29 de octubre de 2013

Respuesta a la entrevista en "El Mundo" hecha a Piergiorgio Odifreddi

De una cosa no cabe duda: Odifreddi, además de ser, probablemente, un buen matemático, es un genio del marketing. De un desconocido profesor de matemáticas ha pasado a ser un hombre célebre. Y lo ha hecho con un inteligente plan en el que ha utilizado la voluntad de un Papa de tender puentes entre los ateos y los creyentes. Por supuesto, nada que objetar. Ambos, el Papa y él, han conseguido su objetivo.

A raíz de esto, en “El Mundo” de este sábado pasado, 26 de Octubre, aparece una larga entrevista al matemático. Nada menos que página y media. También me parece bien, pero me parecería mejor si hubiese una simetría. Si se diese la oportunidad a un creyente de dar, en página y media, respuesta a similares preguntas. Pero pedir esa simetría a los medios de comunicación me parece de una ingenuidad total. Por eso no la pido. No obstante, y con los medios a mi alcance, sí quiero puntualizar –y contradecir– algunas cosas de esa entrevista. Compensaré con exceso de extensión –pidiendo la paciencia del lector– la menor difusión.

Casi al principio, el entrevistador pregunta: “Hay quien sostiene que ser ateo es una especie de religión”, a lo que el matemático responde: “... Me parece una bobada, quien no cree, no cree, no es que crea en otra cosa. Pero es verdad que muchos piensan que el ateísmo es una fe, en el sentido de que requiere ideas. Pero no son ideas que se crean por motivos de fe, sino porque existen demostraciones externas”. Inaceptable, sobre todo para un matemático. Porque un matemático conoce, o debería conocer, el teorema de la incompletitud de Gödel que demuestra, matemáticamente, que dentro de cualquier sistema lógico formal, hay proposiciones que no pueden demostrarse ni como verdaderas ni como falsas. Lo que no quiere decir que no sean verdaderas o falsas, sino que no se pueden demostrar como tales. Pongo un ejemplo que todo matemático debería conocer. La conjetura de Goldbach. En 1742, Christian Goldbach hizo la siguiente conjetura: “Todo número par se puede expresar como la suma de dos primos”. Desde entonces, dentro del sistema formal matemático no se ha podido demostrar que esa conjetura sea verdadera o falsa. Tal vez mañana se demuestre como lo uno o lo otro (como pasó con la conjetura de Fermat), o tal vez esta conjetura caiga dentro de las que Gödel demostró que existían como indemostrables. Pero, en cualquier caso, la conjetura, o es verdadera o es falsa. No hay término medio. Esto mismo pasa con la demostración de la existencia de Dios. Con el sistema lógico formal silogístico, no se ha podido demostrar (ni creo que se pueda) ni la existencia de Dios ni su inexistencia. Por tanto, el sistema de ideas del ateo Odifreddo no está basado en “demostraciones externas”, sino en un acto de fe suyo. Como el mío. Igual de respetable, pero no más. Esto nos llevaría al agnosticismo.

Pero, volvamos a la conjetura de Goldbach. Aunque no ha sido demostrada, creo poder afirmar que todos los matemáticos aceptan que es cierta porque, aun sin demostrar, se ha comprobado como cierta hasta números pares inmensos. Y lo creen desde fuera del sistema lógico formal matemático. La verdad sea dicha, a mí, para mi vida cotidiana, me importa tres caracoles que la conjetura de Goldbach sea cierta o falsa. Pero no ocurre lo mismo con la existencia de Dios. A mí, como a todos los seres humanos, nos va mucho en que exista Dios o no. Lo reconozcamos o no, nos va mucho en saber si vamos a volver a ver a nuestros padres, hijos, hermanos, maridos o mujeres muertos o si, por el contrario, ya no vamos a poder saber nada de ellos. Y me atrevo a decir que quien diga que esto le importa tres caracoles, lo dice desde una pose intelectual. Como también nos va mucho a todos los seres humanos entre saber si vivimos en un mundo sin sentido en el que, como decía Macbeth en la tragedia de Shakespeare, la vida es un cuento sin sentido contado con gran aparato por un idiota, o si lo hacemos en un mundo en el que existe un sentido y una razón de ser para nuestra vida. Por tanto, tampoco el agnosticismo es una postura razonable, puesto que renunciar a poder decir algo sobre esto es una insensatez. Tal vez lo sensato sea intentar ver dónde está la verdad desde fuera del sistema silogístico, como los matemáticos hacen con la conjetura de Goldbach. Y, creo poder mostrar, que no demostrar, con poco margen de duda que es más razonable creer, desde fuera del sistema silogístico, en un mundo con un Dios, con un sentido y con una trascendencia[1]. Odifreddi se embarca después en unos datos sobre los porcentajes de científicos ateos o creyentes en las distintas áreas de la ciencia. Pero esto es de poca utilidad. En las creencias de los científicos, como en las de cualquier ser humano, tienen un enorme peso la educación, lo política y profesionalmente correcto en su entorno, la costumbre, o las influencias culturales. Y no me cabe duda de que, si el ambiente del mundo científico empuja en una dirección, ésta esta de la increencia. Hoy día, el científico creyente parte de una situación profesional de desventaja.

Más adelante el matemático, sin mostrar gran respeto por las creencias ajenas, compara la creencia en el Evangelio con la de creer en Harry Potter. Y, como ya le dijo Benedicto XVI en su carta, en este tema, alejado de su disciplina, muestra su ignorancia. Odifreddi niega que los Evangelios pretendan narrar hechos históricos. Para ello se apoya, citando inadecuadamente el Evangelio de san Juan, en que éste “dice claramente que todo lo que en él se cuenta ha sido escrito a fin de alimentar la fe, es decir, que son textos apologéticos, no históricos”. Conviene leer íntegro el texto de Juan 20, 30-31: “Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida eterna”. Es decir, al menos en su intención, el Evangelio de Juan –y lo mismo podría decirse del resto– están escritos para contar lo que hizo un personaje histórico real, contemporáneo de los evangelistas. Evidentemente, el fin último, que no desdice el anterior, es para que la gente crea. Pero no que crea por argumentos apologéticos, sino que lo haga por el testimonio de lo que Juan dice haber visto. Esto, desde el principio se llamó el kerigma y es lo que hizo que los discípulos diesen su vida por algo que habían visto y vivido y que les cambió la existencia. La apologética, que vino mucho más tarde, es otra cosa. Es lo que estoy haciendo yo ahora. Y los cristianos hicieron apologética para razonar, con la filosofía griega, lo que anunciaban en el kerigma. Y llegaron a ser filósofos de primera. A pesar de todo, todavía no sé si debieron haberlo hecho, ni si yo hago bien en hacerlo. Tal vez debieron quedarse en el kerigma.

Odifreddi bebe todavía, como muchos ateos –no todos, desde luego, Dios me libre de decir eso– en las fuentes de la crítica decimonónica de los textos evangélicos. Esta crítica decía que los evangelios habían sido escritos tardíamente, hacia el siglo IV y narraban un mito que se había ido construyendo en esos siglos. Y lo narrado en ellos, si respondía a la realidad, lo hacía con la misma vaguedad e inexactitud con que Iliada, narrada por Homero en el siglo VIII a. de C. como una historia de amor, respondía a los hechos reales, ocurridos en el siglo XII a. de C., de una batalla puramente político-comercial por el dominio del paso del Helesponto. Efectivamente, los mitos, para desarrollarse necesitan en siglos lo que los vinos en años para envejecer. Si hubiesen pasado cuatro siglos entre los hechos de los Evangelios y su redacción, podría haberse fraguado un mito. De ahí que esa crítica decimonónica distinga el Jesús histórico, del que apenas podemos saber nada –dicen–, del Jesús mítico presentado por los Evangelios. El mismo David Strauss –padre, junto con Ernest Renan, de la crítica decimonónica– en su “Vida de Jesús” dice: “La historia evangélica sería inatacable si se probase que había sido escrita por testigos oculares o por lo menos por autores cercanos a los sucesos”. El silogismo de Strauss y Renan podría resumirse como sigue: La historia de los Evangelios no puede ser cierta, es mítica. Si es mítica, tienen que haber transcurrido varios siglos entre los hechos y su escritura, luego, como conclusión, tuvieron que ser escritos en el siglo IV. Pero la crítica histórico-científica de los siglos XX y XXI, ha llegado a la conclusión, de forma prácticamente incontrovertible, de que los evangelios sinópticos –Marcos, Mateo y Lucas, por orden cronológico– fueron escritos muy poco después de la muerte de Jesús, y el de Juan, a fines del siglo I. De esto parece que Odifreddi, anclado en la crítica decimonónica, no se ha enterado. Por eso Benedicto XVI, en su respuesta le llama, educadamente, ignorante. Pero además –y esto lo añado yo– es del tipo de ignorante que, en palabras de Antonio Machado, desprecia cuanto ignora.

El silogismo quedaría entonces: Los Evangelios fueron escritos poco después de la muerte de Jesús. Los mitos necesitan varios siglos para fraguarse, luego los Evangelios no son un mito.

Naturalmente, que no sean un mito, no quiere decir que sean verdad. Pueden ser una burda mentira. Pero quien miente a) intenta que su mentira sea plausible, por lo que inventa una historia creíble y b) intenta sacar un beneficio de su mentira. Ninguna de estas dos condiciones se da en los Evangelios. Lo que se cuenta en ellos es una historia difícil de creer y los supuestos inventores de la misma acabaron muriendo con muertes horribles por defender hasta su último aliento su supuesta mentira. Por tanto, si no es razonable la hipótesis del mito ni la de la mentira, ¿qué pasa con los Evangelios?

Antes de contestar a esta pregunta, quiero aclarar una cosa. La frase de Tertuliano de “creo porque es absurdo” me parece una estupidez. Yo más bien creo a pesar de que sea “absurdo”. Y nótese que pongo este “absurdo” entre comillas. Y ahora vamos con la pregunta del párrafo anterior: ¿Qué pasa con la “absurda” historia de los Evangelios? Odifreddi dice: “Incluso si Jesús hubiera existido, los milagros que se dice que hizo y el que resucitara al tercer día, no se pueden aceptar como hechos históricos, sino como cuestiones de fe”. Pero detrás de esa afirmación suya, hay también cuestiones de fe. El silogismo de Odifreddi se podría resumir de la siguiente manera: Dios no existe. Sólo Dios, si existiera, podría hacer esos milagros, luego esos milagros no se pueden aceptar como hechos históricos. Pero la premisa mayor de este silogismo es, en sí misma, como se ha visto antes, un acto de fe. Respetable, pero un acto de fe. Tan respetable como el que dice que Dios sí existe. Y a, mi modo de ver, argumentado como puede ver quien quiera leer las entradas a este blog que he citado antes, es mucho menos plausible el no que el sí. Si la respuesta fuese sí, el silogismo quedaría: Dios existe. Por supuesto, puede hacer cosas “extrañas” en el Cosmos que Él ha creado, luego los milagros, incluida la resurrección al tercer día, se pueden aceptar como hechos históricos.

En una cosa estoy plenamente de acuerdo con Odifreddi cuando dice, sacando conclusiones de las palabras de san Pablo (Cfr. 1 Corintios 15, 19): “El cristianismo pretende ser histórico, ese es su problema. Porque si Jesucristo no resucitó el cristianismo cae.  Ser cristiano no significa sólo seguir una enseñanza, hacer lo que decía Jesús. Eso, de hecho, es herético. Ser cristiano obliga a creer en la resurrección de Jesús”. Y, añadiría yo, ser cristiano obliga a creer en su divinidad, que sería el primer y más importante milagro de ese Dios existente: encarnarse en la historia y entrar en ella. Ese es su problema y su grandeza. Porque “si Cristo no ha resucitado –decía san Pablo– tanto mi anuncio como vuestra fe, carecen de sentido […] y somos los más miserables de todos los hombres”. Pero la grandeza del cristianismo es la que sigue comentando san Pablo (Cfr. 1 Corintios 15, 20-28): “Pero no, Cristo ha resucitado de entre los muertos, como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte. […] Así, también por su unión con Cristo, todos retornarán a la vida […] para que Dios sea todo en todas las cosas”.

Así pues, todo se refiere a un dogma de fe inicial, tanto de los cristianos como de los ateos. Optar por la existencia o no de Dios. Pero un dogma cuya respuesta se puede vislumbrar desde fuera del sistema y que, a mi juicio tiene más plausibilidad racional, aunque no demostrable, el sí que el no. Éste es el terreno del diálogo sincero entre la fe y el ateísmo que persigue Benedicto XVI desde antes de ser Papa y que expresa magistralmente en su “Introducción al cristianismo” (1968), al que Odifreddi responde con su “Querido Papa, te escribo”: “… la situación del hombre de hoy ante la cuestión de Dios. Nadie puede poner a Dios y su reino encima de la mesa, y el creyente por supuesto tampoco. El que no cree puede sentirse seguro en su incredulidad, pero siempre le atormenta la sospecha de que ‘quizá sea verdad’. El ‘quizá’ es siempre una tentación ineludible a la que nadie puede sustraerse; al rechazarla, se da uno cuenta de que la fe no puede rechazarse. Digámoslo de otro modo: tanto el creyente como el no creyente participan, cada uno a su modo, en la duda y en la fe, siempre y cuando no se oculten a sí mismos y a la verdad de su ser. Nadie puede sustraerse totalmente a la duda o a la fe. Para uno la fe estará presente a pesar de la duda, para el otro mediante la duda o en forma de duda. Es ley fundamental del destino humano encontrar lo decisivo de su existencia en la perpetua rivalidad entre la duda y la fe, entre la impugnación y la incertidumbre. Quizá justamente por eso la duda, que impide que ambos se cierren herméticamente en lo suyo, pueda convertirse ella misma en un lugar de comunicación. Impide a ambos que se recluyan en sí mismos: al creyente lo acerca al que duda y al que duda le lleva al creyente. Para uno es participar en el destino del no creyente; para el otro la duda es la forma en que la fe, a pesar de todo, subsiste en él como un reto”. La cuestión estriba en no ocultarse a uno mismo o a la verdad de su ser[2].

Como una razón de la irracionalidad del cristianismo, Odifreddi invoca el evolucionismo. Tampoco parece enterarse de que nada, absolutamente nada, en el dogma católico se opone al evolucionismo darwinista. Cierto que muchos católicos, más papistas que los papas, se indignan ante el darwinismo. A mí también me exasperan estos católicos. Hace años escribí varias entradas al respecto en tadurraca.blogspot.com[3].

Acto seguido, la entrevista entra en el terreno de las normas morales. Dice Odifreddi: “En general, la gente se comporta mal incluso habiendo religión. Es verdad como dice el Papa […] que el cristianismo […] ha dado gente como la madre teresa de Calcuta. Pero también podría hacer una lista muy larga de gente que se declaraba católica y que no se ha comportado muy bien, como Franco, Videla, Pinochet. Creo que la religión es independiente del comportamiento. […] Pero hay que comportarse bien con independencia de si hay o no un Dios que te observa y que te puede castigar mandándote  al infierno”. Aquí hay mucho que matizar. Ciertamente, la naturaleza humana tiene en sí misma lo mejor y lo peor. Y ciertamente, Dios, si creemos en él, ha hecho libre al hombre. Pero no cabe duda de que hay religiones con un código ético que eleva a los seres humanos, como hay otras que lo rebajan. Creo firmemente que el cristianismo está entre las primeras. No es menos cierto que, incluso dentro de la Iglesia, hay cristianos que, tomando el nombre de Dios en vano, que es lo que prohíbe el segundo mandamiento, han usado su cristianismo para justificar, en nombre de ese Dios, conductas injustificables con el Evangelio en la mano. Por eso estoy dispuesto a admitir los que Odifreddi pone en la lista del mal siendo católicos, pueda equipararse con la de los que están en esa lista sin ser cristianos y cuyos nombres puede evocar cada uno. Hasta estoy dispuesto a admitir, aunque sin demasiado convencimiento, un empate en el cómputo de bondad de los que Joseph Malègue llamaba “las clases medias de la santidad” y considerar la santidad cristiana y laica de esas clases medias por igual. Pero de ninguna manera esto es extensible a los verdaderos santos, las auténticas luminarias de la humanidad. No porque no haya grandes y auténticos santos laicos, sino porque los santos cristianos son, en cualquier época de la historia, legión. Ahora mismo, cuando la televisión nos muestra a los últimos que abandonan un país en conflicto, estos son casi, casi, casi siempre, religiosos. Por supuesto que hay muchos y magníficos cooperantes en muchas ONG’s laicas, pero son abrumadora mayoría los de las ONG’s u órdenes religiosas católicas. Estos últimos, además, no dan sólo (lo de sólo lo digo con el mayor respeto) unos años de su vida a la causa, la dan toda. Esos son los frutos, desgraciadamente demasiado escasos, aunque tampoco insignificantes en número, del cristianismo. Cuando “Dios sea todo en todos”, todos seremos así y el reino de los cielos estará en este mundo. Ese es el compromiso de Cristo. Y cuando a uno de esos santos en vida que la dan hasta la muerte en los lugares de los que se dice estar “dejados de la mano de Dios”, se les pregunta de dónde sacan la fuerza para estar ahí y entregar toda su vida, a menudo hasta la muerte, no dudan en contestar: de Cristo vivo y resucitado, al que recibo a través de esta Iglesia, por muy triste que haya sido a menudo su comportamiento, que también ha sido –y hay que decirlo– en muchos casos magnífico. Durante siglos la Iglesia ha sido la enseñanza pública, la sanidad pública y el Estado del bienestar en todo el mundo y aún hoy lo es en los lugares más pobres de la tierra.

Por último, decir que la ética cristiana es comportarse bien porque hay “un Dios que te observa y que te puede castigar mandándote  al infierno” es no haber entendido nada ni del amor de Dios ni del infierno. Y probablemente, la culpa de que Odifreddi lo entienda tan mal y, hasta incluso tal vez de su falta de fe y de su anticlericalismo, la tengamos los cristianos que no se lo hayan sabido contar bien o que podamos haberle dado mal ejemplo o que incluso le hayan hecho daño. Tal vez se lo hayan hecho en el mismo seminario en el que dice que estuvo de joven. Lo siento y pido perdón por la parte que me toque de mal ejemplo y, por delegación, por el mal que le hayan podido causar. Pero supongo que en su vida de profesor de matemáticas se encontrará muchas personas que odian las matemáticas porque un mal profesor se las explicó mal o le suspendió injustamente o hasta le trató mal. Pero supongo que eso no afecta a las matemáticas y que Odifreddi le dirá a su alumno que al madurar, uno tiene que saber distinguir entre las matemáticas y el mal profesor que se las enseñó, aunque sea torpe, injusto, cruel o perverso, y que debería hacer un nuevo esfuerzo por entenderlas y que, tal vez así pueda llegar a descubrir su inaudita belleza intrínseca.

Por eso yo me atrevo a decirte, con tosa humildad y cariño: Querido Piergiorgio, si te han contado mal la fe cristiana, si te hemos dado mal ejemplo, si te han hecho daño, intenta entender a Cristo otra vez. Distingue entre Cristo y los que te lo han presentado mal. Tal vez descubras la belleza del amor de Dios en Cristo y puedas agradecer a la Iglesia que, aunque muy imperfecta, te lo de, vivo y resucitado, siempre que quieras.



[1] Quien quiera, que vea en mi blog (tadurraca.blogspot.com) una larga serie de 36 artículos, publicados entre el 6 de Agosto del 2007 y el 18 de Abril del 2009, con los títulos: La ciencia, ¿acerca o aleja de Dios?, La creación, ¿Qué hay fuera del universo?, Un universo de diseño, Si no hay diseñador, ¿cuál es la explicación?, Un vano intento de encadenar a Dios, Y Dios descansó un poco antes del séptimo día, De soles y supernovas, ¿Cómo pudo aparecer la vida? I, II y III, Una aclaración al artículo ¿cómo pudo aparecer la vida I, La Vía Láctea, nuestro inmenso castillo, La Tierra, nuestro pequeño gran nido, ¿Creacionismo o evolución?, ¿Darwin o Lamarck?, Darwin sí, pero sin ser más darwinistas que Darwin, Los primeros brotes del arbusto de la vida, la división del trabajo, La explosión del arbusto de la vida, ¿Tiene Dios una inmoderada afición por los escarabajos?, Definamos la inteligencia, El linaje prehumano, ¿Un Homo Sapiens sin inteligencia?, El coste de un cerebro desproporcionado, Si no hay nada que decir, hablar es muy peligroso, El regalo de la inteligencia, ¿Cuántas Evas hubo?, El lado oscuro de la inteligencia, Regalos añadidos a la inteligencia, La posibilidad de la libertad, ¿Cómo acabará todo? I y II, Y todo esto, ¿por qué, para qué? y, Más allá de la ciencia, asomándonos a los planes de Dios. 36 artículos 6 de Agosto 2007, 18 Abril 2009. O mejor, que se compre mi libro “Más allá de la ciencia” ediciones Palabra.
[2] Introducción al cristianismo. Joseph Ratzinger, Ediciones Sígueme 2009, pag. 45
[3] Cuatro entradas de Julio del 2007: Visión cristiana de la evolución, carta abierta a Charles Darwin, carta a un católico antievolucionista y replica y contra réplica a esta entrada.

27 de octubre de 2013

Frases 27-X-2013

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Sin la Eucaristía, tenemos en la Biblia la palabra de un ausente. Sin la Biblia, tenemos en la Eucaristía una presencia muda.

G. Auzou


20 de octubre de 2013

Frases 20-X-2013

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Encuentro maravilloso que el Espíritu sea, una vez más, más poderoso que nuestros proyectos y encamine todo de una manera muy distinta a la que imaginábamos.

Cardenal Ratzinger.


15 de octubre de 2013

Ante el Papa Francisco

No cabe duda de que el Papa Francisco está desatando una tormenta en la Iglesia. Está pisando a tope un acelerador de cambio que hace que a muchos católicos les cueste seguirle y se sientan, incluso, escandalizados. Más aún en ciertos frentes católicos, se han desatado fuertes críticas a su modo de actuar, si bien con muy distintas formas y contenidos. Para poner las cosas en contexto,  me voy a permitir hacer una simple enumeración de las cosas que han dado pie a esta tormenta.

El 7 de Julio y ese mismo día de Agosto, Eugenio Scalfari, el director del diario italiano “La República”, que podría ser el equivalente al español “El País”, escribió dos artículos en el que planteaba unas cuestiones al Papa. El 13 de septiembre, el Papa Francisco le contestó a través del mismo diario. La encontraréis más abajo.

Previamente, en Agosto, Francisco había mantenido una entrevista con el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, para que fuese publicada en las distintas revistas de los jesuitas. Esta entrevista se hizo pública el 19 de Septiembre. El 29 de Septiembre publiqué en mi blog un extracto de esta entrevista con algunos comentarios míos.

El 24 de Septiembre, también en el diario “La Repubblica” apareció el extracto de una carta del Papa Emérito Benedicto XVI, dirigida al matemático Piergiorgio Odifreddi en respuesta a un libro de este último, que polemizaba sobre el escrito por Ratzinger en 1968: “Introducción al cristianismo”. El  7 de Octubre publiqué en el blog el extracto hecho por el propio Odifreddi de esa carta que apareció en “La Repubblica”.

El 1º de Octubre, apareció, una vez más, en “La Repubblica”, una entrevista cara a cara que el Papa concedió a Eugenio Scalfari, con el que había tenido el citado intercambio de artículos. Podréis encontrar el texto íntegro, más adelante en este documento.

Mientras se producía este frenético intercambio mediático de ideas, han aparecido numerosos comentarios sobre ellos, a favor y en contra de la actitud y el contenido de lo dicho por el Papa. Evidentemente, nada de lo dicho por el Papa en estas entrevistas y cartas es Magisterio de la Iglesia y los católicos podemos, por supuesto, no estar de acuerdo. Pero sea o no Magisterio, son clarísimas señales de la dirección y el impulso que el Papa quiere dar a su papado.

Por no hacer demasiado largo este post, que de todas formas va a ser muy largo, me voy a referir (y voy a transcribir más adelante) sólo a uno de esos comentarios. Apareció el 3 de Octubre, y proviene de Sandro Magister, un vaticanista de reconocido prestigio.

Así pues, a manera de índice, seguiré el siguiente itinerario en ste largo escrito.

1º Recomendar la relectura de la carta de Francisco a Scalfari del 13 de Septiembre (que publico más abajo) y mi extracto y comentario de la entrevista para las revistas de los jesuitas del 19 de Septiembre que, como acabo de decir, encontraréis en el blog del 29 de Septiembre.
2º Recomendar la lectura de la respuesta de Benedicto XVI a Odiffredi que, como he dicho más arriba, publiqué el 7 de Octubre en mi blog.
3º Recomendar la lectura del texto casi íntegro de la entrevista del Papa a Scalfari del 1º de Octubre que viene a continuación.
4º Recomendar la lectura del texto íntegro del comentario de Sandro Magister, que también encontraréis más abajo.
5º Algunas breves conclusiones “provisionales” mías que sólo podrán entenderse bien si se lee todo lo anterior.

Así pues, si habéis pasado por el punto 1º y 2º, ahí va el 3º. A saber: recomendaros la lectura del texto casi íntegro de la entrevista del Papa con Scalfari, en el que me voy a atrever a interpolar algunos comentarios míos, con un tipo de letra distinta, que luego servirán para mis conclusiones “provisionales”.

Entrevista del Papa con Scalfari.

Como las noticias se suceden con velocidad de vértigo, ahora parece que Scalfari ni grabó ni tomó notas en la entrevista al Papa Francisco y que, por tanto, lo que dice que dijo el Papa está soportado únicamente por su memoria. Ni que decir tiene que esto me parece una grave falta de profesionalidad. Ciertamente, Scalfari asegura, y no dudo que sea así, que menadó al Vaticano una copia de lo que iba a publicar antes de darlo a la luz. En este caso, también me parece, siendo bienpensado, una falta grave de profesionalidad por parte del entorno del Papa responsable de estos asuntos, máxime teniendo en cuenta la necesaria precisión cuando se habla de temas tan delicados. En fin, sea como fuere, ahí va lo publicado por “La Repubblica”.

Redacción, 01 de octubre de 2013 a las 16:07

(Eugenio Scalfari).- Me dice el Papa Francisco: "El mal más grave que afecta al mundo en estos años es el paro juvenil y la soledad de los ancianos. Los mayores necesitan atención y compañía, los jóvenes trabajo y esperanza, pero no tienen ni el uno ni la otra; lo peor: que ya no los buscan más. Les han aplastado el presente. Dígame usted : ¿se puede vivir aplastado en el presente?¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse en el futuro construyendo un proyecto, un futuro, una familia? ¿Es posible continuar así? Este, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene que enfrentar".

Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico, relacionado con los estados, los gobiernos, los partidos, las asociaciones sindicales.

"Cierto, tiene razón, pero también está relacionado con la Iglesia, incluso, sobre todo con ella, porque esta situación no hiere solo a los cuerpos sino a las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos".

Santidad, usted dice que la Iglesia debe sentirse responsable. ¿Debo deducir que la Iglesia no es consciente y que la incita a ir en esa dirección?

"En gran medida esta conciencia existe, pero no basta. Yo quisiera que fuera más grande. No es el único problema que tenemos por delante pero es el más urgente y el más dramático".

[…]

Ya estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El Papa sonríe y me dice: "Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho que usted intentará convertirme".

Es un chiste le respondo. También mis amigos piensan que usted querrá convertirme.

Sonríe de nuevo y responde: "El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido Ciertamente, lo es. No hay que confundir, sin embargo, el proselitismo con la predicación. Estoy seguro de que el Papa no considera la predicación como una tontería. El proselitismo es eficientista, cuenta los éxitos por el número de prosélitos conseguidos. La predicación siembra y espera que los frutos vengan de quien los da: Cristo. Lo que sí dice el Papa es que hay que cambiar el orden de los factores de la predicación. Primero el anuncio del amor de Dios, después la catequesis y, por último, las normas morales. El Papa piensa –y no puedo estar más de acuerdo con él– que empezar por cualquier otro sitio que no sea el anuncio del amor de Dios encarnado en Jesucristo convierte a la predicación en algo árido y odioso para quien la recibe y la condena al fracaso. Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el "Bien".

Santidad, ¿existe una visión única del Bien? ¿Quién la establece?

"Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que es el Bien".

Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me mandó. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa.

"Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo".
Esta es otra de las frases que ha causado más escándalo. Se habla de que el Papa abre las puertas al relativismo. Creo que no es así. El relativismo es decir que no existen el bien y el mal y Francisco no dice eso. Su frase me gustaría más si dijere algo así como: “cada hombre de buena voluntad debe obedecer a la propia conciencia”. ¡Pero es una entrevista! Y tras esto, creo que el Papa está diciendo (de hecho lo dice más adelante) que los hombres de buena voluntad tienen dentro, lo sepan o no, sean o no creyentes, una chispa del amor de Dios que, una vez convertida en fuego, guiará hacia el auténtico bien mejor que cualquier código moral grabado artificialmente. No digo que el código moral cristiano sea artificial. Muy al contrario, está en la verdad intrínseca de las cosas. Digo que su implantación en muchos cristianos es artificial y se transforma en unas normas de pertenencia a un club. Ello no obstante, me gustaría un poco más de claridad y lo pongo en la agenda de las cosas que me gustaría hablar con el Papa.

¿La Iglesia lo está haciendo?

"Sí, nuestras misiones tienen ese objetivo: individualizar las necesidades materiales e inmateriales de las personas y tratar de satisfacer como podamos. ¿Usted sabe lo que es el agapé?"

Sí, lo sé.

"Es el amor por los otros, como nuestro Señor predicó. No es proselitismo, es amor.
Amor al prójimo, levadura que sirve al bien común". Véase comentario supra.

Ama al prójimo como a ti mismo.

"Es exactamente así".

Jesús en su predicación dice que el agapé, el amor a los demás, es el único modo de amar a Dios. Corríjame si me equivoco.

"No se equivoca. El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de hermandad. Todos somos hermanos e hijos de Dios. Abba, como Él llama al Padre. "Yo marqué el camino", dijo, "Seguidme y encontraréis al Padre y seréis sus hijos y se complacerá en vosotros". El agapé, el amor, de cada uno de nosotros hacia los demás, desde el más cercano al más lejano, es el único modo que Jesús nos indicó para encontrar el camino de la salvación y de las bienaventuranzas".
Ver comentario supra. 

Sin embargo, la exhortación de Jesús, la recordamos antes, es que el amor por el prójimo sea igual al que sentimos por nosotros mismos. Por tanto lo que muchos llaman narcisismo se reconoce como válido, positivo, en la misma medida del otro. Hemos discutido mucho sobre este aspecto.

"A mí -decía el Papa- la palabra narcisismo no me gusta, indica un amor desmesurado hacia uno mismo y esto no va bien, puede producir daños en el alma de quien lo sufre y también en la relación con los demás, incluso en la sociedad en la que vive. El verdadero mal es que los más afectados por esto que en realidad es un tipo de desorden mental, son personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son narcisistas".
Magnífico como aclaración de un error bastante común y demasiado simple, identificar el sano amor a uno mismo con el narcisismo.

También muchos jefes de la Iglesia.

"¿Sabe qué opino sobre esto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, halagados y exaltados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado".
Hace falta valor para aceptar esto que, por otro lado, no se refiere sólo al papado, sino a las empresas, a las familias, a los gobiernos, a los Estados, etc., etc., etc. Donde hay cortesanos hay halago, culto a la personalidad que acaba, casi indefectiblemente, en narcisismo.

La lepra del papado, ha dicho exactamente esto. ¿Pero qué corte? ¿Se refiere a la curia? Pregunto.

"No, en la curia puede haber cortesanos, pero en su concepción es otra cosa.
Conviene poner estas palabras en contexto, conectándolas con las dichas por Francisco en el avión de vuelta de Brasil. “es verdad: hay santos en la curia. Cardenales, sacerdotes, obispos, monjas, laicos... Es gente que reza, que trabaja mucho y que también va al encuentro de los pobres” […] “Hay santos en la Curia. Aunque también hay alguno que no es tan santo. Y esos son los que hacen más ruido. Y me duelen esas cosas. Hay algunos que dan escándalo. […]. Son escándalos y hacen daño”. Es lo que en los ejércitos se llama intendencia, gestiona los servicios que sirven a la Santa Sede. Pero tiene un defecto: Es vaticano-céntrica. Ve y atiende los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica se traslada al mundo que le rodea. Ya en las reuniones de cardenales previas al cónclave, Bergoglio expresó claramente su opinión: “Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico” Así que el que avisa no es traidor y yo, humildemente estoy de acuerdo con él. Quizá no haya sabido verlo expresarlo hasta que Bergoglio/Franciasco me lo ha hecho ver, pero la Iglesia ha sido en muchos siglos de su vida autorreferencial y teológicamente narcisista, al mismo tiempo que Santa. Creo que muchos grandes santos estarían de acuerdo. No comparto esta visión y haré todo lo que pueda para cambiarla. La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del Pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos que tienen a su cargo muchas almas, están al servicio del Pueblo de Dios. La Iglesia es esto, una palabra distinta, no por casualidad, de la Santa Sede que tiene una función importante pero está al servicio de la Iglesia. Yo no podría tener total fe en Dios y en su Hijo si no me hubiese formado en la Iglesia, y tuve la fortuna de encontrarme en Argentina, en una comunidad sin la cual yo no hubiera tomado conciencia de mí mismo y de mi fe".

¿Usted sintió su vocación desde joven?

"No, no muy joven. Tendría que haber tenido otra ocupación según mi familia, trabajar, ganar algún dinero. Fui a la universidad. Tuve una profesora de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí también aquella concepción tan materialista. Me acuerdo que me dio el comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg[1] que fueron condenados a muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada, torturada y asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en Argentina".

¿El comunismo lo sedujo?

"Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de la Iglesia".
 Este sería otro de los temas de los que me encantaría hablar con el Papa Francisco. Coincido con él en que se pueden encontrar en la DSI cosas que atestiguan ciento influjo del comunismo cuyo materialismo, por otra parte, condena drásticamente (Cosa que no hace con la esencia del capitalismo). Lo que ocurre es que yo lo lamento profundamente (me refiero al influjo de ciertas ideas comunistas en la DSI) y añoro una DSI que se base en la Escuela de Salamanca del siglo XVI que, a mi entender, comprendió mucho mejor la naturaleza del libre mercado de lo que hace la DSI.

La teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó, estaba bastante presente en América Latina.

"Sí, muchos de sus exponentes eran argentinos".

¿Usted piensa que fue justo que el Papa la combatiese?

"Ciertamente daban un seguimiento político a su teología, pero muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad".
También sobre esto me gustaría una amplia conversación con el Papa Francisco.

Santidad, ¿me permite contarle algo sobre mi formación cultural? Fui educado por una madre muy católica. Con 12 años gané un concurso de catecismo entre todas las parroquias de Roma y recibí un premio del Vicariado, comulgaba el primer viernes de cada mes, en fin, practicaba la liturgia y creía. Pero todo cambió cuando entré en el Liceo. Leí, entre otros textos de filosofía que estudiábamos, el "Discurso del Método" de Descartes, y me afectó mucho la frase que hoy se ha convertido en un icono: "Pienso, luego existo", el yo se convirtió en la base de la existencia humana, la sede autónoma del pensamiento.

"Descartes, sin embargo, nunca renegó de la fe en el Dios trascendente".

Es verdad, pero puso la base de una visión totalmente distinta, y a mí me encaminó a otro camino que, corroborado por otras lecturas, me llevó al otro lado.

"Usted, por lo que he entendido, no es creyente pero no es anticlerical. Son dos cosas muy distintas".

Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro con un clerical.

Sonríe y me dice: "Me pasa a mí también, cuando tengo enfrente a un clerical, me convierto en anticlerical de repente. El clericalismo no tiene nada que ver con el cristianismo.
Estoy totalmente de acuerdo con el Papa y a mí me pasa lo mismo. Siempre y cuando se defina bien qué es eso del clericalismo. A mí me parece una buena distinción entre clericalismo y cristianismo lo que dice André Frossard, un comunista converso al cristianismo:La Iglesia es una institución divina porque es Dios quien le confía las almas, y no al contrario, como piensan ciertos burócratas de sacristía tomar la parte por el todo: las pilas de agua bendita de San Pedro, por el lago de Tiberíades; la teoría de los canónigos capitulares de Nôtre-Dame, por la Iglesia”. San Pablo fue el primero en hablarle a los Gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero que nos lo enseñó".

¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted siente más cercanos a su alma y sobre los que se formó su experiencia religiosa?

"San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra religión y de nuestro credo. No se puede ser un cristiano consciente sin San Pablo. Tradujo la predicación de Cristo a una estructura doctrinaria que, ya sea con las actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos, pastores de almas, resistió y resiste después de dos mil años. Después Agustín, Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?"

Francisco -me sea permitido llamar al Papa así porque es él mismo el que te lo sugiere por como habla, como sonríe, por sus exclamaciones de sorpresa o de corroboración- me mira como para animarme a plantearle las preguntas más escabrosas o más embarazosas relacionadas con la Iglesia. Así que le pregunto: De Pablo me ha explicado la importancia del papel que desarrolló, pero quisiera saber entre los que ha nombrado a quien siente más cercano a su alma.

"Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden hacer si se habla de deportes o de cosas parecidas. Podría decirle el nombre de los mejores futbolistas de Argentina. Pero los santos..."

Se dice que se "bromea con los bribones" ¿Conoce el dicho?

"Exacto. Sin embargo, no quiero evitar la pregunta porque usted no me ha pedido una lista sobre la importancia cultural o religiosa sino quién está más cerca de mi alma. Le contesto: Agustín y Francisco".

¿No Ignacio, de cuya orden proviene?

"Ignacio, por comprensibles razones, es el que conozco mejor que los demás. Fundó nuestra orden. Le recuerdo que de esa orden venía también Carlo María Martini, muy querido para usted y para mí. Los jesuitas fueron, y siguen siendo todavía, la levadura -no la única pero quizás la más eficaz- de la catolicidad: cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice.
La Compañía de Jesús, desde el principio de su historia, ha estado en el límite de la periferia, de romper moldes que se transformaban en doctrinas humanas. Cierto que a veces se ha pasado y, tal vez, este momento de la historia sea uno de esos en los que se ha pasado un poco, pero, bendita sea una orden de frontera, de límite. Así la quiso, creo, san Ignacio. Pero Ignacio que fundó la Compañía era también un reformador y un místico. Sobre todo un místico".

¿Piensa que los místicos son importantes en la Iglesia?

"Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una filosofía".
O peor, una burocracia.

¿Usted tiene una vocación mística?

"¿A usted qué le parece?"

Me parece que no.

"Probablemente tenga razón. Adoro a los místicos; también Francisco por muchos aspectos de su vida lo fue, pero no creo tener esa vocación, y después es necesario comprender bien el significado profundo de la palabra. El místico consigue despojarse del hacer, de los hechos, de los objetivos y hasta de la pastoralidad misionera y se alza para alcanzar la comunión con las bienaventuranzas.
Comunión con las bienaventuranzas que es condición sine qua non para la evangelización y la predicación. Breves momentos pero que llenan toda la vida".

¿A usted le ha sucedido alguna vez?

"Raramente. Por ejemplo, cuando el cónclave me eligió Papa. Antes de la aceptación pedí poder retirarme algún minuto en la sala que está al lado de la del balcón sobre la plaza. Mi cabeza estaba vacía completamente y me había invadido una gran inquietud. Para hacerla pasar y relajarme cerré los ojos y desapareció todo pensamiento, también el de rechazar esta carga, como además el procedimiento litúrgico permite. Cerré los ojos y ya no sentí ninguna ansiedad o emotividad. En un cierto punto me invadió una gran luz, duró un segundo pero me pareció larguísimo. Después la luz se disipó y me levanté de repente y me dirigí a toda prisa a la estancia donde me esperaban los cardenales y hacia la mesa donde me esperaba el acta de aceptación. La firmé, el cardenal Camarlengo también y después en el balcón se dio el ‘Habemus Papam'".

[…]

¿Usted se siente tocado por la gracia?

"Esto no puede saberlo nadie. La gracia no forma parte de la conciencia, es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no la de sabiduría o de razón. También usted, sin su conocimiento, puede ser tocado por la gracia".

¿Sin fe? ¿Sin creer?

"La gracia está relacionada con el alma".

Yo no creo en el alma.

"No cree pero la tiene".

Santidad, me dicho que usted no tiene intención de convertirme y creo que no lo conseguiría.

"Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención".
Francisco ha llegado magistralmente al punto que había contrapuesto al proselitismo. Cito su frase: “Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el ‘Bien’”. Este es el “relativismo” y el “antiproselitismo” del Papa Francisco.


¿Y Francisco?

"Es grandísimo porque es todo. Un hombre que quiere hacer, quiere construir, funda una orden y sus reglas, es itinerante misionero, es poeta y profeta, es místico, se dio cuenta de su propio mal y salió de él, ama la naturaleza, los animales, la brizna de hierba del prado y los pájaros que vuelan en el cielo, pero sobre todo, ama a las personas, a los niños, a los viejos, a las mujeres. Es el ejemplo más luminoso del agapé del que hablábamos antes".

Tiene razón, Santidad, la descripción es perfecta. ¿Pero por qué ninguno de sus predecesores eligió su nombre? Y yo creo que, después de usted, ningún otro lo hará.

"Esto no lo sabemos, no hagamos hipótesis sobre el futuro. Es verdad, nadie antes que yo lo eligió.

[…]

"Francisco quería una orden mendicante y también itinerante. Misioneros en busca de encontrar, escuchar, dialogar, ayudar, difundir la fe y el amor. Sobre todo amor. Y quería una Iglesia pobre que atendiese a los demás, que recibiese ayuda material y lo usase para sostener a los demás. Han pasado 800 años desde entonces y los tiempos han cambiado mucho, pero el ideal de una Iglesia misionera y pobre sigue siendo válido. Esta es, por tanto, la Iglesia que predicaron Jesús y sus discípulos".
Ni más ni menos que ésta.

Ustedes los cristianos son una minoría ahora. Incluso en Italia, que se define como el jardín del Papa, los católicos practicantes están, según algunos sondeos, entre el 8 y el 15%. Los católicos que dicen serlo pero que de hecho lo son poco son un 20%. En el mundo existen unos mil millones de católicos y con las otras Iglesias cristianas superan el mil quinientos millones, pero el planeta tiene entre 6 y 7 mil millones de personas. Son muchos ciertamente, especialmente en África y en América Latina, pero siguen siendo minoría.

"Lo hemos sido siempre pero este no es el tema que nos ocupa. Personalmente creo que esto de ser una minoría es además, una fuerza. Debemos ser semilla de vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más pequeña que la cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella. Me parece haber dicho antes que nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la desesperación, de la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrirnos hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz.
No puedo más que decir ¡Olé! El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces, se hizo muy poco en esa dirección. De esto me gustaría también hablar con el Papa Francisco. Me parece un tanto injusto decir que se ha hecho muy poco en esta dirección. Sería olvidar la ingente labor misionera de Juan Pablo II, el valor de Benedicto XVI para tomar por los cuernos el toro de la pederastia por un lado y el del diálogo con los intelectuales ateos como Habermas por otro. Entre otras cosas, su elección como pontífice (la del Papa Francisco) hubiese sido impensable sin un Juan Pablo II y un Benedicto XVI. Yo tengo la humildad y la ambición de querer hacerlo". ¡Que el Espíritu Santo le ilumine y la de fuerza!

También porque -me permito añadir- la sociedad moderna en todo el planeta atraviesa un momento de crisis profunda y no solo económica sino social y espiritual. Usted, al comienzo de nuestro encuentro describió una generación aplastada por el presente. También los no creyentes sentimos este sufrimiento casi antropológico. Por esto nosotros queremos dialogar con los creyentes y con los que mejor les representan.

"Yo no sé si soy el que mejor les representa, pero la Providencia me ha puesto en la guía de la Iglesia y de la diócesis de Pedro. Haré todo lo posible para cumplir el mandato que se me ha confiado".
Otra vez, ¡que el Espíritu Santo le ilumine y le de fuerza!

Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le parece que esto se ha hecho realidad?

"Por desgracia no. El egoísmo ha aumentado y el amor hacia los demás ha disminuido".
También de esto me gustaría hablar con el Papa Francisco, porque no creo que esto sea así. La esclavitud ha desaparecido en la mayor parte del mundo, el racismo se ha atenuado, hay un sentimiento de solidaridad mucho mayor que en cualquier otra época de la historia y lo mismo pasa con el belicismo. Por otro lado, y aunque queda muchísimo por recorrer, la pobreza ha disminuido en el mundo, etc. Nada peor podría haber que la autocomplacencia, pero tampoco se puede no ver estos movimientos seculares. Creo que no me equivoco si digo que si comparamos el mundo en intervalos de 50 años, cualquiera tiempo pasado fue peor.

Este es el objetivo que nos une: al menos igualar estos dos tipos de amor. ¿Su Iglesia está preparada para aceptar este reto?

"¿Usted que cree?".

Creo que el amor por el poder temporal es todavía muy fuerte entre los muros vaticanos y en la estructura institucional de toda la Iglesia. Creo que la Institución predomina sobre la Iglesia pobre y misionera que usted quiere.

"Las cosas están así, de hecho, y en este tema no se hacen milagros. Le recuerdo que también Francisco en su época tuvo que negociar largamente con la jerarquía romana y con el Papa para que se reconociesen las reglas de su orden. Al final obtuvo la aprobación pero con profundos cambios y compromisos". […] Muy a menudo, la Iglesia como institución ha sido dominada por el temporalismo y muchos miembros y altos exponentes católicos tienen todavía esta forma de pensar.
No es una concesión retórica para introducir la siguiente pregunta en la que el Papa se transforma hábilmente en entrevistador, no. Es una realidad histórica. Pero ahora, déjeme que le haga una pregunta: Usted, laico no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es un escritor y pensador. Creerá en algo, tendrá algún valor dominante. No me responda con palabras como honestidad, la búsqueda, la visión del bien común; todos principios y valores importantes, pero no es esto lo que le pregunto. Le pregunto qué piensa de la esencia del mundo, del universo. Se preguntará ciertamente, todos lo hacemos, de dónde venimos, a dónde vamos. Se las plantea hasta un niño ¿Y usted?

Le agradezco esta pregunta, la respuesta es esta: Creo en el Ser, es decir en el tejido del cual surgen las formas, los Entes.

"Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es mi Ser. ¿le parece que estamos muy lejos?".
Yo tampoco creo en un Dios católico. Si creyese en un Dios católico entraría en la absurda dinámica de cuál es la religión verdadera. Dios es Dios. Un Dios encarnado en Jesucristo para unir a través de Él a todos los hombres, no para separarlos en una religión más. Si se quiere, católico en el sentido de universal, no en el de una religión.

Estamos lejos en el pensamiento, pero similares como personas humanas, animadas por nuestros instintos que se transforman en pulsiones, sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En esto somos parecidos.

"Pero lo que ustedes llaman el Ser, ¿lo define como lo piensa?".
De forma magistral el Papa inquiere concreción, en esta necesidad de “conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea”, en esta búsqueda de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el ‘Bien’”.

El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero indestructible y en eterno caos. De esa energía emergen las formas cuando la energía llega al punto de explosión. Las formas tienen sus leyes, sus campos magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan, finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente el único animal dotado de pensamiento, al menos en nuestro planeta y sistema solar. He dicho que está animado por instintos y deseos pero añado que tiene dentro de sí una resonancia, un eco, una vocación de caos.

"Bien. No quería que me hiciese un resumen de su filosofía y me ha dicho bastante. Observo por mi parte que Dios es luz que ilumina las tinieblas y que aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de nosotros.
Chispa que se convierte en llama con el amor, no con el proselitismo. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra especie termine, no terminará la luz de Dios que en ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos". Este es el camino.

Sí, lo recuerdo bien, dijo "toda la luz será en todas las almas", lo que, si puedo permitirme decir, da más una imagen de inmanencia que de trascendencia.

"La trascendencia permanece porque esa luz, toda en todos, trasciende el universo y las especies que en esa fase lo pueblen. Pero volvamos al presente. Hemos dado un paso adelante en nuestro diálogo. Hemos constatado que en la sociedad y en el mundo en el que vivimos el egoísmo ha aumentado más que el amor por los demás, y que los hombres de buena voluntad deben actuar, cada uno con su propia fuerza y competencia, para hacer que el amor por los demás aumente hasta igualarse e incluso superar el amor por nosotros mismos".
Más arriba dije que, en la frase en la que algunos han querido ver “relativismo” por parte del Papa, echaba en falta la referencia a los hombres de buena voluntad que creía implícita. Aquí está explicitada.

Por tanto también la política está llamada a la causa.

"Seguramente. Personalmente pienso que el llamado capitalismo salvaje no hace sino volver más fuertes a los fuertes, más débiles a los débiles y más excluidos a los excluidos.
Ya he dicho varias veces que este es un tema del que me gustaría hablar con el Papa porque no veo como él el capitalismo. Al contrario, creo que sólo el capitalismo podrá acabar algún día con el hambre y la pobreza. Tampoco estoy de acuerdo con el tópico del capitalismo salvaje que podría aplicarse, con reservas al naciente capitalismo del siglo XIX. Por supuesto que el capitalismo también tiene muchas cosas que debe mejorar, pero no ver su evolución desde su versión decimonónica a la del siglo XXI es no ver la realidad sino los estereotipos. Cuando uno lee la encíclica “Quadragesimo anno”, escrita en 1931 por Pío XI, no puede uno dejar de pensar que si este Papa levantase la cabeza, no podría creerse la evolución positiva seguida desde el capitalismo de su época hasta el actual. Si hay algo perverso en el capitalismo de hoy es lo que alguien ha llamado el capitalismo de compinches, en vías de extinción en los países desarrollados aunque aún muy poderoso, y generalmente asociado con el Estado, en los países en vías de desarrollo. Hace falta gran libertad, ninguna discriminación, nada de demagogia y mucho amor. Hacen falta reglas de comportamiento y también, si fuera necesario, intervenciones directas del Estado para corregir las desigualdades más intolerables".

[…]

[…] Sobre el poder le digo: ¿sabe que a los veinte años hice un mes y medio de ejercicios espirituales con los jesuitas? Estaban los nazis en Roma y yo había desertado del reclutamiento militar. Podríamos ser castigados con la pena de muerte. Los jesuitas nos acogieron con la condición de que hiciéramos los ejercicios espirituales durante todo el tiempo que estuvimos escondidos en su casa, y así fue.

"Pero es imposible resistir un mes y medio de ejercicios espirituales", dice él estupefacto y divertido. Lo contaré la próxima vez.

Nos abrazamos. Subimos la breve escalera que nos separa del portón. Pido al Papa que no me acompañe pero él lo rechaza con un gesto. "Hablaremos también del papel de las mujeres en la Iglesia. Le recuerdo que la Iglesia es femenina". Y hablaremos si usted quiere también de Pascal. Me gustaría saber qué piensa usted de esta gran alma.
Otra vez cito palabras anteriores del Papa: “A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos”. Ya lo está haciendo con Scalfari.

"Lleve a todos sus familiares mi bendición y pídales que recen por mí. Piense en mí, piense a menudo en mí".
Observación sutil. Le pide que pida a sus familiares, que le ha dicho antes que son creyentes, que recen por él. Un amigo mío, que conoce bien al Papa, y que le veía a menudo cuando era el Arzobispo de Buenos Aires, me dice que cada vez que se despedía de él le decía (Bergoglio a mi amigo) “Rece y haga rezar por mí”. Sin embargo, a Scalfari le dice que piense mucho en él. A lo mejor, aún siendo ateo, acaba rezando por él.

Nos estrechamos la mano y él se queda quieto con los dos dedos en alto en signo de bendición. Yo lo saludo desde la ventanilla.

Este es el Papa Francisco. Si la Iglesia se vuelve como él la piensa y la quiere habrá cambiado una época.
¡Ya lo creo! ¡Ojalá!

Toca ahora el punto 4º que es el texto íntegro de Sandro Magister, a mi entender ecuánime y equilibrado, pero al que añado algún comentario, también en diferente tipografía:


El cambio de Francisco

Ha desvelado el verdadero programa de su pontificado en dos entrevistas y una carta a un intelectual ateo. Respecto a los Papas que le han precedido, la separación es cada vez más neta, tanto en las palabras como en los hechos.

de Sandro Magister

ROMA, 3 de octubre de 2013 – La primera reunión en estos días de los ocho cardenales llamados a consulta por el Papa Francisco, y su visita mañana a Asís, la ciudad del Santo del que ha tomado el nombre, son actos que, ciertamente, caracterizan este inicio de pontificado.

Pero lo que más ha caracterizado la definición de su línea han sido cuatro acontecimientos mediáticos del mes pasado:

- la entrevista del Papa Jorge Mario Bergoglio  en "La Civiltà Cattolica",

- su carta de respuesta a las preguntas que le ha dirigido públicamente Eugenio Scalfari,   fundador del principal periódico laico italiano, "la Repubblica",

- el sucesivo coloquio-entrevista con el mismo Scalfari

- y la otra carta, respuesta a otro campeón del ateísmo militante, el matemático Piergiorgio Odifreddi, escrita no por el Papa actual sino por su predecesor, el Papa emérito.

La persona interesada en entender qué dirección quiere tomar Francisco y en qué se distancia de Benedicto XVI y de los otros Papas que le han precedido, sólo tiene que estudiar y confrontar estos cuatro textos.

En la entrevista del Papa Bergoglio en "La Civiltà Cattolica" hay un pasaje que ha sido percibido universalmente como un claro cambio de línea, no sólo respecto a Benedicto XVI, sino también a Juan Pablo II:

"No podemos insistir sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero cuando se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar. Las enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes. Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte es lo que más apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de Emaús. Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio".

Sin duda, el Papa Francisco es muy consciente de que también para los dos Papas que le han precedido la prioridad absoluta era el anuncio del Evangelio; que para Juan Pablo II la misericordia de Dios era tan esencial que le dedicaba un domingo del año litúrgico; que Benedicto XVI escribió precisamente sobre Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, el libro de su vida como teólogo y pastor; que, en resumen, nada de todo esto le divide de ellos.

Francisco sabe también que la misma consideración vale para esos obispos que, más que otros, han actuado en sintonía con los dos Papas que le han precedido. En Italia, por ejemplo, el cardenal Camillo Ruini, cuyo "proyecto cultural" se ha desarrollado con eventos fundados en Dios y en Jesús.

Sin embargo, tanto para Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, como para pastores como Ruini o en los Estados Unidos los cardenales Francis George y Timothy Dolan, existía la intuición de que el anuncio del Evangelio, hoy, no podía separarse de una lectura crítica acerca de la nueva visión del hombre que se estaba desarrollando, -en radical contraste con el hombre creado por Dios a su imagen y semejanza- y, por tanto, de la consiguiente acción de guía pastoral.

Es aquí donde el Papa Francisco se separa. En su entrevista en "La Civiltà Cattolica" hay otro pasaje clave. Cuando el padre Antonio Spadaro le pregunta sobre el actual "desafío antropológico", él responde de manera elusiva. Muestra no aferrar la gravedad histórica del cambio de civilización analizado y contestado con fuerza por Benedicto XVI y, antes, por Juan Pablo II. Muestra su convencimiento de que vale más responder a los desafíos del presente con el simple anuncio del Dios misericordioso, ese Dios "que hace surgir su sol sobre los malos y los buenos, y que hace llover sobre los justos y los injustos".

En Italia, pero no sólo en este país, fue el cardenal y jesuita Carlo Maria Martini  la persona que representaba esta tendencia alternativa a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y al cardenal Ruini.

En los Estados Unidos esta tendencia la representaba el cardenal Joseph L. Bernardin, antes de que el liderazgo de la conferencia episcopal pasara a los cardenales George y Dolan, muy fieles a Wojtyla y Ratzinger.

Los seguidores y animadores de Martini y Bernardin ven hoy en Francisco al Papa que da cuerpo a sus expectativas de revancha.
Revancha me parece una palabra dura. No creo que en las diferencias que pueda haber en la distinta forma de entender la pastoral del Papa Francisco o de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, pueda hablarse de revancha.

Y del mismo modo que el cardenal Martini era y sigue siendo muy popular también entre la opinión pública externa y hostil a la Iglesia, asimismo sucede con el Papa actual.
El hecho de ser popular entre la opinión pública externa, incluso aunque sea hostil a la Iglesia, en sí mismo, no tiene, me parece, ningún carácter descalificativo, siempre que para serlo no se traicione la esencia del mensaje de Cristo y del Magisterio la Iglesia.

*

El intercambio epistolar y el sucesivo coloquio entre Francisco y el ateo profeso Scalfari ayudan a explicar esta popularidad del Papa también "in partibus infidelium".

Un pasaje del artículo del 7 de agosto pasado, en el cual Scalfari le dirigía unas preguntas, nos muestra la idea positiva que el fundador de "la Repubblica" se había hecho del Papa actual:

“Su misión contiene dos novedades escandalosas: la Iglesia pobre de Francisco, la Iglesia horizontal de Martini. Y una tercera: un Dios que no juzga, sino que perdona. No hay condena, no hay infierno”.
Esto de que no hay condena y no hay infierno no ha salido nunca ni de la boca ni de la pluma del Papa Francisco. Que Scalfari diga eso en su artículo del 7 de Agosto, cuando todavía no había cruzado una sola palabra ni una sola línea de texto con el Papa, es un problema de Scalfari, no del Papa.

La carta de respuesta del Papa Bergoglio, recibida y publicada, ha sido comentada por Scalfari, quien ha añadido esta otra consideración grata:

"No se había visto nunca hasta ahora, en la cátedra de Pedro, una apertura hacia la cultura moderna y laica de esta amplitud, una visión tan profunda entre la conciencia y su autonomía".
Puede que no se haya visto nunca. Pero, ¿es eso malo? Recuerdo una frase de un libro de Jean Guitton que decía: Es necesario que se restablezca la armonía entre los modernos sin fe y los creyentes sin modernidad. Hace falta que los primeros se reencuentren con Dios. Pero hace también falta que los segundos caminen hacia delante sobre la tierra” Es evidente que este Papa ha optado por esa segunda vía. Pues ojalá le ayude el Espíritu Santo.

Cuando afirmaba esto, Scalfari se refería en particular a lo que el Papa Francisco le había escrito sobre el primado de la conciencia:

“La cuestión está en obedecer a la propia conciencia. El pecado, también para quien no tiene fe, existe cuando se actúa contra la conciencia. Escuchar y obedecer a la conciencia significa, de hecho, decidirse frente a lo que es percibido como bien o como mal. Y sobre esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar”.

El Papa Francisco no había añadido nada más. Y algunos lectores astutos se preguntaron cómo se podía unir esta definición tan subjetiva de la conciencia, -según la cual el individuo aparece como la única instancia de la decisión-, con la idea de conciencia como camino del hombre hacia la verdad, idea profundizada durante siglos de reflexión teológica, desde Agustín a Newman, y confirmada con fuerza por Benedicto XVI.

Pero en el sucesivo coloquio con Scalfari, el Papa Francisco ha sido aún más drástico reduciendo la conciencia a un acto subjetivo:

"Cada uno de nosotros tiene su propia visión del bien y del mal, y debe elegir seguir el bien y combatir el mal como él mismo conciba. Bastaría esto para cambiar el mundo".
Seguir el bien y combatir el mal es la definición de la virtud. Efectivamente, cada uno de nosotros, en la mayoría de las situaciones de nuestra vida, que se nos presentan bajo circunstancias a menudo confusas, actuamos dirigidos por nuestra conciencia. Sería deseable que todos los hombres conociesen ese Bien cierto. Pero el Papa ve que muchos hombres de buena voluntad, que no lo conocen con certeza, tienen una conciencia recta y, desde luego, si todos nosotros actuásemos haciendo lo que nuestra conciencia, no nuestra conveniencia, nos dictase como bueno, cambiaríamos el mundo. Francisco no está haciendo un tratado de ética, sino una guía de actuación que pueda tener lugares de encuentro para todos los hombres de buena voluntad.

No sorprende, por tanto, que el ilustrado ateo Scalfari haya escrito que "compartía perfectamente" estas palabras de Bergoglio sobre la conciencia.
A mí, desde luego, no me sorprende, pero sí me agrada que así sea.

Como tampoco nos sorprende su acogida complacida de estas otras palabras del Papa, casi un programa del nuevo pontificado, o sea, "el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí":

"Nuestro objetivo no es el proselitismo, sino escuchar a los necesitados, a los deseosos, las desilusiones, la desesperación, la esperanza. Tenemos que devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los ancianos, abrir al futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Tenemos que incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II, inspirado por el Papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y dialogo con los no creyentes. Se hizo muy poco después en esta dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de querer hacerlo".
Comentado más arriba en la entrevista con Scalfari.

No hay nada en este programa de pontificado que no sea aceptado por la opinión laica dominante. También el juicio de que Juan Pablo II y Benedicto XVI han hecho "muy poco" para abrir al espíritu moderno está en línea con dicha opinión.
También he dicho antes que esto no me parece justo y que sería una de las cosas de las que me gustaría hablar con el Papa Francisco. El secreto de la popularidad de Francisco está en la generosidad con la que se concede a las expectativas de la "cultura moderna", y en la astucia con la que evita aquello que puede convertirse en signo de contradicción. ¿Tal vez Francisco sea astuto como serpiente y sencillo como paloma, que es como dice el Evangelio que hay que ser? ¿Tal vez siga el ejemplo de san Pablo?: “Siendo como soy, plenamente libre, me he hecho esclavo de todos para ganar a todos los que pueda. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que viven bajo la ley de Moisés, yo, que no estoy bajo esa ley, vivo como si lo estuviera, a ver si los gano. Con los que están sin ley, yo, que no estoy sin ley de Dios, pues mi ley es Cristo, vivo como si estuviera sin ley, a ver si también a estos los gano. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles. He tratado de adaptarme lo más posible a todos, para salvar como sea a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio, del cual deseo participar” (1 Corintios 9, 19-23) ¿Le podemos conceder al menos ese beneficio de la duda o lo consideramos directamente un dilapidador de la recta doctrina?

También en esto él se separa decididamente de sus predecesores, incluido Pablo VI. Hay un pasaje en la homilía del que era entonces arzobispo de Múnich, Ratzinger, y que pronunció a la muerte del Papa Giovanni Battista Montini, el 10 de agosto de 1978, que es extraordinariamente esclarecedor, también por su llamamiento a la conciencia "que se mide sobre la verdad":

"Un Papa que hoy no sufriera críticas fracasaría en su tarea ante este tiempo. Pablo VI ha resistido a la telecracia y a la demoscopia, las dos potencias dictatoriales del presente. Pudo hacerlo porque no tomaba como parámetro el éxito y la aprobación, sino la conciencia, que se mide según la verdad, según la fe. Es por esto que en muchas ocasiones buscó el acuerdo: la fe deja mucho abierto, ofrece un amplio espectro de decisiones, impone como parámetro el amor, que se siente en obligación hacia el todo y, por tanto, impone mucho respeto. Por ello pudo ser inflexible y decidido cuando lo que se ponía en juego era la tradición esencial de la Iglesia. En él, esta dureza no se derivaba de la insensibilidad de aquellos cuyo camino lo dicta el placer del poder y el desprecio de las personas, sino de la profundidad de la fe, que le hizo capaz de soportar las oposiciones".
Magnífica semblanza de Pablo VI hecha por Ratzinger, pero, ¿tiene el espíritu Santo que soplar siempre en la misma dirección?

*

Confirmando lo que separa al Papa Francisco de sus predecesores ha llegado la carta con la que Ratzinger-Benedicto XVI –rompiendo su silencio tras la dimisión– ha respondido al libro "Caro papa, ti scrivo" (“Estimado Papa, te escribo”) publicado en 2011 por el matemático Piergiorgio Odifreddi.

Los dos últimos Papas dialogan gustosamente con ateos profesos y líderes laicos de opinión, pero lo hacen de forma muy distinta. Si por su parte Francisco esquiva las piedras del escándalo, Ratzinger, en cambio, las resalta.

Basta leer este pasaje de su carta a Odifreddi:

"Lo que Usted dice sobre la figura de Jesús no es digno de su rango científico.  Si Usted plantea la cuestión como si de Jesús, en fondo, no se supiera nada y de Él, como figura histórica, nada fuese comprobable, entonces sólo puedo invitarle, de modo decidido, a que se vuelva Usted un poco más competente desde el punto de vista histórico. Para esto le recomiendo, sobre todo, los cuatro volúmenes que Martin Hengel (exegeta de la Facultad Teológica Protestante de Tübingen) ha publicado junto a Maria Schwemer: es un excelente ejemplo de precisión y de amplísima información histórica. Frente a esto, lo que Usted dice sobre Jesús es un hablar irreflexivo que no debería repetir. Que en la exégesis se hayan escrito también muchas cosas poco serias es, desgraciadamente, un hecho incontestable. El seminario americano sobre Jesús que Usted cita en las páginas 105 y siguientes confirman, de nuevo, lo que Albert Schweitzer había observado sobre la Leben-Jesu-Forschung (investigación sobre la vida de Jesús), es decir, que el llamado 'Jesús histórico' es generalmente el espejo de las ideas de los autores. Dichas formas fallidas de trabajo histórico no comprometen, sin embargo, la importancia de la investigación histórica seria, que nos ha llevado a conocimientos verdaderos y seguros sobre el anuncio y la figura de Jesús".

Y más adelante:

"Si Usted quiere sustituir a Dios con 'La Naturaleza', queda la pregunta quién o qué es esta naturaleza. En ningún sitio Usted la define y parece, por tanto, como una divinidad irracional que no explica nada. Sin embargo, quisiera sobre todo señalar que en su religión de la matemática no se consideran tres temas fundamentales de la existencia humana: la libertad, el amor y el mal. Me maravillo que Usted, con un solo gesto, liquide la libertad que, sin embargo, ha sido y es el valor portante de la época moderna. El amor, en su libro, no aparece y tampoco sobre el mal hay ninguna información. Cualquier cosa que la neurobiología diga o no diga sobre la libertad, en el drama real de nuestra historia ella está presente como realidad determinante, y debe ser tomada en consideración. Pero su religión matemática no conoce ninguna información sobre el mal. Una religión que deja de lado estás preguntas fundamentales se queda vacía”.

"Mi crítica a su libro en parte es dura. Pero la franqueza forma parte del diálogo; sólo así puede crecer el conocimiento. Usted ha sido muy franco y aceptará que yo también lo sea. No obstante, en cualquier caso, valoro de manera muy positiva el hecho de que Usted, mediante su confrontación con mi 'Introducción al cristianismo', haya buscado un diálogo tan abierto con la fe de la Iglesia católica y que, a pesar de todos los contrastes, en el ámbito central, no falten del todo las convergencias".
¡Bien por Benedicto XVI! Pero, ¿Es esa la única forma de actuar?

*

Hasta aquí las palabras. Pero lo que distancia entre ellos a los dos Papas son también los hechos.

La prohibición conminada por el Papa Bergoglio a la congregación de los frailes franciscanos de la Inmaculada de celebrar la misa en rito antiguo ha sido una efectiva restricción de esa libertad de celebrar en dicho rito que Benedicto XVI había asegurado a todos.

Por conversaciones con sus visitantes, resulta que el mismo Ratzinger ha visto en dicha restricción un "vulnus" a su motu proprio del 2007 "Summorum pontificum".
En la entrevista a "La Civiltà Cattolica", Francisco ha liquidado la liberalización del rito antiguo decidida por Benedicto XVI como una simple "elección prudencial ligada a la ayuda hacia algunas personas que tienen esta sensibilidad", cuando en cambio la intención explícita de Ratzinger –expresada a su tiempo en una carta a los obispos de todo el mundo– era que "las dos formas de uso del rito romano puedan enriquecerse mutuamente".

En la misma entrevista Francisco ha definido la reforma litúrgica postconciliar "un servicio al pueblo como relectura del Evangelio a partir de una situación histórica concreta". Definición fuertemente reductiva respecto a la visión de la liturgia que era propia de Ratzinger teólogo y Papa.

Además, siempre en este campo, Francisco ha sustituido en bloque, el pasado 26 de septiembre, los cinco consultores de la oficina de las celebraciones litúrgicas papales.

Entre los sustituidos está, por ejemplo, el padre Uwe Michael Lang, un liturgista a quien el mismo Ratzinger escribió el prólogo del libro más importante, dedicado a la orientación "al Señor" de la oración litúrgica.

En cambio, entre los liturgistas promovidos hay figuras mucho más proclives a secundar el estilo celebrativo del Papa Francisco, también éste visiblemente alejado de la inspirada "ars celebrandi" de Benedicto XVI.
¿Por qué me extraña que el Papa emérito diga a sus visitantes que considera que el Papa ha vulnerado su motu proprio? Pero, además, la esencia de la liturgia es el nexo de unión entre la celebración celestial y eterna de la muerte incruenta y resurrección de Cristo por un lado y su  actualización en el tiempo y en la tierra por otro. Ante semejante grandeza, ¿deben servir estas disputas rituales, siempre que la dignidad no esté en juego, como piedras de separación entre los católicos? Algo en mi conciencia me dice que discutir sobre ritos ante tanta grandeza de la liturgia es, parafraseando a un compatriota y tocayo de Francisco, Jorge Cafrune (no hay que olvidar la afición de Jorge Bergoglio por Martín Fierro), como “escuchar las zonceras del que vuela a lo gallina”.

Entro ahora en el punto 5º y último: mis conclusiones “provisionales”. “Provisionales” porque no creo que nunca puedan ser definitivas ante la actuación de un Papa, salvo que hubiese inmoralidades o herejías manifiestas, que no es el caso.

Para mí, la clave está en varias frases de la entrevista del Papa Francisco a las revistas de los jesuitas. En ella dice que el aspecto de la espiritualidad ignaciana que más le ayuda a vivir su ministerio es el discernimiento y, unas líneas más abajo dice:Un discernimiento de este tipo requiere tiempo. Son muchos, por poner un ejemplo, los que creen que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. Se trata del tiempo del discernimiento. Y, a veces, por el contrario, el discernimiento nos empuja a hacer ya lo que inicialmente pensábamos dejar para más adelante. Es lo que me ha sucedido a mí en estos meses[2]”. Y mucho más adelante: “Tenemos que hacer espacio al Señor, no a nuestras certezas, hemos de ser humildes. En todo discernimiento verdadero, abierto a la confirmación de la consolación espiritual, está presente la incertidumbre”. Y, más adelante aún: “Porque Dios está primero, está siempre primero, Dios ‘primerea’. […]. De esta forma, a Dios se le encuentra caminando, en el camino. Y al oírme alguno podría decir que es relativismo. ¿Es relativismo? Sí, si se entiende mal, como una especie de confuso panteísmo. No, si se entiende en sentido bíblico, según el cual, Dios es siempre una sorpresa y jamás se sabe cómo y en donde encontrarlo, porque no eres tú el que fija el tiempo y el lugar para encontrarte con Él. Es preciso discernir el encuentro, y por eso el discernimiento es fundamental”.

Es decir, algo parece que le ha ocurrido al Papa en estos meses, algo que tal vez nadie pueda imaginar, que, aun reconociendo con enorme humildad sus incertidumbres, le ha hecho tomar, con el acelerador pisado a fondo, el camino de romper seguridades demasiado seguras. Y de nosotros pide ayuda para sus incertidumbres. Una ayuda que, sin duda alguna nos va a costar, porque supondrá para nosotros también salir de nuestras zonas de seguridad. No dejar de hacer lo que hacemos, sino hacerlo con otra actitud, dejando que Dios nos sorprenda, que nos rompa los esquemas, que nos “primeree”. Nos está pidiendo una actitud de conversión continua, no de instalación. Me atrevo a decir que este Papa está diciendo a una parte de la Iglesia lo que Cristo le dice en el apocalipsis a la Iglesia de Éfeso: “Conozco tu esfuerzo y tu entereza. Sé que no puedes soportar a los malvados, […] Tienes entereza y has sufrido por mi nombre sin claudicar. Pero he de echarte en cara que has dejado enfriar el amor primero. […] ¡Vuelve al amor primero! […]. Si no lo haces, si no te conviertes, vendré a ti y te arrancaré el candelabro de su puesto. […]. El que tenga oídos, que escuche lo que el Espírirtu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer el árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios”. (Cfr. Apocalipsis 2, 2-7)
.
No es una cuestión de comparar. El valiente Juan XXIII, el atormentado y también valiente Pablo VI, el breve Juan Pablo I, el colosal Juan Pablo II, el teólogo e intelectual, valiente también, Benedicto XVI, han sido Papas magníficos. Pero, ¿hay que compararlos? Siguiendo la broma del Papa me atrevo a afirmar, sin ningún género de dudas, que Cristiano Ronaldo es claramente superior a Messi, aunque seguro que Francisco no estará de acuerdo conmigo. También me gustaría hablar con él de eso (y de ópera y de poesía y de cine y… de tantas cosas). Pero hacer un ranking de Papas… no sé… Ya nos dice el Evangelio que el Espíritu sopla donde quiere, que oímos su rumor, pero no sabemos ni de dónde viene ni a dónde va y que tenemos que nacer cada día de lo alto (Cfr. Juan 3, 3-8). Ese esfuerzo de perplejidad, como el de Nicodemo, es el que el Espíritu Santo nos pide ahora. Este Papa ha venido a traer tiempos fuertes. Nuestro deber es rezar para que el Espíritu le guíe a él, a través de sus confesadas incertidumbres, y para que gracias a su gracia podamos nacer de lo alto cada día para estar a la altura de estos tiempos fuertes que se avecinan. No creo que nuestro deber sea la añoranza de tiempos más confortables, más cómodos y más seguros. Ni hacer un ranking de los últimos Papas. Ni, mucho menos poner palos en los radios de la bicicleta con la que este Papa quiere salir al camino del encuentro con el Dios que primerea.

Si digo una cosa para terminar: Si mañana Cristo viniera a la tierra de nuevo, suavemente, no en la Parusía, de seguro que nos produciría un escándalo importante. A los cristianos no menos que a los ateos. ¿Cómo llevaríamos que nos dijese qué hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por cien justos que no necesitan penitencia? ¿O que nos contase la parábola del hijo pródigo y nos mirase a los ojos cuando hablase del hermano mayor? A Sandro Magister le gustan los papas que han sido piedra de escándalo para los que están fuera de la Iglesia. Parece que este Papa va a ser piedra de escándalo dentro de la Iglesia y eso es más incómodo para los que, tal vez, estemos demasiado instalados.

Terminado de escribir todo lo anterior, ha aparecido otro artículo de Sandro Magister,  también muy crítico, con el título “Las encíclicas tienen un nuevo formato, la entrevista” y otro de un profesor de Teología de la Universidad de Florencia, Pietro De Marco, con el título “Un mensaje ‘líquido’”, a cuchillo. No me meto en ello porque sería el cuento de nunca acabar (tal vez ya lo sea para algunos).



[1] Evidentemente, no se refiere a Alfred Rosenberg, el ideólogo nacionalsocialista, mentor de Hitler, sino al matrimonio Ethel y Julius Rosenberg, comunistas americanos acusados de espionaje y de filtración de información a la URSS sobre la bomba atómica. Fueron condenados a muerte  y ejecutados en la silla eléctrica el 19 de Junio de 1953.
[2] La negrita es mía