13 de septiembre de 2009

Vida y muerte de las civilizaciones en la historia según Arnold J. Toynbee (II)

Tomás Alfaro Drake

Esta es la segunda entrega de una serie de entradas bajo el título “Vida y muerte de las civilizaciones en la historia”. Recomiendo a quien empiece a leer esta serie desde aquí, que procure empezar por la entrega I, publicada en este blog el 6 de septiembre pasado.

3. ¿Por qué nacen las civilizaciones?

Para entender esto hay que preguntarse de dónde nacen las civilizaciones. Los científicos parecen datar en hace unos 50.000 años la aparición de la inteligencia simbólica, condición sine qua non para la acción histórica. La civilización más antigua, la Egipcíaca, aparece hace 6.000 años en una región muy limitada de la tierra. Luego aparecen otras. Tan sólo desde hace unos pocos siglos puede decirse que casi toda la tierra está ocupada por alguna civilización. Por lo tanto, la mayor parte de la historia humana se ha desarrollado al margen de lo que llamamos una civilización. Pero el hombre ha sido, desde que apareció la inteligencia, un ser social. Las civilizaciones no son sino un tipo de sociedad. Toynbee llama –sin ninguna intención peyorativa– a estas sociedades anteriores a la aparición de las civilizaciones, sociedades primitivas. Las sociedades primitivas no eran amorfas. Tenían sus leyes, instituciones, etc. Entonces, ¿hay alguna diferencia cualitativa entre sociedades primitivas y civilizaciones? Si enormes diferencias cuantitativas pueden ser equiparables a una diferencia cualitativa, entonces la respuesta a la anterior pregunta es sí. Veamos algunas diferencias cuantitativas.

a) Número de sociedades. El número de sociedades primitivas es tan alto que sería imposible de censar, mientras que en la historia de la humanidad parece que no ha habido más de 22 civilizaciones.

b) Individuos por sociedad. Una sociedad primitiva puede constar desde varios cientos de individuos hasta varios miles o, todo lo más, decenas de miles. En cambio los habitantes de una civilización, aún de las más antiguas, pueden contarse por millones.

c) Velocidad de cambio de la sociedad. En una sociedad primitiva los cambios se producen con una enorme lentitud. Si no se producen cambios en el entorno, la sociedad primitiva puede permanecer inmutable durante milenios. En cambio, las civilizaciones dan muestras de cambios y evoluciones mucho más rápidas.

d) Dirección de la visión. La mirada de las sociedades primitivas está orientada hacia el pasado, mientras que la mirada de las civilizaciones está casi siempre orientada hacia el futuro. Si alguna de las diferencias enumeradas puede suponer una diferencia cualitativa, sería ésta, que es, además, la causa de las otras.

e) Complejidad de las instituciones. Aunque todas las sociedades, sean primitivas o civilizaciones, han desarrollado instituciones, el grado de complejidad de las que se han desarrollado en las civilizaciones es inmensamente mayor que las desarrolladas en sociedades primitivas. Además, las instituciones creadas por las civilizaciones evolucionan más deprisa que las de las sociedades primitivas.

Parece que la transición de sociedad primitiva a civilización no supone una lenta evolución gradual de una hacia otra, sino un cambio brusco, sin solución de continuidad. Toynbee compara las sociedades primitivas a seres que viven al pie de un acantilado del que no se vislumbra la cumbre, sin plantearse siquiera la posibilidad de escalarlo para llegar a la cresta. Las civilizaciones serían algunos, unos pocos, de esos seres, que se aventurarían a la escalada, aún sin saber a dónde les pueda llevar[1]. Como hemos visto anteriormente sólo 7 sociedades primitivas han iniciado el ascenso. Hoy día, tan sólo 6 civilizaciones –y ninguna de ellas es del grupo de las que empezaron la escalada– siguen en el acantilado. Todas las que iniciaron la escalada, menos la Egipcíaca y la Andina, han tenido civilizaciones hijas antes de caerse del risco y, con la excepción de las dos civilizaciones del Lejano Oriente, las civilizaciones que se han mantenido en el acantilado son de tercera generación. Importa subrayar que, cuando se habla de civilización, no se habla de una unidad política, sino más bien de un grupo de unidades políticas –que Toynbee llama Estados parroquiales[2]– que comparten hasta cierto punto una misma cultura o –por usar el término de Toynbee un mismo estilo– que ha ido desarrollando la civilización que constituyen.

La pregunta es: ¿Qué es lo que hace que algunas sociedades primitivas se transformen en civilizaciones? ¿Por qué empiezan a escalar el risco? Vamos a centrar la atención, en primer lugar, en las 6 civilizaciones que han salido directamente de sociedades primitivas, sin relación filial con una civilización anterior.

Toynbee afirma que lo que hace que nazca una civilización es lo que él llama incitación y respuesta. Analicemos los dos términos de esta expresión.

a) Incitación. El entorno físico no es algo fijo e inmutable. Cambia a lo largo del tiempo. En los 44.000 años transcurridos desde la aparición del Homo Sapiens Sapiens inteligente hasta la entrada en escena de la primera civilización ha habido glaciaciones, cambios climáticos, procesos de deforestación y una gran variedad de fenómenos físicos que han afectado a áreas geográficas de muy variada extensión y en muy variada manera. Naturalmente, estos cambios en el entorno físico, han afectado, la mayor parte de las veces de forma drástica, a las poblaciones humanas que habitaban esas zonas. Les han creado serios problemas de subsistencia que no podían resolver a la manera tradicional. Es lo que Toynbee llama incitación.

b) Las sociedades primitivas asentadas en esas áreas geográficas han reaccionado de distinta manera a esas incitaciones. Nos encontramos aquí con el misterio de la libertad humana. Mientras que unas sociedades primitivas se extinguieron o emigraron a otras zonas como respuesta a la incitación, otras optaron por hacer frente a la incitación y buscarle una salida cambiando drásticamente su forma de vida. Es como si una riada llegase a una zona determinada del risco. Algunos de los seres que habitaban a su pie habrían muerto ahogados, otros, mal que bien, hubieran alcanzado la salvación en otra zona de la base del risco a la que la riada no hubiera llegado, pero algunos tomaron la decisión de iniciar la escalada. Es a esto a lo que Toynbee llama respuesta. ¿Libertad o necesidad? Todo parece apuntar hacia la libertad porque ante una determinada incitación, han aparecido civilizaciones mientras que en otras, con una incitación similar no ha ocurrido así, lo que parece descartar la necesidad.

Toynbee describe minuciosamente las incitaciones del entorno que dieron lugar a cada una de las civilizaciones de 1ª generación, pero aquí sólo lo haré para nuestra civilización abuela, la Minoica.

La Civilización Minoica se originó en la isla de Creta, en el Mediterráneo Oriental, justo a la entrada sur del mar Egeo, más o menos en el año 3.000 a. de C. Viendo un mapa de esta zona, uno apostaría por que los pioneers[3] de esta Civilización hubieran venido desde las costas de la península Balcánica –la actual Grecia– y Asia Menor pasando por las islas del Egeo, hasta llegar a Creta. La distancia de alguna de estas islas al continente es casi la de un tiro de piedra. Sin embargo todo indica, contra lo que pueda decir el sentido común, que el flujo migratorio fue el contrario. Los primeros pioneers llegaron a Creta desde las costas del norte de África, y de allí pasaron a las islas del Egeo. Sólo más tarde, los habitantes lo que ahora llamamos Grecia y de Asia Menor, empezaron a asentarse en las islas del Egeo y Creta, que ya eran el territorio de la Civilización Minoica. Los pioneers de esta Civilización escaparon del proceso de desertización del norte de África. La incitación que encontraron en el nuevo suelo fue, precisamente el mar. Tuvieron que convertirse en expertos marineros para dominar el comercio entre la enorme cantidad de pequeñas islas, insuficientes en sí mismas para autoabastecerse, que fueron colonizando a medida que lo necesitaban. Fueron los que lo tenían más difícil, no los que lo tuvieron más fácil los que dieron la respuesta victoriosa, creando una civilización volcada hacia el mar.

Sin embargo, no cualquier grado de dureza de la incitación es capaz de producir una respuesta civilizadora. Una incitación demasiado suave puede no ser suficiente para que se inicie la ascensión del risco, mientras que una demasiado fuerte puede, aún iniciando un conato de civilización, consumir todas sus energías de forma tal que la civilización se estanque y, eventualmente, muera. Toynbee llama a estas las civilizaciones abortadas. Pone varios ejemplos de éstas, como los polinesios, los esquimales o los nómadas de la estepa eurasiática, pero no las cuenta en su censo de civilizaciones. En definitiva, la incitación debe tener la suficiente fuerza como para despertar energías dormidas en el seno de las sociedades primitivas y orientarlas hacia el futuro, pero no tan fuerte que requiera todas estas energías sin dejar un remanente que permita el progreso.

En definitiva, algo parecido a lo que pasa con las civilizaciones ocurre con los seres humanos. Aquellos que lo tienen todo demasiado fácil en la vida, es muy poco probable que desarrollen sus talentos. Sin embargo, las personas cuyas dificultades vitales son excesivas, suelen sucumbir ante ellas si intentan desarrollar sus capacidades. Una dosis de dificultad razonable y de reveses soportables, suele ser un estímulo para el desarrollo personal. Tanto para las personas como para las civilizaciones, la libertad y la voluntad humanas hacen que el nivel de dureza de la incitación para impulsar eficazmente el desarrollo sea diferente para cada caso.
[1] Toynbee establece una evolución dentro de las sociedades primitivas. Distingue entre las sociedades primitivas del paleolítico formadas por cazadores-recolectores de aquellas del neolítico, formadas, bien por pastores nómadas que han inventado la cría de animales domésticos, bien por agricultores, que han descubierto la agricultura. Esto no afecta al hecho del salto cualitativo de sociedades primitivas a civilizaciones. Es como si, antes de llegar a la base del risco, la pradera aumentase su pendiente. Sin embargo, sigue habiendo una diferencia cualitativa entre la pradera inclinada, que se sube andando y el risco, que se sube escalando.
[2] Toynbee usa a menudo términos acuñados por él que necesitan una aclaración. El término inglés parochial no tiene nada que ver lo que en español significa parroquial –perteneciente a la parroquia– sino, más bien significa provinciano. Sería por tanto más propio hablar de los Estados provincianos, pero en la traducción al español de la obra de Toynbee aparece como parroquial y así lo dejo en este resumen.
[3] Término usado por Toynbee y no traducido en la versión española del compendio de “El estudio de la Historia” para designar a los primeros hombres que dieron una respuesta que hizo que naciera una de las civilizaciones originales.

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