22 de enero de 2023

La Fundación de Microfinanzas del BBVA contra la pobreza

La semana del 20 de Junio he estado en Colombia con la Fundación BBVA para las microfinanzas. Le entidad microfinanciera que la Fundación tiene en Colombia –la Fundación está en Perú, República Dominicana, Panamá y Chile, además de en Colombia– se llama Bancamía y me cabe el honor de ser uno de los fundadores de esta entidad. 

Su actividad en la lucha contra la pobreza en Colombia es impresionante. La actividad de Bancamía –y de todas las entidades de la Fundación– se centra casi exclusivamente en personas que están en situación de vulnerabilidad, pobreza y extrema pobreza, según se definen esas categorías. Practica lo que hemos bautizado con el nombre de “finanzas productivas y responsables”. Significa que todo lo que se hace es para que los microempresarios desarrollen su negocio con eficiencia. No se dan microcréditos para que la gente pobre se compre un televisor, que, al final, les sumiría más en la pobreza. Contra lo que muchas personas piensan, los microcréditos son tan solo una de las facetas de las microfinanzas. Por supuesto, Bancamía da microcréditos. La mayoría de ellos a mujeres. Luego hablaré de algunos de ellos, tan sólo como una ínfima muestra. El tamaño promedio de estos créditos es alrededor de 1.000€. Pero hay otras muchas cosas que se pueden hacer y se hacen para ayudar a los microempresarios a que ellos mismos salgan de la pobreza.

 

1. Micro ahorro. Cuando pensamos en una persona que vive en la pobreza extrema con menos de 2,5$ al día, tendemos a creer que cada día ingresa 2,5$. Nada más lejos de la realidad. Pueden pasar muchos días en los que no ingresan absolutamente nada y, un día, dan el “pelotazo” y tienen un ingreso de 40$. Si no tienen donde guardarlo (y, por supuesto, no tienen cuenta corriente bancaria) pueden tener la tentación de gastárselo de golpe o corren el riesgo de que se lo roben. Por lo tanto, es vital para ellos que tengan un sistema de ahorro ágil en el que puedan depositar y disponer de sus fondos en muy pequeñas cantidades y sin coste. Bancamía les ofrece eso.

2. Micro seguros de muchos tipos, como protección de sus cosechas, protección frente al asalto por vandalismo u otras causas, etc. No voy ni siquiera a enumerar aquí todos los tipos de seguros que se dan, pero hay uno que me ha impresionado y emocionado muy especialmente. Se llama “Mi maternidad protegida” y se presta en alianza con Mapfre. Es una manera de ayudar, mediante el pago de una cuota ínfima, a las mujeres microempresarias durante lo que podría ser su “baja de maternidad” que, por supuesto, no tienen. Comparto un vídeo sobre este micro seguro. Espero que también emocione a quien lo vea como me emocionó a mí:

 

https://youtu.be/SJ12xsRJoeQ

 

3. Formación en los rudimentos de llevar el negocio (Educación financiera, en digitalización, en fortalecimiento empresarial y en habilidades de empoderamiento). El siguiente vídeo da una idea de cómo es esta formación.

 

https://facilitamossuprogreso.bancamia.com.co

 

4. De una manera general se les acompaña en su negocio de forma personalizada, presencial y mediante medios digitales. Para ello, Bancamía tiene una plantilla de asesores, armados de herramientas digitales, que les visitan de forma regular y les resuelven los problemas que puedan tener.

 

Como botón de la labor que hace Bancamía –y centrándonos en los microcréditos–, traigo cuatro ejemplos de los que he tenido oportunidad de ver esta semana más uno que no he visto sobre el terreno, pero que me ha impresionado de forma muy especial.

 

Leyla y Rodolfo. Son un matrimonio venezolano. Vinieron hace poco de su país huyendo de la miseria y de la situación política. Bancamía procura prestar una especial atención a este colectivo de más de dos millones de personas, que se encuentra a menudo en situaciones terribles. Más adelante hablaré de ello. Cuando emigraron a Colombia con una mano delante y otra detrás, pudieron a duras penas arreglar una carreta desvencijada. Cada mañana iban a las 5 de la mañana al mercado mayorista de frutas y verduras y compraban lo que creían que iban a vender ese día. No podían comprar más, no tenían dinero. Luego, recorrían el paupérrimo barrio en el que vivían, llevando la fruta en la carretilla y vendiéndola puerta a puerta. Con lo que ganaban les daba exclusivamente para su subsistencia, por lo que no podían de ninguna manera escalar su negocio. Pero encontraron a Bancamía. Hace cuatro meses se les dio un microcrédito para que pudieran comprar una cantidad mayor de frutas y verduras. Con esa mayor cantidad pudieron arrendar un pequeño local en el barrio y ganar lo suficiente para devolver el crédito poco a poco, vivir mejor y ahorrar algo de dinero. Ahora sueñan con mudarse a un local algo más grande y ampliar el negocio. Y Bancamía les acompañará en ese camino.

 

Sandra: El caso de Sandra es impresionante. Actualmente tiene cincuenta y tantos años. Vivía en la zona más selvática de Colombia, donde las guerrillas campaban por sus respetos. Cuando tenía quince años, los guerrilleros mataron a su padre y ella y sus hermanos, como millones de personas más, tuvieron que desplazarse a Bogotá, sin absolutamente nada, huyendo del terror (uno de los focos de Bancamía, del que luego hablaré es en de todos los que, de una u otra forma, se han visto hundidos por la guerrilla). Sobrevivieron como pudieron. Se casó y le dijo a su marido que quería tener tres hijos. Efectivamente, los tuvieron, pero cuando nació el tercero, su marido la abandonó. Encontró a Bancamía hace veinte años, antes de que ésta fuese la institución que hoy es, con la FMBBVA y la Corporación Mundial de la Mujer de Colombia y Medellín como accionistas. Empezó entonces a poner un pequeño negocio de lo que en Colombia se llama cacharrería, que viene a ser como un chino, donde uno puede encontrar de todo, desde disfraces para niños hasta hilo y aguja de coser. Poco a poco, siempre con el apoyo de Bancamía, fue ampliando su local y su negocio. Hoy tiene un negocio en un local largo y estrecho, diría que de tres metros de ancho por quince de profundidad, atestado de mercancía perfectamente ordenada a lo largo del pasillo, con una zona al fondo que le sirve de almacén. Sabe perfectamente todo lo que tiene con los precios de cada uno de los miles de productos que vende. Sus hijos, a los que ha educado espartanamente, están saliendo adelante magníficamente. La mayor es ingeniero, el segundo trabaja como administrativo en una bodega grande de Colombia y la pequeña está casada y tiene a su vez tres hijos. Vive independientemente, pero madre e hija se ayudan siempre mutuamente. Cuando habla de sus hijos se le ilumina la cara de alegría y orgullo. “Soy una mujer con una vida plena”, dice. Y es verdad.

 

 

La pobreza y el sufrimiento son hoy para ella sólo recuerdos que no le amargan la vida.

 

Irma y Miguel tienen, en una zona rural de la sabana bogotana, un pequeño terreno con unas cuantas vacas, algunas gallinas, conejos y una tiendecita en la que venden bebidas y otras cosas. Cada mañana tienen que ir a segar unos prados cercanos –la hierba crece en abundancia en la sabana bogotana– para dar de comer a las vacas, las ordeñan, echan grano a las gallinas, se ocupan de que vacas, gallinas y conejos se reproduzcan –tienen un toro, un gallo y conejos machos–. Entre los huevos, la leche y la carne de conejo que venden, viven sin la amenaza de la pobreza, Todo esto lo han ido consiguiendo poco a poco con la ayuda de Bancamía.

 

Carlos tiene, también en la sabana bogotana, ocho hectáreas de terreno arrendado en los que planta patatas, guisantes y maíz. Es agricultor, como su padre, desde los quince años. Tiene cincuenta y es un hombre curtido y, tal vez un tanto envejecido por el duro trabajo. Hasta hace diez años, que conoció a Bancamía, tenía sólo dos hectáreas arrendadas en las que sólo podía tener un cultivo. Esto hacía que estuviese a merced del precio de ese cultivo cuando llegaba la cosecha. Unos años ganaba y otros perdía. En conjunto le daba para subsistir a duras penas y gracias. Pero cuando conoció a Bancamía pudo tener capacidad para comprar más semillas, fertilizantes, plaguicidas, etc. e ir arrendando poco a poco más hectáreas y, de esta forma ir diversificando los cultivos para diversificar con ello el riesgo de precios. Como he dicho más arriba, ya va por ocho hectáreas y simultanea tres cultivos con distintas fechas de cosecha, lo que le permite aplanar el calendario de ingresos, además de diversificar los riesgos. Cuando lo necesita contrata a algunas personas para las faenas de siembra y cosecha.

 

Dejando estos cuatro casos, más arriba he dicho que el colectivo de inmigrantes desde Venezuela y el de los hundidos por la guerrilla son dos focos de actuación prioritaria de Bancamía. Para atender a parte de estos colectivos Bancamía ha establecido un proyecto a cinco años, ampliado a seis, llamado EMPROPAZ (EMprendimientos PROductivos para la PAZ) en alianza con USAID (Agencia de los Estados Unidos para el desarrollo internacional, y con dos ONG ’s colombianas, Corporación Mundial de la Mujer Colombia (CMMC) y Corporación Mundial de la Mujer Medellín (CMMM). La primera es una institución estatal colombiana y la segunda es un organismo de los EEUU que aportan fondos, infraestructura y apoyo organizativo para llegar a estos dos colectivos. Las dos Corporaciones Mundiales de la Mujer son también, como se ha dicho anteriormente, socias de Bancamía. Del primer colectivo, el de los inmigrantes venezolanos, quiero poner un emotivo vídeo de un matrimonio de maestros a los que se ha ayudado con esta triple alianza:

 

https://youtu.be/JDTJ4DqdtjY

 

El caso de la guerrilla, creo que merece una somera explicación. Primero, hay que entender el componente sociológico de la guerrilla colombiana. En 2016 habían pasado cincuenta y ocho años de guerra sucia y asimétrica del Estado colombiano con diferentes grupos guerrilleros y paramilitares de distinto signo, además de fuerzas de los cárteles de la droga, que, a menudo, estaban también enfrentados entre sí en un todos contra todos. Tras intensas negociaciones, en 2016, se firmó un acuerdo de paz que pretendía poner fin al conflicto. No fue un acuerdo fácil. Sobre su primera redacción se realizó un referéndum en el que gano el NO por menos de un 1%. Tras revisarlo para atender a las demandas de los que proponían el NO, sin que se hiciese inaceptable para los distintos grupos armados, se firmó en Noviembre de 2016. Aun así, muchos colombianos lo rechazaban porque no se creía que el arrepentimiento de los guerrilleros fuese completo y sincero. Algunos grupos guerrilleros no aceptaron el acuerdo y aun hoy día siguen activos. A mí, en esas fechas, 2016, me parecía indignante que se pudiese hacer un acuerdo sin ese arrepentimiento completo y sincero. Lo comparaba con el caso de ETA en España. Pero estos dos casos de violencia y terror son totalmente diferentes y creo que el asunto merece una aclaración. La guerrilla nació, se desarrolló y arraigó principalmente en las zonas más profundas de la selva colombiana, donde el estado no llega, hay un total vacío de poder y la pobreza es extrema y generalizada. Las guerrillas “reclutaban” a la fuerza, como prisioneros, a los jóvenes y niños de su zona de influencia. Muchos de estos desertaban en cuanto tenían ocasión, a riesgo de su vida, tanto en el momento de desertar como posteriormente si se quedaban allí. Por otro lado, una parte muy importante de la población de la zona huía de allí y se desplazaba a los suburbios de las grandes ciudades, sobre todo Bogotá, donde surgían arrabales sumidos en la miseria. Algo absolutamente diferente a lo que ha sido ETA en España. Aquí, jóvenes de clases acomodadas, que vivían en democracia (aunque el terrorismo de ETA empezase en la época de Franco), ideologizados por el marxismo y el independentismo, se dedicaban al terrorismo. Aunque la crueldad de uno y otro tipo de terrorismo fuesen similares, las dimensiones eran absolutamente incomparables. Según estadísticas fiables[1], los muertos en el conflicto colombiano, entre 1958 en que comenzó, hasta 2012, ascendieron a 220.000, de los que 177.000 fueron civiles. Hasta 2020, las víctimas, mortales o no, ascendieron a 9 millones[2], entre  desaparecidas, amenazadas, desplazadas (como es el caso de Sandra, de la que he hablado más arriba), secuestradas, víctimas de actos terroristasmasacres, asesinatos, minas antipersona, torturas, reclutamiento forzado de menores de edad, violencia sexual, etc. (las palabras subrayadas son vínculos donde, quien quiera, puede consultar). Estos datos nos pueden dar una pálida idea de la magnitud inimaginable del conflicto. Ante un fenómeno así, las ideas y criterios sobre las condiciones para acabar con esta barbarie, deben ser cuidadosamente considerados y aprovechar cualquier posibilidad de frenarlo. Pero si a las víctimas y terroristas, desde desertores hasta más o menos arrepentidos, no se les da la oportunidad de vivir con dignidad económica, el problema nunca se resolverá. De ahí que EMPROPAZ y USAID se involucren en intentar conseguir que estas víctimas puedan encontrar un medio de vida digno. Y, con ellos, Bancamía.

 

Pudiera pensarse que los cinco casos expuestos más arriba son cinco gotas de agua sacadas del océano de la pobreza. Ciertamente, el océano de la pobreza es inmenso y es difícil de desecar. Pero la Fundación de Microfinanzas de BBVA no son esas cinco gotas de agua. Como se ha dicho más arriba la Fundación opera, además de en Colombia, a través de Bancamía en Colombia, en Perú, a través de Financiera Confianza, en República Dominicana, a través del Banco ADOPEM, en Panamá, a través de Microserfin y en Chile, a través de Fondo Esperanza. Actualmente trabaja con 2,8 millones de clientes de los cuales, 900 mil lo son de crédito a los que se les tiene concedido crédito por valor de 1,127 miles de millones €, de un valor promedio de mil Euros. Si se acumulasen todos los clientes que ha tenido la Fundación a lo largo de sus quince años de existencia y la cantidad de crédito acumulada que se les ha dado, alcanzarían a los 6 millones clientes y un monto total concedido de 17 mil millones de €. Los sistemas de medición de impacto creados y utilizados por la FMBBVA indican que, tras dos años de trabajo con las entidades de la Fundación, más o menos un tercio salen de la pobreza. Como acabo de decir el océano de la pobreza es muy difícil de desecar, pero la labor de la Fundación no es tan sólo cinco gotas retiradas de él. Es una labor ingente y me siento muy orgulloso de haber podido aportar mi granito de arena a esa misión que da algo más de sentido a mi vida.



[1] Informe "¡Basta ya!: Colombia: memorias de guerra y dignidad" (2013)

[2] Registro Único de víctimas

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