El Papa
Francisco ha estado hace poco en Tierra Santa. Entre su apretada agenda,
figuraba una visita al Memorial del Holocausto en el museo de Yad Vashem en
Jerusalén. Allí pronunció un discurso impresionante que transcribo íntegro a
continuación:
Quisiera, con mucha humildad, decir que el terrorismo es
malo. Es malo en su origen y es malo en sus resultados. Es malo porque nace del
odio. Es malo en sus resultados porque no construye, destruye. Que nuestros
pueblos comprendan que el camino del terrorismo no ayuda. El camino del
terrorismo es fundamentalmente criminal. Rezo por todas esas víctimas, y por
todas las víctimas del terrorismo en el mundo, por favor nunca más terrorismo,
es una calle sin salida.
* * *
“Adán, ¿dónde estás?” (cf. Gn 3,9). ¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te
has metido? En este lugar, memorial de la Shoah,
resuena esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”. Esta pregunta contiene
todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo. El Padre conocía el
riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni
siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande. Ese
grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto,
resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…
Hombre, ¿quién eres? Ya no te reconozco. ¿Quién eres,
hombre? ¿En qué te has convertido? ¿Cómo has sido capaz de este horror? ¿Qué te
ha hecho caer tan bajo? No ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho.
El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos. No ha sido el aliento de
vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7). No, este abismo no puede ser
sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te
ha desfigurado? ¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y
del mal? ¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y
asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti
mismo, porque te has erigido en dios. Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de
Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de
nosotros, Señor. A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la
deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15). Se nos ha venido encima un mal
como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración,
escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta
monstruosidad. Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor,
ten piedad. Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2). Acuérdate de nosotros en tu
misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos
sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber
despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro,
que tú vivificaste con tu aliento de vida.
¡Nunca más, Señor, nunca más!
“Adán, ¿dónde estás?”. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza
de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer. Acuérdate
de nosotros en tu misericordia.
Hace un par de
días, un amigo al que mandé este discurso me mandó una interesantísima
reflexión que transcribo a continuación:
Hola Tomás: Quería compartir
contigo, al hilo del discurso del Papa en el Memorial del holocausto de Yad
Vashem, la reflexión que nació inmediatamente con la lectura del texto en
aquellos días.
[…] estoy en Viena y con esto
quiero decir que he vivido en un ambiente que sufrió el Nazionalsocialismo y
donde los judíos fueron duramente castigados. En ese contexto es donde la
pregunta del Papa "¿dónde estás Adán?" me resultaba sencillamente
genial.
Te dejo la reflexión que escribí
a mis amigos por whatsapp hace unos días:
***
"No sé si habéis leído el
discurso de Francisco en el memorial del holocausto... Es muy interesante...
Sobre todo porque, desde mi punto de vista, ha dado un giro de 180º al discurso
que hasta ahora se había hecho.
Desde la segunda guerra mundial,
con las barbaridades del exterminio, se planteó la pregunta Teodicea:
"¿Existe Dios? ¿Dónde está Dios?"
Cuando visitas Mauthausen, el
campo de concentración cercano a Linz, en Austria, en el video introductorio
dicen que todavía se pueden leer en los muros de las celdas de la cárcel del
campo frases del tipo: "¡Si Dios existe, me tiene que pedir perdón!"
Son frases comunes en los campos de concentración... y la pregunta ¿dónde está
Dios? nacía de un modo u otro en quienes han vivido o han conocido de alguna
forma el horror de la persecución Nazi.
Sin embargo en esta visita al
memorial de la Shoah en Jerusalén, el Papa Francisco ha dado la vuelta a esta
pregunta. Un texto hermoso que nos cuestiona a todos: "¿dónde estás Adán?
¿dónde estás hombre?"
Con esta pregunta, el Papa,
basándose en el texto del Génesis en el cual Dios sale en busca del hombre tras
la caída, redirecciona la responsabilidad del mal que ha cometido el hombre. No
es Dios el culpable, no es Dios quien no ha hecho nada por evitar el mal... Es
el hombre quien ha traicionado, quien ha desfigurado la imagen según la cual
había sido creado.
"¡No te reconozco!" Son
las palabras que el Papa pone en boca de Dios Padre cuando ve el mal obrado por
el hombre, quien se ha erigido a sí mismo en dios.
El Papa acaba el
discurso/reflexión con una oración, pidiendo a Dios la gracia de avergonzarnos
por lo que como hombres hemos sido capaces de hacer, avergonzarnos de esa
máxima idolatría.
Avergüénzate Adán de tu
idolatría, de tu degeneración, del horror y del mal causado a tus hermanos a
quienes te has sacrificado a ti mismo, porque te has constituido dios.
Y eso ¿sólo ha ocurrido en la
Shoah? Esa idolatría de la cual habla Francisco, ¿es algo exclusivo de los
Nazis o es algo que nos atañe también a nosotros? ¿Acaso no intentamos someter
a los demás en favor de que cuadren nuestras ideas, nuestros proyectos, a fin
de que las cosas sean como según nosotros deben de ser? ¿A cuántas personas
sacrificamos con nuestras exigencias? En nuestras relaciones personales ¿a cuántos
hemos sometido por nuestra ideología totalitaria?
"¿Dónde estás Adán?
-¡Aquí estoy, Señor, con la
vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de
hacer!"
Este discurso del Papa es un
llamamiento claro a que, avergonzados por mal que hemos causado a otros y a
nosotros mismos, seamos hombres de verdad, es decir, hombres que reproduzcan la
imagen original con la que habían sido modelados. Hombres reflejo del AMOR.
¡Que el hombre sea hombre!
***
Nada más Tomás...
Compartir siempre nos ayuda a
crecer...
Quizá a mi amigo
se le ha pasado lo más lacerante de la oración del Papa. En el “Adán, ¿dónde
estás?”, el Papa dice que está todo el dolor de un padre que ha perdido a su
hijo. Dios, en esa pregunta, llora, por la desgracia de que su hijo amado se
haya ido por derroteros espantosos. Cualquier padre que sufra que un hijo haya
caído en los tentáculo de la droga sabe de este sufrimiento. Ese es el
sufrimiento de Dios, nuestro Padre. ¿Dónde estaba Dios en Auschwitz? A alguien
le he leído contestar: “En las filas de los que entraban en la cámara del gas
Zyklon B. Era ese niño que lloraba”. Recomiendo a quien se anime que lea mi
entrada en este blog del 26 de Octubre del 2008, precisamente con ese título: “¿Dónde
estaba Dios en Auschwitz?”
P.D. En su viaje a Tierra Santa el Papa Francisco invitó al Presidente Palestino, Abu Mazen y al Israelí, Shimon Peres a que fuesen a su casa, el Vaticano, para rezar juntos por la paz. Ambos aceptaron, pero yo pense que las agendas de los dos Jefes de Estado y la del propio Papa harían difícil que este encuentro tuviese lugar antes de unos cuantos o bastantes meses y que, tal vez, en ese tiempo, el propósito se enfriase. Cuál no ha sido mi sorpresa al enterarme que ambos Jefes de Estado han ido este Domingo de Pentecostés, menos de quince días después de la invitación, al Vaticano para rezar juntos. Increíble, pero cierto. No puedo dejar de ver el soplo del Espíritu Santo detrás del viento que ha hecho posible este viaje al Vaticano. Y como tengo una confianza inmensa en el poder de la oración, no me cbe duda de que esta oración conjunta dará sus frutos. Tal vez (o tal vez sí) no los que nuestra mente humana pueda esperar o desear, pero, sin duda los frutos que el Señor de la Historia sepa que son los que la Humanidad necesita. Bendito sea Dios Espíritu Santo, que nos ha suscitado este Papa.
P.D. En su viaje a Tierra Santa el Papa Francisco invitó al Presidente Palestino, Abu Mazen y al Israelí, Shimon Peres a que fuesen a su casa, el Vaticano, para rezar juntos por la paz. Ambos aceptaron, pero yo pense que las agendas de los dos Jefes de Estado y la del propio Papa harían difícil que este encuentro tuviese lugar antes de unos cuantos o bastantes meses y que, tal vez, en ese tiempo, el propósito se enfriase. Cuál no ha sido mi sorpresa al enterarme que ambos Jefes de Estado han ido este Domingo de Pentecostés, menos de quince días después de la invitación, al Vaticano para rezar juntos. Increíble, pero cierto. No puedo dejar de ver el soplo del Espíritu Santo detrás del viento que ha hecho posible este viaje al Vaticano. Y como tengo una confianza inmensa en el poder de la oración, no me cbe duda de que esta oración conjunta dará sus frutos. Tal vez (o tal vez sí) no los que nuestra mente humana pueda esperar o desear, pero, sin duda los frutos que el Señor de la Historia sepa que son los que la Humanidad necesita. Bendito sea Dios Espíritu Santo, que nos ha suscitado este Papa.
Saludos Tomás:
ResponderEliminarEs necesario, cara a los judíos, reformular la famosa pregunta por Francisco, que pronunció como citas, BXVI “¿Dónde estaba Dios en Auschwitz? Puede que si.
A mi sin embargo me cautivó, sin necesidad de preguntar nada a Dios, lo que cuenta Viktor Frankl, en "El Hombre en busca de Sentido", que supongo habrás leído.
Un psiquiatra que sufrió la dureza del Holcausto en sus propias carnes, además de perder allí a toda su familia, que escribe sin un sólo reproche.
Saludos cordiales.
Juan