Desde bastantes años antes era vox populi que la mayoría de las entonces llamadas Cajas de Ahorros de propiedad de las comunidades autónomas, estaban quebradas. Eran el juguete económico de los políticos de todo signo. Con ellas se financiaban actividades que se suponía que daban votos y en ellas se colocaba en puestos de Consejo de Administración a amigos ignorantes y sindicalistas a los que había que retribuir favores y apoyos. Su pésima gestión las había llevado a una situación límite. Si al principio del proceso, antes de estar podridas, se hubiesen vendido, no les hubiesen cosntado ni un solo Euro a los contribuyentes. Pero, claro está, nadie quería renunciar a su juguete político. Así, se les empezó a dar dinero público con la condición de que se fusionasen. La idea era que si se unían dos mierdas, sin ninguna medida correctora, y se ponía un poco de dinero bueno en ellas, el resultado sería algo viable. Y, claro, no lo fue. Al principio, las fusiones eran sólo entre cajas de la misma Comunidad Autónoma (No deja de ser curioso que el acrónimo “CCAA” sirva lo mismo para las Cajas de Ahorro que para las Comunidades Autónomas, dos de los cánceres de nuestra economía). Pero como eso parece que no bastaba, venciendo el rechazo político de unas CCAA contra otras, se empezaron a realizar simulacros de fusión entre CCAA de distintas CCAA. Simulacros que eran un “sí, pero no” y que recibieron el nombre periodístico de “fusiones frías” (cómo la fallida fusión fría para producir energía). Por supuesto, ninguna medida correctora y más dinero para intentar vanamente que la fusión de dos mierdas trans CCAA fuese otra cosa que una mierda más grande. Al final, el engendro de las “fusiones frías” quedó al descubierto y las CCAA empezaron a fusionarse sin frialdad, estuviesen en las CCAA en las que estuviesen. Así nació Bankia. La entidad que ponía el dinero para todo ello era una entidad pública llamada FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, hay que joderse con lo de ordenada), por supuesto, de titularidad pública. Todo este proceso era posible porque al frente del Banco de España estaba el inefable Miguel Ángel Fernández Ordóñez –MAFO para amigos y detractores– el primer Gobernador del Banco de España con carnet de militante de un partido político. Se mantenía suficientemente bajo el nivel de provisiones que este organismo exigía a las CCAA para que pudiesen “ir tirando”… el dinero de los españoles.
Bankia fue un engendro desde el principio, y se sabía. Pero, claro, los gobiernos antes se dejaban cortar un brazo que reconocerlo. Entonces surgió la maravillosa idea de sacar Bankia a Bolsa, con Rodrigo Rato al frente de la operación. O sea, hacer partícipes a los inversores de la mierda. Naturalmente, haciéndoles creer que era una buena inversión. Casi siempre que una empresa sale a Bolsa por primera vez, se articula lo que se llama u tramo mayorista. En él grandes fondos internacionales de inversión, que son inmunes a presiones, compran una buena parte de las acciones al mismo precio que las podrán comprar los pequeños inversores particulares. Así, éstos pueden fiarse de que el precio es razonable. En el caso de Bankia, lo que se hizo fue una presión agobiante del gobierno sobre grandes empresas españolas para que compraran acciones de Bankia. Por supuesto que se sabía que era una mierda, pero es que, resistirse al poder… Una de las pocas grandes empresas que se negó fue el BBVA. A poco de salir a Bolsa, se destapó el pastel y los inversores se dieron cuenta de que habían comprado mierda a precio de trigo. Todavía están vivos los litigios. No sé cómo acabarán éstos, pero me produce sonrojo ver que las empresas que participaron en el simulacro, piden también ser resarcidas. ¡Por Dios Bendito!
Afortunadamente, tras que el FROB regase Bankia con 22.000 millones de Euros para sanearla, se puso a su frente a un magnífico gestor profesional de una enorma experiencia bancaria, José Ignacio Goirigolzarri, que, con un gran sentido de la responsabilidad dejó su tranquilo retiro para entrar a dirigir Bankia. Y la sacó adelante. ¡Bien por Goirigolzarri!
Las CCAA fusionadas siguieron su espiral hacia el abismo, recibiendo dinero del FROB, hasta que la situación se hizo insostenible. Para entonces el estado ya había puesto, y hablo un poco de memoria, más de 40.000 millones de € en las CCAA y sólo en las CCAA Ni un solo Euro en la bansa privada. ¡NI UNO! Había que privatizarlas. Pero no podía esperarse que nadie diese un duro por entidades absolutamente quebradas. Más bien habría que pagarles cantidades inmensas para que se hiciesen cargo de la mierda. Y aquí es donde aparece el Banco Malo, la SAREB (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria) ¿Bancaria? Casi toda la mierda que inundaba los balances de las CCAA eran promociones –terminadas o paradas a medio hacer– de viviendas invendibles con las que se habían tenido que quedar las CCAA que las habían financiado, suelo que no servía para nada y préstamos concedidos a constructoras que se sabían imposibles de cobrar. Y la SAREB nació para comprar a las CCAA toda esa mierda a un precio, desde luego, mayor que el de mercado del momento, aunque menor de las valoraciones ficticias en la que la tenían en el balance. La idea es que, a medida que el mercado se recuperase, se iría vendiendo ganando dinero. Se anunciaba que ina a obtener una rentabilidad anual del 15%. De momento, diez años más tarde, la SAREB está prácticamente en quiebra. Pero la arquitectura del Banco Malo fue un auténtico encaje de bolillos. Para que no computase como ayuda de estado y no se considerase deuda pública en las Cuentas del Estado, SAREB tenía que tener un 51% de capital privado y el otro 49% lo pondría el FROB. Como no parecía fácil convencer a bancos privados de que pusiesen dinero para comprar la mierda de las CCAA, que, a fin de cuentas, eran su competencia, se hizo un montaje en el que el Banco malo ponía 60.000 millones de Euros. De estos, 5.400 millones de € sería el capital del Banco Malo, que sería puesto 2.700 millones de € por el FROB y otros 2.700 millones de €, por bancos y otras grandes empresas españolas privadas, a las que se presionó “persuasivamente” para que los pusieran. Uno de los pocos que no quisieron entrar en este montaje fue, otra vez, el BBVA. El resto del dinero, hasta los 60.000 millones de €, es decir, 54,6 millones de € se consiguieron mediante la emisión de bonos, naturalmente, con garantía del Estado español que, en gran medida, fueron comprados por el BCE. Misión cumplida, ¡no había ayuda de estado!
Esta es la bonita historia. Para que los bancos privados, que no habían recibido ni un Euro público, pusiesen dinero para hacer que las CCAA fuesen vendibles, sin que el estado viese incrementada su deuda pública en momentos en los que estaba al 90% del PIB (¡¡¡¡Ahora la tenemos al 120%!!!!). Naturalmente, no hubo 15% de rentabilidad anual, sino peticiones de más dinero en forma de ampliaciones de capital y de suscripción de más deuda, para evitar su quiebra.
Y los Podemitas y compañeros de viaje, hablan de penalizar a los pérfidos bancos que han costado no se cuanto a los españoles. ¡Es para abrirse las venas! Y quieren, además, crear un banco público para repetir la “proeza” de las CCAA a costa de los españoles. Si siguen gobernando en comandita, lo harán. ¡Dios nos coja confesados! ¡Qué bien que tengamos un estado protector que nos cuide y vele por los intereses de los españoles y del bien común! ¡Qué sería de nosotros sin su vigilancia para poner en su sitio a las pérfidas empresas privadas y, muy especialmente, los perversos bancos! ¡Loado sea el estado!
¡Feliz 10ª cumpleaños, querida SAREB!
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