5 de junio de 2020

¿V? ¿Qué clase de V? y otras cosas más sobre el BCE


Ayer, la Presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha hecho dos importantes manifestaciones. En primer lugar, que va a inundar el mercado de liquidez, con un incremento en el programa de compras PEPP (Pandemic Emergency Purchase Program) de 600.000 millones de € frente a los 500.000 millones de € que esperaba el mercado. Con este incremento, el programa total de compras que puede llegar a poner en marcha el BCE se eleva hasta los 1,7 billones (millones de millones) de €. En segundo lugar, ha anunciado las estimaciones del BCE para la evolución del PIB de la Eurozona en los próximos años. Ha hablado de un escenario central para la zona Euro con una caída del PIB del 8,7% para este año, seguido de un crecimiento del 5,2% en 2021 y del 3,3% en 2022. Esto llevaría al PIB, tomando como base 100 el de 2019, a un nivel de 91,3 en 2020, 96 en 2021 y 99,2 en 2022. Los periódicos (no he acudido a otra fuente) resaltan, como siempre, sólo el aspecto negativo. Nos dicen el que el PIB de 2020 podría caer, en un escenario adverso, un 12,6%. Pero esto indica que, naturalmente, hay un escenario positivo que podría ser, si los escenarios positivo y negativo fuesen simétricos respecto al central (cosa que ni tiene por qué ser así), de una caída de sólo 4,8%. Voy a hablar primero de este segundo asunto (las previsiones) y, luego, hablare del primero (la “artillería” del BCE).

Lo primero que debo decir es que, si estas previsiones se cumpliesen, estaríamos hablando de una salida en V. ciertamente, una V asimétrica, pero una V. Lo que hace V a una V, no es la pendiente de sus lados de bajada y subida, sino que haya un pico. Y, es evidente el pico se va a producir ese pico, y fuertísimo, en el TII de este año, de, por lo menos, un 15%. Si esto es así, en los dos primeros trimestres, se habría acumulado una caída de aproximadamente el 18,8%, ya que la caída en el TI fue del 3,8% (3,8%+15%). Entonces, entre el TIII y TIV debería producirse, para llegar al 8,7% anual, una subida de 10,1% que, si se considerase que la evolución de esos TIII y TIV fuesen iguales, supondría en cada uno de ellos un crecimiento del 5,5%. Esta serie (-3,8%-15%+5,5%+5,5%) nos llevaría al 8,7% del total anual esperado por Lagarde[1]. Por supuesto, si la caída en TII, fuese mayor del 15% que he estimado a ojo, las recuperaciones del TIII y TIV serían más rápidas para llegar al “científico” 8,7% de caída anual anunciada por Lagarde. Es decir, estamos en una V. Por supuesto, la V no sería simétrica, puesto que la bajada se ha producido en 2 trimestres, mientras que la llegada al punto inicial de final de 2019 no se producirá hasta finales del 2022 en que, siempre según las estimaciones del BCE, se llegará al 99,2% del PIB de finales de 2019. No será simétrica, pero será una V. Las otras alternativas son la U y la L. Pero la esencia de la U, es tener un fondo ancho en vez de un pico, como la V. Y, siempre según las estimaciones del BCE, eso no se va a producir, ya que en 2021 prevén un crecimiento del PIB del 5,2%. La V no será pues simétrica (la subida será más lenta que lo que ha sido la bajada) y, además, la subida tendrá (siempre según el BCE) dos pendientes, una más rápida –en la segunda parte del 2020 y en el 2021 –, y otra más lenta en el 2022. Pero una V. No una U ni, muchísimo menos una L. Por supuesto, me temo que sobre las estimaciones de la zona Euro, habrá que hacer una corrección a la baja para España, por motivos que no voy a mencionar por obvios.

Comentada la primera parte, la de las previsiones del BCE, me meto con la segunda, la de las medidas de este organismo. No pongo en cuestión que tanto las medidas del BCE como las de la Unión Europea, son necesarias para que la V no sea una U o una L. Pero, creyéndolas necesarias, me dan un miedo inmenso. Desde el New Deal de Franklin D. Roosvelt iniciado en los años 30 del siglo pasado, se extendió un mantra, convertido en dogma con marea creciente, de que lo que una familia no podía hacer, a saber, gastar indefinidamente más de lo que gana, sí podían hacerlo los estados. Esto ha ido llevando al mundo a unos niveles de deuda estatal crecientes, que han llegado, incluso en los países más conservadores, como Alemania, a límites impensables. La situación de otros países, no es impensable, sino de extrema alarma. Esta marea en subida de la fe en la capacidad ilimitada de endeudamiento de los estados, se paró en seco con la crisis del 2008. Pero, ¡ay!, me temo que, en vez de dar una llamada a la sensatez, esa fe se ha transferido a la UE y al BCE. Cómo muchos estados, endeudados hasta las orejas, tendrían un gasto inmenso en intereses si estos fuesen los normales, el BCE se lanzó, desde Draghi a inyectar dinero en el mercado, a través de la compra de bonos, para mantener artificialmente bajos los tipos de interés. Pero eso ha sido a base de cargar su balance con una inmensa cantidad de bonos de todo tipo. Como la cantidad disponible de bonos de alta calidad es limitada, se van incluyendo, poco a poco, bonos de peor calidad. En el siguiente gráfico se puede ver el tamaño y la composición de los activos del BCE.



Como se ve, su crecimiento causa escalofrío y la parte morada, que es la que corresponde a los bonos en posesión del BCE, más que escalofrío, causa pánico. En el gráfico se puede ver que a finales del 2019 estaba empezando a bajar. Pero ahora, los nuevos programas de compra, los están haciendo crecer de forma inaudita. Se puede apreciar a simple vista que la parte morada, los bonos, suponen algo menos de 3 billones de €. Pero el programa PEPP para el coronavirus supone 1,3 billones, es decir casi un 50% de incremento. ¡Tela marinera! Claro, esos bonos mantienen un valor alto totalmente artificial, debido a la demanda creada por las propias compras del BCE. Pero cualquier alumno de bachillerato que haya aprendido ayer lo que son las curvas de oferta y demanda y cómo con ellas se forma el precio de las cosas, se daría cuenta de que si mañana el BCE dejase de comprar bonos, la demanda bajaría y, con ella el precio de los bonos y, con ellos, el valor de sus activos. Es decir que el BCE ha entrado en una espiral alarmante. Necesita comprar para “ayudar” a los estados a financiar sus clamorosas deudas y, ahora, además, la lucha contra el coronavirus hace aún más necesaria esa ayuda. Pero, sobre todo, necesita seguir comprando para evitar el colapso de sus activos. ¿No suena esto como a droga? Una pequeña dosis para pasar un mal rato, pero luego hace falta más, y más, y más. ¿Hasta dónde? Prefiero no responder. Pero debo decir que entiendo al Tribunal Constitucional alemán. Pero el BCE hace y hará oídos sordos al aviso de este Tribunal.

Algo parecido ocurre con el presupuesto de la propia UE. La UE va a ayudar con préstamos y subsidios a los países miembros. Seguro que es necesario. Pero, ¿de dónde va a sacar el dinero? Naturalmente de los presupuestos de esos mismos estados y, como no, de deuda propia. En el primer caso, los estados aumentarán su déficit y tendrán que acudir a más deuda. Más droga en vena.

Todo esto empezó, como he dicho, en los años 30 del siglo pasado, con el New Deal, inspirado en un personaje llamado Keynes. Probablemente, tanto Roosvelt como Keynes, si levantasen la cabeza, se quedarían espantados de ver a dónde han llevado sus políticas y teorías. Sin duda ellos pensaban que los estados deberían actuar así puntualmente para, después, retirarse a sus cuarteles de invierno de la austeridad en el gasto y en los impuestos, y quitarse la deuda acumulada durante esas intervenciones puntuales. Pero, ¡ay!, no debían conocer el dicho de que en el comer y en el rascar todo es empezar, no pensaron en el apetito de los altos funcionarios de los estados por obtener el poder de un presupuesto cada vez mayor de gastos discrecionales, no establecieron el paralelismo entre esta situación y la droga. Por supuesto, desoyeron las voces de los economistas liberales que avisaban de todos estos efectos secundarios perniciosos. ¿Para qué pensar en el largo plazo pudiendo resolver los problemas hoy con un poco de droga? Hoy, esto suena muy bolivariano, ¿no?

En fin, V, sí, pero en las estaciones metereológicas se empiezan a ver claros indicios de que se está formando la tormenta perfecta. Agotado el BCE, agotada la UE, ya no hay otro escalón superior para gastar más dinero con más alegría. ¿A quién acudiremos? Pero ahí, en el exterior de la muralla, esperando pacientemente su derrumbe, incluso minándola a base de echar más madera, está la izquierda radical ayudada por la socialdemocracia. Acabo como acaba Arcadi Espada sus artículos/carta a su querida liberada: “Pero tú, sigue ciega tu camino”.


[1] Este reparto entre trimestres es una estimación, pero no dista mucho de lo que pueda ser la realidad si, efectivamente, se llega a un 8,7% de caída en el total de 2020. Para algún avispado, diré que sé que hay una simplificación en el hecho de que los crecimientos de cada trimestre se deben considerar sobre el punto de partida del trimestre anterior, pero esto no introduce distorsiones considerables, teniendo en cuenta que mis hipótesis de una caída de 15% en el TII y una recuperación igual para el TIII y TIV son aproximadas.

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