11 de febrero de 2017

Frases 11-II-2017

Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.

Después de haber andado mucho, Francisco y León dejaron el camino y volvieron a tomar el sendero que trepaba bajo las hayas y encinas y conducía a la ermita. Por todas partes la primavera había estallado. Los árboles grandes desplegaban su follaje completamente nuevo. Y sobre el verde, tierno y dorado de las hojas, los rayos de sol jugaban en medio del canto de los pájaros. De la tierra húmeda y tibia del bosque subía un buen olor a musgo, hierbas muertas y a violetas en flor. Por todas partes asomaban alegremente pequeños ciclámenes rojos. Todo esto tambuén, sin duda, vivía y reposaba en el tiempo de Dios, en el tiempo del principio. La tierra, con su vida secreta, no se había separado de este tiempo, lo mismo que las estrellas del cielo. Los grandes árboles en el bosque dilataban sus ramas al soplo de Dios, igual que en los primeros días de la creación. Con el mismo temblor. Sólo el hombre había salido de ese tiempo del principio. Había querido trazar su camino y vivir en su propio tiempo. Y desde entonces no conocía el descanso, sino solamente el cansancio, la turbación y la precipitación hacia la muerte.

Leído en el libro “Sabiduría de un pobre” de Éloi Leclerc.

Solo cuando tenemos la certidumbre viva, experencial, de que Dios ES, podemos entrar en el tiempo de Dios. Y, entonces, nos abandonamos al fluir de ese tiempo y todo está bien, aunque no entendamos. Porque todo está en las manos del que ES y Él sabe el porqué y el para que de todo. Y todo es bueno en Él.

Como en Genesaret.

Atrás queda la noche
llena de insomnio y de fantasmas.
Se evapora ante una nueva mañana
para mí creada,
transparente en su luz
de fresco amanecer de Julio.
Como pudo quizá serlo
la primera mañana del mundo.
He visto cómo su luz
se hacía poco a poco,
con materia prima
de rosada negrura,
de montes azules y lejanos,
de horizontes borrosos.
Ante mí han cobrado vida,
en una temblorosa levedad,
los aires transparentes,
llenos de líquida alegría.
Y estabas Tú detrás de todo eso;
la luz y la frescura,
la negrura,
el rosa y el azul y los livianos temblores,
el aire, la vida y la alegría.
Así debió ocurrir
en otra mañana que fue nueva,
igual de transparente que ésta,
al borde de un lago.
Allí, en la orilla de otra larga,
estéril, negra noche,
a otro hombre viejo le fue dicho:
“Ven, sígueme, que voy a hacerte

también a ti, como a este mundo, nuevo”.

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