Tras la elección del Cardenal Bergoglio como Papa Francisco han
aparecido noticias sobre su supuesta colaboración con el golpe militar
argentino y, más en concreto, sobre su torticera actuación en la detención de
dos jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics. Estas acusaciones tienen su
principal portavoz en el periodista argentino Horacio Verbitsky, que se ha
convertido, de la noche a la mañana, en una celebridad.
Mi inclinación natural inmediata ha sido la de dar infinitamente
más crédito moral, sin conocer nada del asunto, a la persona del Papa Francisco
que a su acusador. Pero, hasta cierto punto puede aplicárseme el refrán de
“gato escaldado del agua fría huye”. Efectivamente, no hace muchos años he
defendido, basándome en su supuesto crédito moral, pública y vehementemente, a
una persona que era absolutamente culpable de todas las acusaciones que se le
hacían. Pero si bien estoy escaldado, he puesto mi voluntad en no hacer cierta
en mí la segunda parte del refrán. Porque si huyes del agua fría, te mueres de
sed. Si, escaldado, te dejas llevar por el “piensa mal y acertarás”, estás
muerto a la inocencia. Y no estoy dispuesto a que me ocurra semejante cosa. Así
que, sin esperar que la lo que descubriese fuese una demostración matemática de
nada, sí me he tomado la molestia de acumular indicios y pistas que me ayuden a
ser lo más objetivo posible a la hora de medir la temperatura del agua. Y para
ello he hecho una pequeña “investigación” de lo que dicen los acusadores, de lo
que dijo en su día el P. Bergoglio, de la talla moral de ambos y de lo que
dicen terceras personas. Paso a exponer algunos puntos de esa “investigación”,
así como de mis conclusiones. Espero que lo que expongo ayude a cada quien a
extraer las suyas.
Asegura Verbitsky que, en Mayo de 1976, tan sólo dos meses después
del golpe militar, Bergoglio dejó a los pies de los caballos a los dos jesuitas
antes nombrados, Orlando Yorio y Francisco Jalics, desprotegiéndolos e incluso
delatándolos, al parecer por considerarlos demasiado progresistas. También
acusa a Bergoglio de tener amistad con Jorge Videla y de proponer a Emilio
Massera, el otro principal instigador del golpe militar argentino, para un
doctorado honoris causa en la Universidad del Salvador, en Buenos Aires (No
confundir con la Universidad de El Salvador, en ese país), propiedad –dice
Verbitsky– de los jesuitas.
Cuando, según se dice ahora, en el cónclave del 2005, el cardenal
Bergoglio parecía que podía ser un serio candidato, alguien –parece ser que
Verbitsky– se dedicó a enviar a los mails personales de todos los cardenales
estas acusaciones sobre el cardenal Bergoglio.
Pero, como en todo proceso, antes de dictar una sentencia,
conviene oír a las dos partes y a otros testigos. En el año 2010 se publicó un
libro-entrevista al entonces cardenal Bergoglio, bajo el título de “El
jesuita”. Este libro viene prologado por el rabino Abraham Skorka, gran amigo
del cardenal Bergoglio. De este libro se pueden extraer la siguiente
información, proveniente del propio cardenal.
En 1976, año del golpe, el P. Bergoglio era, desde tres años
antes, Provincial de los jesuitas en Argentina. En los primeros años de la
década de los 70, varios jesuitas, los mencionados Yorio y Jalics y Luis
Dourrón, entre otros, vivían y desarrollaban su acción pastoral en una de las
llamadas “villas” de Buenos Aires. Las “villas” son enormes barriadas de
chabolas de gente que vive en la mayor de las pobrezas. Estos jesuitas estaban
en la “villa” de Rivadavia en Bajo Flores.
Con más de un año de anterioridad al golpe militar, Yorio, Jalics y
Dourrón habían presentado a tres obispos argentinos –monseñores Pironio, Zazpe
y Serra– un borrador para la constitución de una nueva congregación religiosa.
El General de los jesuitas, Pedro Arrupe, le había dicho al P. Bergoglio que
sus sacerdotes debían elegir: si querían formar una congregación religiosa,
debían dejar la Compañía de Jesús. Así se lo hizo saber el P. Bergoglio, instándoles
a que eligiesen seguir en la Compañía. Ante su negativa, se inició un proceso
canónico, que duró cerca de un año y que culminó cinco días antes del golpe.
Yorio y Dourrón, que todavía no había hecho votos perpetuos, se separaron de la
Compañía. No fue así con Jalics, ya que éste sí había profesado y su salida de
la Compañía tenía que ser ratificada directamente por el Papa. De hecho, cuando
ésta llegó, años más tarde, el P. Jalics decidió seguir en la Orden y hoy es
todavía jesuita.
Tras el golpe militar, y después del proceso canónico, el P. Bergoglio
avisó varias veces a Yorio, Jalics y Dourrón de lo peligroso que era estar en
la “villa”, ya que los militares consideraban a todos los que vivían en ella y,
más aún a los que estaban allí ayudando, sospechosos de actividades
subversivas. Les ofreció irse a vivir al colegio Máximo de San Miguel, de los
jesuitas, donde muchos testigos ratifican que tenía refugiadas a varias
personas que, gracias a la ayuda del P. Bergoglio, lograron escapar de la
detención. Pero los tres sacerdotes, valientemente –¿o temerariamente?– , no
quisieron aceptar el asilo y prefirieron quedarse en la villa.
El 23 de Mayo, apenas dos meses después del golpe, el ejército
hizo una redada en la villa de Rivadavia y detuvo, entre otras muchas personas,
a Yorio y Jalics. Dourrón, que estaba haciendo un reparto en bicicleta por la villa,
consiguió escapar. Durante su detención, el P. Bergoglio convenció a un
sacerdote castrense que debía celebrar misa un Domingo en casa de Videla, de
que le permitiese ir en su lugar para, tras la misa, interceder por la suerte
de ambos sacerdotes. Aparentemente no consiguió nada. ¿O sí?
El 24 de
octubre, justo siete meses después del golpe y cinco meses y un día después de
su detención, los dos sacerdotes fueron liberados. Ambos habían sufrido
tortura. Yorio se fue a Roma, donde estudió derecho canónico. Años más tarde
volvió a Argentina donde llegó a ser párroco en Berazategui. En 1997 tuvo dejar
la parroquia debido a las amenazas que recibía por sus denuncias de las mafias.
Fue acogido por el obispo de Montevideo. Jalics, por su parte, se fue a Alemania,
donde aún continúa. Unos años más tarde, todavía bajo la dictadura, tuvo que
renovar su pasaporte, para lo que tenía que volver a Argentina. Ante su lógico
temor a regresar, pidió al P. Bergoglio que le ayudase a intentar obtener su
pasaporte sin necesidad de volver. Imagino que si el P. Jalics hubiese tenido
el convencimiento de que el P. Bergoglio le había delatado, sería la última
persona del mundo a la que le pediría la gestión. Bergoglio se presentó en la
policía para solicitarlo. Cuando le preguntaron por qué no venía el propio
Jalics a hacer la gestión en Argentina, adujo como razón el coste del viaje.
Preguntado sobre las razones por las que Jalics había tenido que salir,
Begoglio dijo que por haber sido acusado de guerrillero, aunque era inocente.
El funcionario se limitó a escribir, como es lógico, sólo lo de la acusación,
sin añadir la afirmación de inocencia hecha por Bergoglio. Este papel escrito
por el policía de turno es la más sólida base documental que tiene Verbitsky
acerca de la supuesta delación hecha por el P. Bergoglio.
Respecto al
doctorado honoris causa para Massera por la universidad del Salvador, el
pequeño detalle es que cuando esto fue propuesto, esta universidad ya no era de
los jesuitas. Dejó de serlo en 1974. En el libro “El jesuita”, el cardenal Bergoglio
puntualiza que no fue un doctorado honoris causa lo que le propuso la
universidad, que no estaba bajo su jurisdicción, sino pertenecer honoríficamente
al claustro de la misma. Afirma que fue invitado pero no asistió.
Hasta su
muerte en el año 2000, el P. Yorio mantuvo su convicción de haber sido
traicionado por su superior. Es muy comprensible que, tras sufrir un trauma tan
terrible como el que sufrió, se quiera buscar a toda costa un culpable. No es el
caso del P. Jalics, que hace años que está reconciliado con el P. Bergoglio,
aunque los que le acusan dicen que tan sólo le ha perdonado. Pero lo
que el P. Jalics dice es lo siguiente: “no
fue sino años después (de su liberación) que tuvimos la oportunidad de hablar
con el padre Bergoglio sobre lo sucedido. […] Después de eso celebramos juntos una misa y nos abrazamos
solemnemente. Yo me he reconciliado con lo sucedido y considero, por lo
menos por mi parte, el asunto cerrado” […]
"Lo cierto es que Orlando Yorio y yo no fuimos denunciados por el padre
Bergoglio. […] Es falso sostener que nuestro secuestro se produjo a iniciativa
del padre Bergoglio. […] Antes creía que habíamos sido víctimas de una
denuncia. A finales de los 90, tras varias conversaciones, llegué a la conclusión
de que esas suposiciones eran infundadas".
Pero también
hay otras voces:
En la primera
mitad de los 70´s el P. Bergoglio conoció a Alicia Oliveira, juez de lo penal
antes de la dictadura y activista por los derechos humanos. Su relación fue
inicialmente por motivos jurídicos, pero pronto surgió entre ellos una sólida
amistad. Poco antes del golpe militar, cuando éste era ya un secreto a voces,
Bergoglio fue a ver a Alicia, que era un personaje significado y podía correr
peligro de detención, invitándola a refugiarse en el colegio Máximo de San
Miguel. Ella rechazó la invitación con una boutade que ella misma reconocía más
tarde como inoportuna: “Prefiero que me
agarren los militares a irme a vivir con los curas”. Tras el golpe, las reuniones de Oliveira con
Bergoglio se hicieron más frecuentes. Dice Alicia Oliveira: “En esas
conversaciones, pude comprobar que sus temores eran cada vez mayores, sobre
todo por la suerte de los sacerdotes jesuitas del asentamiento. […] Hoy creo que Bergoglio y yo comenzamos
a entender tempranamente cómo eran los militares de aquella época. Su
inclinación a la lógica amigo-enemigo, su incapacidad para discernir entre la
militancia política, social o religiosa y la lucha armada, tan peligrosas. Y
teníamos muy claro el riesgo que corrían los que iban a las barriadas
populares. No sólo ellos, sino la gente del lugar, que podía ‘ligarla de
rebote’. […] Yo puedo dar fe de
que él estuvo siempre a favor de los más necesitados, durante la dictadura no
estaba a favor de todo eso, inclusive ayudó a mucha gente a salir del país, que
se diga eso de él es una infamia. […] Yo me juntaba con Jorge dos veces por
semana, en ese momento los militares me habían dejado cesante por ser jueza y
él me contaba lo que hacía. Me acuerdo que los domingos íbamos a villa San
Ignacio, donde él estaba. Hacíamos una comida, un pequeño acto religioso, él
saludaba a la gente y ahí aprovechaba para hablar con gente para sacar del
país. Una vez había un joven que no podía salir porque estaba muy marcado. Pero
era parecido a él. Le dio su cédula y su clergyman para que pueda escapar”.
Por otra
parte, el premio Nobel argentino de la paz, Adolfo Pérez Esquivel,
rechazó tajantemente tales acusaciones diciendo que "hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura argentina, pero
Bergoglio no". Los obispos argentinos hicieron en su momento una
petición de perdón colegial por el comportamiento de esos obispos.
Pero, ¿quién es Verbitsky? Él dice de sí mismo: "He
sido peronista desde los 13 años. He sido periodista desde los 18. He sido
militante peronista desde los 19. He sido militante montonero. He dejado de ser
peronista en 1973 y dejado de ser montonero en 1977. Sigo siendo
periodista". Por si alguien no está familiarizado con la política
argentina de esa época, los montoneros eran pistoleros peronistas de izquierdas.
Tienen en su haber secuestros, asesinatos políticos, bombas y masacres como la
ocurrida en la ciudad de Ezeiza para recibir a Juan Domingo Perón a su vuelta
del exilio. No sé si Verbitsky habrá tenido participación directa en alguna
muerte o secuestro en su época de montonero, pero seguro que sí más directa de
la que él le imputa a Bergoglio. Pero como eran personas de otra ideología
política no se siente obligado a pedir perdón, como han hecho los obispos
argentinos.
Pero Verbitsky no ataca sólo a Bergoglio. En su
libro “El silencio: de Paulo
VI a Bergoglio: las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA” (La ESMA era
la EScuela de Mecánica de la Armada, que funcionó en los años duros como un
centro de detención clandestino dedicado a la tortura y desaparición forzada de
personas. Se ha transformado, por eso, en un icono de esos años), pretende involucrar también al entonces
Papa Pablo VI. Verbinsky es el brazo periodístico del la pareja Néstor
Kitchner-Cristina Fernández. La muerte del primero le llevó a las siguientes
reflexiones: “Sentí
mucha tristeza, una pérdida muy grande. Se va un líder excepcional que marcó un
punto de inflexión importantísimo. Hasta su arribo era la historia de la
decadencia Argentina y a partir de su llegada es la historia de la lucha de la
Argentina por la recuperación de la autoestima, el futuro y la inclusión
social. […] Me resultó muy conmocionante ver a la gente y a tantos jóvenes
llorando. Evidentemente, Kirchner y Cristina le dieron a una generación nueva,
que se asoma a la escena pública, la ilusión de que a través de la política es
posible cambiar algunas cosas en la sociedad. […] Cuando Kirchner llegó al
poder esto parecía imposible. La política era la actividad más desprestigiada,
menos reconocida. Los políticos no podían salir a la calle porque la gente los
corría. Esto que vivimos ahora es otro país”. Es de todos
sabido que las relaciones entre Cristina Fernández de Kitcner y el cardanal
Bergoglio han distado mucho de ser buenas. Evidentemente, a Verbitsky le ha
tocado la lotería con la elección del cardenal Bergoglio como Papa Francisco.
A
la vista de todo esto, mi opinión está clara. Me caben muy pocas dudas de que
todo este asunto no sea sino fruto del odio inveterado de la izquierda radical
por la Iglesia[1], de la propaganda
kitchneriana y de la búsqueda de notoriedad y oportunismo. Enfrente encontramos
a una persona que todo el mundo que la conoce afirma que su bondad, su cuidado
por los más pobres y necesitados, su sencillez y su honestidad son ejemplares.
¿A quién creer más? Pero no es más que mi opinión. Que cada uno se forme la
suya. En lo que a mí respecta, y a pesar de ser gato escaldado, creo, sin una
certeza matemática absoluta, pero sí con una certeza moral inmensa, que el agua
está fría y que puedo saciar mi sed en ella.
[1] Sugiero leer mi entrada con
título “Sobre la máquina izquierdista de la manipulación”, publicada el 28 de
febrero del 2008.