas veces, con alegría algunas, mal que bien, he intentado hacerlo. Si no a lo largo de toda mi vida, sí en los últimos veintitantos años. Y creo que me está llenando copiosa, generosamente, con una medida llena, apretada, colmada, rebosante y que me está perforando en muchos y buenos sitios.

¿Y el futuro? No sé. El futuro es incierto y los seres humanos vemos muy mal a través de él. Pero sí se una cosa con total certidumbre. que Dios tiene un plan para lo que me quede de vida y SÉ que si me dejo llevar por ese plan, lo mejor de mi vida, como el buen vino en las bodas de Caná, está todavía por venir. Lo mejor de mi vida no tiene por qué querer decir lo que más me apetece o lo que a mí me gustaría. Quiere decir, LO MEJOR. LO MEJOR para el Reino de Dios. Y, ¿cómo saber que me estoy dejando llevar por ese plan de Dios para mí? Dedicando todos los días un rato a estar en su presencia en silencio atento, dejándole que me hable en ese silencio. Espero hacerlo así. Y si así lo hago, espero, un día, poder decir, como Cristo dijo en sus últimas palabras; "Todo está cumplido". Y que ese día, toda el agua que ha echado en mi depósito vuelva, como un torrente, a Él, su única fuente, regando cuanto encuentre a su paso, vivificando, fecundando.

Que así sea.

2 de marzo de 2011

Frases 2-III-2011

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

La obra de un hombre no es más que un largo caminar para redescubrir por los rodeos del arte las dos o tres imágenes sencillas y grandes ante las cuales el corazón se abrió por vez primera.

Albert Camus, “L’envers et l’endroit”.