No cabe duda de
que el Papa Francisco está desatando una tormenta en la Iglesia. Está pisando a
tope un acelerador de cambio que hace que a muchos católicos les cueste
seguirle y se sientan, incluso, escandalizados. Más aún en ciertos frentes
católicos, se han desatado fuertes críticas a su modo de actuar, si bien con
muy distintas formas y contenidos. Para poner las cosas en contexto, me voy a permitir hacer una simple
enumeración de las cosas que han dado pie a esta tormenta.
El 7 de Julio y
ese mismo día de Agosto, Eugenio Scalfari, el director del diario italiano “La
República”, que podría ser el equivalente al español “El País”, escribió dos
artículos en el que planteaba unas cuestiones al Papa. El 13 de septiembre, el
Papa Francisco le contestó a través del mismo diario. La encontraréis más
abajo.
Previamente, en
Agosto, Francisco había mantenido una entrevista con el sacerdote jesuita
Antonio Spadaro, para que fuese publicada en las distintas revistas de los
jesuitas. Esta entrevista se hizo pública el 19 de Septiembre. El 29 de
Septiembre publiqué en mi blog un extracto de esta entrevista con algunos
comentarios míos.
El 24 de
Septiembre, también en el diario “La Repubblica” apareció el extracto de una
carta del Papa Emérito Benedicto XVI, dirigida al matemático Piergiorgio
Odifreddi en respuesta a un libro de este último, que polemizaba sobre el
escrito por Ratzinger en 1968: “Introducción al cristianismo”. El 7 de Octubre publiqué en el blog el extracto
hecho por el propio Odifreddi de esa carta que apareció en “La Repubblica”.
El 1º de
Octubre, apareció, una vez más, en “La Repubblica”, una entrevista cara a cara
que el Papa concedió a Eugenio Scalfari, con el que había tenido el citado
intercambio de artículos. Podréis encontrar el texto íntegro, más adelante en
este documento.
Mientras se
producía este frenético intercambio mediático de ideas, han aparecido numerosos
comentarios sobre ellos, a favor y en contra de la actitud y el contenido de lo
dicho por el Papa. Evidentemente, nada de lo dicho por el Papa en estas
entrevistas y cartas es Magisterio de la Iglesia y los católicos podemos, por
supuesto, no estar de acuerdo. Pero sea o no Magisterio, son clarísimas señales
de la dirección y el impulso que el Papa quiere dar a su papado.
Por no hacer demasiado
largo este post, que de todas formas va a ser muy largo, me voy a referir (y
voy a transcribir más adelante) sólo a uno de esos comentarios. Apareció el 3
de Octubre, y proviene de Sandro Magister, un vaticanista de reconocido
prestigio.
Así pues, a
manera de índice, seguiré el siguiente itinerario en ste largo escrito.
1º Recomendar la relectura de la carta
de Francisco a Scalfari del 13 de Septiembre (que publico más abajo) y mi
extracto y comentario de la entrevista para las revistas de los jesuitas del 19
de Septiembre que, como acabo de decir, encontraréis en el blog del 29 de
Septiembre.
2º Recomendar la lectura de la respuesta
de Benedicto XVI a Odiffredi que, como he dicho más arriba, publiqué el 7 de
Octubre en mi blog.
3º Recomendar la lectura del texto casi
íntegro de la entrevista del Papa a Scalfari del 1º de Octubre que viene a
continuación.
4º Recomendar la lectura del texto
íntegro del comentario de Sandro Magister, que también encontraréis más abajo.
5º Algunas breves conclusiones
“provisionales” mías que sólo podrán entenderse bien si se lee todo lo anterior.
Así pues, si
habéis pasado por el punto 1º y 2º, ahí va el 3º. A saber: recomendaros la lectura del texto casi íntegro
de la entrevista del Papa con Scalfari, en el que me voy a atrever a interpolar
algunos comentarios míos, con un tipo de letra distinta, que luego servirán
para mis conclusiones “provisionales”.
Entrevista del Papa con Scalfari.
Como las noticias se suceden con velocidad
de vértigo, ahora parece que Scalfari ni grabó ni tomó notas en la entrevista
al Papa Francisco y que, por tanto, lo que dice que dijo el Papa está soportado
únicamente por su memoria. Ni que decir tiene que esto me parece una grave
falta de profesionalidad. Ciertamente, Scalfari asegura, y no dudo que sea así,
que menadó al Vaticano una copia de lo que iba a publicar antes de darlo a la
luz. En este caso, también me parece, siendo bienpensado, una falta grave de profesionalidad
por parte del entorno del Papa responsable de estos asuntos, máxime teniendo en
cuenta la necesaria precisión cuando se habla de temas tan delicados. En fin,
sea como fuere, ahí va lo publicado por “La Repubblica”.
Redacción, 01 de
octubre de 2013 a las 16:07
(Eugenio Scalfari).- Me dice el Papa Francisco: "El mal más grave que afecta al
mundo en estos años es el paro juvenil y la soledad de los ancianos. Los
mayores necesitan atención y compañía, los jóvenes trabajo y esperanza, pero no
tienen ni el uno ni la otra; lo peor: que ya no los buscan más. Les han
aplastado el presente. Dígame usted : ¿se puede vivir aplastado en el
presente?¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse en el futuro
construyendo un proyecto, un futuro, una familia? ¿Es posible continuar así?
Este, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene que
enfrentar".
Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico,
relacionado con los estados, los gobiernos, los partidos, las asociaciones
sindicales.
"Cierto, tiene razón, pero también está relacionado con la Iglesia,
incluso, sobre todo con ella, porque esta situación no hiere solo a los cuerpos
sino a las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como
de los cuerpos".
Santidad, usted dice que la Iglesia debe sentirse responsable. ¿Debo deducir
que la Iglesia no es consciente y que la incita a ir en esa dirección?
"En gran medida esta conciencia existe, pero no basta. Yo quisiera que
fuera más grande. No es el único problema que tenemos por delante pero es el
más urgente y el más dramático".
[…]
Ya estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El Papa sonríe y me
dice: "Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho que usted
intentará convertirme".
Es un chiste le
respondo. También mis amigos piensan que usted querrá convertirme.
Sonríe de nuevo y
responde: "El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido Ciertamente, lo es. No hay
que confundir, sin embargo, el proselitismo con la predicación. Estoy seguro de
que el Papa no considera la predicación como una tontería. El proselitismo es
eficientista, cuenta los éxitos por el número de prosélitos conseguidos. La
predicación siembra y espera que los frutos vengan de quien los da: Cristo. Lo
que sí dice el Papa es que hay que cambiar el orden de los factores de la
predicación. Primero el anuncio del amor de Dios, después la catequesis y, por
último, las normas morales. El Papa piensa –y no puedo estar más de acuerdo con
él– que empezar por cualquier otro sitio que no sea el anuncio del amor de Dios
encarnado en Jesucristo convierte a la predicación en algo árido y odioso para
quien la recibe y la condena al fracaso. Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento
del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener
otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es
importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo
está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven
hacia el "Bien".
Santidad, ¿existe una visión única del Bien? ¿Quién la establece?
"Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros
debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que es el Bien".
Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me mandó. La
conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia.
Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa.
"Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe
elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para
cambiar el mundo". Esta es otra de las frases que ha causado más escándalo. Se habla
de que el Papa abre las puertas al relativismo. Creo que no es así. El
relativismo es decir que no existen el bien y el mal y Francisco no dice eso.
Su frase me gustaría más si dijere algo así como: “cada hombre de buena
voluntad debe obedecer a la propia conciencia”. ¡Pero es una entrevista! Y tras
esto, creo que el Papa está diciendo (de hecho lo dice más adelante) que los
hombres de buena voluntad tienen dentro, lo sepan o no, sean o no creyentes,
una chispa del amor de Dios que, una vez convertida en fuego, guiará hacia el
auténtico bien mejor que cualquier código moral grabado artificialmente. No
digo que el código moral cristiano sea artificial. Muy al contrario, está en la
verdad intrínseca de las cosas. Digo que su implantación en muchos cristianos
es artificial y se transforma en unas normas de pertenencia a un club. Ello no
obstante, me gustaría un poco más de claridad y lo pongo en la agenda de las
cosas que me gustaría hablar con el Papa.
¿La Iglesia lo está haciendo?
"Sí, nuestras misiones tienen ese objetivo: individualizar las necesidades
materiales e inmateriales de las personas y tratar de satisfacer como podamos.
¿Usted sabe lo que es el agapé?"
Sí, lo sé.
"Es el amor por los otros, como nuestro Señor predicó. No es proselitismo,
es amor. Amor al prójimo,
levadura que sirve al bien común". Véase comentario supra.
Ama al prójimo como a ti mismo.
"Es exactamente así".
Jesús en su predicación dice que el agapé, el amor a los demás, es
el único modo de amar a Dios. Corríjame si me equivoco.
"No se equivoca. El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el alma de
los hombres el sentimiento de hermandad. Todos somos hermanos e hijos de Dios.
Abba, como Él llama al Padre. "Yo marqué el camino", dijo,
"Seguidme y encontraréis al Padre y seréis sus hijos y se complacerá en
vosotros". El agapé, el amor, de cada uno de nosotros hacia los demás,
desde el más cercano al más lejano, es el único modo que Jesús nos indicó para
encontrar el camino de la salvación y de las bienaventuranzas". Ver
comentario supra.
Sin embargo, la exhortación de Jesús, la recordamos antes, es que el amor por
el prójimo sea igual al que sentimos por nosotros mismos. Por tanto lo que
muchos llaman narcisismo se reconoce como válido, positivo, en la misma medida
del otro. Hemos discutido mucho sobre este aspecto.
"A mí -decía el Papa- la palabra narcisismo no me gusta, indica un amor
desmesurado hacia uno mismo y esto no va bien, puede producir daños en el alma
de quien lo sufre y también en la relación con los demás, incluso en la
sociedad en la que vive. El verdadero mal es que los más afectados por esto que
en realidad es un tipo de desorden mental, son personas que tienen mucho poder.
A menudo los jefes son narcisistas". Magnífico como aclaración de
un error bastante común y demasiado simple, identificar el sano amor a uno
mismo con el narcisismo.
También muchos jefes de la Iglesia.
"¿Sabe qué opino sobre esto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido
narcisistas, halagados y exaltados por sus cortesanos. La corte es la lepra del
papado". Hace falta valor para aceptar esto que, por otro lado, no se
refiere sólo al papado, sino a las empresas, a las familias, a los gobiernos, a
los Estados, etc., etc., etc. Donde hay cortesanos hay halago, culto a la
personalidad que acaba, casi indefectiblemente, en narcisismo.
La lepra del papado, ha dicho exactamente esto. ¿Pero qué corte?
¿Se refiere a la curia? Pregunto.
"No, en la curia puede haber cortesanos, pero en su concepción es otra
cosa. Conviene poner estas
palabras en contexto, conectándolas con las dichas por Francisco en el avión de
vuelta de Brasil. “es verdad: hay santos en la curia. Cardenales, sacerdotes,
obispos, monjas, laicos... Es gente que reza, que trabaja mucho y que también
va al encuentro de los pobres” […] “Hay santos en la Curia. Aunque también hay
alguno que no es tan santo. Y esos son los que hacen más ruido. Y me duelen
esas cosas. Hay algunos que dan escándalo. […]. Son escándalos y hacen daño”. Es lo que en los ejércitos se llama intendencia, gestiona los
servicios que sirven a la Santa Sede. Pero tiene un defecto: Es
vaticano-céntrica. Ve y atiende los intereses del Vaticano, que son todavía, en
gran parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica se traslada al mundo
que le rodea. Ya en las reuniones de cardenales previas al cónclave, Bergoglio
expresó claramente su opinión: “Cuando la Iglesia
no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se
enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que,
a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de
autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico” Así que el que avisa
no es traidor y yo, humildemente estoy de acuerdo con él. Quizá no haya sabido
verlo expresarlo hasta que Bergoglio/Franciasco me lo ha hecho ver, pero la
Iglesia ha sido en muchos siglos de su vida autorreferencial y teológicamente
narcisista, al mismo tiempo que Santa. Creo que muchos grandes santos estarían
de acuerdo. No comparto esta visión
y haré todo lo que pueda para cambiarla. La Iglesia es o debe volver a ser una
comunidad del Pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos que
tienen a su cargo muchas almas, están al servicio del Pueblo de Dios. La Iglesia
es esto, una palabra distinta, no por casualidad, de la Santa Sede que tiene
una función importante pero está al servicio de la Iglesia. Yo no podría tener
total fe en Dios y en su Hijo si no me hubiese formado en la Iglesia, y tuve la
fortuna de encontrarme en Argentina, en una comunidad sin la cual yo no hubiera
tomado conciencia de mí mismo y de mi fe".
¿Usted sintió su vocación desde joven?
"No, no muy joven. Tendría que haber tenido otra ocupación según mi
familia, trabajar, ganar algún dinero. Fui a la universidad. Tuve una profesora
de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A
menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí
también aquella concepción tan materialista. Me acuerdo que me dio el
comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg que fueron condenados a
muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada, torturada y
asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en Argentina".
¿El comunismo lo sedujo?
"Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero conocerlo, a
través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un
aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de la
Iglesia". Este sería otro de los
temas de los que me encantaría hablar con el Papa Francisco. Coincido con él en
que se pueden encontrar en la DSI cosas que atestiguan ciento influjo del
comunismo cuyo materialismo, por otra parte, condena drásticamente (Cosa que no
hace con la esencia del capitalismo). Lo que ocurre es que yo lo lamento
profundamente (me refiero al influjo de ciertas ideas comunistas en la DSI) y
añoro una DSI que se base en la Escuela de Salamanca del siglo XVI que, a mi
entender, comprendió mucho mejor la naturaleza del libre mercado de lo que hace
la DSI.
La teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó, estaba bastante
presente en América Latina.
"Sí, muchos de sus exponentes eran argentinos".
¿Usted piensa que fue justo que el Papa la combatiese?
"Ciertamente daban un seguimiento político a su teología, pero muchos de
ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad". También
sobre esto me gustaría una amplia conversación con el Papa Francisco.
Santidad, ¿me permite contarle algo sobre mi formación cultural?
Fui educado por una madre muy católica. Con 12 años gané un concurso de
catecismo entre todas las parroquias de Roma y recibí un premio del Vicariado,
comulgaba el primer viernes de cada mes, en fin, practicaba la liturgia y
creía. Pero todo cambió cuando entré en el Liceo. Leí, entre otros textos de
filosofía que estudiábamos, el "Discurso del Método" de Descartes, y
me afectó mucho la frase que hoy se ha convertido en un icono: "Pienso,
luego existo", el yo se convirtió en la base de la existencia humana, la
sede autónoma del pensamiento.
"Descartes, sin embargo, nunca renegó de la fe en el Dios
trascendente".
Es verdad, pero puso la base de una visión totalmente distinta, y
a mí me encaminó a otro camino que, corroborado por otras lecturas, me llevó al
otro lado.
"Usted, por lo que he entendido, no es creyente pero no es anticlerical.
Son dos cosas muy distintas".
Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro
con un clerical.
Sonríe y me dice: "Me pasa a mí también, cuando tengo enfrente a un
clerical, me convierto en anticlerical de repente. El clericalismo no tiene
nada que ver con el cristianismo. Estoy totalmente de
acuerdo con el Papa y a mí me pasa lo mismo. Siempre y cuando se defina bien
qué es eso del clericalismo. A mí me parece una buena distinción entre
clericalismo y cristianismo lo que dice André Frossard, un comunista converso
al cristianismo:
“La
Iglesia es una institución divina porque es Dios quien le confía las almas, y
no al contrario, como piensan ciertos burócratas de sacristía tomar la parte por el
todo: las pilas de agua bendita de San Pedro, por el lago de Tiberíades; la
teoría de los canónigos capitulares de Nôtre-Dame, por la Iglesia”. San Pablo fue el primero en hablarle a los
Gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero
que nos lo enseñó".
¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted
siente más cercanos a su alma y sobre los que se formó su experiencia
religiosa?
"San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra religión y de
nuestro credo. No se puede ser un cristiano consciente sin San Pablo. Tradujo
la predicación de Cristo a una estructura doctrinaria que, ya sea con las
actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos, pastores de
almas, resistió y resiste después de dos mil años. Después Agustín, Benito,
Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?"
Francisco -me sea permitido llamar al Papa así porque es él mismo
el que te lo sugiere por como habla, como sonríe, por sus exclamaciones de
sorpresa o de corroboración- me mira como para animarme a plantearle las
preguntas más escabrosas o más embarazosas relacionadas con la Iglesia. Así que
le pregunto: De Pablo me ha explicado la importancia del papel que desarrolló,
pero quisiera saber entre los que ha nombrado a quien siente más cercano a su
alma.
"Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden hacer si se
habla de deportes o de cosas parecidas. Podría decirle el nombre de los mejores
futbolistas de Argentina. Pero los santos..."
Se dice que se "bromea con los bribones" ¿Conoce el
dicho?
"Exacto. Sin embargo, no quiero evitar la pregunta porque usted no me ha
pedido una lista sobre la importancia cultural o religiosa sino quién está más
cerca de mi alma. Le contesto: Agustín y Francisco".
¿No Ignacio, de cuya orden proviene?
"Ignacio, por comprensibles razones, es el que conozco mejor que los demás.
Fundó nuestra orden. Le recuerdo que de esa orden venía también Carlo María
Martini, muy querido para usted y para mí. Los jesuitas fueron, y siguen siendo
todavía, la levadura -no la única pero quizás la más eficaz- de la catolicidad:
cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice. La
Compañía de Jesús, desde el principio de su historia, ha estado en el límite de
la periferia, de romper moldes que se transformaban en doctrinas humanas.
Cierto que a veces se ha pasado y, tal vez, este momento de la historia sea uno
de esos en los que se ha pasado un poco, pero, bendita sea una orden de
frontera, de límite. Así la quiso, creo, san Ignacio. Pero Ignacio que fundó la Compañía era también
un reformador y un místico. Sobre todo un místico".
¿Piensa que los místicos son importantes en la Iglesia?
"Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una filosofía". O peor,
una burocracia.
¿Usted tiene una vocación mística?
"¿A usted qué le parece?"
Me parece que no.
"Probablemente tenga razón. Adoro a los místicos; también Francisco por
muchos aspectos de su vida lo fue, pero no creo tener esa vocación, y después
es necesario comprender bien el significado profundo de la palabra. El místico
consigue despojarse del hacer, de los hechos, de los objetivos y hasta de la
pastoralidad misionera y se alza para alcanzar la comunión con las
bienaventuranzas. Comunión con las bienaventuranzas que es condición sine qua non
para la evangelización y la predicación. Breves momentos pero que llenan toda la vida".
¿A usted le ha sucedido alguna vez?
"Raramente. Por ejemplo, cuando el cónclave me eligió Papa. Antes de la
aceptación pedí poder retirarme algún minuto en la sala que está al lado de la
del balcón sobre la plaza. Mi cabeza estaba vacía completamente y me había
invadido una gran inquietud. Para hacerla pasar y relajarme cerré los ojos y
desapareció todo pensamiento, también el de rechazar esta carga, como además el
procedimiento litúrgico permite. Cerré los ojos y ya no sentí ninguna ansiedad
o emotividad. En un cierto punto me invadió una gran luz, duró un segundo pero
me pareció larguísimo. Después la luz se disipó y me levanté de repente y me
dirigí a toda prisa a la estancia donde me esperaban los cardenales y hacia la
mesa donde me esperaba el acta de aceptación. La firmé, el cardenal Camarlengo
también y después en el balcón se dio el ‘Habemus Papam'".
[…]
¿Usted se siente tocado por la
gracia?
"Esto no puede saberlo nadie. La gracia no forma parte de la conciencia,
es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no la de sabiduría o de razón.
También usted, sin su conocimiento, puede ser tocado por la gracia".
¿Sin fe? ¿Sin creer?
"La gracia está relacionada con el alma".
Yo no creo en el alma.
"No cree pero la tiene".
Santidad, me dicho que usted no tiene intención de convertirme y
creo que no lo conseguiría.
"Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención". Francisco
ha llegado magistralmente al punto que había contrapuesto al proselitismo. Cito
su frase: “Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento
del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener
otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es
importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo
está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven
hacia el ‘Bien’”. Este es el “relativismo” y el “antiproselitismo” del Papa
Francisco.
¿Y Francisco?
"Es grandísimo porque es todo. Un hombre que quiere hacer, quiere
construir, funda una orden y sus reglas, es itinerante misionero, es poeta y
profeta, es místico, se dio cuenta de su propio mal y salió de él, ama la
naturaleza, los animales, la brizna de hierba del prado y los pájaros que
vuelan en el cielo, pero sobre todo, ama a las personas, a los niños, a los
viejos, a las mujeres. Es el ejemplo más luminoso del agapé del que hablábamos
antes".
Tiene razón, Santidad, la descripción es perfecta. ¿Pero por qué
ninguno de sus predecesores eligió su nombre? Y yo creo que, después de usted,
ningún otro lo hará.
"Esto no lo sabemos, no hagamos hipótesis sobre el futuro. Es verdad,
nadie antes que yo lo eligió.
[…]
"Francisco quería una orden mendicante y también itinerante. Misioneros en
busca de encontrar, escuchar, dialogar, ayudar, difundir la fe y el amor. Sobre
todo amor. Y quería una Iglesia pobre que atendiese a los demás, que recibiese
ayuda material y lo usase para sostener a los demás. Han pasado 800 años desde
entonces y los tiempos han cambiado mucho, pero el ideal de una Iglesia
misionera y pobre sigue siendo válido. Esta es, por tanto, la Iglesia que
predicaron Jesús y sus discípulos". Ni más ni
menos que ésta.
Ustedes los cristianos son una minoría ahora. Incluso en Italia, que se define
como el jardín del Papa, los católicos practicantes están, según algunos
sondeos, entre el 8 y el 15%. Los católicos que dicen serlo pero que de hecho
lo son poco son un 20%. En el mundo existen unos mil millones de católicos y
con las otras Iglesias cristianas superan el mil quinientos millones, pero el
planeta tiene entre 6 y 7 mil millones de personas. Son muchos ciertamente,
especialmente en África y en América Latina, pero siguen siendo minoría.
"Lo hemos sido siempre pero este no es el tema que nos ocupa.
Personalmente creo que esto de ser una minoría es además, una fuerza. Debemos
ser semilla de vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más
pequeña que la cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella. Me
parece haber dicho antes que nuestro objetivo no es el proselitismo sino la
escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la
desesperación, de la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes,
ayudar a los viejos, abrirnos hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre
los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz. No puedo
más que decir ¡Olé! El Vaticano II,
inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu
moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que
abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los
no creyentes. Después de entonces, se hizo muy poco en esa dirección. De esto
me gustaría también hablar con el Papa Francisco. Me parece un tanto injusto
decir que se ha hecho muy poco en esta dirección. Sería olvidar la ingente
labor misionera de Juan Pablo II, el valor de Benedicto XVI para tomar por los
cuernos el toro de la pederastia por un lado y el del diálogo con los
intelectuales ateos como Habermas por otro. Entre otras cosas, su elección como
pontífice (la del Papa Francisco) hubiese sido impensable sin un Juan Pablo II
y un Benedicto XVI. Yo tengo la humildad y
la ambición de querer hacerlo". ¡Que el
Espíritu Santo le ilumine y la de fuerza!
También porque -me permito añadir- la sociedad moderna en todo el
planeta atraviesa un momento de crisis profunda y no solo económica sino social
y espiritual. Usted, al comienzo de nuestro encuentro describió una generación
aplastada por el presente. También los no creyentes sentimos este sufrimiento
casi antropológico. Por esto nosotros queremos dialogar con los creyentes y con
los que mejor les representan.
"Yo no sé si soy el que mejor les representa, pero la Providencia me ha
puesto en la guía de la Iglesia y de la diócesis de Pedro. Haré todo lo posible
para cumplir el mandato que se me ha confiado". Otra vez, ¡que el Espíritu Santo le
ilumine y le de fuerza!
Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le
parece que esto se ha hecho realidad?
"Por desgracia no. El egoísmo ha aumentado y el amor hacia los demás ha
disminuido". También de esto me gustaría hablar con el Papa Francisco, porque
no creo que esto sea así. La esclavitud ha desaparecido en la mayor parte del
mundo, el racismo se ha atenuado, hay un sentimiento de solidaridad mucho mayor
que en cualquier otra época de la historia y lo mismo pasa con el belicismo.
Por otro lado, y aunque queda muchísimo por recorrer, la pobreza ha disminuido
en el mundo, etc. Nada peor podría haber que la autocomplacencia, pero tampoco
se puede no ver estos movimientos seculares. Creo que no me equivoco si digo
que si comparamos el mundo en intervalos de 50 años, cualquiera tiempo pasado
fue peor.
Este es el objetivo que nos une: al menos igualar estos dos tipos
de amor. ¿Su Iglesia está preparada para aceptar este reto?
"¿Usted que cree?".
Creo que el amor por el poder temporal es todavía muy fuerte entre
los muros vaticanos y en la estructura institucional de toda la Iglesia. Creo
que la Institución predomina sobre la Iglesia pobre y misionera que usted
quiere.
"Las cosas están así, de hecho, y en este tema no se hacen milagros. Le
recuerdo que también Francisco en su época tuvo que negociar largamente con la
jerarquía romana y con el Papa para que se reconociesen las reglas de su orden.
Al final obtuvo la aprobación pero con profundos cambios y compromisos".
[…] Muy a menudo, la Iglesia como institución ha sido dominada por el
temporalismo y muchos miembros y altos exponentes católicos tienen todavía esta
forma de pensar. No es una concesión retórica para introducir la siguiente pregunta
en la que el Papa se transforma hábilmente en entrevistador, no. Es una
realidad histórica. Pero ahora, déjeme que
le haga una pregunta: Usted, laico no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es
un escritor y pensador. Creerá en algo, tendrá algún valor dominante. No me
responda con palabras como honestidad, la búsqueda, la visión del bien común;
todos principios y valores importantes, pero no es esto lo que le pregunto. Le
pregunto qué piensa de la esencia del mundo, del universo. Se preguntará
ciertamente, todos lo hacemos, de dónde venimos, a dónde vamos. Se las plantea
hasta un niño ¿Y usted?
Le agradezco esta pregunta, la respuesta es esta: Creo en el Ser,
es decir en el tejido del cual surgen las formas, los Entes.
"Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico,
existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi
pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es mi Ser. ¿le
parece que estamos muy lejos?". Yo tampoco creo en un Dios
católico. Si creyese en un Dios católico entraría en la absurda dinámica de
cuál es la religión verdadera. Dios es Dios. Un Dios encarnado en Jesucristo
para unir a través de Él a todos los hombres, no para separarlos en una
religión más. Si se quiere, católico en el sentido de universal, no en el de
una religión.
Estamos lejos en el pensamiento, pero similares como personas
humanas, animadas por nuestros instintos que se transforman en pulsiones,
sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En esto somos parecidos.
"Pero lo que ustedes llaman el Ser, ¿lo define como lo piensa?". De forma
magistral el Papa inquiere concreción, en esta necesidad de “conocerse,
escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea”, en esta
búsqueda de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven
hacia el ‘Bien’”.
El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero
indestructible y en eterno caos. De esa energía emergen las formas cuando la
energía llega al punto de explosión. Las formas tienen sus leyes, sus campos
magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan,
finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente
el único animal dotado de pensamiento, al menos en nuestro planeta y sistema
solar. He dicho que está animado por instintos y deseos pero añado que tiene
dentro de sí una resonancia, un eco, una vocación de caos.
"Bien. No quería que me hiciese un resumen de su filosofía y me ha dicho
bastante. Observo por mi parte que Dios es luz que ilumina las tinieblas y que
aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de nosotros. Chispa
que se convierte en llama con el amor, no con el proselitismo. En la carta que le escribí recuerdo haberle
dicho que aunque nuestra especie termine, no terminará la luz de Dios que en
ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos". Este es
el camino.
Sí, lo recuerdo bien, dijo "toda la luz será en todas las
almas", lo que, si puedo permitirme decir, da más una imagen de inmanencia
que de trascendencia.
"La trascendencia permanece porque esa luz, toda en todos, trasciende el
universo y las especies que en esa fase lo pueblen. Pero volvamos al presente.
Hemos dado un paso adelante en nuestro diálogo. Hemos constatado que en la
sociedad y en el mundo en el que vivimos el egoísmo ha aumentado más que el
amor por los demás, y que los hombres de buena voluntad deben actuar, cada uno
con su propia fuerza y competencia, para hacer que el amor por los demás
aumente hasta igualarse e incluso superar el amor por nosotros mismos". Más
arriba dije que, en la frase en la que algunos han querido ver “relativismo”
por parte del Papa, echaba en falta la referencia a los hombres de buena
voluntad que creía implícita. Aquí está explicitada.
Por tanto también la política está llamada a la causa.
"Seguramente. Personalmente pienso que el llamado capitalismo salvaje no
hace sino volver más fuertes a los fuertes, más débiles a los débiles y más
excluidos a los excluidos. Ya he dicho varias veces que este es un tema del
que me gustaría hablar con el Papa porque no veo como él el capitalismo. Al
contrario, creo que sólo el capitalismo podrá acabar algún día con el hambre y
la pobreza. Tampoco estoy de acuerdo con el tópico del capitalismo salvaje que
podría aplicarse, con reservas al naciente capitalismo del siglo XIX. Por
supuesto que el capitalismo también tiene muchas cosas que debe mejorar, pero
no ver su evolución desde su versión decimonónica a la del siglo XXI es no ver
la realidad sino los estereotipos. Cuando uno lee la encíclica “Quadragesimo
anno”, escrita en 1931 por Pío XI, no puede uno dejar de pensar que si este
Papa levantase la cabeza, no podría creerse la evolución positiva seguida desde
el capitalismo de su época hasta el actual. Si hay algo perverso en el
capitalismo de hoy es lo que alguien ha llamado el capitalismo de compinches,
en vías de extinción en los países desarrollados aunque aún muy poderoso, y
generalmente asociado con el Estado, en los países en vías de desarrollo. Hace falta gran libertad, ninguna
discriminación, nada de demagogia y mucho amor. Hacen falta reglas de
comportamiento y también, si fuera necesario, intervenciones directas del
Estado para corregir las desigualdades más intolerables".
[…]
[…] Sobre el poder le digo: ¿sabe que a los veinte años hice un
mes y medio de ejercicios espirituales con los jesuitas? Estaban los nazis en
Roma y yo había desertado del reclutamiento militar. Podríamos ser castigados
con la pena de muerte. Los jesuitas nos acogieron con la condición de que
hiciéramos los ejercicios espirituales durante todo el tiempo que estuvimos
escondidos en su casa, y así fue.
"Pero es imposible resistir un mes y medio de ejercicios
espirituales", dice él estupefacto y divertido. Lo contaré la próxima vez.
Nos abrazamos. Subimos la breve escalera que nos separa del portón. Pido al
Papa que no me acompañe pero él lo rechaza con un gesto. "Hablaremos
también del papel de las mujeres en la Iglesia. Le recuerdo que la Iglesia es
femenina". Y hablaremos si usted quiere también de Pascal. Me gustaría
saber qué piensa usted de esta gran alma. Otra vez cito palabras
anteriores del Papa: “A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque
nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante,
conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos”. Ya lo está haciendo
con Scalfari.
"Lleve a todos sus familiares mi bendición y pídales que recen por mí.
Piense en mí, piense a menudo en mí". Observación sutil. Le pide
que pida a sus familiares, que le ha dicho antes que son creyentes, que recen
por él. Un amigo mío, que conoce bien al Papa, y que le veía a menudo cuando
era el Arzobispo de Buenos Aires, me dice que cada vez que se despedía de él le
decía (Bergoglio a mi amigo) “Rece y haga rezar por mí”. Sin embargo, a
Scalfari le dice que piense mucho en él. A lo mejor, aún siendo ateo, acaba
rezando por él.
Nos estrechamos la mano y él se queda quieto con los dos dedos en alto en signo
de bendición. Yo lo saludo desde la ventanilla.
Este es el Papa Francisco. Si la Iglesia se vuelve como él la piensa y la
quiere habrá cambiado una época. ¡Ya lo creo! ¡Ojalá!
Toca ahora el
punto 4º que es el texto íntegro de Sandro Magister, a mi entender ecuánime y
equilibrado, pero al que añado algún comentario, también en diferente
tipografía:
El cambio de Francisco
Ha desvelado el verdadero programa de su
pontificado en dos entrevistas y una carta a un intelectual ateo. Respecto a
los Papas que le han precedido, la separación es cada vez más neta, tanto en
las palabras como en los hechos.
de Sandro Magister
ROMA, 3 de octubre de 2013 – La primera
reunión en estos días de los ocho cardenales llamados a consulta por el Papa
Francisco, y su visita mañana a Asís, la ciudad del Santo del que ha tomado el
nombre, son actos que, ciertamente, caracterizan este inicio de pontificado.
Pero lo que más ha caracterizado la definición
de su línea han sido cuatro acontecimientos mediáticos del mes pasado:
- la entrevista del Papa Jorge Mario
Bergoglio en "La Civiltà Cattolica",
- su carta de respuesta a las preguntas que le
ha dirigido públicamente Eugenio Scalfari, fundador del principal periódico laico
italiano, "la Repubblica",
- el sucesivo coloquio-entrevista con el mismo
Scalfari
- y la otra carta, respuesta a otro campeón
del ateísmo militante, el matemático Piergiorgio Odifreddi, escrita no por el
Papa actual sino por su predecesor, el Papa emérito.
La persona interesada en entender qué
dirección quiere tomar Francisco y en qué se distancia de Benedicto XVI y de
los otros Papas que le han precedido, sólo tiene que estudiar y confrontar
estos cuatro textos.
En la entrevista del Papa Bergoglio en
"La Civiltà Cattolica" hay un pasaje que ha sido percibido
universalmente como un claro cambio de línea, no sólo respecto a Benedicto XVI,
sino también a Juan Pablo II:
"No podemos insistir sólo en cuestiones
referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es
imposible. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches
por ello. Pero cuando se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto.
Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la
Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar. Las
enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes.
Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado
un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero
se concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte es lo que más
apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de
Emaús. Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra
manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo
de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio".
Sin duda, el Papa Francisco es muy consciente
de que también para los dos Papas que le han precedido la prioridad absoluta
era el anuncio del Evangelio; que para Juan Pablo II la misericordia de Dios
era tan esencial que le dedicaba un domingo del año litúrgico; que Benedicto
XVI escribió precisamente sobre Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, el
libro de su vida como teólogo y pastor; que, en resumen, nada de todo esto le
divide de ellos.
Francisco sabe también que la misma
consideración vale para esos obispos que, más que otros, han actuado en
sintonía con los dos Papas que le han precedido. En Italia, por ejemplo, el
cardenal Camillo Ruini, cuyo "proyecto cultural" se ha desarrollado
con eventos fundados en Dios y en Jesús.
Sin embargo, tanto para Karol Wojtyla y Joseph
Ratzinger, como para pastores como Ruini o en los Estados Unidos los cardenales
Francis George y Timothy Dolan, existía la intuición de que el anuncio del
Evangelio, hoy, no podía separarse de una lectura crítica acerca de la nueva
visión del hombre que se estaba desarrollando, -en radical contraste con el
hombre creado por Dios a su imagen y semejanza- y, por tanto, de la
consiguiente acción de guía pastoral.
Es aquí donde el Papa Francisco se separa. En
su entrevista en "La Civiltà Cattolica" hay otro pasaje clave. Cuando
el padre Antonio Spadaro le pregunta sobre el actual "desafío
antropológico", él responde de manera elusiva. Muestra no aferrar la
gravedad histórica del cambio de civilización analizado y contestado con fuerza
por Benedicto XVI y, antes, por Juan Pablo II. Muestra su convencimiento de que
vale más responder a los desafíos del presente con el simple anuncio del Dios
misericordioso, ese Dios "que hace surgir su sol sobre los malos y los
buenos, y que hace llover sobre los justos y los injustos".
En Italia, pero no sólo en este país, fue el
cardenal y jesuita Carlo Maria Martini la persona que representaba esta
tendencia alternativa a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y al cardenal Ruini.
En los Estados Unidos esta tendencia la
representaba el cardenal Joseph L. Bernardin, antes de que el liderazgo de la
conferencia episcopal pasara a los cardenales George y Dolan, muy fieles a
Wojtyla y Ratzinger.
Los seguidores y animadores de Martini y
Bernardin ven hoy en Francisco al Papa que da cuerpo a sus expectativas de
revancha. Revancha
me parece una palabra dura. No creo que en las diferencias que pueda haber en
la distinta forma de entender la pastoral del Papa Francisco o de los Papas
Juan Pablo II y Benedicto XVI, pueda hablarse de revancha.
Y del mismo modo que el cardenal Martini era y
sigue siendo muy popular también entre la opinión pública externa y hostil a la
Iglesia, asimismo sucede con el Papa actual. El hecho de ser popular entre la opinión pública externa,
incluso aunque sea hostil a la Iglesia, en sí mismo, no tiene, me parece,
ningún carácter descalificativo, siempre que para serlo no se traicione la
esencia del mensaje de Cristo y del Magisterio la Iglesia.
*
El intercambio epistolar y el sucesivo
coloquio entre Francisco y el ateo profeso Scalfari ayudan a explicar esta
popularidad del Papa también "in partibus infidelium".
Un pasaje del artículo del 7 de agosto pasado,
en el cual Scalfari le dirigía unas preguntas, nos muestra la idea positiva que
el fundador de "la Repubblica" se había hecho del Papa actual:
“Su misión contiene dos novedades
escandalosas: la Iglesia pobre de Francisco, la Iglesia horizontal de Martini.
Y una tercera: un Dios que no juzga, sino que perdona. No hay condena, no hay
infierno”. Esto de
que no hay condena y no hay infierno no ha salido nunca ni de la boca ni de la
pluma del Papa Francisco. Que Scalfari diga eso en su artículo del 7 de Agosto,
cuando todavía no había cruzado una sola palabra ni una sola línea de texto con
el Papa, es un problema de Scalfari, no del Papa.
La carta de respuesta del Papa Bergoglio,
recibida y publicada, ha sido comentada por Scalfari, quien ha añadido esta
otra consideración grata:
"No se había visto nunca hasta ahora, en
la cátedra de Pedro, una apertura hacia la cultura moderna y laica de esta
amplitud, una visión tan profunda entre la conciencia y su autonomía". Puede que no se haya visto nunca. Pero, ¿es eso
malo? Recuerdo una frase de un libro de Jean Guitton que decía: “Es necesario que se restablezca la armonía entre los modernos sin fe y
los creyentes sin modernidad. Hace falta que los primeros se reencuentren con
Dios. Pero hace también falta que los segundos caminen hacia delante sobre la
tierra” Es evidente que este Papa ha optado por esa
segunda vía. Pues ojalá le
ayude el Espíritu Santo.
Cuando afirmaba esto,
Scalfari se refería en particular a lo que el Papa Francisco le había escrito
sobre el primado de la conciencia:
“La cuestión está en obedecer a la propia
conciencia. El pecado, también para quien no tiene fe, existe cuando se actúa
contra la conciencia. Escuchar y obedecer a la conciencia significa, de hecho,
decidirse frente a lo que es percibido como bien o como mal. Y sobre esta
decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar”.
El Papa Francisco no había añadido nada más. Y
algunos lectores astutos se preguntaron cómo se podía unir esta definición tan
subjetiva de la conciencia, -según la cual el individuo aparece como la única
instancia de la decisión-, con la idea de conciencia como camino del hombre
hacia la verdad, idea profundizada durante siglos de reflexión teológica, desde
Agustín a Newman, y confirmada con fuerza por Benedicto XVI.
Pero en el sucesivo coloquio con Scalfari, el
Papa Francisco ha sido aún más drástico reduciendo la conciencia a un acto subjetivo:
"Cada uno de nosotros tiene su propia
visión del bien y del mal, y debe elegir seguir el bien y combatir el mal como
él mismo conciba. Bastaría esto para cambiar el mundo". Seguir el bien y combatir el mal es la definición de la
virtud. Efectivamente, cada uno de nosotros, en la mayoría de las situaciones
de nuestra vida, que se nos presentan bajo circunstancias a menudo confusas,
actuamos dirigidos por nuestra conciencia. Sería deseable que todos los hombres
conociesen ese Bien cierto. Pero el Papa ve que muchos hombres de buena
voluntad, que no lo conocen con certeza, tienen una conciencia recta y, desde
luego, si todos nosotros actuásemos haciendo lo que nuestra conciencia, no
nuestra conveniencia, nos dictase como bueno, cambiaríamos el mundo. Francisco
no está haciendo un tratado de ética, sino una guía de actuación que pueda
tener lugares de encuentro para todos los hombres de buena voluntad.
No sorprende, por tanto, que el ilustrado ateo
Scalfari haya escrito que "compartía perfectamente" estas palabras de
Bergoglio sobre la conciencia. A mí,
desde luego, no me sorprende, pero sí me agrada que así sea.
Como tampoco nos sorprende su acogida
complacida de estas otras palabras del Papa, casi un programa del nuevo
pontificado, o sea, "el problema más urgente que la Iglesia tiene ante
sí":
"Nuestro objetivo no es el proselitismo,
sino escuchar a los necesitados, a los deseosos, las desilusiones, la
desesperación, la esperanza. Tenemos que devolver la esperanza a los jóvenes,
ayudar a los ancianos, abrir al futuro, difundir el amor. Pobres entre los
pobres. Tenemos que incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II,
inspirado por el Papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu
moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que
abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y dialogo con los
no creyentes. Se hizo muy poco después en esta dirección. Yo tengo la humildad
y la ambición de querer hacerlo". Comentado
más arriba en la entrevista con Scalfari.
No hay nada en este programa de pontificado
que no sea aceptado por la opinión laica dominante. También el juicio de que
Juan Pablo II y Benedicto XVI han hecho "muy poco" para abrir al espíritu
moderno está en línea con dicha opinión. También
he dicho antes que esto no me parece justo y que sería una de las cosas de las
que me gustaría hablar con el Papa Francisco. El secreto de la popularidad de Francisco
está en la generosidad con la que se concede a las expectativas de la
"cultura moderna", y en la astucia con la que evita aquello que puede
convertirse en signo de contradicción. ¿Tal vez
Francisco sea astuto como serpiente y sencillo como paloma, que es como dice el
Evangelio que hay que ser? ¿Tal vez siga el ejemplo de san Pablo?: “Siendo como
soy, plenamente libre, me he hecho esclavo de todos para ganar a todos los que
pueda. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que
viven bajo la ley de Moisés, yo, que no estoy bajo esa ley, vivo como si lo
estuviera, a ver si los gano. Con los que están sin ley, yo, que no estoy sin
ley de Dios, pues mi ley es Cristo, vivo como si estuviera sin ley, a ver si
también a estos los gano. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los
débiles. He tratado de adaptarme lo más posible a todos, para salvar como sea a
algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio, del cual deseo participar” (1
Corintios 9, 19-23) ¿Le podemos conceder al menos ese beneficio de la duda o lo
consideramos directamente un dilapidador de la recta doctrina?
También en esto él se separa decididamente de
sus predecesores, incluido Pablo VI. Hay un pasaje en la homilía del que era
entonces arzobispo de Múnich, Ratzinger, y que pronunció a la muerte del Papa
Giovanni Battista Montini, el 10 de agosto de 1978, que es extraordinariamente
esclarecedor, también por su llamamiento a la conciencia "que se mide
sobre la verdad":
"Un Papa que hoy no sufriera críticas
fracasaría en su tarea ante este tiempo. Pablo VI ha resistido a la telecracia
y a la demoscopia, las dos potencias dictatoriales del presente. Pudo hacerlo
porque no tomaba como parámetro el éxito y la aprobación, sino la conciencia,
que se mide según la verdad, según la fe. Es por esto que en muchas ocasiones
buscó el acuerdo: la fe deja mucho abierto, ofrece un amplio espectro de
decisiones, impone como parámetro el amor, que se siente en obligación hacia el
todo y, por tanto, impone mucho respeto. Por ello pudo ser inflexible y
decidido cuando lo que se ponía en juego era la tradición esencial de la
Iglesia. En él, esta dureza no se derivaba de la insensibilidad de aquellos
cuyo camino lo dicta el placer del poder y el desprecio de las personas, sino
de la profundidad de la fe, que le hizo capaz de soportar las
oposiciones". Magnífica semblanza de Pablo VI hecha por
Ratzinger, pero, ¿tiene el espíritu Santo que soplar siempre en la misma
dirección?
*
Confirmando lo que separa al Papa Francisco de
sus predecesores ha llegado la carta con la que Ratzinger-Benedicto XVI
–rompiendo su silencio tras la dimisión– ha respondido al libro "Caro
papa, ti scrivo" (“Estimado Papa, te escribo”) publicado en 2011 por el
matemático Piergiorgio Odifreddi.
Los dos últimos Papas dialogan gustosamente
con ateos profesos y líderes laicos de opinión, pero lo hacen de forma muy
distinta. Si por su parte Francisco esquiva las piedras del escándalo,
Ratzinger, en cambio, las resalta.
Basta leer este pasaje de su carta a
Odifreddi:
"Lo que Usted dice sobre la figura de
Jesús no es digno de su rango científico. Si Usted plantea la cuestión
como si de Jesús, en fondo, no se supiera nada y de Él, como figura histórica,
nada fuese comprobable, entonces sólo puedo invitarle, de modo decidido, a que
se vuelva Usted un poco más competente desde el punto de vista histórico. Para
esto le recomiendo, sobre todo, los cuatro volúmenes que Martin Hengel (exegeta
de la Facultad Teológica Protestante de Tübingen) ha publicado junto a Maria
Schwemer: es un excelente ejemplo de precisión y de amplísima información
histórica. Frente a esto, lo que Usted dice sobre Jesús es un hablar
irreflexivo que no debería repetir. Que en la exégesis se hayan escrito también
muchas cosas poco serias es, desgraciadamente, un hecho incontestable. El
seminario americano sobre Jesús que Usted cita en las páginas 105 y siguientes
confirman, de nuevo, lo que Albert Schweitzer había observado sobre la
Leben-Jesu-Forschung (investigación sobre la vida de Jesús), es decir, que el
llamado 'Jesús histórico' es generalmente el espejo de las ideas de los
autores. Dichas formas fallidas de trabajo histórico no comprometen, sin
embargo, la importancia de la investigación histórica seria, que nos ha llevado
a conocimientos verdaderos y seguros sobre el anuncio y la figura de
Jesús".
Y más adelante:
"Si Usted quiere sustituir a Dios con 'La
Naturaleza', queda la pregunta quién o qué es esta naturaleza. En ningún sitio
Usted la define y parece, por tanto, como una divinidad irracional que no
explica nada. Sin embargo, quisiera sobre todo señalar que en su religión de la
matemática no se consideran tres temas fundamentales de la existencia humana:
la libertad, el amor y el mal. Me maravillo que Usted, con un solo gesto,
liquide la libertad que, sin embargo, ha sido y es el valor portante de la
época moderna. El amor, en su libro, no aparece y tampoco sobre el mal hay
ninguna información. Cualquier cosa que la neurobiología diga o no diga sobre
la libertad, en el drama real de nuestra historia ella está presente como
realidad determinante, y debe ser tomada en consideración. Pero su religión
matemática no conoce ninguna información sobre el mal. Una religión que deja de
lado estás preguntas fundamentales se queda vacía”.
"Mi crítica a su libro en parte es dura.
Pero la franqueza forma parte del diálogo; sólo así puede crecer el
conocimiento. Usted ha sido muy franco y aceptará que yo también lo sea. No
obstante, en cualquier caso, valoro de manera muy positiva el hecho de que
Usted, mediante su confrontación con mi 'Introducción al cristianismo', haya
buscado un diálogo tan abierto con la fe de la Iglesia católica y que, a pesar
de todos los contrastes, en el ámbito central, no falten del todo las
convergencias". ¡Bien por Benedicto XVI! Pero,
¿Es esa la única forma de actuar?
*
Hasta aquí las palabras. Pero lo que distancia
entre ellos a los dos Papas son también los hechos.
La prohibición conminada por el Papa Bergoglio
a la congregación de los frailes franciscanos de la Inmaculada de celebrar la
misa en rito antiguo ha sido una efectiva restricción de esa libertad de
celebrar en dicho rito que Benedicto XVI había asegurado a todos.
Por conversaciones con sus visitantes, resulta
que el mismo Ratzinger ha visto en dicha restricción un "vulnus" a su
motu proprio del 2007 "Summorum pontificum".
En la entrevista a "La Civiltà
Cattolica", Francisco ha liquidado la liberalización del rito antiguo
decidida por Benedicto XVI como una simple "elección prudencial ligada a
la ayuda hacia algunas personas que tienen esta sensibilidad", cuando en
cambio la intención explícita de Ratzinger –expresada a su tiempo en una carta
a los obispos de todo el mundo– era que "las dos formas de uso del rito
romano puedan enriquecerse mutuamente".
En la misma entrevista Francisco ha definido
la reforma litúrgica postconciliar "un servicio al pueblo como relectura
del Evangelio a partir de una situación histórica concreta". Definición
fuertemente reductiva respecto a la visión de la liturgia que era propia de
Ratzinger teólogo y Papa.
Además, siempre en este
campo, Francisco ha sustituido en bloque, el pasado 26 de septiembre, los cinco
consultores de la oficina de las celebraciones litúrgicas papales.
Entre los sustituidos está, por ejemplo, el padre
Uwe Michael Lang, un liturgista a quien el mismo Ratzinger escribió el prólogo
del libro más importante, dedicado a la orientación "al Señor" de la
oración litúrgica.
En cambio, entre los liturgistas promovidos
hay figuras mucho más proclives a secundar el estilo celebrativo del Papa
Francisco, también éste visiblemente alejado de la inspirada "ars
celebrandi" de Benedicto XVI. ¿Por qué me extraña que el Papa emérito diga a sus
visitantes que considera que el Papa ha vulnerado su motu proprio? Pero, además,
la esencia de la liturgia es el nexo de unión entre la celebración celestial y
eterna de la muerte incruenta y resurrección de Cristo por un lado y su actualización en el tiempo y en la tierra por
otro. Ante semejante grandeza, ¿deben servir estas disputas rituales, siempre
que la dignidad no esté en juego, como piedras de separación entre los
católicos? Algo en mi conciencia me dice que discutir sobre ritos ante tanta
grandeza de la liturgia es, parafraseando a un compatriota y tocayo de
Francisco, Jorge Cafrune (no hay que olvidar la afición de Jorge Bergoglio por
Martín Fierro), como “escuchar las zonceras del que vuela a lo gallina”.
Entro ahora en el punto 5º y último:
mis conclusiones “provisionales”. “Provisionales” porque no creo que nunca
puedan ser definitivas ante la actuación de un Papa, salvo que hubiese
inmoralidades o herejías manifiestas, que no es el caso.
Para mí, la clave está en
varias frases de la entrevista del Papa Francisco a las revistas de los
jesuitas. En ella dice que el aspecto de la espiritualidad ignaciana que más le
ayuda a vivir su ministerio es el discernimiento y, unas líneas más abajo dice: “Un discernimiento de este tipo requiere
tiempo. Son muchos, por poner un ejemplo, los que creen que los cambios y las reformas
pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que se necesita
tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. Se trata del
tiempo del discernimiento. Y, a veces,
por el contrario, el discernimiento nos empuja a hacer ya lo que inicialmente
pensábamos dejar para más adelante. Es lo que me ha sucedido a mí en estos
meses”. Y
mucho más adelante: “Tenemos que hacer espacio al Señor, no a nuestras
certezas, hemos de ser humildes. En todo discernimiento verdadero, abierto a la
confirmación de la consolación espiritual, está presente la incertidumbre”. Y,
más adelante aún: “Porque Dios está
primero, está siempre primero, Dios ‘primerea’. […]. De esta forma, a Dios se
le encuentra caminando, en el camino. Y al oírme alguno podría decir que es
relativismo. ¿Es relativismo? Sí, si se entiende mal, como una especie de
confuso panteísmo. No, si se entiende en sentido bíblico, según el cual, Dios
es siempre una sorpresa y jamás se sabe cómo y en donde encontrarlo, porque no
eres tú el que fija el tiempo y el lugar para encontrarte con Él. Es preciso
discernir el encuentro, y por eso el discernimiento es fundamental”.
Es decir, algo
parece que le ha ocurrido al Papa en estos meses, algo que tal vez nadie pueda
imaginar, que, aun reconociendo con enorme humildad sus incertidumbres, le ha
hecho tomar, con el acelerador pisado a fondo, el camino de romper seguridades
demasiado seguras. Y de nosotros pide ayuda para sus incertidumbres. Una ayuda
que, sin duda alguna nos va a costar, porque supondrá para nosotros también
salir de nuestras zonas de seguridad. No dejar de hacer lo que hacemos, sino
hacerlo con otra actitud, dejando que Dios nos sorprenda, que nos rompa los
esquemas, que nos “primeree”. Nos está pidiendo una actitud de conversión continua,
no de instalación. Me atrevo a decir que este Papa está diciendo a una parte de
la Iglesia lo que Cristo le dice en el apocalipsis a la Iglesia de Éfeso:
“Conozco tu esfuerzo y tu entereza. Sé que no puedes soportar a los malvados,
[…] Tienes entereza y has sufrido por mi nombre sin claudicar. Pero he de
echarte en cara que has dejado enfriar el amor primero. […] ¡Vuelve al amor
primero! […]. Si no lo haces, si no te conviertes, vendré a ti y te arrancaré
el candelabro de su puesto. […]. El que tenga oídos, que escuche lo que el
Espírirtu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer el árbol de la vida,
que está en medio del paraíso de Dios”. (Cfr. Apocalipsis 2, 2-7)
.
No es una
cuestión de comparar. El valiente Juan XXIII, el atormentado y también valiente
Pablo VI, el breve Juan Pablo I, el colosal Juan Pablo II, el teólogo e
intelectual, valiente también, Benedicto XVI, han sido Papas magníficos. Pero,
¿hay que compararlos? Siguiendo la broma del Papa me atrevo a afirmar, sin
ningún género de dudas, que Cristiano Ronaldo es claramente superior a Messi,
aunque seguro que Francisco no estará de acuerdo conmigo. También me gustaría
hablar con él de eso (y de ópera y de poesía y de cine y… de tantas cosas).
Pero hacer un ranking de Papas… no sé… Ya nos dice el Evangelio que el Espíritu
sopla donde quiere, que oímos su rumor, pero no sabemos ni de dónde viene ni a
dónde va y que tenemos que nacer cada día de lo alto (Cfr. Juan 3, 3-8). Ese
esfuerzo de perplejidad, como el de Nicodemo, es el que el Espíritu Santo nos
pide ahora. Este Papa ha venido a traer tiempos fuertes. Nuestro deber es rezar
para que el Espíritu le guíe a él, a través de sus confesadas incertidumbres, y
para que gracias a su gracia podamos nacer de lo alto cada día para estar a la
altura de estos tiempos fuertes que se avecinan. No creo que nuestro deber sea
la añoranza de tiempos más confortables, más cómodos y más seguros. Ni hacer un
ranking de los últimos Papas. Ni, mucho menos poner palos en los radios de la
bicicleta con la que este Papa quiere salir al camino del encuentro con el Dios
que primerea.
Si digo una cosa
para terminar: Si mañana Cristo viniera a la tierra de nuevo, suavemente, no en
la Parusía, de seguro que nos produciría un escándalo importante. A los
cristianos no menos que a los ateos. ¿Cómo llevaríamos que nos dijese qué hay
más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por cien justos que
no necesitan penitencia? ¿O que nos contase la parábola del hijo pródigo y nos
mirase a los ojos cuando hablase del hermano mayor? A Sandro Magister le gustan
los papas que han sido piedra de escándalo para los que están fuera de la
Iglesia. Parece que este Papa va a ser piedra de escándalo dentro de la Iglesia
y eso es más incómodo para los que, tal vez, estemos demasiado instalados.
Terminado de
escribir todo lo anterior, ha aparecido otro artículo de Sandro Magister, también muy crítico, con el título “Las
encíclicas tienen un nuevo formato, la entrevista” y otro de un profesor de
Teología de la Universidad de Florencia, Pietro De Marco, con el título “Un
mensaje ‘líquido’”, a cuchillo. No me meto en ello porque sería el cuento de
nunca acabar (tal vez ya lo sea para algunos).