Tomás Alfaro Drake
Ya sabéis por el nombre de mi
blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su
nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda
idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el
espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de
Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las
brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que
merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un
paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la
consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del
olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este
efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a
partir del 13 de Enero del 2010.
La Iglesia está siempre llamada a hacer aquello que fue
objeto de la petición de Abraham: preocuparse de que haya justos suficientes
como para contener el mal y la destrucción.
Benedicto XVI; Luz del mundo.
Benedicto XVI hace alusión al pasaje del Génesis en el
que Abraham intenta convencer a Yavé de que no destruya Sodoma y Gomorra si hay
en ella al menos 10 justos. Al no haberlos, Yavé hace llover fuego sobre ambas
ciudades. De la misma manera, Cristo se pregunta en el Evangelio: “Cuando
vuelva el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” La Iglesia, con
todas sus imperfecciones, es el único organismo que puede hacer que haya un
puñado de santos el día de la segunda venida de Cristo a juzgar la historia. Y
que esa presencia sea la que haga que Cristo la reescriba sin que haya en ella
lágrimas ni llantos. Si eso es así, nunca tantos habrán debido tanto a tan
pocos.
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