12 de diciembre de 2009

Los maestros de la sospecha

Tomás Alfaro Drake

Con este título, que desde el principio obtuvo un éxito fulgurante, bautizó Paul Ricoeur a Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud. Aunque ninguno de los tres está ya en el cenit de su fama, sus ideas siguen impregnando subterránea y profundamente el pensamiento moderno occidental. ¿Cual es el común denominador que hizo que Ricoeur los uniera a los tres bajo ese título? ¿De que sospechaban? Sospechaban de la moral, fundamentalmente de la moral cristiana. Para los tres, la moral era una tapadera hipócrita, un disfraz para ocultar las vergüenzas de determinadas tendencias o intereses humanos ocultos y, a menudo, inconfesables. En eso coinciden. Es evidente que su sospecha tiene algo de verdad. Los seres humanos somos una naturaleza caída y es cierto que muchas veces disfrazamos nuestros intereses o tendencias bajo la capa de respetabilidad de la moral. Pero una cosa es constatar ese hecho e intentar purificar nuestro sentido moral de esos lastres y otra muy diferente afirmar categóricamente que TODA moral es SIEMPRE ese disfraz hipócrita del que ellos hablaban. Los tres tienen en común su odio hacia la Iglesia católica, aunque en el caso de Freud podría hablarse más de desprecio que de odios. Dos de ellos –Nietzsche y Frud– tienen en común que en su juventud abrazaron, o estuvieron a punto de hacerlo, una fe en Dios que, de haber cristalizado, probablemente hubiera cambiado la historia. Difiere, cada uno de ellos, acerca de cuales son esas tendencias o intereses ocultos que los humanos tapamos con la manta de la moral. Y los tres pecan de un simplismo increíble. Porque cada uno de ellos define una única cosa, con exclusión de cualquier otra, como la causa de ese uso fraudulento de la moral. Ciertamente, las tres causas que apuntan tienen algo de verdad. Pero ni siquiera las tres juntas son capaces de destruir la necesidad de una sólida y pura moral para que la persona y la convivencia social se mantengan en pie. No hay mayor fuente de error que elevar una idea parcial y unidimensional a la categoría de universal. A los tres “maestros de la sospecha” les sería aplicable la frase que dio pie a la entrada anterior de este blog con el título de “Lo complejo y lo complicado; lo simple y lo sencillo”. Esta frase decía: “Es de sabios hacer sencillo lo complicado, pero es de necios hacer simple lo complejo”. Si esta frase es cierta, y creo que lo es, los tres “maestros de la sospecha” caen en el más burdo simplismo y, por tanto, en la necedad. Lo tremendo, sin embargo, es que, en el pensamiento colectivo occidental, tanto entre personas que no saben apenas nada de ninguno de los tres, como entre eruditos de vasta cultura políticamente correcta, esa sospecha ha calado tan hondo que se ha convertido en certidumbre. Y de ahí se ha derivado, en gran parte, el rechazo ce cualquier tipo de moral, el relativismo y el nihilismo que impregna a nuestra sociedad. A continuación analizo la causa de la sospecha de cada uno de los tres y sus consecuencias.

Karl Marx (1818-1883)

Para Marx, la moral no era sino la tapadera para justificar el dominio de una clase sobre la otra. El simplismo de Marx es flagrante y puede resumirse en una frase, sobre la que toda su obra no es sino variaciones sobre el mismo monótono tema. “La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”. Ahí es nada. Nada menos que toda la historia de la humanidad, con sus grandezas y mezquindades, con su bondad impresionante a veces y su vesania espeluznante otras, con su heroísmo y su cobardía, con sus logros y sus fracasos, con sus civilizaciones que nacen y mueren, con sus expresiones artísticas, filosóficas, científicas, con sus anhelos y frustraciones, con su creatividad y su monotonía, todo eso, se puede encapsular en la lucha de clases. Punto. Hace poco he publicado una serie de entradas sobre la filosofia de la historia de Arnold J. Toynbee. No hablé en esa serie de la crítica que se hace a si mismo Toynbee en el último tomo de su obra en el que se lamenta de que, tal vez, en su análisis haya sido demasiado simple. Y ciertamente lo ha sido, necesariamente, un poco, porque para aprehender la realidad es siempre necesario simplificarla. Toynbee lo hizo y se lamentaba de esa simplificación tan inteligente y sutil como necesaria. Marx jamás tuvo ojos para ver su burdo simplismo y, desde luego, jamás tuvo la honestidad de lamentarse de ello. Se atrevió, incluso, a llamar a su simplismo “socialismo científico”. Esa es otra diferencia entre un sabio y un necio. Por tanto, para Marx, TODA la moral es un constructo –una superestructura, diría Marx en su jerga pseudocientífica– de la clase dominante para mantener su dominio. Y, claro, la religión en general y la Iglesia católica en especial son los andamios sobre los que se sustenta todo el tinglado. “La religión es el opio del pueblo” es otra de sus simplistas y lapidarias frases. Claro, para justificar esto hay que deformar la realidad a martillazos, en una ideología ciega y estúpida como lo es el marxismo. Ideología ciega y estúpida que, sin embargo, ha conseguido arrastrar a una buena parte de la humanidad al desastre, que ha negado la libertad y la dignidad a miles de millones de personas y en cuyo altar idolátrico se han sacrificado a millones de seres humanos. Si este simplismo fuese solamente una necedad, daría risa. Pero la necedad del simplismo da lugar muy a menudo a desastres humanos. Marx, desde luego, logro el record de uno de los mayores desastres de la historia.

Friedrich Nietzsche (1884-1900)

El simplismo de Nietzsche es diametralmente opuesto al de Marx. Para Nietzsche, es la conjura de los mediocres, de los “inferiores”, la que “diseña” una moral de débiles para coartar al magnífico superhombre. Entre los mediocres están las que para él representan razas inferiores, negros, gitanos y, sobre todo, judíos. En esa estrategia de la mediocridad, Nietzsche pone muy en primer plano al cristianismo, que no es, para él, más que una jugada maestra de los miserables judíos para engañar al mundo. En su revisión de la moral, socialismo y cristianismo van de la mano en esa moral de la mediocridad impuesta al superhombre que, naturalmente, es la raza aria. Para que no parezca que cargo las tintas por mi cuenta, ahí van algunas perlas cultivadas de las últimas obras de Nietzsche que me liberarán de hacer muchos más comentarios sobre su pensamiento.

“Ese Jesús de Nazaret, evangelio vivo del amor, ese “redentor” que trae la bienaventuranza y la victoria a los pobres, a los enfermos, a los pecadores –¿acaso no era precisamente la seducción de la manera más inquietante e irresistible, la seducción y el extravío hacia aquellos valores judíos y hacia aquellas innovaciones judías del ideal? ¿No ha alcanzado Israel el último objetivo de su deseo sublime de venganza, precisamente en virtud del rodeo de ese “redentor”, de ese enemigo y liquidador aparente de Israel? ¿No forma parte de la escondida magia negra de una política auténticamente grande de la venganza, de una venganza de altos vuelos, clandestina, de progreso pausado, calculada, el que Israel mismo negara y clavara en la cruz ante todo el mundo, como si fuera su enemigo mortal, al verdadero instrumento de su venganza, a fin de que “todo el mundo”, o sea, todos los enemigos de Israel, mordieran el cebo sin sospecharlo?” La genealogía de la moral. (1,8).

“No hace justicia ciertamente a las dotes religiosas, por no decir al gusto, de las fuertes razas de la Europa nórdica el que no hayan rechazado al Dios cristiano hasta la fecha. Tendrían que acabar con semejante engendro de la décadence, enfermizo y decrépito. Sin embargo, como no han acabado con él, pesa sobre ellas una maldición”.
Anticristo (19)

“Tal vez entonces [en el pasado] el dolor no hiciera tanto daño como ahora; por lo menos podrá llegar a esa conclusión un médico que haya tratado a negros (tomando a éstos como representantes del hombre prehistórico) –algunos casos de graves inflamaciones internas abocan hasta las puertas de la desesperación al mejor constituido de los europeos; pero a los negros no los abocan”. La genealogía de la moral (2,7).

“¿Qué se sigue de esto? Que uno hace bien al ponerse los guantes cuando lee el Nuevo Testamento. La proximidad de tanta mugre casi obliga a hacerlo. De la misma manera que no elegiríamos como amigos a unos judíos polacos, tampoco elegiríamos a unos “primeros cristianos”. Ni siquiera es necesario presentar una objeción contra ellos... Ni los unos ni los otros huelen bien”. Anticristo (46)

“El orden de castas, la jerarquía, se limita a formular la ley suprema de la vida misma, la separación de los tres tipos es necesaria para la conservación de la sociedad, para la posibilitación de tipos superiores y supremos –la desigualdad de derechos es la condición primera para que llegue a haber derechos... ¿A quién es a quien yo más odio, entre la morralla de hoy? A la morralla de los socialistas, a los apóstoles de los chandalas, que con su diminuto ser arruinan el instinto, el placer, el sentimiento de satisfacción del obrero... La injusticia no está nunca en los derechos desiguales, sino en exigir derechos “iguales”... El anarquista y el cristiano son de una misma procedencia...”. Anticristo (57)

“Hasta ahora no se ha experimentado la más mínima duda o vacilación al establecer que lo bueno tiene un valor superior a lo malo. ¿Y si fuera lo contrario? [...] Durante demasiado tiempo el hombre ha contemplado con malos ojos sus inclinaciones naturales, de modo que han acabado con asociarse con la mala conciencia. Habría que intentar lo contrario, es decir, asociar con la mala conciencia todo lo que se oponga a los instintos, a nuestra animalidad natural”.

“Mi nombre estará un día ligado al recuerdo de una crisis como jamás hubo sobre la tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una voluntad que se proclama contraria a todo lo que hasta ahora se había creído, pedido y consagrado. No soy un hombre. Soy una carga de dinamita”.


Ciertamente, el nombre de Nietzsche está ligado al nazismo. Ese es el fruto de su moral revisada. Esa es su carga de dinamita. En un vano intento de separar a Nietzsche, pensador de gran utilidad para atacar al cristianismo, de la barbarie que se desprenden de estas frases, se ha intentado decir que fue su pérfida hermana la que era racista y la que manipuló su obra. Nada más absurdo. Lo anterior es Nietsche en estado puro. Dios ha muerto, proclamó Nietsche a los cuatro vientos como conclusión de su revisión de la moral. Lo cierto es que él no pudo soportar su moral revisada y, un buen día se abrazó llorando al cuello de un caballo que estaba siendo golpeado por no poder llevar su pesada carga. El pobre, terminó sus días en un manicomio. Pero su conclusión de la muerte de Dios, sigue envenenando una mala parte del pensamiento moderno occidental. No sabemos nada, al menos yo, de la fe juvenil de Karl Marx, pero Nietzsche sí nos dejó, en sus escritos juveniles una muestra de su fe.

“Una vez más, antes de partir y dirigir mi mirada hacia lo alto, al quedarme solo, elevo mis manos a Ti, en quien me refugio, a quien desde lo profundo del corazón he consagrado altares, para que cada hora tu voz me vuelva a llamar… Quiero conocerte, a Ti, el Desconocido, que penetres hasta el fondo del alma y como tempestad sacudas mi vida, ¡Tú que eres inalcanzable y sin embargo semejante a mí! Quiero conocerte y también servirte”.

¿Cómo hubiese sido el mundo si Nietzsche hubiese conservado su fe juvenil? ¡Quién lo sabe! Sin embargo, yo me atrevería a apostar que hubiese sido mejor. Pero tal vez ese destello de misericordia, aunque fuese hacia un pobre caballo en vez de hacia un ser humano y esa llamada que Nietzsche esperaba de joven, le hiciesen alcanzar la misericordia del Dios al que en su edad adulta había intentado matar por parecerle excesivamente misericordioso. Ojalá.

Sigmund Freud (1856-1939)

Freud es también otro burdo simplificador. Sus sospechas sobre la moral provienen de que ve exclusivamente en ella una tapadera para encubrir las pulsiones sexuales. Si en Marx y en Nietzsche sus sospechas venían de imposiciones sociales a la moral, en Freud, su sospecha proviene de un simplismo antropológico. Para él, el hombre es sólo el campo de batalla de y contra esas pulsiones sexuales y la moral es, por tanto, el disfraz para camuflarlas o excluirlas. Sería absurdo negar que esas pulsiones existan en el ser humano. Pero de ahí a decir que el hombre es esas pulsiones, hay un abismo de simpleza. Sería absurdo negar que hay desviaciones del código moral que buscan encubrir esas pulsiones, pero decir que el encauzamiento de las mismas es hipocresía y represión hay otro abismo de simpleza. Ciertamente que Freud no pretendía que la moral eliminase todo encauzamiento de las mismas, pero lo que sí es cierto es que su pensamiento ha derivado, al entrar en contacto con la realidad, en lo que ha dado en llamarse la liberación de los tabús sexuales y de ahí se ha acuñado el término de la “liberación sexual”. Creo que esa “liberación sexual” de la mano del relativismo y de los anticonceptivos, ha degenerado en “irresponsabilidad sexual”. En algún sitio he leído que debería construirse en alguna parte una estatua, gemela a la de la Libertad que fuese la estatua de la Responsabilidad. Si esa iniciativa se llevase a cabo, podría contar con mi aportación. Se pretende que el psicoanálisis, creación de Freud, nos libera de esa represión y nos hace más libres y felices. Pero es mentira. Generalmente lo que crea el psicoanálisis es una dependencia del paciente respecto al psicoanalista que puede durar decenios, incluso toda la vida, pero que rarísimamente acaba con la curación del paciente. A veces, no pocas, es el propio psicoanalista quien crea fantasmas en la mente de sus pacientes, haciéndoles ver complejos de Edipo inexistentes o convenciéndoles de traumas infantiles que jamás existieron e incitándoles, para curarse, a “liberarse” de los “tabús” sexuales. Sería simplista por mi parte decir que es siempre así, pero, ciertamente, es muy corriente. De hecho modernas investigaciones muestran que gran parte de los casos presentados por Freud como éxitos terapéuticos eran, sencilla y llanamente, mentiras, y que en muchos casos él mismo inducía las obsesiones en sus pacientes. Próximamente publicaré en este blog algo en este sentido.

Pero dejemos temporalmente de lado la falacia de Freud y vayamos a la famosa “liberación sexual” que su simplismo moral ha desatado. El pensamiento políticamente correcto ve en esta “liberación sexual” un gran bien para la humanidad. No digo, entiéndaseme bien, que no hubiese cierta hipocresía en una moral excesivamente centrada en los aspectos sexuales. Pero sí que afirmo que la nueva moral nacida de la revisión freudiana ha traído grandes males a la humanidad, mal que les pese a los que se llaman a sí mismos progresistas. Esa nueva moral, ha traído de la mano una ingente cantidad de embarazos de adolescentes, casi de niñas, que acaban en abortos. La escalofriante cifra de abortos de nuestro mundo occidental –millones cada año–, es una muestra de ello. En su mayoría son abortos realizados en mujeres muy jóvenes, casi niñas y, muy a menudo, con reincidencia. Y los traumas que deja un aborto en cualquier mujer, máxime si es una adolescente, son, digan lo que digan quienes intentan presentar el aborto como un logro, escalofriantes. Como muestra un botón. El índice de suicidios entre mujeres que han abortado multiplica por en varios grados de magnitud el promedio.

Pero con todo lo terrible que es el panorama del aborto, casi peor es una de las consecuencias de esa “liberación sexual”, ayudada por el relativismo moral, por el propio aborto, por los medios anticonceptivos y por las facilidades del progresista “divorcio exprés”. Me refiero a lo que ya se ha bautizado con el nombre de “invierno demográfico”. En efecto la “irresponsabilidad sexual”, creada por el uso irresponsable e incorrecto de los contraceptivos, lleva a embarazos no deseados y éstos al aborto. Y, por otro lado, parece razonable que la inseguridad matrimonial, junto con otras causas, sea un freno a la procreación. Es muy políticamente correcto hablar del cambio climático, que está por ver que sea cierto[1]. Se habla mucho del llamado “invierno nuclear” que, aseguran, haría desaparecer la vida del planeta si se produjese una guerra nuclear. Ojalá nunca comprobemos si se produciría semejante “invierno nuclear”. Pero si alguien habla del “invierno demográfico” se le tacha inmediatamente de retrógrado. Y sin embargo, ya estamos entrando en él, si no estamos ya de pleno en ese invierno. Occidente tiene el dudoso honor de estar en tasas demográficas negativas en muchos de sus países más “avanzados”. En este tema España se lleva la palma. Ojalá fuésemos pioneros en cosas que creasen más progreso real que esto. Porque cuando nuestros jóvenes lleguen a viejos, no habrá sistema de prestaciones sociales que les pueda mantener. Los pobres que entonces sean jóvenes, se verán abrumados por una ingente cantidad de viejos a los que no podrán mantener. De hecho, nuestros sistemas de previsión social ya estarían en quiebra si no fuese por la inmigración. Pero la inmigración proviene de la falta de desarrollo de los países de origen de la misma. Si se actuase como es debido para fomentar ese desarrollo, la corriente inmigratoria cesaría inmediatamente y occidente colapsaría. Pero, al mismo tiempo, esa sangría, que produce en los países en desarrollo la fuga masiva de mano de obra joven, es un freno para su desarrollo, condenándoles injustamente a seguir en su situación. Pero esta injusticia, a la larga, también colapsará a la burbuja de bienestar de occidente. Por tanto, el mundo desarrollado se ve entre estas nuevas Scilla y Caribdis. Y todo esto por el “invierno demográfico” en el que estamos, en gran parte, gracias a Freud y a su revisión de la moral. La humanidad parece haber superado, no sin muchos millones de muertos, el comunismo y el nazismo, hijos de la revisión moral de los dos primeros maestros de la sospecha. No está claro que vaya a ser capaz de superar las consecuencias de esta última revisión de la moral. Sólo con la ayuda de Dios podremos. Todo podría haber sido distinto si el joven Freud hubiese tenido un poco más de honestidad intelectual. Efectivamente, en su primer año de universidad en Viena, en 1873, Freud tuvo como profesor a Franz Bentrano. Oigamos lo que le escribe en varias cartas, a lo largo de unos meses, a su amigo Eduard Silverstein[2]:

“Yo, un impío estudiante de medicina y empírico, asisto a dos cursos de filosofía… Uno de los cursos –¡escucha y maravíllate!– trata de la existencia de Dios y el profesor Brentano, que lo da, es un hombre magnífico, un sabio y filósofo, a pesar de que considera necesario apoyar con sus razones esta existencia etérea de Dios. [...]. De este hombre extraño (es creyente, teólogo… y una gran persona, muy inteligente, casi diría genial) y en muchos aspectos ideal, te contaré algunas cosas de viva voz. [...]. No he escapado a su influencia, no soy capaz de refutar un simple argumento teísta, que es la culminación de sus disquisiciones… Demuestra a Dios con tan poco partidismo y con tanta exactitud como otro demostraría la excelencia de la teoría ondulatoria frente a la de emisión. [...].Evidentemente sólo soy un teísta a la fuerza porque soy lo bastante honesto como para reconocer mi indefensión ante su argumento, pero no tengo intenciones de darme por vencido tan rápida o completamente. De momento he dejado de ser materialista, pero todavía no soy aún teísta. [...]. El mal, en especial para mí, consiste en que precisamente las ciencias naturales parecen reivindicar a Dios”.

No pudo ser. Los prejuicios del joven Freud pudieron más que su honestidad intelectual. Pero, como en el caso de Nietzsche, cabe preguntarse cómo hubiera sido el mundo si hubiese dejado que su razón se impusiese a sus prejuicios. Y, como en ese caso, me atrevería a decir también que hubiera sido mejor.

Esta es la enorme deuda que la humanidad tiene con los maestros de la sospecha. Millones de muertos –abortos incluidos– y, si Dios no lo remedia, un mundo yermo, asolado por el nihilismo, el relativismo moral y el “invierno demográfico”. Sin embargo, aunque Marx parece estar en decadencia, Nietzsche y Freud gozan de una excelente salud y hay una inmensa manipulación orquestada para mantener en pie su prestigio, negando el nazismo del primero o mirándolo como un “pecadillo menor” y tapándose los ojos ante el fraude del segundo y sus consecuencias. Y creo que la causa de esta defensa a ultranza es un ataque solapado a la religión y a la Iglesia católica que no repara en las armas que haya que usar. No me hago ilusiones de que esta denuncia mía vaya a tener mucha repercusión, pero me moriría si no la hiciese, aunque muchos me llamen retrógrado. Pido a quien lo lea y le parezca oportuno, que le dé la máxima difusión. Como he dicho antes, próximamente publicaré en este blog algo sobre las mentiras de Freud.

[1] En días pasados, se han descubierto unos e-mails cruzados entre científicos del IPCC (International Panel of Climatic Change) en el que parece que hay un fraude para falsear los estudios científicos sobre el cambio climático, acentuando su gravedad y silenciando los de los científicos escépticos al respecto. En uno de los e-mails, puede leerse: “Kevin y yo (Phil Jones) nos las arreglaremos para dejarlos fuera de alguna manera (a los estudios de los escépticos). Incluso si tenemos que redefinir las normas de revisión científica”. Los periodistas no han tardado en bautizar este affair con el nombre de Climategeate. De momento, la ONU va a abrrir una investigación al respecto. Veremos en qué acaba. No es de otra manera como se procede con las corrientes progresistas como la sedicente “liberación sexual” y con la creación del mito de Freud. Para más detalles sobre Climategate, véase el diario “El mundo” del sábado 5 de Diciembre en la página 35.

[2] S. Freud, Cartas de juventud. Con correspondencia en español inédita, Gedisa, Barcelona 1992 (trad. Ángela Ackerman Pilári. P. 117.

15 comentarios:

  1. Querido y admirado D. Tomás:

    Es sencillamente genial lo que Vd. escribe!

    Y no se sienta solo! no tan bien como vd., Jaimón y yo gritamos al mundo, con nuestra forma de vivir, el burdo engaño en el que vive y por eso estamos (humanamente hablando)un poco apartados, porque nos apartan, del mundo.

    Y nosotros, erre que erre, volvemos a la carga! JA!JA!JA!JA!

    Un abrazo y gracias!

    Jaimón y yo.

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  2. Queridos Jaimóny tú, soy Tomás:

    Muchísimas gracias por vuestras entradas de ánimos. Da gusto ver que no estamos solos. Yo estoy con vosotros y vosotros conmigo. Eso se llama COMUNIÓN. ¿Qué más da cuantos más nos escuchen? Hace poco leí una frase que decía: "Nuestra misión es proclamar a Cristo, no contar cuantos escuchan". Así que, vosotros y yo, erre que erre. Como ese chico que tenía un bocata de pan con peces y Cristo se lo pidió para la multiplicación de los panes y los peces. Bien podría haberle dicho al Señor. "¿De qué va a servir mi bocata para 5.000 personas? Mejor me lo como yo". Entonces el Señor no hubiese podido realizar el milagrazo de la multiplicación. Es un misterio maravilloso que necesite nuestro bocata. Así que vamos a dárselo y si hay gente que no nos comprende, pues nos leemos las bienaventuranzas y nos alegramos en ellas.

    Un fuerte abrazo y muchas gracias.

    Tomás (NO D. Tomás, que sería mi padre)

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  3. A Vd. Tomás, gracias a Vd.

    Feliz y santa semana!

    Un abrazo,

    Jaimón y yo (Jaimón es mi ángel de la guarda)

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  4. Ves Tomás, somos más de los que pensamos y a los Jaimones les conozco y cuando digo esto lo digo de verdad, les conozco y estan en Comunión con los que seguimos intentando contar que
    la Religión , lejos de ser el opio del pueblo es su refugio, que Dios no solo no ha muerto sino que Resucitó y está vivo , y que no todo se reduce al sexo ( que pesado es este Freud, Dios mio¡¡¡)
    MARIAJO

    PD: Fantastico resumen de estos tres pobres , que se equivocaron en su elección.

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  5. Cuando empeze a leerlo me dije que era demaciado largo como para terminarlo, al terminarlo me he quedado buscando más. Excelente :)

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  6. Hola Jaimónytú, soy Tomás:



    Me alegro de conocer a tu ángel de la guarda. Yo también tengo una gran devoción al ángel de la guarda, así como a los tres arcángeles. Os mando en este comentario una cosa que escibí hace unas semanas. Espero que os guste. Como no se pueden publicar comentarios demasiado largos, lo publico por partes.

    El pasado martes, fue la fiesta de los arcángeles san Miguel, san Gabriel y san Rafael. A muchas personas, incluso cristianos practicantes, esto de los ángeles y arcángeles les lleva a sonreír con indulgencia como si se tratase de algo pueril. Reconozco que a mí me ha ocurrido eso durante años. Pero nos ha sido dicho que si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de los Cielos. No creo que esta frase quiera decir que no nos preguntemos sobre el sentido de las cosas que creemos ni que veamos las cosas exactamente como niños. El mismo san Pablo, en alguna de sus epístolas dice algo así como: “Cuando era niño, pensaba como un niño, hablaba como un niño… ahora que soy mayor, he dejado atrás las cosas de niño y actúo como un adulto”. ¡En qué quedamos! Lo que tienen los libros de sabiduría, y la Biblia lo es por excelencia, es que hay que tener mucha perspicacia para no ver contradicciones allí donde sólo hay contrastes. Por lo tanto, voy a ver algunas de las fuentes bíblicas –solo algunas, pues su sola enumeración exhaustiva sería agotadora– en las que se basa la existencia de los ángeles y voy a representármelos en consecuencia, voy a analizarlos en relación con la ciencia y, por último voy a exponer algunas de mis devociones a los ángeles.

    La infancia –y el arte en parte– se representa a los ángeles como pequeños geniecillos alados con mofletes rechonchos y coloradotes. “Angelillos de los que inflan los carrillos en los cuadros de... ¡pum!, ¡pum!... Murillo”, dice una canción muy chabacana que casi ni me atrevo a mentar aquí. Otro tipo de manifestación artística los representa como seres de una belleza extraordinaria, difícilmente catalogables como masculinos o femeninos, con grandes, puntiagudas y estilizadas alas desplegadas. Ha quedado como una expresión de discusión bizantinamente estéril lo de: “Eso es como discutir el sexo de los ángeles”. Pero yo quiero citar un salmo, no recuerdo cual es, en el que se dice de ellos que “son guerreros poderosos, atentos a las órdenes del Señor”. Por tanto, nada de angelitos mofletudos o andróginos. No son de ningún sexo –esa distinción no atañe a criaturas puramente espirituales–, pero no cabe duda de que son tremendamente poderosos y ejecutores de la voluntad de Dios. Su aspecto no debe tener nada de tranquilizador. Todos los personajes bíblicos que tienen encuentros con ellos se muestran más bien asustados y tienen que ser tranquilizados por sus palabras y gestos. Y los ángeles del Apocalipsis tampoco parecen ser frágiles criaturas. Tampoco parece que fuesen seres inofensivos los que formaban las más de doce legiones de ángeles que Cristo dijo a Pedro en Getsemaní que su Padre podría enviar en su rescate se lo pidiese.

    San Miguel, al grito de “Quién como Dios” –de hecho esa es la etimología hebrea del nombre Miguel– derrotó al demonio y a sus ángeles en la que debió ser una terrible batalla, precipitándolos al suelo y expulsándolos del cielo para siempre , aunque sigan por la tierra, haciéndonos la puñeta.

    San Gabriel es el arcángel mensajero de la voluntad de Dios. El Evangelio de san Lucas nos dice que fue él quien anunció a María el mensaje de Dios para preguntarle si permitía su encarnación. Cuando María le vio, parece que se sobresaltó, porque, tras decirle “Salve, llena gracia, el Señor está contigo”, la tiene que tranquilizar diciéndole: “No temas María”.

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  7. Continuación

    San Rafael es el arcángel que acompañó al joven Tobías en su difícil viaje a través de Siria, Babilonia y Persia. En él tuvo que sortear los más graves peligros y lo logró con el apoyo de san Rafael. Pero no solo eso. Gracias a determinadas plantas y vísceras de animales, san Rafael fue capaz de liberar a la que se convirtió en mujer de Tobías de una maldición diabólica y de curar la ceguera de Tobit, el anciano padre de Tobías.

    Tales son los tres arcángeles. Pero no quiero dejar de hablar de otro ángel, cuya fiesta no se celebró el martes pasado, pero al que también debemos mucho. Me refiero al ángel custodio de cada uno. Si nos hacemos como niños, Jesús le dice al mundo hablando de nosotros: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial”.
    No es mala protección, ¿no?

    Tal vez apenas haya leído con atención lo anterior, porque estará pensando todavía en algo que dije en el primer párrafo: Que iba a analizar a los ángeles desde el punto de vista de la ciencia. ¡Venga ya!, pensará. ¡Qué tiene que ver los ángeles y la ciencia! Desde luego, la ciencia no puede ni demostrar ni desmentir nada sobre los ángeles. Ni siquiera puede decir nada directamente sobre ellos. La ciencia sólo puede hablar de lo que se puede tocar, pesar, medir. Pero, a veces, hay silencios que, sin demostrar nada, son bastante elocuentes. Vamos a ver si de algunos puede salir alguna luz.

    Lo que sí ha podido demostrar la ciencia es que vivimos en un mundo de tres dimensiones espaciales que se despliegan en una cuarta dimensión, bastante peculiar, que es el tiempo, formando lo que Einstein llamó el espacio-tiempo. Sin embargo, si le preguntamos a la ciencia por qué hay sólo y precisamente tres dimensiones espaciales, tendría que guardar silencio. Y nuestro sentido común se preguntaría, ante este silencio, si hay alguna razón lógica para que en la Realidad sólo haya tres dimensiones. ¿Qué tiene de mágico el número tres? ¿Por qué no podría haber 1349 dimensiones? ¿O 652378? ¿O 7356902741076278265? ¿O infinitas? ¿No sería más lógico que hubiese cualquier número que que resultase haber sólo tres. La ciencia nos podría decir: Nuestros aparatos de medida sólo han captado tres, por lo tanto no podemos demostrar que haya más. Pero eso no significa nada, porque el hecho de que nuestros aparatos de medida sólo puedan captar tres dimensiones espaciales no es más que una limitación de los aparatos. Extrapolar esa limitación a la Realidad es un absurdo. Y el hecho de que por esa limitación no podamos demostrar la existencia de otras dimensiones adicionales, ¿significa que no las hay? ¿Sería sensato decir que la realidad que nuestros pobres aparatos pueden captar es la Realidad? ¿O sería una estupidez? Y, si existiesen esas dimensiones, ¿no sería lógico y hasta razonable pensar que en esas dimensiones haya seres a los que no podemos captar pero que no por ello tienen que no existir? ¿Podrían estos seres inmensos, inabarcables e indetectables a los que les hemos dado el nombre de ángeles? ¿No es posible que lo que nosotros llamamos nuestra alma o nuestro espíritu sea una parte de nosotros que está en otras dimensiones no materiales? Y, ¿no es posible que nuestra parte de otras dimensiones sí que pueda detectar a esos llamados ángeles? Tal vez un teólogo pueda decirme que la pertenencia a otras dimensiones no es lo que diferencia la materia del espíritu. Si me lo puede decir que, además, me lo explique, porque a mí, sin saber mucho de teología, no se me alcanza el por qué. En fin, pido perdón por esta digresión, paracientífica, es cierto, pero creo que razonable.

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  8. Por último, decía que iba a exponer algunas de mis devociones a los ángeles. Teniendo protectores así, y haciéndonos como niños, ¿no sería sensato que les pidiésemos como tales su protección? Yo se la pido todos los días, con oraciones que aprendí en mi infancia pero sabiendo, en mi madurez, que se las pido a “guerreros poderosos, atentos a las órdenes del Señor” que “contemplan sin cesar el rostro del Padre celestial”. Rezo cada mañana el “Ángel de la guarda, dulce compañía (dulce aunque poderosa), no me desampares ni de noche ni de día, que soy pequeñito y me perdería”. ¿O es que no soy pequeñito al lado suyo y que no es fácil perderse en esta jungla de mundo en la que vivimos y que nos supera por todas partes? Pero hay otra oración que les rezo a los cuatro ángeles y que, aunque seguro que todo el que lea estas líneas tiene en la cabeza, requiere una explicación previa. Dice la historia que cuando Alejandro Magno entraba en combate con sus macedonios, lo hacía siempre en medio de una formación en rombo, escoltado por delante, detrás, derecha e izquierda de sus cuatro mejores soldados y de los de más confianza, armados hasta los dientes. Los llamaban hoplitas. Si uno de sus escoltas caía en combate, era un inmenso honor para el soldado más próximo tomar las armas del caído, ocupar su lugar y convertirse en un hoplita. Más de una vez esa formación de hoplitas en rombo le salvó la vida. Pues esa formación, no de hoplitas, sino de ángeles más fuertes que el más fuerte de los hoplitas, es la que yo pido al principio de cada día. San Miguel delante repartiendo mandobles a diestra y siniestra a todos los demonios que quieran atacarme. San Gabriel a mi derecha, diciéndome al oído lo que la voluntad de Dios quiere de mí. El ángel de la guarda a mi izquierda, pasando su poderoso brazo derecho por detrás de mi espalda, sujetándome por mi hombro derecho, agarrándome con fuerza mi brazo izquierdo con su mano izquierda, apretándome contra él y evitando que me caiga. Y san Rafael detrás, guiándome, como un copiloto de rallies que va cantando las curvas al piloto, y con el botiquín listo para curarme con sus bálsamos las heridas que la vida me pueda hacer. Con esta imagen en la mente, rezo cada mañana: “Cuatro esquinitas, tiene mi vida, cuatro angelitos (joder con los angelitos, y perdón por la expresión) me la guardan, San Miguel, san Gabriel, el ángel de la guarda y san Rafael”. Lo creo como un niño racional. Lo pido como un adulto desvalido. Y ahí voy. En medio del rombo. Como Alejandro Magno. Con un miedo precariamente vencido con la tranquilidad, pero como Alejandro Magno. Ahí me las den todas.

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  9. Por cierto, al saber que Jaimón era tu ángel de la guarda, me pregunté cómo se llamaría el mío. Hay una antigua tradición que dice que si al acostarte le pides a tu ángel de la guarda que te diga su nombre y a la mañana siguiente abres la Biblia al azar, el primer nombre de un personaje bíblico bueno que encuentras es lleva el nombre de tu ángel de la guarda. Lo he hecho y se llama Benjamín.

    Muchas gracias y un abrazo.

    Tomás

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  10. Hola Master_X, soy Tomás. Me alegro de que mi entrada te haya gustado a pesar de ser un poco larga. Bienvenido al blog, al menos como participante.

    Un abrazo.

    Tomás

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  11. Vaya , Tomás, bienvenido al club de fans de los Angeles custodios y superiores... conozco pocas personas que les tengan presentes en sus vidas así de manera continua, él mío , que es un sol también tiene su propio nombre, no sé que haría sin Él.
    Yo también rezo lo de cuatro esquinitas...........y El angel de la Guarda por las mañanas al montar en el coche despues de dar Gracias al Padre y una Avemaria , rezo Angel de la Guarda 4 veces una por cada uno de los míos, por si a ellos se les olvida... Mariajo

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  12. Hola Mariajo, soy Tomás:

    justo iba a responder a tu entrada anterior y, mira tú, que aquí estás. Desde luego, pobrecitos esos tres maestros de la sospecha, Carlitos, Federiquín y Segismundo. ¡¡¡Pero la que han montado!!! Menos mal que nuestro Dios es Todopoderoso y la victoria final será suya.

    Si hubiesen rezado a su ángel de la guarda, seguramente no habrían motado este pollo.

    Un abrazo.

    Tomás

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  13. AaaaHHH!! JA!JA!JA!JA! bendito sea Dios!, su Hijo y su Madre Santísima! nuestra Reina!!!

    Bien! bien! Jaimón(veterano de la 1ª legión de San Miguel)y yo, le saludamos! hasta la eternidad cuente con nosotros! palabra de ángel y humano unidos por Dios!

    Un abrazo,

    Jaimón y yo.

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  14. Ah! y un saludo a Benjamín! y le dice que está invitado a fumarse un puro con nosotros todos los Viernes en casa...ya somos unos cuantos!

    Jaimón (el anfitrion), Frederik, Bilbo, Dico, Luz, Nicolás y ahora...Benjamín! el pequeñín! JA!JA!JA! seguro que es terrible, Benjamín no te enfades!!! y ríe! ríe con nosotros creyendo, dando gloria a Nuestro Señor y pasándolo pipa!!!

    Y esto no es mi imaginación, esto ES así!! y no estoy loco! es!! pero da igual! JA!JA!JA! son cosas que nunca podré explicar.

    En el Cielo, tal vez, pero allí ya no tendrá gracia!

    Jaimón y yo.

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  15. Contad con que daré asueto a Benjamín los viernes para que vaya a fumarse un puro. Aunque esté con sus clegas como, al fin y al cabo es Ángel y tiene el don de la ubicuidad, me podrá cuidar en mis clases del IE. Me dice Benjamín que estará encantado de encontrarse con un veterano de la 1ª Legión de san Miguel. Él, por aquel entonces era muy jóven y, aunque intentó alistarse en la Gran Guerra entre el Bien y el mal, incluso con trampas (que le fueron perdonadas por ser una buena causa), no le dejaron. Estuvo en la retaguardia rezando y haciendo ventiladores de mano para los veteranos, para que no pasasen demasiado calor al bajar al infierno a darles caña a los rebeldes. Pero ahora, aunque es más mayor, aunque ya sea sólo una guerra de guerrillas, se está aplicando a fondo. Y yo, un poquito también aquí abajo. Contamos con vuestra ayuda en esta lucha.

    Un fuerte abrazo.

    Benjamín y yo

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