Tomás Alfaro Drake
Este
martes 4 de Junio de 2013, leyendo “El Mundo”, en la contraportada, me golpeó un
fotomontaje del el Papa Francisco tocado con una boina del Che Guevara,
sirviendo de reclamo para un artículo de Raúl del Pozo en su columna habitual.
El artículo hacía referencia, entre otras cosas, a la homilía que había
pronunciado el Papa el lunes 3 en la Casa de Santa Marta, en la que hablaba de
la corrupción. Trufadas en el texto del artículo había frases como: “¿Se ha convertido la tiara de la triple
corona en la gorra del Che?” o; “el
amigo del barrio (por Francisco) vino
a anunciar que los corruptos, los políticos y banqueros que han estafado, son
el Anticristo” o “que la oligarquía
argentina teme que beatifique a Evita, a la que el general (se refiere al
general Perón) conoció en un quilombo
(que en el lenguaje popular argentino es un prostíbulo), y a la que ven tan prostituta como Magdalena[1]”.
Leyendo el artículo uno podría pensar que en el Vaticano hay un demagogo izquierdista.
¡Lo que es no entender las cosas o querer tergiversarlas! Indudablemente, el
Papa Francisco tiene una enorme sensibilidad por los pobres y marginados. Por
todos los tipos de pobres y marginados. Varias veces en su todavía corto
papado, he leído frases suyas que venían a decir que la Iglesia tenía que salir
de sí misma para ir hacia la marginalidad, hacia toda marginalidad. Pero de que
alguien tenga una gran sensibilidad por los pobres y marginados y esté
preocupado por la pobreza, a decir que tiene ideas socialistas, hay un abismo.
El artículo hablaba de que Francisco había arremetido en su homilía contra la
corrupción. Pero también hay un abismo entre la denuncia de la corrupción y el
socialismo. ¿O tal vez ahora nos quieren hacer creer que el monopolio contra
la corrupción la tienen los socialistas
y que quien está en contra de ella tiene que ser socialista? El Papa no entra
en cuestiones de sistemas económicos, o al menos yo no he leído nada suyo al
respecto. Quiere cambiar nuestro corazón para que seamos más sensibles a los
pobres, para que veamos en ellos la carne de Cristo y para que seamos personas
honestas de bien. Punto. Pero la insaciable máquina de propaganda izquierdista
(de la que a lo mejor Raúl del Pozo, por concederle el beneficio de la duda,
cree honestamente no formar parte) no parará hasta hacer creer a la gente
manipulable que Francisco es un izquierdista revolucionario.
Naturalmente,
tras leer el artículo, intenté encontrar el texto íntegro de la homilía porque
estoy harto de la manipulación de ciertos columnistas que con tal de llenar su
columna diaria recurren a los mayores dislates, sandeces o, lo que es peor
burdas mentiras. No lo encontré, pero sí
un video de la homilía subtitulado. Transcribo los subtítulos y pongo el link
del video para que quien quiera, pueda verla. El Papa Francisco dice
textualmente en su corta homilía de una misa de diario privada en la Casa Santa
Marta:
“Judas empezó de
pecador avaro y terminó en la corrupción. Es un camino peligroso, el camino de
la autonomía. Los corruptos son grandes desmemoriados, han olvidado este amor
con el cual el Señor plantó la viña, los ha hecho a ellos. Han cortado la
relación con este amor y se han vuelto adoradores de sí mismos. Cuánto mal
hacen los corruptos en las comunidades cristianas. Que el Señor nos libre de
caer en ese camino de la corrupción. Y también hay santos, y hoy me gusta
hablar de los santos. Es el quincuagésimo aniversario de la muerte del Papa
Juan, modelo de santidad. Los santos son, en este pasaje del Evangelio (El evangelio
del lunes 3 era el de los viñadores perversos. Marcos 12, 1-12), aquellos que van a buscar el alquiler,
¿no? Y ellos saben lo que les espera, pero tienen que hacerlo y cumplen con su
deber. Los santos, aquellos que obedecen al Señor, aquellos que adoran al
Señor, aquellos que no han olvidado el amor con el que el Señor plantó la viña.
Los santos de la Iglesia. Y así como los corruptos hacen tanto mal a la
Iglesia, los santos le hacen tanto bien. De los corruptos, el apóstol Juan dice
que son el anticristo, que están en medio de nosotros pero que no son de
nosotros. De los santos, la palabra de Dios nos habla como de luz, ¡aquellos
que estarán frente al trono de Dios en adoración. Pidamos hoy al Señor la
gracia de sentirnos pecadores, pero pecadores de verdad, No pecadores así…
difusos. Pecadores por esto, por esto y por esto. Concretos. Con lo concreto
que es el pecado. La gracia de no volvernos corruptos. Pecadores, sí,
corruptos, no. Y la gracia de ir por el camino de la santidad. Que así sea”.
Tras leer
detenidamente el texto, a mí me da que el Papa no se refiere a los corruptos
chorizos como los de los ERE’s o los de Gurtel. No me da a mí que ninguno de
los chorizos de tres a la perra que llenan de corrupción los periódicos, como
el chófer cocainómano o el bigotes, quieran hacerse dueños de la viña ni
piensen mucho en su tipo de relación con Dios, ni sean adoradores de sí mismos.
Son simples y vulgares chorizos. No creo que estos corruptos hagan un mal
especial a una comunidad cristiana ni me parece que ninguno haga mucho daño a
la Iglesia. Estos corruptos, ciertamente, hacen mucho daño a la sociedad, pero
a la Iglesia o a las comunidades cristianas, no especialmente. No más del que
les corresponde como la parte que son de la sociedad y, si se me apura, hasta,
por comparación, acaban poniendo en valor las virtudes cristianas. Me da a mí
que el Papa está pensando en otra cosa. En
un tipo de corrupción interno de la Iglesia que no va de dinero –o no
sólo de dinero– y que hace, ese sí, un enorme daño a la Iglesia. No en vano Francisco
pone en contraposición a estos corruptos internos, que hacen tanto mal a la
Iglesia, con los santos de la propia Iglesia que le hacen tanto bien. Me
atrevería a decir que el Papa no habla de los corruptos, sino de los
corrompidos. En el original italiano utiliza la palabra “corrotti”, que puede
traducirse, creo, por corruptos o corrompidos (ignoro si en italiano existe
esta diferencia). Puede pensarse que son dos modos de decir lo mismo. Pero a mí
me parece que el lenguaje de la calle distingue estos dos términos. Corruptos
son los chorizos de los que vengo hablando. Corrompidos son los que han
transformado el bien en mal, la limpieza en podredumbre. He consultado el
diccionario de la RAE y el de sinónimos y antónimos la lengua española oficial
corrobora esto. Corrupto es un sustantivo que significa primeramente que se
deja sobornar. Corrompido es el participio de corromper, cuya acepción
principal es trastocar la forma de algo y, en segundo lugar, depravar, dañar,
pudrir. Creo que, al menos en español, el lenguaje de la calle coincide
bastante con el oficial al dar estos dos sentidos a ambas palabras.
Tampoco
creo que el bigotes o el chófer cocainómano se puedan comparar con el
anticristo. Francisco dice, refiriéndose a san Juan, que los corruptos son el
anticristo. La corrupción, en el sentido que la tienen los corruptos, es un
gran pecado, qué duda cabe, pero no es el pecado contra el Espíritu propio del
anticristo. En cambio, la corrupción en el sentido que la tienen los corrompidos,
sí puede ser el pecado del Espíritu. Me parece que hay una inmensa
desproporción entre esos miserables chorizos y el anticristo. Desproporción en
la que me cuesta creer que incurra una persona de la inteligencia del Papa
Francisco. Si el bigotes o el chófer cocainómano son el anticristo, este
personaje es algo bien pobre. Debe, por tanto, referirse a otra cosa el Papa. Tal
vez a los corrompidos de dentro de la Iglesia. Como es lógico, fui a ver lo que
san Juan dice del anticristo. “Habéis
oído que iba a venir un anticristo; pues bien, han surgido muchos
anticristos. […] Salieron de entre
nosotros, pero no eran de los nuestros. […] ¿Quién es el mentiroso sino el que
niega que Jesús es el Mesías? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al
Hijo” (Cfr. 1ª carta de san Juan 1, 18-23). Y: “Ahora han irrumpido en el mundo muchos seductores, los cuales no
reconocen que Jesucristo es verdaderamente hombre. Entre ellos se encuentra el
seductor y el anticristo” (2 carta de san Juan 2, 7). Si hay más referencias
de san Juan al anticristo, no lo sé, pero yo no las he encontrado. Pero me
parece que todas estas cosas de san Juan les vienen muy grandes a los corruptos
robaperas de turno y me parecen aplicables a los corrompidos internos que se
han ido deslizando por el camino que explica el Papa en su homilía. Ya decían
los romanos: Corruptio optimi, pesima;
La corrupción de los mejores, lo peor. Por otra parte, no creo que los corrompidos
internos de la Iglesia nieguen que Jesús es el Mesías, ni al Padre ni al Hijo,
al menos, no abiertamente. Esas herejías de los primeros siglos de la Iglesia
ya no existen. Por eso creo que el Papa se refiere más bien a los seductores
mentirosos que a los herejes cristológicos o trinitarios. Por si alguien piensa
que esta creencia mía no tiene fundamento, en la homilía del día siguiente,
martes 4 de junio, el Papa decía estas palabras: “El lenguaje de la corrupción es la hipocresía […], un niño no es
hipócrita, porque no está corrompido”.
Por
tanto, deduzco que el Papa, en esa homilía, está lanzando con angustia, desde
su corazón, un mensaje a alguien o “alguienes” de dentro de la Iglesia. Alguien
o “alguienes” que quieren hacerse con la viña al margen de su Dueño con
seducción y engaño.¿A quién? No lo sé. Tal vez a los mismos que acabaron con la
paciencia de Benedicto XVI y le llevaron a dimitir. Me parecería
extraordinariamente bien que el Papa
Francisco consiguiese atajar a esos corrompidos y los pusiese en su sitio,
completando la labor iniciada por Benedicto XVI. O puede que sea yo, más que
Raúl del Pozo, el que le esté buscando tres pies al gato. Que cada uno piense
lo que le parezca.
[1] En honor a la verdad, habría que
decir que Eva Duarte, más tarde, de Perón, no era prostituta. Era actriz y
bailarina. Parece que por la época en que conoció al general Perón, trabajaba
en un teatro de la avenida corrientes que no era un puticlub.
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