12 de marzo de 2023

Los sofismas del Ministro de Inclusión, eguridad Social y Migraciones, José Luis Escribá sobre las pensiones

 El pasado, 21 de Noviembre, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, vino a la UFV para hacer una presentación de las políticas de su ministerio. Después, varios profesores y el público le pudieron hacer unas preguntas. Pero era inevitable que el formato fuera de pregunta y respuesta, sin posibilidad de réplica. Y así, el ministro pudo hacer, sin oposición, un ejercicio de sofismo verdaderamente espectacular. Como no fue posible replicarle en ese momento, no me ha quedado más remedio que hacerlo esta semana en estas líneas que no tendrán, a buen seguro, mucha difusión. Pero, bueno, que le vamos a hacer. Mejor que nada…

Empiezo por su presentación y en primer lugar por la diapositiva nº 8 de su presentación:


Su título reza: La rápida e intensa recuperación del empleo tras la pandemia ha sido posible gracias a las medidas adoptadas durante la pandemia, que generaron una dinámica Efectivamente, una dinámica muy distinta a la crisis previa. Tan distinta que no existe como tal. La recuperación postpandemia no es otra cosa que la continuación, interrumpida por el COVID, de la iniciada con la aprobación por el gobierno de Rajoy de la reforma laboral em 2012. Reforma que fue la bestia negra de todos los partidos de izquierda, que juraron eliminarla si llegaban al gobierno. Afortunadamente, al final, sólo la empeoraron un poco para salvar la cara, sin jamás reconocer las grandes ventajas de esa reforma para la creación de empleo. Sacar pecho, como hace en la transparencia 8, y atribuirse esa “rápida e intensa recuperación” es algo digno de los mejores sofistas. Y decir, como dijo en algún momento, que el gobierno actual ha hecho una reforma laboral provechosa produce sonrojo en quien lo oye. La disminución del gap de desempleo que se aprecia en el gráfico entre 2012 y 2020, es debida precisamente a la verdadera reforma laboral, la del 2012.

Tradicionalmente el mercado laboral español ha sido enormemente rígido para bajar sueldos. Por ese motivo los ajustes se producían vía despidos –lo que también era enormemente caro– en vez de hacerse vía sueldos. Los que mantenían el puesto de trabajo mantenían también el sueldo, a costa de que hubiese más paro. Ésta era –y sigue siendo todavía– la causa de la precariedad del empleo. Si la contratación fija va a ser un yugo, las empresas se decantan por la temporalidad. En el otro extremo del espectro están los EE. UU. en los que la casi absoluta flexibilidad del mercado laboral hace del paro un fenómeno prácticamente inexistente. En Enero de 2020 era del 3,5% y en Abril del 2022 volvió a esa misma cifra, con un pico del 16%. En España partimos de un 14% antes de la pandemia para llegar a ese mismo 13% ahora, pasando por un 16% según se ve en los gráficos del ministro. Dicho de otra manera, un poco exagerada. En EE. UU. todo el mundo tiene un trabajo precario y todo el mundo trabaja, mientras que en España, unos tienen un trabajo fijo, a costa de que haya paro, es decir, que haya otros que no tengan trabajo. Si esto es redistribución de la renta, que baje Dios y lo vea. Y es que el empleo no se obtiene prohibiendo despedir, sino creando las condiciones para contratar. Así pues, la reforma del mercado laboral que debería hacerse sería, no dar marcha atrás –aunque sea cosméticamente– a la de 2012, sino seguir avanzando en la dirección que marcó esta reforma.

Y, hablando de crear las condiciones para contratar, me parece que la forma de financiación –y ahora no hablo de los gastos, sino de la forma de obtener los fondos para los mismos– de la Seguridad Social es la más inadecuada para generar empleo. Porque es un impuesto directo a la médula de la contratación. Un gap entre lo que le cuesta a la empresa contratar a un empleado y lo que éste recibe, es un hándicap brutal al empleo, porque hace disminuir tanto la demanda como la oferta de trabajo. Y esto repercute, directa y negativamente en la cantidad de gente contratada, es decir en el paro, como puede verse en las sencillas curvas de oferta y demanda de más abajo:

Y, habiendo paro, el salario baja. He aquí la causa de que en España haya más paro que en Europa o EE. UU y de que los salarios sean menores. Sería infinitamente mejor que la Seguridad Social se financiase directamente de los PGE en vez de por el sistema actual, que generan estos efectos. Todo lo que dijo el ministro para explicar la menor retribución al trabajo en España, son cortinas de humo. Sofisma.

El siguiente sofisma de la presentación del ministro, sobre el Ingreso Mínimo Vital (IMV) y la corrección de la pobreza por las transferencias del estado, es arduo y complejo de explicar, por lo que lo voy a relegar a un apéndice para que no distraiga a quien no esté interesado en profundizar en él.

Termino aquí con los sofismas encerrados en la presentación del ministro para ver en los que incurrió en las respuestas a las preguntas.

Se le preguntó si le parecía sostenible, a 50 años vista –el plazo en el que un joven universitario se convertirá en pensionista–, el sistema de pensiones dentro de un cuadro macroeconómico terrible como el que ha presentado presentado España (y otros muchos países de Europa) en los últimos 40 años: Un crecimiento disparatado del gasto público, del gasto en pensiones, del déficit y, sobre todo, de la deuda, muy, muy por encima del crecimiento del PIB. El ministro echó balones fuera, evitando entrar en el tema de fondo, que era en de la viabilidad del mal llamado estado del bienestar que lleva a estos disparates. Afirmó, por primera vez, puesto que lo volvió a decir más adelante, que el problema de las pensiones se arreglaría sólo cuando desapareciese, dentro de unas cuantas decenas de años, el grueso poblacional del baby boom de España y se reestableciese la “normalidad” de la pirámide poblacional. Lo que sería bueno haberle podido repreguntar es qué pasaría si la natalidad siguiese bajando. Por muy baja que sea ahora, nada impide que lo sea todavía más en el futuro. Y si a eso se une un deseable aumento de la esperanza de vida, pues no se ve muy bien cómo se puede “normalizar” la pirámide. Está claro que salir del paso hoy, diciendo que las cosas van a volver a la “normalidad” cuando desaparezca el efecto del baby boom dentro de varias décadas es un sofisma como una catedral. Máxime cuando en España brillan por su ausencia las políticas de fomento de la natalidad. No he visto nunca un solo anuncio del estado exaltando la natalidad. Los he visto exaltando el uso del cinturón de seguridad, el efecto pernicioso del tabaco o el alcohol, recomendando el uso de preservativos y otras muchas cosas más. Pero nunca fomentando la natalidad. Según el ministro, para fomentar la natalidad bastaba con que, con el Ingreso Mínimo Vital (IMV), se ayudase a salir de la pobreza a las familias con hijos. Brindis al sol.

En este sentido, hubo otra pregunta que le interpeló, en referencia al tema de las ayudas a las familias a través del IMV, entre las que el ministro dio especial importancia a las monoparentales. La pregunta inquiría sobre la prioridad que se daba a estas familias frente a las que pudiéramos llamar “tradicionales”, a lo que el ministro respondió que había que hacerlo así porque estas familias monoparentales caían en la trampa de la pobreza (relativa[1], término, naturalmente, omitido). Claro, hay familias monoparentales que lo son por viudedad y nada más justo que que el estado las ayude. Ya tienen una pensión de las llamadas no contributivas y no me importaría nada pagar algo más de impuestos para que esa pensión fuese mayor. Pero hay familias monoparentales ideológicas. Mujeres que acuden a la fecundación in vitro anónima para tener un hijo. No entro en la cuestión ética de esto, pero sí en la económica. ¿Por qué tengo yo que pagar para que esa persona, que tomo una decisión libre, y se supone que responsablemente, salga de la pobreza relativa? ¿Y si la familia es monoparental porque, tras un divorcio o separación, uno de los miembros de la pareja no tiene ingresos y, sin embargo, tiene que mantener a los hijos? ¿No debería ser el otro miembro de la pareja el que la apoyase económicamente? ¿No debería el estado exigírselo de forma tan compulsiva como la que utiliza para exigirnos los impuestos? ¿No tomaron la decisión de unirse y separarse de forma libre y, se supone otra vez, que responsable? ¿Tengo yo que pagar su irresponsabilidad?

Pero, sobre todo, ¿es el subsidio una forma adecuada de ayudar a la gente a salir de la pobreza relativa o es más bien una forma de acostumbrarla a la irresponsabilidad y a la acomodación en la misma? Tengo el honor de estar en el patronato de la Fundación BBVA para las Microfinanzas (FMFBBVA). A través de ella se ayuda a salir de la pobreza absoluta a millones (literalmente) de personas, en 5 países latinoamericanos, a través de financiarles y asesorarle en actividades productivas y responsables. La directora de la entidad de la Fundación que opera en República Dominicana, una persona que lleva toda su vida comprometida con la lucha contra la pobreza absoluta en su país tiene una frase que dice:

“El subsidio genera dependencia, la dependencia genera resentimiento, en resentimiento genera odio y el odio genera violencia”.

Conozco pocas frases tan certeras como esta en boca de una persona que sabe de lo que habla.

Seguramente podría seguir señalando sofismas que en un coloquio con repreguntas podrían haber salido a la luz. Comprendo que es difícil que el ministro se preste a esto. Pero, por lo menos, me queda el consuelo de poder comentarlo abierta y públicamente. Al menos, todo lo públicamente que está a mi alcance.

                                                                          Apéndice

El sofisma del Ingreso Mínimo Vital (IMV) y la corrección de la pobreza por las transferencias del estado

El ministro presentó dos gráficas para, en una, mostrar la eficiencia del IMV creado por su gobierno y, en la otra, la ineficiencia de las transferencias públicas de gobiernos anteriores para disminuir la pobreza relativa. En comparación con otros países.

Ya se ha visto en una nota a pie de página del texto principal el sofisma que subyace tras el concepto de pobreza relativa al que, además, en seguida se le quita la palabra relativa, para que cause un mayor impacto.

Quiero decir algo ahora sobre las medidas de redistribución de la renta llevadas a cabo por el estado para paliar la desigualdad. Estoy absoluta y radicalmente en contra de la desigualdad de oportunidades. Es algo contra lo que una sociedad debe luchar con uñas y dientes para erradicar. Pero me parece que la desigualdad de resultados es algo natural y necesario. Salvo casos excepcionales, esta desigualdad se produce cuando alguien hace todo lo que está en su mano para desaprovechas las oportunidades que se le presentan. Todos los que nos dedicamos a la docencia sabemos que debemos dar a todos nuestros alumnos las mismas oportunidades y ayudar más a quien tiene algún tipo de desventaja involuntaria e inevitable. Pero sabemos también que hay alumnos que no aprovechan la oportunidad de aprender y que no merecen más que un suspenso y, a menudo, muy bajo. Sería un desastre quitar una parte de su nota a los alumnos buenos para compensar su baja calificación a los malos. Eso es exactamente lo que ocurre con la intervención del gobierno para paliar la desigualdad que no tiene su origen en dificultades inevitables.

Estas consideraciones previas enmarcan lo que tengo que decir sobre esas gráficas. A la vista de lo dicho en el párrafo anterior, podría hacer caso omiso de las medidas del gobierno para paliarles y no comentarlas. Pero el que calla, otorga. Por lo tanto, acepto metodológicamente el título de la segunda de ellas de que “reducir la desigualdad en la distribución de la renta es un objetivo particularmente importante en España”, pero señalando que es tan sólo una concesión metodológica, en ningún caso de fondo.

Empecemos por el primero.


Este gráfico pretende demostrar el éxito de la implantación del IMV por parte del gobierno el 20 de Diciembre de 2021. Pretender presentar como un éxito la implantación de una ley con menos de un año de vida. Ya esto, de por sí, me parece un sofisma. Pero es que, además, los gráficos no demuestran que la redistribución haya tenido éxito. No voy a entrar en justificar esta afirmación, porque sería muy complejo para algo que, al final, ni es una cosa deseable, ni es consistente en el tiempo.

Pero, vayamos al segundo de los gráficos

Lo de este gráfico, y el uso que el ministro hace de él es otro sofisma mayúsculo. Lo que muestra este gráfico es que las políticas redistributivas del pasado han sido menos eficaces que las que han aplicado países de nuestro entorno. Efectivamente, esta gráfica muestra que es así, como veremos dentro de unas líneas, pero lo que me sorprende es que, mientras en la primera gráfica, el ministro se apresura a decir que el supuesto éxito es suyo, en la segunda la ineficiencia cierta del sistema redistributivo español, lo achacó a gobiernos anteriores. O las dos cosas son debidas a políticas del pasado o las dos son por lo que está haciendo este gobierno, pero esto de; “lo bueno es mío y lo malo de los anteriores” es algo muy sofista. Pero veamos el fracaso que muestra esta gráfica. Lo que muestra el gráfico es el porcentaje de personas que están bajo el umbral de pobreza relativa –por supuesto, la palabra “relativa” se omite y ya he dicho más arriba la opinión que me merece lo de la pobreza relativa– antes y después de la aplicación de las políticas redistributivas. Obviamente, el porcentaje de pobreza relativa disminuye entre el antes y el después. Pero lo importante es comparar la disminución de distintos países. Para ello, he elaborado este cuadro, basado en los datos del gráfico.

   

País

% antes

% después

Disminución

% Disminución

Finlandia

14,0

2,0

12,0

85,7%

Francia

12,6

2,5

10,1

80,2%

Bélgica

14,5

3,7

10,8

74,5%

Dinamarca

15,5

4,2

11,3

72,9%

Países Bajos

12,0

3,6

8,4

70,0%

Alemania

12,8

4,5

8,3

64,8%

Reino Unido

17,8

6,5

11,3

63,5%

Portugal

10,5

6,0

4,5

42,9%

España

15,7

9,2

6,5

41,4%

Grecia

12,5

8,1

4,4

35,2%

Italia

12,8

9,3

3,5

27,3%

Media

13,7

5,6

8,1

59,1%

 Efectivamente, si mejorar la pobreza relativa mediante transferencias públicas fuese una cuestión vital, España estaría muy mal posicionada. Pero pretender que, mientras que lo referente a la primera gráfica es un éxito de este gobierno, mientras que éste mal resultado es un fracaso de los anteriores es un sofisma. Desde luego, lo mejor para España sería mejorar ese 15,7 de partida, reduciendo el paro con políticas de creación empleo adecuadas, en vez de utilizar mal las transferencias públicas. El trabajo es dignidad, el subsidio es dependencia y, ya se sabe lo que genera la dependencia.



[1] La pobreza relativa se define como la situación de aquellas familias cuyos ingresos por persona son inferiores al 66% (no siempre es este porcentaje) de la mediana de los ingresos per cápita de un país. Es decir, no importa cuán próspero sea un país, siempre habrá pobres relativos que, sin embargo, pueden no tener nada de pobres. Pero en la terminología demagógica, el adjetivo relativo se omite siempre. Pero, si hablamos de pobreza relativa, según se desprende de un estudio llevado a cabo por GAD3 3n 2019, los ingresos anuales per cápita de una familia numerosa media española (89.7% casados o en pareja, 0,9% viudos/as, 6% separados/divorciados y 3,4 solteros) es de 8.200€ al año, frente a un PIB per cápita de unos 19.000€ en 2019. Si esto no es pobreza relativa, que baje Dios y lo vea.

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