18 de junio de 2020

El milagro de la Vida y la muerte


Esta semana no tenía pensado ningún post, porque la pereza había hecho que se me pasase sin sentarme a escribir nada. Pero hoy acaba de nacer mi nieto número 14 y se llama, Tomás Alfaro Mora Figueroa. Es el primero de mis nietos que se llama como yo. Me había hecho a mí mismo un callo emocional que me decía que no me importaba que ninguno se llamase Tomás. Pero cuando ha nacido y sus padres han dicho que se iba a llamar así, me ha dado una gran alegría. Así soy. Tomás Becket, Obispo de Canterbury, mártir bajo Enrique II.

Por algún motivo, me he acordado emocionado de la cantidad de gente que ha muerto en esta pandemia y se me ha hecho patente el milagro de la Vida y la muerte. Vida con mayúscula y muerte con minúscula, porque la Muerte ha sido vencida. El que nos ha librado de ella, ha dicho: "El último enemigo vencido será la muerte. La muerte ha quedado absorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?"

Y esta asociación de Vida y muerte, me ha hecho recordar las últimas frases de mi libro “La victoria del sol”, que os copio, pero os recomiendo que leáis el libro:

“- Juan, ¿qué te pasa? Llevas un buen rato pasmado delante del espejo con la boca abierta, los ojos vidriosos y cara de tonto como si te hubiese dado un aire. Si un fotógrafo te saca una foto así, seguro que te quitan el premio Nobel en el último minuto.
- No sé, Ana, el nudo de la pajarita se me resiste. Házmelo tú, anda. –Lo que realmente se me resistía era el nudo que tenía en la garganta.
- Eres un perfecto inútil, ven.

En ese momento tocaron a la puerta de la habitación del hotel. Una barahunda de personas entró como una tromba. Eran mis hijos con todos mis hermanos, sus mujeres o maridos y algunos de sus hijos. Me quité la pajarita, me eché un abrigo por encima del frac y decidí que no iba a recoger el premio Nobel. No resultaría nuevo. Una larga lista de excéntricos escritores o científicos lo había hecho antes. ¿Por qué no lo iba a hacer yo? Salimos todos de la habitación. Tras dudarlo un instante, Ana nos siguió. Un enorme autobús con conductor nos estaba esperando en la puerta del hotel. Diluviaba. Dentro del autobús, como si de un arca de Noé se tratara estaba el resto de los hijos de mis hermanos. Una vez todos dentro zarpamos con rumbo al mejor restaurante de Estocolmo que habían cerrado para nosotros. Tuvimos una cena familiar para más de sesenta personas y tres generaciones. En un momento me sentí como parte de un frondoso árbol que extendía sus ramas protectoras hacia el cielo. Yo era una de esas ramas. Había muchas más, grandes y pequeñas. Y muchas hojas. Hacia abajo, las raíces, enterradas, pero no muertas, sorbían la savia del suelo y la bombeaban hacia arriba. Paralelamente era también tronco de otro árbol, hojas de otros muchos y percibí, fuera del espacio y el tiempo, que sería raíz enterrada de otros. Un entramado inextricable de árboles, de los que yo era en cada uno algo distinto, rama, tronco, hojas o raíz se tejió ante mí. Todos tendían sus ramas hacia la inmortalidad. Entonces sí que noté que ese era el día más feliz de mi vida”.

2 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena por su nietico y magnífico blog don Tomás! Abrazos fraternos.

    ResponderEliminar