27 de febrero de 2016

Beneficencia gratuita, beneficencia interesada

Hace tiempo leí un artículo de Pedro Schwartz en el que expresaba una idea que me pareció interesante y que guardé en mi cabeza para desarrollarla un poco en otro momento. Ese momento es ahora. Venía a decir que hay dos maneras de ejercer la beneficencia[1]. Una, que se podría llamar beneficencia gratuita y otra que podríamos denominar, por contraposición, beneficencia interesada.

La primera se caracteriza por tres atributos:

a)     Proporciona a quien la recibe un bien dado gratuitamente. Es decir, quien la practica no espera nada material a cambio por parte de quien la recibe. Más, suele suponer algún tipo de sacrificio por parte de quien la hace.
b)     Se lleva a cabo con esa intención específica.
c)     Se lleva a cabo con personas identificables. Tal vez no se sabe qué persona concreta la va a recibir, pero sí que van a recibirla, por ejemplo, los niños de un pueblo de Uganda que una determinada ONG, por ejemplo, construya una escuela para que los niños puedan recibir educación.

La segunda, la interesada, carece de estos tres atributos. Casi, casi podría decirse que los contradice.

a)     Se hace con un interés material por parte de quien la hace. Generalmente a cambio de dinero.
b)     La intención fundamental, en general, no es buscar directamente el bien del otro, aunque su práctica suele suponer un bien para ambas partes. Es del tipo ganar-ganar.
c)     Generalmente se diluye en una colectividad anónima.

Por supuesto que no se trata de elegir una u otra, ambas son necesarias y ambas hacen mucho bien. Esta segunda se puede encarnar en la vida profesional y en las empresas. Naturalmente, esta beneficencia se puede pervertir si la intención expresada en a) se basa en el engaño o en dar a la otra parte algo que no vale lo que paga, instaurando una relación yo gano-tú pierdes. En ese caso no merece el excelso nombre de beneficencia. Para que lo merezca se debe basar en la verdad, la transparencia, el respeto a las leyes justas, a los pactos y a los contratos y, naturalmente, en el principio de no maleficencia. Pero hay un dicho que afirma que se puede engañar a mucha gente pocas veces o a poca gente muchas veces, pero no a mucha gente muchas veces. Como todos los dichos populares, éste tiene sus excepciones, pero en líneas generales se cumple. La empresa, en el sentido amplio de la palabra, que pretenda basarse en el engaño, o en la entrega de algo que no tiene para quien lo recibe el valor que paga por ello, suele acabar en la ruina y, si las leyes funcionan como deben, los tramposos en la cárcel.

Por supuesto que la beneficencia gratuita también se puede pervertir por corrupción de la condición a). Hay gente que la práctica, pero está continuamente recordando a quien la recibe que tiene una deuda emocional con él. Además, estas deudas emocionales son las que más daño pueden hacer porque si quien se cree acreedor de esa deuda sabe explotarla, puede llegar a tener a la persona receptora en situación de una deuda perpetua e impagable, haga lo que haga e, incluso, llegar a crear en la persona receptora una profunda sensación de dependencia y de frustración. Y es trágico cuando esta beneficencia se transforma en subsidio. Alguien me dijo un día una frase: “El subsidio genera dependencia, la dependencia genera resentimiento, el resentimiento genera odio y el odio genera violencia”. Quien me la dijo es una persona que ha dedicado su vida en República Dominicana a ayudar a los más pobres a salir de la pobreza mediante microcréditos productivos responsables, sin ánimo de lucro[2]. O sea, que sabía de lo que hablaba. Esa misma persona me dijo otra cosa que merece la pena ser reseñada: “El camino de la beneficencia gratuita (no me lo dijo usando esta expresión, puesto que no había leído el artículo de Pedro Schwartz) está pavimentado de eficiencia”. Y creo que tiene micha razón.

Sobre estas dos formas de beneficencia podría aplicarse el conocido proverbio, un poco modificado por mí, que afirma que el que da un pez a un hombre le da de comer un día, pero el que le vende una caña y le enseña a pescar, aunque le cobre por ello, le da de comer para toda su vida.

Con todo, es evidente que la gente valora más la primera forma de beneficencia que la segunda. Pero lo que no es evidente, es más cabe razonablemente dudarlo, es cuál de las dos genera en el mundo más bien. Yo creo que la segunda. ¿Por qué? Porque la primera está casi siempre sometida a un límite. Nadie puede dar para beneficencia más de lo que tiene. Ni siquiera el que siga al pie de la letra el consejo evangélico de vender todo y dárselo a los pobres –que son pocos los que lo siguen– puede dar cantidades ilimitadas. Por tanto, la beneficencia gratuita tiene un límite. En cambio, la beneficencia interesada es, en principio ilimitada, porque genera riqueza y esa generación, en principio, no tiene límites, aunque lleva su tiempo. Y hay gente que quiere que esa beneficencia interesada haga milagros ¡YA! Y lejos de reconocer lo que ha hecho en los últimos dos siglos, se indigna por lo que todavía no ha hecho o por los fallos que hay en lo que ha hecho. ¡O perfección o nada! Pero el impresionante desarrollo del mundo en los últimos dos siglos se ha producido, con todos los fallos que se quiera, por la beneficencia interesada. Y el hecho de que la pobreza extrema haya bajado en el mundo, por primera vez desde la historia de la humanidad, del 10%, es también, fundamentalmente, debido a la beneficencia interesada, sin negar, por supuesto, a la gratuita, su inmenso valor. Y si los países pobres salen alguna vez de la pobreza, será, sin lugar a dudas, porque en ellos haya seguridad jurídica que permita desarrollarse empresas. Empresas que serían artífices de una beneficencia interesada que disminuiría rápidamente la pobreza.

Es decir, será el capitalismo, como epítome de la beneficencia interesada, el que mitigue la pobreza en el mundo. Cómo no, dirá alguno, Tomás tiene que acabar hablando de la bondad del capitalismo. Es puro utilitarismo. No es así. Es, o puede ser utilitarismo impuro porque el capitalismo puede estar teñido de caridad. Nada, absolutamente nada, hace incompatible una cosa con la otra, el capitalismo con la caridad. Así pues, ¡viva el utilitarismo impuro! Y sí, hablaré una y otra vez de ello, porque lo creo con toda mi alma y porque deseo, también con toda mi alma, que con ello la pobreza en el mundo disminuya. No obstante, como he dicho más arriba, y también he repetido hasta la saciedad, y seguiré repitiendo, la beneficencia interesada del capitalismo puede adulterarse. Pero entre las propias reglas del mercado y la sabia aplicación del código civil y penal, esas adulteraciones pueden, si no evitarse del todo, sí limitarse en una gran medida. Y como hoy estoy de frasecitas, cito una de Alexis de Tocqueville (aunque no tengo la seguridad de que sea suya): “Para que las leyes importantes se cumplan es fundamental que no haya muchas leyes inútiles que no se cumplen”. ¡Bien por Alexis!

Entonces, ¿por qué, tienen más fácilmente las ideas socialista, e incluso las populistas entre la gente que las ideas liberales? También aquí me apoyo en Alexis de Tocqueville. “La gente acepta mejor una mentira simple que una verdad compleja”. ¡Qué cierto! Si alguien dice que la gente más pobre viviría mejor si se duplicase el salario mínimo, la mayoría de la gente acepta esta mentira simple. En cambio, si dice que el despido libre fomenta el pleno empleo, esta verdad como una casa es compleja de entender y requiere una formación libre de los prejuicios simplistas del socialismo, que han calado en gente que no por asomo es socialista. Por tanto, mucha gente no la aceptará. ¿Otro ejemplo? Si alguien dice que una empresa del Estado será capaz de hacer productos más baratos y mejores porque no tiene que generar beneficio, muchísima gente aceptará el simplismo de esta mentira. Pero si dice que las empresas privadas, precisamente porque buscan el beneficio, acabarán haciendo productos mejores y más baratos si se deja actuar al mercado libremente, habrá mucha gente que rechazará esta verdad compleja. Y lo mismo se puede decir si se habla del Estado subvencionador del Estado del Bienestar tal y como lo entendemos en Europa y de miles de cosas más que forman el credo socialista y socialdemócrata.

Pero bueno, como soy un poco masoca, me divierte predicar en el desierto. Además, siempre queda algo.



[1] La palabra beneficencia la empleo aquí en su sentido etimológico, “hacer el bien” no en el sentido coloquial de “caridad” (palabra, a su vez, mal entendida en el sentido coloquial).
[2] Por supuesto, las actividades de microcréditos –o más ampliamente microfinanzas, porque se ofrecen facilidades e microahorro o de microseguros–, que en general no tienen ánimo de lucro, prestan dinero con un interés y exigen su devolución. Es la manera de que la actividad sea no sólo sostenible, sino que permita llegar a más gente cada vez. Es una excelente manera de hacer beneficencia gratuita.

25 de febrero de 2016

Frases 25-II-2015

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

La gente acepta mejor una mentira simple que una verdad compleja

Alexis de Tocqueville

Y puntualizo yo, y creo que Tocqueville me daría la razón: Por eso tienen más éxito las ideas socialistas que las liberales. Y también por eso el agnosticismo gana terreno a la fe.


21 de febrero de 2016

Ondas gravitatorias, ¡otro gran éxito de Einstein!

Einstein, al igual que el Cid, sigue ganando batallas después de muerto. Impresiona que él solito desarrollase una teoría como la Teoría General de la Relatividad (TGR) que haya hecho predicciones que, hasta ahora, siempre se han cumplido. Hace unos años la comunidad científica se revolvió porque alguien afirmó que había medido desplazamientos de unas partículas llamadas neutrinos a velocidades superiores a las de la luz cosa que, según la TGR es imposible. Los periodistas se dispararon con titulares sensacionalistas del estilo de “Einstein estaba equivocado. Científicos demuestran que hay partículas que viajen más rápido que la luz”. La comunidad científica se mostró extremadamente cautelosa. Muchos científicos se dedicaron a intentar replicar los resultados de los primeros. Éstos mismos volvieron a revisar sus experimentos y sus cálculos y, al cabo de unos meses, con fair play propio de los científicos, reconocieron que se habían equivocado y que Einstein, al menos de momento, seguía teniendo razón.

La TGR establece que las masas de los cuerpos físicos deforman el espacio-tiempo y que es esa deformación lo que hace que éstos se atraigan. Es, en una comparación bastante burda, como si ponemos en una cama elástica una pesada esfera de plomo. La goma se deforma en una especie de hondonada y si ponemos cerca una canica, ésta cae hacia la bola de plomo. Pues bien, en 1916, justo después de enunciar la TGR, Einstein extrajo de ella una consecuencia bastante razonable. Si la bola de plomo está quieta, la membrana también lo está, pero si la bola de plomo se moviese de su sitio, la forma de la membrana cambiaría y esas perturbaciones se transmitirían a través por ella en forma de ondas, de la misma manera que si una piedra cae en un estanque, la superficie del agua forma ondas. Pues, de la mima manera, dedujo Einstein, si una masa se mueve en el espacio-tiempo, se tendrían que propagar por el mismo, a la velocidad de la luz, un tipo de indas que podrían llamarse gravitatorias. Y esas ondas serán tanto más grandes cuanto mayor sea la masa que se mueve, cuanto más deprisa lo haga y cuanto más cerca nos encontremos de ella. Pero una cosa son las analogías y otra las matemáticas de las ecuaciones de la TGR. Einstein intentó deducir las ondas gravitatorias de esas ecuaciones y, tras un cierto tiempo, al no encontrar la solución, decidió que, por muy intuitivas que fuesen, las ondas gravitatorias no existían. Tardó veinte años en desechar del todo la idea, pero cuando al final llegó a esa conclusión, escribió, en 1936, un artículo para la Physical Review en el que las negaba y escribió una carta a su amigo y colega Max Born en el mismo sentido. La historia de ese artículo, que nunca vio la luz, es curiosa. Physical Review, como era costumbre en EEUU, pero no en Alemania, mandó el artículo a un evaluador anónimo. Éste encontró un error en el artículo y se lo dijo al editor que, a su vez, le reenvió la respuesta a Einstein. Éste había llegado de Alemania a los EEUU en diciembre de 1932 y todavía no estaba acostumbrado a los usos editoriales en su nuevo país. Por eso se indignó de que se hubiese pedido una revisión de su artículo sin su autorización y lo retiró, al parecer sin leer lo que el revisor había escrito, y mandó el artículo a otra revista, el Journal of the Franklin Institute. Pero el evaluador, que resultó ser nada menos que el prestigioso cosmólogo Howard Percy Robertson, se puso en contacto con Einstein, le explicó la causa de su error y le puso sobre la pista de la solución. Inmediatamente Einstein retiró el artículo de esta segunda revista, lo corrigió, y volvió a mandarlo a Journal. Nunca más mandó un artículo a Physical Review, a pesar de que le salvó del ridículo. A veces los genios tienen un amor propio endemoniado.

Sea como fuere, desde entonces se ha estado intentando, por diversos métodos, detectar empíricamente las ondas gravitatorias. En 1984 se empezó a construir el Observatorio de Ondas Gravitatorias por Interferometría Laser (LIGO por sus siglas en inglés Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory). LIGO consta de dos instalaciones semejantes, una en Livingston, Louisiana, en el sudeste de los EEUU y otra en Hanford, Washington State, en el Noroeste de los EEUU. Cada una de ellas consta de dos brazos rectos, perpendiculares y exactamente iguales, de 4 Km cada uno el de Livigstone y de 2 Km cada uno el de Hanford. Al final de cada brazo hay unos espejos. Desde el punto común de ambos se lanzan hacia los extremos unos rayos de luz laser. Al ser los dos brazos exactamente iguales, cuando esos rayos vuelven al punto de encuentro tras rebotar en los espejos, las ondas electromagnéticas del láser están en la misma fase. Pero si uno de los brazos fuese un poco más largo que otro, cuando volviesen los rayos laser, sus ondas ya no estarían en la misma fase. Las ondas gravitatorias tienen la propiedad de que cuando pasan deforman el espacio-tiempo, acortándolo en una dirección y alargándolo en la dirección perpendicular. Por lo tanto, si una onda gravitatoria pasase por una de las instalaciones, alargaría uno de los brazos y acortaría el otro y haría que los rayos laser no estuviesen en la misma fase al volver al punto de partida. Si esto pasa en una de las instalaciones, pero no pasa en la otra con un decalaje en el tiempo, la cosa se debería a alguna perturbación local en una de las instalaciones. Pero si se detecta en las dos con cierta diferencia de tiempo, no cabe duda de que es un fenómeno que viene de fuera. Es decir, serían, sin lugar a dudas, ondas gravitatorias. Precisamente esa diferencia temporal permite, además, saber la dirección de la que provienen las éstas, y rastrear el cielo por otros sistemas para buscar el fenómeno que las produjo.

LIGO costó 365 millones de dólares y estuvo en funcionamiento desde 2004 hasta 2010 sin encontrar absolutamente nada. En este último año se desmontaron las instalaciones para mejorarlas y darles una precisión cuatro veces mayor que en el proyecto inicial. En su nueva versión LIGO puede detectar diferencias de longitud en los brazos del orden de la centésima parte del tamaño de un protón[1].

El problema con las ondas gravitatorias es que son de una amplitud mínima. Para que sean apreciables tienen que ser causadas por masas gigantescas a nivel cósmico, que además se muevan a velocidades impensables. Hace años se descubrieron radiaciones electromagnéticas de rayos gamma que sólo podían estar causadas por la fusión de dos agujeros negros rotando uno alrededor del otro mientras sus órbitas se iban haciendo cada vez más pequeñas hasta que ambos chocaban y se fundían en uno solo produciendo la energía de mil millones de billones (1021 un 1 seguido de 21 ceros) de veces la energía del Sol, en una fracción de segundo. Esto produciría gigantescas ondas gravitatorias. Pero, el problema es que esos choques no se producen ahora. Se produjeron cuando el universo era mucho más joven, hace varios miles de millones de años. Las ondas de algunas de las colisiones que se produjeron entonces están llegando a nosotros ahora. Pero, claro, estas colisiones estaban también a miles de millones de años-luz de distancia, por lo que a nosotros nos llegan enormemente debilitadas. De ahí que LIGO tenga que tener esa espectacular precisión.

Pero la paciencia de veinte años de construcción, seis de funcionamiento sin resultados y cinco de desmontaje, perfeccionamiento y montaje ha dado frutos. Advanced LIGO (así se llamó a la nueva versión) se terminó de montar en Febrero de 2015 y, tras su calibración, entró en funcionamiento en Septiembre de 2015 y, nada más hacerlo… ¡bingo! A las 4 de la madrugada del 14 de Septiembre de 2015, los brazos de la instalación de Livingstone mostraron una diferencia de 4 centésimas partes del diámetro de un protón, lo que podría ser causado por las primeras ondas gravitatorias detectadas en la historia. Siete milisegundos más tarde, se detectó el mismo desplazamiento en  los brazo de la instalación de Harford. Las probabilidades de que semejante coincidencia ocurriese por azar eran absolutamente despreciables. Además, en los siguientes meses, hasta Enero de 2016 en que acabó la serie de experimentos de LIGO, se detectaron otras cuatro deformaciones más débiles. No obstante, los científicos del proyecto se tomaron su tiempo para comprobar todas las posibilidades habidas y por haber para descartar errores. No querían caer en uno tan garrafal como en el que cometieron en 2014 otro grupo de científicos que dijeron que habían detectado ondas gravitatorias provenientes del Big Bang, para después tener que reconocer que había sido un error. Además, el grupo de LIGO se dedicó a ver si esa desviación estaba de acuerdo con las predicciones de la TGR. Y lo estaban. Por eso, el pasado jueves, 11 de Febrero de 2016, se decidieron a dar la primicia al mundo de que las ondas gravitatorias habían sido, por fin, descubiertas y que correspondían a la fusión de dos agujeros negros situados a una distancia de 1500 millones de años luz de la Tierra.

Y, ¿en qué puede cambiar esto nuestra percepción del universo aparte de que se demuestre que Einstein tenía, una vez más, razón? A corto plazo en nada. Este descubrimiento no cambia, en sí mismo, absolutamente nada de nuestro conocimiento del universo. Pero es seguro que sí lo cambiará en los próximos decenios. Porque este descubrimiento abre un nuevo sentido astronómico para explorar el cosmos. Hasta ahora, todos los instrumentos de observación estaban basados en la captación de ondas electromagnéticas. Al principio los telescopios sólo veían la luz visible que llegaba de las estrellas y galaxias. Pero una enorme cantidad de esa luz no llegaba hasta nosotros, porque tenía que atravesar partes del universo que no eran transparentes para ella. Por eso se inventaron telescopios que eran capaces de “ver” ondas electromagnéticas en otras longitudes de onda[2]. Así aparecieron conceptos como la radioastronomía y otros similares. Pero las ondas gravitatorias no son ondas electromagnéticas. Son otra cosa. Es como si, de repente, el ser humano hubiese sido sordo y, de repente, hubiese descubierto que si se quitase unos tapones de cera de los oídos sería capaz de oír. ¿Cambiaría instantáneamente nuestra visión del mundo? No. Pero se abrirían ante nosotros unas enormes perspectivas de descubrir cosas del mundo que no siquiera podíamos sospechar. Sería algo verdaderamente grandioso, ¿no? De hecho, con una visión mediática asombrosa, los descubridores de estas ondas han hecho esta similitud, han transformado las indas gravitatorias en ondas sonoras y han grabado el sonido del universo. No sé si a lo que han grabado se le puede llamar música, pero, para mí es, sin duda, música intelectual. Oigámoslo. Para ello,  pinchar aquí.

Al oír esto, se me vienen a la cabeza dos cosas. La primera es el titular del New York Times cuando Arno Penzias y Robert Wilson descubrieron, ayudados por los científicos de Princeton, la radiación de fondo de microondas o radiación cósmica de fondo. El titular dijo: “Ingenieros de ATT (eso eran Penzias y Wilson) y científicos de la Universidad de Princeton han escuchado el llanto del universo al nacer”. Ese “llanto”, la radiación de fondo de microondas ha sido, está siendo y será durante muchos años una fuente inmensa de conocimiento del universo. Gracias a ella se ha podido afirmar, casi sin lugar a dudas, la existencia del Bog Bang y, también gracias a ella, se ha podido elaborar la teoría de la inflación cósmica. Probablemente estos dos descubrimientos estén entre los pop five de los descubrimientos científicos.

La segunda cosa que se me ha venido a la cabeza al oír esto es la maravillosa elucubración de Kepler cuando descubrió las órbitas elípticas de los cinco planetas entonces conocidos (además de la Tierra). Como la distancia al sol era diferente en un lado y otro de la órbita, encontró una relación entre las distancias de los planetas al Sol en un extremo y otro que reconstruía la escala pentatónica en tono mayor y menor según que extremo se tomase, definió esto como la armonía del mundo y ese fue el título que puso a su obra en la que se describen las que hoy en día se conocen como las tres leyes de Kepler. El hecho de que al refinarse las medidas esta relación resultase falsa (las leyes de Kepler siguen siendo válidas) no le quita ni un ápice de poesía al “descubrimiento” de Kepler.

Bien y, aparte de recuerdos poéticos, ¿qué más puede aportar al  conocimiento del cosmos este nuevo “sentido del oído”? De momento poco, porque el “sonido” de las ondas gravitatorias es tan débil que apenas sirve para nada. Pero ya está en marcha un proyecto que nos quitará mucha más cera de los oídos y nos permitirá “escuchar” nítidamente secretos del universo que son apenas susurros. Me refiero al proyecto eLISA (evolved Laser Interferometer Space Antenna. Ignoro por qué la e es minúscula, sería más bonito ELISA y me recordaría a la famosa obra para pieno de Beethoven, pero…). Este proyecto, auspiciado por la ESA (European Space Agency), que se espera que esté operativo en 2034, pretende poner en una órbita estable tres satélites formando un triángulo equilátero de cinco millones de kilómetros de lado, manteniendo la distancia entre ellos con una precisión tal que no se desvíen más que el tamaño de un átomo de hidrógeno. Si LIGO, con brazos de 4 y 2 Km ha conseguido detectar ondas gravitatorias, imagínese lo que podría lograrse con un instrumento cósmico así. Podrían detectarse ondas gravitatorias de eventos mucho más modestos y, por tanto más corrientes o de eventos muchísimo más lejanos. En concreto, tal vez pudiesen captarse las ondas gravitatorias del Big Bang, ocurrido hace unos 15.000 millones de años. Lo más de “cerca” que se ha podido observar del Big Bang con los instrumentos de ondas electromagnéticas ha sido la formación de la radiación de fondo de microondas, ocurrida 380.000 años después del mismo Parece que el universo tiene unos 15.000 millones de años de vida, por lo que la radiación de fondo de microondas se produjo en una escala de diecisiete horas si lo comparamos con la vida de 80 años de un ser humano. Hasta esa fecha, la materia estaba ionizada y era opaca para cualquier tipo de ondas electromagnéticas. Sólo cuando se hizo tranparente apareció una imagen electromagnética que pudiera ser captada. Sin embargo, el universo ha sido transparente para las ondas gravitatorias desde el principio. Parece que 17 horas en la vida de un ser humano es muy poco, pero en ellas pueden pasar cosas decisivas para él. Por eso sería bueno saber qué pasó en el universo en sus primeros 380.000 años. Y con un detector de ondas gravitatorias suficientemente potente –y eLISA seguramente lo sea–  podremos escuchar, de verdad, el llanto del universo en el mismo momento del parto y analizar con ese sentido del “oído” explosiones de supernovas o estudiar la materia oscura o... pero lo realmente excitante de lo que se pueda “escuchar” con eLISA es lo que no podemos siquiera sospechar.

Si alguien quiere ver en animación cómo es eso de los agujeros negros fundiéndose y visualizar el proyecto LIGO, o una explicación de las ondas gravitatorias con una toalla, puede hacerlo en estos links:




Pero antes de lanzar los tres satélites que formen ese gigantesco triángulo hay cuestiones tecnológicas que hay que solucionar. Para ello, y a modo de prueba, el 3 diciembre 2015 la ESA lanzó el satélite LISA Pathfinder. Lo que se pretende con él es situar en un punto llamado de Lagrange[3] a 1,5 millones de kilómetros de la tierra, dos cubos de oro y platino de 4,5 cm de lado y 2 Kg de peso cada una, situados a 38 cm de distancia entre sí, sin que esta distancia varíe en más del diámetro de un protón durante seis meses. Si se consigue, es espera que los tres vértices del triángulo de eLISA, situados cada uno de ellos en un punto de Lagrange diferente, puedan mantenerse a una distancia prácticamente inmutable. Al mismo tiempo, se probarán distintos instrumentos de medida. El 23 de Febrero empezará el experimento y, si tiene éxito será el banderazo de salida para que en 2034 esté operativo el detector cósmico de ondas gravitatorias eLISA.

LISA Pathfinder ha tenido un coste de 430 millones de € y es imposible saber, de momento, cuál será el coste total de eLISA. Como siempre, habrá quien se pregunte: ¿Merecen la pena los 365 millones de dólares de LIGO, los 430 millones de euros de LISA Pathfinder más lo que se hayan gastado en proyectos similares como el VIRGO italo-francés, el TAMA japonés o el GEO alemán, teniendo en cuenta las dificultades económicas por las que pasa el mundo y la gente que pasa hambre en él? Mi respuesta es categórica: SÍ MERECE LA PENA. Y ello por dos motivos de los que no diré cuál es más importante porque los dos lo son y mucho.

El primero porque estos proyectos son un tremendo incentivo para desarrollar tecnologías que, más bien pronto que tarde, acabarán contribuyendo, por caminos imposibles de definir ahora, a la prosperidad del mundo para todos, ricos y pobres, saciados y hambrientos. Más aún, las tecnologías emergentes puede ser que lo que permitan es la supervivencia de la especie humana, ya que sólo con la tecnología se podrá esquivar el dilema del crecimiento económico de todos los países, el crecimiento demográfico y la viabilidad ecológica de la Tierra como hogar de la humanidad.

El segundo, porque con estos proyectos nos acercamos un poquito más a poder responder a las grandes preguntas que los seres humanos nos hemos hecho desde que existimos. Aunque suenen a tópico, siguen siendo: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué va a ser de nosotros? Para ilustrar esto, quisiera dejar la palabra al propio Einstein citando algunas frases suyas:

“La función más importante del arte y la ciencia es despertar el sentido de religiosidad cósmica en quienes lo buscan”.

“La experiencia más bella que podemos tener es sentir el misterio [...] En esa emoción fundamental se han basado el verdadero arte y la verdadera ciencia [...] Esa experiencia engendró también la religión [...] percibir que tras lo que podemos experimentar se oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu, la razón más profunda y la belleza más radical, que sólo son accesibles de modo indirecto. Ese conocimiento y esa emoción es la verdadera religiosidad”.

“... como un niño que entra en una biblioteca inmensa cuyas paredes están cubiertas de libros escritos en muchas lenguas distintas. Entiende que alguien ha de haberlos escrito, pero no sabe ni quién ni cómo. Tampoco comprende los idiomas. Pero observa un orden claro en su clasificación, un plan misterioso que se le escapa, pero que sospecha vagamente. Esa es, en mi opinión, la actitud de la mente humana frente a Dios, incluso la de las personas más inteligentes”.

Porque las tres preguntas anteriores, las que de verdad importan al ser humano, sólo pueden responderse desde la trascendencia y la ciencia es una de las maneras por las que la inteligencia humana puede, si quiere, asomarse a la trascendencia. Esa búsqueda es la que nos diferencia de los animales.

Es difícil pensar que detrás de un universo capaz de mandarnos señales inteligibles para nuestra inteligencia, no se encuentre una INTELIGENCIA sino únicamente el azar. El propio Einstein también decía:

“Si hay algo que me llene de asombro es que la realidad responda a unas leyes que la hagan inteligible”.

A mí también esto me llena de asombro. Y, para acabar, quiero decir, con el libro de los Salmos lo que me dice este hallazgo:

“Los cielos proclaman la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos;
el día al día le comunica el pregón,
la noche a la noche le transmite la noticia.
No es un pregón, no son palabras,
no es una voz que se pueda escuchar,
mas por toda la Tierra se extiende su eco,
y hasta el confín del mundo su mensaje”. (Salmo 19 (18))



[1] El protón tiene un diámetro del orden de 10-15 metros. Esta cantidad sería a un meto como un grano de arena al tamaño de la órbita de la tierra alrededor del Sol que es de 150 Millones de Kilómetros.
[2] La luz visible es una radiación electromagnética como lo son los rayos infrarrojos, los ultravioletas, las ondas de radio, las microondas, los rayos X o los Gamma. En lo único que difieren es en su longitud de onda. La idea de que la luz es distinta es únicamente una impresión antropocéntrica, porque el ojo humano es capaz de captarla, mientras que otras longitudes de onda no pueden captarse por el sentido de la vista.
[3] Los puntos de Lagrange son unas posiciones entre la Tierra y el Sol, donde lo que allí se encuentre mantiene una posición fija respecto a ambos cuerpos.

17 de febrero de 2016

Frases 17-II-2016

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

La vida merece la pena, en el sentido más literal de la expresión.

Antonio Gala


13 de febrero de 2016

La gran apuesta

El otro día fui a ver la película “la gran apuesta”, una entrega más en la que se explica el escándalo de los productos tóxicos que desencadenaron la terrible crisis que hemos vivido y de la que luchamos por salir. La película me pareció muy buena. Creo sin embargo que para quien no tenga unos conocimientos sólidos de finanzas es difícil de seguir, más allá de lo de “los bancos son todos unos ladrones”. Todos los que me leéis con cierta frecuencia sabéis que creo en el capitalismo. Por eso, porque creo en él, me producen especial repugnancia los que le echan mierda encima. Porque eso hace que la gente confunda lo que realmente es el capitalismo con la mierda de los que se la han echado encima. Nada de lo que se dice en la película es mentira, todo es verdad. Y estoy totalmente de acuerdo en que debería haber cárcel, y cárcel dura, para los sinvergüenzas que hacen ese tipo de cosas. Pero, hay algunos aspectos de la película que merecen ser puntualizados.

En primer lugar, creo que se exagera el carácter apocalíptico de lo que pasó. No, antes de que nadie empiece a mandarme a la mierda, me apresuro a aclarar que no le quito ni un ápice de gravedad a lo que pasó tras esa serie de actividades y prácticas lamentables. Hubo, y sigue habiendo, millones de personas inocentes que han sufrido y sufren terriblemente por lo que pasó. Pero eso no es el final del sistema. Porque, a pesar de todos los sinvergüenzas que lo usan de forma desaprensiva, el sistema seguirá creando riqueza como lo ha hecho en los últimos 250 años. Sería muy deseable –y es, además, en principio, posible– que esa creación de riqueza fuese una línea recta que se va elevando paulatinamente sin caídas ni dientes de sierra, que crean sufrimiento. Pero ciertamente, cada varios decenios se produce una crisis, para gran alegría de los marxistas que auguran el fin del sistema y salen a pescar con bastante éxito en río revuelto. Hace ya más de 150 años Marx profetizó que esas crisis acabarían con el capitalismo, pero hasta ahora no sólo se ha equivocado sino que ciertas predicciones, tanto de marxistas como de economistas neoclásicos como, por ejemplo, la llamada ley de hierro de los salarios[1], han sido siempre pulverizadas y creo que lo seguirán siendo. Por tanto, nada de apocalipsis. El sistema seguirá creando riqueza en todo el mundo, como lo ha hecho desde hace 250 años. Desgraciadamente me temo que con crisis periódicas. Y cuando estas crisis tienen lugar, los Podemos de cada época sacan tajada, ayudados por medios de comunicación y productores cinematográficos para crear esa visión apocalíptica. Veremos más tarde por qué se producen esos dientes de sierra, por qué son posibles de evitar y por qué es muy difícil que lleguen a evitarse. Pero para ello, tengo que hablar de otros aspectos que debo puntualizar de la película.

El cine nos tiene acostumbrados a que en las películas haya un villano que tiene la culpa de absolutamente todo, sin matices, y gente sencilla e inocente que sufre, sin haber hecho nada, la maldad del malo malísimo. El malo malísimo, en esta película son los bancos. Todos los bancos sin distinción. Pero ocurre que los productos tóxicos sólo los crearon unos cuantos bancos. Esos y otros pocos más los vendieron (incluso, insensatamente, algunos bancos los compraron). Pero la mayoría de los bancos no hicieron ni una cosa ni otra. Se dedicaron durante esos años, y se siguen dedicando hoy al viejo y aburrido negocio bancario que, en muy pocas palabras, consiste básicamente en: a) obtener depósitos, b) prestar ese dinero con prudencia a la gente y las empresas que van a poder devolverlo, para que los depositantes no pierdan sus ahorros pero logrando que la gente pueda comprarse un piso sin tener que esperar a ahorrar antes el dinero y que las empresas inviertan en hacer más y mejores productos y c) dar algunos servicios como guardar el dinero, dártelo cuando lo pidas, hacer transferencias para que no tengas que ir a pagar tú a todas partes, y un largo etc. y hacerlo cada vez de forma más cómoda. Ese ha sido el aburrido negocio de los bancos. Y eso ha contribuido enormemente a que el sistema funcione, a que la riqueza del mundo vaya en aumento y a que la ley de hierro de los salarios no se cumpla. Para la mayoría de ellos, ese sigue siendo su negocio. Si eso no es economía real, que baje Dios y lo vea. Pero no, esos bancos no existen en la película. Ni tampoco las personas que, tal vez sin ser villanos, sí han echado gasolina a la maquinaria para que haya pasado lo que ha pasado. Es decir, personajes que puede que no sean villanos, pero tampoco son pobreticos inocentes. Por supuesto que también hay gente, millones de personas, totalmente inocentes que han sufrido enormemente con la crisis. También hablaremos de ellos. Pero vamos a ver los no tan inocentes.

Los primeros, los reguladores –que ojo, son “benéficos” poderes públicos– que, para que los ciudadanos estén contentos, hicieron –y ¡cuidado!, siguen haciendo, pero por distintos motivos– que los tipos de interés estuvieran artificialmente, no bajos, bajísimos, por los suelos, de coña. ¿Cómo? Falseando un mercado, el del dinero, que debería ser un recurso escaso con un precio razonable pero que como para los reguladores es gratis crearlo, se pusieron a producirlo a lo loco porque era popular que los tipos de interés estuvieran bajos. Y, claro, con los tipos de interés por los suelos, empezaron, algunos “avariciosillos” de a pie a comprar pisos como quien compra churros, pagando TODO el precio del piso con dinero que algunos bancos les prestaban sin mirar qué riesgo tenían. Cuando las viviendas subían, cosa que hacían “siempre”, los “avariciosillos” los vendían y sacaban rentabilidades astronómicas porque, si ganas dinero sin poner nada, la rentabilidad es infinita. Y, claro, los precios de las viviendas “siempre” subían, impulsados por una demanda ficticia, ya que esa gente no quería los pisos para vivirlos, sino para especular con ellos. Y muchos de los que hacían esto eran gente “sencilla”, nada de villanos, que presumían ante su vecino de su “habilidad” financiera. Pero empezaron a hinchar la burbuja. ¿Inocentes? No del todo. La avaricia no es nueva, ni ha nacido con el capitalismo. Por desgracia está en el corazón del hombre desde que existe sobre la tierra. ¿Los bancos que les ayudaron en su “aventura” tenían parte de culpa? Sin duda. Pero hay una cosa que la gente “sencilla” debe aprender a hacer: debe aprender a usar su libertad. Puede que haya gente que le ayude a usarla mal. Entonces esa gente se hace cómplice, pero esa complicidad no hace inocente al que usa mal su libertad. Lo que pasa es que, como sociedad, nos estamos deslizando peligrosamente, poco a poco, hacia una libertad desligada de la responsabilidad para la gente “sencilla”. Los bancos que mejor han salido de la crisis son los que menos entraron en esa complicidad, y los hubo.

Pero esos bajísimos tipos de interés creados por los reguladores de los probos poderes públicos tienen otro efecto perverso. Un honrado “dentista”[2], no un poderoso multimillonario, no, millones de honestos “dentistas”, que llevan toda la vida trabajando y han logrado reunir, con sangre, sudor y lágrimas unos ahorrillos, quiere, y hace bien, sacarle una honesta rentabilidad a esos ahorrillos para tener más cuando le llegue la jubilación y la vejez. Pero, claro, con los tipos de interés tan bajos, no hay manera de sacarles a sus ahorros –sin riesgo, con las cosas de comer no se juega– más que una rentabilidad ridícula. Y, evidentemente, a muchos de ellos se les ocurrió ir a los investment banks que administraban sus ahorros para decirles que les gustaría una inversión sin riesgo pero con una mayor rentabilidad. Eso es algo imposible, pero los dentistas no lo saben y lo piden. Imagino que recibirían respuestas del tipo: “eso que usted busca es imposible”. Pero, indefectiblemente, enseguida se encontró gente, con impresionantes MBA’s en Finanzas o en Ingeniería de alto rendimiento o en matemáticas, que trabajaban en los Leheman Brothers o el los JP Morgan o en los Goldman Sachs, que pensó que la cuadratura del círculo era posible. Y, al principio de la historia –incluso hasta bien avanzada la misma–, esa gente lo creía de verdad. Los antiguos griegos tenían un aforismo que decía que “cuando los dioses quieren perder a un hombre, le ciegan con un éxito deslumbrante”. Hoy en día alguien ha adaptado ese aforismo haciéndole decir que “cuando los dioses quieren perder a la sociedad les dan una fe ciega en los modelos matemáticos”. Y así fue. Los financieros, ingenieros de alto rendimiento y matemáticos, elaboraron complejísimos modelos que predecían cómo agrupando de una manera ingeniosa y creativa, millones de hipotecas que iban desde las muy buenas hasta las NINJA[3], dando a cada tipo una ponderación adecuada, se podían diseñar bonos que diesen una rentabilidad apetecible sin apenas riesgo. Y creyeron ciegamente en ellos. Así nacieron los llamados CDO’s. Por supuesto, los dentistas no iban a discutir lo que les decían gente tan brillante. Y los analistas de las agencias de rating, que estaban dos escalones por debajo de los superstar, no iban a discutir lo que éstos decían y se apresuraron a poner calificación AAA a la capa mejor de los CDO’s que salían de la cocina de los modelos matemáticos. No lo entendían, el modelo era demasiado complicado para ellos pero, lo aceptaban a ojos ciegos. Recuerdo un vídeo de Emilio Botín que decía, en un inglés macarrónico, pero con sabiduría: “if you don’t understand it, don’t buy it”. Así de sencillo. Pero… ¿quién se resiste?

Así, cada vez más dentistas se apuntaban a comprar CDO’s. A los dentistas se sumaron otro tipo de inversores como ayuntamientos, países, empresas, fondos de inversión, bancos comerciales incautos, etc., etc., etc., de todo el mundo. Y, claro, los investment banks que al principio no entraron, lo hicieron con el entusiasmo del que llega tarde y quiere recuperar el terreno perdido. Porque los modelos matemáticos funcionaban. Para que se produjese el default de esos CDO’s pata negra tenía que producirse una conjunción astral de situaciones cuya extremadamente baja probabilidad la hacía, a juicio de los artífices de los modelos, imposible. Pero confundir lo altamente improbable con lo imposible es un error que puede ser garrafal. Además, pasaban años y, efectivamente, las propiedades inmobiliarias subían y los CDO’s funcionaban. Los seres humanos nos acostumbramos a pensar que si algo lleva años saliendo bien, eso significa que va a salir bien siempre. Otro error garrafal. Pero animados por estos dos errores, los bancos minoristas daban cada vez más hipotecas NINJAS y cada vez de peor calidad[4], y los investment banks las mezclaban en sus CDO’s cada vez en mayor proporción. Y como nunca pasaba nada, los modelos se iban relajando, atribuyendo cada vez menos probabilidad a la conjunción astral que podía producir el desastre. El volumen de CDO’s crecía como la espuma y, para poderlos crear, era necesario seguir generando hipotecas, por lo que muchos bancos minoristas pisaron el acelerador en la concesión de las mismas y se las daban a todo lo que se movía, no ya a NINJA’s sino a NINJA’s al cuadrado. Así se llegó a que de una cartera hipotecaria total de 9 trillions (El trillion americano es de un millón de millones) 0,8 trillions eran NINJA’s y otros 0,7 trillions rozaban esa categoría. Es decir, un 17% eran hipotecas a las que, siendo benévolos, se les podía aplicar el calificativo de dudosas.

Un día, la morosidad de las hipotecas empezó a aumentar. Primero ligeramente pero cada vez más rápidamente. Sólo unos pocos analistas financieros externos a los bancos se dieron cuenta al principio de que lo que estaba empezando a pasar podía llevar a la temida conjunción astral. Estos externos más perspicaces empezaron a utilizar unos instrumentos financieros llamados CDS’s para cubrirse contra el fallo de los CDO’s. CDS’s son las siglas de Credit Default Swaps. De la misma manera que un seguro te paga el valor de tu casa si esta se quema, un CDS es un seguro que paga a quien lo tenga, sea o no propietario de CDO’s, el valor de un CDO si éste falla. Siento que dos cosas que no tienen nada que ver, los CDO’s y los CDS’s tengan nombres tan parecidos. No se los he puesto yo. En la jerga financiera eso se dice tomar posiciones cortas. Pues bien, estos analistas externos fueron a asegurar CDO’s que no tenían a los mismos investment que los habían emitido. Prueba de la fe que estos investment banks tenían en sus modelos es que aceptaron asegurarlos. Ninguna compañía de seguros aseguraría contra incendios una casa si creyese que se va a quemar mañana. Pero si cree que es imposible que se queme, la asegura con una prima bajísima. Esto es lo que hicieron los investment banks. Esto indica que, sensata o insensatamente, creían ciegamente en sus modelos. Pero poco a poco, muchos de los investment banks que habían creado y vendido CDO’s se fueron dando cuenta de lo que estaba pasando y empezaron a apostar contra los productos con los que ellos mismos habían inundado y seguían inundando el mercado. Ante esta situación, los primeros poseedores de CDS’s se alarmaron porque empezaron a pensar que, si mañana todos los CDO’s fallaban, las compañías de seguros y los bancos que garantizaban esos CDS’s podrían quebrar y ellos se quedarían, por tanto, sin cobrar. Esto llevó a la mayoría de ellos a venderlos por una fracción de su valor.

Y, efectivamente, las hipotecas siguieron fallando y pronto se alcanzó el punto, que parecía imposible, de la conjunción astral[5]. Y entonces los CDO’s pasaron a valer 0 y los inversores –dentistas, ayuntamientos, países, empresas, fondos de inversión, bancos comerciales incautos, etc., etc., etc.– que habían puesto todo su dinero en ello, se arruinaron o perdieron una parte importante de su patrimonio. Y esto se tradujo en quiebras, que crearon paro, que hicieron que disminuyese el consumo, lo que a su vez creo más paro, lo que hizo que más préstamos se dejasen de pagar, lo que precipitó a algunos bancos a la quiebra… El resto fue la pesadilla de la que a duras penas estamos empezando a despertar. Pero no hay apocalipsis. Al menos no por esto. Saldremos de esta terrible crisis como se ha salido de otras (si China lo permite, pero eso es otra historia).

Así pues, además de los bancos villanos, que son sin duda los principales, hay otros como reguladores; gobiernos; avariciosos que compran viviendas de varias en varias con dinero ajeno para especular, bancos –otra vez– que les facilitan ese dinero; “dentistas” que no se conforman con una baja rentabilidad para sus ahorros y piden peras al olmo; investment banks que les crean productos de ahorro ad hoc para sus sueños imposibles; Fannies Maes y Freddie Macs buenistas que instadas por los gobiernos empiezan el proceso de las hipotecas NINJA’s; etc.; etc.; etc. Ciertamente, también hay inocentes del todo. Millones de ellos. E inocentes del todo que han pagado el pato. Terrible.

Pero me voy a permitir una vuelta de tuerca más en el análisis. Salvo cuando ya se sabía que los CDO’s iban a colapsar y se seguían produciendo y vendiendo al tiempo que se apostaba contra ellas, no hubo al principio conductas abiertamente inmorales. Cegazón con los modelos matemáticos, sí. Si esto es insensatez, que lo es, y la insensatez es inmoral, que puede llegar a serlo, entonces sí hubo inmoralidad. Pero en el principio del asunto no había voluntad de fraude. Muy diferente fue lo que pasó poco después con Madoff, donde sí había una intención premeditada de fraude a través de la creación de la vieja pirámide de Ponzi. Por eso Madoff está en la cárcel. Luego, cuando ya fue patente que todo se iba a hundir y los investment banks seguían vendiendo CDO’s con una mano y comprando CDS’s contra los mismos CDO’s que vendían, sí que las conductas fueron gravemente inmorales. El problema es que al hacerlo, siendo una inmoralidad como la copa de un pino, no se infringía ninguna ley, puesto que había un vacío legal. Ya en el derecho romano había un aforismo que decía: “Nulla poena sine lege”. En un Estado con garantías jurídicas no se puede condenar a nadie si no vulnera una ley preexistente. Aunque en este caso a todos nos pide el cuerpo que los desaprensivos que así actuaron acabasen en la cárcel, habría que haber hecho antes una ley para ello. Ignoro si se ha reformado el código penal en este sentido, pero espero que sí porque, como dije al principio, detesto a todos los que echan su mierda en un sistema en el que creo.

Y ahora vamos a eso, al sistema. ¿Es perverso en su esencia? Veamos ¿Está mal dar hipotecas de forma sensata y prudente? Sostengo que no. Si lo es, todo el que haya pedido una hipoteca está “pringao” ¿Está mal crear productos financieros para que los dentistas sensatos puedan invertir con una relación rentabilidad riesgo razonablemente alta? Sostengo que no. Si lo es, todo el que haya buscado inversiones razonables para sus ahorros está también “pringao”. ¿Está mal que alguien que cree, por su análisis y trabajo, que un activo, que no ha creado él, va a bajar, no por su acción, sino por causas absolutamente ajenas a su voluntad, gane dinero por esa bajada? No sólo sostengo que no está mal, sino que creo que quien así actúa, está haciendo un bien. Si no fuera por ellos, la burbuja hubiese seguido hinchándose durante más tiempo, hubiese alcanzado proporciones aún mayores y el daño hubiese sido mucho mayor. Pinchar el globo de mierda antes ahorra mucho sufrimiento y eso es lo que hicieron los independientes que compraron CDS’s los primeros. Si dar hipotecas en forma sensata y prudente es una cosa buena, si crear productos financieros sensatamente rentables es una cosa buena, si ganar dinero apostando contra un globo de mierda que se hincha limitando su hinchamiento y es bueno, entonces, no son los mecanismo del sistema capitalista, que son buenos en sí mismos porque cumplen una función positiva, los que hacen que ocurran estas cosas. Es el corazón oscurecido del hombre por la avaricia y el egoísmo. Y éstos existen, por desgracia, desde que el hombre es hombre. Por tanto, no culpemos a la llave inglesa si alguien la usa para abrirle la cabeza a otro. La llave inglesa no tiene la culpa. La tiene la mano que la empuña. La llave inglesa es una herramienta enormemente útil. Tipifiquemos como delitos las conductas que despojan a inocentes de sus bienes por los desmanes de otros y hagamos que la ley se cumpla implacablemente.

Concluyo. La película, que es muy buena, presenta una situación apocalíptica del fin del sistema falsa y demagógica. Contribuye a crear un caldo de cultivo que hace el agosto de los populistas antisistema. El sistema capitalista, a pesar de tanto sinvergüenza, se sigue sosteniendo porque reposa en la inteligencia de quienes tienen ideas para crear productos que crean bienestar, en la libertad e iniciativa de quienes asumen riesgos para hacer realidad esas ideas. En el trabajo responsable de todos los que participan en ello. En definitiva, en una inmensa mayoría de personas que colaboran en crear una tupida red de empresas que generan productos que crean bienestar y riqueza. Eso es lo que vemos a nuestro alrededor en cada momento si miramos como hay que mirar. Esa es lo normal, lo otro la excepción. Lástima que esas diversas conductas de bancos, dentistas y especuladores que, a pesar de lo que ensucian son sólo excepciones, produzcan esos dientes de sierra que tanto dolor crean. Sin esas conductas que nacen de lo hondo del corazón del hombre, el sistema crearía la riqueza y bienestar el bienestar que crea a largo plazo de una manera continua y sin sobresaltos. Pero la naturaleza del hombre seguirá haciendo que haya profundos baches de dolor. Lástima. A pesar de todo, la película es buena y merece la pena verla.


[1] La ley de hierro de los salarios, enunciada entre otros por David Ricardo (1772-1823), predice que los salarios se estancarían para siempre en el nivel mínimo de subsistencia del trabajador. Supongo que si ahora levantase la cabeza se volvería a morir de la vergüenza por el estrepitoso fallo de sus previsiones.
[2] Utilizo a los dentistas, con todo el cariño del mundo, para designar a cualquier profesional que logra reunir unos ahorros y les quiere sacar rentabilidad, cosa que es totalmente lícita y razonable.
[3] Las siglas NINJA, ya tristemente famosas, responden a No Incom, No Job, No Assets, es decir, las hipotecas NINJA se daban a personas sin ingresos, sin trabajo y sin más activo que su casa. Para que pudieran pagar, se les subvencionaba el tipo de interés y se les permitía no amortizar la hipoteca, sino, antes bien, aumentar el préstamo a medida que subía el valor de su casa, aplazando también el pago de intereses. En el lenguaje más técnico, las hipotecas NINJA pueden considerarse equivalentes a las subprime. Esta práctica fue empezada por las empresas, soportadas por el Gobierno de los EEUU, Fannie Mae y Freddie Mac, para ayudar a la gente más pobre a acceder a una vivienda. Posteriormente muchos bancos privados entraron en este mundo de las hipotecas NINJA y dieron una vuelta de tuerca a las condiciones en las que las ofrecían. Cuando llegó la crisis, ambas empresas soportadas por el Gobierno de los EEUU quebraron y éste las rescató.
[4] El sistema bancario americano es muy distinto del español. Allí las hipotecas no siempre las dan directamente los bancos. Las dan unos agentes independientes que, después, se las venden a los bancos que se las quieran comprar. A menudo estos agentes no toman las precauciones necesarias para documentar adecuadamente las hipotecas.
[5] Una de las razones por las que las hipotecas fallaron tan estrepitosamente es que en EEUU las hipotecas incorporan la llamada dación en pago. Esta dación en pago supone que si el dueño de una casa hipotecada que vale 70 le debe al banco 100, le da al banco la casa y la deuda queda totalmente cancelada. En esas condiciones, todos los que estaban en esa situación hicieron precisamente eso porque no tenín ningún aliciente para seguir pagando la casa. En España (y en toda Europa) la dación de pago no existe. En el caso anterior, el que le diese la casa al banco seguiría debiéndole los 30 que no están cubiertos por el valor de la casa. Esto da aliciente para intentar seguir pagando la hipoteca. ¿Qué hubiese pasado si en EEUU no hubiese dación en pago? Probablemente la crisis hubiese sido mucho menor. Ahora, muchos en España quieren que se implante la dación en pago. ¡Ay, qué despropósito demagógico!

11 de febrero de 2016

Frases 11-II-2016

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Vive tu vida plenamente, sin egoísmo. Sé comedida, respeta el esfuerzo ajeno. Esfuérzate por lograr lo mejor y el buen gusto. Mantén el juicio puro y la conducta limpia. Da gracias por los rostros de las personas buenas y por el dulce amor que hay detrás de sus ojos... Por las flores que se mecen al viento... Un breve sueño y despertaré a la eternidad. Si no despierto como nosotros lo entendemos, entonces seguiré viviendo en ti, amadísima hija.

Carta de Gary Grant a su hija antes de morir.


7 de febrero de 2016

La Iglesia y la esclavitud de los negros

La semana pasada, al hablar de la esclavitud y el aborto dije que iba a hacer un post sobre el tema de la lucha contra la esclavitud de los negros que precedió al movimiento civil abolicionista de finales del XVIII en Inglaterra y EEUU. Pues hoy cumplo mi promesa y me paso tres pueblos porque el post es muy largo, mucho más de lo deseable. Pero el tema es tan prolijo y tan apasionante que creo que merece la pena. Debo decir que, mientras que los frailes de a pie y teólogos católicos son un precedente clarísimo de ese movimiento anglosajón de fines del XVIII, el papel de las coronas de España y, sobre todo, de Portugal, no queda muy bien. Y, claro, como la alta Jerarquía de la Iglesia se mezclaba demasiado con la política de los distintos reinos, pues tampoco queda muy bien. La Iglesia está formada por seres humanos que, como tales, muy a menudo no están a la altura de su doctrina. Pero siempre ha habido voces en la Iglesia que, desde dentro pero a veces contra corriente, han sabido alzarse para proclamar la justicia y la verdad de la doctrina de Cristo que demasiado a menudo hay quien intenta “mundanizar” dentro incluso de la Iglesia. Este es uno de esos casos. Pero con todo, es la Iglesia la que nos da a Cristo a través de los sacramentos instituidos por Él y eso no ha dejado de hacerlo a lo largo de toda su historia, a menudo contra viento y marea. Por eso soy y me siento hijo de la Iglesia, a pesar de sus “mundanidades”. Afortunadamente, tras la pérdida de los Estados Pontificios, la Iglesia se ha podido mantener al margen de las intrigas de la política internacional y hoy es, sin duda, una de las voces más respetadas en ese ámbito, si no la más. En fin, al asunto.

La esclavitud es algo espantoso que ha existido siempre en todas las culturas y civilizaciones desde que en el hombre entró el desorden moral por el pecado original, para los que tenemos fe o desde que apareció la especie humana para quienes no la tienen. Sólo en el siglo XVI empezó a cuestionarse en Occidente, hasta llegar a su prohibición total en la cultura occidental en 1896. Estas líneas pretenden ser una pequeña reflexión de este proceso y del papel que los teólogos católicos tuvieron en él. Mi preocupación por el tema arranca de la lectura del libro “Por qué fracasan los países” de James A. Robinson y Daron Acemoglu del que escribí una reseña que os envié en Septiembre de 2015. En ella decía:

“A finales del siglo XVIII, precisamente en Inglaterra –y muy pronto también en Estados Unidos–, se inició un fuerte movimiento antiesclavista, del que fueron pioneros principalmente los cuáqueros y personajes señeros como el anglicano Thomas Clarkson (1760-1846), el evangélico William Wilberforce (1759-1833) y el cuáquero William Allen (1770-1843). Cierto que en España y en la América Española se alzaron, un siglo antes, voces que clamaban con gran indignación contra esta esclavitud. Estas voces provenían de los teólogos Dominicos, Franciscanos y otros miembros de la Escuela de Salamanca”.

En nota a pie de página citaba algunos de los teólogos de esta escuela y hacía referencia a un libro publicado por EUNSA con el título “La Iglesia y la esclavitud de los negros”, escrito por José Andrés-Gallego y Jesús María García Añoveros. Ambos son, entre otras cosas, investigadores del CSIC. Cuando escribí lo anterior tan sólo había leído una breve reseña del este libro hecha por uno de ellos (José Andrés-Gallego). Posteriormente leí el libro y esa lectura dio pié a estas líneas en las que resumo lo que creo que es lo más importante del mismo, sin poder ni querer evitar que se entremezclen con él ideas de mi cosecha. Eso sí, como siempre hago, procuro poner en cursiva aquellas cosas que sean mías, para que el lector sepa qué peso dar a cada cosa.

La esclavitud en la antigua Grecia

Aristóteles, en varios capítulos del libro I de su obra “Política”, justifica la esclavitud basándose en la idea de que había personas que eran esclavos por naturaleza, mientras que otros eran amos, también por naturaleza. El que quiera ver algunas frases entresacadas de esos capítulos, las puede ver al final de estas páginas. Para Aristóteles, los bárbaros tenían la naturaleza de esclavos mientras que los griegos tenían, por naturaleza la de señores. Por eso entiende que en una guerra entre griegos, no se puede esclavizar a los prisioneros y que, en cambio, sí es lícito esclavizar a los prisioneros bárbaros. Pero no viceversa. Si un griego es hecho prisionero en una guerra contra bárbaros, jamás podrá será esclavo, aunque le traten como tal, precisamente por su condición de griego. El que quiera ir a las fuentes y ver la obra completa, encontrará un link debajo de los textos seleccionados. Sin embargo, en su propia obra, deja ver, porque los refuta, que había otros pensadores griegos que aceptando la esclavitud, no pensaban que fuese algo inherente a la naturaleza de algunos hombres, sino que era el resultado de unas leyes humanas que asignaban la condición de esclavos a unos hombres en beneficio de otros. Así queda patente cuando dice:

“Otros, por el contrario, pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres y esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos y que, por último, la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia” (Ibid Libro I capítulo 2)

Entre los que creían que la condición de esclavo era algo adquirido, no propio de la naturaleza de algunos hombres, había distintas causas por las que se consideraba que, la justificasen o no, se podía caer en la condición legal de esclavo. Una de ellas, era de ser hecho cautivo en una guerra o la de haber cometido un delito penado con la esclavitud o la de quien libremente, por necesidad, se había vendido a sí mismo o a un hijo suyo como esclavo. En la Grecia clásica apenas había esclavos negros, por la sencilla razón de que el contacto con estos pueblos era escasísimo. La mayoría de los esclavos eran bárbaros, de distintos orígenes, con los que los griegos habían entrado en guerra o en relaciones comerciales. Posteriormente, con los romanos, ya empezó a haber más esclavos negros pero, aún entonces eran minoría.

Cuando Jesucristo vive en la Palestina del siglo I, la esclavitud era algo totalmente aceptado y a nadie se le ocurría negar su licitud. En el Evangelio no se puede encontrar una sola palabra sobre la esclavitud. Es cierto que Jesús habla, principalmente en sus parábolas, de siervos, pero no necesariamente se deduce que hablase de siervos como esclavos, sino como de aquél que sirve. Ya sin hablar en parábolas afirma que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y no parece que se presente a sí mismo como esclavo. Por otro lado, cuando habla de trabajadores del campo, habla siempre de jornaleros, no de esclavos. Pero en ninguno de los cuatro Evangelios hay ni una palabra de condena ni de aprobación de la esclavitud. En cambio, está impregnado por todas partes de un código ético en el que el fuerte debe apoyar y cuidar al débil, con el mismo amor con el que le profesaban a él mismo.

En el Nuevo Testamento, en cambio, sí que se habla de esclavitud. En ningún momento san Pablo hace una condena a la esclavitud. Pero lo que sí hace, de forma categórica, es alinearse entre los que afirman que la condición de esclavo no es parte de la naturaleza inferior de unos hombres frente a otros y que, si en algún momento se había creído así, eso había terminado con Jesucristo.

“Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”, (1Corintios. 12, 13).

“Donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos”.  (Colosenses. 3, 11).

Esto puede ser visto como algo insuficiente con los ojos del siglo XXI, pero era totalmente revolucionario en aquella época. Más aún, san Pablo, sin condenar la esclavitud, indica a los cristianos a los que se dirige que, yendo más allá de la ley, deberían liberar a sus esclavos. No puede decirse más claro en la carta a Filemón:

Filemón era un cristiano rico, posiblemente un ciudadano romano de Colosas, a los que Pablo había dirigido la carta del párrafo anterior, convertido por la predicación de Pablo, que mantenía una iglesia doméstica en su casa y que poseía esclavos. Uno de ellos, Onésimo, se escapa de su amo y se va a ver a Pablo. Pablo se lo reenvía a Filemón junto con una carta. No debía ser un esclavo dócil pues Pablo dice: “Si en otro tiempo te fue inútil, ahora se ha vuelto útil para ti y para mí; ahí te lo envío. Es como si te enviase mi propio corazón”. Con una delicadeza extraordinaria no le obliga a que lo libere, sino que le dice lo que le gustaría que hiciese:

“Por ello, aunque tengo plena libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, prefiero pedírtelo apelando al amor. […] Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio; mas, sin consultarte, no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria. Pues tal vez fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para siempre, y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor! Si pues me tienes como amigo, acógelo como me acogerías a mí. Si en algo te perjudicó o tiene alguna deuda contigo, ponlo a mi cuenta. Yo, Pablo –de mi puño y letra lo firmo– te lo pagaré, por no decirte que eres tú mismo en persona quien estás en deuda conmigo. A ver, pues, hermano, si me sirve de algo que seas creyente y confortas mi corazón en Cristo. Te escribo confiando en tu docilidad y con la certeza de que harás más de lo que te pido”. (Filemón 1, 12-16).

Y parece que Filemón debió hacer caso a Pablo, porque la tradición afirma que Onésimo fue quien recopiló, guardó y legó a la posteridad las cartas de san Pablo.

Ahora bien, en África, desde tiempos inmemoriales, los caciques de cada tribu se dedicaban a hacer la guerra a los demás para conseguir esclavos. Al ser tribus relativamente pequeñas, había innumerables guerras entre ellos que generaban, por tanto, muchos esclavos, que no salían del áfrica negra. Pero ya en la época romana, empezó el tráfico transahariano para llevarlos a la costa norte de África. De ahí que en Roma hubiese esclavos negros. Tras la caída del Imperio romano y, más tarde, con el advenimiento del Islam, la abundante cantera de esclavos del África subsahariana empezó a surtir a los países del Magreb, el Oriente Medio y a Arabia, principalmente para las plantaciones de caña de azúcar. El comercio transahariano era llevado a cabo por mercaderes árabes. Tras las cruzadas, en el siglo XIII, comerciantes venecianos y genoveses llevaron la plantación de caña de azúcar a Chipre. De allí salto pronto a Creta, Sicilia, la costa mediterránea de España, el Algarve y, de allí al África Occidental, dominada por los portugueses. Con la extensión de la plantación de caña, se expandía también la esclavitud negra, siempre nutrida por el fácil suministro del núcleo del continente africano, si bien parece que la mano de obra de esclavos negros era minoritaria. La caída de Constantinopla en poder de los turcos cerró casi por completo el grifo de esclavos obtenidos en las guerras con pueblos eslavos y asiáticos, quedando la esclavitud reducida casi exclusivamente a los negros. Pero no había todavía un componente racista en esta esclavitud. Era simplemente, que la única cantera era el África negra. Hasta bien entrado el siglo XV la esclavitud negra pasaba, por tanto desapercibida.

No fue hasta 1454 cuando el Papa Nicolás V extendió la bula Romanus Pontifex en la que se refería a la esclavitud. Y no lo hizo para condenarla, sino para dar libertad plena al rey de Portugal, que tenía posesiones en el África occidental, para hacer esclavos negros. La razón: muchos de ellos se convertirían a la fe católica y salvarían su alma. A menudo se oye decir que no se aceptaba que los negros fuesen seres humanos y que esa era la causa de que se permitiese su esclavitud. No, nunca se les negó la condición de seres humanos con alma. Fue la salvación de su alma la que movió a Nicolas V a dar plenos poderes al rey de Portugal para esclavizar negros. Y eso convirtió a los Portugueses en el país europeo monopolista en la compra de los esclavos que venían del interior, traídos por otros negros. Bula papal lamentable que sería contestada por muchos teólogos católicos de la escuela de Salamanca, como veremos después. Pero conviene decir dos cosas. Primera, que una bula papal no es magisterio infalible del Papa. Segunda que hay que ser muy cautos a la hora de juzgar algo del siglo XV con la mentalidad del XXI. En esa fecha, 1454, todavía no se había descubierto América y el tráfico de esclavos ni era tan intenso ni su situación era tan terrible como la que llegó a ser. Cuando se produjo el descubrimiento, conquista y colonización de América, el Papa Paulo III condenó y prohibió explícitamente, en 1537, la esclavización de los indios. Ciertamente, si bien los indios nunca tuvieron la condición de esclavos, en el sentido de ser una mercancía que podía comprarse y venderse, sí que fueron sometidos a un durísimo sistema de encomiendas que era algo parecido, en versión más dura, de la servidumbre de la gleba, que ya no existía en Europa.

Pero ya en 1511 se hizo evidente que los indios no tenían la fortaleza física suficiente para soportar los durísimos trabajos a que eran sometidos. Entonces empezó realmente la importación de negros, más fuertes físicamente, a las Américas portuguesas y españolas. Esta importación contaba con la aprobación y el aplauso de determinados sacerdotes como Fray Bartolomé de las Casas (siendo todavía sacerdote secular), eximio defensor de los indios que, al principio la consideraba como buena porque salvaba vidas de indios. Ya veremos que pronto cambió su opinión.

En 1537, el mismo Papa Paulo III, en un breve dirigido al Arzobispo de Toledo, prohibió todo tipo de esclavitud en las indias. Decía que no podían someterse a esclavitud “Occidentales ac Meridionales indos et alter gentes”. Este “alter gentes” pasó desapercibido y la trata de negros continuó.

Había tres premisas generalmente aceptadas y sancionadas por leyes civiles por las que una persona, no europea ni india, o sea, negros, a pesar del “alter gentes”, podían ser hechos esclavos lícitamente. La primera era el haber sido hecho prisionero en una guerra justa. Francisco de Vitoria en su relectio sobre el derecho a la guerra de 1538 había establecido las causas que podían hacer que una guerra se considerase lícita. La segunda era que en su tierra de origen hubiese sido sometido a esclavitud por un delito penado con la esclavitud. Se consideraba que estos delitos deberían ser muy graves, tanto que pudiesen ser penados con la muerte y que, por tanto, la esclavitud era algo así como la conmutación de la pena de muerte por cadena perpetua. La tercera era que la persona se hubiese vendido a sí misma o a algún hijo suyo como esclavo por necesidad extrema. Que estas causas fuesen consideradas como aceptables es algo que hoy día estremece, pero entonces eran una restricción importante frente al acto arbitrario, normal en el África negra entre las tribus, de hacer esclavo a alguien por el mero hecho de pretender obtener un beneficio con ello. Sin embargo, cuando fray Bernardino de Vique preguntó a Vitoria sobre cómo se podía saber si la guerra en la que había sido apresado un negro en el corazón de África era justa o no, Francisco de Vitoria respondió que no era necesario averiguar semejante extremo, especialmente, si la esclavitud era fruto del cambio de la ejecución del prisionero.

Lo que viene a continuación, aunque procure hacer el relato lo más cronológico y lineal posible, no puede ser tal, puesto que muchos teólogos, desde distintos argumentos, bajo distintas circunstancias, daban opiniones a menudo parcialmente contradictorias. Más que un hilo conductor debe pensarse en un embudo que va concentrando, de una manera un tanto caótica, hilos que se entrecruzan, a lo largo de varios siglos, hacia una postura claramente abolicionista. Muchos de los que llamo teólogos eran confesores que procuraban responder a las inquietudes de quienes se confesaban con ellos con vistas a su preocupación de la salvación de sus almas, pero ni uno sólo tenía el más mínimo poder para anular prácticas permitidas por las coronas de Portugal y España y, mucho menos, sobre los ingleses que llevaban esclavos a América del Norte.

En 1552 Bartolomé de las casas, a la sazón ya dominico, en su obra “Historia de las Indias” (no confundir con su “Breve historia de la destrucción de las Indias), que no llegó a publicarse, se desdecía rotundamente de su anterior postura frente a la esclavitud de los negros, expresando con la misma contundencia con que defendía a los indios que su apresamiento en el corazón de África no respondía a ningún tipo de guerra justa, sino al simple saqueo de unos negros sobre otros en busca de la riqueza del tráfico de esclavos, porque “de cien mil no se cree ser diez hechos legítimamente esclavos”. Más aún, afirmaba que la codicia de los portugueses y la demanda que estos hacían de esclavos, acrecentaban las razzias de saqueo de las tribus negras.

En 1560 el dominico Alfonso de Montúfar, arzobispo de México escribió una atrevida carta a Felipe II en la que le exponía el agravio comparativo entre indios y negros. En ella expresaba al monarca los argumentos de Las Casas y le ponía entre la espada y la pared diciéndole que a muchos en México les repugna la conciencia ese tráfico y que para tranquilizarles la conciencia, una de dos, o les dice que todo está bien y entonces será él quien lleve el asunto en la conciencia o que ordene que cese la trata de esclavos negros, lo que “placerá a Nuestro Señor”. Y que no le hable de que es bueno hacerlos esclavos para atraerlos al Evangelio, porque la manera de atraerlos al mismo es ir a predicárselo allí, a África, sin hacerlos esclavos. Supongo que para decirle esto a Felipe II en 1560 había que tenerlos bien puestos. No sé cuál fue la respuesta a esta carta, ni si la hubo pero, evidentemente, la esclavitud no se prohibió.

En términos muy parecidos se expresaba el dominico fray Tomás de Mercado, en 1569 desde Sevilla, a donde solían llevar los portugueses los esclavos que les pedía España. No ponía en duda la licitud de la esclavitud si se daban los tres casos antes citados, pero como creía que no se daban casi nunca expresaba su convicción de que, tanto los traficantes portugueses como los españoles que se los adquirían, estaban en pecado mortal. Era la máxima amenaza que podía hacer.

Todavía con mayor contundencia se expresaba, en 1573, don Bartolomé Frías de Albornoz, un laico, profesor de Iustitia (Catedrático de lo que hoy sería Derecho Civil) en la Universidad de México. Frías de Albornoz fue el único –hasta que llegasen los abolicionistas ingleses a finales del XVIII– que negó, de principio y tajantemente, las tres causas que se mantenía que hacían justa la esclavitud. Cargado de ironía acusadora afirma en su aserto: “También esto debe ser bueno, porque lo hace quien nos debe dar ejemplo”.

En 1583, fray Francisco García, sin llegar a negar las causas de licitud de la esclavitud, denuncia serias dudas de que estas circunstancias se den y avisa de que los compradores finales, en caso de duda, tienen la obligación, si quieren actuar de buena fe, de cerciorarse de que las causas de su esclavitud son las justas. Si lo hubiese comprado sin la diligencia debida y después se enterase de la ilicitud, tendía obligación de restituirle la libertad. Se introducía de esta manera el asunto del tercer comprador. El primero era el portugués que había comprado al esclavo a otros negros, el segundo era el español (o portugués o inglés) que se lo comprase a éste para llevarlo a las Américas y el tercero era el propietario de tierras americanas que lo compraba, ya en América, para su uso. Sin embargo, García concluía que, si investigado el caso por el tercer comprador no había constancia explícita de que hubiese sido mal obtenido, era lícito comprarlo. Es decir, hacía recaer el peso de la prueba sobre la demostración de su ilicitud. Por tanto, de hecho, era una puerta abierta al tercer comprador, porque era muy difícil, por no decir imposible que encontrase ninguna prueba de que había sido hecho esclavo ilegalmente. Es decir, presumía que el esclavo lo era lícitamente.

Entre los jesuitas se produjo una disputa sobre si les era lícito o no tener esclavos. El que hacia 1558 era Provincial de Brasil, el P. Manuel da Nóbrega, pensaba que sí era lícito, puesto que sin ellos, y dada la extrema dureza de la vida en las misiones de Brasil, no podrían dedicarse a la labor pastoral. En una carta enviada en 1558 el Provincial pide dos docenas de esclavos negros. Pero el siguiente Provincial, a partir de 1560, el P. Luis de Grâ, no era partidario de tener esclavos, no por el convencimiento de que no fuese lícito tenerlos, sino por el voto de pobreza que le hizo renunciar no sólo a los esclavos, sino a otras muchas haciendas. Nóbrega escribió al P. Diego Laínez, a la sazón General de los Jesuitas, quien le dio la razón, pero avisando que tenían que cerciorarse de que lo eran a título justo, ya que había oído que algunos se hacían esclavos injustamente. Algunos jesuitas del Brasil fueron obligados a volver a Europa porque se mostraron indignados con esto, ya que no aceptaban la esclavitud de los negros bajo ningún concepto. La disputa se alargó hasta 1590 en que el entonces General, Claudio Aquaviva determinó que era preferible vivir de la limosna a tener esclavos y prohibió totalmente su posesión a los jesuitas. Pero en la provincia de Brasil desoyeron esta orden y siguieron manteniendo esclavos con los argumentos de fray Francisco García expuestos más arriba. En 1593, el jesuita P. Molina, en su libro “de iustitia e iure” daba también su opinión. Una opinión que no aportaba mucho de nuevo en el debate general. La postura, dentro del debate general, del P. Molina venía a decir, siguiendo la opinión de Las Casas, pero tras indagar cuidadosamente, que en la mayoría de los casos la adquisición de los esclavos por los portugueses no cumplía las condiciones de licitud. Por lo tanto, si los traficantes no sabían a ciencia cierta su procedencia, no podían comprarlos, bajo pecado mortal y peligro de condenación de su alma si lo hacían, y toda adquisición debía ser consentida por las autoridades regias de las colonias portuguesas, así como por los obispos de Cabo Verde y Santo Tomé. Recomendaba que sería bueno que estos obispos mandasen misioneros al interior de África para cristianar allí a los negros. Si los traficantes aseguraban que la esclavización de los negros en el interior de África había sido hecha lícitamente y las autoridades civiles y religiosas así lo acreditaban, los compradores siguientes estaban exonerados de responsabilidad. En caso de duda razonable por parte de esas autoridades, los esclavos deberían ser inmediatamente liberados. Pero Molina era consciente de que ni las autoridades civiles ni religiosas de esas colonias se tomaban la más mínima molestia de saber si lo que decían los traficantes era verdad, sino que, en la mayoría de los casos lo aceptaban sin más comprobaciones. Tuvo el valor de amonestarlos duramente por ello, pero poco más podía hacer, por lo que el tráfico continuó. En 1610 se formó la llamada mesa de conciencia formada por las autoridades locales, que dictaminó la licitud del comercio de esclavos.

No obstante, otro jesuita, el P. Tomás Sánchez siguió sancionando la culpabilidad de los primeros mercaderes y extendió a los segundos compradores, los españoles, ingleses, holandeses etc. que los llevaban al Nuevo Mundo, la obligación de tener la certidumbre de que la causa de la esclavitud era lícita. Inútil. Ningún segundo comprador hacía ninguna averiguación. Se limitaban a comprar la “mercancía” haciendo caso omiso de las advertencias de los teólogos/confesores, a pesar de que, a medida que estos investigaban se hacía más y más evidente, y así lo hacían constar una y otra vez distintos de ellos, que en ningún caso la obtención de esclavos era lícita. Todo era un montaje de codicia y pillaje, pero ni se negaron las causas lícitas ni se obligó a los terceros compradores, los que los recibían en América, a ninguna responsabilidad particular. En 1647, el jesuita P. Alonso de Sandoval, reconocía tristemente que los jesuitas seguían comprando esclavos, admitiendo que estaban comprando esclavos que no debían serlo.

La doctrina de Molina y Sandoval prevaleció, sin una sola voz en contra, hasta 1681. En ese año, los capuchinos fray Francisco José de Jaca y fray Epifanio de Moirans, sin conocerse entre ellos, publicaron sendos libros en los que, con una audacia admirable, daban un salto adelante en el tema de la esclavitud. No negaron la licitud de las famosas tres causas tantas veces mencionadas –ya vimos que únicamente don Bartolomé Frías de Albornoz, en 1573, se atrevió a negar la licitud de esas causas hasta que comenzó el movimiento abolicionista inglés a fines del siglo XVIII, es decir, doscientos años más tarde–. Pero la contundencia casi incendiaria de su denuncia en la que no se reconocía que en ningún caso y bajo ningún concepto se podía admitir que esas causas se diesen y la altura a la que hicieron llegar sus voces les hacen figuras señeras en este proceso. Respecto a la ignorancia que pudieran tener los compradores de esclavos, ya fuesen traficantes y segundos o terceros compradores, sobre el incumplimiento de esas causas, decía Jaca: “La ignorancia que les puede competer no es otra que la de Judas vendedor y los judíos compradores de Cristo Jesús”. Pero no sólo a compradores y vendedores ponía Jaca en la picota teológica, sino también al rey: “… si el Rey, jueces, gobernadores, etc., tales cosas permitieran, en lugar de ser conservadores de las repúblicas, fueran los mayores tiranos de ellas. Y entonces, no sólo los agresores de tales iniquidades fueran reos de pena civil y teológica […], pero también dichos reyes, jueces, gobernadores, etc.”. Esto era acusación gravísima puesto que en la doctrina política de la época era aceptado que quien no gobernaba de acuerdo con la justicia y la moral podía ser considerado un tirano y era lícito su derrocamiento. Tampoco las autoridades eclesiásticas, que tenían esclavos, salían indemnes de la pluma de Jaca: “… los que raciocinan diciendo que los señores obispos y religiosos (bien podría decir clérigos y pocas religiosas) sin tropiezo ni escrúpulos por tales [esclavos] los tienen y compran, etc., y así, de alguna manera puedan ser absolutamente esclavos […] respondo con conclusión irónica. Luego, ¿de la autoridad pontificia y sacerdotal que tuvieron Anás, Caifás y los sacerdotes, escribas y fariseos, se justificará la venta que hizo Judas de Cristo y la compra que hicieron ellos para después en su Divina Majestad ejecutaron?” Moirans corroboraba todavía más duramente: “Los reyes y príncipes cristianos que tienen autoridad sobre los Consejos Reales, el Comercio sevillano, la Sociedad parisiense, el Comercio de los ingleses, el de los portugueses principalmente y el de los holandeses, todos los comerciantes, los que transportaban, compraban y vendían esclavos, todos los señores que los poseían eran dignos de muerte por cooperar a las rapiñas y robos de negros en África y a su venta”. Ambos argüían que todos los que tenían esclavos tenían la obligación, no sólo de liberarlos, sino de pagarles los salarios atrasados y de indemnizarles por daños causados. Por otro lado expresaban el derecho de los esclavos a huir si no eran liberados. Moirans acababa con una terrible profecía apocalíptica que, a pesar de su longitud, no me resisto a citar aquí:

“Debido a la injusticia inferida a los negros trasladados de sus tierras y transportados a las Indias, huirán de sus territorios los príncipes cristianos y los perderán, y los obispos y los clérigos también emigrarán de esas tierras y atravesarán los mares huyendo; y los cristianos serán hechos cautivos y esclavos. […] … tanto los príncipes eclesiásticos, es decir, la Iglesia romana, como los príncipes cristianos temporales, serán expulsados de sus territorios, de sus Reinos, de sus dominios; porque trasladaron a los etíopes negros y a los africanos de sus tierras a América, haciéndolos siervos contra todo derecho. Por lo que los mandantes y los que obedecen quedarán privados de sus posesiones; ahora bien, los príncipes eclesiásticos y los doctores que consientan (en estos atropellos), los que se callen, los que no se resistan (a esta manera de actuar) navegarán a América huyendo de la futura persecución (desatada contra ellos) en todo el orbe, una persecución como no han visto jamás los cristianos desde que se fundó la Iglesia de Cristo…”. Más aún, tanto Jaca como Moirans, se negaban a dar la absolución a quienes tenían esclavos si no los manumitían o no les indemnizaban, por entender que no tenían propósito de la enmienda de un pecado mortal.

Ambos capuchinos, que habían acabado en Cuba por distintos caminos y en distintos conventos, fueron tratados con enorme severidad por las autoridades, tanto civiles como religiosas. El gobernador de Cuba ejerció las debidas presiones para que ambos fueran echados de sus respectivos conventos y el Vicario General de la diócesis los procesara. Fue entonces cuando se reunieron. Pero fueron ambos detenidos, suspendidos a divinis, procesados y excomulgados. Sin embargo, como ambos pertenecían a Congregación Propaganda Fide, la excomunión no fue válida. Pero Jaca respondió, sin cortarse un pelo, excomulgando al provisor eclesiástico de la diócesis. Fueron encarcelados en sendos castillos y en 1682, devueltos a Europa en donde, tras muchos vaivenes fueron liberados pero sin autorización de predicar ni de volver a América. Pero el ruido llegó al rey, a la sazón Carlos II que estaba preocupado por los esclavos y que promulgó, en 1683, una cédula en la que se exigía que los esclavos fuesen, en lo tocante a la fe, adoctrinados en ella y en lo temporal que pudieran denunciar a sus amos por malos tratos. Esta cédula alentó a los muchos magistrados que veían con malos ojos el maltrato al que los esclavos eran sometidos. Dos años más tarde, en 1685, Carlos II pidió al Consejo de Indias que le contestase a tres preguntas: 1ª Si era conveniente que hubiera esclavos negros en América; 2ª Si había habido alguna junta de teólogos para dictaminar sobre el asunto y; 3º si había autores que hubiesen escrito sobre el tema. El Consejo respondió de forma torticera, afirmativamente a la primera pregunta, negativamente a la segunda y afirmativamente a la tercera, pero citando sólo aquellos autores favorables a la esclavitud y guardando un silencio sepulcral sobre los que eran desfavorables. Además, engañaron al rey diciéndole que todos los esclavos que se adquirían en África pasaban por una revisión para ver si habían sido sometidos a esclavitud. Afirmaban que sin ellos no cabía mantener aquellas repúblicas de las Indias y que los esclavos eran bien tratados. Y el rey Carlos II, aceptó el dictamen.

Pero Jaca y Moirans no se dejaron amilanar por ello. Llevaron el caso a Roma, ante la Congregación Propaganda Fide, proponiendo un documento con once puntos en defensa de sus tesis. Casi al mismo tiempo llegó a la misma Congregación otro durísimo documento del sacerdote afrobrasileño Lourenço da Silva de Mendoza que afirmaba ser descendiente de los reyes del Congo y Angola y que se titulaba a sí mismo Procurador de todos los mulatos de Portugal, Castilla y Brasil. Denunciaba el horrible maltrato que se daba a los negros que, a menudo, les empujaba al suicidio y pedía la excomunión para todo aquél que tomase parte en el proceso y que esa excomunión únicamente la pudiese levantar el Papa. El 6 de Marzo de 1684, el asunto de Silva de Mendoza se llevó a la asamblea general de la Congregación. En su resolución se decidió escribir a los nuncios de Madrid y Lisboa expresando la amargura del Papa por las crueldades a que se sometía a esos cristianos (los esclavos bautizados, que eran prácticamente todos) y por el hecho de que siendo tales, fuesen sometidos a esclavitud. Se pedía a los reyes de ambos países que prohibiesen, bajo severas penas, dichas crueldades. El 12 de Marzo de 1685 se trataron, en la asamblea de ese año de dicha congregación el asunto de Jaca y Moirans. En este caso, la Congregación decidió que no tenía competencia para definir cuestiones doctrinales, sino que esto dependía del Santo Oficio, al que se tramitó la petición de los dos capuchinos, a la que se remitió su petición. Esa remisión de una a otra Congregación se perdió en el silencio de la Curia. Pero el que la sigue, la consigue y la tenacidad de los frailes españoles se vio reforzada por una nueva petición a Propaganda Fide de Mendoza que también se derivó al Santo Oficio y, esta vez, sí que llegó a su destino y el 20 de Marzo de 1686, el Santo Oficio se pronunció favorable a las tesis de tres de los once puntos de sus tesis y se lo envió a Propaganda Fide. Los puntos aprobados decían que no era lícito hacer esclavos entre los negros por medio de dolo, tampoco lo era comprarlos y venderlos y que para retener a alguien como esclavo era moralmente imprescindible comprobar la justicia de su cautividad. Sin esta comprobación era moralmente obligado manumitirlos e indemnizarlos. Es decir, hacía recaer el peso de la prueba sobre los terceros compradores. Dado que esa comprobación era imposible, este punto obligaba moralmente a esa manumisión e indemnización.

El secretario de Propaganda Fide, que había sido el impulsor de ambos asuntos en Roma, escribió inmediatamente a los obispos de Angola, Cádiz, Sevilla, Málaga y Valencia, así como a los nuncios en España y Portugal para que actuaran sobre los misioneros y sacerdotes de sus demarcaciones. Pero los obispos, sacerdotes y misioneros de ambos países, no dependían de Propaganda Fide, sino del Regio Patronato de Portugal y España, por lo que el decreto del Santo Oficio no tuvo el efecto deseado. Entonces, llegó a España la dinastía borbónica con Felipe V. Una de las primeras cosas que hizo este rey en 1701, fue conceder el monopolio del tráfico negrero en sus territorios a la Real Compañía Francesa de la Guinea, en la que tenía intereses nada menos que el Rey Sol de Francia, Luis XIV. Punto final.

A partir de este momento, se establece un plúmbeo silencio y cesa todo debate teológico. Tan sólo aparecen opúsculos recomendando, con más o menos fuerza, el buen trato a los esclavos. No es hasta finales de ese siglo cuando reaparece en Inglaterra un fuerte movimiento abolicionista que culmina con la prohibición del tráfico de esclavos en 1807 y con la abolición de la esclavitud en Inglaterra y sus colonias en 1833 (en 1789 en el Estado de Pensylvania, concedido a los cuáqueros, en los recién independizados EEUU). No sé documentalmente qué difusión pudo haber tenido en su tiempo toda la discusión teológica de los teólogos españoles ni qué grado de conocimiento tuvieron de ello los abolicionistas ingleses y americanos de finales del siglo XVIII. Pero me caben pocas dudas de esa influencia existió y de que fue muy notable. Tal vez alguien, algún día, pueda hacer una tesis doctoral sobre ello. 

APÉNDICES

En el libro I de la “Política” de Aristóteles se sientan las bases del pensamiento dominante que había sobre la esclavitud en la Grecia clásica. Este pensamiento puede resumirse en que la esclavitud era algo natural porque había hombres que eran esclavos por naturaleza, mientras otros eran libres también por naturaleza. He aquí algunas freses entresacadas de dicho libro I de la “Política”:

“La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar órdenes, obedezca como esclavo y, de esta suerte, el interés del señor y del esclavo se confunden” (Política Libro I capítulo 1).

La condición de esclavo y de bárbaro coinciden:

“Los poetas no se equivocan cuando dicen: ‘Sí, el griego tiene derecho a mandar al bárbaro’, puesto que la naturaleza ha querido que bárbaro y esclavo fuesen una misma cosa” (Ibid Libro I capítulo 1)

“Otros, por el contrario, pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres y esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos y que, por último, la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia” (Ibid Libro I capítulo 2)

“Puede decirse que la propiedad no es más que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos y el esclavo una propiedad viva”. (Ibid Libro I cap. 2)

“El señor es simplemente, señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por el contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que, en tanto que hombre, se convierte en una propiedad y, como propiedad, es un instrumento de uso y completamente individual.

Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil ser esclavo o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza”. (Ibid Libro I cap. 2)

“Lo mismo sucede con el hombre y los demás animales: los animales domesticados valen naturalmente más que los animales salvajes, siendo para ellos una ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre” (Ibid Libro I cap. 2)

“Por lo demás, la naturaleza de los animales domesticados y de los esclavos son poco más o menos del mismo género. Unos y otros nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nuestra existencia. La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace los cuerpos de los hombres libres diferentes de los de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas de la sociedad y haciendo, por el contrario, a los primeros, incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a esfuerzos duros y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartidas para ellos entre las ocupaciones de la guerra y las de la paz”. (Ibid Libro I cap. 2)

“Sea de esto lo que quiera, es evidente que unos son naturalmente libres y los otros naturalmente esclavos; y que para éstos últimos, la esclavitud es tan útil como justa”. (Ibid Libro I cap. 2)

“Hay gentes que, preocupadas por lo que creen un derecho, y una ley tiene siempre las apariencias de un derecho, suponen que la esclavitud es justa cuando resulta del hecho de la guerra. Pero se incurre en una contradicción; porque el principio de la guerra misma puede ser injusto, y jamás se llamará esclavo al que no merezca serlo; de otra manera, los hombres de más alto nacimiento, podrían parar en esclavos, hasta por efecto del hecho de otros esclavos, porque podrían ser vendidos como prisioneros de guerra. Y así, los partidarios de esta opinión tienen el cuidado de aplicar este nombre de esclavos sólo a los bárbaros, no admitiéndose para los de su propia nación. Esto equivale a averiguar lo que se llama esclavitud natural y esto es, precisamente, lo que hemos preguntado desde el principio. Es necesario convenir en que ciertos hombres serían esclavos en todas partes y que otros no podrían serlo en ninguna. Por consiguiente, la autoridad del señor sobre el esclavo es a la par justa y útil, lo cual no impide que el abuso de esta autoridad pueda ser funesto a ambos. Y así, entre el dueño y el esclavo, cuando es la naturaleza la que los ha hecho tales, existe un interés común, una recíproca benevolencia; sucediendo todo lo contrario cuando la ley y la fuerza, por sí solas, han hecho a uno señor y a otro esclavo”. (Ibid Libro I cap. 2)

Link a la obra completa de Aristóteles “Política”.