Ayer,
la Presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha hecho dos importantes
manifestaciones. En primer lugar, que va a inundar el mercado de liquidez, con un
incremento en el programa de compras PEPP (Pandemic Emergency Purchase Program)
de 600.000 millones de € frente a los 500.000 millones de € que esperaba el
mercado. Con este incremento, el programa total de compras que puede llegar a
poner en marcha el BCE se eleva hasta los 1,7 billones (millones de millones)
de €. En segundo lugar, ha anunciado las estimaciones del BCE para la evolución
del PIB de la Eurozona en los próximos años. Ha hablado de un escenario central
para la zona Euro con una caída del PIB del 8,7% para este año, seguido de un
crecimiento del 5,2% en 2021 y del 3,3% en 2022. Esto llevaría al PIB, tomando
como base 100 el de 2019, a un nivel de 91,3 en 2020, 96 en 2021 y 99,2 en
2022. Los periódicos (no he acudido a otra fuente) resaltan, como siempre, sólo
el aspecto negativo. Nos dicen el que el PIB de 2020 podría caer, en un
escenario adverso, un 12,6%. Pero esto indica que, naturalmente, hay un
escenario positivo que podría ser, si los escenarios positivo y negativo fuesen
simétricos respecto al central (cosa que ni tiene por qué ser así), de una
caída de sólo 4,8%. Voy a hablar primero de este segundo asunto (las
previsiones) y, luego, hablare del primero (la “artillería” del BCE).
Lo
primero que debo decir es que, si estas previsiones se cumpliesen, estaríamos
hablando de una salida en V. ciertamente, una V asimétrica, pero una V. Lo que
hace V a una V, no es la pendiente de sus lados de bajada y subida, sino que
haya un pico. Y, es evidente el pico se va a producir ese pico, y fuertísimo,
en el TII de este año, de, por lo menos, un 15%. Si esto es así, en los dos
primeros trimestres, se habría acumulado una caída de aproximadamente el 18,8%,
ya que la caída en el TI fue del 3,8% (3,8%+15%). Entonces, entre el TIII y TIV
debería producirse, para llegar al 8,7% anual, una subida de 10,1% que, si se
considerase que la evolución de esos TIII y TIV fuesen iguales, supondría en
cada uno de ellos un crecimiento del 5,5%. Esta serie (-3,8%-15%+5,5%+5,5%) nos
llevaría al 8,7% del total anual esperado por Lagarde[1]. Por supuesto, si la caída
en TII, fuese mayor del 15% que he estimado a ojo, las recuperaciones del TIII
y TIV serían más rápidas para llegar al “científico” 8,7% de caída anual
anunciada por Lagarde. Es decir, estamos en una V. Por supuesto, la V no sería
simétrica, puesto que la bajada se ha producido en 2 trimestres, mientras que
la llegada al punto inicial de final de 2019 no se producirá hasta finales del
2022 en que, siempre según las estimaciones del BCE, se llegará al 99,2% del
PIB de finales de 2019. No será simétrica, pero será una V. Las otras
alternativas son la U y la L. Pero la esencia de la U, es tener un fondo ancho
en vez de un pico, como la V. Y, siempre según las estimaciones del BCE, eso no
se va a producir, ya que en 2021 prevén un crecimiento del PIB del 5,2%. La V
no será pues simétrica (la subida será más lenta que lo que ha sido la bajada) y,
además, la subida tendrá (siempre según el BCE) dos pendientes, una más rápida –en
la segunda parte del 2020 y en el 2021 –, y otra más lenta en el 2022. Pero una
V. No una U ni, muchísimo menos una L. Por supuesto, me temo que sobre las
estimaciones de la zona Euro, habrá que hacer una corrección a la baja para
España, por motivos que no voy a mencionar por obvios.
Comentada
la primera parte, la de las previsiones del BCE, me meto con la segunda, la de las
medidas de este organismo. No pongo en cuestión que tanto las medidas del BCE
como las de la Unión Europea, son necesarias para que la V no sea una U o una
L. Pero, creyéndolas necesarias, me dan un miedo inmenso. Desde el New Deal de
Franklin D. Roosvelt iniciado en los años 30 del siglo pasado, se extendió un
mantra, convertido en dogma con marea creciente, de que lo que una familia no
podía hacer, a saber, gastar indefinidamente más de lo que gana, sí podían
hacerlo los estados. Esto ha ido llevando al mundo a unos niveles de deuda
estatal crecientes, que han llegado, incluso en los países más conservadores,
como Alemania, a límites impensables. La situación de otros países, no es
impensable, sino de extrema alarma. Esta marea en subida de la fe en la
capacidad ilimitada de endeudamiento de los estados, se paró en seco con la
crisis del 2008. Pero, ¡ay!, me temo que, en vez de dar una llamada a la
sensatez, esa fe se ha transferido a la UE y al BCE. Cómo muchos estados,
endeudados hasta las orejas, tendrían un gasto inmenso en intereses si estos fuesen
los normales, el BCE se lanzó, desde Draghi a inyectar dinero en el mercado, a
través de la compra de bonos, para mantener artificialmente bajos los tipos de
interés. Pero eso ha sido a base de cargar su balance con una inmensa cantidad
de bonos de todo tipo. Como la cantidad disponible de bonos de alta calidad es
limitada, se van incluyendo, poco a poco, bonos de peor calidad. En el
siguiente gráfico se puede ver el tamaño y la composición de los activos del
BCE.
Como
se ve, su crecimiento causa escalofrío y la parte morada, que es la que corresponde
a los bonos en posesión del BCE, más que escalofrío, causa pánico. En el
gráfico se puede ver que a finales del 2019 estaba empezando a bajar. Pero
ahora, los nuevos programas de compra, los están haciendo crecer de forma
inaudita. Se puede apreciar a simple vista que la parte morada, los bonos,
suponen algo menos de 3 billones de €. Pero el programa PEPP para el
coronavirus supone 1,3 billones, es decir casi un 50% de incremento. ¡Tela
marinera! Claro, esos bonos mantienen un valor alto totalmente artificial,
debido a la demanda creada por las propias compras del BCE. Pero cualquier
alumno de bachillerato que haya aprendido ayer lo que son las curvas de oferta
y demanda y cómo con ellas se forma el precio de las cosas, se daría cuenta de que
si mañana el BCE dejase de comprar bonos, la demanda bajaría y, con ella el
precio de los bonos y, con ellos, el valor de sus activos. Es decir que el BCE
ha entrado en una espiral alarmante. Necesita comprar para “ayudar” a los
estados a financiar sus clamorosas deudas y, ahora, además, la lucha contra el
coronavirus hace aún más necesaria esa ayuda. Pero, sobre todo, necesita seguir
comprando para evitar el colapso de sus activos. ¿No suena esto como a droga?
Una pequeña dosis para pasar un mal rato, pero luego hace falta más, y más, y
más. ¿Hasta dónde? Prefiero no responder. Pero debo decir que entiendo al
Tribunal Constitucional alemán. Pero el BCE hace y hará oídos sordos al aviso
de este Tribunal.
Algo
parecido ocurre con el presupuesto de la propia UE. La UE va a ayudar con préstamos
y subsidios a los países miembros. Seguro que es necesario. Pero, ¿de dónde va
a sacar el dinero? Naturalmente de los presupuestos de esos mismos estados y,
como no, de deuda propia. En el primer caso, los estados aumentarán su déficit
y tendrán que acudir a más deuda. Más droga en vena.
Todo
esto empezó, como he dicho, en los años 30 del siglo pasado, con el New Deal,
inspirado en un personaje llamado Keynes. Probablemente, tanto Roosvelt como Keynes,
si levantasen la cabeza, se quedarían espantados de ver a dónde han llevado sus
políticas y teorías. Sin duda ellos pensaban que los estados deberían actuar
así puntualmente para, después, retirarse a sus cuarteles de invierno de la austeridad
en el gasto y en los impuestos, y quitarse la deuda acumulada durante esas
intervenciones puntuales. Pero, ¡ay!, no debían conocer el dicho de que en el
comer y en el rascar todo es empezar, no pensaron en el apetito de los altos funcionarios
de los estados por obtener el poder de un presupuesto cada vez mayor de gastos
discrecionales, no establecieron el paralelismo entre esta situación y la
droga. Por supuesto, desoyeron las voces de los economistas liberales que
avisaban de todos estos efectos secundarios perniciosos. ¿Para qué pensar en el
largo plazo pudiendo resolver los problemas hoy con un poco de droga? Hoy, esto
suena muy bolivariano, ¿no?
En
fin, V, sí, pero en las estaciones metereológicas se empiezan a ver claros
indicios de que se está formando la tormenta perfecta. Agotado el BCE, agotada
la UE, ya no hay otro escalón superior para gastar más dinero con más alegría. ¿A
quién acudiremos? Pero ahí, en el exterior de la muralla, esperando
pacientemente su derrumbe, incluso minándola a base de echar más madera, está
la izquierda radical ayudada por la socialdemocracia. Acabo como acaba Arcadi
Espada sus artículos/carta a su querida liberada: “Pero tú, sigue ciega tu
camino”.
[1] Este reparto entre trimestres es
una estimación, pero no dista mucho de lo que pueda ser la realidad si,
efectivamente, se llega a un 8,7% de caída en el total de 2020. Para algún
avispado, diré que sé que hay una simplificación en el hecho de que los crecimientos
de cada trimestre se deben considerar sobre el punto de partida del trimestre
anterior, pero esto no introduce distorsiones considerables, teniendo en cuenta
que mis hipótesis de una caída de 15% en el TII y una recuperación igual para
el TIII y TIV son aproximadas.
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