9 de septiembre de 2018

... y otra de arena, a favor del Papa Francisco


“Una de cal y una de arena”. Siempre que he oído este dicho me he preguntado cuál era la parte buena del mismo, si la cal o la arena. Y aunque esto sea irrelevante para lo que viene a continuación, para escribir esto busqué el origen de este dicho. Para hacer argamasa es necesario mezclar a partes iguales cal y arena. Los obreros que la hacían artesanalmente sabían que la cal era peligrosa sólo con respirarla. Los que echaban cal lo pasaban fatal. Tenían que ponerse una mascarilla porque si les entraba en los pulmones se los quemaba[1]. Por tanto, hacían turnos para echar paletadas de uno u otro material. Una hora unos echaban paletadas de cal y otros de arena y a la siguiente hora cambiaban los roles. Así es que la mala es la cal.

Pues bien, la semana pasada di la de cal a a Doctrina Social de la Iglesia y de refilón, al Papa Francisco. Hoy le toca la de arena a este Papa. Si hay algo que no hace Francisco es dejar indiferentes a los que le oyen, le leen o le conocen. A mí mismo, me molesta bastante su populismo, aunque jamás le he acusado, ni le acusaré de comunista, como hay quien lo hace. Y no lo haré, sencillamente, porque no lo es. Simplemente está influido por el ambiente de populismo que respira en su país, Argentina y, más en general, una buena parte de América Latina. Pero no es comunista. En cualquier caso, el que sea o no populista –distinto sería si fuese comunista[2]–, no forma parte del núcleo duro de aquello en lo que, como Papa, debe ser guía.

Sin embargo, desde el primer día, me gustó de este Papa su forma de anunciar el amor de Cristo, su forma de instarnos a acercarnos a Él y a llevar esa buena noticia a todos. Hubo una frase que le oí en los primeros días de su pontificado que me entusiasmó. “La Iglesia –decía– debe ser facilitadora de la gracia, no su aduanera”. Otra palabra que aprendí de él fue “parresía”. Significa “Hablar con atrevimiento y valentía”. Y, a fe que ha practicado la parresía. Admito que a veces lo ha hecho de manera tal vez un poco irreflexiva, pero creo que es necesario que el lenguaje de la Iglesia llegue a la gente normal. A menudo, la erudición hace que los mensajes, por muy importantes que sean, se pierdan y no lleguen a nadie. Así que creo que, en esto de la parresía, siendo lo mejor, como en todo, el punto medio, es preferible pasarse que quedarse corto. Y este Papa, ciertamente, se ha pasado un poco. Pero… Además, la parresía la ha llevado, no sólo a sus expresiones coloquiales, sino a alguno de sus documentos pontificios centrados en el núcleo duro de la doctrina católica. No he leído nada en esos documentos que vaya en contra de ningún dogma ni de ninguna norma ética del Magisterio de la Iglesia. Pero su parresía, con el fin de hacer a la Iglesia facilitadora de la gracia, le ha llevado a estar justo en el límite de esas normas éticas. Me refiero a su postura, reflejada en los documentos de los dos sínodos de la familia y en la Amoris Laetitia –concretamente en su capítulo VIII– sobre la posibilidad de acceso a la comunión de las personas separadas y vueltas a casar. Pero, como he dicho anteriormente, en ninguno de esos documentos se traspasa la línea intraspasable que podría afectar a doctrinas sólidamente establecidas sobre la indisolubilidad del matrimonio, los sacramentos y las condiciones necesarias para recibir alguno de ellos. Quizá, otra vez, haya forzado formas y ritmos, pero no ha traspasado ninguna línea roja. Sin embargo, esta cercanía al límite, esas formas y esa velocidad, ha hecho que muchas personas, de la jerarquía, del clero y de los fieles, se rasguen las vestiduras y se pongan en su contra en estos temas del núcleo duro del Magisterio que, insisto, el Papa no ha traspasado y que, eso sí, en uso de la gracia de ser Papa, ha llevado hasta el límite. He escrito varias cosas argumentando sobre mi posición, firmemente al lado del Papa, en estos temas, así que no abundaré ahora en estas razones.

Me parece muy bien que haya personas que, desde la buena voluntad, no estén de acuerdo con esa forma de acercarse a las líneas rojas. Debo reconocer que a mí también me produce un cierto vértigo y una cierta inquietud esa cercanía y velocidad de acercamiento a límites infranqueables. Pero lo que hago es rezar por el Papa y pedir al Espíritu Santo que le ilumine y que haga que nunca traspase esos límites ni que dé pie a que otros los traspasen. Y que, por otro lado, esta cercanía pueda hacer que mucha gente vuelva a la Iglesia. Lo que no me parece bien es que, por un lado, se presenten torticeramente los hechos como si, de hecho, ya hubiese traspasado esos límites y, por otro, se utilicen argumentos, que no me parecen lícitos, para atacarle. Y llego ahora al meollo de la cuestión. Distingo dos frentes.

El primero. Recientemente determinados cardenales han pedido, de una forma a mi entender conminatoria, aclaraciones sobre lo que dice en la Amoris Laetitia. Aclaraciones a mi modo de ver innecesarias porque la Amoris Laetitia es lo suficientemente clara como para que cualquier persona que los lea perciba que esos límites no han sido traspasados.

El segundo, y mucho más grave, son las acusaciones que le hacen, desde muy altos cargos de la jerarquía eclesial, de ser encubridor de la pederastia dentro de la Iglesia. Sé, y me duele terriblemente en el alma que, no sólo ha habido muchos casos de pederastia entre sacerdotes y obispos, sino que, en muchos casos ésta ha sido encubierta de una manera consciente y durante muchos años. Lo encuentro sencillamente repugnante y creo que los que han practicado la pederastia y los que han encubierto esas conductas no merecen otra cosa que ser juzgados por la justicia civil y, si son encontrados culpables, que paguen sus culpas como cualquier ciudadano. Pero si miro la historia reciente de la Iglesia y me pidiesen que dijera qué Papas han luchado con más fuerza y contundencia contra esta lacra, éstos han sido, sin el más mínimo género de duda, Benedicto XVI y Francisco. Exigir que se investigue en profundidad sobre estos delitos y que caiga todo el peso de la ley sobre los culpables, es hacer un bien a la Iglesia, es ayudar a limpiarla de esa porquería nauseabunda. Acusar públicamente y sin pruebas, desde la alta jerarquía eclesiástica, a uno de los dos Papas que más duramente ha flagelado a la pederastia, de encubridor de pederastas, me parece una grave irresponsabilidad que hace un enorme daño a la Iglesia. Y me pregunto si ambas cosas, el desacuerdo con el acercamiento a los límites y las acusaciones de encubrimiento, no estarán relacionadas y si detrás de estas posturas no habrá intenciones inconfesables.

Creo que vivimos en un mundo de polarizaciones. O se acepta a una persona en bloque o se la rechaza en bloque. Y me parece que esto no es bueno. Desgraciadamente, esto está pasando con el Papa Francisco. Hay un conjunto heterogéneo de personas que le rechazan en bloque. En él se encuentran unidos los que están en desacuerdo en su visión de la economía y los que están en desacuerdo con su aproximación a los límites. Y, todavía peor es que para expresar su descontento se considere válido cualquier tipo de argumento. Incluso la acusación de lenidad con la pederastia, aunque no haya pruebas de eso y aunque vaya en contra de la evidencia de los hechos y actuaciones de Francisco.

No me resisto a traer aquí un extracto de la entrevista que apareció ayer, sábado 8 de Septiembre, en el diario “El Mundo” a Gerard O’Connell, vaticanista con más de treinta años de permanencia en Roma. Para el que quiera ir a las fuentes, pongo más abajo el link a la entrevista completa.

P. Carlo Maria Viganò, ex embajador de la Santa Sede en Washington (2011-2016), ha acusado públicamente a Francisco de encubrir los abusos sexuales del cardenal estadounidense Theodore McCarrick. ¿Le cree?

R. No, absolutamente no. Viganò asegura que Francisco encubrió a McCarrick y le levantó las sanciones privadas que supuestamente Benedicto XVI le había impuesto. Pero la verdad es que no hay ninguna evidencia de eso, y Viganò no ha aportado ninguna prueba. Lo que en cambio sí se sabe es que cuando en 2018 tuvo lugar la primera acusación contra McCarrick de abusos sexuales contra un menor -hasta entonces se trataba de mayores de edad-, Francisco actuó con contundencia: le obligó a renunciar a su dignidad cardenalicia, al público ministerio y a llevar una vida de recogimiento y oración con limitaciones de movimientos. Y el proceso canónico contra él está en marcha. Está claro que durante años la Iglesia no ha prestado suficiente atención a los abusos sexuales. Pero tanto Benedicto XVI como sobre todo Francisco han legislado y actuado con dureza al respecto. Pretender que Francisco ha encubierto a McCarrick es absurdo.

P. ¿Y por qué le acusa entonces Viganò?

R. Viganò es alguien muy ambicioso que ansiaba convertirse en cardenal, algo que no ha logrado. Ya estuvo implicado en el Vatileaks contra Benedicto XVI (el escándalo por la filtración de documentos reservados, en 2012). Ideológicamente está alineado con la derecha ultraconservadora de Estados Unidos […] que rechaza enérgicamente la teología y el tipo de Iglesia abierta que Francisco está promoviendo. Viganò está en la primera línea de oposición al Papa, pero detrás de él hay otros. Muchos en Roma consideran que Viganó está utilizando el caso de McCarrick, alguien a quien Francisco ha impuesto sanciones y obligado a dimitir como cardenal, para un ataque de mayor alcance contra el Papa con la pederastia como trasfondo.


El hecho de que cite la entrevista de O’ Connell no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que dice. Lo hago, sobre todo, para que haya una versión distinta a lo que dice Viganó en un documento que me ha llegado por diferentes sitios. De hecho, no me gusta que en esta entrevista a O’Connell también se ahonde en la división de la opinión en dos bloques sin matices, pro y anti Francisco. Pero, mientras no haya pruebas contundentes de que Francisco apoya con su pasividad la pederastia en la Iglesia, no lanzaré esa piedra y le concederé la presunción de inocencia, avalada por sus múltiples y enérgicas actuaciones contra esta lacra. Si un día se presentan esas pruebas, por supuesto, rectificaré. Me parece ejemplar que Francisco, ante las peticiones de los periodistas de que se pronuncie contra las acusaciones de Viganó, en vez de echar leña a la polémica, se haya limitado a decir a los periodistas que analicen con el debido rigor periodístico las declaraciones de éste.

En conclusión, yo, como he dicho más arriba, rezaré por el Papa Francisco y le pediré al Espíritu Santo, que le ilumine y guíe en su facilitación de la gracia y en la indudable lucha que está llevando a cabo contra la pederastia en la Iglesia. Esta es mi paletada de arena a favor del Papa Francisco. Y si el otro día di la de cal, creo que esta de arena es mucho más importante que la de cal, porque se refiere al núcleo duro del Magisterio, y no a la periferia, como es el caso de la DSI.


[1] Y ya que estoy en contar cosas irrelevantes para lo que quiero escribir, recodaré que los inmigrantes que intentan saltar la valla de Ceuta o Melilla, echan cal viva a los guardias civiles que nos defienden.
[2] Los principios del comunismo atentan contra la concepción del hombre en su libertad y dignidad, poniéndolo como un mero engranaje al servicio de un dios estado todopoderoso.. Esto es contrario a la idea cristiana del hombre y, por tanto, apoyar al comunismo sí iría contra el núcleo del Magisterio de la Iglesia.

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