Con el título de
este escrito no pretendo arrogarme ningún papel de docto profesor que se aviene
a explicar su sabiduría a otros. De ninguna manera. Responde al título del
poema más terrible de Pablo Neruda. En ese poema Neruda se desahoga
transmitiendo su indignación por el levantamiento de Franco en 1936. Empieza
con unos versos de una dulzura maravillosa:
Preguntaréis:
¿Y dónde están las lilas?
¿Y
la metafísica cubierta de amapolas?
¿Y
la lluvia, que a menudo golpeaba
sus
palabras llenándolas
de
agujeros y pájaros?
Os
voy a contar todo lo que me pasa
Y, a
continuación se dispara con una terrible diatriba contra la sublevación de
Franco. Evidentemente, mi indignación con la situación en la que estamos
entrando en España no tiene absolutamente nada que ver con la causa que se la
produjo a Neruda. Además, no es indignación sino hartazgo y no alcanza, ni de
lejos, el grado de virulencia de la del poeta chileno en ese momento. Pero sí,
estoy muy harto de oír cosas que me parecen sandeces en lo que se refiere al
fenómeno Podemos y a cómo hacerle frente. Y sí, este escrito va a ser más
agresivo de lo que suelen ser los míos. Mejor dicho, va a ser agresivo, porque
lo que normalmente escribo no lo es. Pero necesito un desahogo.
Primer
hartazgo: Podemos no tiene una ideología, sólo busca la regeneración moral.
Estoy harto de
oír que Podemos no tiene una ideología, que lo que quiere es regenerar la vida
política y económica de España. Como he sido cocinero antes que fraile, sé de
lo que hablo con lo que digo a continuación. Por supuesto que Podemos tiene una
ideología. Tiene una ideología marxista radical que ha fracasado en toda regla
en la lid para crear riqueza y bienestar en el mundo frente al sistema capitalista
y que pretende ganar la victoria de la Historia con una estrategia que
incorpora la mentira y el solapamiento. Una estrategia que está escrita y que
se llama gramsciana, en “honor” a su ideólogo Antonio Gramsci. Durante
decenios, con una paciencia propia de quien sabe esperar agazapado su momento,
se ha ido preparando el asalto final. La estrategia gramsciana ha ido
conquistando paulatinamente buena parte de la prensa, de la universidad, del
arte, del poder judicial, de la Iglesia, etc. Por supuesto, que no todas las
personas de estos estamentos comulgan con la ideología marxista radical. Más
aún, muchos la rechazan explícitamente y si se les dijese que son marxistas, se
rasgarían las vestiduras. Pero en las actitudes y juicios de muchas de ellas, se
han ido metiendo subrepticiamente visiones paramarxistas, anticapitalistas y
antisistema. La batalla que el marxismo radical ha perdido estrepitosamente en
la vida real y en la creación de riqueza, la está ganando en el subconsciente
de mucha gente de buena voluntad, colándose por debajo de la puerta gracias a
la estrategia gramsciana. Y dentro de esa ideología no se discute si para crear
mayor o menor riqueza es mejor subir o bajar impuestos, un poco más o un poco
menos de austeridad, más o menos flexibilidad en el mercado laboral, etc. No,
esta ideología tiene como objetivo acabar con el sistema, no hacerlo mejor. Y
esta ideología es, además, profundamente antidemocrática. Únicamente acepta la
democracia para, cuando la estrategia esté madura, usándola, hacerse con el
poder y no soltarlo jamás. Hablo de lo que he vivido.
En cuanto a la
regeneración moral de la política y la economía, me echaría a reír si no me
diesen ganas de llorar. Esta nueva casta tiene una diferencia terrible con la
supuesta casta actual. Los que se preparan para ser los mandarines, se creen
por encima de cualquier norma moral. Como sus fines, según ellos, pretenden
traer el paraíso para la humanidad, todo les está permitido. Por tanto, las
normas éticas que denuncian en otros no rigen para ellos. Ya se está viendo en
las cosas que salen a la luz con la productora de Iglesias, las investigaciones
de Errejón o los trucos fiscales de Monedero. La regeneración moral es tan sólo
el banderín de enganche de un estado de ánimo que, al menos en parte, aunque,
desde luego no exclusivamente, han creado ellos mismos. ¡Ay de los pobres
países que han experimentado o están experimentando en sus carnes los
resultados del engaño!
Segundo
hartazgo: Dentro de Europa no podrán hacer lo que dicen.
Está claro que
no podrían hacerlo si su objetivo fuese el bienestar económico de España. Pero
atribuir ese objetivo a Podemos es de una ingenuidad que raya en el ridículo.
Podemos no pretende eso. Pretende el triunfo histórico de su ideología. Y para
ese triunfo, nada mejor que empezar por hacer que España salga del Euro. Es más
que probable que si Grecia sale del Euro, las consecuencias para Europa sean
tan sólo una marejadilla. Por supuesto que para Grecia serían trágicas, pero
esto es lo que menos le importa a Syriza o a Tsipras. Grecia, con un gran
sacrificio, originado por haber vivido durante décadas por encima de sus
posibilidades a costa de otros, parecía que estaba enderezando su camino.
Syriza ha sabido capitalizar el descontento y va a llevar a Grecia a la ruina.
Si no la saca del Euro ahora es porque en la estrategia gramsciana es mejor
esperar a que caiga España. Porque si cae España, el Euro se va a la mierda.
Grecia intentará chantajear a Europa con la amenaza de su apoyo a Rusia (no se
olvide que en la UE hace falta unanimidad para todo) y, con el apoyo de los
EEUU, que quieren cuidar sus bases en ese país, caminar por el filo de la
navaja para evitar las iras de sus votantes si no cumple sus promesas. Y creo
que quiere conseguir que Europa aguante un pelo, hasta Noviembre. Cada minuto
que pasa juega a su favor. Esperemos que los líderes de la UE no sean tan
tontos como para dejarse engañar por Tsipras ni tan débiles que cedan al
chantaje. No las tengo todas conmigo. Pero, si Podemos gana en España, no
tendrá esas cortapisas. Podemos hará las cosas que dice que va a hacer y España
saldrá del Euro en menos que canta un gallo para entrar en el camino hacia el
precipicio.
Tercer
hartazgo: A nosotros no nos puede pasar eso.
Este es el
síndrome de Occidente. Pensar que lo que hemos conquistado con sangre sudor y
lágrimas está asegurado por los siglos de los siglos. Nada hay más falso que
eso y una sola mirada a la historia nos haría ver su falsedad. Nunca se debe
olvidar que es inmensamente más fácil destruir que construir. Jacinto Benavente
estrenó en 1916 una obra de teatro con el título de “La ciudad alegre y
confiada” que asistía ciega, o sin querer mirar, a su desastre. Pero en este
tema me atrevería a decir que hay un peligro mucho mayor que Podemos, que es el
Islam. Y me temo que, salvo un milagro histórico (los ha habido en la historia)
esta guerra la tenemos perdida, no por cuestiones económicas, sino por la caída
de la natalidad en Occidente con la consiguiente reducción de población. Pero
eso es otra historia y, en cualquier caso, el triunfo de Podemos sería un paso
más en contra de la victoria de Occidente frente a esa amenaza.
Cuarto
hartazgo: Tenemos una corrupción indescriptible.
Espero que nadie
me tache de confraternizar con la corrupción por lo que voy a decir a
continuación. Detesto la corrupción como el que más y creo que la tolerancia
con ella debe ser 0. Pero, dicho eso, esta sensación que tenemos es una buena
noticia, porque todo lo que se ve es la pus de una corrupción que viene de
antiguo, que no es de ahora, y la primera condición para que una herida se cure
es limpiarla de pus, que es lo que está pasando ahora. Pero esto no está
pasando gracias a Podemos. Es un proceso de limpieza que ya había empezado
antes de que Podemos irrumpiese en escena y en el que, por otra parte, Podemos
está aportando su ración de pus. Ya he dicho antes lo de tolerancia 0 y, por
tanto, cualquier dosis de corrupción es mala. Pero cuando se habla de
corrupción es inevitable comparar. Si miramos a Alemania, Dinamarca, Suecia y
algunos países más cuya lista no me atrevo a hacer, es evidente que en España
hay más corrupción que en ellos. Pero si miramos a Italia o Grecia, la cosa
cambia. Y, eso fijándonos en nuestros socios comunitarios, pero en cuanto nos
salimos de Europa o de América del Norte (excluido México), España es un
paraíso de transparencia y limpieza. Por supuesto, los países de los amigos populistas
de Podemos, además de Grecia, como Venezuela o Argentina, la corrupción es
mucho mayor que el resto de su entorno. Desde luego, esto no se puede decir
públicamente porque podría llevar a bajar la guardia en la lucha contra la
corrupción, pero es así. Sin embargo, si un extraterrestre llegase a España sin
saber nada y leyese la prensa, pensaría que había caído en el país más corrupto
de la tierra. Y eso, sencillamente, es falso.
Quinto
hartazgo: Rajoy es un inútil.
No debo nada,
absolutamente nada, ni a Rajoy, ni al PP, ni a ninguno de sus líderes. No
considero a Rajoy un gran político ni, mucho menos, un gran hombre de Estado.
Creo que hay muchas cosas que debería haber hecho y no ha hecho y viceversa. Creo
que nos ha mentido a los que le hemos votado. Pero de ahí a decir que es un
merluzo, un inútil o un corrupto, hay una gran diferencia. Todos somos buenos
políticos y buenos entrenadores de fútbol mientras no tenemos la
responsabilidad de gobernar. Pero hay un hecho evidente que no se puede negar.
Cuando el gobierno del PP llegó y se vio lo que había en el armario, nadie daba
un duro por que España se librase del rescate. NADIE. Y si alguien nos hubiese
dicho entonces que en el 2014 la economía española iba a crecer al 1,9%, a la
cabeza de Europa y que íbamos a ser puestos como ejemplo por la vituperada
troika (a la que Dios bendiga) de cómo se deben hacer las cosas, nos hubiésemos
reído en las barbas de ese alguien y le hubiésemos tomado por idiota e ingenuo.
Y me digo yo que, con honestidad, esto merece un poco, al menos un poco, de
reconocimiento. ¿O no? ¿Y tal vez también un poco de indulgencia? ¿O no? Yo,
desde luego, con mis brillantes ideas, hubiese salido corriendo si alguien me
hubiese propuesto (Dios no quiera que esto ocurra nunca) formar parte del
gobierno. Y, probablemente, aunque no soy un mentiroso, me comería mis promesas
electorales. Y creo que lo mismo hubiese hecho cualquiera de los que se rasgan
las vestiduras por las mentiras de Rajoy. ¿O no? ¿Quién se atreve a decir que
no desde la butaca de su casa? Se oye decir, y me enerva bastante cuando lo
oigo, que la recuperación no se nota en la calle y que los puestos de trabajo
creados son precarios. No sé muy bien qué es eso de la calle que tiene que
notar la recuperación, pero que haya casi medio millón de parados menos al
acabar 2014 que al empezar o que millones de españoles piensen que su trabajo
es más seguro ahora que hace un año y el índice de confianza haya pasado de
77,7 a 99,6 de Enero 2013 a Enero 2014 y esto haya impulsado el consumo, no me
parece que sea el patio de mi casa. ¡Los empleos creados son precarios!, claman
los sindicatos. Claro. Todos los empleos son precarios. El empleo de por vida
es un lastre. Los países en los que el empleo se garantiza de por vida o en el
que se penaliza tanto el despido que la flexibilidad del mercado de trabajo es
muy baja, son los que más paro tienen. Ese ha sido el caso de España durante
toda su historia reciente. Así que también me produce hartazgo esta afirmación.
Sexto
hartazgo: No volveré a votar al PP
Ya lo he dicho
antes: No debo nada, absolutamente nada, ni a Rajoy, ni al PP, ni a ninguno de
sus líderes. Pero me caben muy pocas dudas de que si no gana el PP con mayoría
absoluta (o con suficiente mayoría como para que algún partido semi marginal le
pueda ayudar con algún diputado), tendremos en España una preciosa coalición de
izquierdas con Podemos en una posición predominante. Si en España tuviésemos un
partido socialdemócrata al estilo de Alemania, encontraría esa duda razonable.
Pero tenemos al PSOE. ¡Al PSOE! El PSOE hará TODO lo que tenga que hacer para
estar en el gobierno. TODO excepto aliarse con el PP. Si esto último ocurriese,
me comería las hojas de papel en el que esto está escrito en presencia de quien
lo haya leído. No creo que lo tenga que hacer. Y creo que si tras los siete
años de Zapatero, con sus secuelas económicas, morales y políticas, Cataluña
entre ellas, cuando España está despegando tras haber rozado el suelo en el
cambio de tendencia, viene un gobierno de izquierda radical, con Podemos en él,
aunque no pueda llevar a la práctica del todo, en este caso, sus maravillosas
propuestas, la bofetada está completamente asegurada. Una bofetada casi tan
irreparable como si Podemos gobernase en solitario, sólo que cocinada a fuego
un poco más lento. Pero una bofetada. Y esta bofetada sí que la va a notar la
calle. Y la vamos a notar todos. Y no sólo en la economía, sino también en la
moral, en la educación, en la imagen de España, etc. Todo aquello que hace que
mucha gente diga que no va a votar al PP, lo va a tener con creces. Se podrá
aplicar el dicho de “si no quieres taza, taza y media”. Pero eso no tiene por
qué ocurrir. Por supuesto que si el PP obtuviese los mismos casi 11 millones de
votos que obtuvo en las elecciones generales de 2011, volvería a sacar mayoría
absoluta. Incluso con menos, porque una izquierda más dividida se vería
penalizada por la ley de Hont. Siempre y cuando que esa misma ley no perjudique
demasiado a los partidos de derechas. ¿Utopía? De ninguna manera. Sólo hace
falta que nos dejemos de pataletas y salvemos los muebles. Es la única manera.
Si no, el desahucio. ¿Voto del miedo? Ya me lo han echado a la cara y estoy
harto. No, voto del realismo, la prudencia, la sensatez y la madurez. ¿Voto
útil? ¡Toma claro! No va a ser inútil. Inútil será el voto que se dé a partidos
que no van a sacar ni un solo diputado o a los que lo saquen a base de un
brindis al señor Hont. Y el voto, hasta donde se me alcanza, no está para ser
inútil. También me lo han echado en cara y también estoy harto. También se me
ha dicho que me dejo llevar por lo de más vale lo malo conocido que lo bueno
por conocer, y también estoy harto. Perdón, ¿dónde está lo bueno por conocer
que tenga opción de gobierno para que lo conozcamos? Yo no lo veo. ¿Alguien lo
ve? Por algún lado hay que romper el círculo vicioso, se me dice (y, claro,
también estoy harto). No sé cuan vicioso pueda ser el círculo, pero, ¿por qué
no esperamos a que los demagogos de Podemos fracasen para romperlo? ¿O es que
hay que romperlo ahora para que otros irresponsables tiren del hilo y saquen el
ovillo? Y ya, el colmo del hartazgo me lo produce lo de la catarsis. ¡Resulta
que hay que pasar por el desastre y la ruina para que se produzca una catarsis
liberadora y, así, ver la luz! ¡¡¡No gracias!!! El que quiera catarsis que se
la busque en su casa. Así que, como mucha gente me echa en cara mi voto por
cobarde, apocado, circular o anticatártico, yo también digo: Todos somos
libres. Todos podemos hacer con nuestro voto lo que queramos. Pero por eso
mismo somos responsables. Si dentro de unos meses tenemos un gobierno de coalición
de izquierdas, yo haré responsable de ello a los que se han dejado llevar por
el voto libremente inmaduro, irresponsable, visceral, rompedor de círculos a
destiempo o catárticos. Por supuesto, esto no tiene ninguna importancia. No
dejaré por ello de ser amigo suyo (y espero que ellos no dejen de serlo míos
por estas palabras), pero a eso es a lo que me lleva mi hartazgo.
Como he dicho al
principio, he sido agresivo. Y no me importa. El que avisa no es traidor. La
poesía de Neruda con la que empecé acaba repitiendo tres veces ¡Venid a ver la sangre por las calles!
Yo espero no tener que decir eso (aunque en Venezuela sí pasa), pero si esto
que digo ocurre, sí diré: ¡Venid a ver la pobreza por las calles!
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